Escamas de Festival
Habían cruzado el portal sin muchos problemas. Ella y su ayudante frivy estaban ahora en ulterania. Aunque el frivy estaba entusiasmado con el viaje, la ulterana no daba signos de estarlo. Aquella era la primera vez que su jefa le habia pedido ayuda en uno de sus viajes y él no seria el que rechazara la oferta de dejar a esos dos carcamales en la botica mientras hacia turismo y, quién sabe, quizás conocer más de la cultura del planeta de donde habia nacido y se había criado la jefa.
La niña flotaba imperturbable junto al frivy, todavía no acostumbrado a esa forma de viajar. Ambos llevaban una mochila, la de la niña estaba vacía mientras que la del chico estaba llena de útiles para el viaje, asi como mapas, brújulas y algún que otro aparato que no sabia para que servia. El viaje no fue muy largo y pronto aterrizaron en tierra sólida, en una isla enorme, más grande que la totalidad de la ciudad rocavarancolesa y más grande que cualquier isla que hubiera visto el chico antes.
La ulterana pronto mandó al frivy ponerse la peluca y encapucharse. La peluca, aunque servia para camuflarse como un habitante del mundo más, no era más que una replica de una sustancia que parecía pelo, pero que en verdad era totalmente inerte y que por ello, era necesario encapucharse.
No tenían pensado verse demasiado por el público. La explanada en la que habían aterrizado, se trataba de una acantilado de piedra blanquecina con musgos amarillentos. Todos los hierbajos eran amarillos también, como toda la demás vegetación. Era un humilde bosquecito de color amarillento. La ulterana se adelantó y llamó la atención al frivy para que no se quedara atrás. Siguieron una senda que la niña parecía conocer muy bien. El frivy se limitó a observar y escuchar todo lo que se moviera en aquel lugar. Le pareció bastante pacífico como para albergar una civilización. Probablemente, ni habría lavabos cerca ni baños, suerte tendría si se encontraba con un espejo, pero no comentó nada, porque sabia que a la jefa no le gustaba que pusiera sus manías por delante de la necesidad de los demás. Por el momento, esperaría pacientemente hasta encontrar civilización.
El paseo se le hizo bien largo y pudo jurar que un lagarto amarillo del tamaño de un cocodrilo les estaba siguiendo ágilmente por encima del techo de ramas y hojas. La ulterana no se inmutó ante la presencia del animal, reconociendo la especie al instante, supo que solo les estaba vigilando por curiosidad. El cielo comenzó a oscurecerse, abandonando el color naranja del atardecer, Nia se guio por las estrellas en los pocos claros que se encontraban y en menos de una hora, pudieron apreciar una luz al final del bosque, y un sonido, un sonido como de gente moviéndose, hablando, viviendo.
Se fueron encontrando ulteranos celebrando con fuegos artificiales, ulteranos bebiendo, gritando, algunos peleándose pero siempre con un ambiente festivo que se contagiaba fácilmente. Numerosos puestos aparecieron, vendiendo comida, juguetes u ofreciendo desafíos ante los mas osados que querían la recompensa que se ofrecía por ganar uno de sus complicados juegos. La ulterana, no dio señales de emocionarse por el ambiente. El frivy se quedó mirando un puesto que tenia lo que parecía un tiburón en miniatura que hasta el último centímetro de su piel estaba cubierto de un plumón amarillo. El animal se retorcía violentamente en su pecera, buscando presas con su hocico. La ulterana le enganchó de una oreja y le sacó de aquel lugar.
Siguieron andando por el festival y en medio de esto, un borracho se chocó contra la niña, tirándola al suelo. El frivy se acercó a ayudarla a levantarse, pero fue el otro ulterano quien se preocupó de ayudar a la cría. Intercambió un par de palabras con ella y se despidió, tras revolverle el pelo. La niña se peinó de nuevo con una cara asesina, pero le devolvió el saludo de despedida por respeto.
El chico no comprendía muy bien la situación. El frivy solo sabia que la ulterana estaba soberanamente triste desde que volvió de la fiesta, bastante apartada de la realidad. Que cada vez viajaba más y buscaba algo en sus viajes. Los ulteranos que había concentrados, parecían estar festejando algo que tenia que ver con un pez o peces, ya que había bastante simbolismo con ellos en pancartas y señales colgadas por todos lados. La gente comía, bebía y bailaba e incluso contaban historias los unos a los otros. La jefa y él no eran más que dos manchas pobremente disimuladas entre el torrente de colores que llevaba la gente. La mayoría de esta, tenían el pelo rubio, pero también los habían con el color verdoso o los que menos, rojizo.
