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Seth
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Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre

Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena

Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.

Encadenado a una Promesa Empty Encadenado a una Promesa

13/02/23, 06:12 pm
Era un día caluroso en la ciudad de El Paso, pero el motero no se percataba de ello. Su moto rugía con fuerza mientras iba a toda velocidad por carretera, y el viento en su cara le refrescaba. El chaleco del club, que siempre llevaba puesto, ondeaba con violencia y el motorista aceleró más aún al tomar un desvío. Aquella ciudad lo había acogido hacía nueve años, conocía cada calle y cada edificio de ese lugar. Podría recorrerla casi con los ojos cerrados, y por eso mismo necesitaba salir de allí aquel día y tomarse un respiro de aquel caos. Observar algo diferente de vez en cuando le ayudaba a ver las cosas con otra perspectiva, y debido a la difícil decisión que debía tomar el viaje que iba a hacer era más urgente que nunca.

Pronto salió de la ciudad y se encontró conduciendo por una carretera recta, con la naturaleza desértica del lugar a ambos lados. Pequeños matorrales, cactus, tierra y grandes rocas conformaban aquellas vistas que nunca se cansaba de ver. Cuando llegó a un segundo desvío aminoró bastante y fue entonces cuando empezó a notar la temperatura abrasadora del lugar. A los minutos la moto estaba entrando trabajosamente  en plena naturaleza esquivando pequeñas piedras y plantas.

Finalmente vio su destino a lo lejos, una gran roca que proyectaba una sombra aún mayor. En ese calor infernal aquel sitio era un oasis en un desierto y el motorista llegó allí con cierta prisa. Apagó el motor, que sonó como si un monstruo hubiera decidido irse a dormir entre rugidos y gruñidos, guardó las gafas de sol que había llevado puestas todo el rato en uno de los muchos bolsillos de su chaleco y dejó la prenda sobre la moto, no quería ensuciarla. Era un chico de diecinueve años. Bastante alto, pasando el metro noventa, y con unos músculos y extremidades grandes. Tenía la cabeza rapada, a excepción de una cresta de color rosa. Sus ojos eran pequeños y casi de color negro, unos labios finos y una nariz un poco alargada. Estaba afeitado, pero se podía ver el inicio del crecimiento de la barba. Tras encenderse un cigarrillo se recostó en la pared de la roca mientras fumaba tranquilamente con una sonrisa, refugiado en la sombra.

Había descubierto ese lugar hacía tres años, y siempre que podía se tomaba un tiempo para ir allí. Le relajaba observar aquel eterno paisaje, daba  igual el tiempo que pasara, su escondite seguía igual que siempre. Y en una vida tan caótica y cambiante como la suya era de agradecer. Debía tomar una decisión importante, una que quizás cambiaría su vida para siempre y que muy en su interior le ponía los pelos de punta, aunque no lo quisiera reconocer. Pero en aquellos instantes solo podía disfrutar del frescor que le daba la sombra, había tiempo para decidir. Al menos quería relajarse un par de horas antes de comerse la cabeza.

Sin embargo un fugaz pensamiento se le vino a la mente y le cambió la expresión de la cara a una más seria. Siempre le pasaba lo mismo con aquellos pensamientos, recuerdos fugaces pero que lo atrapaban como una trampa para osos. Recuerdos de su pasado, de su anterior vida. Cerró los ojos, consciente de que iba a internarse otra vez en aquellos horribles flashbacks sin poder hacer nada para evitarlo. Dio una calada honda al cigarrillo y se preparó para lo que venía.

Se llamaba Connor Wright, no siempre había sentido ese calor...Ni mucho menos había llevado ese apellido.

                                                                       


Era una noche invernal en la ciudad de Toronto, Canadá. Las luces navideñas dotaban a sus calles de un aire festivo y las familias se refugiaban en casas y establecimientos debido a la gran nevada que había fuera. El viento hacía temblar los cristales de las ventanas y emitía sonidos perturbadores, pero el fuego de las chimeneas y los villancicos mantenían distraídos a los residentes. Solo se atrevían a salir al exterior las personas que volvían a sus casas, con mucha prisa y protegidos en densos abrigos, o los borrachos que iban dando tumbos de un lado a otro cantando canciones de amor.

Pero no todos tenían tanta suerte. Debajo de un puente y refugiándose del frío se encontraba un niño de diez años, Connor Mclean Sinclair. Huérfano desde los seis y buscado por numerosos agentes desde hacía ocho meses por fugarse del orfanato. Aquel sitio había sido un hogar terrible para él y no pensaba volver.

El cubo de basura ardía con todos los papeles que había quemado antes y le proporcionaba un calor muy bienvenido, de vez en cuando acercaba peligrosamente las manos al fuego para calentarse más. Se encontraba solo, lo había estado desde que se fugó. No se fiaba de nada ni nadie y así había sobrevivido hasta entonces, pero ni siquiera él se había esperado lo difícil que podría ser vivir de esa manera en pleno invierno.

Iba vestido con un abrigo que le quedaba algo grande, gorro y guantes de lana y unas botas que también le estaban un poco sueltas. Había robado todo aquello en una tienda meses antes, en cuanto vio que el frío iba a ser un problema. La comida sin embargo se había convertido en un dolor de cabeza. Al principio le fue bien, robar carteras era fácil cuando estabas tan distraído en una ciudad como Toronto, y Connor tenía un talento innato para quitar cosas. Un empujón o un choque accidental a alguien, unas disculpas y cuando giraba la esquina el niño ya estaba contando cuántos billetes le había quitado. Pero en esa temporada las cosas eran diferentes, la mayoría de los adultos llevaban su dinero bien guardado en bolsillos internos de sus chaquetones y era prácticamente imposible birlar nada, además estaba más débil físicamente por el hambre.

Con estos pensamientos en mente Connor se durmió profundamente poco a poco. Sus sueños estuvieron repletos de recuerdos del orfanato y las penurias que tuvo que vivir allí, perpetradas por el mismo personal del centro. Cuando se despertó no se encontraba solo. Delante de sus ojos vio un par de botas sucias y en menos de un segundo el niño se levantó como un resorte dando varios pasos hacia atrás. Aún estaba algo confuso tras despertarse. Quién se encontraba enfrente suya era una mujer latina de unos setenta años, con algo de sobrepeso y con el pelo corto completamente blanco. Llevaba varios anillos en ambas manos y un abrigo verde. Al ver los traspiés del chaval no pudo evitar reírse a carcajadas. Connor más aturdido todavía le dio la espalda y se dispuso a correr cuando la mujer habló.

-¡Espera, chico, espera! No hace falta que corras, ¿crees de verdad que podría alcanzarte, joder?- Comentó con sorna. Su inglés era casi perfecto y su voz sonaba algo rasposa. Connor pensó que probablemente sería por el tabaco. Dio un par de pasos más hacia atrás, pero no salió corriendo. -Gracias, chaval. ¿Qué haces durmiendo debajo de un puente? ¿Te has escapado de casa? ¿Dónde están tus padres?-

Aquel aluvión de preguntas hizo enfadar al chico. Le habían hecho esas mismas preguntas miles de veces y estaba harto de ellas. Además, ¿quién era ella para ir preguntado sobre la vida de los demás?

-¿Y a ti qué te importa?- Contestó de manera seca. La mujer soltó una sonora carcajada que lo único que hizo fue avivar más aún su rabia.

-¡Qué humos chaval! ¡Si al final va a ser que me he encontrado con el Grinch de la puta Navidad, coño!- Gritó mientras se limpiaba las lágrimas de los ojos. Para Connor esos gritos eran muy molestos, no entendía cómo podía haber una persona tan chillona. Además decía muchos tacos. -Oye mira, no te quiero hacer perder tu preciado tiempo ni cabrearte más aún. Empecemos de nuevo, ¿vale? Mi nombre es Eva.- Se presentó con una sonrisa.

Algo en su mirada y en su forma de hablar le hacía creer al niño que no era su primera vez tratando con estas circunstancias. Lo normal cuando te encontrabas con un niño viviendo en la calle era dudar, ponerse nervioso y llamar del tirón a la policía. Pero ella no, mostraba una confianza excesiva. El chico se relajó un poco, de todas maneras si algo salía mal siempre podía salir corriendo.

-Me llamo Connor y... no tengo padres.- Comentó con el ceño fruncido. No recordaba mucho de ellos, pero tampoco le gustaba hablar del tema.-¿Qué quieres de mí?- Preguntó con un tono más alterado y nervioso de lo que querría.

-¿Qué quiero de ti?- Respondió sonriendo.-Esa pregunta debería hacértela yo a ti, ¿quieres una cama, una ducha, agua y comida caliente? Porque puedo darte todo eso si quieres.- Le ofreció con gesto amable.

-No eres la primera que me ofrece lo mismo y no lo necesito. No me fío de vosotros, los adultos.- Dijo mientras le echaba una mirada de desprecio y echaba a andar en dirección contraria a ella. Al principio no escuchó nada, pero a los segundos volvió a oír su rasposa voz.

-¡No sobrevivirás a este invierno, niño!- Le dijo con un tono divertido.-Si no quieres venir conmigo me parece bien, pero tienes que hacer algo más que esto si quieres vivir.- Le aconsejó con vehemencia, mientras le daba un golpe con el pie al cubo de basura.- Además, creo que te he dado motivos para fiarte de mí, si quisiera tus órganos o alguna puta mierda parecida me lo habrías puesto muy fácil ahí dormidito como un bebé.- Comentó con una carcajada.

Connor se frenó en seco. Una parte de él quería escuchar lo que decía, y no por las cosas que le estaba prometiendo. Sino por cómo se estaba dirigiendo a él, nada de palabras cargadas de pena y condescendencia. Eva hablaba claro y sin rodeos, y no podía evitar fiarse un poco de ella por eso y sentir curiosidad.

-Te escucharé, pero como intentes algo raro saldré corriendo de aquí.- Le dijo mientras desandaba el camino recorrido, con gesto enfadado e intentando ocultar su nerviosismo. -Y date prisa.- Sentenció el chico algo más repuesto y decidido. La mujer sonrió mientras asentía con la cabeza. Sin duda el niño tenía arrojo y eso le gustaba.

-De acuerdo chaval... tu puto puente, tus putas normas. Voy a ser sincera y directa que te cagas- Dijo mientras se sacaba con torpeza un cigarrillo del bolsillo y empezaba a fumar. -He venido aquí por negocios, dirijo un club de moteros en Texas y la verdad que no me está yendo muy bien ahora. Ese es el motivo de mi viaje- Empezó a explicarse.- Siempre andamos cortos de personal y tú eres un chaval joven y avispado, podrías serme útil. Y es mi deber informarte de que hacemos cosas...muy ilegales.- La  mujer le echó una mirada inquisitiva al niño, esperando ver alguna reacción de sorpresa en él, pero se encontró con una mirada vacía. Como si siguiera esperando algo más. -¿No te sorprende?- Preguntó frunciendo el ceño.

-¿Qué clase de cosas hacéis? ¿Sois...asesinos?- Preguntó únicamente con gesto serio. La verdad es que nada de lo que le había dicho podía impresionarle. Cuando habías estado ocho meses en las calles sobreviviendo como podías...veías de todo. Y las penurias que había pasado le habían endurecido, quizás demasiado. Hacía mucho tiempo que habían dejado de importarles los demás excepto él.

-Eso es...simplificar mucho las cosas chaval.- Contestó mientras empezaba su segundo cigarrillo, aquella mujer fumaba muy rápido.-Existe la posibilidad de que tengamos que quitar del mapa a alguien, pero es una posibilidad mínima, no nos dedicamos a eso. Nosotros solo vendemos drogas, armas, robar... un poco de muchas cosas. -Dijo con una sonrisa, luego la mujer se puso algo más seria.- Si te unieras a nosotros no te obligaríamos a hacer nada de lo que te he dicho, estarías como espectador mientras engordas con toda nuestra comida. Y tendrías un techo bajo el que dormir, uno de verdad y no esa mierda.- Señaló el puente a sus espaldas.-Y si no te convenciera todo aquello siempre podrías volver a tu amada calle, seguro que te iría mejor que con nosotros.- Terminó de forma sarcástica antes de soltar una sonora tos.

-Antes has dicho que podía serte útil, pero ahora me has dicho que solo sería un espectador.-
Comentó el niño, entrecerrando los ojos.-¿Dónde está el truco?-Aquella incoherencia lo había puesto algo intranquilo. Eva parecía hablar clara y directa pero se guardaba algunas cosas. La mujer sonrió de manera enigmática antes de responder.

-Veo que no se te escapa una, chaval...Era una pequeñísima prueba para ver si eres tan espabilado como pareces, lo siento.- Se explicó con una sonora carcajada. Sí, Connor lo tenía claro, aquella mujer lo sacaba de sus casillas. -El truco es este: si aceptas quedarte con nosotros yo te doy comida y agua para darle alegría a ese delgaducho cuerpo tuyo. Y tú aprendes lo que tengamos que enseñarte... como espectador. Como ves no ha sido una mentira, solo he tergiversado la verdad.-Le respondió encogiéndose de hombros, luego dejó caer al suelo el segundo cigarrillo, completamente gastado. Hizo el amago de coger un tercero, pero en el último instante se contuvo y se guardó la caja de cigarrillos con expresión preocupada.-Y cuando termináramos de enseñarte todas las facetas de nuestra vida tendrías que tomar una decisión. Ser de los nuestros con todo lo que conlleva o... a la puta calle.- Terminó de explicarse con una sonrisa que Connor no pudo descifrar como sarcástica o sincera.

