Cementerio
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Cementerio
03/08/11, 10:54 am
Recuerdo del primer mensaje :
Situado en una hondonada a la que accede a través de ocho rampas. En el centro se alza majestuoso el panteón real, un edificio de mármol negro, de planta pentagonal y coronado por una cúpula. A su alrededor, en los cuidados jardines, se alzan tumbas y mausoleos, fuentes, estanques y estatuas a través de las que serpentean los caminos que llevan al panteón. El verdor se extiende incluso sobre la piedra en forma de hiedras y musgo, haciendo de este uno de los pocos lugares verdes de Rocavarancolia. De noche también brillan farolillos en los mausoleos y antorchas en algunas tumbas, o aparecen misteriosas luces que bailan sobre los estanques.
En este paraíso resuenan sin descanso las voces de los muertos.
En este paraíso resuenan sin descanso las voces de los muertos.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Re: Cementerio
26/12/24, 08:32 pm
Tantas voces y se le hacían tan lejanas, tan cercanas y tan… caóticas que no hacían más que llenar de inquietantes contradicciones la percepción inocente del chiquillo, en una mezcla de frustración, canguelo y confusión. Aun estaba entero, pues conservar el pellejo de todos era la prioridad pero algo en el ambiente le daba repelús y ese jodido gato no callaba la boca, provocando que rodase los ojos entre tanto nervio.
—Joder es que… no callan la boca tío. ¿Por qué no se callan? —reaccionó con la voz temblona ante el barullo paranormal que estaba formándose.
Y encima hablaban sinsentido, por lo menos Damian no entendía ni papa y no sabía a que se referían. Que si niño atronador, que si un conejo blanco, ¿y que coño es un emotologo de esos? No había sentido ni coherencia y el italiano apartó la mirada del horizonte y de las lápidas para mirar al resto. Primero de todo a Rick, que ofreció una cosa que se le hizo absurda. ¿Hablar? Si no había nadie al menos alguien en carne y hueso.
—Nononono… Yo no —dijo siguiendo las ideas de Nohlem, Airi, Connor, todos en general en cuanto a irse y de no querer hablar con ningún tío de por ahí, ni siquiera para decirles que se callen. Con sus ojos nutría su confianza y no ver quien cojones o quienes cojones hablaban tanto le hacía saltar las alarmas, una suerte de ramalazo de supervivencia que lo tiraba fuera del cementerio y porque se sentía particularmente indefenso ultimamente.
Entre los que se querían ir, Ethan fue el más afectado y desde que sus ojos se desviaron de los del chiquillo, Damian exhibió tristeza al verlo así, más aun desde esa experiencia de mierda que tuvieron con la cucaracha gigante. “Este lugar es para descansar, no debemos molestarlos”, fueron palabras que calaron bien en esos recuerdos, cuando su mamá le dejó caer que eran personas que ya no estaban con ellos, así como los que le faltaban en su nuevo castillo. Entonces… ¿hablaban por algo? ¿Podría hablar Serena, oír de nuevo sus quejas y disgustos? ¿O también oiría al desgraciado de Muerto?
Eso le daba miedo, mucho miedo. Los pelos de su cogote se erizaron, una fría brisa le caló el cuerpo y tragó pesadamente mientras retrocedía unos pasos.
—Si que dan canguelo, si —secundó a Aniol, mirándolo con la boca estirada pues sus ojos ya no portaban curiosidad y estaban más huidizos que nunca pegándose a Connor, el más grande por eliminación—. Vámonos anda, que… que tengo sueño —eso no se lo creía ni él.
—Joder es que… no callan la boca tío. ¿Por qué no se callan? —reaccionó con la voz temblona ante el barullo paranormal que estaba formándose.
Y encima hablaban sinsentido, por lo menos Damian no entendía ni papa y no sabía a que se referían. Que si niño atronador, que si un conejo blanco, ¿y que coño es un emotologo de esos? No había sentido ni coherencia y el italiano apartó la mirada del horizonte y de las lápidas para mirar al resto. Primero de todo a Rick, que ofreció una cosa que se le hizo absurda. ¿Hablar? Si no había nadie al menos alguien en carne y hueso.
—Nononono… Yo no —dijo siguiendo las ideas de Nohlem, Airi, Connor, todos en general en cuanto a irse y de no querer hablar con ningún tío de por ahí, ni siquiera para decirles que se callen. Con sus ojos nutría su confianza y no ver quien cojones o quienes cojones hablaban tanto le hacía saltar las alarmas, una suerte de ramalazo de supervivencia que lo tiraba fuera del cementerio y porque se sentía particularmente indefenso ultimamente.
Entre los que se querían ir, Ethan fue el más afectado y desde que sus ojos se desviaron de los del chiquillo, Damian exhibió tristeza al verlo así, más aun desde esa experiencia de mierda que tuvieron con la cucaracha gigante. “Este lugar es para descansar, no debemos molestarlos”, fueron palabras que calaron bien en esos recuerdos, cuando su mamá le dejó caer que eran personas que ya no estaban con ellos, así como los que le faltaban en su nuevo castillo. Entonces… ¿hablaban por algo? ¿Podría hablar Serena, oír de nuevo sus quejas y disgustos? ¿O también oiría al desgraciado de Muerto?
Eso le daba miedo, mucho miedo. Los pelos de su cogote se erizaron, una fría brisa le caló el cuerpo y tragó pesadamente mientras retrocedía unos pasos.
—Si que dan canguelo, si —secundó a Aniol, mirándolo con la boca estirada pues sus ojos ya no portaban curiosidad y estaban más huidizos que nunca pegándose a Connor, el más grande por eliminación—. Vámonos anda, que… que tengo sueño —eso no se lo creía ni él.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Re: Cementerio
27/12/24, 11:48 am
Aún con la sed de saber algo más de todo por lo que estaban en la ciudad, no podía negar que estaba nervioso por el "espectáculo" que estaban viviendo en el cementerio. Que los muertos hablaran, después de todo lo que habían visto, no se salía demasiado de la línea aunque no quitara lo espeluznante de la situación. Por eso mismo no bajaba su arma por si a los muertos les daba por intentar conseguir algo de comida. A su vez, era lo más cercano que habían estado de hablar con ciudadanos desde el discurso del primer día, salvando el hecho de que estuvieran bajo tierra, claro. Si podían dejar claro que en esa ciudad solo vivían capullos o había algo más, como el mensaje de la hoja que encontró en el patio, ahora era una oportunidad para descubrirlo. Al menos mientras solo siguiera la tensión y no una amenaza real.
El temor de sus compañeros solo sumaba a los que estaba sintiendo él mismo, valorando a cada segundo si era mejor tirar la toalla por si acaso, más con las miradas de Connor y Damian. Miró con prisas en dirección a Aniol cuando tardó un poco en volver a acercarse, menos mal que con ayuda del resto consiguieron convencerlo. Ya estaban todos juntos, pero no por ello se sentía más seguro.
