Los primeros días fueron los peores. Mientras estaba acompañado podía ignorar el dolor en parte, pero por las noches golpeaba con fuerza. Aun así la razón de su falta de sueño era otra; las imágenes de los niños siendo devorados se ponían en repetición en su cabeza rellenando cada silencio, cada rato que intentaba no pensar. Le perseguían y no podía escapar. Pasaban los días y si dormía lo hacia a ratos tan cortos que ni se notaban. Vivía con la cabeza cargada y dolor continuo.
Al menos por el día disfrutaba mucho de la compañía. No tardó en sentirse parte del grupo, quizás por la necesidad tan grande que tenía de cariño, pero el caso era que le agradaba. Era lo único que tenía y trataba de apreciarlo. Intentaba no sonar continuamente amargado, e ignoraba los desagradables e incomodos, al principio, tonteos entre Ran y Amaro. Eran escasos e inofensivos y según pasaban los días los soportaba más. Hasta que al final se convirtieron para Hyun en un recordatorio de que todo iba bien. Por su parte no se relacionaba demasiado con Bandrael, fuera de las charlas grupales en las que ni Hyun ni él eran muy participativos. Apreciaba sin duda que le cuidara, sin embargo era con Ran con el que mejor se llevaba. Pues siendo tan cínico como era el coreano, siempre necesitaba gente positiva a su lado; como habían sido su hermana Hye en la tierra y, aunque ya no se acordara, Rox en letargo. La peor parte del día era cuando salían, incapaz de saber si volverían. Hyun pensaba en como, si no volvían, pasarían los días hasta que muriera de hambre escondido en la casa de otros. Solo, acabaría su existencia en el silencio absoluto, sin nadie que le llorara. De esa forma, una vez lo que quedaba de sus heridas se lo permitieron, Hyun empezó a salir con ellos a por la comida, convencido de que sería mejor morir con ellos.
Salía intentando aceptar que podría morir ese mismo día, pero al coreano le era imposible no pasar pánico cada vez que ponía un pie fuera. Iba atento a cada esquina. Preocupado de morir principalmente por quedarse atrás por ser el cojo. Aunque fuera egoísta tampoco quería ser el único en morir si algo atacaba. Seguía siendo cobarde y cada vez que veía cualquier peligro innecesario de correr daba un paso atrás. Quizás fue por eso que no fue el primero en morir cuando la bestia les perseguía.
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Puede que fuera por un ruido que hicieron o porque podía olerles, lo único que sabían era que fue una especie de grito emitido por cientas de voces distintas al unísono lo que les había alertado. Un cienpiés gigante de carne giraba la esquina al final de la calle de forma patosa, chocando contra el edificio que se le cruzaba antes de redirigirse. Solo por esos segundos en los que corregía su dirección pudieron ver que en cada uno de los brazos que tenía por patas, en cada mano, tenía una boca con afilados dientes. Hyun ya había empezado a retroceder con el grito y ahora corría con los demás de vuelta al torreón, su cojera le hacía ir ligeramente más lento que al resto, y el nublino no tardo en alcanzarle y empezar a adelantarle. Fue entonces cuando Amaro se tropezó, Hyun solo pudó darle medio segundo de atención, un giro de cabeza rápido. Estaba seguro de que no podría ya hacer nada, que si paraba, con su cojera no sobreviviría, y era demasiado cobarde como para comprobar si era cierto. Sin embargo Ran no lo era y eso significó su muerte, antes de que pudiera ayudar a Amaro la criatura ya les había cogido a ambos, envolviéndolos en sus cientos de brazos. La criatura entonces frenó, haciendo una espiral entorno a los dos niños, gritando cada mano que no se alimentaba, impacientes por probar la carne. No podían saber cuanto tardaría en terminar de comer y por tanto no podían parar todavía. Hyun volvía a llorar, habían pasado semanas desde la última vez, se había hecho creer que no lo volvería a hacer y se engañaba. A su izquierda, un poco delante suya iba el nublino que cada vez lo dejaba más atrás.
- ¡Espera!- le dijo - ¡No corras tan...!- Antes de que el coreano pudiera terminar su frase Bandrael había quedado reducido a las manchas de sangre en la calzada por la que iba, la pared más cercana y el cuerpo de Hyun. Bandrael había reventado desde dentro al pisar una trampa que ni Hyun ni él habrían podido ver en sus vidas. Hyun no paró aun cubierto en la sangre del nublino hasta llegar a margalar.
Se sentó solo en la puerta del torreón, con la cara enterrada en sus rodillas. Una vez más debería haber muerto y ahí estaba. Había sido un cobarde y por eso una vez más estaba vivo. Los había perdido. Sus compañeros que tras tantas semanas se habían vuelto lo más importante en su vida. No se los merecía y rocavarancolia se los quitó. <<Ellos si que no se merecían morir, ellos si que deberían estar aquí>> <<yo no>>. Las horas pasaban y la sangre del nublino se incrustaba en la piel de Hyun, cada vez más oscura, con cada hora, cada vez más dura. Pasaban los días y Hyun ya no comía, tampoco se lavaba. Solo bebió un par de veces cuando sintió que de otra manera moriría. Saciando su cobardía. Dandole vueltas durante todo el tiempo a lo mismo <<no debería estar vivo>>. Y cuando se preparaba para beber una nueva vez, se dio cuenta, su cobardía había ganado, le había costado sus amigos, pero había ganado, él seguía vivo. <<No lo mereces>> se dijo, no valía la pena, no iba a darle esta victoría. Por una vez no perdería, no le daría el gusto. El coreano ya estaba decidido. Saldría del torreón rumbo a la cicatriz de arax. Si se tiraba, todo lo que su cobardía había hecho por él no serviría de nada, al final moriría de todos modos.