El niño miró un momento al suelo, dubitativo. Durante ocho meses había sobrevivido bien por su cuenta, pero Eva tenía razón. No aguantaría mucho más con aquel invierno. La policía lo andaba buscando desde que se fugó del orfanato, así que ir a alguna residencia para gente sin hogar no era una opción. Tenía que haber carteles con su cara por todas partes. Y no se fiaba de los adultos como para ir pidiendo ayuda desesperadamente, no lo hizo cuando huyó y no lo haría ahora. Pero entonces...¿por qué se fiaba de Eva si también era una adulta? Quizás porque era el primer adulto que conocía que le decía la verdad, por muy siniestra que pareciera.

-Yo...acepto.-Le respondió con un nudo en la garganta. Sabía que lo que estaba haciendo iba a cambiarle la vida de una forma u otra, y eso le aterraba en parte. Pero quedarse más tiempo allí era mucho peor. No sabía si sería capaz de hacer todas esas cosas que hacía la banda, pero por tal de sobrevivir estaba más que dispuesto a intentarlo.

-¡De puta madre, chaval!- Dijo la mujer mientras se acercaba rápidamente. Connor dio un paso atrás algo sobresaltado, pero la mujer solo se limitó a darle un enérgico apretón de manos como si hubieran pactado un lucrativo negocio.-No te arrepentirás, te lo prometo. Serás uno más de la familia, te cuidaremos bien. Le dijo de forma alegre, dando por hecho que Connor iba a aceptar definitivamente quedarse con ellos en un futuro. Connor asintió, aturdido con su repentina emoción, pero sin pretenderlo parte de su positividad se había traspasado a él.

Eva le dio la espalda y empezó a caminar por dónde había venido haciendo gestos con la cabeza para que lo siguiera, tras un largo suspiro Connor dio una pequeña carrera para alcanzarla.

-¿Ves? Ni de coña habría podido alcanzarte, eres una puta bala.-Comentó antes de empezar a contarle por qué eligió el nombre "Wyverns" para su banda y las diferencias entre un dragón común y un guiverno. El chico iba a su lado, escuchando con atención todo lo que decía. Y aunque en aquel instante no era consciente algo había cambiado en su interior. Por primera vez en meses sentía esperanza y una leve sonrisa dibujaba su rostro.


                                                                     

Connor Wright abrió los ojos y le dio una última calada al cigarrillo antes de tirarlo al suelo con desgana, no era satisfactorio recordar todo lo que había sufrido antes de encontrarse con Eva y el canadiense chasqueó la lengua visiblemente contrariado. Habían pasado nueve años desde esa conversación, pero la recordaba con todo lujo de detalles. El sol ya estaba casi oculto y la sombra en la que se refugiaba se había extendido por todo el valle dándole al lugar un aspecto lúgubre y tétrico. El viento empezaba a cobrar vida y Connor se levantó entumecido por estar tanto tiempo recostado y por el frío. Se dirigió a su moto y se sentó en su asiento, mientras tocaba suavemente el manillar con gesto pensativo. Había ido a aquel lugar para tomar una decisión, ya era hora de que lo hiciera.

Hacía nueve años Eva le había dicho que matar no entraba dentro de los oficios que ejercían. Y le dijo la verdad. Desde el momento que aceptó el chaleco había hecho de todo. Venta de armas, drogas, robos... Había propinado tantas palizas que no podía recordar la mayoría de los nombres de aquellas personas. Y nunca se sintió culpable o avergonzado de todo lo que había hecho. Seguía sin hacerlo. Pero nunca, nunca...había matado a nadie. Y eso mismo le estaba pidiendo ahora Eva. Tendría ayuda, claro, pero la jefa quería que él diera el golpe de gracia.

Roderick Regazzo había sido miembro de la banda Wyverns durante más de dos décadas. Era un hombre alto y delgado de casi cincuenta años, quizás con la espalda algo encorvada. Connor no estaba seguro de ello porque siempre había intentado mirarlo lo menos posible. No era de su agrado por decirlo suavemente. Había sido el contable de Eva desde que Connor tenía memoria, desde mucho antes de que él llegara, y siempre había tenido un papel clave en la banda usando su ingenio y sus conocimientos en leyes.

Siempre había sido muy listo... pero ahora se había creído lo bastante astuto como para robarle a la banda dinero en sus propias narices y salir indemne. Cuando se dieron cuenta de lo que estaba haciendo Roderick huyó como una rata y no volvieron a verlo. Hasta ahora. Habían tardado semanas pero por fin habían encontrado su escondite a las afueras de Denver, en una antigua mina. Solo hacía falta apretar el gatillo. Aquel ladrón ya era hombre muerto. Nadie que traicionara a la banda podía esperar una vida larga y próspera, sentado en un porche y viendo el atardecer ya anciano. Más bien te llegaba una muerte rápida y prematura y tus huesos acababan enterrados a tres metros bajo tierra en alguna montaña. Era el castigo por quebrantar el mayor de los códigos. Aunque él no disparara otro lo haría en su lugar.

Connor se miró los tatuajes alrededor de los brazos, eran unas cadenas negras que ascendían desde las muñecas hasta casi las articulaciones de los codos. Todos los miembros debían llevarlas al igual que el tatuaje del dragón guiverno de la espalda. Las cadenas representaban que estaban obligados a obedecer si querían seguir formando parte de la banda, el guiverno era un símbolo de pertenencia al grupo y te recordaba que no eras solo un individuo, también eras una pieza de la maquinaria. Roderick Regazzo seguía portando aquellos tatuajes y eso era una ofensa y una humillación a todos ellos, sobre todo a Eva. El canadiense sintió cómo la furia lo invadía.

La mujer le había dado la tarea a él, y Connor sabía que no tenía por qué aceptarla. Pero dejaría de ser un miembro desde ese mismo instante y tendría que marcharse de su hogar, no se admitían cobardes en la banda. Nunca había tenido problemas con esa ley porque hasta entonces nunca había tenido dudas en hacer lo que le pidieran, pero matar a alguien era muy definitivo y merecía unos instantes meditarlo. El motero volvió a mirarse los brazos, para él esa tinta significaba mucho más. Llevarlas en la piel había sido lo mínimo que podía hacer para agradecerle a Eva salvarlo de las calles, eran un juramento de que sería su mano derecha y la izquierda si hacía falta. ¿Podía romper ese pacto y dejar atrás a las únicas personas que habían cuidado de él? ¿Era capaz de escupirle en la cara de esa forma a la mujer que lo salvó de una muerte segura en Toronto? Le debía su vida entera...

Cerró el puño derecho con fuerza y negó con la cabeza ante esas preguntas. Claro que no podía. Connor era consciente de que era un cabrón, pero no le importaba lo más mínimo, que Eva le pidiera ahora que terminara de convertirse en un monstruo solo era una forma más de demostrarle su lealtad. No iba a perder todo lo que tenía y había conseguido por un estúpido italiano avaricioso, ni por nadie. Roderick sabía lo que hacía cuando les empezó a robar a todos y conocía las consecuencias, ahora pagaría caro por sus acciones.

-Te voy a joder vivo, cabronazo.- Musitó entre dientes con una ira fría y más decidido que nunca a defender el orgullo de su familia. Se puso el chaleco en un instante y arrancó. La moto rugió con fuerza y el canadiense sonrió con su estruendo, como si no acabara segundos antes de decidir quitarle la vida a una persona. Después puso rumbo de vuelta a la carretera, hacia el escondrijo de Roderick. Su figura se perdió en el horizonte a medida que incrementaba la velocidad. No tenía tiempo que perder.

Estaba encadenado a una promesa, y pensaba cumplirla.
Seth
Seth

Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre

Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena

Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.

Encadenado a una Promesa Empty Re: Encadenado a una Promesa

16/02/23, 01:28 pm
Connor conducía por una carretera solitaria a máxima velocidad, llevaba toda la noche así desde que decidió matar a Regazzo. Por suerte le quedaba poco para llegar a su destino. Su furia se había calmado pero su determinación por cumplir su promesa se mantenía fuerte como una montaña. Eva confiaba en él y no pensaba fallarle, pero acabar con Regazzo no era tan fácil como uno podría imaginar. Había estado en la banda de Wyverns durante más de dos décadas, y su reputación le precedía. Mucha gente del club le debía su vida y sus hazañas sobre su astucia se contaban por sí solas. Incluso la misma Eva estaría muerta de no ser por una rápida intervención del italiano hace quince años.

Por eso mismo su traición no solo había sido un golpe al orgullo y las leyes de la banda, era una completa puñalada por la espalda a toda una familia que en su mayoría lo querían y respetaban. Quizás por eso mismo había sido elegido para eliminarlo, nunca le había caído demasiado bien esos aires de superioridad con los que se paseaba. Connor se llevó un momento la mano al cinturón y tocó la pistola que portaba con aire pensativo.

Cuando la jefa le encargó esa misión le cogió el brazo, le entregó aquella pistola y le dijo con una mirada seria: "Escúchame atentamente, chaval. Roderick Regazzo ha sido como un hermano pequeño para mí...Ahora quiero que le revientes la puñetera cabeza por traicionar a los suyos". El canadiense volvió a poner la mano en el manillar y aceleró, iba a tanta velocidad que su cresta estaba completamente despeinada, pero poco importaba eso cuando querías con tantas ganas quitarle la vida a alguien. <<Tranquila Eva... ese cabronazo va a sufrir como la  puta rata que es>> Pensó frunciendo el ceño.

Finalmente visualizó su destino sobre las siete de la mañana, un pequeño motel de mala muerte en medio de la nada. El edificio era de un color amarillo que había visto días mejores y el tejado de madera estaba podrido por muchas partes. Pero era un lugar seguro para la banda y todo aquel que no quisiera ser encontrado. Los Wyverns lo usaban como refugio para descansar cuando tenían que hacer largos viajes como ese hacia Denver o más allá, y aunque también lo frecuentaban muchos delincuentes y proscritos que eran perseguidos por la ley nadie se atrevía a montar una trifulca allí dentro. Sabían que tanto el local como su propietario, un hombre pequeño y calvo llamado Gared, estaban bajo la protección del club. Había sido durante mucho tiempo un traficante de armas, pero desde que lo pillaron y estuvo once años en prisión cambió su modo de vida. Ahora les daba un lugar para descansar a la gente por la que sentía debilidad, los criminales.

Connor vio dos motocicletas que reconoció al instante y con una leve sonrisa aparcó la suya justo al lado. Su Harley-Davidson era de color negro, pero las otras eran un poco más coloridas, una gris metalizada y otra naranja chillón. El canadiense se encaminó hacia la puerta del motel, desde ahí fuera se podía escuchar la suave música de jazz que tanto le gustaba al propietario y Connor negó con la cabeza con una sonrisa. Gared siempre decía que esos discos eran lo que de verdad impedía que los monstruos que entraban allí se mataran entre ellos, pero el motero sabía que no era cierto. El miedo de morir por un Wyvern era mucho más disuasorio para esa gente que una canción de Louis Armstrong. Con paso firme entró dentro del establecimiento.

La sala principal era un bar de poca monta, bastante antiguo pero convenientemente espacioso para que cada uno pudiera tener sus propias conversaciones privadas con los suyos. Las paredes estaban llenas de numerosos retratos de gente a la que Connor no conocía. En algunos de los marcos salía el propio Gared aún con pelo, mayor vitalidad y una mirada desafiante. La sala no estaba llena de gente debido a que era muy temprano, de todas maneras al canadiense solo le importaba encontrar a las dos personas con las que se había citado. Si quería arrancarle la cabeza a Roderick iba a necesitar ayuda. Gared sabía que iba a haber una importante reunión entre varios del club, y había hecho el favor de abrir antes para ellos. De repente escuchó una voz llamándolo en la distancia.

-¡Eh, Connor!- Dijo tras la barra Gared saludando con la mano, para después señalar a un rincón del lugar. Sentados allí había dos figuras, ambas con chalecos del motoclub. Una de ellas le hizo gestos para que se acercara, la otra siguió de espaldas a Connor.

-¡Gracias, enano de los huevos! ¡Esperaba que hubieras crecido cuando volviera a tu pocilga, joder!-Le gritó con gesto amigo al propietario. Éste se rio escandalosamente mientras limpiaba uno de los vasos. Llevaba un polo azul algo manchado y unas gafas que siempre se le resbalaban.

-¡Y yo que te hubieras cortado esa cresta de pollo que me llevas!-Le siguió Gared el duelo de insultos que habían iniciado.-¡Acuérdate de darle saludos a Eva, anda!- Le dijo mientras volvía a lo suyo. Connor asintió amablemente antes de dirigirse con sus dos compañeros. Se encontraban en una mesa desayunando. <<Yasser y Rhona>> Pensó al verlos mientras se acercaba.

-Mira qué tenemos aquí, Yasser... Si es el hijo pródigo de Eva.-Dijo Rhona, todavía masticando bacon. Era una mujer pelirroja de treinta y siete años, con una cara llena de pecas y una fea cicatriz que iba desde la sien izquierda hasta la mejilla. Su pelo, que le llegaba hasta los hombros, estaba muy despeinado. Se podía ver a simple vista que hacía ejercicio frecuentemente, por la tonificación de sus brazos. -Siéntate Connor, tu desayuno llegará pronto. Gared solo tiene que calentar la comida- Le dijo llevándose otro trozo gigante a la boca.

