Torreón Sendar
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Torreón Sendar
19/09/12, 10:54 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Ya antes de la Batalla de Rocavarancolia éste era uno de los mayores torreones de la ciudad. Quedó destruido por un explosivo que le arrancó sus cuatro plantas superiores, dejando tan sólo dos, aunque más tarde se reformó convirtiéndose en un torreón de cuatro plantas. Su base es circular y está protegido por un foso frente a la puerta, mientras que en la parte trasera hay un risco de varios metros de profundidad.
Tiene un patio empedrado muy pequeño acoplado a la parte trasera, con sitio para que una o dos personas entrenen. Una estatua pegada al muro representa una figura envuelta en túnicas cuya nariz y barbilla sobresalen de entre los pliegues. Alguien le pintó un bigote ridículo y una perilla garabateada con carbocillo mezclado con grasa.
La planta baja es un salón circular dividido en una gran sala central con cocina y salón y tres dormitorios pequeños que la rodean. Las escaleras, que están tras una puerta, llevan al resto de plantas del torreón. En el sótano hay una armería con mazmorras, en la primera planta hay cinco habitaciones medianas y dos baños, y en la segunda hay tres dormitorios grandes. La última planta no contiene nada salvo unas escaleras que llevan a la azotea, delimitada por un muro simple de escasa altura.
Tiene un patio empedrado muy pequeño acoplado a la parte trasera, con sitio para que una o dos personas entrenen. Una estatua pegada al muro representa una figura envuelta en túnicas cuya nariz y barbilla sobresalen de entre los pliegues. Alguien le pintó un bigote ridículo y una perilla garabateada con carbocillo mezclado con grasa.
La planta baja es un salón circular dividido en una gran sala central con cocina y salón y tres dormitorios pequeños que la rodean. Las escaleras, que están tras una puerta, llevan al resto de plantas del torreón. En el sótano hay una armería con mazmorras, en la primera planta hay cinco habitaciones medianas y dos baños, y en la segunda hay tres dormitorios grandes. La última planta no contiene nada salvo unas escaleras que llevan a la azotea, delimitada por un muro simple de escasa altura.
- Recetario integral de Persilia Sukaldaria:
- RECETARIO INTEGRAL DE PERSILIA SUKALDARIA
Libro de unas 150 páginas encuadernado en cuero. El título está escrito con letras cursivas y enrevesadas y un poco de relieve que ocupan toda la cubierta, donde no hay ninguna ilustración. En la parte trasera hay una sinopsis escrita en un recuadro decorado.
Sinopsis
¿Aburrido de cocinar siempre lo mismo? Adéntrate en mi recetario integral, donde he volcado años de experimentación combinando las delicias de todos los mundos conocidos. Entrantes, picoteo, postres y todo tipo de platos tradicionales con una vuelta de tuerca… ¡las mezclas de sabores nunca vistas conquistarán tu paladar y el de tus comensales!
Más de 100 increíbles recetas.
¡Incluye un anexo de venenos que se camuflarán perfectamente en tus platos y un grimorio de cocina con los hechizos imprescindibles para cualquier chef!
Anexo
LOS VENENOS MÁS DISCRETOS
Tanto si quieres provocar una diarrea como si tienes más interés en matar a comensales indeseados (…) este anexo imprescindible en cualquier recetario que se precie (…).
(La página está rota y, el resto de este anexo, arrancado).
GRIMORIO DE COCINA DE PERSILIA SUKALDARIA
Todo cocinero debe dominar estos hechizos, a los que he hecho referencia a lo largo del recetario. Descubre conmigo cómo realizarlos si todavía no los conocías.- Leyenda de colores y niveles:
- Mago
Brujo alto
Brujo bajo
• ¿Tienes carnes difíciles de cortar y despiezar? Prueba con el hechizo de corte.- Instrucciones:
- Corte: invoca un diminuto filo invisible de ondas que hace un corte en la superficie señalada. Hay muchas variaciones de este hechizo que, a altos niveles, permiten hacer cortes enormes o en profundidad. Un brujo bajo suele ser capaz de hacer rasguños en carne desprotegida o tallar madera. Un brujo medio podría cortar madera, arañar metal o hacer cortes superficiales en carne desprotegida. Mientras que un cosechado nivel mago podría hacer arañazos más profundos en el metal o tajos sobre carne.
Como hechizo físico que es, sus efectos dependen de la dureza y resistencia del material objetivo.
Lanzamiento a ojo, los gestos de la mano delimitando la dirección de los cortes. Conjuración rápida.
• ¡Con el hechizo de homogeneización no vuelvas a dejarte los brazos batiendo!- Instrucciones:
- Hechizo de homogeneización (*): hechizo que acelera la homogeneización de un líquido, suele aparecer un pequeño torbellino. En su defecto, implica que el líquido dé vueltas.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.
• No encontrarás nada más rápido para encender el fuego que esto: hechizo de invocar llamas.- Instrucciones:
- Invocar llamas (**): Un brujo bajo puede hacer algunos chispazos y llamas de vela (*). Un brujo alto puede invocar llamas ligeramente más grandes que las de vela que, si es hábil o controla bien el hechizo, puede manejar con las manos sin que le quemen (**). Un mago puede encender hogueras pequeñas en poco tiempo e invocar fuegos de antorcha (***).
Importante: Estas llamas no pueden arrojarse como proyectiles ya que necesitan sustentarse o bien en la magia de quien las invoca o bien en un combustible (madera, grasa...) y si se alejan demasiado del invocador y carecen de combustible, se apagan. Sin embargo pueden usarse como arma de corta distancia.
Lanzamiento por voluntad. Conjuración rápida.
• También es importante conocer estas soluciones para medir la temperatura, la concentración de sal, la presión dentro de la olla, la densidad de un líquido o el tiempo hasta que esté listo tu plato:- Instrucciones:
- Hechizos medidores de magnitudes sencillas: forman una pequeña esfera fantasma que cambia de color según la intensidad de la magnitud a medir. Son diferentes variedades de un mismo hechizo que permiten medir la temperatura, la presión, la densidad de un material, el tiempo (para lo que hacen falta conocimientos adicionales y nivel de brujo alto para configurar el medidor), o la concentración de un determinado soluto (posible a niveles a partir de brujo alto).
Si una esfera no está configurada, ésta tenderá a habituarse a la cantidad de magnitud a la que esté expuesta y la establecerá como su nuevo punto de equilibrio, asociándola con el color intermedio.
Lanzamiento por voluntad. Conjuración rápida-media.
• La solución más rápida para calentar o enfriar tus platos rápidamente es, sin duda, el hechizo térmico.- Instrucciones:
- Térmico: aumenta o disminuye notablemente la temperatura de un objeto de tamaño pequeño (*). Con práctica pueden limitarse esos cambios a una dirección controlada por el mago (chorros de calor, [**]). Puede anclarse a una sala concreta, creando una cámara frigorífica (***): no obstante es necesario repetir varias veces el hechizo si se quiere usar una habitación como congelador ya que este hechizo supone solamente un descenso térmico. Van de fuera a dentro.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida-media.
• ¿Quieres catar la comida solo con el aroma? ¿Estás en otra habitación y necesitas saber que no se te esté pasando la comida? El hechizo de amplificación sensorial del olfato es un aliado imprescindible.- Instrucciones:
- Amplificación sensorial olfativa:(**) magnifica los impulsos que llegan al cerebro por parte de receptores nasales. Los nervios se vuelven hipersensibles a la transmisión de percepciones, pero ello no significa que éstas lleguen más rápido.
• O, si quieres disfrutar de la comida como nunca, prueba esta otra variante: el hechizo de amplificación sensorial del gusto.- Instrucciones:
- Amplificación sensorial gustativa:(**) magnifica los impulsos que llegan al cerebro por parte de receptores del gusto. Los nervios se vuelven hipersensibles a la transmisión de percepciones, pero ello no significa que éstas lleguen más rápido.
• ¿Te ha quedado muy aguada la comida? ¿Has echado demasiada agua a esa sopa? No te preocupes, ¡hay solución! ¡El hechizo de drenaje!- Instrucciones:
- Hechizo de drenaje: deseca superficies húmedas, evaporándolas o más comúnmente trasladando dicha humedad a otro recipiente deseado succionándola. Es un hechizo simple en su formulación pero con amplia variabilidad de potencia: puede secar desde un dedal de agua a un lago según la energía que aportes. (disponible a cosechados hasta el límite de sus fuerzas).
Lanzamiento por área. Conjuración rápida.
• ¿El aspecto de tu comida no es el que esperabas? ¿Quieres un resultado digno de reyes? Emplata como un profesional con el moldeado de materia orgánica.- Instrucciones:
- Moldear materia orgánica (**): el hechizo reblandece la materia al contacto con la piel del usuario, dejándola así por un tiempo. Sin embargo no altera su naturaleza, lo que moldees seguirá siendo lo que era aunque cambie de forma.
Lanzamiento por contacto, a ojo en el caso de hechiceros más experimentados. Conjuración rápida-media.
• Si el anterior era una maravilla infravalorada, este es una verdadera joya infravalorada. ¡Olvídate de desastres y queda bien siempre con tus invitados con el Nudo de Cerática!- Instrucciones:
- Nudo de Cerática (*): ¿harto de que se le desmoronen los sándwiches de más de dos pisos? ¿Cansado de que, al cortar una tarta, la mitad de la nata que la rellena se salga por los lados? ¡No se preocupe más! El Nudo de Cerática tiene la solución. Con este simple hechizo, podrá hacer una hamburguesa de diez pisos, luego cortarla en rodajas perfectas, ¡y hacerse un bocadillo de hamburguesa! El Nudo de Cerática lo mantiene todo en su sitio perfectamente. ¿Los sanjacobos le estallan llenándole el plato de queso? ¿Teme morder un taco por miedo a llenarse el regazo de salsa picante? ¡Se acabó, gracias al Nudo de Cerática! ¡No me puedo creer que no sea una variación del hechizo tapón!
El Nudo de Cerática se anula al cortar rodajas o mordiscos lo suficientemente finos, o con los ácidos gástricos. Cuesta más cuanto más endeble, complejo y líquido sea su sándwich.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.
• ¿A tu comida le falta esa chispa de color que hace que se coma con los ojos? ¿O quieres darle un toque exótico? Si no tienes colorantes alimentarios a mano, el hechizo de cambio de color será tu mejor aliado.- Instrucciones:
- Cambio de color: hechizo que sirve para colorear materia. No se limita a aplicar una capa de color externa o modificar el color de la superficie, sino que cambia el propio color que posee un material, dejando una pequeña huella mágica reconocible mediante hechizos específicos. Se puede graduar: aplicar colores diferentes (en todos los sentidos), hacerlo uniforme, solo en cierta parte del material, etc.
- Los brujos altos pueden cambiar el matiz del color original, manteniéndolo uniforme y sin controlar los matices y gradaciones que surjan de la mezcla entre el nuevo tono y el antiguo. Cuesta (***) para objetos pequeños y (****) para objetos medianos.
- Los cosechados nivel mago pueden modificar completamente el tono (aunque todavía quedará algún matiz del antiguo). Con esfuerzo puede aprender a aplicar leves matices y gradaciones no muy extremas. Necesitan (*****) para objetos grandes.
- A partir del nivel moderado bajo se pueden aplicar colores y gradaciones sin límite en cualquier objeto, costando más energía y concentración cuanto mayor sea el tamaño de la cosa en cuestión y cuandos más colores y matices quieran usarse.
Lanzamiento a ojo. Conjuración media a larga (dependiendo de las cláusulas que tenga). - Los brujos altos pueden cambiar el matiz del color original, manteniéndolo uniforme y sin controlar los matices y gradaciones que surjan de la mezcla entre el nuevo tono y el antiguo. Cuesta (***) para objetos pequeños y (****) para objetos medianos.
• ¿Le falta aroma a tu plato? ¿O tienes algún ingrediente que ocultar a tus comensales? Mejora o altera las propiedades organolépticas de la comida con el hechizo de olor falso.- Instrucciones:
- Hechizo de olor falso (*): El hechicero que lo realice puede hacer que aquello que toque desprenda un olor que tiene que ser muy familiar para aquel que realiza el hechizo. El coste aumenta a medida que aumenta el área afectada por el hechizo. El olor se va de golpe a los tres días. Más convincente será el engaño cuanto con más detalle lo recuerde el mago, aunque hay que tener en cuenta que el olor resultante puede verse afectado por la subjetividad del que realice el hechizo, al basarse en sus recuerdos al fin y al cabo.
Lanzamiento por anclaje. Conjuración media.
• ¿Harto de que se te derramen líquidos en la cocina? Hechiza tus recipientes con la maravilla infravalorada que es el hechizo tapón.- Instrucciones:
- Hechizo tapón (*): hechizo que impide que un líquido se derrame de su recipiente.
Lanzamiento por área, aplicado generalmente a la boca del recipiente. Conjuración muy rápida.
• ¿Tienes las manos de mantequilla? Literal, o figuradamente. ¡Endurece tus tarros de cristal con la protección contra ruptura!- Instrucciones:
- Protección contra ruptura (**): aplicado a objetos frágiles, evita que se rompan con tanta facilidad. A más resistencia que se quiera incrementar y mayor la superficie del objeto encantado, más energía requiere.
Lanzamiento por anclaje. Conjuración rápida-media.
• ¿Te has manchado cocinando? El hechizo de limpieza de ropas es la solución.- Instrucciones:
- Limpieza de ropas (**): elimina manchas, arrugas y limpia en general las prendas de ropa que desee el mago (es un agregado de varios hechizos unificados en uno solo).
Lanzamiento por anclaje. Conjuración muy rápida.
• O también, si sueles quemarte cocinando (a ti, o tus pertenencias), también tienes solución con el hechizo ignífugo.- Instrucciones:
- Hechizo ignífugo (**): encanta prendas de ropa, personas u objetos para que sean inmunes a fuego normal.
Lanzamiento por anclaje. Conjuración media.
- Grimorio para principiantes de Platero:
- Barrera de inercia:
- -Barrera de inercia: (***) de nombre engañoso (no es una barrera en absoluto) en el área delimitada impide que cualquier objeto o persona desprotegidos sean levantados del suelo, y que los atrae irremediablemente hacia el suelo si ya están en el aire. No obstante, también impide cualquier acción voluntaria que implique levantar ambos pies del suelo a la vez, como saltar o emprender el vuelo (se puede correr pero con más torpeza). Si se invoca mientras el objetivo está en el aire, al caer lo hará infaliblemente pies por delante.
Físico. Lanzamiento por área. No es inversible, lo que quiere decir que incluso el lanzador, si está en el área delimitada, se verá afectado. Conjuración media.
- Campo de fuerza:
- -Campo de fuerza (** el espacio para una persona, una campana grande ***, el espacio equivalente a una habitación ****): en forma de media esfera (con una especificación puede formar una esfera completa) bloquea proyectiles de tamaño considerable como si éstos hubieran chocado ante una barrera invisible, en un radio variable según la destreza del mago.
Físico. Inversible. Lanzamiento por área. Conjuración rápida-media.
- Curación nívea:
- -Curación nívea: (****) (utilizable cerca de la Luna Roja). Combate venenos que cursan con fiebre y repara quemaduras; actúa a modo de incentivo para que el organismo siga funcionando y reparándose a sí mismo. Evita que la sangre se coagule y que los órganos se colapsen, además de ejercer un efecto refrescante sobre el organismo en general. No obstante no puede mantener indefinidamente con vida a un moribundo: el organismo depende cada vez más de ese impulso artificial y usarlo en demasía puede provocar que si se le deja a solas empeore considerablemente.
Lanzamiento por área: se hace un barrido con la mano que abarca al área quemada o a la persona envenenada. Es necesario que se aplique sucesivas veces y con regularidad, del mismo modo que se debe renovar una cataplasma o emplasto.
Conjuración media-larga.
- Desvío:
- -Desvío (**, pero variable a más según la potencia de lo desviado): Interfiere en la trayectoria de un hechizo que ya haya sido lanzado. Requiere gestos intuitivos para desviar el encantamiento en una dirección u otra. Siempre requiere menos energía que bloquearlo o disolverlo, pero también reflejos. Si el hechizo es demasiado potente, probablemente no se podrá desviar lo suficiente o hacerlo requerirá demasiada energía. (El coste orientativo indicado arriba es el que ofrecerán unos hechizos ofensivos de potencia moderada en términos de cosechado: se han obviado los más débiles porque normalmente ésos no suelen constituir una verdadera amenaza, y los que les sean lanzados con verdaderas intenciones de daño les costarán más) Si se desvía a demasiada poca distancia el coste será prácticamente el mismo que el de bloquearlo: si se hace a distancia cercana pero prudencial (la típica en duelos de magia) una unidad menos, si se tiene cuidado de poner distancia de unos cuantos metros llegará a dos unidades menos.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.
- Hechizo de impacto:
- -Hechizo de impacto: potente golpe mágico que actúa como una bola de demolición (***). Puede gradarse hacia abajo para actuar a modo de empujón de moderado (*) a potente (**).
Lanzamiento por disparo de alcance largo. Conjuración media.
- Levitación:
- -Levitación: un hechizo exigente mentalmente, cansa más de lo acostumbrado. Cuando una persona levita lo más normal es caminar sobre el aire; uno puede dejarse arrastrar simplemente por el hechizo sin moverse, pero la sensación de indefensión es mayor.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.- Brujos bajos: objetos ligeros (por ejemplo una manzana)(*) con poca práctica, un baúl (**) con práctica.
- Brujos altos: Un baúl con poca práctica, una persona (***) con práctica.
- Magos: Una persona con algo de práctica, objetos muy pesados (****)con mucha práctica.
Si el objeto que levantado es un puñado de botones (los cuales entran en la categoría de objeto ligero) contarían como un solo asterisco. Lo que cuesta más es la concentración necesaria para mantener tantos objetos distintos en el aire a la vez. - Brujos bajos: objetos ligeros (por ejemplo una manzana)(*) con poca práctica, un baúl (**) con práctica.
- Parálisis:
- -Parálisis (***): envuelve al objetivo en un aura azulada al lanzarlo. Sus efectos duran cerca de una hora si se aplica a una única persona. Inmoviliza por completo, y su coste aumenta proporcionalmente a lo voluminoso del objetivo.
Lanzamiento por disparo de alcance corto, por contacto o por área a varios objetivos. Conjuración media.
- Traspaso de energía:
- -Traspaso de energía: no un hechizo en sí, aunque necesita de un chispazo de magia para arrancar. No obstante la energía puede tomarse de alguien no mágico (los efectos se detallan en el post de Sistema de magia). El proceso es perceptible para ambas partes y puede gradarse a voluntad: no obstante si el traspaso de energía es excesivo por parte de la parte emisora y ésta se desmaya o pierde el conocimiento, el enlace entre ambas personas se rompe y el traspaso se interrumpe. Es el mecanismo de funcionamiento de muchos amuletos.
Lanzamiento por contacto. Conjuración muy rápida.
Notas:
-Este grimorio también contiene varios de los hechizos que también venían en el libro de cocina (corte, térmico...).
-También pueden aprender de él cómo anclar hechizos.
-A lo largo de los meses se irán traduciendo más hechizos y añadiéndolos a esta lista.
- Ver mensajes archivados:
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Sendar
11/07/24, 01:00 pm
Tres semanas después:
Si se viera reflejado en un espejo, nuestro pequeño no reconocería al chiquillo asustado que llegó hace tiempo con su monito de reno. Seguía aterrado, no me malinterpretéis, pero aquel pavor era producto de un origen nuevo y tan retorcido como los pesadillas que le acosaban últimamente. Era demasiado niño para entenderlo, pero es que existía un alivio perezoso cuando no se es capaz de afrontar algo. Si llegaba su fin... podría encogerse de hombros como lo haría un crío de diez años cuando su madre le castiga por algo que no es justo. Porque simplemente... ¿Qué podía hacer él?
Solo que ya no tenía diez años, sino once. Y cortarle el cuello a una criatura enorme entraba dentro de lo que consideraba echarle huevos a la ciudad, como diría Connor.
De modo que allí estaba, sin espejos, pero contemplándose ante las ondas de la bañera que solía usurpar Airi. Se abrazó así mismo, sintiendo el agua gélida despertar su embotamiento. Se negaba a usar cualquier conjuro en un día tan importante como ese, le necesitaban, y podía soportar prescindir del hechizo térmico a esas alturas. Sus hermanas aseguraban que los polacos aguantaban el frío de verdad, pero a lo mejor esa era una de las muchas mentiras que su familia le decía para hacerle creer que el mundo era un lugar bonito.
El churumbel que le devolvía la mirada ahora cargaba con menos ingenuidad. Seguía portando sus ojillos color miel, pero a éstos les acompañaban dos cercos negros de cansancio y preocupación que no le correspondían. Se vía una poquita más mayor, y una poquita más infeliz. Pero estaba más preparado gracias a los entrenamientos y eso hizo que pincelara una sonrisa a medias. Su cuerpo no se definía tan rápido como el de Damian, pero desde luego la situación, la hambruna de los tiempos previos a la despedida de Aria, o el propio estrés, se llevaron parte de su redondez y sobre todo el despunte de sus mejillas.
Tardó poco en vestirse y quedar cerca del puente del Torreón Sendar. No le había gustado lo que había visto en la primera planta. No quería crecer ni dejar de hacer figuritas como Ethan, ni estar tan solo como a veces parecía que lo estaba Rick. Pero para eso tenía que hacer desaparecer el peligro que los acechaba, solo así retornarían a las risas, e incluso puede que se encontrara de nuevo con Ania en la inmensidad del Palacete.
—Vamos a sabotear "la guisa" tralará... vamos a sabotear "la guisa" tralará... —canturreó en voz baja—. Vamos a sabo...tear... la guisaaaaa —sabotear era su nueva palabra favorita. La había aprendido allí, en una de tantas conversaciones de adultos a los que ponía la oreja. Era un concepto chulo del que había entendido un poco lo que le convenía. Y es que no estaba mal fastidiar a los demás si los demás habían intentando mandarte a la casa de campo de tu abuela. O al menos esa fue la conclusión que sacó.
Esperó al resto taconeando el suelo impaciente y preguntándose a quién vería reunirse esa mañana. Sí, las cosas estaban mal, incluso dentro de los muros que los protegían. Algunos de sus amigos se mostraban distantes, Nohlem y Räg ni se miraban a la cara. Y por su parte la Navidad había pasado sin pena ni gloria por su vida al igual que su cumpleaños. Pero es que en esos momentos respirar o toser más fuerte de la cuenta se sentía incorrecto. Los nervios se apoderaban del ánimo, y el propio Aniol sentía cómo su estómago se descomponía por la ansiedad de sufrir un nuevo ataque.
Pero no todo podía ser malo. Su autoestima, si es que no estaba en buen lugar ya, se había incrementado a pasos agigantados. La magia se doblegaba a sus caprichos en un gesto veloz de dedos. Y hasta el elfito y el motero acudieron en su búsqueda para aprender con detalle los recursos de aquel grimorio con el que se toparon en el faro. Además, logró hacer las paces con Damian. En ocasiones continuaban sus trastadas pero a menor escala, ninguno deseaba convertirse en una sandía reventada a diez metros del torreón en mitad de la noche.
Era valioso. Sentía que le querían, y era mutuo. No solo por aprender a coser con ellos ni pasar todo el día pegado a sus espaldas como una lapa. También porque a veces el recuerdo de su hogar en Cracovia se nublaba, difuso, y en su lugar se instalaba el pensamiento constante de que nunca conseguiría regresar a casa.
—¿Os queda muchooooooo? —la mano de Aniol fue directa a su bolsillo, comprobando que la grulla de papel seguía allí. Puede que Ethan ya no creyera en ellas, pero él estaba seguro de que Anastasia aportaba suerte. E iban a necesitarla.
Si se viera reflejado en un espejo, nuestro pequeño no reconocería al chiquillo asustado que llegó hace tiempo con su monito de reno. Seguía aterrado, no me malinterpretéis, pero aquel pavor era producto de un origen nuevo y tan retorcido como los pesadillas que le acosaban últimamente. Era demasiado niño para entenderlo, pero es que existía un alivio perezoso cuando no se es capaz de afrontar algo. Si llegaba su fin... podría encogerse de hombros como lo haría un crío de diez años cuando su madre le castiga por algo que no es justo. Porque simplemente... ¿Qué podía hacer él?
Solo que ya no tenía diez años, sino once. Y cortarle el cuello a una criatura enorme entraba dentro de lo que consideraba echarle huevos a la ciudad, como diría Connor.
De modo que allí estaba, sin espejos, pero contemplándose ante las ondas de la bañera que solía usurpar Airi. Se abrazó así mismo, sintiendo el agua gélida despertar su embotamiento. Se negaba a usar cualquier conjuro en un día tan importante como ese, le necesitaban, y podía soportar prescindir del hechizo térmico a esas alturas. Sus hermanas aseguraban que los polacos aguantaban el frío de verdad, pero a lo mejor esa era una de las muchas mentiras que su familia le decía para hacerle creer que el mundo era un lugar bonito.
El churumbel que le devolvía la mirada ahora cargaba con menos ingenuidad. Seguía portando sus ojillos color miel, pero a éstos les acompañaban dos cercos negros de cansancio y preocupación que no le correspondían. Se vía una poquita más mayor, y una poquita más infeliz. Pero estaba más preparado gracias a los entrenamientos y eso hizo que pincelara una sonrisa a medias. Su cuerpo no se definía tan rápido como el de Damian, pero desde luego la situación, la hambruna de los tiempos previos a la despedida de Aria, o el propio estrés, se llevaron parte de su redondez y sobre todo el despunte de sus mejillas.
Tardó poco en vestirse y quedar cerca del puente del Torreón Sendar. No le había gustado lo que había visto en la primera planta. No quería crecer ni dejar de hacer figuritas como Ethan, ni estar tan solo como a veces parecía que lo estaba Rick. Pero para eso tenía que hacer desaparecer el peligro que los acechaba, solo así retornarían a las risas, e incluso puede que se encontrara de nuevo con Ania en la inmensidad del Palacete.
—Vamos a sabotear "la guisa" tralará... vamos a sabotear "la guisa" tralará... —canturreó en voz baja—. Vamos a sabo...tear... la guisaaaaa —sabotear era su nueva palabra favorita. La había aprendido allí, en una de tantas conversaciones de adultos a los que ponía la oreja. Era un concepto chulo del que había entendido un poco lo que le convenía. Y es que no estaba mal fastidiar a los demás si los demás habían intentando mandarte a la casa de campo de tu abuela. O al menos esa fue la conclusión que sacó.
Esperó al resto taconeando el suelo impaciente y preguntándose a quién vería reunirse esa mañana. Sí, las cosas estaban mal, incluso dentro de los muros que los protegían. Algunos de sus amigos se mostraban distantes, Nohlem y Räg ni se miraban a la cara. Y por su parte la Navidad había pasado sin pena ni gloria por su vida al igual que su cumpleaños. Pero es que en esos momentos respirar o toser más fuerte de la cuenta se sentía incorrecto. Los nervios se apoderaban del ánimo, y el propio Aniol sentía cómo su estómago se descomponía por la ansiedad de sufrir un nuevo ataque.
