La ropa siempre llamaba la atención. Erika ya le había dicho que debía ir más colorido, más sinhadre, para evitar la posibilidad de que desconfiaran... Pero hasta ahora había funcionado. Y, eh, que los cosechados no se fiaran de las apariencias podía ser positivo de cara a la cosecha... O eso pensaba.
—Pues encantado, Adru. En el lugar de donde vengo, hay formas de llamarnos y ropas aún más raras que lo que ves; es lo que tiene viajar tanto, que lo que consideras raro acaba desapareciendo.
¿Qué había dicho sobre cosechas rutinarias pero todas diferentes? ¡Un trato! Aquello se ponía interesante. <<Espero que no le proponga tratos a los bichos de Rocavarancolia, sin embargo... Menos mal que el mono ya no molesta>>
—¿Un trato? Te escucho —dijo, y se fue a apoyar en un árbol. Cuando Adru acabó, sonrió—. Así que quieres una historia de miedo... ¿Para Neil? ¿Tienes hermanitos? Déjame que piense...
Mientras decidía qué contarle, se agachó y acabó sentándose en la tierra, con las piernas cruzadas y el brazo izquierdo apoyado en una. Reposó la barbilla sobre esa mano y se pasó el índice por el bigote varias veces. <<Menos mal que no ha pedido un unicornio adicto al syv venenoso, que historias de miedo me sobran>> Cuando se decidió, le hizo un gesto para que se sentara enfrente si quería y empezó:
—Hace unos años, en una región bastante lejos de aquí, había una ciudad abarrotada de eruditos. Todo lo que hacían lo hacían con la sabiduría de la experiencia de los años y con unos avances tecnológicos increíbles. Les iba todo genial... Hasta que dieron con algo inesperado: magia.
Ahí se detuvo brevemente para ver su reacción ante esa palabra. Al decirla lo había hecho como cuando la pronunciaba en su cosecha, como algo tan venerado como temible (no podía usarla, pero se maravillaba con ella).
—Como decía, descubrieron la magia. Sabes que hay sitios donde la magia existe, ¿no? Pues allí lo que tenían era magia en bruto, pura y peligrosa. Se volcaron en su estudio y en su utilización y pronto sus vidas giraron en torno a eso. Solo pensaban en volverse más y más poderosos. Hasta que algunos lo consiguieron... Creían que la magia era la única religión. Menuda desfachatez, ¿no? Los sacerdotes no lo vieron bien, pero se rebelaron y se exiliaron.
>>Meses después, yo pasaba por allí cerca. Ni sabía que aquella ciudad existía. No entré directamente sino que observé la ciudad desde una colina varios días... Había montado un refugio con unas telas y madera... Hasta que una noche me desperté por unos terribles temblores que sacudían el refugio. Me asomé con un cuchillo por si era algún temible depredador, pero resultó ser algo peor... —hizo una pausa exagerada, miró a ambos lados como si alguien pudiera estar escuchando, y exclamó repentinamente lo siguiente—. ¡Monstruos! ¿Has tenido pesadillas con criaturas imposibles que lo menos grave que quieren hacerte es matarte? ¡Pues peor! Engendros salidos de las peores pesadillas. Sinhadres con varias cabezas, con muchos brazos, con formas animales, algunos incluso tenían alas y escupían fuego... Se lanzaron contra la ciudad sin reparar en mí y la arrasaron. Redujeron los edificios y a la gente a polvo en menos de diez minutos. Lo sé porque los gritos de ayuda y de miedo duraron muy poco. El silencio tras la destrucción es imposible de describir... Había estado escuchando su bullicio diario unos días y de pronto allí no se oía más que el aullar del viento.
Ahí se detuvo para tomar aire, pues había dicho lo último con bastante agitación, y se pasó ambas manos por la cara antes de continuar.
—Corrí como nunca he corrido... Por suerte este par de piernas aguantan bastante —dijo con una sonrisa bastante forzada—. Pero una explosión que se oyó en toda la región me hizo detenerme. Había un gran círculo de luz justo sobre la ciudad, en el cielo. No pude ver lo que había al otro lado... De alguna forma, aquellos... aquellos malditos habían abierto un agujero en el mundo... o eso creí, nunca lo sabré. Lo que sí sé es que las criaturas que salieron del agujero en las nubes cayeron en picado sobre la ciudad y despacharon a todos los monstruos. Duró incluso menos. En menos de una hora, lo que antes era una ciudad de las más avanzadas acabó convertida en una enorme escombrera. Por suerte para ambos, ni vi lo que pasó en las calles ni puedo describirlo.
Volvió a detenerse para fingir serenarse y remató la faena.
—El resto de ciudades nunca lo supieron. Todo se tapó; se supone que nadie sabe lo que ocurrió... Las criaturas del portal se marcharon, pero ¿y si se hubieran quedado o si pudieran volver? A Neil puedes contarle la versión que más miedo da: que esa gente sigue por ahí o que algún monstruo sigue suelto... Yo me he cruzado con alguno alguna vez, pero desde lo bastante lejos como para no correr peligro... —miró al cielo y suspiró, para luego mirar a Adru inquisitivamente—. Ya he olvidado por qué te estaba contando esto...