La verborrea de los enterrados era caótica y mucho de lo que decían parecía no tener sentido. La confusión en la cara del neoyorquino era palpable, aunque estaba haciendo el esfuerzo para no perder ninguna de las frases, muchísimo menos cuando se dirigieron a él. Más de una vez le habían hecho algún halago por sus ojos tan vistosos, pero "ojos brillantes" no era uno de ellos. Además, lo sentía bastante ajeno cuando precisamente llevaba tiempo considerando que habían perdido el brillo con tantas desgracias. Eso sí, la alerta se disparó con la petición de la primera voz y Rick apuntó su arco en la dirección en la que había sonado, tensando la cuerda listo para disparar la primera flecha. No pudo leer la inscripción que había en esa lápida, aunque el relieve de una sonriente sirena de dientes afilados con detalles que le recordaban a una baraja de cartas le daba muy mala espina. Que les embaucaran los muertos no estaba en sus planes. -Estamos perfectamente aquí- dijo firme, con una leve amenaza en la voz que invitaba al cadáver a que se quedara también en su sitio. Al menos los otros muerto parecían menos sospechosos, con mucho énfasis en el "parecían".
No encontraba el momento para preguntar, y el miedo por sus compañeros y él mismo le nublaba la mente para elegir qué quería saber. Justamente sus compañeros fueron pidiendo entre susurros afectados, uno por uno, que se marcharan de allí. Desconocía si la teoría de Airi sería correcta o no y las palabras del británico... Sí, un cementerio normal era un lugar de descanso, ¿pero qué descanso tendrían esos muertos, que hasta parecían más vivos que ellos algunos días? -Tal vez otro día- se limitó a decir a la segunda voz que les había animado a hablar. Después, con algo de cansancio tomó un poco de aire y se sumó a la petición con un corto y sentido: -Vámonos- Arriesgarse una pizca era algo manejable, lo hacían cada vez que salían a explorar, pero con todo el mundo atemorizado y con lo poco claro que estaba la seguridad en ese sitio era lo más sensato.
Contempló al polaco dejar la figurita de papel en la tumba del gato que seguramente no paraba de maullar entre las voces. -(Esperemos que sea tributo suficiente)- pensó con una levísima esperanza manchada de desasosiego por la posibilidad de que quisieran algo más. Ni el pobre intento de justificarse del italiano le sacó el mal cuerpo de aquel sitio. Si había respuestas por allí, por el momento quedarían sin saberse. Si el grupo empezaba el camino de vuelta, el neoyorquino se quedaría en la retaguardia con el arco listo y mirando cada pocos pasos hacia atrás hasta que se hubieran alejado un poco del muro de la entrada. Por si acaso.
El temor de sus compañeros solo sumaba a los que estaba sintiendo él mismo, valorando a cada segundo si era mejor tirar la toalla por si acaso, más con las miradas de Connor y Damian. Miró con prisas en dirección a Aniol cuando tardó un poco en volver a acercarse, menos mal que con ayuda del resto consiguieron convencerlo. Ya estaban todos juntos, pero no por ello se sentía más seguro.
La verborrea de los enterrados era caótica y mucho de lo que decían parecía no tener sentido. La confusión en la cara del neoyorquino era palpable, aunque estaba haciendo el esfuerzo para no perder ninguna de las frases, muchísimo menos cuando se dirigieron a él. Más de una vez le habían hecho algún halago por sus ojos tan vistosos, pero "ojos brillantes" no era uno de ellos. Además, lo sentía bastante ajeno cuando precisamente llevaba tiempo considerando que habían perdido el brillo con tantas desgracias. Eso sí, la alerta se disparó con la petición de la primera voz y Rick apuntó su arco en la dirección en la que había sonado, tensando la cuerda listo para disparar la primera flecha. No pudo leer la inscripción que había en esa lápida, aunque el relieve de una sonriente sirena de dientes afilados con detalles que le recordaban a una baraja de cartas le daba muy mala espina. Que les embaucaran los muertos no estaba en sus planes. -Estamos perfectamente aquí- dijo firme, con una leve amenaza en la voz que invitaba al cadáver a que se quedara también en su sitio. Al menos los otros muerto parecían menos sospechosos, con mucho énfasis en el "parecían".
No encontraba el momento para preguntar, y el miedo por sus compañeros y él mismo le nublaba la mente para elegir qué quería saber. Justamente sus compañeros fueron pidiendo entre susurros afectados, uno por uno, que se marcharan de allí. Desconocía si la teoría de Airi sería correcta o no y las palabras del británico... Sí, un cementerio normal era un lugar de descanso, ¿pero qué descanso tendrían esos muertos, que hasta parecían más vivos que ellos algunos días? -Tal vez otro día- se limitó a decir a la segunda voz que les había animado a hablar. Después, con algo de cansancio tomó un poco de aire y se sumó a la petición con un corto y sentido: -Vámonos- Arriesgarse una pizca era algo manejable, lo hacían cada vez que salían a explorar, pero con todo el mundo atemorizado y con lo poco claro que estaba la seguridad en ese sitio era lo más sensato.
Contempló al polaco dejar la figurita de papel en la tumba del gato que seguramente no paraba de maullar entre las voces. -(Esperemos que sea tributo suficiente)- pensó con una levísima esperanza manchada de desasosiego por la posibilidad de que quisieran algo más. Ni el pobre intento de justificarse del italiano le sacó el mal cuerpo de aquel sitio. Si había respuestas por allí, por el momento quedarían sin saberse. Si el grupo empezaba el camino de vuelta, el neoyorquino se quedaría en la retaguardia con el arco listo y mirando cada pocos pasos hacia atrás hasta que se hubieran alejado un poco del muro de la entrada. Por si acaso.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Cementerio
27/12/24, 07:38 pm
Hasta que Aniol no soltó su agarre por él mismo, Räg se obligó a relajar el que mantenía sobre la lanza para mantener más firme el contacto con el niño. Tardó un buen rato en procesar lo que estaba ocurriendo. Qué estaban escuchando. De dónde provenían aquellas voces. No tenía respuesta para la pregunta que le hizo el polaco, pues no sabía a qué se refería con “grabaciones” y solo pudo mirarle confuso sin saber qué decir. Damian dio voz a parte de sus pensamientos, pues no encontraba explicación a estar oyendo a varias personas tan cerca y no ver a nadie. ¿Es que eran… invisibles?
Aquel pensamiento de que pudiera haber gente utilizando un hechizo para volverse invisibles se esfumó enseguida en cuanto sus compañeros empezaron a comentar el extraño fenómeno y a darse cuenta de dónde provenía exactamente el sonido. Bajo sus pies. Las voces venían de debajo de la tierra que pisaban en ese momento. Las voces y maullidos.
Puede que para el mjörní aquel tipo de rito funerario le fuese ajeno y no tuviese las mismas connotaciones que para algunos de sus compañeros, pero pudo ver reflejado de todas formas su propio miedo en las voces de los demás. Porque, fuese como fuese que se eligiese despedir a sus fallecidos, aquellos no deberían estar hablando tras haber finalizado su vida.