Pero no todo podía ser malo. Su autoestima, si es que no estaba en buen lugar ya, se había incrementado a pasos agigantados. La magia se doblegaba a sus caprichos en un gesto veloz de dedos. Y hasta el elfito y el motero acudieron en su búsqueda para aprender con detalle los recursos de aquel grimorio con el que se toparon en el faro. Además, logró hacer las paces con Damian. En ocasiones continuaban sus trastadas pero a menor escala, ninguno deseaba convertirse en una sandía reventada a diez metros del torreón en mitad de la noche.
Era valioso. Sentía que le querían, y era mutuo. No solo por aprender a coser con ellos ni pasar todo el día pegado a sus espaldas como una lapa. También porque a veces el recuerdo de su hogar en Cracovia se nublaba, difuso, y en su lugar se instalaba el pensamiento constante de que nunca conseguiría regresar a casa.
—¿Os queda muchooooooo? —la mano de Aniol fue directa a su bolsillo, comprobando que la grulla de papel seguía allí. Puede que Ethan ya no creyera en ellas, pero él estaba seguro de que Anastasia aportaba suerte. E iban a necesitarla.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Re: Torreón Sendar
12/07/24, 04:13 pm
El tiempo le era efímero para el italiano, llevado por las ruedas de la infancia. Quizás todo volvería a ser como antes, pasarlo bomba como en aquel enorme castillo, jugar todos los días, comer con todos sus amigos. Había un peldaño molesto, en su contra. ¿Por qué había gente tan mala? Era lo único que le quitaba el sueño a veces por la noche: cabellos de color verde, una sombra burlona contemplando su sufrimiento, a veces hasta le acosaba un monstruoso pájaro que ya partió a otro mundo. Estaba seguro, en su casa y en sus murallas. Nadie entraría en su casa, ¿no?
No le gustaba tener esas molestias en su vida. ¿Y si desaparecían y ya?
¿Y si debían hacerlos desaparecer?
La mirada de Damian en concretas noches noches, hacia el techo, no reflejaba odio, ni siquiera ira. Eran ideas simples, como dar un pisotón a un bicho que se te ha subido por la pierna. El entorno, por supuesto, ayudaba a que él se sintiese así. En poco tiempo ya le rodeó muerte, tanto de gente que conocía como de cosas que repudiaba. ¿Se sentía mal? Quizás, como intentar arrancar un motor a medio montar. Lo sentía a medias, felicidad, tristeza. Era raro y no le gustaba tampoco, una sensación de alivio por sus enemigos muertos, pero otros se iban para siempre y no quería que se fuesen.
Por ello se dispuso a entrenar con Connor, Nohlem y Ethan, quería quitarse a los tíos malos de encima para que todos ellos tuviesen un respiro de tranquilidad y así de simple lo consideró. Menos malos, más felices. Damian estaba aún fresco, el puñal de su mano aun no ha segado a nadie pero el italiano quería usarlo en ellos de una forma ciega, un enfado que lo corroía cuando recordaba su brazo roto, esa caída tan puto horrible que tuvieron que soportar todos porque solo querían ayudar a la pelimoco.
Había cosas que, aun con ese subidón de intenciones, lo hacían sentirse pequeño ante el resto. Entrenó con el arco, bajo la tutela de Nohlem. Aunque mejoraba muy poco a poco, fallar tanto le hacía pesar por dentro mucho. Así como ver a su mejor amigo mejorar con algo tan fuera de su alcance como era esa magia tan increíble, que incluso Connor tenía. El pelirrosa también le dejó claro en muchos de sus enfrentamientos cuan grande era la diferencia de fuerza, por mucho que se lo tomara en serio ante esos fuertes agarres.
Aun con todo en su contra, quería ir adelante por cabezonería. Haría aunque sea el daño justo a todos ellos como para devolverles lo del brazo.
No obstante era cierto que Damian, fuera de todo lo del grupo de malos, estaba la mar de majo e hiperactivo con el resto cuando hablaban de tranqui. Era un curioso reflejo de su inocencia, dejado llevar por las alegrías del momento al dejar esa pelotita amarga en una esquina apartada de su cabeza para que no molestase. Jugaba a menudo con Aniol, hablaba con los mayores y atendía a las clases de Rag con frecuencia. Le rallaba un poco esa distancia que Nohlem tenía con su amigo lagarto, esperando que no durara demasiado y ya fuesen felices de nuevo. Algunas noches dormía a pata suelta, desconcentrarse de esos tipos le ayudaba a tener júbilo.
Aquella mañana meneaba la cabeza al ritmo de la canción que canturreaba el polaco, con una sonrisa de oreja a oreja. Su cabellera ondulaba en el aire de tanto mover su cabeza, era cierto que le creció un poco más, acariciando los hombros del chiquillo. Otro cambio curioso fue su cuerpo, más repuesto y menos esquelético por la dieta que estuvo siguiendo desde que llegó a Rocalandia.
No podía estar más contento, iban a putear a esos cabrones yendo a por las cestas y, como Aniol estuvo cantando, sabotearlas. No hacía falta magia ni fuerza para hacer eso, podían ser más listos que los tontos de turno y poco a poco les irían metiendo una patada en el culo.
—¡Veeeenga vaaaamos! ¡Que se nos hace tardeeee! —aplaudió al aire, impaciente y siguiendo a Aniol. Tenía ganas de salir a esa misión secreta de sabotaje chungo junto a Rambo II, superviviente de 40 guerras (juegos de Damian).
No le gustaba tener esas molestias en su vida. ¿Y si desaparecían y ya?
¿Y si debían hacerlos desaparecer?
La mirada de Damian en concretas noches noches, hacia el techo, no reflejaba odio, ni siquiera ira. Eran ideas simples, como dar un pisotón a un bicho que se te ha subido por la pierna. El entorno, por supuesto, ayudaba a que él se sintiese así. En poco tiempo ya le rodeó muerte, tanto de gente que conocía como de cosas que repudiaba. ¿Se sentía mal? Quizás, como intentar arrancar un motor a medio montar. Lo sentía a medias, felicidad, tristeza. Era raro y no le gustaba tampoco, una sensación de alivio por sus enemigos muertos, pero otros se iban para siempre y no quería que se fuesen.
Por ello se dispuso a entrenar con Connor, Nohlem y Ethan, quería quitarse a los tíos malos de encima para que todos ellos tuviesen un respiro de tranquilidad y así de simple lo consideró. Menos malos, más felices. Damian estaba aún fresco, el puñal de su mano aun no ha segado a nadie pero el italiano quería usarlo en ellos de una forma ciega, un enfado que lo corroía cuando recordaba su brazo roto, esa caída tan puto horrible que tuvieron que soportar todos porque solo querían ayudar a la pelimoco.
Había cosas que, aun con ese subidón de intenciones, lo hacían sentirse pequeño ante el resto. Entrenó con el arco, bajo la tutela de Nohlem. Aunque mejoraba muy poco a poco, fallar tanto le hacía pesar por dentro mucho. Así como ver a su mejor amigo mejorar con algo tan fuera de su alcance como era esa magia tan increíble, que incluso Connor tenía. El pelirrosa también le dejó claro en muchos de sus enfrentamientos cuan grande era la diferencia de fuerza, por mucho que se lo tomara en serio ante esos fuertes agarres.
Aun con todo en su contra, quería ir adelante por cabezonería. Haría aunque sea el daño justo a todos ellos como para devolverles lo del brazo.
No obstante era cierto que Damian, fuera de todo lo del grupo de malos, estaba la mar de majo e hiperactivo con el resto cuando hablaban de tranqui. Era un curioso reflejo de su inocencia, dejado llevar por las alegrías del momento al dejar esa pelotita amarga en una esquina apartada de su cabeza para que no molestase. Jugaba a menudo con Aniol, hablaba con los mayores y atendía a las clases de Rag con frecuencia. Le rallaba un poco esa distancia que Nohlem tenía con su amigo lagarto, esperando que no durara demasiado y ya fuesen felices de nuevo. Algunas noches dormía a pata suelta, desconcentrarse de esos tipos le ayudaba a tener júbilo.
Aquella mañana meneaba la cabeza al ritmo de la canción que canturreaba el polaco, con una sonrisa de oreja a oreja. Su cabellera ondulaba en el aire de tanto mover su cabeza, era cierto que le creció un poco más, acariciando los hombros del chiquillo. Otro cambio curioso fue su cuerpo, más repuesto y menos esquelético por la dieta que estuvo siguiendo desde que llegó a Rocalandia.
No podía estar más contento, iban a putear a esos cabrones yendo a por las cestas y, como Aniol estuvo cantando, sabotearlas. No hacía falta magia ni fuerza para hacer eso, podían ser más listos que los tontos de turno y poco a poco les irían metiendo una patada en el culo.
—¡Veeeenga vaaaamos! ¡Que se nos hace tardeeee! —aplaudió al aire, impaciente y siguiendo a Aniol. Tenía ganas de salir a esa misión secreta de sabotaje chungo junto a Rambo II, superviviente de 40 guerras (juegos de Damian).
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Torreón Sendar
13/07/24, 10:41 pm
El tiempo pasa diferente cuando no sabes si te vas a morir el día de mañana. Nuevos y conocidos problemas convertían los minutos de un día en siglos y las horas nocturnas en minutos. Cuando despertaba en mitad de la noche por el más leve sonido de sus compañeros en sus respectivas camas, incluso si algunas veces las compartían, el varmano quedaba a merced de la horrible voz de sus pensamientos hasta la llegada del patético sol. Males de ojo, grupos de caza, peleas y la amenaza de la soledad que él mismo se habría labrado por choques culturales fueron su día a día en una primera semana donde todavía había margen a caer más bajo. Y eso era lo peor. Que por mucho que lo empujasen, no había fondo. Nohlem sentía estar en un punto tan oscuro y profundo que no había arriba ni abajo, ni caída ni escalada. Flotaba, ingrávido, desprovisto de equilibrio o dirección, conforme con la presencia de un amigo u otro que le acompañase. Lanzó una bengala de auxilio al proponer buscar el refugio de sus cazadores, por saber de dónde vendría el lobo, y mientras la luz artificial iba muriendo en la distancia sin fruto alguno, con el tiempo y la insistencia una pequeña estrella le devolvió el destello: seguían sin saber donde vivían exactamente, pero ver a esos cabrones ir a por comida y desaparecer en marcadas direcciones ponía margen a su territorio. Desde ese momento la estrella de llamémoslo esperanza se hizo más brillante, guiándole como faro hacia un sentido estable. Que fuera subida o descenso solo los Santos dirían.
Se unió a los entrenamientos por el deseo de vivir y la necesidad de defenderse como ciervos con astas nuevas, fuera con magia o la madera de las armas de práctica, como maestro y aprendiz. Con ellos quemó el tiempo rancio, comenzó a lamentarse por cosas más tontas como el dolor de espalda o un mal golpe en el costado de los brutos de sus amigos, y a reírse por un corte mal hecho o una flecha bien tirada. En la fantasía de darle la vuelta al tablero y los planes que podrían hacer de llegar al refugio enemigo, Nohlem encontró su placebo. Con este entretuvo su mente atormentada por el miedo desde la seguridad de su imaginación, aunque no solo de imaginación iba la cosa; tras sobrevivir ileso a una caída con explosiones, a un jaboso bastante más grande que él y a convivir con un augurio por el que se creía condenados, sus límites se estaban volviendo peligrosamente autolesivos. El altruismo con el que había estado dispuesto a sacrificarse por Connor o incluso la decisión con la que había lanzado aquella flecha a Sutileza meses atrás embotaba su ego. Así pues, el chico al que le aterraba hacerse daño empezó a aceptar poco a poco que en cualquier momento podía morirse, y si eso pasaba al menos sería valiente en el proceso.
Y ya de paso, disfrutaría de los días que le quedasen con vida.
Desde que tenían objetivos y resultados por los que sentir que hacían algo Nohlem estaba más ilusionado: había recuperado peso y sus brazos no daban lástima, la barba que se había dejado tan larga como su desgana desapareció (al menos por un puñado de días) gracias a la siempre bienvenida ayuda de Connor, había mejorado en su asignatura pendiente -la magia- gracias a Aniol, dormía bien y dejaba de pensar gracias a la cálida compañía de Ethan cada noche y el tiempo volaba como las flechas que lanzaba con Damian y Airi. No era solo imaginación, era una realidad que podían poner en marcha, y es que sabotear las cestas del enemigo era una respuesta kármica al mal constante por el que habían pasado ellos. Todavía era pronto para un enfrentamiento cara a cara, los malparidos de sus agresores les sacaban demasiada ventaja y aún no sabían donde encontrarlos, pero no podían quedarse de brazos cruzados y esperar a un tercer ataque cuando ya habían estado tan cerca de matarlos. Otra vez. Con tanto desnivel lo más inteligente no era solo mejorar, sino procupar no ser los más débiles.
Su opinión del augurio- no, de Räg, mejoró considerablemente al ver que este se unía a la causa, y en los últimos días había sido capaz de hablarle con relativa normalidad como gesto de buena fe. El mjörní le seguía dando miedo, pero ya no frotaba inconscientemente su piel allí donde la sangre le había manchado ni evitaba su mirada, aunque tratar el tema con nadie aún le trababa la lengua, incluso si su maldi…-condición poquísimo a poco levantase su curiosidad. Con las semanas había ido rebajando del shock inicial (hay un límite de como de asustado puede vivir uno) pero ese había sido el empujón que le faltaba para volver a aceptarlo. Mejor tener a Räg con ellos y no en su contra, algo que para su desagrado no podía decir de todo el mundo.
Todavía le consumía la bilis si lo pensaba. Rick había resultado ser un abrasivo desgaste a la fina educación que le quedaba.
—Despierta —le había dicho a Ethan esa mañana, dándole un discretísimo beso en la barbilla antes de levantarse de la cama imposiblemente temprano. Por supuesto no le hacía falta decir lo mismo al pobre insomne de Connor.
No tardó en estar listo para la salida. Su reloj biológico se había ido volviendo diligente con la motivación, incluso si subiendo las escaleras de la armería con su fiel arco al hombro y el alfanje más pequeño del torreón se le escapase un largo y sonoro bostezo.
—¿Habéis comido algo antes? —tras pillar una naranja como segundo desayuno y usar el arma para cortar un cacho de piel por la que empezar a pelar, Nohlem abandonó la espada en la mesa y se acercó a ellos masticando un gajo. Definitivamente una semana y media con espadas de madera no le tenían listo para semejante cacharro—. Estáis a tiempo de coger algo más.
Le ofreció un poco a los críos antes de ponerse en marcha.
>>Sí coméis muchas de estas se os pone el pelo como yo.
Se unió a los entrenamientos por el deseo de vivir y la necesidad de defenderse como ciervos con astas nuevas, fuera con magia o la madera de las armas de práctica, como maestro y aprendiz. Con ellos quemó el tiempo rancio, comenzó a lamentarse por cosas más tontas como el dolor de espalda o un mal golpe en el costado de los brutos de sus amigos, y a reírse por un corte mal hecho o una flecha bien tirada. En la fantasía de darle la vuelta al tablero y los planes que podrían hacer de llegar al refugio enemigo, Nohlem encontró su placebo. Con este entretuvo su mente atormentada por el miedo desde la seguridad de su imaginación, aunque no solo de imaginación iba la cosa; tras sobrevivir ileso a una caída con explosiones, a un jaboso bastante más grande que él y a convivir con un augurio por el que se creía condenados, sus límites se estaban volviendo peligrosamente autolesivos. El altruismo con el que había estado dispuesto a sacrificarse por Connor o incluso la decisión con la que había lanzado aquella flecha a Sutileza meses atrás embotaba su ego. Así pues, el chico al que le aterraba hacerse daño empezó a aceptar poco a poco que en cualquier momento podía morirse, y si eso pasaba al menos sería valiente en el proceso.
Y ya de paso, disfrutaría de los días que le quedasen con vida.
Desde que tenían objetivos y resultados por los que sentir que hacían algo Nohlem estaba más ilusionado: había recuperado peso y sus brazos no daban lástima, la barba que se había dejado tan larga como su desgana desapareció (al menos por un puñado de días) gracias a la siempre bienvenida ayuda de Connor, había mejorado en su asignatura pendiente -la magia- gracias a Aniol, dormía bien y dejaba de pensar gracias a la cálida compañía de Ethan cada noche y el tiempo volaba como las flechas que lanzaba con Damian y Airi. No era solo imaginación, era una realidad que podían poner en marcha, y es que sabotear las cestas del enemigo era una respuesta kármica al mal constante por el que habían pasado ellos. Todavía era pronto para un enfrentamiento cara a cara, los malparidos de sus agresores les sacaban demasiada ventaja y aún no sabían donde encontrarlos, pero no podían quedarse de brazos cruzados y esperar a un tercer ataque cuando ya habían estado tan cerca de matarlos. Otra vez. Con tanto desnivel lo más inteligente no era solo mejorar, sino procupar no ser los más débiles.
Su opinión del augurio- no, de Räg, mejoró considerablemente al ver que este se unía a la causa, y en los últimos días había sido capaz de hablarle con relativa normalidad como gesto de buena fe. El mjörní le seguía dando miedo, pero ya no frotaba inconscientemente su piel allí donde la sangre le había manchado ni evitaba su mirada, aunque tratar el tema con nadie aún le trababa la lengua, incluso si su maldi…-condición poquísimo a poco levantase su curiosidad. Con las semanas había ido rebajando del shock inicial (hay un límite de como de asustado puede vivir uno) pero ese había sido el empujón que le faltaba para volver a aceptarlo. Mejor tener a Räg con ellos y no en su contra, algo que para su desagrado no podía decir de todo el mundo.
Todavía le consumía la bilis si lo pensaba. Rick había resultado ser un abrasivo desgaste a la fina educación que le quedaba.
—Despierta —le había dicho a Ethan esa mañana, dándole un discretísimo beso en la barbilla antes de levantarse de la cama imposiblemente temprano. Por supuesto no le hacía falta decir lo mismo al pobre insomne de Connor.
No tardó en estar listo para la salida. Su reloj biológico se había ido volviendo diligente con la motivación, incluso si subiendo las escaleras de la armería con su fiel arco al hombro y el alfanje más pequeño del torreón se le escapase un largo y sonoro bostezo.
—¿Habéis comido algo antes? —tras pillar una naranja como segundo desayuno y usar el arma para cortar un cacho de piel por la que empezar a pelar, Nohlem abandonó la espada en la mesa y se acercó a ellos masticando un gajo. Definitivamente una semana y media con espadas de madera no le tenían listo para semejante cacharro—. Estáis a tiempo de coger algo más.
Le ofreció un poco a los críos antes de ponerse en marcha.
>>Sí coméis muchas de estas se os pone el pelo como yo.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Torreón Sendar
14/07/24, 12:43 am
Para Jasper, su hermano pequeño siempre había sido mar. Uno en calma y sosiego, de los que se pierden en su propio balanceo y permite a aquellos que se adentran en su costa despejarse en unas olas tranquilas. Ethan no lo creía pero en parte actuaba como tal, meciendo las embarcaciones de los demás mientras se hundía en lo más profundo de su propio océano. No sabía salir a flote, solo que ahora, le estaba cogiendo gusto a caminar sobre el fondo del mar. ¿Qué podía perder un náufrago cuando ya estaba ahogado?
Nada.
Aún tenía el ancla clavada en la arena, el peso tirante de una responsabilidad continua y la pesadilla de quien siendo bueno le tocaba ser malo. Al menos tenía motivos para ello ahora que el futuro era tan lejano que solo el presente más inminente importaba. Encontró una utilidad en los collares, un divertimento en los entrenamientos y un cariño en sus amigos. Nohlem le regalaba calor, Connor seguridad, Airi entendimiento, Rag empatia, Rick cordialidad y los niños el ánimo como para querer seguir entrenando, así que como piedra que no se da cuenta de su constante desgaste hizo de sus prácticas una obligación y de sus descansos una alternativa olvidable.
Estaba cansado, como tantas otras mañanas en las que abusaba del ciclo infinito del amuleto curativo. Su cuerpo estaba sano, pero la fatiga mágica golpeaba una mente agotada por el continuo trabajar. Despegarse de las sábanas había sido como tratar de escapar de un horrendo abrazo y hasta el pequeño regalo de Nohlem se quedó en una ensoñación a medio camino de ser o no real. Su motivación al margen de lo que pudiera parecer no era la venganza, si no la esperanza de darse cuenta de que sus enemigos no eran menos humanos que ellos y que por tanto, podrían sangrar igual.
Claro que le disgustaba la idea de tener que hacer daño a otra persona, casi tanto como el haber presenciado de primeras como se le hinchaba el cuello a su compañera. Claro que a veces se preguntaba si habría niños sin desayuno en el otro torreón, pero entonces recordaba el brazo imposible de Damian tras la caída y esos matices negros se volvían tan grises como lo era esa ciudad. No era tan sencillo como acusar a unos u otros de estar haciendo o no lo correcto como consideraban algunos adalides de la justicia, era mucho más complicado, mucho más real. En una guerra nunca habría vencedores y desde luego, aunque pudieran regresar a sus hogares no habría triunfo alguno que celebrar.
A los hechos podía remitirse, no los conocían cuando trataron de matarlos envenenados y aún así no les tembló el pulso para hacerlo. Sí les pusieron cara cuando les tendieron una trampa a sabiendas de que serían tan estúpidos como para ayudar. Vieron su buena fe, vieron a los pequeños que les acompañaban y lejos de achantarse se aprovecharon de ello. Claro que Ethan sentía repulsión ante la idea de matar a alguien, pero si tenía que elegir quién caería antes nunca se sentaría a esperar a que señalasen de nuevo a los de su grupo. No servía la defensa cuando esta se convertía en una supervivencia fallida, ahora tocaba atacar antes de que uno más de ellos tuviera que ser enterrado entre polvo y ruinas.
La idea de investigarlos le pareció estupenda por lo que no tardó en proponer devolverles su propia moneda acaparando los únicos recursos que podían, la comida. Obtener las bañeras fue como una dulce victoría, un mensaje que indicaba que no solo estaban vivos si no que ahora no iban a seguir huyendo como ciervos asustados, si querían cazar sería mutuo y si debía mancharse las manos para que otros no tuvieran que hacerlo, así sería. Solo debían de acordonar la zona, encontrar donde se escondían y así, al menos, equiparar parte de la desventajosa situación actual. Ethan no perdonaba y sin saber sus rostros si recordaba su voz, que ganas tenía de cerrar la boca a ese tremendo hijo de puta.
Ahora la luz del alba les daba la bienvenida mientras los planes seguían en marcha. El sol se sentía más brillante que nunca y ahí, en el patio, estaba descansando apoyado sobre el muro de piedra. Apenas quedaban ya figuritas sobre el pozo, un duelo que tras el primer arrepentimiento ahora le causaba cierta paz, como quien se libraba de una deuda que llevaba mucho tiempo tratando de saldar. No podría salvar a nadie creando ninguna de ellas pero sí podría tratar de hacerlo con su lanza y su daga. Una adornando su espalda y la otra escondida en la baja espalda, afianzada al cinturón que portaba. El murmullo del interior le hizo perder el hilo de pensamientos por lo que, tras atarse con más firmeza una coleta alta (que esta vez sí recogía bien todo su pelo) se encaminó al encuentro de su grupo.
-¿Ya estamos todos? -Preguntó distraído tentado por el ofrecimiento de Nohlem. Ahora que podían comer le resultaba absurdo simplemente no hacerlo. -La verdad, siento que ser pelirrojo me quedaría horrible pero si que quiero una naranja.
En su pecho adornaba el brillo jade del colgante mágico, ahora guardado sobre su camiseta para no perder por error ninguna carga en caso de emergencias. El adorno ámbar al contrario se mantenía guardado en su bolsillo con bastante menos capricho pues a diferencia del que portaba ese si lo cedía con mucha más sencillez. No era raro el caso en el que Connor lo llevase puesto para tener mejor cubierto a la caballería pero mientras esperaban le gustaba tenerlos en su posición, como una urraca oscura que solo quiere algo brillante en su vida, o en este caso, un no mágico tratando de conservar los únicos encantamientos que si podía activar.
-Deberíamos igualmente irnos pronto o van a volver a tomar los alimentos volando, que al menos si llegamos tarde podamos saber a dónde se va con ellos.
Nada.
Aún tenía el ancla clavada en la arena, el peso tirante de una responsabilidad continua y la pesadilla de quien siendo bueno le tocaba ser malo. Al menos tenía motivos para ello ahora que el futuro era tan lejano que solo el presente más inminente importaba. Encontró una utilidad en los collares, un divertimento en los entrenamientos y un cariño en sus amigos. Nohlem le regalaba calor, Connor seguridad, Airi entendimiento, Rag empatia, Rick cordialidad y los niños el ánimo como para querer seguir entrenando, así que como piedra que no se da cuenta de su constante desgaste hizo de sus prácticas una obligación y de sus descansos una alternativa olvidable.
Estaba cansado, como tantas otras mañanas en las que abusaba del ciclo infinito del amuleto curativo. Su cuerpo estaba sano, pero la fatiga mágica golpeaba una mente agotada por el continuo trabajar. Despegarse de las sábanas había sido como tratar de escapar de un horrendo abrazo y hasta el pequeño regalo de Nohlem se quedó en una ensoñación a medio camino de ser o no real. Su motivación al margen de lo que pudiera parecer no era la venganza, si no la esperanza de darse cuenta de que sus enemigos no eran menos humanos que ellos y que por tanto, podrían sangrar igual.
Claro que le disgustaba la idea de tener que hacer daño a otra persona, casi tanto como el haber presenciado de primeras como se le hinchaba el cuello a su compañera. Claro que a veces se preguntaba si habría niños sin desayuno en el otro torreón, pero entonces recordaba el brazo imposible de Damian tras la caída y esos matices negros se volvían tan grises como lo era esa ciudad. No era tan sencillo como acusar a unos u otros de estar haciendo o no lo correcto como consideraban algunos adalides de la justicia, era mucho más complicado, mucho más real. En una guerra nunca habría vencedores y desde luego, aunque pudieran regresar a sus hogares no habría triunfo alguno que celebrar.
A los hechos podía remitirse, no los conocían cuando trataron de matarlos envenenados y aún así no les tembló el pulso para hacerlo. Sí les pusieron cara cuando les tendieron una trampa a sabiendas de que serían tan estúpidos como para ayudar. Vieron su buena fe, vieron a los pequeños que les acompañaban y lejos de achantarse se aprovecharon de ello. Claro que Ethan sentía repulsión ante la idea de matar a alguien, pero si tenía que elegir quién caería antes nunca se sentaría a esperar a que señalasen de nuevo a los de su grupo. No servía la defensa cuando esta se convertía en una supervivencia fallida, ahora tocaba atacar antes de que uno más de ellos tuviera que ser enterrado entre polvo y ruinas.
La idea de investigarlos le pareció estupenda por lo que no tardó en proponer devolverles su propia moneda acaparando los únicos recursos que podían, la comida. Obtener las bañeras fue como una dulce victoría, un mensaje que indicaba que no solo estaban vivos si no que ahora no iban a seguir huyendo como ciervos asustados, si querían cazar sería mutuo y si debía mancharse las manos para que otros no tuvieran que hacerlo, así sería. Solo debían de acordonar la zona, encontrar donde se escondían y así, al menos, equiparar parte de la desventajosa situación actual. Ethan no perdonaba y sin saber sus rostros si recordaba su voz, que ganas tenía de cerrar la boca a ese tremendo hijo de puta.