El canadiense se sentó enfrente de ellos después de saludarlos afectuosamente poniendo sus manos en los hombros de sus compañeros. Yasser siguió cortando un trozo de bacon con el cuchillo en silencio. Era un hombre afroamericano de setenta y seis años, con algo de barriga, el pelo canoso y un generoso bigote. Si no fuera por el chaleco de motero, las marcas de quemaduras de sus brazos y los tatuajes, podría pasar por el típico sheriff de pueblo de las películas.

-¿Y tú por qué coño estás tan callado?-  Le preguntó Connor a Yasser con gesto serio, mientras se acomodaba en el sillón. Aquel anciano era un hombre de pocas palabras, pero que ni siquiera se dignara a saludar era raro. De repente dio un sonoro golpe en la mesa que sobresaltó a Gared, tras la barra. Pero después siguió a lo suyo con una sonrisa, limpiando con ahínco un plato. Sin embargo Connor y Rhona ni siquiera se sorprendieron, ya que estaban acostumbrados a sus repentinos ataques de ira. La mujer siguió bebiendo de su cerveza mientras miraba por la ventana, sentada al ladode Yasser. Y Connor se cruzó de brazos, preparándose para el monólogo.

-¡¿Qué por qué estoy callado, puto niñato de los cojones?!- Gritó con toda la fuerza de sus cuerdas vocales.-¡Ese hijo de perra nos la ha jugado! ¡OHHH...ya sabía yo que no tuvimos que aceptarlo en la familia allá por el noventa y uno!- Vociferó dando otro golpe en la mesa. Connor no se tomó a mal que lo insultara. Conocía a Yasser perfectamente y sabía que solo le hablaba así para desfogar toda esa rabia que tenía, era su manera de gestionar las emociones. Aquel anciano era el único miembro fundador del club que quedaba con vida, aparte de Eva por supuesto. Así que era completamente lógico que reaccionara de esa manera.

-Tranquilo abuelito, no te vaya a subir la tensión.- Comentó Rhona todavía mirando por la ventana y con la cerveza en la mano. Yasser siguió comiendo con gruñidos de enfado pero se calló. Ahora había optado por gestionar su ira comiendo a una velocidad endiablada.

-Esa cabrón va a pagar por lo que ha hecho, Yasser. De eso no tengas ni una duda.- Le dijo Connor con tono conciliador. Después se estiró con gesto cansado, tantas horas en moto le habían entumecido el cuerpo.-Cuando lo tengamos atado a una silla y sangrando como un jodido cerdo tendrás tu oportunidad de desquitarte con él-. Le prometió a Yasser, que asintió con la cabeza sin mirarlo y empezó a comer más lento. -Vale, ¿dónde está exactamente esa vieja mina dónde se esconde? Tenemos que ir enseguida- Dijo el canadiense.

-Primero comerás y dormirás un rato, necesitas descansar. Luego iremos a mediodía a por él.-Le ordenó Rhona. Se había acabado su bebida y ya estaba pidiendo otra con gestos insistentes. Cuando Connor llegó con diez años a la banda causó un gran revuelo, debido a su corta edad. Pero Rhona no se tomó por sorpresa que el chico se adaptara tan rápido a la vida en el club. Como persona sin hogar que había sido y que se había criado en la violencia supo en el momento de qué pasta estaba hecho Connor: de la misma que la suya. Se entendieron desde el principio.

-Como ya sabes Regazzo está a las afueras de Denver.- Le explicó Yasser mientras se rascaba una de las marcas de quemadura de su brazo derecho.- La mina en la que se esconde está a tiro de piedra, a veinte kilómetros al este. Ha sido muy listo...Nos ha robado durante semanas sin que nos diéramos cuenta, cuando lo hicimos se fue más rápido que una liebre. A saber cuánto tiene en su alijo...- Meditó el anciano algo apesadumbrado. Connor no pudo más que darle la razón, Roderick había sido muy listo.

-Si hubiera intentado hacer un viaje a las putas Bahamas lo habríamos pillado. Las entradas a otras ciudades, las carreteras, los aeropuertos y los barcos fue lo primero que vigilamos.-Comentó el canadiense tras beber un trago de la cerveza que acababa de traerle Gared.-Si tras varias semanas de su huida aún sigue en una mina de mierda eso significa que está acojonado de verdad. ¿Quién lo tiene vigilado?- Preguntó de repente. Tenían que estar al tanto de sus movimientos, sería bastante lamentable que se encaminaran hacia allí para descubrir que se había marchado hacía horas del lugar.

-Markus lleva vigilándolo desde ayer, desde una colina.- Le dijo Rhona. Connor se preguntó qué habría fuera para que estuviera toda la conversación mirando por la ventana.- El tío tiene que estar hasta las narices de estar ahí, pero es lo que toca, ya sabes. Y la mina solo tiene una entrada así que Roderick sigue ahí dentro todavía.- Terminó de explicarse. Por fin volvió la cara y miró a Connor por primera vez desde que se saludaron.- ¿Llevas armas?- Le preguntó con una sonrisa enigmática.

-Pues claro que llevo armas, joder.- Le contestó con otra sonrisa Connor, enseñándole la pistola y dejándola sobre la mesa. Rhona asintió con la cabeza y dejó su propia arma a la vista, desafiante, como si estuviera retandolo a un duelo. Mientras lo miraba con expresión divertida.

-Los niños y sus juguetes.- Musitó entredientes Yasser, que seguía comiendo más tranquilo. Pero al cabo de unos segundos cogió su revólver y lo dejó también en la mesa. Quizás movido por el orgullo de no querer ser el único que no mostrara la potencia de fuego que traía. Aquello provocó unas risas en Connor y Rhona.

El resto de la conversación trató sobre temas banales y recordaron viejas historias. Hasta Yasser se relajó un poco e interactuó más de lo que estaban acostumbrados a ver Connor y Rhona. Cuando el canadiense terminó su desayuno se despidió de sus amigos y se fue a la cama, caer en ella fue como un bálsamo. El motero cerró los ojos y tardó menos de dos segundos en conciliar el sueño, por suerte no estuvo plagado de pesadillas de su pasado y pudo descansar en condiciones.

Cuando abrió los ojos eran las dos de la tarde y el sol estaba en lo alto del cielo, atacando con su calor el pobre motel de Gared. Que carecía de aire acondicionado, y más que un sitio para pasar la noche empezaba a asemejarse a un infernal horno. Pronto saldrían de caza, pero Connor tuvo la sensación de que en el aire se respiraba algo diferente. Como si el motel supiera que iba a pasar algo importante y estuviera en completo silencio, expectante. El canadiense negó con la cabeza ante esas estúpidas ideas y dejó su chaleco sobre la silla de la habitación, tras levantarse de la cama. Aquel trabajo era peliagudo y podía torcerse con facilidad. Así que los tres habían decidido dejar sus chalecos al buen recaudo de Gared para no involucrar a la banda. Si algo salía mal, solo ellos serían los culpables. No le hacía gracia separarse de su posesión más valiosa, pero no había otra opción. Connor le echó un último vistazo y después salió de la habitación, cerrándola con llave, con la idea de buscar a Yasser y a Rhona.

Cuando llegó a la sala principal se encontró a su amiga sentada en el mismo sitio de antes. El lugar estaba mucho más animado que aquella mañana, con varios grupos de personas repartidos entre las mesas. El motero reconoció varias caras entre la muchedumbre, fugitivos y delincuentes buscados por la ley. Y aunque algunas personas lo miraron con gestos amenazantes pronto cambiaron sus expresiones, al reconocer sus tatuajes de cadenas entorno a sus antebrazos como un símbolo de su pertenencia a la banda de Eva. Gared se encontraba bastante ocupado, sirviendo en las distintas mesas y dándole órdenes a la cocina, así que Connor se dirigió directamente a la mesa de Rhona.

-¿Por qué no me habéis despertado? Ya es mediodía, joder.- Comentó mientras se sentaba enfrente suya. La mujer se estaba tomando otra cerveza, parecía que nunca paraba cuando le daba por una bebida.-¿Dónde está Yasser?-Preguntó encendiéndose un cigarrillo y dándole una calada.

-El viejo está fuera, sentado en su moto. Pero es mejor que lo dejemos a solas un rato.-Explicó sin dar muchos detalles. Connor le echó una mirada inquisitiva y Rhona bufó para luego contestar.-Está un poco raro con todo esto, quizás debas hablar con él después porque a mí no me dice nada. Pero antes tengo que hablar contigo de otra cosa-. Le dijo antes de darle otro buche a la jarra.

Connor asintió con la cabeza, algo intrigado con el rumbo que estaba tomando la conversación. El canadiense expulsó de nuevo el humo de su boca y ambos quedaron durante unos instantes envueltos en una nube gris. No solía gustarle ese tipo de rodeos, y menos que vinieran de una persona tan directa como Rhona. Eso solo significaba que iba a hablar de algo importante.

-¿Vamos a matar a Regazzo, verdad?-Preguntó de sopetón. Aquella pregunta le pilló por sorpresa a Connor. Por supuesto que se lo iban a cargar, para eso se habían reunido allí. Eva dejó muy claro que era un trabajo de asesinato, nada de palizas o torturas.-O dicho de otra forma...-Continuó.-¿Serás capaz de matarlo? La jefa nos dejó clarito a Yasser y a mí que tú eras quién debía apretar el gatillo, pero si te veo dudar un segundo le volaré yo misma la cabeza. Nos jugamos mucho, Connor-. Su amiga lo miró con cara de póker, esperando una respuesta clara. Sus ojos verdes lo estudiaron en aquellos tensos segundos de silencio. Que Rhona lo cuestionara de esa manera hizo que se enfadara un poco para sus adentros. Aunque en realidad la entendía ya que no hacía mucho él mismo se había planteado esa cuestión. El motero suspiró, listo para contestar.

-Pues claro que me lo voy a cargar, cojones. Regazzo no significa nada para mí.- Dijo con plena convicción y frunciendo el ceño.-¿Por qué coño me haces esa pregunta? ¿Acaso no os he dejado claro en estos nueve años que estoy dispuesto a todo por la banda?- Preguntó dejándose llevar por la ira, se arrepintió enseguida pero ya era un poco tarde para echar marcha atrás. Rhona negó con la cabeza, como quién tiene que explicarle por sexta vez lo mismo a un niño pequeño.

-Lo que has hecho estos nueve años... No se parece en nada a quitarle la vida a alguien, Connor. Tienes que ser consciente de ello-. Rhona se acabó su cerveza y miró por la ventana justo como aquella mañana.-Hace cinco años que maté por primera vez, por los Wyverns. Al final te acostumbras a hacerlo... ¿Sabes por qué no paro de mirar el exterior desde aquí?-Preguntó de sopetón mientras lo miraba fijamente. La verdad es que Connor quería saber el motivo desde aquella mañana, pero ni siquiera contestó, se encogió de hombros y esperó pacientemente su respuesta. Sabía que era mejor no interrumpirla en ese momento.-Porque hay un todoterreno aparcado de un color marrón horrible... El mismo color horrible que llevaba en su abrigo una de las personas que tuve que matar. A veces es imposible no acordarte de esas tonterías, ni de las malditas víctimas.- Confesó con gravedad en sus palabras.-No sé si a ti te pasará igual o no, pero tienes que hacer un balance y saber al cien por cien que estás dispuesto a perder lo que te quede de humanidad-. Rhona volvió a mirarle a los ojos y Connor sintió que habían vivido miles de pesadillas y horribles momentos. Era la primera vez que le contaba todo eso y el motero tardó un poco en aclimatarse a esa nueva información. Sabía que había matado en el pasado, pero no que hubiera tenido secuelas. Decidió no incidir en ese tema en ese momento, sabía que Rhona no se lo había contado para que se preocupara por ella.

-Ayer hice ese balance... y créeme que lo haré de buena gana.-
Se sinceró el canadiense con el cigarrillo todavía en la boca.-Todos vosotros me acogisteis desde el principio, cuando yo no era nadie. Era un niño sin nada que aportaros y visteis en mí algo más. Por eso voy a vengaros a todos, hostias.- Le contestó asintiendo y más convencido si cabía. Como siempre, hablar de su pasado lo ablandaba más de lo que le gustaba admitir y se quedó algo meditabundo, perdido en recuerdos antiguos. La mujer sonrió satisfecha, antes de volver a hablar.

-Es bueno saberlo, hijo pródigo.- Bromeó mientras se levantaba rápidamente, tras unos segundos Connor la secundó y la siguió por el bar en dirección a la salida, mucho más repuesto.-Si estás tan decidido con todo esto Roderick no sabe la que le viene encima- Le halagó la pelirroja con un tono que no daba lugar a ninguna duda.- Y ahora hazme el favor de darle un apretón de tuercas al abuelete, yo tengo que preparar una cosa en mi habitación antes de irnos-. Ordenó antes de empujarlo amistosamente hacia el exterior y desaparecer. Connor volvió la vista atrás con una sonrisa pero Rhona ya se había largado. Aquella mujer era una de sus mayores amigas dentro del club y se sintió renovado tras esa conversación. Era un efecto familiar cuando hablabas con Rhona. A lo lejos vio a Yasser sentado en su motocicleta plateada y se preparó para tener una conversación con él. Lo saludó con un gesto de la cabeza y se sentó en su propia moto, al lado del anciano.