Airi las había llamado almas, dándose cuenta de que si de verdad los fallecidos estaban hablando, tenía razón… Sus almas estaban atrapadas allí de alguna manera y eso era lo que les estaba hablando. Ese pensamiento sí que hizo que aumentara todavía más el pánico que ya sentía. Desde luego, no se trataba de ningún truco mágico, que tal vez era a lo que se había referido Aniol con su pregunta, porque les estaban respondiendo. El alma que descansaba bajo la lápida al lado de Connor le había amenazado, estaban hablando sobre los niños, uno le había respondido a Rick directamente…
Coincidiría muy rápido con los que ya habían verbalizado que deberían irse, al tiempo que se apresuraba en busca de los niños igual que ya lo estaban haciendo muchos de sus amigos. Por suerte no iba a hacer falta convencerles de nada, porque ellos tampoco querían permanecer allí por más tiempo.
En algún momento había devuelto la lanza a su sitio, aunque no se acordaba ni de cuándo había sido. Un acto reflejo al no existir una amenaza tangible. Las armas ni la magia servirían de nada contra un alma que hablaba. Era… escalofriante.
Asintió a la suposición de le sanaí de que tal vez esa fuera la razón de que estuviese prohibido el lugar. Tal y como había dicho Ethan, no debían molestar aquel lugar. Aniol ya se encontraba aferrándose al británico y Damian se había acercado a Connor. El mjörní hizo lo propio y ofreció una mano al italiano. Carraspeó ligeramente, pues la voz no le quería salir.
—Disculpad la intromisión, ya nos vamos —Diría muy quedamente.
En realidad no sabía ni si era apropiado decir nada parecido, pero sintió como si tuviera que disculparse con las almas, a pesar de que algunas se habían mostrado amistosas de alguna manera. Era un pensamiento y una sensación muy disonante, en cualquier caso.
—Pero, ¿nos estáis prestando atención? ¡No hace falta que os disculpéis!
—Si encima desde que enterraron al Bigotillos ese se oyen mas maullidos que otra cosa. Todo el dia "miau miau miau" —la imitación del difunto era lo bastante buena como para que pudiera llegar a confundirse con un gato real de no ser porque de fondo seguía escuchándose a Señor Bigotes.
—Bueno, por lo menos el grandullón ya no está pisándome la nuca. Que algunos no somos como cierto íncubo cansino...
—Que justo seas tú quien dice eso tiene demasiadas capas de ironía.
—¡Callaos, sois vosotros quienes los estáis espantando! Se van por vuestra culpa —la última frase la diría con una voz que sonaba casi angustiada.
—No, se van porque deben traspasar las barreras autoimpuestas —en contraste, esa otra voz sonaba solemne.
—Se van por el gato de los cojones.
—¡Shhh! ¿No véis que la Bella Durmiente debe descansar?
—Os pasáis con el pobre Señor Bigotes. ¡Se van porque sois muy pesados!
—Con lo llenos de luz que están a pesar de las visicitudes...
—Si os quedáis un ratito más os prometo que mando callar a todos estos plastas. ¿Porfa? Estar muerto es un coñazo.
Mientras el grupo se alejaba, el Cementerio no callaba ni lo haría hasta que se hubiesen alejado lo suficiente como para dejar de oírlos. El sonido que llegaría más lejos sería el de Señor Bigotes.
Aquel pensamiento de que pudiera haber gente utilizando un hechizo para volverse invisibles se esfumó enseguida en cuanto sus compañeros empezaron a comentar el extraño fenómeno y a darse cuenta de dónde provenía exactamente el sonido. Bajo sus pies. Las voces venían de debajo de la tierra que pisaban en ese momento. Las voces y maullidos.
Puede que para el mjörní aquel tipo de rito funerario le fuese ajeno y no tuviese las mismas connotaciones que para algunos de sus compañeros, pero pudo ver reflejado de todas formas su propio miedo en las voces de los demás. Porque, fuese como fuese que se eligiese despedir a sus fallecidos, aquellos no deberían estar hablando tras haber finalizado su vida.
Airi las había llamado almas, dándose cuenta de que si de verdad los fallecidos estaban hablando, tenía razón… Sus almas estaban atrapadas allí de alguna manera y eso era lo que les estaba hablando. Ese pensamiento sí que hizo que aumentara todavía más el pánico que ya sentía. Desde luego, no se trataba de ningún truco mágico, que tal vez era a lo que se había referido Aniol con su pregunta, porque les estaban respondiendo. El alma que descansaba bajo la lápida al lado de Connor le había amenazado, estaban hablando sobre los niños, uno le había respondido a Rick directamente…
Coincidiría muy rápido con los que ya habían verbalizado que deberían irse, al tiempo que se apresuraba en busca de los niños igual que ya lo estaban haciendo muchos de sus amigos. Por suerte no iba a hacer falta convencerles de nada, porque ellos tampoco querían permanecer allí por más tiempo.
En algún momento había devuelto la lanza a su sitio, aunque no se acordaba ni de cuándo había sido. Un acto reflejo al no existir una amenaza tangible. Las armas ni la magia servirían de nada contra un alma que hablaba. Era… escalofriante.
Asintió a la suposición de le sanaí de que tal vez esa fuera la razón de que estuviese prohibido el lugar. Tal y como había dicho Ethan, no debían molestar aquel lugar. Aniol ya se encontraba aferrándose al británico y Damian se había acercado a Connor. El mjörní hizo lo propio y ofreció una mano al italiano. Carraspeó ligeramente, pues la voz no le quería salir.
—Disculpad la intromisión, ya nos vamos —Diría muy quedamente.
En realidad no sabía ni si era apropiado decir nada parecido, pero sintió como si tuviera que disculparse con las almas, a pesar de que algunas se habían mostrado amistosas de alguna manera. Era un pensamiento y una sensación muy disonante, en cualquier caso.
—Pero, ¿nos estáis prestando atención? ¡No hace falta que os disculpéis!
—Si encima desde que enterraron al Bigotillos ese se oyen mas maullidos que otra cosa. Todo el dia "miau miau miau" —la imitación del difunto era lo bastante buena como para que pudiera llegar a confundirse con un gato real de no ser porque de fondo seguía escuchándose a Señor Bigotes.
—Bueno, por lo menos el grandullón ya no está pisándome la nuca. Que algunos no somos como cierto íncubo cansino...
—Que justo seas tú quien dice eso tiene demasiadas capas de ironía.
—¡Callaos, sois vosotros quienes los estáis espantando! Se van por vuestra culpa —la última frase la diría con una voz que sonaba casi angustiada.
—No, se van porque deben traspasar las barreras autoimpuestas —en contraste, esa otra voz sonaba solemne.
—Se van por el gato de los cojones.
—¡Shhh! ¿No véis que la Bella Durmiente debe descansar?
—Os pasáis con el pobre Señor Bigotes. ¡Se van porque sois muy pesados!
—Con lo llenos de luz que están a pesar de las visicitudes...
—Si os quedáis un ratito más os prometo que mando callar a todos estos plastas. ¿Porfa? Estar muerto es un coñazo.