Ahora la luz del alba les daba la bienvenida mientras los planes seguían en marcha. El sol se sentía más brillante que nunca y ahí, en el patio, estaba descansando apoyado sobre el muro de piedra. Apenas quedaban ya figuritas sobre el pozo, un duelo que tras el primer arrepentimiento ahora le causaba cierta paz, como quien se libraba de una deuda que llevaba mucho tiempo tratando de saldar. No podría salvar a nadie creando ninguna de ellas pero sí podría tratar de hacerlo con su lanza y su daga. Una adornando su espalda y la otra escondida en la baja espalda, afianzada al cinturón que portaba. El murmullo del interior le hizo perder el hilo de pensamientos por lo que, tras atarse con más firmeza una coleta alta (que esta vez sí recogía bien todo su pelo) se encaminó al encuentro de su grupo.
-¿Ya estamos todos? -Preguntó distraído tentado por el ofrecimiento de Nohlem. Ahora que podían comer le resultaba absurdo simplemente no hacerlo. -La verdad, siento que ser pelirrojo me quedaría horrible pero si que quiero una naranja.
En su pecho adornaba el brillo jade del colgante mágico, ahora guardado sobre su camiseta para no perder por error ninguna carga en caso de emergencias. El adorno ámbar al contrario se mantenía guardado en su bolsillo con bastante menos capricho pues a diferencia del que portaba ese si lo cedía con mucha más sencillez. No era raro el caso en el que Connor lo llevase puesto para tener mejor cubierto a la caballería pero mientras esperaban le gustaba tenerlos en su posición, como una urraca oscura que solo quiere algo brillante en su vida, o en este caso, un no mágico tratando de conservar los únicos encantamientos que si podía activar.
-Deberíamos igualmente irnos pronto o van a volver a tomar los alimentos volando, que al menos si llegamos tarde podamos saber a dónde se va con ellos.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: Torreón Sendar
14/07/24, 05:20 pm
A veces sentía que toda su puñetera vida se trataba de cuentas pendientes y venganzas. Conflictos internos y externos, violencia extrema y muertes agónicas. A veces, sentía que era un jodido esclavo de su propia ira y de las circunstancias que le rodeaban. Que no tomaba acciones por mero placer o gusto, si no que se limitaba a hacer lo que tenía que hacerse en todo momento. Una vida repleta de reacciones y contraataques. En el orfanato su papel fue el de una jodida víctima, hasta que se obligó a adaptarse y escapó de allí. En el club asumió el rol de Wyvern de confianza de Eva, un matón de tres al cuarto y sin mucho que ofrecer más que sus putos puños y su lealtad ciega. Después dio un paso más allá con la traición de Roderick y Markus. Volvió a reaccionar y contraatacar. Pasó de matón a asesino. Y ahora se encontraba en una ciudad de monstruos, rodeado de amigos pero también de enemigos que los querían muertos. Y otra vez llegaba el momento de adaptarse y cambiar. Reaccionar y contraatacar. No podía negar que una parte de él estaba conforme con aquello, pues era la única vida que había conocido. ¿Aquel grupo quería guerra y violencia? Él deseaba darles una y muchas más. Hasta que fueran conscientes de la puta tremenda cagada que habían hecho. Hasta que fueran conscientes de que nadie se metía con él, ni mucho menos con los suyos.
Las semanas pasaron sin pena ni gloria. Pues el ambiente general del torreón fue gris y tétrico a partes iguales. Había demasiado que asimilar tras todo lo ocurrido. La emboscada de aquel grupo, el derrumbe... La lucha contra aquella bestia... El descubrimiento de que Aria ya estaba muerta cuando llegaron. Puede que no le hubiera importado personalmente demasiado aquello, la verdad, joder. Aquella chica solo decía locuras por la puta boca y nunca entablaron conversación, pero era de su grupo y como tal se lo tomó como un ataque hacia todos. Por suerte no todo habían sido malas noticias. Los colgantes que solía llevar Ethan fueron de mucha utilidad, y si no que se lo dijeran a su puto torso desgarrado. Cuando llegó su turno de ponérselo el dolor remitió hasta que solo quedaron unas grandes cicatrices como recuerdo de aquella lucha por la supervivencia...
Durante aquellas tres semanas Connor cogió la costumbre de pasarse la yema de los dedos por aquellas nuevas cicatrices. Recorriendo los surcos en parte de su estómago, costillas y pectorales. Hasta acabar allí donde le faltaba medio pezón. Casi como si le hiciera falta hacerlo para recordarle lo cerca que había estado de morir como un cabronazo. Aunque también le recordaba lo mucho que Nohlem y él habían hecho sangrar a ese hijoputa peludo. Por no hablar del corte final de Aniol. Se sentía mucho más seguro de lo que habría creído en un principio, teniendo en cuenta las circunstancias, pero realmente creía que podían lograr sobrevivir. Habían matado a un monstruo a base de mazazos, flechazos y magia. Solo tenían que repetirlo con aquel grupo de cosechados hasta que no quedara ni el último de ellos. Y así lo dejó ver al resto de sus compañeros: Si la ocasión era clara había que tomar acción y joder a esos hijoputas como fuera. Una creencia que compartían quizá todos menos Rick, al cual desde entonces Connor no le dirigía la palabra si no era necesario. No entendía aquella postura tan jodidamente pasiva y defensiva, y pronto lo asimiló con la cobardía que tanto caracterizaba a Abel. Porque esa debía ser la única explicación posible, cojones. No escondía precisamente lo mucho que le tocaba los cojones su actitud, a decir verdad... Por otro lado, y al contrario que Nohlem, el motero siguió hablando con Räg como siempre. No creía que fuera un peligro para nadie, porque si Räg era violento entonces él era una puta monjita de la caridad.
Connor siguió entrenando como siempre junto a Ethan, Nohlem y también Damian, quizás con más frecuencia. Pues sentía que había un reloj interno con una cuenta atrás echada, hasta que llegara el momento de volver a pelear con esos cabrones. Incluso se interesó por la magia y tuvo algunas preguntas para Airi y Räg. Pero sobretodo se valió de la habilidad y resistencia con los hechizos de Aniol para aprender poco a poco, también apoyado en Ethan el cuál pese a no tener magia se sabía mejor que él los puñeteros hechizos y le ayudaba a memorizarlos. Y ya puestos aprendió el de tinte para el pelo, porque podía soportar tener más cicatrices en el cuerpo. Pero no que su cresta fuera del color naranja de su jodido amigo felino. Sus amigos fueron su apoyo en esas semanas, pues otro problema asomó la puta cabeza para joderle más aún aquella existencia. Simple y llanamente no podía dormir. Lo que había parecido un par de noches fortuitas se volvió una costumbre y poco a poco empezó a rendir menos en los entrenamientos físicos y mágicos. Sus ojeras se hicieron más oscuras y pronunciadas, le costaba más mantener la concentración y su cuerpo no paraba de pedir un descanso que no llegaba casi nunca. Joder, si hasta tenía que dar gracias si dormía ocho horas a la semana... Si alguien tampoco conciliaba el sueño no le resultaría raro verlo patrullando por las noches los pasillos, armado con la maza y en silencio. O bien sentado en el salón con la vista fija en la puerta que daba al exterior. Un centinela vigilante entre las sombras. Casi esperando que aquellos cabrones de mierda irrumpieran de repente echando la puerta abajo. Una parte de él deseando que así fuera y abrazando el conflicto. Pues el insomnio y la falta de cigarrillos, a la cuál aún no estaba acostumbrado, aumentaban su irascibilidad ya de por sí alta. Por el contrario era frecuente verlo algunas pocas veces durmiendo de día en cualquier lugar, descansando todo lo que no lo había hecho durante la noche. Camas, sofás, sillas y el patio de entrenamiento eran un lugar excelente...
Aquella mañana, Connor estaba preparándose para salir junto al resto. Era la mañana en la que iban a joderles las cestas como debía hacerse al otro grupo, no solo quedarse con su comida. Pero antes echó un vistazo al chaleco del club destrozado que había en la cama y que ya no se ponía en las salidas al exterior. La prenda estaba limpia de sangre, suciedad y mugre, pero aún mantenía los desgarros y agujeros de la caída. Aún así se había negado a arreglarla con costuras de mierda. Un chaleco de Wyvern debía repararse en el club. En casa. Y era otra excusa perfecta para volver a Texas sano y salvo. Connor suspiró con cansancio y pesar mientras acariciaba el cuero del chaleco. Antes de recoger la maza del rincón del cuarto y bajar las escaleras con el ceño fruncido.
-¿Quién cojones querría ser pelirrojo, joder?...- Respondió con sorna a Ethan y echándole una mirada amistosa a Nohlem a modo de saludo hacia todos, cuando bajó la planta. Su tono de voz era divertido, pero le traicionaba el cansancio de noches enteras sin dormir. Delatando un rostro pálido y ojeroso. Le faltaban energías y fuerzas, pero le sobraban ganas de joderles las cestas a esa gente. Apretó con suavidad y afecto los hombros de Ethan y Nohlem, antes de revolverles el pelo a Aniol y Damian con una cansada sonrisa al ver cantar a uno y mover la cabeza con ritmo a otro.- Vamos a joder a esos hijos de puta pero bien, cabroncetes...-
Connor ya estaba listo, pues había desayunado como tres horas antes en plena noche.
Las semanas pasaron sin pena ni gloria. Pues el ambiente general del torreón fue gris y tétrico a partes iguales. Había demasiado que asimilar tras todo lo ocurrido. La emboscada de aquel grupo, el derrumbe... La lucha contra aquella bestia... El descubrimiento de que Aria ya estaba muerta cuando llegaron. Puede que no le hubiera importado personalmente demasiado aquello, la verdad, joder. Aquella chica solo decía locuras por la puta boca y nunca entablaron conversación, pero era de su grupo y como tal se lo tomó como un ataque hacia todos. Por suerte no todo habían sido malas noticias. Los colgantes que solía llevar Ethan fueron de mucha utilidad, y si no que se lo dijeran a su puto torso desgarrado. Cuando llegó su turno de ponérselo el dolor remitió hasta que solo quedaron unas grandes cicatrices como recuerdo de aquella lucha por la supervivencia...
Durante aquellas tres semanas Connor cogió la costumbre de pasarse la yema de los dedos por aquellas nuevas cicatrices. Recorriendo los surcos en parte de su estómago, costillas y pectorales. Hasta acabar allí donde le faltaba medio pezón. Casi como si le hiciera falta hacerlo para recordarle lo cerca que había estado de morir como un cabronazo. Aunque también le recordaba lo mucho que Nohlem y él habían hecho sangrar a ese hijoputa peludo. Por no hablar del corte final de Aniol. Se sentía mucho más seguro de lo que habría creído en un principio, teniendo en cuenta las circunstancias, pero realmente creía que podían lograr sobrevivir. Habían matado a un monstruo a base de mazazos, flechazos y magia. Solo tenían que repetirlo con aquel grupo de cosechados hasta que no quedara ni el último de ellos. Y así lo dejó ver al resto de sus compañeros: Si la ocasión era clara había que tomar acción y joder a esos hijoputas como fuera. Una creencia que compartían quizá todos menos Rick, al cual desde entonces Connor no le dirigía la palabra si no era necesario. No entendía aquella postura tan jodidamente pasiva y defensiva, y pronto lo asimiló con la cobardía que tanto caracterizaba a Abel. Porque esa debía ser la única explicación posible, cojones. No escondía precisamente lo mucho que le tocaba los cojones su actitud, a decir verdad... Por otro lado, y al contrario que Nohlem, el motero siguió hablando con Räg como siempre. No creía que fuera un peligro para nadie, porque si Räg era violento entonces él era una puta monjita de la caridad.
Connor siguió entrenando como siempre junto a Ethan, Nohlem y también Damian, quizás con más frecuencia. Pues sentía que había un reloj interno con una cuenta atrás echada, hasta que llegara el momento de volver a pelear con esos cabrones. Incluso se interesó por la magia y tuvo algunas preguntas para Airi y Räg. Pero sobretodo se valió de la habilidad y resistencia con los hechizos de Aniol para aprender poco a poco, también apoyado en Ethan el cuál pese a no tener magia se sabía mejor que él los puñeteros hechizos y le ayudaba a memorizarlos. Y ya puestos aprendió el de tinte para el pelo, porque podía soportar tener más cicatrices en el cuerpo. Pero no que su cresta fuera del color naranja de su jodido amigo felino. Sus amigos fueron su apoyo en esas semanas, pues otro problema asomó la puta cabeza para joderle más aún aquella existencia. Simple y llanamente no podía dormir. Lo que había parecido un par de noches fortuitas se volvió una costumbre y poco a poco empezó a rendir menos en los entrenamientos físicos y mágicos. Sus ojeras se hicieron más oscuras y pronunciadas, le costaba más mantener la concentración y su cuerpo no paraba de pedir un descanso que no llegaba casi nunca. Joder, si hasta tenía que dar gracias si dormía ocho horas a la semana... Si alguien tampoco conciliaba el sueño no le resultaría raro verlo patrullando por las noches los pasillos, armado con la maza y en silencio. O bien sentado en el salón con la vista fija en la puerta que daba al exterior. Un centinela vigilante entre las sombras. Casi esperando que aquellos cabrones de mierda irrumpieran de repente echando la puerta abajo. Una parte de él deseando que así fuera y abrazando el conflicto. Pues el insomnio y la falta de cigarrillos, a la cuál aún no estaba acostumbrado, aumentaban su irascibilidad ya de por sí alta. Por el contrario era frecuente verlo algunas pocas veces durmiendo de día en cualquier lugar, descansando todo lo que no lo había hecho durante la noche. Camas, sofás, sillas y el patio de entrenamiento eran un lugar excelente...
Aquella mañana, Connor estaba preparándose para salir junto al resto. Era la mañana en la que iban a joderles las cestas como debía hacerse al otro grupo, no solo quedarse con su comida. Pero antes echó un vistazo al chaleco del club destrozado que había en la cama y que ya no se ponía en las salidas al exterior. La prenda estaba limpia de sangre, suciedad y mugre, pero aún mantenía los desgarros y agujeros de la caída. Aún así se había negado a arreglarla con costuras de mierda. Un chaleco de Wyvern debía repararse en el club. En casa. Y era otra excusa perfecta para volver a Texas sano y salvo. Connor suspiró con cansancio y pesar mientras acariciaba el cuero del chaleco. Antes de recoger la maza del rincón del cuarto y bajar las escaleras con el ceño fruncido.
-¿Quién cojones querría ser pelirrojo, joder?...- Respondió con sorna a Ethan y echándole una mirada amistosa a Nohlem a modo de saludo hacia todos, cuando bajó la planta. Su tono de voz era divertido, pero le traicionaba el cansancio de noches enteras sin dormir. Delatando un rostro pálido y ojeroso. Le faltaban energías y fuerzas, pero le sobraban ganas de joderles las cestas a esa gente. Apretó con suavidad y afecto los hombros de Ethan y Nohlem, antes de revolverles el pelo a Aniol y Damian con una cansada sonrisa al ver cantar a uno y mover la cabeza con ritmo a otro.- Vamos a joder a esos hijos de puta pero bien, cabroncetes...-
Connor ya estaba listo, pues había desayunado como tres horas antes en plena noche.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Torreón Sendar
14/07/24, 07:30 pm
El neoyorquino se sintió aliviado cuando el mjörní comenzó a calmarse tras todas las palabras del grupo. Probablemente necesitaría más tiempo para convencerse de aquello, pero al menos por su parte le ayudaría durante todo el camino si hacía falta. Fue por la certeza de que al menos eso, comparado con todo lo que había ocurrido, parecía ir a mejor que le extrañó un poco la repentina marcha de Räg. -No hay de qué- respondió manteniendo el ánimo, aunque por dentro se estuviera preguntando si pasaba algo. La incertidumbre que siguió, ya sumada a la que tenía después del día anterior, fue un cruel anticipo de lo que le aguardaba las siguientes semanas.
Durante los primeros días pudieron ir curándose con el colgante; había sido todo un milagro encontrarlo, pero estaba lejos de solucionar todo lo demás. Ya no tenía el pie descolocado, pero el shock y sus repercusiones seguían presentes con mucha fuerza. En el fondo esos eran los daños más preocupantes que le habían podido hacer. Del Rick jovial y que intentaba ayudar a todo el mundo quedaba solo un cascarón vacío envuelto en una gabardina tan dañada como él, taciturno y muy pensativo. Por más que le diera vueltas no sabía ni qué podían hacer para defenderse ahora que eran tantos ni qué sería de ellos los próximos meses. Las pocas pistas que "encontraba" lo llevaban una y otra vez a la peor de las conclusiones.
Al menos así fue hasta que en la aparente calma que les había dejado el otro grupo pudo recuperar parte de su ánimo. De nada iba a servir pasarse el día divagando y, aunque no pudiera hacer mucho, al menos lo intentaría. Justamente una nueva idea que se propuso le dio un objetivo cercano: encontrar por dónde vivía el grupo de "Karin". No podía negar que iban a arriesgarse, pero las ventajas de buscar con éxito su refugio merecían la pena a opinión del neoyorquino. Tener en cuenta en qué parte de la ciudad vivían les vendría bien para tener cuidado cuando salieran a explorar o, en la medida de lo posible, evitar por completo la zona; hasta tal vez podría servir para idear alguna estrategia en caso de que vinieran a visitarles como ya había hecho Sutileza en su día. Así que mapa en mano salió junto a sus compañeros a investigar y, aunque tardaron un tiempo, más o menos sacaron las posibles bañeras que tomaban. No habían encontrado ningún torreón, por supuesto, pero con aquel dato y habiendo añadido al mapa nuevas calles, tenían un mejor punto de partida para seguir por amplio que fuese. Y fue a partir de entonces que el pequeño destello de esperanza se desvaneció de nuevo para Rick.
Sobre el papel, sus motivos para encontrarlos inocentemente los puso también en sus compañeros, pero al poco tiempo se dio cuenta que en su dispersión mental no había recordado bien lo que pasó después de que Serena muriera. Ya entonces se había sentido incómodo con algunos del grupo, que no escondían las ganas de hacerle pagar al pájaro sus acciones, pero esta vez estaba siendo mucho peor. En cuanto se mencionó la posibilidad de fastidiarles las cestas dudó mucho y acabó negándose, y ver que algunos entrenamientos se enfocaban en una posible respuesta directa solo aumentaban sus inquietudes por el futuro y sus propios compañeros. Aquella conversación con Szczenyak en la azotea resonaba por su cabeza sin descanso. No se dejaría matar ni dejaría que nadie más muriera, pero no quería rebajarse al nivel de los otros supervivientes. Estaba de acuerdo en defenderse con todo lo que tenían, pero aquello por más que se buscara justificaciones y algunas las entendiera no tenía nada claro que fuera la mejor opción, si es que acaso la había. La diferencia en esa ocasión sin embargo era que el sentimiento, que antes también extendido, ahora le parecía el mayoritario y la frustración que aquello le generaba era enorme. Mientras que al principio fue vocal con sus motivos para oponerse, poco a poco empezó a evitar participar en todo lo relacionado con el otro grupo y empezó a ser más esquivo con los más involucrados aunque nunca les quitara la palabra. Claro que siendo tantos no le ponía en una buena posición y, en algunos casos, las reacciones del resto dolían. -(No voy a quedarme a esperar a que sigamos muriendo y tampoco estoy con ellos, pero esto... ¿En qué momento nos hemos ido todos a la mierda?- Le costaba ver a los compañeros del primer día, los que habían pasado el miedo de un sitio nuevo juntos e incluso en una tranquila charla nocturna lejos de sus mundos. ¿Quedaba algo de aquellos tiempos que parecían tan lejanos?
La soledad era algo nuevo para el neoyorquino y para su desgracia estaba sintiéndola de la peor forma. Le quedaba poco para sentir que tampoco pertenecía a ese refugio, pero por suerte todavía encontraba algo de apoyo en Rägjynn y Airi. Desde el principio le habían caído bien y ahora que los sentía los más moderados respecto al otro grupo eran las dos personas con las que más hablaba, retomando fugazmente algo de ánimo para darles algo de apoyo con todo lo que estaba pasando, especialmente al mjörní después de lo que les había contado. Aún así no llegaba a entender por qué participaban también en los saboteos, pero al menos no tenía tantos problemas para compartir sus temores con los dos al respecto de todo.
Su nueva relación con el grupo afectaba también a cómo pasaba sus días en lo que se suponía su refugio. Los entrenamientos con sable y arco se habían vuelto para el chico una cuestión individual, que aunque no tan eficientes como deberían al menos le ayudaban a avanzar y no pensar. Las únicas clases dónde ni estaba incómodo ni sentía que la creaba a su alrededor eran las de artes marciales de Räg, a las que había empezado a ir con mayor frecuencia. Nunca estaba de más saber otras formas de defenderse y, al fin y al cabo, era otra forma de socializar más, que en aquellos momentos le hacía falta. Las salidas a por cestas se habían vuelto algo complicado con el otro objetivo, por lo que no fue raro que algunos días decidiera quedarse en el torreón o, en casos muy puntuales, pensar en ir a buscar otras cestas aunque nadie más fuera con él. Era una temeridad, lo sabía, pero ni podía con el peso de las otras acciones ni tampoco iba totalmente indefenso. No iba a aceptar esos planes, pero no por ello iba a ayudar a su manera. El mapa fue llenándose y corrigiéndose con cada salida aunque él no fuera, ya que al menos había pedido que se lo llevaran por si acaso. A la vez, seguía pensando en posibles planes (sin tener mucha seguridad con la mayoría, todo fuera dicho) para contrarrestar algún ataque. Tenía pendiente resolver algunos de los misterios de la ciudad, que tal vez les pudieran ayudar, y ahora que sabían que entre las ruinas podían haber artefactos estaría atento por si encontraba alguno. Tanto el libro como los artefactos, las pocas ocasiones que los tuvo, fueron examinados para entender su funcionamiento o para encontrar algo de utilidad entre sus páginas, aunque con ninguno hizo avances. Se sentía vacío, pero tan ocupado como se encontraba le servía para para dejar de lado el daño que estaba sufriendo poco a poco. Era consciente hasta cierto punto y su mente le llamaba la atención de vez en cuando cuando el agobio le obligaba a salir al patio o a la azotea.
Esa mañana fue de los últimos a bajar a desayunar, con su fiel gabardina ya arreglada y las ojeras que señalaban que no había tenido una noche tranquila. Saludó tímidamente con una mano a quien lo mirara antes de ponerse manos a la obra. Estaban todos ya allí, preparándose para salir. Para su sorpresa, él mismo también estaba tomando sus armas de confianza y el mapa. Después de las pesadillas de esa noche y el agobio que sintió al despertar necesitaba tomar el aire por un buen rato. Tomó un poco de fruta para comer, intentando no pensar en la conversación que estaban teniendo. ¿Cómo conseguían estar tan tranquilos con algo así? Aún así aquello no superaba a su necesidad de salir. La única vez que el neoyorquino verbalizó algo desde que apareció fue para dejar claras sus intenciones antes de que se marcharan. -Solo voy para recoger nuestra comida- dijo en un tono algo bajo, cansado pero firme. En cuanto hubiera tomado unas cuantas cestas volvería al torreón, fuera con quién quisiera seguirle o solo. Además, aunque el resto estuviera convencido de que el otro grupo se abasteciera en un lugar concreto, él no lo veía tan claro. Era más posible tal vez si estaban cerca, pero al igual que habían hecho ellos, también era una posibilidad que tomaran cestas en más de un punto. En lo que a él respectaba, seguramente ya habían compartido bañeras sin saberlo, aquella ocasión no sería distinta a un día normal por más que el resto tuviera otros planes para la comida.
Durante los primeros días pudieron ir curándose con el colgante; había sido todo un milagro encontrarlo, pero estaba lejos de solucionar todo lo demás. Ya no tenía el pie descolocado, pero el shock y sus repercusiones seguían presentes con mucha fuerza. En el fondo esos eran los daños más preocupantes que le habían podido hacer. Del Rick jovial y que intentaba ayudar a todo el mundo quedaba solo un cascarón vacío envuelto en una gabardina tan dañada como él, taciturno y muy pensativo. Por más que le diera vueltas no sabía ni qué podían hacer para defenderse ahora que eran tantos ni qué sería de ellos los próximos meses. Las pocas pistas que "encontraba" lo llevaban una y otra vez a la peor de las conclusiones.
Al menos así fue hasta que en la aparente calma que les había dejado el otro grupo pudo recuperar parte de su ánimo. De nada iba a servir pasarse el día divagando y, aunque no pudiera hacer mucho, al menos lo intentaría. Justamente una nueva idea que se propuso le dio un objetivo cercano: encontrar por dónde vivía el grupo de "Karin". No podía negar que iban a arriesgarse, pero las ventajas de buscar con éxito su refugio merecían la pena a opinión del neoyorquino. Tener en cuenta en qué parte de la ciudad vivían les vendría bien para tener cuidado cuando salieran a explorar o, en la medida de lo posible, evitar por completo la zona; hasta tal vez podría servir para idear alguna estrategia en caso de que vinieran a visitarles como ya había hecho Sutileza en su día. Así que mapa en mano salió junto a sus compañeros a investigar y, aunque tardaron un tiempo, más o menos sacaron las posibles bañeras que tomaban. No habían encontrado ningún torreón, por supuesto, pero con aquel dato y habiendo añadido al mapa nuevas calles, tenían un mejor punto de partida para seguir por amplio que fuese. Y fue a partir de entonces que el pequeño destello de esperanza se desvaneció de nuevo para Rick.
Sobre el papel, sus motivos para encontrarlos inocentemente los puso también en sus compañeros, pero al poco tiempo se dio cuenta que en su dispersión mental no había recordado bien lo que pasó después de que Serena muriera. Ya entonces se había sentido incómodo con algunos del grupo, que no escondían las ganas de hacerle pagar al pájaro sus acciones, pero esta vez estaba siendo mucho peor. En cuanto se mencionó la posibilidad de fastidiarles las cestas dudó mucho y acabó negándose, y ver que algunos entrenamientos se enfocaban en una posible respuesta directa solo aumentaban sus inquietudes por el futuro y sus propios compañeros. Aquella conversación con Szczenyak en la azotea resonaba por su cabeza sin descanso. No se dejaría matar ni dejaría que nadie más muriera, pero no quería rebajarse al nivel de los otros supervivientes. Estaba de acuerdo en defenderse con todo lo que tenían, pero aquello por más que se buscara justificaciones y algunas las entendiera no tenía nada claro que fuera la mejor opción, si es que acaso la había. La diferencia en esa ocasión sin embargo era que el sentimiento, que antes también extendido, ahora le parecía el mayoritario y la frustración que aquello le generaba era enorme. Mientras que al principio fue vocal con sus motivos para oponerse, poco a poco empezó a evitar participar en todo lo relacionado con el otro grupo y empezó a ser más esquivo con los más involucrados aunque nunca les quitara la palabra. Claro que siendo tantos no le ponía en una buena posición y, en algunos casos, las reacciones del resto dolían. -(No voy a quedarme a esperar a que sigamos muriendo y tampoco estoy con ellos, pero esto... ¿En qué momento nos hemos ido todos a la mierda?- Le costaba ver a los compañeros del primer día, los que habían pasado el miedo de un sitio nuevo juntos e incluso en una tranquila charla nocturna lejos de sus mundos. ¿Quedaba algo de aquellos tiempos que parecían tan lejanos?