Entraron en lo que pareció una ciudad y estuvieron andando por las calles. Numerosos edificios cochambrosos les recibieron. En cuanto entraron a un callejón, Nia alzó al frivy y a ella misma hasta un tejado con una cristalera, donde pudieron mirar la ciudad por encima de todo y encontrar el edificio que buscaban. Ajeno al resto de la ciudad, como si se hubiera levantado hace poco, había un estadio con una construcción exagerada para un escenario, rodeado de vallas altas y con numerosos palcos, gradas y asientos para casi toda la ciudad. Aun estaban preparándolo para el gran espectáculo que empezaría dentro de unas horas y reuniría a mucha gente. Nia se giró ante el frivy y le ordenó que permaneciera en el tejado hasta que volviera ella, después de dos horas. El frivy se quejó abiertamente, alegando que si había un festival más abajo, él no se iba a quedar ahí arriba aburrido.
Las quejas no fueron ni oídas por la niña que desapareció casi al instante.
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Mientras, en una sala oscura, muy lejos de ahí, hombres poderosos hablaban entre susurros. Estos susurros traían pesimismo y desconfianza, otros parecían ser más positivos, pero sobretodo, el aura que se respiraba en aquella estrecha y privada sala hexagonal era de negativismo. En una gran mesa con la misma forma que la sala, seis asientos ocupados, muy espaciados entre ellos, la ocupaban los hombres más poderosos de ulterania. Miembros de casi todos los clanes, había un mesara cuyo pelo estaba cuidadosamente trenzado para aparentar que tenia unas orejas lobunas del mismo color verdoso que era característico en ellos. Un ibolense de aspecto bonachón con un intrincado bigote que parecía salirle de la nariz y unos brazos fuertes y gruesos que indicaban que era un guerrero, llevaba el pelo recogido en una cinta que circulaba su sien y lo dejaba caer por la espalda, liso y de color escarlata. Había dos neuvm, uno con unas patillas gruesas y largas y una pelusilla azulada como su cabello debajo de la nariz más joven que el otro que tenia todo su pelo recogido en una coleta alta y unas barbas disimuladas. Este último mostraba cicatrices en su rostro, su ojo derecho estaba destrozado y no lo ocultaba con un parche. La edad no le hacia ningún favor y su piel estaba completamente arrugada. Tenia un aura orgullosa alrededor de él y no paraba de lanzar miradas enjuiciadoras a todos los demás miembros de aquella mesa. La única mujer presente, se trataba de una chica bastante joven, de unos dieciséis años. Su pelo morado iba recogido en dos coletas a ambos lados de la cabeza. En el rostro, portaba una máscara que solo dejaba ver sus ojos y parecía ocultar algún tipo de maquinaria bajo esta, que, fuera lo que fuese, sonaba como una pausada y metálica respiración. El último miembro de la mesa hexagonal permanecía encapuchado y su cara vendada al igual que sus manos. No llevaba ropas elegantes ni tenia un aura de arrogancia alrededor de él, al contrario que otros.
Fue la chica quien decidió levantarse y hablar para todos, acallando los susurros insidiosos. Su voz sonaba metálica y pesada, como si pronunciar cada palabra fuera un esfuerzo sobrehumano y tuviera que tomar aire en cada una.
-Ya estamos todos reunidos. Se ha convocado la reunión de los seis gracias a nuestro miembro Veilm'ador.-dijo, señalando con la mano abierta al anciano que simplemente resopló ante la mención de su nombre y permaneció cruzado de manos.-He oído el tema antes, pero, ¿le importaría repetir para la cámara de los seis cuales son sus cargos?-
El anciano apoyó sus huesudas manos en la blanquecina mesa y se puso de pie. Se agarró de las barbas y paladeó el aire antes de hablar, como pensando que palabras fueran las más correctas para usar en aquella situación.
-Como bien conoce la Cámara de los Seis presente, el nombramiento de la célebre Ithalia de Kanthos como sucesora en el trono una vez que nuestro bienamado y benefactor, el emperador Iuthulius VII. expire su último aliento, quieran los vientos de Ul que no sea pronto, ha traído...-pausó por un momento, para dejar más enfasis de odio en su palabra.-...cambios.-
La chica alzó una ceja, lentamente, pero el resto de la cámara no dijo nada ni actuaron de manera diferente.