Mientras el grupo se alejaba, el Cementerio no callaba ni lo haría hasta que se hubiesen alejado lo suficiente como para dejar de oírlos. El sonido que llegaría más lejos sería el de Señor Bigotes.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Cementerio
29/12/24, 12:43 pm
Las voces seguían conversando, pero ahora que el miedo se mantenía pero la sorpresa había desaparecido, Ethan podía escuchar con más claridad todo los diálogos que se intercambiaban. No es que aquel dato le hiciera tener mejor opinión del lugar, al contrario, era estremecedor como alguno de ellos les rogaba quedarse, que conversaran con ellos e incluso les prometían cierto silencio si así lo hacían. Estaban desesperados y sólo alguien desesperado era capaz de hacer cualquier cosa. No, bastante tenían con chavales asesinos, monstruos titánicos y espíritus malignos como para sumar a la lista el intento de ambrosía de unos fantasmas desconocidos. Ninguno de ellos sonaba especialmente joven, ni especialmente perdido como para poder ser algún niño como ellos, así que su única hipótesis razonable es que eran otra maldición más de aquel lugar, un burdo intento por fingir que había algo de vida en una ciudad que se estaba muriendo.
-Niños, quedaros cerca, nos vamos. -Respondió más tajante de lo que le hubiera gustado, presa de la tensión acumulada. -Yo…
Se mordió la lengua para no seguir hablando. No quería responder a los fantasmas por si eso les hacía aún más conscientes de que estaban dispuestos a devolverles la palabra, como tampoco quería opinar en alto y menos tan cerca lo extraño de su diálogo, no fuera a molestarlos. Así que decidió optar por la opción más cobarde, fingir que no les escuchaba. Su mano se afianzó por inercia en torno a la de Aniol, dedicándole una mirada de soslayo para confirmar que tanto él como Damian estaban a la vista y luego la dirigió hacía Nohlem, que con suerte le había seguido dentro. Sabía por previas conversaciones lo supersticiosos que eran en su mundo y si él, como férreo ateo lo estaba pasando mal, no quería imaginarse a alguien con fuertes creencias espirituales.
-Nos vamos ya, ¿estás bien? -Le devolvió en un susurro y sin percatarse, la preocupación que el felino le había regalado escasos minutos atrás. -No parece que quieran hacernos nada malo.
Enfatizó por si aquello servía de consuelo, su mano libre, suelta temporalmente del agarre fue a su espalda para acariciarla con un intento de firmeza efímero, en un animó escueto que quería indicarle que ya podían regresar a la seguridad de la entrada. Si no le devolvió la mano a Nohlem, fue porque ya tenía una ocupada con Aniol e incluso su subconsciente sabía que el pequeño estaba por encima de sus propios designios. Por ello, cuando echó a andar de vuelta, esta vez lo hizo con el Polaco.
-Te buscaremos un gato, uno que sea de verdad. -Le comentaría una vez llegaran a la salida, cuando la distancia fuera suficiente como para que volver a hablar no resultase ofensivo. -Hasta entonces mejor no regresemos aquí, igualmente no parecían estar muy allá… -Mencionó en bajo, extrañado. -No sé de qué luz estaban hablando, si nosotros no hemos traído ninguna...
-Niños, quedaros cerca, nos vamos. -Respondió más tajante de lo que le hubiera gustado, presa de la tensión acumulada. -Yo…
Se mordió la lengua para no seguir hablando. No quería responder a los fantasmas por si eso les hacía aún más conscientes de que estaban dispuestos a devolverles la palabra, como tampoco quería opinar en alto y menos tan cerca lo extraño de su diálogo, no fuera a molestarlos. Así que decidió optar por la opción más cobarde, fingir que no les escuchaba. Su mano se afianzó por inercia en torno a la de Aniol, dedicándole una mirada de soslayo para confirmar que tanto él como Damian estaban a la vista y luego la dirigió hacía Nohlem, que con suerte le había seguido dentro. Sabía por previas conversaciones lo supersticiosos que eran en su mundo y si él, como férreo ateo lo estaba pasando mal, no quería imaginarse a alguien con fuertes creencias espirituales.
-Nos vamos ya, ¿estás bien? -Le devolvió en un susurro y sin percatarse, la preocupación que el felino le había regalado escasos minutos atrás. -No parece que quieran hacernos nada malo.
Enfatizó por si aquello servía de consuelo, su mano libre, suelta temporalmente del agarre fue a su espalda para acariciarla con un intento de firmeza efímero, en un animó escueto que quería indicarle que ya podían regresar a la seguridad de la entrada. Si no le devolvió la mano a Nohlem, fue porque ya tenía una ocupada con Aniol e incluso su subconsciente sabía que el pequeño estaba por encima de sus propios designios. Por ello, cuando echó a andar de vuelta, esta vez lo hizo con el Polaco.
-Te buscaremos un gato, uno que sea de verdad. -Le comentaría una vez llegaran a la salida, cuando la distancia fuera suficiente como para que volver a hablar no resultase ofensivo. -Hasta entonces mejor no regresemos aquí, igualmente no parecían estar muy allá… -Mencionó en bajo, extrañado. -No sé de qué luz estaban hablando, si nosotros no hemos traído ninguna...
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: sanaí
Habilidades: habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Cementerio
29/12/24, 09:12 pm
Airi sintió alivio cuando Aniol volvió al sendero, abandonando en el intento de encontrar el animal que parecía llamarlo. No era el único que le había preocupado, ya que nunca se sabía por dónde iba a salir Damian, pero fue tranquilizador ver que estaba tan poco cómodo allí como la gran mayoría. Rick no tardó en regresar a la entrada también, ya que su intento de conversación no había traído más que caos, y adentrarse más en la hondonada parecía una idea terrible.
Airi no podía apenas sacar sentido a las voces. Maliciosas o no, no se fiaba de ninguna. Parecía un festival absurdo e invisible en el que no se sentía bienvenide a participar. Casi admiró la calma con la que Aniol había afrontado aquello, dedicándole una última mirada a la figura de papel que dejaba atrás antes de abandonar la zona verde. Elle no había sido capaz de verbalizar una despedida o una disculpa, aunque volvió la mirada atrás varias veces mientras se alejaban por miedo a ver aparecer algo que les impidiese irse. No pasó nada.
Las palabras de sus compañeros le traían de vuelta a la normalidad poco a poco, pero la sensación de tener el vello de punta no terminaba de irse.
—Igual es todo una especie de… broma. Con magia. Igual había varias personas hablando con nosotros desde algún lugar cercano y el resto eran, um… ecos.
No sabía explicarlo mejor, aquella tecnología solo era una teoría en su mundo, pero la magia había demostrado poder guardar y transmitir sonidos.
Los edificios que rodeaban el cementerio estaban en un estado lamentable en su mayoría. Aun así, quedaban casas y escombros, restos que todavía daban forma a plazas y calles. A medida que los sendarios se alejaban del lugar, dejando atrás el barullo de los muertos y el verdor de los árboles, se internaron en un antiguo paseo del que ya no quedaba mucho.
Sus voces reverberaban con suavidad entre las piedras, captando la atención de alguien que levitaba en una calle adyacente. Elevándose hasta un tejado en relativo buen estado, este se escondió tras la chimenea y observó. Y observó.
El mivense se había quedado paralizado por su descubrimiento, todavía asomado tras la chimenea, donde pronto recordó que debía tomar refugio. Apoyó la espalda contra el frío de la piedra, con el corazón desbocado.
Kiyut todavía no había decidido qué debía hacer cuando la chimenea empezó a desmoronarse, dejándolo expuesto. Sin comprobar si había sido visto, se dejó caer todo lo rápido que le permitía la levitación hacia su grupo, que le esperaba muy cerca.