-¿Has descansado, Connor?- Preguntó mientras revisaba una de las ruedas. Su cara estaba llena de arrugas, pero él sabía que la mayoría no eran fruto de la edad. Se debían a más de cuarenta años de violencia dentro del club, impartida y recibida. Sus brazos  con quemaduras eran la prueba de ello, y era algo de lo que nunca hablaba.

-Joder si he descansado...- Le contestó acomodándose la pistola en el cinturón. -Oye Yasser...¿Qué cojones te ocurre? Y no me refiero al ataque de ira de esta mañana-. Dijo con tono serio y mirándolo fijamente. Lo conocía perfectamente después de nueve años en la banda y sabía que algo le rondaba por la cabeza, era evidente incluso sin el previo aviso de Rhona. Yasser era un hombre lleno de contradicciones: de pocas palabras aunque amable, pero que cuando se enfadaba era un volcán de ira que no dejaba de escupir insultos a diestro y siniestro. Pero a pesar de eso el canadiense le tenía mucho respeto y aprecio, al igual que el resto de la familia. El anciano le devolvió la mirada y en sus ojos no vio furia a pesar de que era lo que esperaba. Solo había una mezcla entre tristeza y culpabilidad.

-Esa terca te ha mandado para que hables conmigo, ¿verdad?-Preguntó Yasser meneando con la cabeza. Connor confirmó su teoría con una leve sonrisa y encogiéndose de hombros. -Esta vida, Connor...-Empezó a explicar el anciano con la mirada perdida. -Cuando fundamos esta banda en los setenta, teníamos en mente la idea de formar una gran familia. Y diablos, así fue...Le hemos dado una buena vida a muchos pobres descarriados... Un propósito.- Dijo Yasser con convicción.- Pero esto ya no es lo que era. Míranos, persiguiendo a un antiguo miembro que nos ha traicionado. Esto no pasaba antes, no pasaba...- El canadiense suspiró con gesto cansado, pero dispuesto a ayudar a su amigo.

-Venga, Yasser...No puedes ponerte así, hombre. Ese cabronazo ya estará muerto mañana por la mañana y todo volverá a ser como antes.- Intentó animarlo mientras le ofrecía un cigarrillo, pero el anciano se negó rotundamente. Tras una calada volvió a hablar, sentir el humo en sus pulmones lo relajaba profundamente. No se fumaba uno desde hacía un día.-Solo necesitas tener unas palabritas con Roderick para poner todo en orden en ese puto cabezón tuyo-. Yasser asintió, no muy convencido de todo aquello. Además no estaba acostumbrado a expresar sus emociones de aquella manera y se le notaba algo incómodo. Connor le dio una sonora palmada en la pierna con gesto burlón, para restarle importancia. Entendía perfectamente sus sentimientos: Yasser había sido uno de los fundadores del club y sentía que se había perdido esa esencia de familia inquebrantable que habían creado, por culpa de Roderick. <<Otro motivo más para joderte la vida>> Pensó con furia el canadiense. -Eres uno de los creadores de la banda Wyverns, sabes que eres una puta leyenda aquí. No dejes que un imbécil como Regazzo te arrebate esa fama de esta manera.-Dijo Connor tirando la colilla gastada al suelo y pisándola con la bota. Lo decía de todo corazón. Y sabía que aquella estrategia funcionaría mejor para animar a su amigo, Yasser era un hombre muy orgulloso al que le encantaba hablar de glorias pasadas. El anciano asintió con la cabeza con expresión pensativa, mientras la tristeza abandonaba esos ojos cansados.

-Gracias, Connor...-Dijo poniéndole una mano en el hombro. El canadiense se sorprendió un poco con eso, ya que no estaba acostumbrado a verlo tan cercano.-Oye...¿te acuerdas de esa vez que tú y Sean fuisteis a Westway?-Preguntó de repente, con tono divertido pero nostálgico. Connor se removió inquieto en su moto. Ese nombre... <<Joder, sí que le está comiendo la cabeza este trabajo para hablar de esto.>>Pensó amargamente.

-Desde su muerte...Intento no pensar mucho en nada que tenga que ver con él, Yasser.- Contestó de forma seca con la cabeza gacha, apretando con fuerza el manillar de su moto. La muerte de Sean cuatro años atrás había sido un duro golpe para todos en el club. Fue otro de los fundadores de la banda, junto con Eva y Yasser, y tras su partida ya solo quedaban estos dos últimos. Sean había sido un hombre grande y barrigón, con una melena blanca y una barba larga y poblada. En muchos sentidos fue una versión de Papá Noel pero muy macarra y retorcida, que le iba el rock duro, meterse en peleas con desconocidos y gastarle bromas pesadas a otros Wyverns. Cuando se reía sus carcajadas se escuchaban por todo el club y era inevitable acompañarle aunque no supieras el motivo de la risa.  Por otro lado aquel hombre era un amante de la anarquía y odiaba prácticamente todas las leyes de la sociedad, excepto las del club. Le enseñó a Connor muchas de las cosas que ahora sabía, tanto buenas como malas. Por desgracia lo encontraron muerto en una de las numerosas fiestas a las que solía acudir solo, y nunca supieron quién fue el culpable. Yasser asintió con la cabeza, entendiendo que Connor no quisiera hablar de ello, al fin y al cabo habían estado muy unidos. Pero en su rostro podía descifrarse que necesitaba hablar de su antiguo hermano de carretera. Al darse cuenta de esto, Connor rectificó su actitud y se obligó a hablar del tema.-Pero ese viajecito sí que fue divertido, toda esa mierda de tener que ir disfrazados para colarnos...Todavía no me creo que se tragaran el cuento de que Sean era jefe de mantenimiento, con la cara de cabrón que tenía.- Bromeó el canadiense con una risotada.

Yasser se rio más alto aún dándole la razón y se pegó varias veces en la pierna, incapaz de controlarse. Las lágrimas le cayeron por las mejillas y Connor se contagió del reciente buen humor de su amigo. Ambos estuvieron varios minutos así, con los únicos sonidos de sus risas en el aire.

-Oh Sean... que en paz descanses, viejo bribón.-Dijo Yasser con un tono nostálgico, aún entre carcajadas. Connor musitó algo parecido aunque con muchos más tacos y volvieron a quedarse en silencio pero con una sonrisa, los dos inmersos en buenos recuerdos.

De repente vieron salir a Rhona del motel con unas bolsas colgadas al hombro, y con paso ligero llegó hasta ellos y se montó en su motocicleta naranja.

-Parece que ya estás de mejor humor, abuelo.- Le dijo a Yasser lanzándole una de las bolsas, quién la cogió en el aire a duras penas.-Eso está bien, porque es la hora de matar a Regazzo. O como diría mi buen amigo Connor.-Le pasó otro de las bolsas al canadiense, quién al estar ya alerta la cogió en el aire con facilidad y con una leve sonrisa.-"La hora de matar a un puto cabrón".

El trío arrancó sus motocicletas y se dirigieron hacia la mina. Hacia Regazzo.
Seth
Seth

Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre

Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena

Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.

Encadenado a una Promesa Empty Re: Encadenado a una Promesa

19/02/23, 02:49 pm
Los tres moteros no tardaron en recorrer esos veinte kilómetros que los separaban del escondrijo de Roderick. Iban a toda velocidad, pues sabían que el rugir de sus motos podría escucharse a bastante distancia. Yasser iba a la cabeza, con Rhona justo detrás y Connor cerrando aquella formación. Era algo que aprendió cuando recorrió por primera vez la carretera con la banda: había un orden, una estructura a seguir en el momento en que salías de ruta con tus hermanos. A ojos de mucha gente los Wyverns podrían ser una panda de anárquicos, rebeldes y salvajes, que lo eran, pero también se regían por todo un código de normas y conductas que les era tan natural como el respirar.

Connor tenía una expresión seria, a diferencia de cómo había estado antes riéndose con Yasser. Se acercaba el momento de la verdad, y con ello la hora de plantar cara a Roderick Regazzo. El canadiense ardía en deseos de enfrentarlo de una vez por todas, y en un acto reflejo se llevó la mano al cinturón, dónde guardaba la pistola que le había dado Eva. Tenía una bala guardada para aquel ladrón. Yasser y Rhona tomaron un camino alternativo y ascendieron por una colina, las piedras y los baches se convirtieron en un incordio y tuvieron que reducir la velocidad. El terreno seguía siendo desértico, con pequeños matorrales y cactus salpicando el árido paisaje. El sol no tenía piedad con los moteros y el calor era infernal.

Finalmente llegaron a la cima, una explanada de unos veinte metros, y aparcaron las motos al lado de una de color rojo. <<Markus>> Pensó el canadiense. Estaba recostado en una piedra, vigilando la mina de abajo. El hombre se dio la vuelta y se llevó un dedo a los labios para indicarles que no hicieran ruido. Era un hombre de unos treinta años, con una melena negra que le llegaba hasta los hombros y una barba recortada y bien cuidada. Sus ojos eran de un celeste sobrecogedor y tenía una fea cicatriz en su espalda que pocos habían tenido el desagradable placer de ver. Los tres moteros lo saludaron y se pusieron a su lado, observando la mina desde la distancia. La entrada estaba oscura, lo que indicaba que Roderick se hallaba más adentro. Aún así aquella mina no era muy grande, no podía estar muy lejos.

A diferencia del resto de miembros de los Wyverns, Markus no había tenido una mala vida ni nada parecido. Era el cuarto hijo de un famoso propietario de una industria petrolera, y siempre había vivido entre algodones. Por eso mismo se convirtió en un irresponsable y repelente, que adoraba derrochar el dinero en multitud de fiestas y gandulear. Su padre, harto de esto y de que no se hiciera cargo de sus deberes con la empresa, lo desheredó y lo echó de casa. Fue entonces, cuando sin un techo en el que dormir, se encontró con varios miembros del club y quiso ser reclutado por ellos. Al principio la mayoría de moteros lo trataron diferente, ya que a casi nadie de la banda les hacía gracia tener entre ellos a alguien que había tenido tanto dinero y contactos importantes en el pasado. Pero con el tiempo se ganó su confianza y se volvió uno más. Al fin y al cabo el club estaba lleno de ovejas negras, y Markus lo era para su ricachona familia. Llevaba ya trece años con ellos, y era de los primeros en apuntarse a cualquier trabajo.

-Roderick no ha salido en ningún momento, desde que descubrimos dónde está-. Informó Markus a sus compañeros.-Ese tío es demasiado paciente...Me preocupa que haya descubierto que lo he estado vigilando y esté esperando a que entremos.- Teorizó con preocupación el hombre. Connor pensó que aquella era una posibilidad muy razonable y frunció el ceño al pensar en la idea de un Roderick adelantándose a sus movimientos.

-No te preocupes por eso.- Le respondió Rhona a Markus.-No nos hará falta entrar en la mina, Yasser y Connor tienen en sus bolsas botes de gas.- Dijo la mujer con una sonrisa. Hasta entonces ni el anciano ni el canadiense sabían qué había dentro de sus bolsas, pero comprendieron rápidamente el plan de la pelirroja. Aquel maldito ladrón tendría que salir por la fuerza de la mina, entre toses y lágrimas. Y afuera lo estarían esperando para darle su merecido. Connor cerró el puño, ansioso porque llegara ese momento y Markus esbozó una sonrisa, contento con el plan.

-Cuando Roderick salga, no olvidéis que Eva ha ordenado que sea Connor quién lo mate.- Recordó Yasser. Markus miró con una expresión de sorpresa al canadiense, estaba claro que se acababa de enterar ahora, pero enseguida estuvo conforme.-Espero que estés listo para apretar el gatillo por todos nosotros.- Le dijo Yasser con tono amigo.

-Ese cabronazo va a descubrir lo que significa joder a los Wyverns.-Musitó con furia Connor, como respuesta. Yasser le dio dos palmadas en la espalda, conforme con sus palabras.-¿Estás muy cansado, Markus? Porque te necesitaremos para pillar a ese hijo de perra.- Le dijo el canadiense a su compañero, tras percatarse de sus marcadas ojeras, fruto de no haber dormido nada la noche anterior.

-¡Oh, no no!- Dijo el hombre negándose, para después rectificar su respuesta. -Bueno, si...tengo un sueño increíble, pero no me perdería esto por nada del mundo. Estoy bien...Aunque dormiré tres días cuando acabemos-. Bromeó Markus. Rhona se rio ante su comentario.

-Cuando acabemos el trabajo, yo misma te arroparé por tu esfuerzo.-Dijo con sorna la mujer. Yasser y Connor se rieron y ambos apoyaron a su amiga en arropar a Markus. Éste soltó una carcajada, declinando de forma muy cortés aquella propuesta, fingiendo que creía que era real. Lo que provocó más risas. Cuando se calmaron se quedaron mirándose completamente en silencio, conscientes de lo que estaba a punto de pasar. Conocían a Roderick y no se rendiría sin presentar combate, pero estaban muy preparados para ello.

-Vale, vayamos de una vez a por ese cabrón.-Ordenó el canadiense con impaciencia y tono resolutivo. Si Roderick se presentaba con ganas de lucha, Connor le traería la guerra. Seguía encadenado a una promesa.