La soledad era algo nuevo para el neoyorquino y para su desgracia estaba sintiéndola de la peor forma. Le quedaba poco para sentir que tampoco pertenecía a ese refugio, pero por suerte todavía encontraba algo de apoyo en Rägjynn y Airi. Desde el principio le habían caído bien y ahora que los sentía los más moderados respecto al otro grupo eran las dos personas con las que más hablaba, retomando fugazmente algo de ánimo para darles algo de apoyo con todo lo que estaba pasando, especialmente al mjörní después de lo que les había contado. Aún así no llegaba a entender por qué participaban también en los saboteos, pero al menos no tenía tantos problemas para compartir sus temores con los dos al respecto de todo.
Su nueva relación con el grupo afectaba también a cómo pasaba sus días en lo que se suponía su refugio. Los entrenamientos con sable y arco se habían vuelto para el chico una cuestión individual, que aunque no tan eficientes como deberían al menos le ayudaban a avanzar y no pensar. Las únicas clases dónde ni estaba incómodo ni sentía que la creaba a su alrededor eran las de artes marciales de Räg, a las que había empezado a ir con mayor frecuencia. Nunca estaba de más saber otras formas de defenderse y, al fin y al cabo, era otra forma de socializar más, que en aquellos momentos le hacía falta. Las salidas a por cestas se habían vuelto algo complicado con el otro objetivo, por lo que no fue raro que algunos días decidiera quedarse en el torreón o, en casos muy puntuales, pensar en ir a buscar otras cestas aunque nadie más fuera con él. Era una temeridad, lo sabía, pero ni podía con el peso de las otras acciones ni tampoco iba totalmente indefenso. No iba a aceptar esos planes, pero no por ello iba a ayudar a su manera. El mapa fue llenándose y corrigiéndose con cada salida aunque él no fuera, ya que al menos había pedido que se lo llevaran por si acaso. A la vez, seguía pensando en posibles planes (sin tener mucha seguridad con la mayoría, todo fuera dicho) para contrarrestar algún ataque. Tenía pendiente resolver algunos de los misterios de la ciudad, que tal vez les pudieran ayudar, y ahora que sabían que entre las ruinas podían haber artefactos estaría atento por si encontraba alguno. Tanto el libro como los artefactos, las pocas ocasiones que los tuvo, fueron examinados para entender su funcionamiento o para encontrar algo de utilidad entre sus páginas, aunque con ninguno hizo avances. Se sentía vacío, pero tan ocupado como se encontraba le servía para para dejar de lado el daño que estaba sufriendo poco a poco. Era consciente hasta cierto punto y su mente le llamaba la atención de vez en cuando cuando el agobio le obligaba a salir al patio o a la azotea.
Esa mañana fue de los últimos a bajar a desayunar, con su fiel gabardina ya arreglada y las ojeras que señalaban que no había tenido una noche tranquila. Saludó tímidamente con una mano a quien lo mirara antes de ponerse manos a la obra. Estaban todos ya allí, preparándose para salir. Para su sorpresa, él mismo también estaba tomando sus armas de confianza y el mapa. Después de las pesadillas de esa noche y el agobio que sintió al despertar necesitaba tomar el aire por un buen rato. Tomó un poco de fruta para comer, intentando no pensar en la conversación que estaban teniendo. ¿Cómo conseguían estar tan tranquilos con algo así? Aún así aquello no superaba a su necesidad de salir. La única vez que el neoyorquino verbalizó algo desde que apareció fue para dejar claras sus intenciones antes de que se marcharan. -Solo voy para recoger nuestra comida- dijo en un tono algo bajo, cansado pero firme. En cuanto hubiera tomado unas cuantas cestas volvería al torreón, fuera con quién quisiera seguirle o solo. Además, aunque el resto estuviera convencido de que el otro grupo se abasteciera en un lugar concreto, él no lo veía tan claro. Era más posible tal vez si estaban cerca, pero al igual que habían hecho ellos, también era una posibilidad que tomaran cestas en más de un punto. En lo que a él respectaba, seguramente ya habían compartido bañeras sin saberlo, aquella ocasión no sería distinta a un día normal por más que el resto tuviera otros planes para la comida.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Torreón Sendar
15/07/24, 12:29 pm
Cuanto más se preguntaba Airi cómo habían logrado salir con vida de las grutas subterráneas más se daba cuenta de que había sido una casualidad que no se volvería a repetir. Le producía un miedo que ya no había manera de enterrar, cuando todavía no se había recuperado desde lo ocurrido con Serena. Durante unos días le sanaí vivió en automático, hundide bajo la presión, el miedo y la ansiedad. Pero, como si su cuerpo ya se estuviese habituando a vivir así, terminó por ser capaz de tomar las riendas una vez más. No podían solo salir a por comida para sobrevivir como simples ratas hasta que algo volviese a pasar, así que necesitaba pensar que estaba haciendo algo por incrementar sus posibilidades de sobrevivir al próximo encuentro.
Lo que más ansiaba le sanaí era conocimiento. Si solo tuviesen las mismas habilidades mágicas que sus enemigos… Pero no había manera de encontrar información en aquel páramo de casas abandonadas. Se obligó a perder el miedo de internarse en ellas, siempre y cuando pareciesen estables y no habitadas. Buscaba cualquier objeto que pudiese darles pistas o ser de ayuda, pero generalmente estaban tan desvalijadas que solo quedaba la estructura.
También endureció una vez más sus entrenamientos. Nohlem le había inspirado, y ahora veía el arco como una herramienta que podía marcar la diferencia entre vivir o morir, por lo que empezó a llevarlo consigo siempre que salía y a tenerlo a mano dentro del torreón. Al menos ahora tenía más confianza en su puntería que cuando le habían secuestrado. Aparte de eso, se decidió finalmente a adquirir unas nociones mínimas de defensa personal con la vara que solía llevar, por si eran emboscados por sus enemigos.
Debido a esto y a unas salidas que cada vez eran más largas su cuerpo no pasaba por el mejor momento. Raro era el día que no tenía achaques, si bien no siempre eran graves. Por suerte, ahora contaban con el amuleto mágico, y cuando ya no podía más pedía permiso para utilizarlo antes de irse a dormir. Los días que no hacía eso se daba largos baños calientes para mitigar el dolor.
Lo que no podían mitigar ni el calor ni el amuleto era el cansancio, tanto físico como mental. Dormir mal casi todas las noches, practicar magia hasta el agotamiento o cargar algún amuleto eran cosas que se iban sumando a las actividades del día. Después, estaban los conflictos. Airi no se veía capaz de hacer mucho por mejorar el ambiente general cuando su propio ánimo estaba por los suelos y algunas tiranteces surgían de unas circunstancias tensas que no se podían cambiar. Al menos se aseguró de sonreírle a los niños e intentar entretenerlos como siempre, preocupade por lo mucho que les podía afectar todo lo que estaba ocurriendo. El caso entre Nohlem y Räg era diferente. Su conflicto no entendía de dónde venía, no hasta que Nohlem se lo explicó de mala gana. No sabiendo de qué otro modo ayudar trató de animar a Räg diciéndole que el varmano acabaría por entrar en razón, y se centró en hacerle preguntas y hablar abiertamente de su condición de sanguinario con la intención de que dejase de verla como un tabú. Tal vez cuando Räg se aceptase y no tuviese miedo de sí mismo podría defenderse abiertamente ante Nohlem. Le sanaí empezaba a darse cuenta de lo extrañas que eran las creencias, ahora que había conocido tantas otras. No tenía tiempo para filosofar, y mucho menos ganas de replantearse las suyas propias cuando más falta le hacía aferrarse a algo. Tal vez por eso siempre cuestionaba a los demás con mucho tacto.
Pero, en general, lo que más le dio que pensar en aquellas semanas fue qué hacer respecto a sus atacantes. Darse cuenta de que no podían esperar sin más no solo le llevó a obsesionarse con buscar conocimiento en cualquier lugar, sino que también quería saber todo lo que pudiese de ellos para no sentir que eran los únicos expuestos. No era una tarea fácil, y de ahí que sus salidas fuesen cada vez más agotadoras. Pronto supieron que sus enemigos parecían abastecerse en el punto más al Norte, que descubrieron que era un bosque mágico que le ponía la piel de gallina. Solo aquellas cestas desaparecían regularmente.
Fue en un impulso que accedió a llevarse su comida y tirar la que no podían llevarse la primera vez. Airi no creía en la venganza, pero nunca se había enfrentado a nadie que no estaba dispuesto ni a dialogar antes de intentar matarle. Tuvo muchos pensamientos contradictorios después de eso. Miedo. Los otros merecían consecuencias por lo que habían hecho, pero se había puesto en marcha una rueda de venganza que ya no se podía detener. No habían empezado esa guerra, pero sí retomado unas provocaciones que, para empezar, ni siquiera eran muy efectivas. Ellos podían recoger la comida desde el aire, y verles hacerlo confirmaba además que no debían estar asociados con la ciudad, que seguramente eran “cosechados” como ellos. De ser ese el caso, Airi aun podía entenderles menos.
Aquella mañana madrugaron más para llegar los primeros al bosque tétrico al Norte. Airi tenía miedo de cruzarse con el otro grupo, pero quedarse en el torreón tampoco garantizaba estar seguros. Además, necesitaba ayudar; hacía tiempo que una parte de elle se daba por muerte, de todos modos.
Tras desayunar se cagó el arco y el carcaj a la espalda, cogió su vara, y se limitó a esperar a que todos estuviesen listos cerca de la puerta. No tenía ganas de hablar. Cada vez que salían se sentía como un condenado abandonado en tierras de lipanes.
Lo que más ansiaba le sanaí era conocimiento. Si solo tuviesen las mismas habilidades mágicas que sus enemigos… Pero no había manera de encontrar información en aquel páramo de casas abandonadas. Se obligó a perder el miedo de internarse en ellas, siempre y cuando pareciesen estables y no habitadas. Buscaba cualquier objeto que pudiese darles pistas o ser de ayuda, pero generalmente estaban tan desvalijadas que solo quedaba la estructura.
También endureció una vez más sus entrenamientos. Nohlem le había inspirado, y ahora veía el arco como una herramienta que podía marcar la diferencia entre vivir o morir, por lo que empezó a llevarlo consigo siempre que salía y a tenerlo a mano dentro del torreón. Al menos ahora tenía más confianza en su puntería que cuando le habían secuestrado. Aparte de eso, se decidió finalmente a adquirir unas nociones mínimas de defensa personal con la vara que solía llevar, por si eran emboscados por sus enemigos.
Debido a esto y a unas salidas que cada vez eran más largas su cuerpo no pasaba por el mejor momento. Raro era el día que no tenía achaques, si bien no siempre eran graves. Por suerte, ahora contaban con el amuleto mágico, y cuando ya no podía más pedía permiso para utilizarlo antes de irse a dormir. Los días que no hacía eso se daba largos baños calientes para mitigar el dolor.
Lo que no podían mitigar ni el calor ni el amuleto era el cansancio, tanto físico como mental. Dormir mal casi todas las noches, practicar magia hasta el agotamiento o cargar algún amuleto eran cosas que se iban sumando a las actividades del día. Después, estaban los conflictos. Airi no se veía capaz de hacer mucho por mejorar el ambiente general cuando su propio ánimo estaba por los suelos y algunas tiranteces surgían de unas circunstancias tensas que no se podían cambiar. Al menos se aseguró de sonreírle a los niños e intentar entretenerlos como siempre, preocupade por lo mucho que les podía afectar todo lo que estaba ocurriendo. El caso entre Nohlem y Räg era diferente. Su conflicto no entendía de dónde venía, no hasta que Nohlem se lo explicó de mala gana. No sabiendo de qué otro modo ayudar trató de animar a Räg diciéndole que el varmano acabaría por entrar en razón, y se centró en hacerle preguntas y hablar abiertamente de su condición de sanguinario con la intención de que dejase de verla como un tabú. Tal vez cuando Räg se aceptase y no tuviese miedo de sí mismo podría defenderse abiertamente ante Nohlem. Le sanaí empezaba a darse cuenta de lo extrañas que eran las creencias, ahora que había conocido tantas otras. No tenía tiempo para filosofar, y mucho menos ganas de replantearse las suyas propias cuando más falta le hacía aferrarse a algo. Tal vez por eso siempre cuestionaba a los demás con mucho tacto.
Pero, en general, lo que más le dio que pensar en aquellas semanas fue qué hacer respecto a sus atacantes. Darse cuenta de que no podían esperar sin más no solo le llevó a obsesionarse con buscar conocimiento en cualquier lugar, sino que también quería saber todo lo que pudiese de ellos para no sentir que eran los únicos expuestos. No era una tarea fácil, y de ahí que sus salidas fuesen cada vez más agotadoras. Pronto supieron que sus enemigos parecían abastecerse en el punto más al Norte, que descubrieron que era un bosque mágico que le ponía la piel de gallina. Solo aquellas cestas desaparecían regularmente.
Fue en un impulso que accedió a llevarse su comida y tirar la que no podían llevarse la primera vez. Airi no creía en la venganza, pero nunca se había enfrentado a nadie que no estaba dispuesto ni a dialogar antes de intentar matarle. Tuvo muchos pensamientos contradictorios después de eso. Miedo. Los otros merecían consecuencias por lo que habían hecho, pero se había puesto en marcha una rueda de venganza que ya no se podía detener. No habían empezado esa guerra, pero sí retomado unas provocaciones que, para empezar, ni siquiera eran muy efectivas. Ellos podían recoger la comida desde el aire, y verles hacerlo confirmaba además que no debían estar asociados con la ciudad, que seguramente eran “cosechados” como ellos. De ser ese el caso, Airi aun podía entenderles menos.
Aquella mañana madrugaron más para llegar los primeros al bosque tétrico al Norte. Airi tenía miedo de cruzarse con el otro grupo, pero quedarse en el torreón tampoco garantizaba estar seguros. Además, necesitaba ayudar; hacía tiempo que una parte de elle se daba por muerte, de todos modos.
Tras desayunar se cagó el arco y el carcaj a la espalda, cogió su vara, y se limitó a esperar a que todos estuviesen listos cerca de la puerta. No tenía ganas de hablar. Cada vez que salían se sentía como un condenado abandonado en tierras de lipanes.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Sendar
18/07/24, 11:34 pm
Las emociones de Rägjynn estaban más agitadas que un velero en medio de un oleaje. Si le preguntasen si se sentía mejor o peor después de haber confesado a sus compañeros su condición de sanguinario y haber empezado a racionalizar en primer plano algunas de las inquietudes que no había logrado que abandonasen hasta entonces lo más profundo de su psique… No habría sabido qué responder. Casi todos le habían apoyado, y la mayoría se aseguró, a lo largo de aquellas tres semanas, de hacerle saber que no habían hablado por hablar. Que de verdad creían en él y en que no era cierto que fuese un peligro para nadie. Airi en particular hablaba con él muy a menudo al respecto, pero no era le únique. Al igual que sabía que tanto elle como Ethan habían intentado… mediar, interceder por él enfrentando a Nohlem al respecto.
Nohlem había tenido una reacción completamente contraria al resto de sus compañeros. No le había dicho nada, porque de hecho lo había empezado a ignorar abiertamente y no era el mismo trato que hubiese podido esperar de otro mjörní de haberse enterado de su condición. Pero era lo suficientemente parecido y despectivo como para que doliese. Y mucho.
Es por ello que él también empezó a evitar al varmano en la medida de lo posible. Por eso y porque, a veces, aún había una vocecilla en su cabeza que le decía que era el único que había reaccionado de forma normal y que debía incluso estar agradecido de que no hubiese querido echarlo del torreón. Cuando se sentía así, solía refugiarse buscando charlar con el resto, aunque según pasaban los días se vio inesperadamente alejándose de vez en cuando de varios de ellos, por otras razones muy distintas.
Para el mjörní, aquel conflicto era extremadamente complicado y, a falta de otro término que lo describiese con tanta precisión en su caso, alienígena. Había argumentos que podía comprender de parte de los que querían tomar represalias más activas, pero sentía que algunas líneas jamás se deberían cruzar. Si no llega a ser porque no era el único que albergaba muchas dudas al respecto, sintiéndose más familiarizado con la forma de aproximarse al conflicto de Rick y Airi, probablemente no hubiera tenido valor para absolutamente nada. No le gustaba la tensión que todo aquello estaba provocando, y se sentía extremadamente frustrado por no poder conciliar de ninguna forma a personas tan dispares a las que no terminaba de entender por completo. Mucho menos cuando la desestimación del granta hacia él actuaba como una losa pesada siempre que se encontraban en el mismo cuarto.
Habló con le sanaí y el neoyorquino acerca de aquel asunto y de las dudas que tenían al respecto. Räg también estaba de acuerdo en que la información era valiosa y que necesitaban defenderse, pero sí tenía muchas dudas al respecto de tomar ninguna medida más allá de aquello. Al final, aceptó con cierta reticencia colaborar en el saboteo de cestas, a fin de cuentas ellos no iban a envenenarlas, tras llegar a la conclusión de que no podían permitirse la pasividad absoluta. Era una situación completamente desconocida para él y seguía sin saber si era lo correcto, pero aunque solo podía horrorizarse ante los discursos más pasionales acerca del odio que generaban aquel grupo que por alguna razón quería hacerles daño… Posiblemente tuviesen algo de razón. A fin de cuentas, ellos sí parecían estar más familiarizados con el concepto de tener que lidiar con algo así, frente a su total desconocimiento.
Aun así, rechazó de la forma más apática que le era posible, tratando de evitar que se filtrase su miedo, cualquier ofrecimiento de prepararse para lo que le estaba sonando demasiado a una guerra, y reafirmó que él continuaría con sus entrenamientos de artes marciales y enseñando a quien quisiera. Sus límites, si bien no estaban claros del todo, los había marcado, y de hecho no podía evitar sentir una notoria inquietud particularmente ante los enfrentamientos con Rick y también que los más pequeños hubiesen aceptado con tanta facilidad el mostrarse de acuerdo con tomar medidas tan drásticas. Volvía a sentirse un poco como cuando estaba rodeado de completos desconocidos, como si volviese a no saber prácticamente nada de las culturas de cada uno. Aun así, seguiría tratando de mantenerse cercano tanto a Damián como a Aniol y asegurarse de que se encontraban bien, dentro de sus posibilidades.
También seguiría centrado en memorizar los hechizos y practicarlos, comprobando que el agotamiento había disminuido un poco con el paso de las semanas. ¿Quizás también eran capaces de imprimirles más potencia? No estaba muy seguro, pues si algo había cambiado era sutil, pero albergaba cierta esperanza al respecto. No se negó a aprender hechizos con usos más agresivos como el de corte, pero desde luego su intención al respecto no parecía ser las mismas que las de algunos de sus compañeros. Cargaba los cristales ya sin darle mucha importancia al hecho de que utilizaban sangre, pues simplemente los necesitaban. De hecho, hacía un tiempo desde que una idea rondaba su cabeza y dudaba sobre si intentar ponerla en práctica o no.
Una mañana que se encontraba prácticamente solo en el torreón, después de ofrecerse a quedarse mientras la mayoría salían en busca de provisiones, el mjörní se aseguró de que nadie le veía cargando un buen puñado de cristales a una esquina del patio, además de varias sábanas que colocó en pared y suelo como pudo. Tras transcurrir varios minutos en los que miraba hacia atrás y hacia los cristales alternativamente o simplemente se quedaba paralizado… Lo intentó. Era la primera vez que estaba intentando hacer estallar sus globos oculares a propósito, por lo que no esperaba que fuese sencillo o que le fuese a salir siquiera. Según transcurrían los minutos y se ponía más y más nervioso… Al final lo logró. La sangre volvió a salir disparada de sus ojos una vez más, aunque apenas tenía control sobre ello, y mucho menos con el estrés que le generaba el hecho de sentir que no lo tenía.
Parecía que su idea había… ¿funcionado? En parte. Porque no había pensado que la energía que iba a tener que consumir en emplear el hechizo de limpieza sobre toda la tela manchada de sangre le iban a impedir cargar los cristales por aquel día. Sintiéndose extraño y culpable a partes iguales, lavó también los cargadores con agua del pozo antes de guardarlos: iría cargándolos poco a poco cuando el agotamiento mágico se lo permitiese. El mjörní no tenía claro si aquello había valido la pena o no. ¿Quería intentar que su condición maldita fuese útil para algo mientras trataba de controlarla en el proceso? La verdad es que él mismo no lo sabía con seguridad.
Y llegó la mañana en la que finalmente, tras tener claro donde se abastecía de forma habitual el otro grupo, saldrían con claras intenciones de sabotear la comida. La tensión ya hubiese estado presente por su parte aun sin aquel conflicto que una vez más salía a relucir entre Rick y el resto, y una vez más se avergonzaba de no saber cómo interceder. Y otra actitud que le confundía era la de Nohlem: de pronto, no hacía mucho, había empezado a hablarle de vez en cuando. A dejar de fingir por completo que no estaba ahí. No entendía por qué, aunque desde luego Räg correspondía el cambio con las mismas cortesías. Pensaba en todo ello mientras afianzaba su jō a su espalda y notaba el peso de los catalizadores en los bolsillos. Tomó aire con fuerza y permaneció también en la retaguardia mientras se dirigían hacia aquel extraño lugar que le helaba aún más su sangre fría, y sobre todo en aquella mañana que se sentía como alguna especie de punto de inflexión.
Sigue en el Bosque Fantasma.
Nohlem había tenido una reacción completamente contraria al resto de sus compañeros. No le había dicho nada, porque de hecho lo había empezado a ignorar abiertamente y no era el mismo trato que hubiese podido esperar de otro mjörní de haberse enterado de su condición. Pero era lo suficientemente parecido y despectivo como para que doliese. Y mucho.
Es por ello que él también empezó a evitar al varmano en la medida de lo posible. Por eso y porque, a veces, aún había una vocecilla en su cabeza que le decía que era el único que había reaccionado de forma normal y que debía incluso estar agradecido de que no hubiese querido echarlo del torreón. Cuando se sentía así, solía refugiarse buscando charlar con el resto, aunque según pasaban los días se vio inesperadamente alejándose de vez en cuando de varios de ellos, por otras razones muy distintas.
Para el mjörní, aquel conflicto era extremadamente complicado y, a falta de otro término que lo describiese con tanta precisión en su caso, alienígena. Había argumentos que podía comprender de parte de los que querían tomar represalias más activas, pero sentía que algunas líneas jamás se deberían cruzar. Si no llega a ser porque no era el único que albergaba muchas dudas al respecto, sintiéndose más familiarizado con la forma de aproximarse al conflicto de Rick y Airi, probablemente no hubiera tenido valor para absolutamente nada. No le gustaba la tensión que todo aquello estaba provocando, y se sentía extremadamente frustrado por no poder conciliar de ninguna forma a personas tan dispares a las que no terminaba de entender por completo. Mucho menos cuando la desestimación del granta hacia él actuaba como una losa pesada siempre que se encontraban en el mismo cuarto.
Habló con le sanaí y el neoyorquino acerca de aquel asunto y de las dudas que tenían al respecto. Räg también estaba de acuerdo en que la información era valiosa y que necesitaban defenderse, pero sí tenía muchas dudas al respecto de tomar ninguna medida más allá de aquello. Al final, aceptó con cierta reticencia colaborar en el saboteo de cestas, a fin de cuentas ellos no iban a envenenarlas, tras llegar a la conclusión de que no podían permitirse la pasividad absoluta. Era una situación completamente desconocida para él y seguía sin saber si era lo correcto, pero aunque solo podía horrorizarse ante los discursos más pasionales acerca del odio que generaban aquel grupo que por alguna razón quería hacerles daño… Posiblemente tuviesen algo de razón. A fin de cuentas, ellos sí parecían estar más familiarizados con el concepto de tener que lidiar con algo así, frente a su total desconocimiento.
Aun así, rechazó de la forma más apática que le era posible, tratando de evitar que se filtrase su miedo, cualquier ofrecimiento de prepararse para lo que le estaba sonando demasiado a una guerra, y reafirmó que él continuaría con sus entrenamientos de artes marciales y enseñando a quien quisiera. Sus límites, si bien no estaban claros del todo, los había marcado, y de hecho no podía evitar sentir una notoria inquietud particularmente ante los enfrentamientos con Rick y también que los más pequeños hubiesen aceptado con tanta facilidad el mostrarse de acuerdo con tomar medidas tan drásticas. Volvía a sentirse un poco como cuando estaba rodeado de completos desconocidos, como si volviese a no saber prácticamente nada de las culturas de cada uno. Aun así, seguiría tratando de mantenerse cercano tanto a Damián como a Aniol y asegurarse de que se encontraban bien, dentro de sus posibilidades.
También seguiría centrado en memorizar los hechizos y practicarlos, comprobando que el agotamiento había disminuido un poco con el paso de las semanas. ¿Quizás también eran capaces de imprimirles más potencia? No estaba muy seguro, pues si algo había cambiado era sutil, pero albergaba cierta esperanza al respecto. No se negó a aprender hechizos con usos más agresivos como el de corte, pero desde luego su intención al respecto no parecía ser las mismas que las de algunos de sus compañeros. Cargaba los cristales ya sin darle mucha importancia al hecho de que utilizaban sangre, pues simplemente los necesitaban. De hecho, hacía un tiempo desde que una idea rondaba su cabeza y dudaba sobre si intentar ponerla en práctica o no.
Una mañana que se encontraba prácticamente solo en el torreón, después de ofrecerse a quedarse mientras la mayoría salían en busca de provisiones, el mjörní se aseguró de que nadie le veía cargando un buen puñado de cristales a una esquina del patio, además de varias sábanas que colocó en pared y suelo como pudo. Tras transcurrir varios minutos en los que miraba hacia atrás y hacia los cristales alternativamente o simplemente se quedaba paralizado… Lo intentó. Era la primera vez que estaba intentando hacer estallar sus globos oculares a propósito, por lo que no esperaba que fuese sencillo o que le fuese a salir siquiera. Según transcurrían los minutos y se ponía más y más nervioso… Al final lo logró. La sangre volvió a salir disparada de sus ojos una vez más, aunque apenas tenía control sobre ello, y mucho menos con el estrés que le generaba el hecho de sentir que no lo tenía.
Parecía que su idea había… ¿funcionado? En parte. Porque no había pensado que la energía que iba a tener que consumir en emplear el hechizo de limpieza sobre toda la tela manchada de sangre le iban a impedir cargar los cristales por aquel día. Sintiéndose extraño y culpable a partes iguales, lavó también los cargadores con agua del pozo antes de guardarlos: iría cargándolos poco a poco cuando el agotamiento mágico se lo permitiese. El mjörní no tenía claro si aquello había valido la pena o no. ¿Quería intentar que su condición maldita fuese útil para algo mientras trataba de controlarla en el proceso? La verdad es que él mismo no lo sabía con seguridad.
Y llegó la mañana en la que finalmente, tras tener claro donde se abastecía de forma habitual el otro grupo, saldrían con claras intenciones de sabotear la comida. La tensión ya hubiese estado presente por su parte aun sin aquel conflicto que una vez más salía a relucir entre Rick y el resto, y una vez más se avergonzaba de no saber cómo interceder. Y otra actitud que le confundía era la de Nohlem: de pronto, no hacía mucho, había empezado a hablarle de vez en cuando. A dejar de fingir por completo que no estaba ahí. No entendía por qué, aunque desde luego Räg correspondía el cambio con las mismas cortesías. Pensaba en todo ello mientras afianzaba su jō a su espalda y notaba el peso de los catalizadores en los bolsillos. Tomó aire con fuerza y permaneció también en la retaguardia mientras se dirigían hacia aquel extraño lugar que le helaba aún más su sangre fría, y sobre todo en aquella mañana que se sentía como alguna especie de punto de inflexión.