Airi no podía apenas sacar sentido a las voces. Maliciosas o no, no se fiaba de ninguna. Parecía un festival absurdo e invisible en el que no se sentía bienvenide a participar. Casi admiró la calma con la que Aniol había afrontado aquello, dedicándole una última mirada a la figura de papel que dejaba atrás antes de abandonar la zona verde. Elle no había sido capaz de verbalizar una despedida o una disculpa, aunque volvió la mirada atrás varias veces mientras se alejaban por miedo a ver aparecer algo que les impidiese irse. No pasó nada.
Las palabras de sus compañeros le traían de vuelta a la normalidad poco a poco, pero la sensación de tener el vello de punta no terminaba de irse.
—Igual es todo una especie de… broma. Con magia. Igual había varias personas hablando con nosotros desde algún lugar cercano y el resto eran, um… ecos.
No sabía explicarlo mejor, aquella tecnología solo era una teoría en su mundo, pero la magia había demostrado poder guardar y transmitir sonidos.
Los edificios que rodeaban el cementerio estaban en un estado lamentable en su mayoría. Aun así, quedaban casas y escombros, restos que todavía daban forma a plazas y calles. A medida que los sendarios se alejaban del lugar, dejando atrás el barullo de los muertos y el verdor de los árboles, se internaron en un antiguo paseo del que ya no quedaba mucho.
Sus voces reverberaban con suavidad entre las piedras, captando la atención de alguien que levitaba en una calle adyacente. Elevándose hasta un tejado en relativo buen estado, este se escondió tras la chimenea y observó. Y observó.
El mivense se había quedado paralizado por su descubrimiento, todavía asomado tras la chimenea, donde pronto recordó que debía tomar refugio. Apoyó la espalda contra el frío de la piedra, con el corazón desbocado.
Kiyut todavía no había decidido qué debía hacer cuando la chimenea empezó a desmoronarse, dejándolo expuesto. Sin comprobar si había sido visto, se dejó caer todo lo rápido que le permitía la levitación hacia su grupo, que le esperaba muy cerca.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 9/9
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Cementerio
30/12/24, 01:12 am
Cuando creía que podía domar sus terrores, verlos como una forma más de sentirse vivo y aceptar la naturaleza de la ciudad, sucedía algo que le daba un nuevo significado a caer bajo.
“Los ojos”, se repetía una y otra vez, “los ojos. Pregúntales si conservan los ojos”.
Pero por supuesto, no se atrevía. Temía mucho más la respuesta que la incógnita, y en el fondo, sospechaba que daba igual. Que no hubieran cumplido ese paso del ritual de entierro era lo que le quedaba para darle una mínima lógica a lo que les sucedía, para creer que su alma aún tenía salvación si seguía los pasos correctos, pero hasta Nohlem sabía que eso era ya una tontería. Solo su cultura sacaba los ojos, a fin de cuentas.
Claro que pensar en una maldición era mucho más inmediato, pero a la par también mucho más duro. Si el único cementerio -el único sitio con árboles, con Santos- estaba maldito, su alternativa era desvanecerse una vez muerto en polvo y luces, y si bien había llegado a aceptar aquel destino, que hubieran jugado así con sus ilusiones, con su paz con la muerte, con toda ley, cienca y creencia escrita…
Sentaba como la mierda.
Esta vez quien opuso resistencia a andar fue él, más se vio arrastrado por Ethan a pesar de sus intentos de zafarse como un crio malcriado que se niega en rotundo a andar. Pero fue, porque al final era peor quedarse solo aunque fuera más cerca de la salida. Esperó parado lo suficientemente cerca de ellos para ser considerado del grupo y lo suficientemente lejos para cumplir el mismo rol de una planta. Su cabeza iba a tanta velocidad -pensando en ojos y ataúdes- que apenas lograba distinguir el miedo en sus compañeros o entender la conversación, conversación que por cierto, estaba empeñado a borrar según le entraba por una oreja y salía por la otra. Estaba bien saber que no era el único loco aterrado, pero eran como herbívoros contagiados por la angustia de la manada; ver incluso a Connor caer de culo acojonado no es que fuera el mejor aliciente.
Tal era su empeño en cerrarse que casi no escuchó a Ethan preguntarle directamente. No quería saber qué cojones les decía Rick ni mucho menos que le devolvían, no quería responderle a ningún espíritu ni darle la razón a los suyos a riesgos de ser irrespetuoso y enfadarles, o hacer alguna clase de pacto por el simple gesto de presentarse. Valoraba la escueta salud mental que le quedaba, y mirar con ojos vacíos a la nada mientras hacía sus propios pensamientos lo más ruidosos posible era su método de defensa. El maullido ayudaba.
Le hizo un gesto con la cabeza a Ethan, ni un sí ni un no pues no estaba bien pero no podía decirlo, rehuyendo de su mirada al estar demasiado abrumado para cualquier clase de contacto. Tampoco respondió a Aniol. Si pudiera palidecer, Nohlem tendría el mismo pútrido color del cielo ahora mismo. Lo último que le faltaban eran sus putas luces, y casi como si las invocase por presión, por ironías de la frase del londinense, pudo ver un puñado oscilar alrededor de su cabeza como si fueran mosquitas pegajosas.
Agachó aún más la mirada e igual que con los demás fantasmas, las ignoró.
Quizás sí que había traído alguna.
—Yo puedo ser el gato —se atrevió a decir bajo, en un intento penoso de hacer de menos a los luceros y reintroducirse -después de un mes de negligencias- en su rol de bufón para los niños—. Miau.
A diferencia de Airi dudaba mucho que fuera una broma, y desde luego no contaba con el valor de tratarla como una por mucha distancia espacio-temporal que pudieran poner en medio.
Su miedo era como la humedad en un día frío, y eso que en Bermellón casi no tenían de esos. Lo tenía calado en los huesos, y lejos de hacerle sentir vivo y lleno de adrenalina, se sentía… pegajoso, cansado y ausente. Si un lobo le estuviera acechando, Nohlem no sería consciente del mismo hasta que le aullase en la nuca. Y más o menos eso fue lo que pasó. Para cuando escuchó la chimenea derrumbarse ya no quedaba más que el polvo de los ladrillos. En lugar de ir a por su arma, el granta cerró los ojos y tomó profundamente aire que exhaló con la boca hecha una “o”. Ya no podía más. Y lo peor de todo es que encima ya no tenía tan claro querer que lo matasen.
“Los ojos”, se repetía una y otra vez, “los ojos. Pregúntales si conservan los ojos”.
Pero por supuesto, no se atrevía. Temía mucho más la respuesta que la incógnita, y en el fondo, sospechaba que daba igual. Que no hubieran cumplido ese paso del ritual de entierro era lo que le quedaba para darle una mínima lógica a lo que les sucedía, para creer que su alma aún tenía salvación si seguía los pasos correctos, pero hasta Nohlem sabía que eso era ya una tontería. Solo su cultura sacaba los ojos, a fin de cuentas.