-Si, es la hora de ajustar cuentas con ese traidor.-Secundó el viejo frotándose las callosas manos con vehemencia. Connor pensó algo preocupado que aquella no era una misión para Yasser. El motero tenía ya setenta y seis años y no estaba para esos trotes. Pero Eva era consciente de que prohibirle participar en aquella venganza no habría tenido sentido. Yasser se las habría ingeniado para ir allí de todas maneras, en contra de cualquier orden. Así que la jefa tuvo que acceder a la petición del anciano de participar. Aún así sería un error subestimarlo por su edad, Yasser había estado en más peleas y tiroteos que cualquiera de allí. Y tenía una puntería endiablada.

El canadiense lo miró fijamente, parecía que se había animado desde la charla que tuvieron en el parking del motel. Pero no se dejaba engañar, sabía que en realidad todos estaban más afectados de lo que aparentaban, incluido él mismo. El club no estaba acostumbrado a lidiar con traiciones internas, y por tanto a todos les afectaba ese trabajo de una forma muy personal. Juntos se encaminaron hacia sus motocicletas.

Cuando arrancaron el estruendo  fue ensordecedor, seguro que Roderick lo había escuchado. Pero ya no tenía tiempo de escapar. El grupo bajó con dificultad por el otro lado de la colina, con Rhona a la cabeza y mirando de vez en cuando si su objetivo salía corriendo de su escondite, pero no fue así. A los pocos minutos llegaron a la mina, desde allí se podía ver el túnel que se adentraba en la montaña. Pero mucho más adelante la oscuridad era total. Los moteros se hicieron rápidamente a un lado para aparcar las motos, sin dejar de observar esa amenazadora entrada. Después empezaron a acercarse rápidamente con las armas listas. Había un par de grandes rocas más adelante, y decidieron ocultarse en ellas. Varias carretillas con herramientas, cubiertas de tierra y polvo salpicaban el terreno. Era evidente que aquella mina había sido abandonada hacía mucho tiempo, además estaba bastante alejada de cualquier población. Roderick Regazzo había elegido un buen escondite.

Connor se ocultó en la roca que estaba más a la izquierda, mientras que Yasser y Rhona eligieron la que estaba a la derecha. Era mucho más grande, así que podía fácilmente ocultar a dos personas. Mientras tanto Markus se quedó un poco más atrás, oculto entre unos matorrales. El canadiense sentía cómo la adrenalina recorría su cuerpo. Todo lo que habían hecho, absolutamente todo lo que habían planificado, les había llevado a ese momento. Aquel caluroso día ya les empezaba a quemar la piel, en ese páramo yermo, pero los moteros estaban lo bastante focalizados en su misión como para no sentir absolutamente nada.

-Muy bien...a gasearlo.-Les dijo Rhona a sus amigos con ahínco. La mujer hizo un movimiento con el cuello para aliviar la tensión, y apuntó con firmeza a la entrada de la mina, esperando la llegada de Roderick. El canadiense y el anciano sacaron veloces los botes de gas, eran de un feo color gris con una señal de peligro en uno de los laterales. Eran de uso militar, así que Rhona tenía que haberlos conseguido en el mercado negro. No era algo raro en el club, a decir verdad. Markus ahogó un quejido cuando se pinchó con uno de los matorrales, e inmediatamente volvió a su posición vigilante respirando entrecortadamente por los nervios.

Connor y Yasser se miraron con determinación, y tras contar hasta tres abrieron los botes de gas y los lanzaron hacia la mina. El gas inundó por completo la entrada, pero no era suficiente. Tenían que arrojar más y con más fuerza, si querían que llegara más al interior. Para ello Connor cogió un segundo bote y con toda la potencia de su brazo lo mandó volando, el bote se perdió entre el humo, pero por el golpe que sonó cuando cayó al suelo se pudo deducir que había llegado muy lejos. Rhona agarró otro de la bolsa de Yasser e hizo lo mismo, ya que tenía más fuerza que el anciano. El bote llegó bastante lejos también, y entonces los cuatro se prepararon con las pistolas apuntando a la entrada.

Pasados unos segundos no ocurrió nada. Roderick debía estar confuso y asustado, porque no salía. O quizás prefería quedarse dentro de la mina y aguantar lo que pudiera, en cuyo caso se desmayaría y el resultado sería el mismo. El siseo de los botes de gas infundieron más tensión y dramatismo a la espera. Connor estaba listo para liarse a tiros con el italiano, ya que creía que si acababa saliendo sería lo primero que intentaría hacerle a él o sus amigos.

-¡¿Por qué narices no sale?!-Preguntó a voces Yasser, visiblemente cabreado. Una perla de sudor recorrió su mejilla, fruto de la adrenalina y la expectación.

-Es que no está dentro, viejo.-Dijo Markus con un tono de voz extraño y misterioso. Antes de que Connor pudiera entender lo que esas palabras significaban se escuchó un disparo desde atrás. Rhona, que ya se estaba dando la vuelta se sacudió un breve segundo y cayó al suelo pesadamente, con una herida de bala en la cabeza.

El canadiense empezó a girarse velozmente sin saber adónde había ido a parar el disparo, solo sabía que tenía que acabar con Markus cuanto antes. Yasser se quedó paralizado en ese par de vitales segundos, con la cara salpicada de la sangre de Rhona. Su cuerpo inerte estaba justo a su lado, mirando infinitamente hacia el cielo. El traidor solo tuvo que mover un poco el brazo para encañonar al anciano, y abrió fuego. En aquel desolador escenario volvió a escucharse un segundo estallido, y Yasser cayó abatido al suelo con un grito de dolor. Markus tuvo que recorrer una mayor distancia con su brazo para apuntar a Connor, ya que era el que estaba más alejado de todos. Pero éste ya se había girado por completo y tenía en el punto de mira al traidor.

-¡HIJO DE PUTA!-Gritó el canadiense con una mirada asesina, mientras disparaba. El motero notó la potencia del retroceso en su muñeca, pero la sujetó con la suficiente fuerza. La bala atravesó el hombro de Markus, quién cayó al suelo con un horrible quejido y su arma salió volando por los aires. Connor fue a por él como un depredador con su presa, notaba como si su corazón fuera a salírsele del pecho. La furia le hervía la sangre y sentía que la cabeza le daba algo de vueltas. Por el rabillo del ojo vio los cuerpos de Rhona y Yasser, pero no podía pensar en eso en aquel momento. Markus se arrastró en busca de su pistola pero el canadiense llegó y la apartó con el pie. El arma de deslizó por la tierra varios metros, lejos de Markus.-¡¿POR QUÉ LO HAS HECHO, CABRONAZO?! ¡¿QUIÉN MÁS ESTÁ AYUDANDO A RODERICK?!- Preguntó mientras le ponía la bota en la herida de su hombro, lo que provocó otro grito de dolor. Deseaba matarlo, pero aún necesitaba respuestas. Connor miró un instante hacia todos lados, pendiente por si aparecía Roderick.-¡CONTESTA, JODER!-Ordenó apuntándolo a la cabeza. Markus jadeó, visiblemente asustado de aquella situación.

-¡E-espera, espera! No me mates, no me mates, no me mates... No hay nadie más, solo yo...-Confesó, girando la cabeza hacia un lado en un vano intento de apartarse del arma. Aquello sonó bastante convincente.-Roderick me amenazó, dijo que si no hacía esto me mataría, ¿vale?-Contestó con los ojos muy abiertos y sudando mucho. Eso no sonó para nada convincente y a Connor se le deformó el rostro en una mueca de furia. Pisó con más fuerza la herida de Markus, y este gritó otra vez removiéndose en el suelo. Pero lo tenía bien sujeto con su bota.-¡Vale, vale! Roderick me prometió una parte del dinero si le ayudaba a robarlo en el club y a escapar...Yo... elegí mal, ¿de acuerdo? Ahora m-me doy cuenta.-Intentó excusarse levantando la mano de su brazo bueno en señal de paz. El canadiense se movió rápidamente y le disparó en esa mano, iracundo con su absurda disculpa. Los aullidos de dolor de Markus se propagaron por el silencioso valle.

-No te he dicho que te muevas, hostias.-
Musitó Connor. Markus asintió con la cabeza, con lágrimas en los ojos y sangrando abundantemente por la mano. Le había volado varios dedos.-Ahora vas a decirme dónde cojones se esconde Roderick, y si tengo la más mínima sospecha de que estás mintiendo te iré arrancando partes del cuerpo... poco a poco.-Le amenazó entre dientes con una furia fría. En su mirada podía verse que hablaba muy en serio, y Markus cerró los ojos durante unos segundos. Intentando recomponerse de todo el dolor y el miedo que sentía.

Ahora lo entendía absolutamente todo. Markus había estado todo el tiempo ayudando a Roderick. En robar el dinero, cubrir sus huellas cuando huyó y ahora en ejecutarlos. Todo por la promesa de llevarse una parte del botín. <<Con razón se presentó como voluntario... Maldito cabrón>> Pensó mientras apretaba con fuerza la pistola, conteniéndose para no matarlo ahí mismo.

-Roderick e-está en una cabaña cerca de aquí, al este.-Informó con voz temblorosa. La sangre de su mano le estaba manchando la camiseta y parte de los pantalones. Estaba muy pálido y su cuerpo  se estremecía cada pocos segundos. Era evidente que necesitaba un médico con urgencia.-Está en medio de la n-nada, esperándome. S-sabrás cuál es el lugar en cuanto lo veas.-Explicó con dificultad el traidor, por el terror de su cara Connor supo que decía la verdad.-¡Ahora por favor, déjame! Te he dicho dónde está, te j-juro que no volverás a ver...-El canadiense lo interrumpió con una sucesión de disparos en la cabeza. Con cada uno de ellos el motero fue adoptando una expresión de más rabia. Con cada uno de ellos la sangre lo salpicó más, en su ropa y hasta un poco en su rostro. Incluso después de haber vaciado todo el cargador siguió apretando el gatillo contra un Markus ya irreconocible. Hasta que por fin paró y se apartó del cadáver lentamente. Acababa de matar, y no sentía nada más que alivio y un profundo placer por haberlo hecho. Aún así su respiración estaba algo entrecortada por el estrés y la tensión. Sus contradictorias emociones eran una bomba de confusión en la cabeza del motero.

<<Rhona...Yasser...>>Pensó alarmado mientras se daba la vuelta e iba hacia ellos corriendo. El anciano estaba apoyado en la roca completamente inerte y con la cabeza agachada, mientras que la mujer yacía bocarriba. En el mismo momento en que Connor vio a Rhona se confirmaron sus sospechas. Estaba muerta. Su sangre se confundía con su melena pelirroja, pero el agujero de bala en su cabeza era inconfundible.

El canadiense se dejó caer al suelo a su lado, con la mirada perdida y una profunda tristeza. Sus manos se mancharon, pero le daba completamente igual. Con un rápido vistazo miró a Yasser, con la sangre del disparo de Markus manchando de sangre su barriga, inerte. Connor cerró los ojos y apretó con fuerza los puños, mientras luchaba por controlar su respiración y sus emociones. Rhona había sido la primera en reaccionar a la traición de Markus, y por eso éste le había disparado antes que al resto, además de que sabía que ella era la más peligrosa de los tres. Esa mujer había sido una de sus mayores amigas, y de las pocas personas que confió sin dudar en él cuando entró por primera vez al club. Siempre había sido uno de los grandes pilares sobre los que se sustentaban los Wyverns, y ahora estaba muerta. Connor se sentía...solo. Era la primera vez que se sentía así desde que Eva lo recogió de la calle, hacía nueve años. Aún con la mirada perdida escuchó unas toses. <<Yasser>> Pensó con esperanza, mientras se levantaba trabajosamente.

-¿Connor?-Preguntó tosiendo sangre y abriendo los ojos. La herida lo había alcanzado en el estómago, y el canadiense se acercó a él con expresión preocupada.-¿Está muerto ese hijo de puta?-Su voz sonaba muy baja, y sus ojos miraban al horizonte, algo perdido.

-Estoy aquí, Yasser.- Dijo mientras lo agarraba de los hombros. El anciano lo cogió de la mano, y el canadiense se la apretó con fuerza.-Si, ya está muerto...¿Puedes levantarte?-Le preguntó con urgencia y tono de preocupación.-Tengo que llevarte a un puñetero hospital, te estás desangrando-. No servía de nada engañarle sobre su estado. Yasser negó con la cabeza.

-N-no, no...Tienes que dejarme aquí, Connor...- El hombre miró de soslayo y se encontró con el cuerpo de la pelirroja, con lágrimas en los ojos volvió a hablar.-Rhona...está...- Una nueva avalancha de toses lo interrumpió. Su boca estaba llena de sangre.

-Yasser, céntrate y mírame. Ni de puta coña voy a dejarte aquí. Roderick pagará por esto, pero antes tienes que ir a que te curen. Levanta-. Le ordenó con urgencia y preparado para cargarlo. Pero Yasser volvió a negar con la cabeza, esta vez con más fuerza. Después sonrió con expresión triste.

-Si pierdes el tiempo conmigo...Se escapará...-Musitó con dificultades.-Sabe que Markus no lo ha conseguido. Es...esperaba tres disparos...Tienes que irte, Connor, por favor...No pue-des... salvarme...-Connor agachó la cabeza y cerró los ojos, necesitaba pensar. Pero sobre todo asimilarlo, porque sabía que Yasser tenía razón. Cada vez estaba más débil. El hospital más cercano estaba por lo menos a cuarenta kilómetros, y  a su amigo no le quedaba tanto tiempo. Si no se iba ya, Roderick acabaría escapándose, y quién sabe si lo encontrarían de nuevo. Tenía que vengarlos ahora que podía o sus muertes no habrían valido para nada. Asintió con expresión seria, consciente de que estaba a punto de tomar la decisión más difícil de todas. Pero cuando volvió a alzar la cabeza vio que no hacía falta tomar decisión alguna. Yasser lo miraba completamente inmóvil, con ojos perdidos en el horizonte. Muerto.

