Irianna
Irianna había puesto los brazos en jarras y adoptado una pose de falsa indignación cuando Noel se le plantó delante sin dificultad. No le dio tiempo a responder cuando ya se había unido Samika y se echó a reír.
—Yo lo intenté, pero sé admitir las derrotas: me temo que yo no puedo competir con vuestras alas. Dejo en tus manos la carrera, Samika —le dijo a la evaki con una gran sonrisa.
A continuación descendió para acercarse a saludar más de cerca a aquellos que no había tenido ocasión antes. Rasqa ya estaba haciendo cabriolas en el aire con el resto, como cabía esperar, por lo que se decantó por dirigirse a Eara y Ayne. Según se acercaba, pudo notar en el gesto de ambos una miríada de matices: el edeel parecía un tanto ¿melancólico?, ¿pensativo?, mientras que para la nebulomante sí resultaba obvio el motivo por el que la aurva observaba ávidamente el cielo y aquellos que lo cruzaban mediante diferentes medios.
>>Solo estoy de paso, pero me alegro de veros a todos por aquí. No es que tenga mucha prisa… Eara —se dirigió hacia la chica, acercándose a ella y comenzando a conjurar un hechizo de levitación tras otro, que aplicó sobre su amiga y sobre sí misma—. El hechizo de vuelo no sabrías controlarlo sin práctica y no quiero que te hagas daño por mi culpa, pero creo que nosotras podemos conformarnos con este. ¿Quieres ver la ballena más de cerca? Todavía tengo que preguntarle algo a dama Diurna y el resto.
Si Eara aceptaba, la lacustre se elevaría y, una vez ambas estuviesen a la misma altura, sujetaría a la aurva de un brazo para que volasen juntas.
Noel
—No seré el único que es rápido, pero yo ya sabía volar antes de que aprendieseis a deletrear vuestros nombres —le respondió a Samika en tono jocoso—. Pero como quieras: yo no me pienso contener.
Una vez Irianna se hubo alejado, el sueco echó a volar a toda velocidad en una dirección aleatoria, que resultó acercarle de nuevo al mar. Una gran ola llegaba en ese momento hacia la costa y el draco, actuando solo por puro instinto, se sumergió en ella para atravesarla lo más deprisa que pudiera en aquellas circunstancias. Desde luego la resistencia que ofrecía el agua no le iba a ayudar a ir más rápido, pero, ¿qué más daba? Salió con fuerza del agua, aún más empapado de lo que ya estaba mientras emitía un grito de júbilo.
>>¡Hola, Rasqa! —Saludó al parqio efusivamente cuando se cruzó con él, sin dejar de hacer maniobras en el aire y volar por toda la bahía.