Claro que pensar en una maldición era mucho más inmediato, pero a la par también mucho más duro. Si el único cementerio -el único sitio con árboles, con Santos- estaba maldito, su alternativa era desvanecerse una vez muerto en polvo y luces, y si bien había llegado a aceptar aquel destino, que hubieran jugado así con sus ilusiones, con su paz con la muerte, con toda ley, cienca y creencia escrita…
Sentaba como la mierda.
Esta vez quien opuso resistencia a andar fue él, más se vio arrastrado por Ethan a pesar de sus intentos de zafarse como un crio malcriado que se niega en rotundo a andar. Pero fue, porque al final era peor quedarse solo aunque fuera más cerca de la salida. Esperó parado lo suficientemente cerca de ellos para ser considerado del grupo y lo suficientemente lejos para cumplir el mismo rol de una planta. Su cabeza iba a tanta velocidad -pensando en ojos y ataúdes- que apenas lograba distinguir el miedo en sus compañeros o entender la conversación, conversación que por cierto, estaba empeñado a borrar según le entraba por una oreja y salía por la otra. Estaba bien saber que no era el único loco aterrado, pero eran como herbívoros contagiados por la angustia de la manada; ver incluso a Connor caer de culo acojonado no es que fuera el mejor aliciente.
Tal era su empeño en cerrarse que casi no escuchó a Ethan preguntarle directamente. No quería saber qué cojones les decía Rick ni mucho menos que le devolvían, no quería responderle a ningún espíritu ni darle la razón a los suyos a riesgos de ser irrespetuoso y enfadarles, o hacer alguna clase de pacto por el simple gesto de presentarse. Valoraba la escueta salud mental que le quedaba, y mirar con ojos vacíos a la nada mientras hacía sus propios pensamientos lo más ruidosos posible era su método de defensa. El maullido ayudaba.
Le hizo un gesto con la cabeza a Ethan, ni un sí ni un no pues no estaba bien pero no podía decirlo, rehuyendo de su mirada al estar demasiado abrumado para cualquier clase de contacto. Tampoco respondió a Aniol. Si pudiera palidecer, Nohlem tendría el mismo pútrido color del cielo ahora mismo. Lo último que le faltaban eran sus putas luces, y casi como si las invocase por presión, por ironías de la frase del londinense, pudo ver un puñado oscilar alrededor de su cabeza como si fueran mosquitas pegajosas.
Agachó aún más la mirada e igual que con los demás fantasmas, las ignoró.
Quizás sí que había traído alguna.
—Yo puedo ser el gato —se atrevió a decir bajo, en un intento penoso de hacer de menos a los luceros y reintroducirse -después de un mes de negligencias- en su rol de bufón para los niños—. Miau.
A diferencia de Airi dudaba mucho que fuera una broma, y desde luego no contaba con el valor de tratarla como una por mucha distancia espacio-temporal que pudieran poner en medio.
Su miedo era como la humedad en un día frío, y eso que en Bermellón casi no tenían de esos. Lo tenía calado en los huesos, y lejos de hacerle sentir vivo y lleno de adrenalina, se sentía… pegajoso, cansado y ausente. Si un lobo le estuviera acechando, Nohlem no sería consciente del mismo hasta que le aullase en la nuca. Y más o menos eso fue lo que pasó. Para cuando escuchó la chimenea derrumbarse ya no quedaba más que el polvo de los ladrillos. En lugar de ir a por su arma, el granta cerró los ojos y tomó profundamente aire que exhaló con la boca hecha una “o”. Ya no podía más. Y lo peor de todo es que encima ya no tenía tan claro querer que lo matasen.
- ♪♫♬:
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 14/16
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Cementerio
30/12/24, 03:23 pm
El pequeño salió en silencio del cementerio. Podría haber aventurado sobre las propias teorías de Airi sobre si las voces se trataban de una broma o no, pero lo cierto es que calló preso de un mutis ante la ausencia de respuesta de Nohlem. Supuso que se encontraba lo suficiente asustado como para responderle acerca de brillar... pero no podía obviar que en ocasiones seguía notándole raro.
Hasta que...
—Miau —replicó como respuesta, sin esgrimir una sonrisa y fingiendo que no se alegraba tanto como lo hacía en realidad. Los ojos de Aniol buscaron también los de Ethan, estudiando su rostro para comprobar si la promesa que le hacía contenía algo de verdad. En última instancia se encogió de hombros—. Me vale uno de papel, los gatos que no son fantasmas sueltan mucho pelito —esa era la facilidad con la que se le había pasado el capricho.
El sonido cercano a una de las calles adyacentes, no obstante, le hizo frenar en seco y apretar la mano del medio japonés con fuerza. El polaco se dio cuenta de la expresión que puso el granta y no pudo hacer más que comprenderlo.
—Puedo... —se giró hacia el polvo provocado por la caída de ladrillos—. Puedo conjurar el hechizo de niebla mágica para que nos quedemos tranquilus... —su voz se hizo presente para que lo escuchara todo el grupo.
Hasta que...
—Miau —replicó como respuesta, sin esgrimir una sonrisa y fingiendo que no se alegraba tanto como lo hacía en realidad. Los ojos de Aniol buscaron también los de Ethan, estudiando su rostro para comprobar si la promesa que le hacía contenía algo de verdad. En última instancia se encogió de hombros—. Me vale uno de papel, los gatos que no son fantasmas sueltan mucho pelito —esa era la facilidad con la que se le había pasado el capricho.
El sonido cercano a una de las calles adyacentes, no obstante, le hizo frenar en seco y apretar la mano del medio japonés con fuerza. El polaco se dio cuenta de la expresión que puso el granta y no pudo hacer más que comprenderlo.
—Puedo... —se giró hacia el polvo provocado por la caída de ladrillos—. Puedo conjurar el hechizo de niebla mágica para que nos quedemos tranquilus... —su voz se hizo presente para que lo escuchara todo el grupo.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Las Emociones Que No Expresas Nunca Mueren."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Cementerio
31/12/24, 07:24 pm
El neoyorquino volvió junto al resto en silencio, prestando atención a las tumbas y las voces sin bajar el arco. Se habría disculpado también, siendo quien les había dado conversación, pero ya Räg se había disculpado por todos. Simplemente asintió a sus palabras mientras seguían de vuelta. Escuchando la discusión tan... curiosa, a falta de otra palabra, de los muertos le hacía dudar si de verdad eran una amenaza o no. No es que valiera la pena arriesgarse en la situación en la que estaban, claro. Y, aunque no lo verbalizó, si que respondió en su mente a la última de las voces. -(Tiene que ser un coñazo, sí, y más en vuestro caso)- En teoría la muerte era un momento de descanso, ¿pero cuánto de conscientes eran ahí abajo? ¿Solo podían hablar desde la nada o notaban la inmovilidad dentro del ataúd? Se compadecía de ellos si era lo segundo, hasta cierto punto se sentía de una forma parecida con todo lo que llevaban a las espaldas.