Sigue en el Bosque Fantasma.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Torreón Sendar
30/08/24, 08:55 am
Es increíble lo impasible que puede ser uno cuando está tan furioso como cansado. Para su propia sorpresa, Nohlem aguantó impasible a aquella demostración de sangre y agallas por parte de Connor. Pasados los crugidos y chapoteos iniciales sus orejas dejaron de temblar y sus ojos de enseñar tanto blanco como antes. Observó, simplemente observó, saboreando el regusto dulce que curiosamente dejaba un plato tan amargo como era imaginarse una figura humana reemplazando al pobre coyote muerto. El mensaje no era sutil, y le alegraba fuera el caso. Igual que con el oso, Nohlem se dejó impregnar de la ira de Connor en cada mazazo ritmico, forzándose a empujar adentro el temblor que le causaba el brillo de la sangre esparcida. Si tenía que temblar, que fuera de rabia.
En la biblioteca estuvo extremadamente callado y distante, y eso que habría celebrado un lugar de cultura como ese de no ser por los recientes acontecimientos. Ser perseguidos por una criatura, ver una explosión dedicada a tu nombre y un desguace a tus más odiados como respuesta es algo que no se cura con un caramelo. Nohlem vagó como (otro) fantasma por la biblioteca, y bien podría haber elegido un libro útil como hicieron Räg, Airi o Rick, pero tras encontrar cierta paz en la violencia más física al varmano poco le satisfacía la seguridad y elegancia de los hechizos en ese momento. Así que, como buen hijo de ricos, sacó un libro inútil para escapar del “ahora” y esconderse en su propia burbuja. Una fantasía, un placer innecesario, el tipo de conocimientos que solo le aportaría conversación en un club de lectura.
Si es que Alas de Hemoglobina podía aportarle algo aparte de risas y vergüenza ajena. En tiempos como esos hasta la basura se agradecía.
En la biblioteca estuvo extremadamente callado y distante, y eso que habría celebrado un lugar de cultura como ese de no ser por los recientes acontecimientos. Ser perseguidos por una criatura, ver una explosión dedicada a tu nombre y un desguace a tus más odiados como respuesta es algo que no se cura con un caramelo. Nohlem vagó como (otro) fantasma por la biblioteca, y bien podría haber elegido un libro útil como hicieron Räg, Airi o Rick, pero tras encontrar cierta paz en la violencia más física al varmano poco le satisfacía la seguridad y elegancia de los hechizos en ese momento. Así que, como buen hijo de ricos, sacó un libro inútil para escapar del “ahora” y esconderse en su propia burbuja. Una fantasía, un placer innecesario, el tipo de conocimientos que solo le aportaría conversación en un club de lectura.
Si es que Alas de Hemoglobina podía aportarle algo aparte de risas y vergüenza ajena. En tiempos como esos hasta la basura se agradecía.
- ♪♫♬:
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Torreón Sendar
02/09/24, 01:45 pm
Con la colaboración de todos pudieron sacar varios tomos útiles de la biblioteca. Airi sentía alivio de irse de allí, lejos del bibliotecario, pero otra parte de elle habría deseado quedarse buscando y leyendo hasta que la tarde cayese sobre ellos. La biblioteca era, a pesar de todo, un lugar donde casi sentía que podía relajarse. Ojalá no existiese el bibliotecario.
En los días siguientes rara vez abandonó el estudio donde Räg y elle habían decidido trabajar en las traducciones. Papel y lápices y libros abiertos se extendían por la mesa, sin excesivo desorden. No era una tarea sencilla, pero poco a poco fueron entendiendo un poco mejor las diferencias entre ambos idiomas. Que el libro contuviese hechizos que ya dominaban ayudaba y mucho.
Con el paso del tiempo se unieron un sortilegio, y otro, y otro, a los que conocían. El estudio de las runas les permitió no solo entender mejor las trampas que les ponían los del otro torreón –Letargo, asumían–, sino la posibilidad de hacer sus propios artefactos. Era muy útil tener hechizos instantáneos ahí fuera y que no provocasen cansancio en el momento, especialmente para aquellos que no podían realizarlos. Eso a Airi le recordaba un poco más a la magia que ya conocía, pero seguía siendo muy diferente y más versátil.
Su mente habría agradecido aquel cambio, tener con qué estar ocupada, de no ser por el tiempo jugando contra ellos. No sabían cuándo serían atacados. Tal vez no ver demasiado a sus enemigos significaba que estaban planeando algo grande contra ellos. Airi sentía que tenían que ser rápidos, dejándose la salud al pensar que tener un hechizo más podía marcar la diferencia. Se agotaba casi a diario con prácticas y pruebas, y lo único que lamentaba era no poder hacer más para no cargar a Aniol de responsabilidades por su habilidad excepcional. Pero si algo bueno había salido de aquel esfuerzo era que con el paso de las semanas practicar magia se estaba volviendo un poco más fácil, como si su habilidad estuviese adquiriendo plasticidad.
En lo que respectaba a sus enemigos, verles cada vez menos durante un tiempo le puso de los nervios. Pero mientras, ellos no dejaban de ganar habilidades, lo que logró animar un poco el ambiente. Airi se alegraba de que fuese así, pero una parte de elle temía de lo que eran capaces ahora. Su mente continuaba en conflicto, algo de lo que hablaba abiertamente con poca gente.
El día que el insecto les atacó fue como un recordatorio duro de lo que estaba en juego. Caminaban por una zona de la ciudad que conocían como la palma de su mano, pero eso no significaba que estuviesen a salvo. La suerte quiso que Airi, caminando rezagade, fuese una víctima fácil para la cerbatana del bicho. El dardo se clavó en su muslo con un lanzazo de dolor, obligándole a lanzar un alarido de advertencia para sus compañeros. Gracias a eso, nadie más cayó víctima del veneno ese día. Airi podía notar cómo subía por su pierna rápidamente, paralizándole. Primero no podía mover las piernas, después era el torso, los brazos… Pero lo peor era la respiración. Mientras le sacaban de allí, lo único que podía hacer era luchar para meter una pizca de aire en sus pulmones y mantenerse con vida hasta llegar a un lugar seguro. El amuleto curativo le ayudó a subsistir hasta que el veneno desapareció de su cuerpo varias horas después.
Su mente no se recuperó tan rápido como su cuerpo de aquel susto. Se obsesionó con que todos tuviesen amuletos con campos de fuerza a mano, ya fuese fuera o dentro del torreón. Si bien no podían mantenerlos activos todo el tiempo, llevarlos consigo podía salvar muchas vidas. A medida que las cosas iban a peor entre ellos y sus enemigos, Airi solo podía estar ahí de apoyo, deseando que nadie más muriese o saliese herido. Intentaba no pensar en nada más para no distraerse de lo que realmente importaba.
A la hora de la verdad, descubrió que le funcionaba tener claro ese punto. Aunque inicialmente no quería empezar aquella pelea tirando a “Karin”, no pudo detenerlos. Durante el intercambio de flechas que vino después, sus manos no temblaron a la hora de usar el arco para tratar de asustarlos, alejarlos de ellos. Con la lluvia de flechas los campos de fuerza se gastaron rápidamente, lo que dio lugar a heridos entre ellos. Entre los otros también debería haberlos.
La magia salvó vidas ese día. Le sanaí se imaginó perdiendo a Räg, aun cuando el amuleto ya tocaba su piel. Aniol sangraba mucho y Nohlem tenía una flecha ensartada. Esperaba que no tuviesen veneno esta vez. Pero lo peor era imaginarse qué habría pasado si no estuviesen protegidos por magia cuando empezó el ataque. Las manos sí le temblaron mientras volvían a casa.
En los días siguientes rara vez abandonó el estudio donde Räg y elle habían decidido trabajar en las traducciones. Papel y lápices y libros abiertos se extendían por la mesa, sin excesivo desorden. No era una tarea sencilla, pero poco a poco fueron entendiendo un poco mejor las diferencias entre ambos idiomas. Que el libro contuviese hechizos que ya dominaban ayudaba y mucho.
Con el paso del tiempo se unieron un sortilegio, y otro, y otro, a los que conocían. El estudio de las runas les permitió no solo entender mejor las trampas que les ponían los del otro torreón –Letargo, asumían–, sino la posibilidad de hacer sus propios artefactos. Era muy útil tener hechizos instantáneos ahí fuera y que no provocasen cansancio en el momento, especialmente para aquellos que no podían realizarlos. Eso a Airi le recordaba un poco más a la magia que ya conocía, pero seguía siendo muy diferente y más versátil.
Su mente habría agradecido aquel cambio, tener con qué estar ocupada, de no ser por el tiempo jugando contra ellos. No sabían cuándo serían atacados. Tal vez no ver demasiado a sus enemigos significaba que estaban planeando algo grande contra ellos. Airi sentía que tenían que ser rápidos, dejándose la salud al pensar que tener un hechizo más podía marcar la diferencia. Se agotaba casi a diario con prácticas y pruebas, y lo único que lamentaba era no poder hacer más para no cargar a Aniol de responsabilidades por su habilidad excepcional. Pero si algo bueno había salido de aquel esfuerzo era que con el paso de las semanas practicar magia se estaba volviendo un poco más fácil, como si su habilidad estuviese adquiriendo plasticidad.
En lo que respectaba a sus enemigos, verles cada vez menos durante un tiempo le puso de los nervios. Pero mientras, ellos no dejaban de ganar habilidades, lo que logró animar un poco el ambiente. Airi se alegraba de que fuese así, pero una parte de elle temía de lo que eran capaces ahora. Su mente continuaba en conflicto, algo de lo que hablaba abiertamente con poca gente.
El día que el insecto les atacó fue como un recordatorio duro de lo que estaba en juego. Caminaban por una zona de la ciudad que conocían como la palma de su mano, pero eso no significaba que estuviesen a salvo. La suerte quiso que Airi, caminando rezagade, fuese una víctima fácil para la cerbatana del bicho. El dardo se clavó en su muslo con un lanzazo de dolor, obligándole a lanzar un alarido de advertencia para sus compañeros. Gracias a eso, nadie más cayó víctima del veneno ese día. Airi podía notar cómo subía por su pierna rápidamente, paralizándole. Primero no podía mover las piernas, después era el torso, los brazos… Pero lo peor era la respiración. Mientras le sacaban de allí, lo único que podía hacer era luchar para meter una pizca de aire en sus pulmones y mantenerse con vida hasta llegar a un lugar seguro. El amuleto curativo le ayudó a subsistir hasta que el veneno desapareció de su cuerpo varias horas después.
Su mente no se recuperó tan rápido como su cuerpo de aquel susto. Se obsesionó con que todos tuviesen amuletos con campos de fuerza a mano, ya fuese fuera o dentro del torreón. Si bien no podían mantenerlos activos todo el tiempo, llevarlos consigo podía salvar muchas vidas. A medida que las cosas iban a peor entre ellos y sus enemigos, Airi solo podía estar ahí de apoyo, deseando que nadie más muriese o saliese herido. Intentaba no pensar en nada más para no distraerse de lo que realmente importaba.
A la hora de la verdad, descubrió que le funcionaba tener claro ese punto. Aunque inicialmente no quería empezar aquella pelea tirando a “Karin”, no pudo detenerlos. Durante el intercambio de flechas que vino después, sus manos no temblaron a la hora de usar el arco para tratar de asustarlos, alejarlos de ellos. Con la lluvia de flechas los campos de fuerza se gastaron rápidamente, lo que dio lugar a heridos entre ellos. Entre los otros también debería haberlos.
La magia salvó vidas ese día. Le sanaí se imaginó perdiendo a Räg, aun cuando el amuleto ya tocaba su piel. Aniol sangraba mucho y Nohlem tenía una flecha ensartada. Esperaba que no tuviesen veneno esta vez. Pero lo peor era imaginarse qué habría pasado si no estuviesen protegidos por magia cuando empezó el ataque. Las manos sí le temblaron mientras volvían a casa.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Torreón Sendar
02/09/24, 11:23 pm
La vuelta al torreón, por suerte, fue bastante más tranquila que la llegada a la biblioteca. Rick pudo fijarse mejor en los caminos que habían ido tomando durante la huída y, aunque en su mayoría el paisaje no tenía nada de especial entre las ruinas, sí que se fijó de nuevo en una torre en la lejanía, cubierta de enredaderas. Era llamativo cuanto menos y, ahora, como mínimo podía buscarle una explicación a las hojas que había visto de vez en cuando. ¿Qué sería? En cuanto estuvieran en el torreón tendría tiempo de sobra para investigar aquello. Y, aunque el alivio de haber sobrevivido un día más y haber encontrado por fin más grimorios estaba presente, todo tenía un regusto agridulce. Había salido bien, pero el “mensaje” le pareció un mal augurio de lo que iba a esperarles.
Los meses siguientes tuvieron el mismo matiz que las semanas anteriores, y para el neoyorquino aquello no era nada bueno. Dentro del torreón siguió con sus entrenamientos y los que ofertaba el mjörní, pero los descubrimientos que habían hecho en la biblioteca habían sumado muchas más actividades en las que pasar las larguísimas horas. Seguía sin poder usar la magia, pero ello no le impidió que colaborara con traducir los libros que habían traído. No era algo fácil, pero le servía de sobra para estar enfocado en algo menos dañino y, además, le sirvió para aprender qué hechizos estaban añadiendo a su disposición. No podía negar que, los que habían ido traduciendo, iban a ayudarles mucho a defenderse. Su interés también se extendía a las runas, más incluso que con los hechizos al uso. Al fin y al cabo, Räg les había explicado que hasta quienes no podían usar magia podían activarlas y, ahora que sabían que el otro grupo tenía trampas que funcionaban con ellas, era la oportunidad para saber cómo contrarrestarlas. Pidió a quienes podían que le grabaran algunos hechizos defensivos en un papel por si las cosas se complicaban allí afuera y aprendió lo que pudo sobre su funcionamiento. Las piedras que había tomado en el bosque no habían servido de mucho al respecto, por desgracia, pues al explotar las runas no se podían distinguir tan bien cómo habría querido.
Pero sin duda, lo que más ocupó su tiempo fue el atlas. No hubo una sola página que no se estudiara ni calle que comparara con el mapa que habían estado dibujando hasta entonces. Fue bastante pronto cuando se fijó que el atlas reflejaba Rocavarancolia en algún momento del pasado, principalmente porque el enorme abismo lleno de huesos (y donde descansa Serena) no aparecía por ninguna parte. Aquello era un pequeño problema a la hora de orientarse, pero con toda la información que iban a tener de la ciudad lo compensaba con creces. -(Solo habrá que estar atentos y tener en cuenta lo que sea distinto)- pensó. Mientras tuvieran cuidado, el libro podía llevarse sin problema en todas las salidas y, aunque no se atrevía a anotar nada por si Biblios enfurecía, serviría como una buena guía para explorar. También, una vez terminaron de traducir, el neoyorquino pidió si podían llevarse algún libro sobre historia de la ciudad, por si podían averiguar algo de sus investigaciones. Y, aunque al menos estaba en un idioma que conocía, la forma de escribir era tremendamente enrevesada. Largas tardes se pasó leyendo un solo capítulo una y otra vez para intentar descifrar las metáforas elaboradas del que hubiera escrito aquello. Hasta donde había entendido, el tomo trataba sobre la época de esplendor de una línea de reyes, aunque se centraba más en sus campañas que en algo que pudiera resultarles útil. Aún con todo, algún que otro pasaje muy esporádico le llamó la atención y lo apuntó en su libreta, a la que ya empezaba a quedarse sin espacio.
Pero si estaba buscando tantas cosas que hacer era, en parte, para no pensar en los graves problemas que tenían entre manos. Aparte de todo lo del otro grupo, la tensión interna no hizo más que subir y subir mientras pasaban las semanas y, si ya había estado algo esquivo con la mayoría, ahora prácticamente las conversaciones se habían reducido al mínimo imprescindible entre personas que vivían bajo un mismo techo sin compartir nada más que el intentar sobrevivir. Cada vez que se mencionaba algo contra los otros, no podía evitar recordar la masa de carne que formó Connor a mazazos y el miedo se volvía más profundo. A esas alturas estaba empezando a perder la confianza en el grupo, se le hacía complicado reconocer a aquellos que había conocido el primer día y, si no empeoraba aún más, era porque al menos podía resguardarse en la amistad con Airi y Rägjynn. Aquello no lo salvaba por desgracia de la soledad y la ansiedad que sentía cada día. Apenas salía ya del torreón cuando cada salida implicaba también más formas de alimentar una guerra de la que quería apartarse de una vez por todas. No podía perdonarles todo el daño que les habían hecho, pero tampoco estaba de acuerdo con la mayoría de respuestas que estaban teniendo sus compañeros. La angustia crecía cada vez que el resto se marchaba un día más, temiendo lo que pudiera pasarles y lo que pudieran llegar a hacer. En esos momentos era cuando, quisiera o no, tenía que salir al patio o a la azotea para que los extraños ataques de claustrofobia no lo abrumaran junto a todo lo demás. Fuera, se limitaba a alimentar sin remedio sus dudas y, de vez en cuando, a llorar de la frustración, a veces con las hojas soplando en el horizonte. Seguía intentando idear planes para que pudieran defenderse, seguía entrenando para cuando llegara el momento de protegerse, intentaba seguir adelante… ¿pero servía de algo cuando parecía que las cosas solo iban a empeorar hiciera lo que hiciera? ¿Cuando el camino que tenían delante no era uno que quisiera transitar, pero parecía el único? Seguía intentando avanzar a su manera, pero cada día se volvía más complicado no tirar la toalla. Sus dos amigos eran un gran apoyo mucho mejor que la mera supervivencia por inercia y, aunque no tenía claro que pensar al respecto y no se lo había contado a nadie aunque estuviera atento por si acaso, había un nuevo misterio respecto a las hojas. En una de aquellas veces que se había quedado solo en el torreón, se fijó en que una hoja seca había quedado en el suelo del patio. Al recogerla por curiosidad, el susto que se llevó en cuanto una voz salió de ella fue enorme y la soltó, llevándosela de nuevo el viento. Pero el mensaje, que hablaba de una posible ayuda si sobrevivía hasta la Luna Roja, ya había sido dado. -(Solo tienes que pedirlo)- se repetía alguna que otra vez esa parte de la voz. ¿Podía confiar en alguien (o algo) que ni siquiera conocía? ¿Sería otra de las trampas de la ciudad? No lo tenía claro y, por el momento, tenía cosas más importantes de las que preocuparse.
Si bien salía poco, aunque siempre preguntaba por lo nuevo que hubieran podido averiguar, algunos objetivos que se planteaban sí podía aceptarlos y se sumaba a la salida. La idea de encontrar dónde vivía el otro grupo se había mantenido y, ahora que tenían un mapa, no fue muy difícil dar con un nombre y un lugar. -Letargo- así se llamaba el refugio de “Karin”, Sutileza y los otros. En cuanto descubrieron que se trataba del edificio con enredaderas que había visto desde la biblioteca no pudo evitar alegrarse y preocuparse a partes iguales. Sabían dónde estaban, sí, pero aquella era una zona por la que tenían que pasar a la fuerza si querían seguir ampliando sus hechizos y la información que tenían. Aquello fue otro motivo más para vigilarlos de vez en cuando entre las ruinas a cierta distancia. Tal vez las intenciones fueran algo distintas, pero el neoyorquino pensaba que saber quiénes les atacaban y por dónde se movían era algo muy útil en caso de que volvieran a encontrarse. Y no solo aprendieron un poco sobre ellos, sino que con lo que sabían ahora, comenzaron a desactivar las trampas rúnicas que les habían colocado. Sin tener magia, el neoyorquino tuvo cierto recelo al principio cuando ayudaba en ello por si acaso la accionaba sin querer, pero entre las instrucciones del libro y la ayuda del resto fue cogiendo soltura con las que podían alterarse sin demasiadas complicaciones. -(Con suerte, dejarán de ponerlas si se dan cuenta de que ya no les sirven)- pensaba ligeramente esperanzado.
Aún con todo, estaban lejos de estar a salvo. Tanto por lo que contaban y lo poco que había visto él mismo, el otro grupo seguía vigilándoles. No iban tan mal con las cestas, pero donde antes había estado Sutileza, ahora había un bicho humanoide ocupando su papel. Aunque no podía negar que era algo preocupante, quería confiar en que el resto tenía medios más que suficientes para protegerse en las salidas. Y así fue hasta que un día volvieron con Airi totalmente paralizada y respirando con dificultad. Decir que Rick estaba aterrorizado al verle fue quedarse corto y no dudó en echar una mano con lo que pudieran hacer para que se recuperara. El miedo al veneno seguía muy presente y, solamente cuando le sanaí comenzó a moverse de nuevo, pudo respirar tranquilo. Desde ese momento, a pesar de que no le gustaba nada y prefería quedarse algo alejado, decidió empezar a salir más. No aceptaba las acciones de unos ni de otros, pero no iba a permitir que nadie más muriera. Y joder si era complicado. Supo en cuanto usaron la barrera de inercia contra "Karin" que era una idea horrible, y solo lo confirmó en cuanto la lluvia de flechas comenzó. No consiguió fijarse si alguno de sus tiros impactó en alguien y daba gracias de que había salido limpio de la pelea, pero viendo las heridas del resto... Ayudó a los heridos, pero no pudo evitar mirar con dureza a quienes habían dado luz verde a aquello tan innecesario a sus ojos. -(Solo vais a conseguir que nos maten)- pensó, pues ya no tenía claro que sirviera de nada decirlo.
La tensión en el neoyorquino se mantuvo hasta la tarde siguiente, pues se avecinaba algo complicado. Igual que se planteó para el pájaro, en cierto momento había salido la idea de capturar al bicho. Aunque ahora sabían más de ellos, el chico todavía veía útil intentar conseguir más información de primera mano teniendo en cuenta los riesgos. Pero, de nuevo, el qué pasaría una vez lo interrogaran lo tenía muy preocupado. El silencio con el que se había respondido a esa pregunta era tan sonoro como cualquier respuesta, y no le gustaba nada su significado. Aunque antes de que pudieran discutir por ello, tenían que conseguir que el plan funcionara. Rick se encontraba taciturno en el salón, terminando de preparar sus armas y todo lo que iba a necesitar para aquel momento. -(Solo espero que esto no acabe como ayer)- toda una plegaria que, por desgracia, tenía poca fe en que fuera a suceder.
Los meses siguientes tuvieron el mismo matiz que las semanas anteriores, y para el neoyorquino aquello no era nada bueno. Dentro del torreón siguió con sus entrenamientos y los que ofertaba el mjörní, pero los descubrimientos que habían hecho en la biblioteca habían sumado muchas más actividades en las que pasar las larguísimas horas. Seguía sin poder usar la magia, pero ello no le impidió que colaborara con traducir los libros que habían traído. No era algo fácil, pero le servía de sobra para estar enfocado en algo menos dañino y, además, le sirvió para aprender qué hechizos estaban añadiendo a su disposición. No podía negar que, los que habían ido traduciendo, iban a ayudarles mucho a defenderse. Su interés también se extendía a las runas, más incluso que con los hechizos al uso. Al fin y al cabo, Räg les había explicado que hasta quienes no podían usar magia podían activarlas y, ahora que sabían que el otro grupo tenía trampas que funcionaban con ellas, era la oportunidad para saber cómo contrarrestarlas. Pidió a quienes podían que le grabaran algunos hechizos defensivos en un papel por si las cosas se complicaban allí afuera y aprendió lo que pudo sobre su funcionamiento. Las piedras que había tomado en el bosque no habían servido de mucho al respecto, por desgracia, pues al explotar las runas no se podían distinguir tan bien cómo habría querido.
Pero sin duda, lo que más ocupó su tiempo fue el atlas. No hubo una sola página que no se estudiara ni calle que comparara con el mapa que habían estado dibujando hasta entonces. Fue bastante pronto cuando se fijó que el atlas reflejaba Rocavarancolia en algún momento del pasado, principalmente porque el enorme abismo lleno de huesos (y donde descansa Serena) no aparecía por ninguna parte. Aquello era un pequeño problema a la hora de orientarse, pero con toda la información que iban a tener de la ciudad lo compensaba con creces. -(Solo habrá que estar atentos y tener en cuenta lo que sea distinto)- pensó. Mientras tuvieran cuidado, el libro podía llevarse sin problema en todas las salidas y, aunque no se atrevía a anotar nada por si Biblios enfurecía, serviría como una buena guía para explorar. También, una vez terminaron de traducir, el neoyorquino pidió si podían llevarse algún libro sobre historia de la ciudad, por si podían averiguar algo de sus investigaciones. Y, aunque al menos estaba en un idioma que conocía, la forma de escribir era tremendamente enrevesada. Largas tardes se pasó leyendo un solo capítulo una y otra vez para intentar descifrar las metáforas elaboradas del que hubiera escrito aquello. Hasta donde había entendido, el tomo trataba sobre la época de esplendor de una línea de reyes, aunque se centraba más en sus campañas que en algo que pudiera resultarles útil. Aún con todo, algún que otro pasaje muy esporádico le llamó la atención y lo apuntó en su libreta, a la que ya empezaba a quedarse sin espacio.
Pero si estaba buscando tantas cosas que hacer era, en parte, para no pensar en los graves problemas que tenían entre manos. Aparte de todo lo del otro grupo, la tensión interna no hizo más que subir y subir mientras pasaban las semanas y, si ya había estado algo esquivo con la mayoría, ahora prácticamente las conversaciones se habían reducido al mínimo imprescindible entre personas que vivían bajo un mismo techo sin compartir nada más que el intentar sobrevivir. Cada vez que se mencionaba algo contra los otros, no podía evitar recordar la masa de carne que formó Connor a mazazos y el miedo se volvía más profundo. A esas alturas estaba empezando a perder la confianza en el grupo, se le hacía complicado reconocer a aquellos que había conocido el primer día y, si no empeoraba aún más, era porque al menos podía resguardarse en la amistad con Airi y Rägjynn. Aquello no lo salvaba por desgracia de la soledad y la ansiedad que sentía cada día. Apenas salía ya del torreón cuando cada salida implicaba también más formas de alimentar una guerra de la que quería apartarse de una vez por todas. No podía perdonarles todo el daño que les habían hecho, pero tampoco estaba de acuerdo con la mayoría de respuestas que estaban teniendo sus compañeros. La angustia crecía cada vez que el resto se marchaba un día más, temiendo lo que pudiera pasarles y lo que pudieran llegar a hacer. En esos momentos era cuando, quisiera o no, tenía que salir al patio o a la azotea para que los extraños ataques de claustrofobia no lo abrumaran junto a todo lo demás. Fuera, se limitaba a alimentar sin remedio sus dudas y, de vez en cuando, a llorar de la frustración, a veces con las hojas soplando en el horizonte. Seguía intentando idear planes para que pudieran defenderse, seguía entrenando para cuando llegara el momento de protegerse, intentaba seguir adelante… ¿pero servía de algo cuando parecía que las cosas solo iban a empeorar hiciera lo que hiciera? ¿Cuando el camino que tenían delante no era uno que quisiera transitar, pero parecía el único? Seguía intentando avanzar a su manera, pero cada día se volvía más complicado no tirar la toalla. Sus dos amigos eran un gran apoyo mucho mejor que la mera supervivencia por inercia y, aunque no tenía claro que pensar al respecto y no se lo había contado a nadie aunque estuviera atento por si acaso, había un nuevo misterio respecto a las hojas. En una de aquellas veces que se había quedado solo en el torreón, se fijó en que una hoja seca había quedado en el suelo del patio. Al recogerla por curiosidad, el susto que se llevó en cuanto una voz salió de ella fue enorme y la soltó, llevándosela de nuevo el viento. Pero el mensaje, que hablaba de una posible ayuda si sobrevivía hasta la Luna Roja, ya había sido dado. -(Solo tienes que pedirlo)- se repetía alguna que otra vez esa parte de la voz. ¿Podía confiar en alguien (o algo) que ni siquiera conocía? ¿Sería otra de las trampas de la ciudad? No lo tenía claro y, por el momento, tenía cosas más importantes de las que preocuparse.