Connor respiró hondo y puso su cabeza pegada a la de su amigo durante varios segundos, para despedirse de él. No siempre se había llevado bien con Yasser, sobre todo cuando llegó hacía nueve años al club y no estaba acostumbrado a sus arranques de ira. Pero aprendieron a entenderse, y se volvió un apoyo incondicional. Ese anciano había vivido tantas luchas y enterrado a tantos amigos, que una parte de él pensó que quizás ahora podía descansar en paz. Le cerró los ojos e hizo lo mismo con Rhona. La cogió de la mano unos segundos, sin dejar de observarlos con una expresión de absoluta tristeza y pesar. Pasados unos segundos su expresión fue cambiando a la par que sus emociones, de la tristeza fruto de la pérdida a la ira que lo empujaba a la venganza. Se acercó a sus amigos y se enfundó sus pistolas con rostro furioso. Después se levantó, y no volvió a mirar atrás. No soltó ninguna lágrima, las había gastado todas en el funeral de Sean. Pero su alma estaba rota, y eso le hacía peligroso.

Volvería a por ellos, pero antes tenía que terminar un trabajo. A Connor ya le daba igual el dinero que Roderick había robado. Ya no se trataba de eso...Sus amigos estaban muertos, y el motero no descansaría hasta que aquel traidor lo pagara con sangre. Cuando decidió que mataría por el club no esperaba que Markus fuera la víctima, pero así había sucedido, y ahora sentía que no podía parar. Aún no. Con una violencia desmedida, Connor arrancó su motocicleta. El rugido del motor le reconfortó, pero no lo suficiente. Su corazón latía con fuerza, desbocado, y el motero se dirigió con velocidad hacia el este, con mirada asesina.
Seth
Seth

Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre

Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena

Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.

Encadenado a una Promesa Empty Re: Encadenado a una Promesa

27/02/23, 12:41 pm
El motero dejó atrás la montaña de la que provenía la mina, para poder dirigirse hacia el este. Tenía que darse prisa. Si Markus había dicho la verdad, y así lo pareció, la cabaña donde se escondía Roderick Regazzo no estaba lejos. Tenía que haber escuchado cada uno de los disparos y ya debía estar marchándose. Connor se negaba a dejarlo escapar, menos aún tras las muertes de Rhona y Yasser. Aquel malnacido había planeado sus asesinatos y él mismo solo se había salvado por estar más lejos que el resto, y porque Markus había sido un idiota incompetente.

Tras bajar una pequeña colina y pasar una gran roca, vio a lo lejos la inconfundible figura de una cabaña. Tal y como había confesado Markus se encontraba en medio de la nada, con pequeños cactus y algunos arbustos a los lados. El canadiense aceleró, dando pequeños saltos con la moto al encontrarse con baches y piedras. La cabaña se fue haciendo más grande a medida que se acercaba. Era una pequeña casita de madera, con una puerta muy vieja y ventanas en los laterales. Tenía un pequeño porche, al que se llegaba subiendo unos cuantos peldaños. Justo al lado de la escalera había una motocicleta negra y Connor pudo identificarla como la de Roderick. <<Aún no se ha ido. Eres mío, cabronazo>> Pensó con determinación. Entonces la puerta se abrió de imprevisto, con tanta fuerza que chocó contra la pared. Y como si el italiano hubiera leído aquel pensamiento salió corriendo a toda velocidad a su moto, con una bolsa muy grande a la espalda que Connor identificó como el dinero robado. El motero aceleró más aún.

-¡ESTÁS MUERTO, HIJO DE PERRA!-Gritó con todas sus fuerzas. Después sacó la pistola de Rhona, que llevaba en el cinturón y disparó. Aún estaba lejos, y la bala se perdió en el aire.

Roderick estaba muy sucio tras pasar varias semanas escondido. Era un hombre alto y moreno, con el pelo negro corto y perilla. Era delgado, pero con músculos bien definidos. Tenía más fuerza de la que aparentaba. Llevaba una camiseta blanca y vaqueros llenos de tierra además de una pistola en el cinturón, pero no había ni rastro del chaleco del club. Connor se alegró, aquella rata no se merecía llevarlo encima. El hombre solo lo miró una vez antes de montarse en su moto con muchas prisas y arrancar. Rápidamente se puso en marcha dejando una nube de polvo tras de sí. El canadiense frunció el ceño, contrariado por lo rápido que se movía su objetivo, y se dispuso a abatirlo de nuevo desde varios metros atrás. Intentó calibrar su brazo con el movimiento del italiano, pero éste se había percatado del plan de Connor y empezó a moverse de forma errática. Las balas pasaron por encima de su cabeza, o impactaron en el suelo cerca de las ruedas. Entre el ruido de los motores y los disparos pudo escuchar la risa burlona de Roderick, y el canadiense apretó la mandíbula con ira, pero sin dejarse llevar por ella.

Disparar mientras conducías una moto a esas velocidades, esquivando cactus, piedras y agujeros del terreno, y con un objetivo que se movía  tan impredecible era más difícil de lo que ya sonaba. Estuvieron unos metros así, con Connor apretando el gatillo y Roderick, agachado en su moto, esquivando fluidamente. A la izquierda divisaron una pequeña granja: con un establo lleno de caballos, la cabaña de quién viviera allí y un granero bastante grande. El italiano se dirigió allí dando un asombroso quiebro con la moto, y el canadiense lo imitó. <<De ninguna manera vas a escaparte>>.

Los baches de la zona hicieron que Connor y Roderick perdieran el control de sus motos. El canadiense aprovechó esos instantes en los que el italiano no se estaba moviendo en zig-zag, y todavía tratando de recuperar el equilibrio disparó como pudo. Por suerte, esta vez la bala sí impactó, y la rueda trasera hizo un sonido inequívoco de que había recibido el disparo. Se desinfló al momento y el italiano a punto estuvo de caerse, pero Roderick ya había llegado a su destino. Entró dentro del granero, y pudo oírse un tremendo estruendo allí dentro. Los caballos que había al lado, en el establo, se removieron inquietos y relincharon nerviosos.

Connor aminoró y aparcó fuera del granero . Por el golpe que se había escuchado era evidente que el italiano se había caído, pero sería un error pensar que estaba muerto. Más todavía si se tenía en cuenta que el disparo que le había dado a la rueda había reducido la velocidad de su moto. No había sido una caída mortal, estaba casi seguro de ello. El canadiense estaba preparado para entrar cuando escuchó la puerta de la casa abrirse, y vio a un hombre y una mujer salir de allí. Todo aquel jaleo les tenía que haber alertado y lo miraban con terror en los ojos. Connor se fijó en que no llevaban armas. <<Si alguno de los dos llama a la policía, tendré un problema.>> Pensó preocupado y esperando que ninguno de los dos se envalentonara.

-¡Quietos ahí, joder! ¡Al puto suelo!- Le gritó el motero a la pareja. Como ninguno de los dos le hicieron caso, tan asustados como estaban, Connor los apuntó con la pistola. Lo que provocó varios gritos de pánico de los residentes, pero finalmente se pusieron de rodillas en la tierra.-¡Ni se os ocurra moverse, lo digo en serio! ¡Y si se os ocurre llamar a la policía os pasará lo mismo que al cabrón de dentro!- Amenazó mientras hacía aspavientos con el arma, no es que fuera a hacerlo, pero necesitaba tenerlos controlados. Los granjeros asintieron con la cabeza mientras se abrazaban, presas del miedo. No se le había ocurrido nada mejor que decir sabiendo que se le acababa el tiempo, Roderick debía estar recuperándose casi seguro del choque. Como prueba de ello el italiano abrió fuego, en cuanto vio asomar la cabeza de Connor. La bala pasó a centímetros de su rostro, y éste volvió a esconderse haciendo un quejido de frustración. El sonido del disparo provocó los gritos de los propietarios de la granja, y el canadiense les echó un rápido vistazo para asegurarse de que no huían. Se alejó un poco de la pared del granero, era de madera y para Roderick no sería difícil agujerearla.

-¡¿De verdad merece la pena todo esto que estás haciendo?!-Habló por primera vez, desde el interior del granero. Su voz sonó algo distorsionada, quizás estaba herido. Connor intentó adivinar dónde estaría por el origen del sonido y disparó a través de la pared, pero no dio en su blanco, ya que la risa de Roderick volvió a resonar dentro. -¡Veo que vienes, solo! Así que Markus no me ha sido inútil al fin y al cabo...- El tono malicioso que usó no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones: provocar a Connor y que éste cometiera un error. El canadiense respiró hondo, controlándose, y esperó unos segundos. Entrar ahora sería una sentencia de muerte, era lo que esperaba Roderick. Por otro lado pensó en usar su mechero y quemar el granero para hacerlo salir, pero no quería llamar la atención de esa manera. El humo que provocaría se vería a kilómetros.

-¡Sal, cobarde de mierda! ¡Estás muerto! ¡Por Yasser y por Rhona! ¡Pero si sales, morirás de forma rápida!-Mintió el motero mientras se agachaba, el italiano había decidido disparar también a través de la pared, tal y como había pensado Connor, y varias balas pasaron cerca suya. Frunció el ceño, pensando en qué podía hacer. Estaba en clara desventaja en esa situación. Ninguno de los dos sabía dónde estaba el otro exactamente, pero Roderick podía ocultarse mejor allí dentro mientras que él estaba fuera. Además, el italiano solo tenía que limitarse a defenderse y esperar a que Connor se cansara y entrara.

-¡Nunca me imaginé que de todos los miembros de la banda, tú fueras uno de los elegidos para buscarme!- Se burló con saña el italiano.-¡Aunque no debería sorprenderme! Desde que Eva te recogió, siempre fuiste su perrito faldero-. Volvieron a sonar más estallidos de pistola por parte de Roderick, pero sin éxito. El canadiense había decidido no hablar para no delatar otra vez su posición.

Connor volvió a apretar el gatillo mientras cambiaba de posición, esperando confundir a su enemigo sobre dónde se encontraba. Sin embargo se había quedado sin munición en medio de la ráfaga de disparos, así que guardó la pistola de Rhona y sacó la de Yasser. Varias balas atravesaron el aire, pero Connor se encontraba alejado de la trayectoria, fuera de peligro. Pudo escuchar un "clic" característico, acababa de quedarse sin balas también, y estaba seguro de que no tenía ninguna otra arma.

-Voy a entrar.- Les avisó a los granjeros mientras vigilaba la entrada.- Cuando vuelva más vale que sigáis aquí o tendré que reventaros la puta cabeza, ¿entendido?- Les amenazó mientras se preparaba para entrar. Como ninguno de los dos le contestó Connor se giró hacia ellos frunciendo el ceño y gesto amenazante y ambos asintieron con la cabeza temblando. No pensaba hacerles nada, pero el miedo era útil en aquellas situaciones. Si aquella pareja pensaba que él era peligroso para ellos sería más fácil que le obedecieran.

Mucho más tranquilo Connor entró dentro, con el revólver de Yasser listo. Había hecho bien en llevarse las armas de sus amigos, ahora tenía ventaja. El granero estaba en completo silencio tras varios intensos minutos de disparos . La luz del sol entraba por unos ventanales del techo e iluminaban la estancia, que estaba llena de fardos y montones de heno. La motocicleta del italiano se encontraba al fondo del granero, completamente destrozada entre escombros de madera y hierro. Roderick no se veía por ningún lado...¡pero debía estar allí! El motero entrecerró los ojos, atento a cualquier indicio del italiano, mientras caminaba lento y silencioso. Un movimiento a su izquierda lo alertó y se giró rápidamente, pero demasiado tarde.

Roderick salió de un montón de heno, de dónde se había escondido, y con un rastrillo atacó a Connor mientras gritaba. El canadiense pudo ver que la caída que había tenido Roderick antes con la moto le había hecho mella, tenía una parte de los vaqueros rota y sangraba un poco por la rodilla. Intentó disparar, pero lo golpeó en su pistola y esta salió volando por los aires. Roderick intentó asestar varios tajos con su rastrillo y Connor tuvo que verse obligado a recular.

-¡Muere de una puta vez!-En sus ojos se intuía que estaba desesperado. Había huido del club tras robarles mucho dinero con ayuda de Markus, y se había escondido  en una sucia y antigua mina durante semanas. Después tuvo que idear un plan con su socio para matar a Yasser, Rhona y Connor que venían de camino. Pero éste último había sobrevivido, asesinado a Markus y ahora lo había obligado a luchar con un rastrillo por su vida.

Tras varios golpes más al aire, Connor tropezó con una carretilla y cayó al suelo con un quejido. Sabiendo el peligro que corría se movió a un lado, pero no lo suficiente. Roderick hizo un movimiento descendente y le provocó cuatro tajos en el brazo derecho con su improvisada arma, que se clavó en la tierra. Con un bufido de dolor aprovechó aquella oportunidad, y aún desde el suelo agarró el rastrillo para que no lo sacara de ahí. Roderick hizo el intento, pero Connor tenía más fuerza y le propinó una patada en el estómago que le hizo soltar el arma y caer hacia atrás.