Ya en la entrada, a medida que las voces se hacían demasiado lejanas para entenderlas, Rick se dio un respiro dejando de apuntar, aunque tardó unos segundos más en girarse por fin hacia sus compañeros. Lo primero que notó, por motivos obvios, eran las luces que envolvían a Nohlem, lo que le sacó un ligero respingo. Seguía sin tener una explicación para aquello, lo cual no era precisamente muy relajante. Los intentos por aliviar el ambiente se le hacían algo amargos aunque hubiera aprendido a aceptarlos. Si que prestó algo más de atención a las dudas de Ethan respecto a lo que habían dicho. Partiendo de la base de que la mayoría no parecía tener mucho sentido como bien había marcado el británico, no podía negar que algunas cosas eran extrañas. Con la luz, uno de ellos había mencionado que era de día, lo cual sería una explicación, aunque... tanto el polaco como Nohlem habían tenido unos sucesos raros al respecto, y justamente el varmano estaba brillando ahora mismo, aunque no es que se hubiera fijado si había ocurrido mientras estaban allí. ¿Se les estaba escapando algo o solo eran majaderías? Quien sabe.
-Es posible...- respondió con cierto deje a la idea que proponía Airi, quedando bastante claro que no era la explicación para lo que había pasado. La prefería con creces por lo cruel que era la otra opción, pero en una ciudad como aquella, que los muertos no estuvieran tan muertos no parecía descabellado en absoluto.
En cuanto un estruendo llegó de un tejado cercano, el neoyorquino volvió a levantar el arco en alerta al instante buscando qué había sido. No fue difícil observar los cascotes de una chimenea caer hacia la calle, pero lo peor fue lo que vio por un instante allí arriba antes de que desapareciera. No le dio tiempo a fijarse en quién, pero alguien les había estado vigilando; una muy mala señal que le hizo surgir un sudor frío. -Mierda, están cerca- alertó al resto sin alzar demasiado la voz, sin dejar mirar los alrededores por si alguno volvía a aparecer. No tenía por qué haber sido alguien de Letargo, pero se engañaría si no era la opción más probable. La propuesta de Aniol era una buena opción al menos para asegurarse de si los estaban siguiendo. -Vale,- le contestó, pero añadió -pero tenemos que movernos ya. No estamos seguros aquí.- Su prioridad era volver al torreón cuanto antes, pero más les valía estar atentos por si les estaban tendiendo una trampa.
Ya en la entrada, a medida que las voces se hacían demasiado lejanas para entenderlas, Rick se dio un respiro dejando de apuntar, aunque tardó unos segundos más en girarse por fin hacia sus compañeros. Lo primero que notó, por motivos obvios, eran las luces que envolvían a Nohlem, lo que le sacó un ligero respingo. Seguía sin tener una explicación para aquello, lo cual no era precisamente muy relajante. Los intentos por aliviar el ambiente se le hacían algo amargos aunque hubiera aprendido a aceptarlos. Si que prestó algo más de atención a las dudas de Ethan respecto a lo que habían dicho. Partiendo de la base de que la mayoría no parecía tener mucho sentido como bien había marcado el británico, no podía negar que algunas cosas eran extrañas. Con la luz, uno de ellos había mencionado que era de día, lo cual sería una explicación, aunque... tanto el polaco como Nohlem habían tenido unos sucesos raros al respecto, y justamente el varmano estaba brillando ahora mismo, aunque no es que se hubiera fijado si había ocurrido mientras estaban allí. ¿Se les estaba escapando algo o solo eran majaderías? Quien sabe.
-Es posible...- respondió con cierto deje a la idea que proponía Airi, quedando bastante claro que no era la explicación para lo que había pasado. La prefería con creces por lo cruel que era la otra opción, pero en una ciudad como aquella, que los muertos no estuvieran tan muertos no parecía descabellado en absoluto.
En cuanto un estruendo llegó de un tejado cercano, el neoyorquino volvió a levantar el arco en alerta al instante buscando qué había sido. No fue difícil observar los cascotes de una chimenea caer hacia la calle, pero lo peor fue lo que vio por un instante allí arriba antes de que desapareciera. No le dio tiempo a fijarse en quién, pero alguien les había estado vigilando; una muy mala señal que le hizo surgir un sudor frío. -Mierda, están cerca- alertó al resto sin alzar demasiado la voz, sin dejar mirar los alrededores por si alguno volvía a aparecer. No tenía por qué haber sido alguien de Letargo, pero se engañaría si no era la opción más probable. La propuesta de Aniol era una buena opción al menos para asegurarse de si los estaban siguiendo. -Vale,- le contestó, pero añadió -pero tenemos que movernos ya. No estamos seguros aquí.- Su prioridad era volver al torreón cuanto antes, pero más les valía estar atentos por si les estaban tendiendo una trampa.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Cementerio
02/01/25, 12:31 am
Escuchar otro maullido, esta vez más grave y cercano se le hizó como un mal chiste, uno que en otra ocasión y con otro contexto le habría arrancado más que una simple sonrisa confusa. Su rostro giró hacía Nohlem preocupado y entonces se encontró aún más extrañado, cuando en vez de localizar una mueca mustía, su mirada se enturbió con los brillos sinuosos de unas luces que danzaban en torno al felino.
—Vale, no he dicho nada, si es que para que hablare... —Farfulló en bajo mientras Aniol les contestaba a ambos y él a su vez, en una cadena hasta cómica aprovechaba la libertad de su otra mano para, disimuladamente, tratar de dispersar las pocas luces de su compañero, agitando la mano tras su nuca como si estuviera espantando moscas muy insistentes.— Bueno pues mira, lo de las luces ya esta resuelto y lo del gatito tambien, ni más que sea…
Y hasta ahí llegó cualquier intento de desentensar la situación. La chimenea cayó, pero su foco de atención estaba tan disperso que no fue hasta sentir el apretón del polaco que razonó que algo estaba ocurriendo. Las ruinas de la ciudad se desmoronaban practicamente todos los días y no era raro a su parecer que los restos de un edificio en deshuso se convirtieran en mero polvo, pero claro estaba, eso era porque aún no había escuchado a Rick.
Solo necesitó la confirmación de que había visto a ¨alguien¨ para que su enlace se soltara y sus manos esta vez acabaran afianzando la lanza. Desde luego que aquella ciudad no era pequeña, pero siempre lograban cruzarse con los otros, y si de verdad eran ellos, tras el último encuentro dudaba que les estuvieran esperando con los brazos abiertos… bueno, que demonios, les llevaban queriendo matar desde un inicio.
—Mierda, hazlo rápido, necesitamos saber cuantos son. —Respondió a Aniol mientras volvía a guardar su lanza lo más rápido posible. —Hay que esconderse, saben a donde vamos, no podemos huir.
Claro que no sabía si eran los de Letargo, pero honestamente, se habían cruzado más veces con el dichoso grupo antes que con mostruos y, a esas alturas, desde luego habían conseguido llevarse la medalla de oro al peligro. Si de verdad eran ellos, nada les prometía no estar ya rodeados de trampas. Se agachó a la altura de Aniol y tras dedicarle una fugaz mirada, sin poder esperar a que él niño entendiese o no sus intenciones, le levantó en brazos para echar a correr con él y el grupo hacía la calle más corta.
Al fin y al cabo, mientras estuviese haciendo ese hechizo, alguien necesitaría ser sus otros ojos.