Si bien salía poco, aunque siempre preguntaba por lo nuevo que hubieran podido averiguar, algunos objetivos que se planteaban sí podía aceptarlos y se sumaba a la salida. La idea de encontrar dónde vivía el otro grupo se había mantenido y, ahora que tenían un mapa, no fue muy difícil dar con un nombre y un lugar. -Letargo- así se llamaba el refugio de “Karin”, Sutileza y los otros. En cuanto descubrieron que se trataba del edificio con enredaderas que había visto desde la biblioteca no pudo evitar alegrarse y preocuparse a partes iguales. Sabían dónde estaban, sí, pero aquella era una zona por la que tenían que pasar a la fuerza si querían seguir ampliando sus hechizos y la información que tenían. Aquello fue otro motivo más para vigilarlos de vez en cuando entre las ruinas a cierta distancia. Tal vez las intenciones fueran algo distintas, pero el neoyorquino pensaba que saber quiénes les atacaban y por dónde se movían era algo muy útil en caso de que volvieran a encontrarse. Y no solo aprendieron un poco sobre ellos, sino que con lo que sabían ahora, comenzaron a desactivar las trampas rúnicas que les habían colocado. Sin tener magia, el neoyorquino tuvo cierto recelo al principio cuando ayudaba en ello por si acaso la accionaba sin querer, pero entre las instrucciones del libro y la ayuda del resto fue cogiendo soltura con las que podían alterarse sin demasiadas complicaciones. -(Con suerte, dejarán de ponerlas si se dan cuenta de que ya no les sirven)- pensaba ligeramente esperanzado.
Aún con todo, estaban lejos de estar a salvo. Tanto por lo que contaban y lo poco que había visto él mismo, el otro grupo seguía vigilándoles. No iban tan mal con las cestas, pero donde antes había estado Sutileza, ahora había un bicho humanoide ocupando su papel. Aunque no podía negar que era algo preocupante, quería confiar en que el resto tenía medios más que suficientes para protegerse en las salidas. Y así fue hasta que un día volvieron con Airi totalmente paralizada y respirando con dificultad. Decir que Rick estaba aterrorizado al verle fue quedarse corto y no dudó en echar una mano con lo que pudieran hacer para que se recuperara. El miedo al veneno seguía muy presente y, solamente cuando le sanaí comenzó a moverse de nuevo, pudo respirar tranquilo. Desde ese momento, a pesar de que no le gustaba nada y prefería quedarse algo alejado, decidió empezar a salir más. No aceptaba las acciones de unos ni de otros, pero no iba a permitir que nadie más muriera. Y joder si era complicado. Supo en cuanto usaron la barrera de inercia contra "Karin" que era una idea horrible, y solo lo confirmó en cuanto la lluvia de flechas comenzó. No consiguió fijarse si alguno de sus tiros impactó en alguien y daba gracias de que había salido limpio de la pelea, pero viendo las heridas del resto... Ayudó a los heridos, pero no pudo evitar mirar con dureza a quienes habían dado luz verde a aquello tan innecesario a sus ojos. -(Solo vais a conseguir que nos maten)- pensó, pues ya no tenía claro que sirviera de nada decirlo.
La tensión en el neoyorquino se mantuvo hasta la tarde siguiente, pues se avecinaba algo complicado. Igual que se planteó para el pájaro, en cierto momento había salido la idea de capturar al bicho. Aunque ahora sabían más de ellos, el chico todavía veía útil intentar conseguir más información de primera mano teniendo en cuenta los riesgos. Pero, de nuevo, el qué pasaría una vez lo interrogaran lo tenía muy preocupado. El silencio con el que se había respondido a esa pregunta era tan sonoro como cualquier respuesta, y no le gustaba nada su significado. Aunque antes de que pudieran discutir por ello, tenían que conseguir que el plan funcionara. Rick se encontraba taciturno en el salón, terminando de preparar sus armas y todo lo que iba a necesitar para aquel momento. -(Solo espero que esto no acabe como ayer)- toda una plegaria que, por desgracia, tenía poca fe en que fuera a suceder.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Torreón Sendar
03/09/24, 02:14 pm
Ethan les quiso poner cara pero no les regalo el gusto de darles un nombre. Aprendió quienes de ellos llevaban armas y quienes eran los que poseían el don de la magia, pero nunca hizo caso a las personalidades que reflejaban. Les convirtió en números, en una escala de cuanto de peligrosos podían ser y alejó sus rostros de toda identidad que pudiera resultar en empatía. Para él no eran más que bestias que hablaban y actuaban tratando de imitar lo que era un ser humano, porque ya había vivido en sus carnes que había supuesto fiarse de uno de ellos.
Había visto la malicia en su sonrisa mientras caían al vacío, había escuchado sus risas estridentes mientras atravesaba el cuello de Serena en un intento desesperado por salvarla y había sido testigo de sus burlas mientras a rastras rogaba en silencio que Damian no se muriera entre sus brazos. Para ellos no eran más que cervatillos a los que dar caza. No les habían dado ni el honor de tener un nombre, ni la piedad de mantener alejados a los más pequeños del grupo de sus horrorosos planes… Así que.. ¿Por qué debía de regalarles una humanidad que ellos mismos demostraban no tener? No, aunque aborreciera vivir aquella guerra sabía que actuar era la única solución. Mientras Letargo siguiera no podrían estar en paz.
Por eso cada nueva victoría se sintió más dulce que la anterior. Con cada ataque evitado, cada trampa desactivada y cada espionaje exitoso estaban un paso más cerca de igualar las condiciones. Empezaban a ser un desafío, a ser fuertes e inteligentes. Las calles poco a poco se volvieron familiares y la tensión constante un aliado en el que confiar. Encontró consuelo en cada noche en la que no tenía que lamentar más bajas y en cada mañana en las que podían escoger que iban a desayunar. Sus compañeros, al menos la gran mayoría, se volvieron para él algo más cercano y familiar. Se volvieron un tesoro que proteger y una meta por la que luchar, se convirtieron en un motivo por el que ignorar el cansancio y en el valor que a veces necesitaba para no dejarse hundir por el miedo.
Claro que no todo era siempre tan sencillo, claro que a veces los triunfos también traían consecuencias. Era el primero consciente de ellas pues en su búsqueda de utilidad se había convertido en una ambulancia improvisada. Era él quien tenía que encontrarse con que el collar no podía restaurar tanto como pensaban, quien debía lidiar con una Airi aterrade por un veneno que ninguno de ellos conocía, era él quien debía de correr primero a socorrer a un Räg que se desangraba vivo y quien debía empaparse de su sangre para poder colocar el cristal sobre su piel. Era él quien le rogaba a Nohlem y a Aniol ver sus heridas aún con el cansancio encima pues sabía que la preocupación no le daría tregua si no al dormir. Odiaba curar, pero sentía que eso era en lo único en lo que de verdad podía resultar de ayuda.
Y quizá por ese esfuerzo que todos hacían tragándose el asco, el miedo y el llanto para seguir, es que cada día entendía menos la actitud de Rick. Le parecía estupendo si quería malgastar sus días lamentándose en la seguridad del torreón mientras el resto se jugaba el pellejo buscando alternativas para sobrevivir, pero era la actitud de mosquito muerto la que le ardía por dentro. Era la soberbia moralista con la que osaba mirarle mientras agitado sujetaba a un Räg herido entre sus brazos . Era el hecho de que cobardemente pagaba su enfado con ellos y no con los culpables que querían ver su cabeza en una pica sin motivo aparente. Era la absurda lógica de que habiendo vivido las mismas desgracias, en vez de cooperar, solo decidía ponerles trabas y malas caras.
Era el cansancio de saber que ningún plan que llegaban a proponer iba a ser de su agrado y que aquellos en los que decidía participar siempre acababa remarcando que era mejor persona que ellos. Irónico pues a pesar de estar centrado en sus mapas no había aportado más ideas que aquellas que se atrevía a hacer con Rag y Airi. Que siendo el adulto responsablemente ético con su medallita de bienquedismo no osaba decirles una sola palabra porque sabía de sobra, cuál iba a ser la respuesta. Una que le daba tanto miedo como el ensuciarse las manos de algo que no fuera tinta.
Claro que entendía la repulsión que podía dar enfrentarse a otro humano, el miedo que daba la sola idea de arrebatarle la vida a un ser vivo. Podía empatizar con eso porque no era un cascarón vacío, porque sufría ese pavor en cada salida y porque tenía que esforzarse en no caer en una piedad que solo les traería muerte. La diferencia es que al menos aquellos del grupo que distaban más en opinión no eran tan hipócritas para reprenderlos cuando, al menos en este caso en concreto, sus planes de ¨defensa¨ no daban resultado alguno.
Por suerte o por desgracia Rick era desde luego el menor de sus problemas y a esas alturas estaba tan acostumbrado a verle con la cara larga que hasta podía sonreír cuando se la encontraba tras una dura salida. Significaba, ni que sea, que habían llegado a casa.
Sus entrenamientos por otro lado se mantuvieron igual de activos, pero gracias a su mejor ánimo se permitió gastar tiempo en cocinar comidas más elaboradas y en explorar multitud de ingredientes a los que no les había dado tanta utilidad. Tras una primera visita más comedida a la biblioteca siguieron un par más tranquilas. Obtuvo algunos libros de medicina básica: tipos de puntos para suturar heridas, vendajes para inmovilizar zonas afectadas, como frenar hemorragias sencillas y remedios caseros para lidiar con fiebres, gripes o venenos comunes (Fuera cual fuera lo que llamaban común en ese libro, porque desde luego que él no reconocía ninguno de los nombrados). Su tiempo libre en los que decidía descansar se convirtieron pues en clases mágicas y lecturas suaves sobre aquello que se veía capaz de hacer para ayudar más a sus compañeros.
Estaba mejor, pues de alguna manera el miedo se había asentado en su cuerpo con una normalidad tan pasmosa como la tensión constante en la que vivían. Eran aliados que les mantenían alerta cuando salían a las calles y que le hacían disfrutar más de los momentos íntimos compartidos en el torreón. Ver como las heridas que al principio les habrían matado ahora se curaban bajo un tono verdoso le restauraba unas esperanzas necesarias y le hacían sentirse extrañamente fuerte. Cuando el dolor que daba una flecha al cortar tu mejilla se convertía en un alivio sistemático al verse regenerada en segundos, la percepción del pánico cambiaba. Quedaba la preocupación por ver que el resto estuviera bien pero el descuido por las heridas de su propio cuerpo se convirtió en una norma. Era sorprendente cuanto de descuidado podía llegar a ser uno cuando era conocedor de que todo moratón que se hiciese no sería más que un recuerdo pasajero.
Por eso su mente decidió ver el vaso medio lleno, olvidarse del tal vez podríamos haber muerto y convertirlo en la realidad de que no había sucedido. Letargo cada vez ponía menos cebos, ya no intentaban tenderles trampas que sabían que no iban a pisar y con cada nueva semana la guerra de bañeras se volvió rápidamente a su favor. El ataque de flechas no era nada comparado con sus planes iniciales, había sido la represalía de quien se sentía acorralado y amenazado. No había ya inteligencia en sus planes, ni la soberbia de saber que estaban por encima de ellos. Porque por primera vez desde que habían empezado aquellos macabros juegos, estaban igualados.
-------------------------------------------------
Esa tarde Ethan tenía el pelo recogido en un moño mientras una diadema de tela mantenía su flequillo apartado del rostro. Estaba entretenido ultimando los detalles de lo que podían llevar, afianzándose el cinturón que sujetaba la daga a su espalda y la cuerda recogida en uno de sus laterales. Era sorprendente como sus figuritas de papel al final sí habían tenido cierta utilidad y es que ahora observaba curioso los grabados de una de sus grullas antes de guardarla en el bolsillo. No tenía muchos hechizos por el ataque repentino del día anterior ni contaba con toda la carga del colgante, pero tendría que bastar.
-Cuando queráis. -Habló para el resto mientras mordía una manzana, apoyado sobre la encimera de la mesa. La lanza descansaba a su lado esperando para ser cogida en cualquier momento. -Id con cuidado, porfa. La idea es que no os tengáis que exponer a ningún peligro.
Sabía que allí fuera era imposible no hacerlo. El lugar al que habían decidido ir como cebo estaba cerca pero no podía evitar sentir un latigazo de culpa dejándolos solos. Su mirada se apoyó en Airi pues sabía que la joven tenía un sentido muy fuerte del deber y luego giró hacía el que era uno de sus mejores amigos. Nohlem seguía herido por mucho que hubiera hecho hincapié en que podía perfectamente coger el arco y eso le preocupaba.
Se mordió momentáneamente el labio y luego soltó un suspiro denso. Era la primera vez que dividían al grupo voluntariamente, era normal que le surgieran dudas por mucho que hubieran hablado de ese plan una y otra vez. Igualmente tenía que confiar en ellos pues sabía que no dejaba solos a gente indefensa, tenían magia y tenían armas. Eran fuertes, mucho más de lo que él mismo era y por eso a pesar de la incertidumbre sabía que tenía que creer en que estarían bien.
-Anda, cuídamelos. -Sonrío con un poco de burla antes de revolver el pelo a Damián. Solo quería poder sacarle una pequeña risa antes de despedirlos. -Se que los dejo en buenas manos.
Había visto la malicia en su sonrisa mientras caían al vacío, había escuchado sus risas estridentes mientras atravesaba el cuello de Serena en un intento desesperado por salvarla y había sido testigo de sus burlas mientras a rastras rogaba en silencio que Damian no se muriera entre sus brazos. Para ellos no eran más que cervatillos a los que dar caza. No les habían dado ni el honor de tener un nombre, ni la piedad de mantener alejados a los más pequeños del grupo de sus horrorosos planes… Así que.. ¿Por qué debía de regalarles una humanidad que ellos mismos demostraban no tener? No, aunque aborreciera vivir aquella guerra sabía que actuar era la única solución. Mientras Letargo siguiera no podrían estar en paz.
Por eso cada nueva victoría se sintió más dulce que la anterior. Con cada ataque evitado, cada trampa desactivada y cada espionaje exitoso estaban un paso más cerca de igualar las condiciones. Empezaban a ser un desafío, a ser fuertes e inteligentes. Las calles poco a poco se volvieron familiares y la tensión constante un aliado en el que confiar. Encontró consuelo en cada noche en la que no tenía que lamentar más bajas y en cada mañana en las que podían escoger que iban a desayunar. Sus compañeros, al menos la gran mayoría, se volvieron para él algo más cercano y familiar. Se volvieron un tesoro que proteger y una meta por la que luchar, se convirtieron en un motivo por el que ignorar el cansancio y en el valor que a veces necesitaba para no dejarse hundir por el miedo.
Claro que no todo era siempre tan sencillo, claro que a veces los triunfos también traían consecuencias. Era el primero consciente de ellas pues en su búsqueda de utilidad se había convertido en una ambulancia improvisada. Era él quien tenía que encontrarse con que el collar no podía restaurar tanto como pensaban, quien debía lidiar con una Airi aterrade por un veneno que ninguno de ellos conocía, era él quien debía de correr primero a socorrer a un Räg que se desangraba vivo y quien debía empaparse de su sangre para poder colocar el cristal sobre su piel. Era él quien le rogaba a Nohlem y a Aniol ver sus heridas aún con el cansancio encima pues sabía que la preocupación no le daría tregua si no al dormir. Odiaba curar, pero sentía que eso era en lo único en lo que de verdad podía resultar de ayuda.
Y quizá por ese esfuerzo que todos hacían tragándose el asco, el miedo y el llanto para seguir, es que cada día entendía menos la actitud de Rick. Le parecía estupendo si quería malgastar sus días lamentándose en la seguridad del torreón mientras el resto se jugaba el pellejo buscando alternativas para sobrevivir, pero era la actitud de mosquito muerto la que le ardía por dentro. Era la soberbia moralista con la que osaba mirarle mientras agitado sujetaba a un Räg herido entre sus brazos . Era el hecho de que cobardemente pagaba su enfado con ellos y no con los culpables que querían ver su cabeza en una pica sin motivo aparente. Era la absurda lógica de que habiendo vivido las mismas desgracias, en vez de cooperar, solo decidía ponerles trabas y malas caras.
Era el cansancio de saber que ningún plan que llegaban a proponer iba a ser de su agrado y que aquellos en los que decidía participar siempre acababa remarcando que era mejor persona que ellos. Irónico pues a pesar de estar centrado en sus mapas no había aportado más ideas que aquellas que se atrevía a hacer con Rag y Airi. Que siendo el adulto responsablemente ético con su medallita de bienquedismo no osaba decirles una sola palabra porque sabía de sobra, cuál iba a ser la respuesta. Una que le daba tanto miedo como el ensuciarse las manos de algo que no fuera tinta.
Claro que entendía la repulsión que podía dar enfrentarse a otro humano, el miedo que daba la sola idea de arrebatarle la vida a un ser vivo. Podía empatizar con eso porque no era un cascarón vacío, porque sufría ese pavor en cada salida y porque tenía que esforzarse en no caer en una piedad que solo les traería muerte. La diferencia es que al menos aquellos del grupo que distaban más en opinión no eran tan hipócritas para reprenderlos cuando, al menos en este caso en concreto, sus planes de ¨defensa¨ no daban resultado alguno.
Por suerte o por desgracia Rick era desde luego el menor de sus problemas y a esas alturas estaba tan acostumbrado a verle con la cara larga que hasta podía sonreír cuando se la encontraba tras una dura salida. Significaba, ni que sea, que habían llegado a casa.
Sus entrenamientos por otro lado se mantuvieron igual de activos, pero gracias a su mejor ánimo se permitió gastar tiempo en cocinar comidas más elaboradas y en explorar multitud de ingredientes a los que no les había dado tanta utilidad. Tras una primera visita más comedida a la biblioteca siguieron un par más tranquilas. Obtuvo algunos libros de medicina básica: tipos de puntos para suturar heridas, vendajes para inmovilizar zonas afectadas, como frenar hemorragias sencillas y remedios caseros para lidiar con fiebres, gripes o venenos comunes (Fuera cual fuera lo que llamaban común en ese libro, porque desde luego que él no reconocía ninguno de los nombrados). Su tiempo libre en los que decidía descansar se convirtieron pues en clases mágicas y lecturas suaves sobre aquello que se veía capaz de hacer para ayudar más a sus compañeros.
Estaba mejor, pues de alguna manera el miedo se había asentado en su cuerpo con una normalidad tan pasmosa como la tensión constante en la que vivían. Eran aliados que les mantenían alerta cuando salían a las calles y que le hacían disfrutar más de los momentos íntimos compartidos en el torreón. Ver como las heridas que al principio les habrían matado ahora se curaban bajo un tono verdoso le restauraba unas esperanzas necesarias y le hacían sentirse extrañamente fuerte. Cuando el dolor que daba una flecha al cortar tu mejilla se convertía en un alivio sistemático al verse regenerada en segundos, la percepción del pánico cambiaba. Quedaba la preocupación por ver que el resto estuviera bien pero el descuido por las heridas de su propio cuerpo se convirtió en una norma. Era sorprendente cuanto de descuidado podía llegar a ser uno cuando era conocedor de que todo moratón que se hiciese no sería más que un recuerdo pasajero.
Por eso su mente decidió ver el vaso medio lleno, olvidarse del tal vez podríamos haber muerto y convertirlo en la realidad de que no había sucedido. Letargo cada vez ponía menos cebos, ya no intentaban tenderles trampas que sabían que no iban a pisar y con cada nueva semana la guerra de bañeras se volvió rápidamente a su favor. El ataque de flechas no era nada comparado con sus planes iniciales, había sido la represalía de quien se sentía acorralado y amenazado. No había ya inteligencia en sus planes, ni la soberbia de saber que estaban por encima de ellos. Porque por primera vez desde que habían empezado aquellos macabros juegos, estaban igualados.
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Esa tarde Ethan tenía el pelo recogido en un moño mientras una diadema de tela mantenía su flequillo apartado del rostro. Estaba entretenido ultimando los detalles de lo que podían llevar, afianzándose el cinturón que sujetaba la daga a su espalda y la cuerda recogida en uno de sus laterales. Era sorprendente como sus figuritas de papel al final sí habían tenido cierta utilidad y es que ahora observaba curioso los grabados de una de sus grullas antes de guardarla en el bolsillo. No tenía muchos hechizos por el ataque repentino del día anterior ni contaba con toda la carga del colgante, pero tendría que bastar.
-Cuando queráis. -Habló para el resto mientras mordía una manzana, apoyado sobre la encimera de la mesa. La lanza descansaba a su lado esperando para ser cogida en cualquier momento. -Id con cuidado, porfa. La idea es que no os tengáis que exponer a ningún peligro.
Sabía que allí fuera era imposible no hacerlo. El lugar al que habían decidido ir como cebo estaba cerca pero no podía evitar sentir un latigazo de culpa dejándolos solos. Su mirada se apoyó en Airi pues sabía que la joven tenía un sentido muy fuerte del deber y luego giró hacía el que era uno de sus mejores amigos. Nohlem seguía herido por mucho que hubiera hecho hincapié en que podía perfectamente coger el arco y eso le preocupaba.
Se mordió momentáneamente el labio y luego soltó un suspiro denso. Era la primera vez que dividían al grupo voluntariamente, era normal que le surgieran dudas por mucho que hubieran hablado de ese plan una y otra vez. Igualmente tenía que confiar en ellos pues sabía que no dejaba solos a gente indefensa, tenían magia y tenían armas. Eran fuertes, mucho más de lo que él mismo era y por eso a pesar de la incertidumbre sabía que tenía que creer en que estarían bien.
-Anda, cuídamelos. -Sonrío con un poco de burla antes de revolver el pelo a Damián. Solo quería poder sacarle una pequeña risa antes de despedirlos. -Se que los dejo en buenas manos.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Torreón Sendar
03/09/24, 11:52 pm
Hasta entonces el progreso había sido el de una planta marchita: lento, un poco más muertos que el día de ayer, con esos altibajos que da una hoja que no termina de secarse a pesar de que ya está amarillenta. Y sin embargo, de alguna forma, con la poca luz y agua que recibía ese patético matojo estaba dando frutos. Su tronco se había endurecido, sus hojas se alzaban a la luz rancia y sus raíces se hundían con fuerza a pesar del terreno yermo. Los libros, los hechizos y runas, las pequeñas victorias, los entrenamientos, la mejoría… Letargo era una manada de lobos, pero por fin estaban aprendiendo a cazarlos de vuelta. Y eso era esperanzador.
Pero por supuesto no se puede arrinconar a un bestia y esperar no ser mordido. La parálisis de Airi le hizo temer como ya había temido viejas veces, con el tétrico recuerdo de la pelirroja envenenada en su propia casa, y es que no quería perder también a le sanaí. Aquellos que quedaban dolerían bastante más que los que ya se habían ido, y en un acto reflejo pareció paralizarse como elle, incapaz hasta de respirar. Por suerte y magia todo quedó en un horrible susto, pero a su manera fue un buen recordatorio de que no podían dar marcha atrás.
Las trampas, a pesar de, ya no resultaban tan espeluznantes, y los amuletos, runas y hechizos (al menos aquellos que podía controlar) le hacían sentir preparado. Seguía sin ser bueno con ningún tipo de arma blanca y no lo sería nunca, pero había algo placentero en aprender algo nuevo, en lo primigenio de una pelea sucia, incluso si era contra sus mejores amigos. Confiaba en la tosca facilidad con la que se clava una daga cuando no queda otra, en la certeza de una flecha, en el corte mágico de unas palabras y en sus brazos firmes, cada vez más capaces de dirigir todas y cada una de esas cosas. Atrás quedó la hambruna de cuando llegaron, y si bien no eran los banquetes de Bermellón, toda comida que no llegase a las fauces de los lobos era gloria para el pueblo.
El tiempo pasó sin esperar a nadie, pero a diferencia de los primeros meses donde sus pasos eran de algodón e incertidumbre, ahora Nohlem pisaba con la seguridad de un hombre que ha aceptado su destino. Moriría mañana o viviría hasta los setenta y tres putos años, lo echarían al foso tan destrozado como Aria o aguantaría hasta poder enterrar a sus padres. Por supuesto que le daba pavor la muerte, si se esforzaba tanto era para burlar a la misma, pero cuando ésta se convierte en tu vecina no te queda otra que asumir que cualquier día dejarás la puerta abierta y se colará dentro. Para eso también preferible morir pronto haciendo daño que quedar solo y traumatizado.
Con sus más y menos, su humor mejoró y evolucionó de una manera que espantaría a su madre, con optimismo, modales y palabrotas impropias de alguien de su clase. Disfrutaba de vivir de formas menos elegantes, de celebrar cada bélica victoria, de intercambiar insultos con Connor, de rebajar su edad mental para jugar con los niños, de interesarse por las tribus de Airi y hablar de religiones que podrían ser ficticias para el otro, de compartir intimidad con Ethan, e incluso de aceptar a Räg como un familiar más en tan extraño y zarrapastroso grupo. Letargo era el grupo protagonista, bendecidos por los Santos con sus plantas, pero a él ya poco le molestaba estar del lado de los augurios.
A pesar de la notable ausencia de Letargo en calles y puntos de cestas, e igual que cuando Airi quedó paralizade, no todo salía a pedir de boca. En esa última lluvia de flechas esperó demasiado a lanzar todas las posibles, resultando herido por dos. Una “solo” le rasgó la oreja, y el horror de saberla a escasos centímetros de su cara le hizo correr para refugiarse, momento en el que recibió la segunda en el hombro izquierdo. Demasiado cerca del cráneo, demasiado cerca del corazón. A pesar de la mala impresión que da ser un erizo de una púa, no fue el más grave del incidente. Tras ver las vísceras trituradas de un animal, el pecho abierto de Connor o a sí mismo empapado de sangre, Nohlem poco a poco se iba habituando a su brillante rojo, pero incluso si Räg distaba de parecerse físicamente a un varmano su imagen sujetándose el estómago sería un parásito que se retorcería en sus recuerdos durante un largo, largo tiempo. Su propia herida dejó de doler, no tanto del shock de su cuerpo como del shock de la escena. La rapidez de todos y el talismán de curación hizo lo imposible salvándolo, y con eso el granta se alegraba incluso si su dolor tenía que persistir un día más.
Claro que su herida podría haber sido menos grave de no haberse arrancado la flecha de cuajo. Aún con todo había tenido la nobleza de inflingirse daño a sí mismo y no a Rick.