El canadiense se levantó muy rápido, al verse con el rastrillo en su poder. Pero Roderick también se había levantado y ya estaba descolgando una pala de la pared con expresión nerviosa. Se dio la vuelta y miró a Connor, con ojos alerta a cualquiera de sus movimientos y en guardia. Con el rastrillo en mano, el motero se acercó poco a poco a Roderick. Ambos buscaron con la mirada la pistola de Yasser pero no lograron verla. Su brazo derecho sangraba desde el hombro casi hasta el codo, por los cuatro cortes que le había causado Roderick. No le habían desgarrado los músculos, pero los cortes eran lo suficientemente profundos para verse limitado un poco en su movimiento.

-Te voy a arrancar la puta cabeza... rata traidora...- Musitó entre dientes con un quejido de dolor, mientras daba otro paso hacia él. Roderick sacudió la pala para intentar alejarlo, pero Connor siguió avanzando con una mirada asesina en sus ojos.

-¡¿TRAIDOR, YO?! EVA ES LA QUE HA TRAICIONADO AL CLUB...-
Dijo con furia.- Tú no lo entiendes...-El italiano chasqueó la lengua, parecía que no sabía cómo explicarlo. -¿Sabes cuántos años he hecho de contable para Ev...?- Connor lo interrumpió con un tajo horizontal del rastrillo, y Roderick se vio obligado a protegerse con la pala. El impacto del metal resonó en el granero, y varios trozos de suciedad de las herramientas los salpicaron. El ladrón tardó unos segundos en volver a recuperar el equilibrio, debido a la potencia del golpe de Connor, y éste siguió atacándolo sin piedad. Rastrillo y pala chocaron cinco veces más antes de que el canadiense parara. Ambos jadearon y se miraron con rabia.

-Ni se te ocurra volver a hablar de ella.- Lo amenazó mientras movía los hombros hacia atrás para desentumecerlos.- Aquí el único traidor eres tú...Eva te dio una buena vida. Y tú le robaste a ella y a la banda, cabronazo.- Le contestó con una expresión muy seria. Roderick había roto el mayor de los códigos de los Wyverns y debía ser castigado por ello: "Está prohibido traicionar al club". Y él lo había hecho de varias formas. Robando y ordenando el asesinato de tres miembros.

-¿Una buena vida? ¿A esto lo llamas una buena vida? Estás ciego, Connor...- El italiano siguió retrocediendo, con la pala en ristre.-¿Cuántos robos, atracos y extorsiones crees que ha hecho la banda en cuarenta y siete años? ¿Cuántas armas y drogas ha vendido el club Wyverns desde que se fundó en los setenta?-.Preguntó con un tono de decepción. Connor frunció el ceño, sin saber adónde quería ir a parar su enemigo. Dio varios pasos más, sujetando con fuerza el rastrillo. Roderick hizo una estocada con su pala, pero Connor lo esquivó con facilidad y siguió avanzando.-¿Ves a algún miembro disfrutar de una vida de lujos? No...¿verdad? Eso es porque Eva siempre ha tenido miedo de jugar en las ligas mayores... donde se consiguen los verdaderos beneficios.-Reveló el italiano.

El canadiense torció el gesto ante esa acusación, y volvió a atacar con furia. La herida de su brazo le dolía con cada movimiento, pero era soportable. Roderick paró varios de los golpes con su pala, pero Connor la enganchó con su rastrillo para desequilibrarlo con un tirón. El italiano se tropezó durante unos segundos hacia un lado y el canadiense le acertó en el pectoral izquierdo. Roderick gritó de dolor y se llevó la mano dónde había acertado Connor, su camiseta estaba desgarrada por cuatro cortes. Pronto volvió a ponerse en guardia con gesto dolorido.

-Aunque así fuera, no es motivo para robarnos a todos...Pero Eva no tiene miedo de las grandes ligas, maldito ladrón de mierda...- Explicó el motero furioso, mientras volvía a ponerse en guardia.-Simplemente no somos suficientes como para hacer lo que propones...¿Y sabes por qué?-Preguntó con otro ataque, esta vez a las piernas de Roderick, que esquivó emitiendo un jadeo de esfuerzo. La herida que le había provocado en el pecho le estaba dificultando moverse bien.-Porque Eva solo elige a personas que han sufrido y no tienen a nadie...Eso es lo que no entiendes...No se trata del dinero que podamos ganar. Los chanchullos que dices nos dan una vida mejor que la puta mayoría de gente, joder. Pero de lo que de verdad se trata es de llevar esta forma de vida todos juntos...¡Como una jodida familia! ¡Si de verdad fueras un Wyvern lo entenderías!-Gritó señalándolo con el rastrillo. La palabra "familia" le hizo recordar a sus dos amigos muertos y apretó tanto el mango de su arma que sintió que se
podría romper en pedazos.-Y tú la has destruido...pero voy a arreglarlo. Basta de charla, cabronazo.- Sentenció el canadiense lanzándose hacia adelante.

-Ya lo entenderás cuando crezcas.- Dijo Roderick respondiendo con la pala.

Ambos gritaron, llenos de rabia y esfuerzo por el impacto de los golpes. El metal volvió a resonar en el granero. Haciendo una finta Roderick logró alcanzar a Connor en la pierna derecha, que le falló y tuvo que hincar la rodilla en el suelo con un gruñido de dolor. Cuando el italiano alzó la pala para preparar un nuevo golpe Connor aprovechó ese momento, soltó el rastrillo y aún con la pierna herida se lanzó a por su cintura. El placaje que recibió Roderick lo hizo doblarse y soltar su arma. Ambos cayeron al suelo, con Connor encima de él y propinándole varios puñetazos. Con cada uno de ellos el canadiense iba acelerando la velocidad de sus brazos. A pesar de la adrenalina del momento, de la tensión y del dolor que sentía, solo podía pensar en los cuerpos abandonados de sus amigos. Se negaba a dejarlos allí, no solo era una venganza contra quien había orquestado todo aquello. También tenía que sobrevivir para que Rhona y Yasser tuvieran un entierro lo antes posible, como se merecían.

Roderick, con la boca ensangrentada por los golpes, intentaba protegerse con los brazos. Uno de los puñetazos de Connor lo dejó aturdido durante unos segundos y bajó la guardia. El motero vio la oportunidad y le propinó varios puños más, haciéndole algunos cortes extra. Sabía que si sobrevivía a aquello los nudillos le iban a doler una barbaridad cuando pasaran unas horas, pero no es que le importara. Por desgracia su enemigo se recuperó, y sacrificando el recibir varios puñetazos otra vez, sacó una navaja de uno de sus bolsillos. Con un alarido de rabia empezó a dar tajos a diestro y siniestro, obligando a Connor a alejarse. Éste reaccionó instintivamente poniendo la mano izquierda delante, y gritó de dolor cuando recibió un tajo horizontal muy profundo en esa palma.<<Serás desgraciado>>.

El canadiense terminó de alejarse, sangrando abundantemente en esa zona, y Roderick se levantó de forma muy trabajosa. Los puñetazos que había recibido le habían llenado la cara de cortes e hinchazones. Escupió sangre y un diente cayó al sucio suelo del granero, después se puso en guardia con las rodillas semiflexionadas y la navaja en la mano. Connor vio el rastrillo a los pies de Roderick, y éste la apartó con el pie alejando aún más el arma del canadiense. La pala por otra parte seguía cerca del italiano, pero parecía que había optado por seguir peleando con la navaja al ver que daba resultados. Respiró hondo para intentar calmar su respiración, había gastado mucha energía en la velocidad con la que le había propinado los puñetazos y ahora sufría las consecuencias. Se puso en guardia esperando los ataques de Roderick.

-Vale...eres bueno. Lo admito, Connor.- Se llevó una mano a la boca y se limpió la sangre.-Puede que me excediera, cuando le ordené a Markus que os matara, pero...estoy seguro de que Eva no os mandó a regañarme por portarme mal, precisamente.- El italiano asintió con la cabeza, comprendiendo que tenía razón, al ver el rostro de Connor.-Esa vieja chocha ha sido como una hermana mayor para mí, pero está estancada. Los Wyverns siempre han tenido el potencial para mucho más, podríamos haber planeado un par de golpes más ambiciosos y estoy seguro de que lo habríamos conseguido. Y ahora seríamos ricos.-Explicó mientras recuperaba el aliento.-Os robé porque estaba cansado de vivir siempre igual...metido en chanchullos y conflictos mientras veía cómo nada cambiaba. Me crie deseando vivir como los ricachones del barrio de Prati, en Roma...¿qué esperabas?-Dijo con una sonrisa y encogiéndose de hombros.

-Que expresaras una queja al puto Consejo habría estado bien.-Contestó mientras se crujía los dedos con intensidad y lo miraba con desprecio.-Ahorra aliento, Roderick...No vas a convencerme de una mierda. Y aunque así fuera...te mataría de todas formas. Enviaste a Markus a por nosotros, y ahora Rhona y Yasser están muertos...¿Quieres saber cómo acabó la mierda de tu socio, por eso?- Preguntó con desdén y un tono de amenaza. Volver a mencionar sus nombres  le provocó una leve punzada de dolor.-No...Mejor te lo muestro-. Sentenció mientras empezaba a acercarse a su rival rápidamente. Su corazón latía desbocado como una locomotora y ambos sudaban bastante, debido al esfuerzo físico y al calor que hacía aquella tarde. Más aún dentro del granero.

-¡VAMOS!- Gritó el italiano. Con una sonrisa desquiciada en el rostro sangrante y haciendo amagos con su arma para confundirlo.

Cuando Connor se acercó lo suficiente apuntó con su navaja a su cara, pero éste se agachó esquivándolo y le dio un puñetazo en el estómago. Roderick se encogió de dolor durante un segundo con un grito ahogado, y el canadiense le agarró el brazo que sostenía la navaja. Ambos forcejearon por el arma, hasta que Roderick le dio un cabezazo en plena nariz a Connor. Éste se echó hacia atrás, debido al dolor y la sorpresa. Y el italiano viendo su oportunidad dirigió su navaja al rostro. El corte fue profundo y Connor sintió enseguida un dolor lacerante, pero su enemigo ya estaba preparando el próximo golpe y tenía que actuar.

Al estar tan cerca el uno del otro, el canadiense logró conectarle un puñetazo al rostro con todas sus fuerzas, y Roderick se tambaleó mareado durante unos segundos. Connor avanzó para no dejarle ningún respiro, con los puños en alto. Pero el italiano se repuso milagrosamente y lo apuntó con su navaja para mantenerlo lejos. La sangre manaba abundante desde aquel nuevo corte, justo encima del labio superior, a la derecha, cerca de la comisura. Connor supo que era bastante grave porque intentó insultarlo y no le salieron del todo bien las palabras, además también había empezado a sangrar por la nariz debido al cabezazo. El canadiense escupió y se intentó limpiar, con dolor en el rostro.

Estaba lleno de heridas por todos lados: las marcas del rastrillo en su brazo derecho y los cortes de la navaja en la palma izquierda y cerca del labio. Además del golpe de la pala en su muslo derecho, que ya estaba empezando a hacerlo cojear un poco y la nariz que no sabía si estaba rota. Roderick por su parte tenía desgarros en el pecho debido al rastrillo y su rodilla lastimada por la caída de la moto, que también lo estaba haciendo cojear a esas alturas de la pelea. Tenía la cara con muchos cortes y moratones debido a los puñetazos y su ojo izquierdo había empezado a cerrarse del hinchazón.

Ambos estaban exhaustos, pero eran conscientes de que solo uno de los dos iba a salir de allí con vida.  La sangre que caía de su boca y nariz manchó su camiseta, y Connor se concentró en su objetivo para obviar el dolor. Roderick volvió a hacer amagos con la navaja, esperando que el canadiense volviera a atacar. Pero Connor no iba a hacerlo...al menos estando desarmado. Esperó paciente y con los puños arriba a que el italiano se desesperara y fuera a por él. Si quería ganar aquella pelea tenía que limitarse a contratacar.

-Con ese corte en la cara...Vas a recordarme por el resto de tu vida si sales de aquí.-Comentó con una sonrisa y de forma venenosa.-Pero eso ya ibas a hacerlo de todas formas, ¿verdad? Quiero decir... Con Yasser y Rhona muertos...- Aquel traidor lo miró con ojos curiosos, esperando una respuesta violenta por parte de Connor. Pero éste lo observó completamente serio y sin atisbo de emociones. Estaba decidido  a acabar con él, y nada que dijera iba a desconcentrarlo. Tenía que hacerlo por sus amigos, aunque por dentro estuviera lleno de rabia y su cuerpo le pidiera que lo atacara como un loco debía actuar inteligente.

-Cierra la boca de una puta vez... Ahgg-Dijo casi sin entendérsele, para después verse obligado a escupir más sangre. Roderick bufó, consciente de que no iba a poder meterse en la cabeza de su rival, y se lanzó hacia delante con la navaja.