-Estos cambios, pese a descontentar a la mayoría de la población, se han llevado a cabo a día de hoy, para que coincidiera con una de las fiestas más celebradas del populacho, la llamada "Fiesta de la Última Cena de Pescado." o, simplemente, "Fiesta del Pescado" para abreviar.-
-No hay que decir que el gobierno ha estado llevando cambios para el progreso del pueblo ulterano en los últimos cuarenta y cinco años de gobierno. Se ha limpiado aún más territorio de minerales y fuentes combustibles, nuestra economía esta en su máximo exponente en la historia y se ha recuperado aún más terrenos de las garras de la sucia escoria rebelde que envenena nuestras tierras con su presencia.-
La mitad de la Cámara parecía no estar escuchando ya al anciano, cada uno con sus propios asuntos, salvo el otro neuvlm más joven que parecía nervioso y le pedía con la mirada que acortara los preámbulos y fuera al grano. El anciano se impacientó y la cólera burbujeó dentro de él.
-Lo que ha intentado su majestad, Ithalia de Kanthos, es un atentado directo y abierto ante el códice imperial. ¡Una herejía! ¡Un sacrilegio! ¡Y tengo suerte de que pronto estaré visitando a mis ancestros antes que ella ponga su trasero de herética sobre el trono imperial!-dijo al fin, al límite de sus fuerzas con una vena palpitante en la sien, colérico. El otro neuvlm se puso en pie y obligo a sentarse al anciano que se agarraba el pecho, peleando por respirar.
El ibolense soltó una carcajada y le dio una fuerte palmada en la espalda al anciano que probablemente le hizo más mal que bien, estando tan débil.
-¡Pero que dices, Tio Veil! ¡Si sigues igual de enérgico que un mozo, nos acabaras enterrando a todos!-
El otro neuvlm se giró hacia el enorme ibolense y le reprochó su actitud.
-Por favor, evite referirse ante su eminencia Veilm'ador el sabio, como "tio" o usando motes. Estamos ante una sala sagrada en el que el respeto mutuo es imprescindible.-
El ibolense se rascó detrás de la oreja y rodó los ojos.
- Si, si, como usted diga señorito-tengo-una-islita-y-me-creo-importante.-respondió con sarna.
El joven neuvlm iba a protestar pero la chica enmascarada les interrumpió, realmente alterada.
-No estamos... aquí... Para insultarnos los unos a los otros... Hemos sido convocados por Veilm'ador... y tenemos que tomar una decisión.-dijo, faltandole el aire.
La sala se quedó en silencio un instante antes de que el mesara con las orejas de lobo hablase.
-Es de mi creer, que el código imperial establece unas claras normas respecto al poder de los emperadores y su familia, y que, la niña en cuestión, ha extrapolado su autoridad y se la ha impuesto sobre la de su padre.-
-Es un desafio ante la ley. La ley de Ul.-soltó por lo bajo el hombre vendado y encapuchado. Su seca voz era casi inaudible.
-¡ Herejía!-bramó de nuevo el anciano que se había recuperado.
El ulterano con las orejas de lobo siguió hablando.
-Pero, es mi creencia que las leyes son algo mutables y que deben de adaptarse a las nuevas tecnologías y a una sociedad siempre cambiante.-
El encapuchado asintió, mostrando su apoyo al mesara.
-Oh vaya. Si estos dos pueden estar de acuerdo en algo por una vez.-dijo el ibolense con otra carcajada.
Veilm'ador volvió al ataque.
-¿¡Entonces que pretendéis!? ¿Que todo por lo que hemos luchado, generaciones enteras, se vaya al traste, porque una mujer de tres al cuarto decida que sus amigos desviados y los deformes no tienen un lugar en el mundo? ¿Porque no cambiar la naturaleza en si y hacernos creer que somos otra cosa de lo que somos?-borboteó.
Todas las miradas, incluidas las del anciano se posaron entonces en la que era su moderadora que miraba al arrugado ulterano protestar como si estuviera siendo una broma de mal gusto. Lentamente, bajó la mascara que cubría su cara. El rostro de la chica, era aparentemente impecable, no tenia ninguna enfermedad de la piel pero en la boca llevaba algo colocado, como una pequeña maquina que al parecer la permitía respirar. Pero aun así aquello no le bastó a la chica, que siguió mostrando su cuello. Ahí fue cuando el Mesara apartó la mirada. El cuello de la ulterana estaba unido por unos finos hilos negros. Parecía que le habían abierto en canal la garganta y la habían vaciado de todo su contenido. Se podía apreciar algo de pus en la herida.
-Argh... No aguanto que una chica tan mona sufra de unas heridas tan feas.-dijo el mesara mientras dirigía la mirada al suelo. La ulterana inspiró lentamente, mostrando como funcionaba el aparato que la permitía seguir con vida. El anciano recorrió con la mirada la grotesca herida y puso una mueca de asco.
