La casa estaba intacta, como no podía ser de otra forma. Apenas había pasado un año. Todas las ventanas estaban cerradas, y la luz del sol se reflejaba en los cristales de colores que adornaban la fachada. Habían vuelto a pintar la rejilla de la puerta principal, y habían plantado flores nuevas en los arriates de los balcones. El árbol raquítico del jardin lateral seguía igual de raquítico, aunque Zmey recordaba haberlo usado para escapar de la casa en más de una ocasión. Se acercó para inspeccionarlo mejor, y de paso ver si tenía algún fruto. No solía dar a menudo, pero cuando daba no había frutos más dulces en el mundo...
No había frutos, pero sí una pequeñísima flor en compañía de varios capullos aún por abrir.Zmey sonrió, ya que aunque hubiese pasado los peores momentos de su vida en aquella casa, eran esos pequeños detalles a los que se aferraba para salir adelante. Entonces lo vio. El sol le arrancaba destellos azulados del cabello gris, y sus ojos verdes y profundos tenían ojeras, pero por lo demás Yoel estaba como siempre, y también lo había visto a él, a través de la ventana de la cocina. Seguramente bajaría a por algún aperitivo, o a robar dulces de la despensa, como solía hacer desde muy niño. Fuera de todo pronóstico, Zmey se quitó la capucha y le sonrió, la cara de Yoel era un poema. Dijo algo, que el piromante no comprendió ya fuera por la lejanía o por el idioma, y dejó la ventana en busca de la puerta para salir al patio. Era un buen momento para irse, así que Zmey dejó el jardín y su antigua casa, encaminándose a un bosquecillo cercano.
Y por supuesto Yoel le siguió.
Según se iban adentrando, Zmey oía a su edeel llamarle por su antiguo nombre, corriendo todo lo que podía para alcanzarle, tropezando y trastabillando ya fuera por la luz que lo cegaba o por lo irregular del camino. Finalmente se detuvieron en un claro. Hubo un momento de silencio, y luego preguntas que Zmey no podía entender, rabietas, lágrimas, y al final, un puñetazo directo a su cara, cargado de frustración. Zmey lo paró sin esfuerzo, y le hizo una llave a Yoel, tirándolo al suelo. Los ojos oscuros de su edeel lo miraban incrédulos. << ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería sentir?>> se preguntó el piromante. Seguía con aquel hormigueo, temblaba ligeramente. Aquel que tanto daño le había hecho, el que creía haber matado, la razón por la que había aceptado ir a Rocavarancolia... Estaba allí, vivo e intacto, pidiéndole explicaciones.
-Y todo lo que he sufrido por ti... Yo que me creía un asesino...-susurró.
Podía serlo, finalmente, pero ya no tenía el mismo significado. Se había creido un asesino cuando todo había sido un accidente, se había torturado por algo en lo que realmenteno tenía culpa, pero de lo que en otra situación le habrían culpado igualmente. << ¿Qué me habría ocurrido si llegas a estar muerto, Yoel? ¿Que habrían hecho tus padres conmigo?>> Aquel pensamiento lo llenó de amargura, pero no dejó que se le notara. Aún sujetando la mano de Yoel, le dedicó una media sonrisa, y pasó la mano libre sobre sus ojos, en una caricia. E inmediatamente el chico cayó en un profundo sueño.
Fue al encuentro de Jack cargando a su edeel como un saco de patatas. Era increíble que pudiese, ya que aunque tenían más o menos la misma altura, Yoel siempre había sido más corpulento y más fuerte. Pero eso había cambiado.
-Este capullo era mi edeel- le explicó a Jack- Estaba vivo, así que me lo voya llevar. Ya podemos irnos si quieres.