Connor esquivó los tajos dando pasos hacia atrás, muy pendiente del movimiento de su rival. Cuando el italiano intentó clavarle el arma en el estómago con una estocada el motero fintó hacia la derecha muy rápido, y la cuchilla rasgó su camiseta. Aprovechando la oportunidad, Connor le agarró la muñeca para controlar la navaja y tras un forcejeo Roderick intentó darle otro cabezazo en la nariz. Pero el canadiense contaba con ello, y paró el ataque cogiéndolo del cuello con su otra mano y apretando. Su enemigo soltó un gorgoteo fruto del ahogo, y con su brazo libre empezó a propinarle puñetazos a Connor, pero este siguió apretándole el cuello aguantando los golpes con furia en su rostro, hasta que Roderick se vio obligado a dejar de atacar y usar su brazo libre para liberarse.

Se removió como una anguila para salir de aquel agarre o al menos poder usar de nuevo el cuchillo. Pero Connor lo tenía bien sujeto y siguió ejerciendo presión como si sus manos fueran dos pinzas de acero, bufando del dolor, la rabia y el esfuerzo. En un momento dado, al ver que el italiano seguía luchando, el motero le devolvió el cabezazo de antes y su rival recibió el impacto con sorpresa. Al tenerlo agarrado del cuello no permitió que se echara hacia atrás, y continuó dándole cabezazos. Uno de esos golpes acabo rompiéndole la nariz, y soltó sin querer la navaja por el dolor. Con un impacto más Roderick cayó de rodillas, echando sangre por la boca y la nariz y completamente aturdido. Connor entonces lo liberó de su agarre y el italiano respiró a grandes bocanadas, llevándose una mano al cuello. Pero el motero no lo dejó mucho tiempo recuperando el aliento y un segundo después ya estaba dándole una patada en el rostro que hizo que cayera de espaldas, tosiendo con dificultad.

El canadiense tenía la frente llena de la sangre de Roderick, pero no se percató de ello y se agachó para poder coger la navaja con la tranquilidad de quién se sabe ganador. El italiano empezaba a intentar levantarse, pero los cabezazos lo habían dejado aturdido y varias veces volvió a caer al suelo completamente mareado. Connor se acercó a él poco a poco, arrastrando la pierna malherida y portando la navaja en la mano derecha. Estaba a punto de consumar su venganza, y su corazón bombeaba muy rápido debido a todas las emociones, pero su rostro estaba serio e inexpresivo. Roderick lo miró mientras se arrastraba por el suelo bocarriba, y por primera vez desde aquel día, en la cara del italiano se pudo ver el terror. Aquello sí hizo sonreír a Connor, dándole un aspecto perturbador con toda aquella sangre en su rostro.

Cuando llegó hasta él, Roderick intentó pegarle una patada a las piernas. Pero Connor ni siquiera se inmutó y con todo el peso de su cuerpo cayó encima suya con la rodilla por delante, que golpeó su estómago. Aquello provocó más sonidos de dolor del italiano, quien vio con terror acercarse la navaja.

-Por Yasser...Y por Rhona...-Sentenció con dolor y furia en cada una de sus palabras. El ladrón puso las manos por delante, consciente de lo que estaba por venir. Connor empezó a atacarlo salvajemente, acuchillándolo por todos lados. Si no encontraba un hueco debido a los brazos de su rival, que intentaba defenderse como podía, eran éstos los que acababan siendo su objetivo. Con cada puñalada Roderick forcejeaba menos, mientras se le iba la vida poco a poco entre gritos de dolor. Connor por su parte seguía centrado en su tarea con el rostro deformado en una expresión furiosa, ajeno al estado del italiano. Hasta que finalmente Roderick dejó de defenderse, con la mirada perdida en el techo del granero, y su cuerpo recibiendo el impacto de los golpes de Connor. Exhaló un último aliento y su cabeza se ladeó a un lado, muerto. Tras varias puñaladas más se alejó de él, mientras jadeaba por todo el cansancio acumulado. Lo había hecho. Estaba hecho, había vengado a sus amigos. Pero de rodillas en ese granero, lleno de sangre por heridas propias y ajenas, no podía evitar sentirse culpable por no haber sido capaz de impedir sus muertes.

El canadiense se levantó con torpeza debido a las heridas, sin querer pensar más en aquello, y trató de buscar la pistola de Yasser por el granero. Cuando la encontró entre dos fardos de heno se la guardó en el cinturón y metió la navaja llena de sangre en uno de sus bolsillos. Después miró por todas partes para descubrir dónde estaba la bolsa con el dinero robado. Ésta se encontraba debajo de una mesa con herramientas y Connor fue a por ella arrastrando la pierna, y con gruñidos de dolor se la echó al hombro. Miró todo aquel destrozo... Sangre en el suelo, agujeros de balas en las paredes y herramientas teñidas de rojo. Y un cadáver. No iba a ser el mejor día para aquellos granjeros, pero hacía nueve años que habían dejado de importarles los demás excepto su club.

Cerró los ojos con fuerza, cuando en su mente aparecieron los rostros sin vida de Yasser y Rhona, y respiró hondo intentando calmar aquellas emociones de ira y tristeza que lo invadían. No estaba acostumbrado a experimentarlas con tanta intensidad, pero es que tampoco estaba acostumbrado a ver morir a sus amigos delante suya. Tras varios segundos logró recuperar la compostura y una actitud serena. Miró el cadáver de Roderick con desdén y desprecio y buscó su cajetilla de cigarros en el bolsillo, que estaba aplastada de las caídas y golpes. Tras sacar uno, que no pudo evitar manchar de sangre al llevárselo a la boca, lo encendió con el mechero. Aún le dolía todo el cuerpo, sobre todo aquel corte que le había hecho Roderick cerca del labio. Seguía sangrando bastante, pero poco podía hacer ahora.

El humo entró en sus pulmones y Connor cerró los ojos con una expresión de alivio en su rostro sanguinolento, tras ser plenamente consciente de que había cumplido su venganza. Al menos había sacado algo bueno de todo aquel desastre, aunque no era suficiente para reconfortarlo por las muertes de sus amigos. El granero tenía ahora un aspecto casi sepulcral, sin todos aquellos sonidos de disparos, metal contra metal y gritos de dolor. Connor echó un vistazo al cadáver, sacó el revólver de Yasser y abrió fuego por última vez contra el italiano. Su cuerpo sin vida se sacudió por la potencia del impacto. Después el motero salió de allí cojeando, mientras se guardaba el arma entre gruñidos de dolor. Su mente no pudo evitar trasladarse a la multitud de recuerdos que tenía en el club. A la dificultad que tendrían sus hermanos de carretera y él a vivir una vida sin Yasser y Rhona.

Connor torció el cuello contrariado por aquellos pensamientos, y entonces vio a los granjeros todavía arrodillados en la tierra. Abrazados y con lágrimas en los ojos. Con todo lo que había pasado dentro del granero se había olvidado por completo de aquel asunto. Su expresión de preocupación cambió a una más fría y neutral, mientras en su cabeza pensaba en distintas maneras de abordar aquello. Se dirigió a su moto sin prestarles atención y se sentó en ella pensativo, con las respiraciones entrecortadas de los granjeros como el único sonido relevante en el lugar. Los propietarios de la granja lo miraban estupefactos al ver las secuelas de la lucha que habían tenido dentro. Connor tenía múltiples cortes y sangraba bastante.  Se quitó el cigarrillo de la boca y volvió a escupir sangre antes de hablar.

-¿Cómo os llamáis?- Les preguntó con dificultades, analizándolos de arriba a abajo. La herida de la cara seguía dificultándole el habla y el motero examinó cuán profundo había sido el corte de su mano con gesto dolorido, mientras esperaba una respuesta .

-Stefan...y ella es Gracie...-Respondió el hombre de forma entrecortada. Ahora que se fijaba más en ellos veía que no pasaban de los cincuenta años. Él con el pelo rubio y una barba incipiente, y la mujer, que no paraba de llorar, con el pelo largo y oscuro como el ala de un cuervo. -¿Qué...qué has hecho con el o-otro hombre?- Tartamudeó sin dejar de frotarle los hombros a su mujer para tranquilizarla. Connor fijó la mirada en Stefan, y éste agachó la cabeza visiblemente asustado.

-¿A ti qué mierda te parece?- Le contestó de forma seca. En aquellos instantes no estaba para responder preguntas estúpidas. El significado de esa respuesta provocó más llantos por parte de Gracie y a Stefan empezaron a temblarle las manos, fruto del estrés. El motero torció el gesto con hastío al ver sus reacciones y suspiró cansado. -No voy a haceros daño... a menos que me deis una buena razón.- Les explicó para después darle una calada al cigarrillo, sus ojos se tornaron hacia el horizonte. Donde sabía que se encontraban los cuerpos de sus amigos.

-Por favor... n-no nos dejes el cuerpo de ese pobre hombre allí...Llévatelo, solo te pido eso...- Suplicó aterrado Stefan. Intentaba en vano parar el temblor de sus manos, y su mujer Gracie se las apretó fuerte para intentar calmarlo, aún entre sollozos. El motero frunció el ceño, molesto con el comentario.

-De "pobre hombre" nada... Y pretendo que os encarguéis vosotros de él, joder. No pienso enterrar a esa basura.- Ambos granjeros alzaron la vista estupefactos hacia el motero y este les devolvió la mirada con los ojos entrecerrados. Sabía que lo que les estaba ordenando hacer no era justo, pero no podía importarle lo más mínimo. No eran gente del club. No eran unos Wyverns.- Me importa una mierda lo que hagáis con él. Este valle es muy grande, podéis enterrarlo dónde queráis. O se lo dais de comer a los cerdos...¿Tenéis cerdos?- Les preguntó de repente entre caladas de humo y alzando una ceja. Ambos negaron con la cabeza presas del miedo y Connor frunció el ceño contrariado. Habría sido un buen final para Roderick. Tras unos segundos de silencio se escuchó la voz rota de Gracie.

-N-no puedes hacer esto... Venir a nuestra casa, matar a un hombre y pretender que...- Musitó Gracie con la mirada perdida en el granero. Probablemente pensando en cómo estaría el cadáver que había dejado allí ese desconocido. Había dejado de llorar y la sorpresa se apoderaba de su rostro.

-No...No pienso hacerlo...- Secundó su marido, reuniendo valor y mirando fijamente a Connor, mientras negaba con la cabeza. El motero le devolvió la mirada extrañado ante aquel cambio de actitud y se dispuso a hablar, con gesto cansado. No tenía ganas de aquello, pero no podía irse de allí sin dejar las cosas claras.

-Hace un momento entendíais la posición en la que os encontrabais, joder...- Comentó frunciendo el ceño.-Dejadme que os la recuerde de nuevo.- Les dijo con voz hosca.- Lo primero que haré cuando me vaya de aquí será llamar a los míos y les diré dónde vivís.- Los granjeros abrieron los ojos como platos al escuchar aquella amenaza.- Así que ni se os ocurra contarle a nadie lo que ha pasado aquí. Si la policía me pilla por esto lo primero que hará mi grupo será haceros una puta visita en esta casa, o en la que estuvierais si decidierais huir. Somos buenos encontrando gente.- Dijo mientras señalaba con la cabeza el interior del granero, haciendo alusión al cadáver de Roderick.- En cuanto al tema de no querer enterrar el cuerpo, haréis lo que a mí me salga de los cojones...¿Nos entendemos mejor ahora?- Connor se inclinó hacia delante y los observó con ojos amenazadores, esperando una respuesta. Stefan y Gracie asintieron con la cabeza, y rodaron varias lágrimas en los ojos de ambos.

-De puta madre, Gracie y Stefan...- El motero se acomodó en su moto, preparándose para arrancar en breve. Llevaba la bolsa con el dinero robado colgando del hombro, y Connor se cruzó la correa en diagonal para tener la bolsa mejor afianzada. -Buscad el sitio que os dé más asco y arrojad allí su puñetero cadáver.- Les ordenó para después tirar el cigarrillo gastado al suelo.

-Eres... eres un monstruo...- Le dijo Gracie con furia en sus ojos y con las palabras impregnadas del mayor odio que se le puede transmitir a alguien. No quedaba rastro alguno del shock al que había estado sometida antes. Stefan puso una mano delante de ella, asustado por la reacción que podría tener el motero. Éste sin embargo la miró sin atisbo alguno de emoción, casi parecía que la atravesaba con la mirada y que observaba el porche de la casa tras ella. Finalmente desvió su mirada hacia el horizonte, y asintió con la cabeza con expresión pensativa.

-Sí, lo soy...- Contestó únicamente con voz neutra. Después volvió a posar la vista en ellos, con el ceño fruncido.- Recordad mantener la boca cerrada... no me hagáis volver, cojones.- Les dijo con un ligero tono de amenaza. Después, les quitó la mirada y arrancó su motocicleta. En otras circunstancias habría sonreído al escuchar su característico estruendo, pero las muertes de Rhona y Yasser pesaban demasiado. El motero se marchó de allí, dejando tras de sí una gran nube de polvo y tierra y sin mirar atrás. Dejando en aquel lugar a los atónitos y asustados granjeros.

Aquella mujer tenía razón: era un monstruo. Divagando en aquellos pensamientos se dio cuenta de que estaba más que dispuesto a asesinar de nuevo por el bien de la banda, si era necesario. Ya fueran rivales de los Wyverns, traidores o gente inocente. Eva le había pedido convertirse en un monstruo, y eso había hecho. Y no podía importarle lo más mínimo.

La figura del motero se perdió en el horizonte. Sin saber que dentro de un año un monstruo de verdad iría a visitarlo y le ofrecería acompañarlo a su ciudad de milagros y portentos. Sin saber que él, Connor Wright, diría que sí.
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