Lentamente, la ulterana extrajo el aparato de su boca, que le permitió hablar con su propia garganta. Las palabras, costaba comprenderlas e hilarlas, pero todos los presentes sabían que estaba enfadada. Mucho.
-¿Amigos deformes? Dime, Veilm'ador,¿cuando fue la última vez que viste el códice imperial? Si yo no recuerdo mal, hay una sección muy clara sobre el trato con un miembro de la familia real y tu acabas de insultar a uno. Delante de otros cuatro testigos.-dijo perdiendo la aparente compostura.
-Yo... no pretendía... Prince-musitó el hombre, pero la ulterana le mandó callar. No tenia mucho aire y no podía sobrevivir mucho sin su sistema de soporte vital.
-Y con respecto a lo que somos, pensé que ciento veinticuatro años te habían dado la suficiente experiencia para saber que los ulteranos, no somos mas que polvo y que polvos seremos. Sacos de carne que se cortan con facilidad. Y que, solo juntos, formamos un muro impenetrable frente a todas las amenazas, como cada una de las cadenas de una armadura. Vivimos juntos, luchamos juntos, morimos juntos. Y somos iguales.-
Habiendo terminado su arenga, volvió a colocarse su aparato y a taparlo con la mascara. Se tomó un tiempo para recuperar el aliento perdido antes de volver a hablar, de nuevo, con su más monótona voz metálica.
-Mi hermana solo desea que los ulteranos vivamos unidos, juntos como iguales y que prosperemos hasta nuevos horizontes que nunca llegaríamos a vislumbrar por separado.-pausó.-Esto incluye el respetar las fiestas del "populacho" como lo has llamado. El de ofrecer igual de oportunidades para los intara que para cualquier otro ulterano. ¿O es que acaso piensas que los intara deciden abandonar sus ciudades, sus familias y se van a luchar contra los soldados del emperador por gusto? Todo el mundo sabe que lo que les depara a los traidores y que la causa de los rebeldes está perdida.-concluyó la arenga.-Muy bien, se someterá a votación, los que quieran condenar a Ithalia de Kanthos por herejía que levanten la mano.-dejó un par de segundos en los que nadie levantó la mano, ni si quiera el anciano amargado que se miraba las huesudas manos.-¿Nadie? Se cierra la Cámara de los Seis, entonces.-
Finalmente, la chica se desplomó en la silla. Estaba sudando y se frotaba la garganta. La sala se quedó en silencio unos segundos hasta que el ibolense se levantó y se acercó a ella, inclinándose, le susurró al oído.
-Mandaré llamar a tu hermano, Ty.-
Y entonces el enorme soldado salio de la sala a paso veloz.
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La ulterana volvió a las dos horas como prometió. Para entonces, el enorme estadio estaba colmado y mucha gente que se había quedado fuera, miraba por encima de las vayas el enorme escenario. Se habían colocado varios estandartes blancos con la insignia de la familia imperial y varios pares de altavoces gigantes que estaban colocados a un solo micrófono. Una sola chica, con un pelo tan largo que lo llevaba recogido con varias coletas con decoraciones, de un color púrpura y ojos igual. Fácilmente reconocible como Ithalia, la chica que fuera a ser la futura emperadora de Ulterania.
Nia ya tenia lo que venia buscando, y se habia encontrado más de una cosa para cotillear. Mientras guardaba gran parte de lo que llevaba en su mochila en la del frivy, pudo apreciar como un comité de soldados albinos con alabardas y armaduras doradas se unieron al escenario, junto con un tipo que había estado dando bastante de que hablar últimamente, de nombre Toimare'Meite. Este llevaba un peinado muy extravagante que combinaba el azul, con el purpura y un flequillo intrincado que daba muchas vueltas y bucles de color dorado, probablemente en honor a los Intara, pues en todas las fotos que había de él llevaba el color natural púrpura y teñido de azul en algunas partes. Sin decir una palabra, o si quiera quedarse para el espectáculo, los dos partieron de vuelta para rocavarancolia. En el camino de vuelta, Nia guió con señales y movimientos de cabeza mientras canturreaba, en ulterano una canción, pasada al ulterano, que aún conservaba su ritmo. Un terrícola la hubiera identificado al instante como la canción que se solia cantar cuando se sacaba una tarta con velas encendidas en la fiesta de cumpleaños de alguien. Al frivy, le pareció una canción de camino ulterana, ignorante de saber que los ulteranos no tenian canciones escritas.