Hacía ya que no hablaba con él, pero acababa de cruzar una línea. ¿Qué clase de monstruo culpa a la víctima de defenderse? Podía tener miedo, era lógico tenerlo. El miedo era su motor después de todo, por mucho que lo que sonase fuese la ira. Había gente que se paralizaba, víctima de la punzante incapacidad de solo poder esconderse y rezar, de no querer involucrarse por supervivencia, lo respetaba y lo comprendía de su propia experiencia ese mismo año, pero… en esas miradas no había solo miedo. Había asco, reproche, superioridad. “Tú te lo buscaste”, “Esto es culpa vuestra”, es lo que parecía decir. Como si hubieran forzado a Räg a salir, como si no se hubiera sentido ya bastante asfixiado por el temor de enterrar a otro. Si Nohlem hubiera muerto ese día…, ¿habría mirado Rick así a su cuerpo? ¿Habría culpado igual a sus amigos? Empezaba a creer que el chico sentía más odio por ellos que por los de Letargo.
Está bien. No iba a conseguir hacerle sentir mal por luchar por su vida y la de los demás. Letargo no había tenido piedad con ellos, y desde luego no era un plato del que fueran merecedores.
—Madura.
Entre sangre hirviente y dolor fue lo único que había podido salir de su boca, y eso que en los últimos meses había perdido el filtro. Arrancarse la flecha delante de su cara fue el peor-mejor error de su vida. Y mientras sus puños aún temblaban por la intoxicante rabia a pesar de que hacía horas de aquello, mientras se recolocaba los anillos en la mano dominante como si fueran un complejísimo puzzle bajo el cielo nocturno de la azotea, Nohlem lamentaba no haberle partido la boca en el instante. Los quejidos de su hombro palpitante se lo recordaban. Si Rick quería que fuera un monstruo lo terminaría consiguiendo.
No durmió esa noche.
A pesar del nulo descanso el varmano estaba sorprendentemente avispado ese día. Frustrado o no, tampoco es que hubiera conseguido pegar ojo pensando en el mañana. Con el pelo ya largo, la casi-perenne barba de días, las ojeras de la noche, la rotura de su oreja y la venda que cubría una herida no sangrante pero cerrada a medias por la justa batería del talismán, Nohlem parecía un blanco perfecto. Como tenía que ser. Mejor él que otros.
Llenó el carcaj de flechas y se lo echó sobre el hombro, donde no interferiría del todo con las vistas. Su camisa colgaba, discreta, lo justo para dejar ver los vendajes como si el peso de la tela también doliera, dándole un aspecto más afligido en su “favor”. Era un cebo andante, pero jugaría con la sorpresa de estar más sano de lo que parecía. El dolor era más muscular que lacerante, y más allá de los tirones al rotarlo todavía podía moverse para apuntar y disparar sin otra impertinencia aparente que una mueca. Estaba listo. Le dedicó una sonrisa no del todo amplia al londinense, cuadrando la espalda con orgullo y seguridad una última vez para que confiara antes de salir y entrar de lleno en el papel. Irónicamente, en ese momento lo que más difícil se le antojaba de la misión era soportar la compañía.
—Por favor —repitió tras Ethan, mirando a Damian—. Solo soy un pobre manco. Y tú —le dijo a Aniol—. Cuida del pobre cojo.
Se volteó a Airi y Räg, con menos confianza y bromas.
>>Y, um. Se aprecia, de veras, pero… Si queréis quedaros aún estáis a tiempo.
Realmente eran necesarios, pero algo aún le dolía profundamente tras lo de ayer.
Pero por supuesto no se puede arrinconar a un bestia y esperar no ser mordido. La parálisis de Airi le hizo temer como ya había temido viejas veces, con el tétrico recuerdo de la pelirroja envenenada en su propia casa, y es que no quería perder también a le sanaí. Aquellos que quedaban dolerían bastante más que los que ya se habían ido, y en un acto reflejo pareció paralizarse como elle, incapaz hasta de respirar. Por suerte y magia todo quedó en un horrible susto, pero a su manera fue un buen recordatorio de que no podían dar marcha atrás.
Las trampas, a pesar de, ya no resultaban tan espeluznantes, y los amuletos, runas y hechizos (al menos aquellos que podía controlar) le hacían sentir preparado. Seguía sin ser bueno con ningún tipo de arma blanca y no lo sería nunca, pero había algo placentero en aprender algo nuevo, en lo primigenio de una pelea sucia, incluso si era contra sus mejores amigos. Confiaba en la tosca facilidad con la que se clava una daga cuando no queda otra, en la certeza de una flecha, en el corte mágico de unas palabras y en sus brazos firmes, cada vez más capaces de dirigir todas y cada una de esas cosas. Atrás quedó la hambruna de cuando llegaron, y si bien no eran los banquetes de Bermellón, toda comida que no llegase a las fauces de los lobos era gloria para el pueblo.
El tiempo pasó sin esperar a nadie, pero a diferencia de los primeros meses donde sus pasos eran de algodón e incertidumbre, ahora Nohlem pisaba con la seguridad de un hombre que ha aceptado su destino. Moriría mañana o viviría hasta los setenta y tres putos años, lo echarían al foso tan destrozado como Aria o aguantaría hasta poder enterrar a sus padres. Por supuesto que le daba pavor la muerte, si se esforzaba tanto era para burlar a la misma, pero cuando ésta se convierte en tu vecina no te queda otra que asumir que cualquier día dejarás la puerta abierta y se colará dentro. Para eso también preferible morir pronto haciendo daño que quedar solo y traumatizado.
Con sus más y menos, su humor mejoró y evolucionó de una manera que espantaría a su madre, con optimismo, modales y palabrotas impropias de alguien de su clase. Disfrutaba de vivir de formas menos elegantes, de celebrar cada bélica victoria, de intercambiar insultos con Connor, de rebajar su edad mental para jugar con los niños, de interesarse por las tribus de Airi y hablar de religiones que podrían ser ficticias para el otro, de compartir intimidad con Ethan, e incluso de aceptar a Räg como un familiar más en tan extraño y zarrapastroso grupo. Letargo era el grupo protagonista, bendecidos por los Santos con sus plantas, pero a él ya poco le molestaba estar del lado de los augurios.
A pesar de la notable ausencia de Letargo en calles y puntos de cestas, e igual que cuando Airi quedó paralizade, no todo salía a pedir de boca. En esa última lluvia de flechas esperó demasiado a lanzar todas las posibles, resultando herido por dos. Una “solo” le rasgó la oreja, y el horror de saberla a escasos centímetros de su cara le hizo correr para refugiarse, momento en el que recibió la segunda en el hombro izquierdo. Demasiado cerca del cráneo, demasiado cerca del corazón. A pesar de la mala impresión que da ser un erizo de una púa, no fue el más grave del incidente. Tras ver las vísceras trituradas de un animal, el pecho abierto de Connor o a sí mismo empapado de sangre, Nohlem poco a poco se iba habituando a su brillante rojo, pero incluso si Räg distaba de parecerse físicamente a un varmano su imagen sujetándose el estómago sería un parásito que se retorcería en sus recuerdos durante un largo, largo tiempo. Su propia herida dejó de doler, no tanto del shock de su cuerpo como del shock de la escena. La rapidez de todos y el talismán de curación hizo lo imposible salvándolo, y con eso el granta se alegraba incluso si su dolor tenía que persistir un día más.
Claro que su herida podría haber sido menos grave de no haberse arrancado la flecha de cuajo. Aún con todo había tenido la nobleza de inflingirse daño a sí mismo y no a Rick.
Hacía ya que no hablaba con él, pero acababa de cruzar una línea. ¿Qué clase de monstruo culpa a la víctima de defenderse? Podía tener miedo, era lógico tenerlo. El miedo era su motor después de todo, por mucho que lo que sonase fuese la ira. Había gente que se paralizaba, víctima de la punzante incapacidad de solo poder esconderse y rezar, de no querer involucrarse por supervivencia, lo respetaba y lo comprendía de su propia experiencia ese mismo año, pero… en esas miradas no había solo miedo. Había asco, reproche, superioridad. “Tú te lo buscaste”, “Esto es culpa vuestra”, es lo que parecía decir. Como si hubieran forzado a Räg a salir, como si no se hubiera sentido ya bastante asfixiado por el temor de enterrar a otro. Si Nohlem hubiera muerto ese día…, ¿habría mirado Rick así a su cuerpo? ¿Habría culpado igual a sus amigos? Empezaba a creer que el chico sentía más odio por ellos que por los de Letargo.
Está bien. No iba a conseguir hacerle sentir mal por luchar por su vida y la de los demás. Letargo no había tenido piedad con ellos, y desde luego no era un plato del que fueran merecedores.
—Madura.
Entre sangre hirviente y dolor fue lo único que había podido salir de su boca, y eso que en los últimos meses había perdido el filtro. Arrancarse la flecha delante de su cara fue el peor-mejor error de su vida. Y mientras sus puños aún temblaban por la intoxicante rabia a pesar de que hacía horas de aquello, mientras se recolocaba los anillos en la mano dominante como si fueran un complejísimo puzzle bajo el cielo nocturno de la azotea, Nohlem lamentaba no haberle partido la boca en el instante. Los quejidos de su hombro palpitante se lo recordaban. Si Rick quería que fuera un monstruo lo terminaría consiguiendo.
No durmió esa noche.
A pesar del nulo descanso el varmano estaba sorprendentemente avispado ese día. Frustrado o no, tampoco es que hubiera conseguido pegar ojo pensando en el mañana. Con el pelo ya largo, la casi-perenne barba de días, las ojeras de la noche, la rotura de su oreja y la venda que cubría una herida no sangrante pero cerrada a medias por la justa batería del talismán, Nohlem parecía un blanco perfecto. Como tenía que ser. Mejor él que otros.
Llenó el carcaj de flechas y se lo echó sobre el hombro, donde no interferiría del todo con las vistas. Su camisa colgaba, discreta, lo justo para dejar ver los vendajes como si el peso de la tela también doliera, dándole un aspecto más afligido en su “favor”. Era un cebo andante, pero jugaría con la sorpresa de estar más sano de lo que parecía. El dolor era más muscular que lacerante, y más allá de los tirones al rotarlo todavía podía moverse para apuntar y disparar sin otra impertinencia aparente que una mueca. Estaba listo. Le dedicó una sonrisa no del todo amplia al londinense, cuadrando la espalda con orgullo y seguridad una última vez para que confiara antes de salir y entrar de lleno en el papel. Irónicamente, en ese momento lo que más difícil se le antojaba de la misión era soportar la compañía.
—Por favor —repitió tras Ethan, mirando a Damian—. Solo soy un pobre manco. Y tú —le dijo a Aniol—. Cuida del pobre cojo.
Se volteó a Airi y Räg, con menos confianza y bromas.
>>Y, um. Se aprecia, de veras, pero… Si queréis quedaros aún estáis a tiempo.
Realmente eran necesarios, pero algo aún le dolía profundamente tras lo de ayer.
- ♪♫♬:
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Sendar
05/09/24, 04:35 pm
Aniol observaba la escena con atención, sus ojos color miel saltaban de un rostro a otro mientras una sonrisilla esperanzadora adornaba sus mejillas regordetas. Los meses habían pasado y sería mentir si dijera que no tenía miedo ahora, a nada de cumplir el plan. Pero también sería faltar a la verdad afirmar que la rabia y el instinto de supervivencia no pueden asentarse en un crío de once años tras semanas de penurias.
—Un cojito muy guapito —le respondió al varmano. Y era cierto, el cabello del medio japonés quedaba ahora lo suficientemente largo como para poder recogerlo en un moño improvisado, además de vérsele mucho más animado y menos ojeroso que de costumbre. Para el polaco no pasaban inadvertidos los cambios del tiempo, empezando por la pequeña melenita pelirroja del granta, y terminando por los suyos propios. Su larga cabellera destartalada se veía ahora obligada a ser trenzada en cada salida para que no le molestara (especialmente cuando levitaba) y su cuerpo se había endurecido un poco debido a los entrenamientos, aunque no tanto para perder su forma ovalada. Lo notaba en especial en la flexibilidad con la que contaba en las articulaciones, ya fuera para manipular el bastón que el mjörní le enseñaba a esgrimir como para tratar de zafarse de Connor o Ethan cuando fingían que alguien trataba de apuñalarle en el patio—. Pero chi, ya veréis, no voy a fallar ni una —en última instancia asintió en dirección a Nohlem, reprimiendo el impulso de lanzarse a abrazarle por la proximidad de la separación, y cayendo en el tono orgulloso que a veces tomaba al ser consciente de que era parte importante en cualquier ardid.
Puede que por eso mismo, tras el comentario del elfito, su mirada se arrastrara hacia el grupo "señuelo" con cierta pereza. El niño se encontraba sorprendido por la presencia de Rick entre ellos, de normal no solía esperar que se sumara a un acto tan directo contra Letargo, pero podía entender por qué se quedaba muchas veces a resguardo en el torreón mientras el resto de sus amigos se jugaban la vida. Al fin y al cabo, no todos contaban con sus increíbles y maravillosas dotes mágicas, así que puede que Rick no hiciera nunca nada por la simpleza de que... bueno... no podía hacer nada. Él, en cambio, se encontraba mucho más preocupado por el estado de Räg y Airi, a quienes sí les tenía cierto aprecio. La parálisis que había sufrido le sanaí fue uno de los mayores impulsadores de su enfado, el motor que le hacía falta para que se diera cuenta de que su control con los hechizos era indispensable. Todo esto antes de que la lluvia de flechas hiriera a aquellos a los que más quería, por supuesto. Tenía un moretón en el gemelo producida por una flecha no impactada del todo que le había hecho llorar el día anterior, sí, pero... ¿Y la satisfacción que sintió por echar al suelo a la muchacha del pelo verde? ¿La misma que casi los mató de una explosión?.
Para nuestro churumbel era difícil no creerse el centro de su propio reinado en aquellos momentos. Podía flotar, podía conjurar escudos, y lo más importante, podía hacer daño. No disfrutaba con ello, nunca se había contentado con las acciones de algunos de sus amigos del cole cuando se desquitaban con las extremidades de alguna hormiga desafortunada. Pero aunque no quisiera cargar contra cualquier insecto, si éste acertara con un dardo venenoso a alguien de su tribu, por supuesto que trataría de descargarle todo un flis flis mágico antimosquitos en la cara. O un hechizo de impacto con toda la fuerza que pudiera, ya puestos.
De modo que la Navidad quedaba ya atrás, y en lugar de regalos habían recibido libros y poderosos tomos de magia con el que dominar los encuentros. ¿Para qué había sido bendecido con una habilidad tan extraordinaria para aprender conjuros si no era para usarlo? Aniol entendió que este detalle se aplicaba a todos, y gracias a eso pudo ser capaz de volver a mirar al motero a los ojos sin recordar sus antebrazos repletos de sangre.
Todo estaba preparado. Se había cansado de leer su libro rosita de aventuritas y por primera vez serían ellos los que tomarían partido de un juego que nunca habían querido jugar.
—Recuerda... eres la princesa Elsa... —se dijo así mismo en un susurro, los ojos del polaco todavía observaban a Räg y Airi de manera taciturna, antes de desviarse hacia la orejita maltratada de Nohlem y sentir una pira encendida en la base del estómago. Se prometió que haría todo lo posible porque "Karin" y los suyos se arrepintieran de haberse metido con la banda equivocada del patio. Este era su recreo—. Y luego si queréis a la vuelta jugamos a algo... ¿nuuu?.
—Un cojito muy guapito —le respondió al varmano. Y era cierto, el cabello del medio japonés quedaba ahora lo suficientemente largo como para poder recogerlo en un moño improvisado, además de vérsele mucho más animado y menos ojeroso que de costumbre. Para el polaco no pasaban inadvertidos los cambios del tiempo, empezando por la pequeña melenita pelirroja del granta, y terminando por los suyos propios. Su larga cabellera destartalada se veía ahora obligada a ser trenzada en cada salida para que no le molestara (especialmente cuando levitaba) y su cuerpo se había endurecido un poco debido a los entrenamientos, aunque no tanto para perder su forma ovalada. Lo notaba en especial en la flexibilidad con la que contaba en las articulaciones, ya fuera para manipular el bastón que el mjörní le enseñaba a esgrimir como para tratar de zafarse de Connor o Ethan cuando fingían que alguien trataba de apuñalarle en el patio—. Pero chi, ya veréis, no voy a fallar ni una —en última instancia asintió en dirección a Nohlem, reprimiendo el impulso de lanzarse a abrazarle por la proximidad de la separación, y cayendo en el tono orgulloso que a veces tomaba al ser consciente de que era parte importante en cualquier ardid.
Puede que por eso mismo, tras el comentario del elfito, su mirada se arrastrara hacia el grupo "señuelo" con cierta pereza. El niño se encontraba sorprendido por la presencia de Rick entre ellos, de normal no solía esperar que se sumara a un acto tan directo contra Letargo, pero podía entender por qué se quedaba muchas veces a resguardo en el torreón mientras el resto de sus amigos se jugaban la vida. Al fin y al cabo, no todos contaban con sus increíbles y maravillosas dotes mágicas, así que puede que Rick no hiciera nunca nada por la simpleza de que... bueno... no podía hacer nada. Él, en cambio, se encontraba mucho más preocupado por el estado de Räg y Airi, a quienes sí les tenía cierto aprecio. La parálisis que había sufrido le sanaí fue uno de los mayores impulsadores de su enfado, el motor que le hacía falta para que se diera cuenta de que su control con los hechizos era indispensable. Todo esto antes de que la lluvia de flechas hiriera a aquellos a los que más quería, por supuesto. Tenía un moretón en el gemelo producida por una flecha no impactada del todo que le había hecho llorar el día anterior, sí, pero... ¿Y la satisfacción que sintió por echar al suelo a la muchacha del pelo verde? ¿La misma que casi los mató de una explosión?.
Para nuestro churumbel era difícil no creerse el centro de su propio reinado en aquellos momentos. Podía flotar, podía conjurar escudos, y lo más importante, podía hacer daño. No disfrutaba con ello, nunca se había contentado con las acciones de algunos de sus amigos del cole cuando se desquitaban con las extremidades de alguna hormiga desafortunada. Pero aunque no quisiera cargar contra cualquier insecto, si éste acertara con un dardo venenoso a alguien de su tribu, por supuesto que trataría de descargarle todo un flis flis mágico antimosquitos en la cara. O un hechizo de impacto con toda la fuerza que pudiera, ya puestos.
De modo que la Navidad quedaba ya atrás, y en lugar de regalos habían recibido libros y poderosos tomos de magia con el que dominar los encuentros. ¿Para qué había sido bendecido con una habilidad tan extraordinaria para aprender conjuros si no era para usarlo? Aniol entendió que este detalle se aplicaba a todos, y gracias a eso pudo ser capaz de volver a mirar al motero a los ojos sin recordar sus antebrazos repletos de sangre.
Todo estaba preparado. Se había cansado de leer su libro rosita de aventuritas y por primera vez serían ellos los que tomarían partido de un juego que nunca habían querido jugar.
—Recuerda... eres la princesa Elsa... —se dijo así mismo en un susurro, los ojos del polaco todavía observaban a Räg y Airi de manera taciturna, antes de desviarse hacia la orejita maltratada de Nohlem y sentir una pira encendida en la base del estómago. Se prometió que haría todo lo posible porque "Karin" y los suyos se arrepintieran de haberse metido con la banda equivocada del patio. Este era su recreo—. Y luego si queréis a la vuelta jugamos a algo... ¿nuuu?.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Sendar
05/09/24, 10:56 pm
El refugio en los libros y disponer de nuevos recursos era de lo poco que le mantenía cuerdo a aquellas alturas. Eso y las conversaciones con sus compañeros, aunque a veces el ambiente tenso que volvía a haber dificultaba esto último. Al menos, siempre podía contar con charlar con Airi de cualquier cosa mientras se esforzaban por traducir lo que en un principio era un galimatías incomprensible.
De hecho, el mjörní se dio cuenta de que lo que inicialmente le había parecido una tarea tediosa, acabaría por resultarle entretenido y cada vez más fácil. Siempre se le habían dado mejor las letras que los números, pero era la primera vez que tenía que tratar de comprender un idioma desconocido y no se había imaginado que aquello tampoco se le daba tan mal.
Otra cosa que parecía haber mejorado, y así lo confirmaban todos los que tenían capacidad para emplear hechizos, era la habilidad con estos y la resistencia al gasto de energía mágica. Era esperable hasta cierto punto que ambos apartados mejorasen con la práctica, especialmente siendo que cada vez ponían más empeño en aprender a usarlos, pero la mejora se le antojaba muy notable de repente. Era muy clara, sobre todo, en Aniol, quien descubrieron que era el único que podía ejecutar aquel hechizo defensivo potente que el grimorio describía como “campo de fuerza” y que parecía ser similar a lo que estaba inscrito en la runa que habían encontrado en los subterráneos.
Le preocupaba que el polaco se excediese preparando hechizos, pero sin duda tenía tanto aptitud como actitud, y tan solo se dedicaría a recordarle que no se sobrepasase si notaba que el agotamiento mágico del niño era muy visible. Estaba claro que para Aniol era algo que quería hacer y hacía con gusto, pero Rägjynn se seguía preocupando por los niños. No solo por el polaco, también por Damian. Siempre que ellos quisiesen trataría de pasar tiempo con ellos buscando otros temas de conversación que no fuesen lidiar con la amenaza que ocupaba casi todo su tiempo.
Rägjynn ayudaría en lo que consideraba que no iba a terminar del todo con su salud mental, y por supuesto tal y como había dicho siempre estaba preparado para defender a los suyos cuando pudiese, por poco que fuese lo que pudiera aportar. Es por ello que desactivar las trampas rúnicas, ahora que conocían aquel lenguaje, fue una de sus prioridades en cuanto estuvo seguro de que podrían hacerlo sin riesgo. Rick le ayudó en aquella tarea, y también intentaba mantener conversaciones con el humano de cosas que ayudasen a que, quizás durante unos escasos minutos, pudiesen dejar las dudas y los conflictos a un segundo plano.
Pero para lo que sin duda no estaba preparado fue para los sucesos que amenazaron sus vidas de nuevo tras un periodo de relativa calma. La primera víctima fue Airi, y casi se le detiene el corazón a pesar de no haber sufrido el veneno que amenazaba la vida de le chique al ver su estado y lo poco que podían hacer por ayudarle. El tiempo que tardó le sanaí en recuperarse fue agónico, e incluso cruel. Pues, según el grimorio disponían de alguna clase de remedio contra los venenos, y no obstante era el único hechizo que eran incapaces de realizar sin ninguna razón lógica aparente, ni siquiera Aniol.
Y el día anterior a aquella mañana en la que se disponían a ejecutar un plan que le generaba demasiadas dudas, temió por su propia vida. La respuesta a un ataque directo no se hizo esperar, y el aluvión de flechas le cogió prácticamente desprevenido. Su runa con campo de fuerza no duró demasiado, y un proyectil atravesó limpiamente su barriga, en un costado. Solo gracias a que contaban con el amuleto curativo pudo vivir para ver otro día, a costar de que muchos otros heridos no pudiesen recuperarse del todo. El mjörní se sentía frustrado de que las cosas tuviesen que suceder así, pero solo podía ayudar atendiendo a los heridos con agua caliente y trapos.
Ese día esperaba que de verdad estuviesen preparados. Las runas y el concepto de anclar hechizos habían resultado ser muy útiles para toda clase de cosas (incluso podían mantener frescos los alimentos durante más tiempo anclando un hechizo térmico en un mueble), pero tras lo ocurrido el día anterior tenía menos claro que antes que fuesen a tener éxito.
A pesar de eso, él había tomado su resolución al respecto, por lo que negó con la cabeza ante el comentario de Nohlem dirigido a Airi y él.
—No queremos. Queremos evitar que nos hagan daño si podemos hacerlo… ¿verdad?
Sabía que podía hablar también por le sanaí, pues habían debatido al respecto cuando supieron del plan de sus compañeros y ambos habían llegado a la misma conclusión.
Una parte de él también se alegraba de que, a pesar de que no habían tenido una conversación directa al respecto, de algún modo el varmano parecía que había decidido volver a dirigirle la palabra.
De hecho, el mjörní se dio cuenta de que lo que inicialmente le había parecido una tarea tediosa, acabaría por resultarle entretenido y cada vez más fácil. Siempre se le habían dado mejor las letras que los números, pero era la primera vez que tenía que tratar de comprender un idioma desconocido y no se había imaginado que aquello tampoco se le daba tan mal.
Otra cosa que parecía haber mejorado, y así lo confirmaban todos los que tenían capacidad para emplear hechizos, era la habilidad con estos y la resistencia al gasto de energía mágica. Era esperable hasta cierto punto que ambos apartados mejorasen con la práctica, especialmente siendo que cada vez ponían más empeño en aprender a usarlos, pero la mejora se le antojaba muy notable de repente. Era muy clara, sobre todo, en Aniol, quien descubrieron que era el único que podía ejecutar aquel hechizo defensivo potente que el grimorio describía como “campo de fuerza” y que parecía ser similar a lo que estaba inscrito en la runa que habían encontrado en los subterráneos.
Le preocupaba que el polaco se excediese preparando hechizos, pero sin duda tenía tanto aptitud como actitud, y tan solo se dedicaría a recordarle que no se sobrepasase si notaba que el agotamiento mágico del niño era muy visible. Estaba claro que para Aniol era algo que quería hacer y hacía con gusto, pero Rägjynn se seguía preocupando por los niños. No solo por el polaco, también por Damian. Siempre que ellos quisiesen trataría de pasar tiempo con ellos buscando otros temas de conversación que no fuesen lidiar con la amenaza que ocupaba casi todo su tiempo.
Rägjynn ayudaría en lo que consideraba que no iba a terminar del todo con su salud mental, y por supuesto tal y como había dicho siempre estaba preparado para defender a los suyos cuando pudiese, por poco que fuese lo que pudiera aportar. Es por ello que desactivar las trampas rúnicas, ahora que conocían aquel lenguaje, fue una de sus prioridades en cuanto estuvo seguro de que podrían hacerlo sin riesgo. Rick le ayudó en aquella tarea, y también intentaba mantener conversaciones con el humano de cosas que ayudasen a que, quizás durante unos escasos minutos, pudiesen dejar las dudas y los conflictos a un segundo plano.
Pero para lo que sin duda no estaba preparado fue para los sucesos que amenazaron sus vidas de nuevo tras un periodo de relativa calma. La primera víctima fue Airi, y casi se le detiene el corazón a pesar de no haber sufrido el veneno que amenazaba la vida de le chique al ver su estado y lo poco que podían hacer por ayudarle. El tiempo que tardó le sanaí en recuperarse fue agónico, e incluso cruel. Pues, según el grimorio disponían de alguna clase de remedio contra los venenos, y no obstante era el único hechizo que eran incapaces de realizar sin ninguna razón lógica aparente, ni siquiera Aniol.
Y el día anterior a aquella mañana en la que se disponían a ejecutar un plan que le generaba demasiadas dudas, temió por su propia vida. La respuesta a un ataque directo no se hizo esperar, y el aluvión de flechas le cogió prácticamente desprevenido. Su runa con campo de fuerza no duró demasiado, y un proyectil atravesó limpiamente su barriga, en un costado. Solo gracias a que contaban con el amuleto curativo pudo vivir para ver otro día, a costar de que muchos otros heridos no pudiesen recuperarse del todo. El mjörní se sentía frustrado de que las cosas tuviesen que suceder así, pero solo podía ayudar atendiendo a los heridos con agua caliente y trapos.
Ese día esperaba que de verdad estuviesen preparados. Las runas y el concepto de anclar hechizos habían resultado ser muy útiles para toda clase de cosas (incluso podían mantener frescos los alimentos durante más tiempo anclando un hechizo térmico en un mueble), pero tras lo ocurrido el día anterior tenía menos claro que antes que fuesen a tener éxito.
A pesar de eso, él había tomado su resolución al respecto, por lo que negó con la cabeza ante el comentario de Nohlem dirigido a Airi y él.
—No queremos. Queremos evitar que nos hagan daño si podemos hacerlo… ¿verdad?
Sabía que podía hablar también por le sanaí, pues habían debatido al respecto cuando supieron del plan de sus compañeros y ambos habían llegado a la misma conclusión.
Una parte de él también se alegraba de que, a pesar de que no habían tenido una conversación directa al respecto, de algún modo el varmano parecía que había decidido volver a dirigirle la palabra.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Torreón Sendar
07/09/24, 01:11 pm
Los meses transcurrieron con una lentitud agónica. Pues eso es lo que sentía Connor: una espera interminable sin saber qué podría estar tramando el otro grupo. Habían conseguido libros y hechizos nuevos tras la visita a la biblioteca, aunque Connor optó por un simple diccionario para que les ayudara en la traducción... Él no tenía ni el menor atisbo de ganas de leer un puto libro por el simple gusto de hacerlo como fue el caso de Nohlem, no por un arrebato de responsabilidad de coger algo más útil si no porque... No le gustaba una mierda leer y punto. A pesar de ello, los días siguientes demostraron que fue una buena idea visitar aquel edificio. Nuevos hechizos significaban nuevas armas contra esos cabrones. Nuevas formas de defenderse. Nuevas formas de matar, mucho más fáciles si se presentaba la ocasión.
Porque al final se reducía todo a eso, ¿no? Matar o morir.
Descubrió que no era tan mal alumno después de todo. Solo malo, pero no "tan" malo. Gracias a los consejos y recordatorios de Ethan para estudiar y a la habilidad natural de Aniol, pronto empezó a progresar con la magia. No demasiado rápido, pero sí constante. También descubrió que le gustaba aprender de ello. No de una forma tan teórica como podía ser el caso de Räg y Airi, pero se sentía reconfortante saber que con varias horas de estudio y esfuerzo podía tener en sus manos (literalmente) un arma mucho más peligrosa que cualquier puñetera pistola. Joder, sí que le gustaba. Lo fácil que habría sido matar a Roderick... Un simple gesto de mano y a tomar por culo su cuello junto con la nuez de Adán. A pesar de sus progresos mágicos no dejó de fortalecer su cuerpo o ser él mismo el profesor con Aniol y Damian junto a Ethan, o entrenar también con Nohlem. Al fin y al cabo Connor siempre había sido una persona muy física. Y estaba seguro que en un momento de peligro contra un monstruo le saldría antes pegarle un cabezazo que hacer un hechizo de corte... Las viejas costumbres nunca morían después de todo, o eso se decía siempre en el club cuando había que justificar cualquier acción mínimamente cuestionable.
Pero lo más satisfactorio de todo no fue progresar con los putos estudios. Fue empezar a dejar de poner la otra mejilla y devolverle las putas hostias a Letargo. Trampas desactivadas y cestas saboteadas... Connor estaba mucho más seguro de sí mismo y como grupo tras varias victorias seguidas. Las victorias le hacían sentir un poco invencible, puede que la magia también tuviera que ver con ello, pero el motero no se dejaba engañar tan fácilmente. Habían empezado a ser peligrosos para aquellos cabrones en el momento en que se vieron acorralados, en algún momento ellos se sentirían así y devolverían el golpe. Pero así era aquella extraña y jodida guerra, ¿no? Porque estaban en una, por mucho que Rick se negara a verlo. Y eso era un tema que empezaba no a mosquearle, más bien a tocarle los puñeteros cojones. Su relación con los demás siguió siendo la de siempre o incluso mejor. Sin ir más lejos su amistad con Ethan había cambiado en cierto punto. Seguían siendo muy buenos amigos y le veía como uno de sus mayores apoyos allí. Pero a veces cuando estaban solos no podía frenar esas ansias del pasado y terminaba besándose con él para apagar esa llama. Estar en constante peligro y con la muerte poniéndote el filo de la guadaña en el cuello tenía sus ventajas... Connor prefirió no perder el tiempo con comeduras de cabeza sobre aquel cambio en la amistad y decidió simplemente... disfrutar. Porque joder, puede que dentro de unos días estuvieran muertos igualmente.
Por otro lado, su relación con Rick fue todo lo contrario. El neoyorquino evitaba a cualquiera que fuera muy activo contra Letargo, y a Connor no le resultó ningún problema hacer lo mismo con él. Porque si antes tenía alguna mínima duda ahora quedaba bastante claro: Rick era un puñetero cobarde. Pero no uno que se limitara a esconderse bajo la cama y dejar que los demás corrieran peligro (como hacía Abel)... No. A veces parecía estar más en contra de ellos y enfadado que de aquel otro grupo que solo vivía para joderles la puñetera vida. Así que Connor pensaba que Rick era ese tipo de cobardes que en momentos de necesidad era capaz hasta de unirse al otro bando para salvar el pellejo. Era la única explicación que tenía para su actitud. No lo entendía de otra forma. Serena había muerto ahogada por la inflamación de su puta garganta, debido a un veneno. Aria había muerto convertida en unos trozos de mierda de carne. Todos habían sufrido hambre cuando Sutileza empezó a sabotearles la comida. Todos habían sufrido dolor cuando fueron engañados por Karin y cayeron a un abismo subterráneo, donde tuvieron que luchar por sus vidas contra un jodido oso mutante. Y ahora seguían sufriendo. El veneno paralizante que casi pareció llevarse a Airi... Las flechas como respuesta que mandó Letargo y que hirió a varios: entre ellos Räg el más perjudicado y a punto de morir también de no ser por el colgante...
Y aún así, Rick seguía teniendo los cojones de echarles miradas acusadoras cuando ocurrió aquello... Como si fuera culpa de ellos querer devolver el daño sufrido, joder. Connor no mentiría si dijera que tuvo que morderse la puta lengua para no acercarse a él y hundirle el puño en toda la mandíbula. Y sobre todo no era el momento, no con una flecha atravesando el estómago de Räg. Pero la tentación había sido tan grande que Connor lo vio muy claro: Rick había pasado el puñetero límite y él mismo estaba en el puñetero y jodido límite. Puede que la próxima vez fuera incapaz de contener su ira, porque le había golpeado a gente por mucho menos. Había hecho muchas cosas jodidas en el pasado, cosas por las que entendería miradas recriminatorias de sus amigos, pero luchar por su vida contra Letargo no era una de ellas. Y no iba a dejar que lo siguiera juzgando más. O peor aún. A Aniol y Damian.
Ya en la actualidad, Connor se encontraba en el salón sentado a horcajadas en una de las sillas. Dentro del torreón siempre llevaba puesto el chaleco, excepto cuando tenían que salir fuera. Había aprendido por las malas que era mejor dejar las cosas preciadas a buen recaudo. No era peor Wyvern por eso. Ya se había comido una de las manzanas y se encontraba jugueteando con su maza de acero. Mirándola desde varios ángulos con expresión distraída mientras esperaba a los demás. Llevaba varios días que no hacía ese rito con Nohlem de afeitarse entre ellos mientras hablaban de cualquier cosa. Así que a su pelo algo más largo y despeinado (cresta incluida), ahora se le sumaba el principio de una barba negra de tres días. Aún no demasiado oscura, pero lo terminaría siendo si seguía sin afeitarse. Aunque para oscura ya estaban sus ojeras. Porque el tema del insomnio se había vuelto tan natural en su vida que ya casi ni se lamentaba por ello. Casi.
-Eso ni se pregunta, joder...- Le respondió a Aniol con una leve sonrisa y esforzándose por sonar divertido y despreocupado. Lo mejor era tranquilizar un poco a los niños, al menos todo lo que pudieran.- Cuando volvamos hasta haré de caballo para ti, Anastasia. Pero sin tirar de la cresta, eh.- Se dio un golpe con el puño en el pecho con gesto solemne, antes de girarse hacia Damian.- Y tú tienes hasta que volvamos para buscarte tu puto caballo. Pero pienso tirarte de él a bocados si hace falta, cabroncete.- Fingió cara de malo mientras intentaba pegarle un pellizco suave con una mano, como si ésta fuera una boca mordisqueante. Luego, algo más serio y determinado se empezó a levantar de la silla. Movimientos cansados, pero su ceño fruncido mostraba que estaba más despierto de lo poco que podía aparentar.- ¿Nos vamos ya? Cuanto antes lo hagamos, antes mandamos a la mierda estos putos nervios...- Miró al resto de sus compañeros más mayores: A Rick que iba con ellos contra todo pronóstico, a pesar de no esperar mucho de su parte, Airi y Räg que casi no lo habían contado en dos ocasiones distintas pero estaban allí dispuestos a ayudar como hiciera falta, Nohlem y sus vendas fingiendo una debilidad que sabía que no le impedirían volver a colar una flecha por una abertura pequeña si hacía falta. Y por último a Ethan, con quien tendrían a cargo a Aniol para una tarea muy peligrosa. Estaban listos.
Letargo no sabía lo que le iba a caer encima.
Porque al final se reducía todo a eso, ¿no? Matar o morir.
Descubrió que no era tan mal alumno después de todo. Solo malo, pero no "tan" malo. Gracias a los consejos y recordatorios de Ethan para estudiar y a la habilidad natural de Aniol, pronto empezó a progresar con la magia. No demasiado rápido, pero sí constante. También descubrió que le gustaba aprender de ello. No de una forma tan teórica como podía ser el caso de Räg y Airi, pero se sentía reconfortante saber que con varias horas de estudio y esfuerzo podía tener en sus manos (literalmente) un arma mucho más peligrosa que cualquier puñetera pistola. Joder, sí que le gustaba. Lo fácil que habría sido matar a Roderick... Un simple gesto de mano y a tomar por culo su cuello junto con la nuez de Adán. A pesar de sus progresos mágicos no dejó de fortalecer su cuerpo o ser él mismo el profesor con Aniol y Damian junto a Ethan, o entrenar también con Nohlem. Al fin y al cabo Connor siempre había sido una persona muy física. Y estaba seguro que en un momento de peligro contra un monstruo le saldría antes pegarle un cabezazo que hacer un hechizo de corte... Las viejas costumbres nunca morían después de todo, o eso se decía siempre en el club cuando había que justificar cualquier acción mínimamente cuestionable.
Pero lo más satisfactorio de todo no fue progresar con los putos estudios. Fue empezar a dejar de poner la otra mejilla y devolverle las putas hostias a Letargo. Trampas desactivadas y cestas saboteadas... Connor estaba mucho más seguro de sí mismo y como grupo tras varias victorias seguidas. Las victorias le hacían sentir un poco invencible, puede que la magia también tuviera que ver con ello, pero el motero no se dejaba engañar tan fácilmente. Habían empezado a ser peligrosos para aquellos cabrones en el momento en que se vieron acorralados, en algún momento ellos se sentirían así y devolverían el golpe. Pero así era aquella extraña y jodida guerra, ¿no? Porque estaban en una, por mucho que Rick se negara a verlo. Y eso era un tema que empezaba no a mosquearle, más bien a tocarle los puñeteros cojones. Su relación con los demás siguió siendo la de siempre o incluso mejor. Sin ir más lejos su amistad con Ethan había cambiado en cierto punto. Seguían siendo muy buenos amigos y le veía como uno de sus mayores apoyos allí. Pero a veces cuando estaban solos no podía frenar esas ansias del pasado y terminaba besándose con él para apagar esa llama. Estar en constante peligro y con la muerte poniéndote el filo de la guadaña en el cuello tenía sus ventajas... Connor prefirió no perder el tiempo con comeduras de cabeza sobre aquel cambio en la amistad y decidió simplemente... disfrutar. Porque joder, puede que dentro de unos días estuvieran muertos igualmente.
Por otro lado, su relación con Rick fue todo lo contrario. El neoyorquino evitaba a cualquiera que fuera muy activo contra Letargo, y a Connor no le resultó ningún problema hacer lo mismo con él. Porque si antes tenía alguna mínima duda ahora quedaba bastante claro: Rick era un puñetero cobarde. Pero no uno que se limitara a esconderse bajo la cama y dejar que los demás corrieran peligro (como hacía Abel)... No. A veces parecía estar más en contra de ellos y enfadado que de aquel otro grupo que solo vivía para joderles la puñetera vida. Así que Connor pensaba que Rick era ese tipo de cobardes que en momentos de necesidad era capaz hasta de unirse al otro bando para salvar el pellejo. Era la única explicación que tenía para su actitud. No lo entendía de otra forma. Serena había muerto ahogada por la inflamación de su puta garganta, debido a un veneno. Aria había muerto convertida en unos trozos de mierda de carne. Todos habían sufrido hambre cuando Sutileza empezó a sabotearles la comida. Todos habían sufrido dolor cuando fueron engañados por Karin y cayeron a un abismo subterráneo, donde tuvieron que luchar por sus vidas contra un jodido oso mutante. Y ahora seguían sufriendo. El veneno paralizante que casi pareció llevarse a Airi... Las flechas como respuesta que mandó Letargo y que hirió a varios: entre ellos Räg el más perjudicado y a punto de morir también de no ser por el colgante...
Y aún así, Rick seguía teniendo los cojones de echarles miradas acusadoras cuando ocurrió aquello... Como si fuera culpa de ellos querer devolver el daño sufrido, joder. Connor no mentiría si dijera que tuvo que morderse la puta lengua para no acercarse a él y hundirle el puño en toda la mandíbula. Y sobre todo no era el momento, no con una flecha atravesando el estómago de Räg. Pero la tentación había sido tan grande que Connor lo vio muy claro: Rick había pasado el puñetero límite y él mismo estaba en el puñetero y jodido límite. Puede que la próxima vez fuera incapaz de contener su ira, porque le había golpeado a gente por mucho menos. Había hecho muchas cosas jodidas en el pasado, cosas por las que entendería miradas recriminatorias de sus amigos, pero luchar por su vida contra Letargo no era una de ellas. Y no iba a dejar que lo siguiera juzgando más. O peor aún. A Aniol y Damian.
Ya en la actualidad, Connor se encontraba en el salón sentado a horcajadas en una de las sillas. Dentro del torreón siempre llevaba puesto el chaleco, excepto cuando tenían que salir fuera. Había aprendido por las malas que era mejor dejar las cosas preciadas a buen recaudo. No era peor Wyvern por eso. Ya se había comido una de las manzanas y se encontraba jugueteando con su maza de acero. Mirándola desde varios ángulos con expresión distraída mientras esperaba a los demás. Llevaba varios días que no hacía ese rito con Nohlem de afeitarse entre ellos mientras hablaban de cualquier cosa. Así que a su pelo algo más largo y despeinado (cresta incluida), ahora se le sumaba el principio de una barba negra de tres días. Aún no demasiado oscura, pero lo terminaría siendo si seguía sin afeitarse. Aunque para oscura ya estaban sus ojeras. Porque el tema del insomnio se había vuelto tan natural en su vida que ya casi ni se lamentaba por ello. Casi.
-Eso ni se pregunta, joder...- Le respondió a Aniol con una leve sonrisa y esforzándose por sonar divertido y despreocupado. Lo mejor era tranquilizar un poco a los niños, al menos todo lo que pudieran.- Cuando volvamos hasta haré de caballo para ti, Anastasia. Pero sin tirar de la cresta, eh.- Se dio un golpe con el puño en el pecho con gesto solemne, antes de girarse hacia Damian.- Y tú tienes hasta que volvamos para buscarte tu puto caballo. Pero pienso tirarte de él a bocados si hace falta, cabroncete.- Fingió cara de malo mientras intentaba pegarle un pellizco suave con una mano, como si ésta fuera una boca mordisqueante. Luego, algo más serio y determinado se empezó a levantar de la silla. Movimientos cansados, pero su ceño fruncido mostraba que estaba más despierto de lo poco que podía aparentar.- ¿Nos vamos ya? Cuanto antes lo hagamos, antes mandamos a la mierda estos putos nervios...- Miró al resto de sus compañeros más mayores: A Rick que iba con ellos contra todo pronóstico, a pesar de no esperar mucho de su parte, Airi y Räg que casi no lo habían contado en dos ocasiones distintas pero estaban allí dispuestos a ayudar como hiciera falta, Nohlem y sus vendas fingiendo una debilidad que sabía que no le impedirían volver a colar una flecha por una abertura pequeña si hacía falta. Y por último a Ethan, con quien tendrían a cargo a Aniol para una tarea muy peligrosa. Estaban listos.
Letargo no sabía lo que le iba a caer encima.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Torreón Sendar
07/09/24, 04:58 pm
Al menos, de entre todo el por culo que le había dado el tío fantasma ese, por fin tomó aire fuera y se pudo ir a su lugar seguro con los demás y un buen libro entretenido bajo su brazo. Necesitaba distracción y en cuanto llegase, echaría más de un ojo a todas aquellas páginas en movimiento, con colores variados y caóticos sonidos.
Y ese fue el punto de partida de unos meses variados y llenos de cosas tanto buenas como malas. Damian hacía uso de su ignorancia, una forma básica y, quizás, temporal de evadir lo que estuvo viviendo para no dar demasiadas vueltas a su cabeza a lo que le rodeaba, omitiendo lo bueno que podía aprovechar de todo aquello.
Desde ahí empezó a querer ser mejor, dejándose muchas veces la piel en entrenamientos variopintos con un solo objetivo en mente: Letargo. Se las tenía jurada, proyectando su cabezonería natural en ellos mientras las gotas de sudor le goteaban de la cara en sus entrenamientos, durante el momento en el que se concentraba para tensar el arco y apuntar cada vez mejor con la flecha. Porque los veía delante suya y podía imaginarlos cagados de él, no quería sentirse inseguro por una panda de tontolabas y se encargaría de devolverles todo lo que estaban haciéndole. ¿Qué mas da si no tenía magia? Tenía armas, su propio cuerpo, su agilidad natural, claro que podría hacer algo sin ningún problema.
Veía a sus compañeros hacer el trabajo de las runas, a practicar hechizos de corte, a hacer incluso cosas flotar pero el italiano no quería rendirse, practicando magia en secreto por vergüenza a que lo viesen fallar más veces. Cagada tras cagada no hacía más que lamentarse, enrabietado por dentro por no ser como Connor o Aniol o Rag o… como la mayoría. Rick y Ethan al menos les servían como forma de no verse como el único pringado sin magia.
Sin embargo, el ataque hacia Airi con aquel veneno dejó mella en el chiquillo. Era una cosa mala tras otra y ver a una persona querida para él sufriendo, por poco, el mismo destino que le tocó a Serena fue un susto que lo atosigó un largo tiempo. El chico, en un periodo corto de tiempo, se estaba dando cuenta de la fragilidad que tenía una vida y asumirlo fue difícil. Lloró cuando Airi se puso bien gracias a que intervinieron sus amigos a tiempo y esa sensación, ese miedo tan intenso por no querer más amigos partiendo le hizo pensar muchas noches. Sobre todo, una pequeña parte de él pensó:
¿Y si le pasaba a él?
¿Y si...?
De nuevo quiso olvidar eso, así como con la pelirroja o entre los brazos de Ethan ante esa hoguera.
Por eso no pudo entender aquellas miradas de Rick, como estaban cargadas de rechazo hacia lo que ellos tenían pensado hacer. Es más, pensó que sería por el tema de la magia pero ver su ausencia, mientras él o Ethan se dejaban la piel en intentar defenderse… ¿Por qué esa mirada como si estuviesen haciendo algo mal si ni siquiera salía a ayudarlos en ocasiones que hacía falta? Un amargo pensamiento se le cruzó, viéndolo como un cobarde que no los tenía puestos para enfrentarlos. El italiano tenía miedo pero quería que se acabase ya, de la forma que hiciese falta aunque quisiese estar tranquilo leyendo su libro.
Un desagradable recordatorio fue durante aquella lluvia de flechas en la que se vio envuelto. Claro que se vio confiado a enfrentarlo y la falta ciega de miedo le hizo apretar los dientes pero el desastre comenzaría con Rag y Nohlem, así como Ethan y Aniol. Mientras estuvo procesando la situación, una de las flechas le peinó la mejilla derecha y ni siquiera llegó a ser un corte. Una pequeñísima herida le hizo temblar el corazón al ver donde otras flechas se clavaron en el mjörní y en el varmano. Pudieron recuperarse de eso pero no podía parar de tocarse la mejilla, un cruel recordatorio de que tuvo suerte, muchísima suerte.
---------------------------------------------------------------------------------------
En aquella tarde Damian salió de su habitación bien equipado. El arco le cruzaba el torso así como llevaba algunas flechas encima. En su cintura tenía atada la funda de su puñal, de eso si que no se quería separar y aunque confiaba en el arco, tampoco tenía del todo entrenada la puntería y se veía más dependiente de su físico. Con ello sí que había ganado algo de fuerza gracias a entrenar con Connor, Rag y los demás así como hacer cosas por su cuenta. Su cuerpo estaba algo más repuesto y un poco más entrado en fuerza y su pelo había crecido bastante, dejándolo a veces echado hacia atrás para que no le cegase el largo flequillo. La pubertad ya le estaba haciendo crecer pequeñísimos vellos sueltos en el bigote, finos y rubios. Damian no lograba verlos y menos logró darse cuenta de ello. Iba vestido con su camiseta de tirantes, como un talismán de buena suerte, y unos pantalones del torreón de su talla así como sus botas.
—¡Por supuesto! —en un gesto militar, Damian tuvo los coloretes subidos al ver que Ethan le dio ese voto de confianza, sonriendo cuando le revolvió el pelo—. El manco estará sano y salvo para cuando acabemos. El cojo lo vigila Aniol así que no me preocuparía, tiene la cuchilla voladora ultradestructora —empezó a decir más en general, aporreándose el pecho un par de veces pues se veía fuerte, muy fuerte aquel día—. ¡Venga! ¡Cuando encuentre un caballo hacemos un duelo! ¡A ti te meto una patada en los morros cabrón! —le vaciló a Connor en cuanto Aniol dio la idea de jugar a algo a la vuelta.
Joder, quería salir ya y volver para estar tranquilo y a su bola.
Y ese fue el punto de partida de unos meses variados y llenos de cosas tanto buenas como malas. Damian hacía uso de su ignorancia, una forma básica y, quizás, temporal de evadir lo que estuvo viviendo para no dar demasiadas vueltas a su cabeza a lo que le rodeaba, omitiendo lo bueno que podía aprovechar de todo aquello.
Desde ahí empezó a querer ser mejor, dejándose muchas veces la piel en entrenamientos variopintos con un solo objetivo en mente: Letargo. Se las tenía jurada, proyectando su cabezonería natural en ellos mientras las gotas de sudor le goteaban de la cara en sus entrenamientos, durante el momento en el que se concentraba para tensar el arco y apuntar cada vez mejor con la flecha. Porque los veía delante suya y podía imaginarlos cagados de él, no quería sentirse inseguro por una panda de tontolabas y se encargaría de devolverles todo lo que estaban haciéndole. ¿Qué mas da si no tenía magia? Tenía armas, su propio cuerpo, su agilidad natural, claro que podría hacer algo sin ningún problema.
Veía a sus compañeros hacer el trabajo de las runas, a practicar hechizos de corte, a hacer incluso cosas flotar pero el italiano no quería rendirse, practicando magia en secreto por vergüenza a que lo viesen fallar más veces. Cagada tras cagada no hacía más que lamentarse, enrabietado por dentro por no ser como Connor o Aniol o Rag o… como la mayoría. Rick y Ethan al menos les servían como forma de no verse como el único pringado sin magia.
Sin embargo, el ataque hacia Airi con aquel veneno dejó mella en el chiquillo. Era una cosa mala tras otra y ver a una persona querida para él sufriendo, por poco, el mismo destino que le tocó a Serena fue un susto que lo atosigó un largo tiempo. El chico, en un periodo corto de tiempo, se estaba dando cuenta de la fragilidad que tenía una vida y asumirlo fue difícil. Lloró cuando Airi se puso bien gracias a que intervinieron sus amigos a tiempo y esa sensación, ese miedo tan intenso por no querer más amigos partiendo le hizo pensar muchas noches. Sobre todo, una pequeña parte de él pensó:
¿Y si le pasaba a él?
¿Y si...?
De nuevo quiso olvidar eso, así como con la pelirroja o entre los brazos de Ethan ante esa hoguera.
Por eso no pudo entender aquellas miradas de Rick, como estaban cargadas de rechazo hacia lo que ellos tenían pensado hacer. Es más, pensó que sería por el tema de la magia pero ver su ausencia, mientras él o Ethan se dejaban la piel en intentar defenderse… ¿Por qué esa mirada como si estuviesen haciendo algo mal si ni siquiera salía a ayudarlos en ocasiones que hacía falta? Un amargo pensamiento se le cruzó, viéndolo como un cobarde que no los tenía puestos para enfrentarlos. El italiano tenía miedo pero quería que se acabase ya, de la forma que hiciese falta aunque quisiese estar tranquilo leyendo su libro.
Un desagradable recordatorio fue durante aquella lluvia de flechas en la que se vio envuelto. Claro que se vio confiado a enfrentarlo y la falta ciega de miedo le hizo apretar los dientes pero el desastre comenzaría con Rag y Nohlem, así como Ethan y Aniol. Mientras estuvo procesando la situación, una de las flechas le peinó la mejilla derecha y ni siquiera llegó a ser un corte. Una pequeñísima herida le hizo temblar el corazón al ver donde otras flechas se clavaron en el mjörní y en el varmano. Pudieron recuperarse de eso pero no podía parar de tocarse la mejilla, un cruel recordatorio de que tuvo suerte, muchísima suerte.
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En aquella tarde Damian salió de su habitación bien equipado. El arco le cruzaba el torso así como llevaba algunas flechas encima. En su cintura tenía atada la funda de su puñal, de eso si que no se quería separar y aunque confiaba en el arco, tampoco tenía del todo entrenada la puntería y se veía más dependiente de su físico. Con ello sí que había ganado algo de fuerza gracias a entrenar con Connor, Rag y los demás así como hacer cosas por su cuenta. Su cuerpo estaba algo más repuesto y un poco más entrado en fuerza y su pelo había crecido bastante, dejándolo a veces echado hacia atrás para que no le cegase el largo flequillo. La pubertad ya le estaba haciendo crecer pequeñísimos vellos sueltos en el bigote, finos y rubios. Damian no lograba verlos y menos logró darse cuenta de ello. Iba vestido con su camiseta de tirantes, como un talismán de buena suerte, y unos pantalones del torreón de su talla así como sus botas.
—¡Por supuesto! —en un gesto militar, Damian tuvo los coloretes subidos al ver que Ethan le dio ese voto de confianza, sonriendo cuando le revolvió el pelo—. El manco estará sano y salvo para cuando acabemos. El cojo lo vigila Aniol así que no me preocuparía, tiene la cuchilla voladora ultradestructora —empezó a decir más en general, aporreándose el pecho un par de veces pues se veía fuerte, muy fuerte aquel día—. ¡Venga! ¡Cuando encuentre un caballo hacemos un duelo! ¡A ti te meto una patada en los morros cabrón! —le vaciló a Connor en cuanto Aniol dio la idea de jugar a algo a la vuelta.
Joder, quería salir ya y volver para estar tranquilo y a su bola.
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