—Vale, no he dicho nada, si es que para que hablare... —Farfulló en bajo mientras Aniol les contestaba a ambos y él a su vez, en una cadena hasta cómica aprovechaba la libertad de su otra mano para, disimuladamente, tratar de dispersar las pocas luces de su compañero, agitando la mano tras su nuca como si estuviera espantando moscas muy insistentes.— Bueno pues mira, lo de las luces ya esta resuelto y lo del gatito tambien, ni más que sea…
Y hasta ahí llegó cualquier intento de desentensar la situación. La chimenea cayó, pero su foco de atención estaba tan disperso que no fue hasta sentir el apretón del polaco que razonó que algo estaba ocurriendo. Las ruinas de la ciudad se desmoronaban practicamente todos los días y no era raro a su parecer que los restos de un edificio en deshuso se convirtieran en mero polvo, pero claro estaba, eso era porque aún no había escuchado a Rick.
Solo necesitó la confirmación de que había visto a ¨alguien¨ para que su enlace se soltara y sus manos esta vez acabaran afianzando la lanza. Desde luego que aquella ciudad no era pequeña, pero siempre lograban cruzarse con los otros, y si de verdad eran ellos, tras el último encuentro dudaba que les estuvieran esperando con los brazos abiertos… bueno, que demonios, les llevaban queriendo matar desde un inicio.
—Mierda, hazlo rápido, necesitamos saber cuantos son. —Respondió a Aniol mientras volvía a guardar su lanza lo más rápido posible. —Hay que esconderse, saben a donde vamos, no podemos huir.
Claro que no sabía si eran los de Letargo, pero honestamente, se habían cruzado más veces con el dichoso grupo antes que con mostruos y, a esas alturas, desde luego habían conseguido llevarse la medalla de oro al peligro. Si de verdad eran ellos, nada les prometía no estar ya rodeados de trampas. Se agachó a la altura de Aniol y tras dedicarle una fugaz mirada, sin poder esperar a que él niño entendiese o no sus intenciones, le levantó en brazos para echar a correr con él y el grupo hacía la calle más corta.
Al fin y al cabo, mientras estuviese haciendo ese hechizo, alguien necesitaría ser sus otros ojos.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: sanaí
Habilidades: habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: lanza y arco.
Status : ヽ༼ຈل͜ຈ༽ノ
Re: Cementerio
03/01/25, 01:51 am
No valía la pena intentar teorizar de lo que no tenían ni idea, por lo que Airi decidió dejar de tratar de dar sentido a lo que acababa de ocurrir. No quería decir que no fuese a darle más vueltas a qué magias podían usarse para hablar a distancia o, peor aún, para revivir a los muertos, pero por el momento decidió simplemente callarse y seguir al grupo que, en realidad, no tenía muy claro adónde iba. Solo lejos de aquel lugar encantado.
Le calmaba que al menos parte de la conversación fuese un poco más relajada, gracias a los maullidos de antes y la obsesión de Aniol con encontrar al gato. Cuando Airi se giró a mirar discretamente se dio cuenta de que algunos destellos rodeaban a Nohlem en aquel momento. Habían tenido una dosis tan alta de situaciones surrealistas que lo único que pudo pensar era que le sorprendía que pudiesen apreciarse tan bien incluso a la luz del día. Después de todo, aquel misterio ya tenía tiempo.
El sonido de los escombros cayendo le arrancó de sus pensamientos y le puso alerta, como a todos los demás. Airi no vio nada, pero cualquier precaución le parecía poca, estando donde estaban. Necesitaban asegurarse de que tras aquella posible casualidad no estuviesen enemigos o alimañas peligrosas. Su arco enseguida estuvo levantado, apuntando a los tejados, aunque sin perder de vista las propias calles que se abrían bajo este.
La idea de Aniol le pareció buena. Pocos hechizos habían descubierto más interesantes que aquel a la hora de cambiar las tornas, así que confió en el niño y se dedicó a cubrir la retaguardia mientras huían a ciegas. Airi se dejó llevar por el grupo, ya que no tenía tiempo de mirar hacia donde iban y pensar dónde esconderse. Al menor indicio de peligro debían activar sus hechizos defensivos.
Lo que vería Aniol al explorar al otro lado del edificio sería un grupo de cuatro figuras en torno a una de menor altura. Un niño anfibio, en el centro de todo, temblaba y movía la boca, dando alguna explicación de forma entrecortada al resto. Vigilando la retaguardia estaban, a un lado, una suerte de tortuga bípeda enorme, y al otro, una chica con el torso más largo de lo normal que sostenía una alabarda.
Algo que decía el anfibio hizo reaccionar a un joven de pelo morado, que señaló hacia su calle abriendo la boca en lo que parecía una orden. La mano de una figura enmascarada se posó sobre el hombro del niño y tiró de él hacia atrás con suavidad. Una mujer rubia se interpuso entre ambos grupos, moviendo sus labios con rapidez y expresión firme. Eso pareció hacer reaccionar a la última de las personas del corro, alguien a quien Aniol reconocería como “Karin”.
La chica, que parecía irritada, conjuró levitación y se sacó un papel con una runa del bolsillo. Después se colaría por una de las ventanas del edificio medio derruido, que atravesaría con cuidado de no tocar nada, buscando las ventanas que daban a la calle que Aniol dejaba atrás en ese mismo momento.
Sigue en el Barrio Derruido.
Le calmaba que al menos parte de la conversación fuese un poco más relajada, gracias a los maullidos de antes y la obsesión de Aniol con encontrar al gato. Cuando Airi se giró a mirar discretamente se dio cuenta de que algunos destellos rodeaban a Nohlem en aquel momento. Habían tenido una dosis tan alta de situaciones surrealistas que lo único que pudo pensar era que le sorprendía que pudiesen apreciarse tan bien incluso a la luz del día. Después de todo, aquel misterio ya tenía tiempo.
El sonido de los escombros cayendo le arrancó de sus pensamientos y le puso alerta, como a todos los demás. Airi no vio nada, pero cualquier precaución le parecía poca, estando donde estaban. Necesitaban asegurarse de que tras aquella posible casualidad no estuviesen enemigos o alimañas peligrosas. Su arco enseguida estuvo levantado, apuntando a los tejados, aunque sin perder de vista las propias calles que se abrían bajo este.
La idea de Aniol le pareció buena. Pocos hechizos habían descubierto más interesantes que aquel a la hora de cambiar las tornas, así que confió en el niño y se dedicó a cubrir la retaguardia mientras huían a ciegas. Airi se dejó llevar por el grupo, ya que no tenía tiempo de mirar hacia donde iban y pensar dónde esconderse. Al menor indicio de peligro debían activar sus hechizos defensivos.
Lo que vería Aniol al explorar al otro lado del edificio sería un grupo de cuatro figuras en torno a una de menor altura. Un niño anfibio, en el centro de todo, temblaba y movía la boca, dando alguna explicación de forma entrecortada al resto. Vigilando la retaguardia estaban, a un lado, una suerte de tortuga bípeda enorme, y al otro, una chica con el torso más largo de lo normal que sostenía una alabarda.
Algo que decía el anfibio hizo reaccionar a un joven de pelo morado, que señaló hacia su calle abriendo la boca en lo que parecía una orden. La mano de una figura enmascarada se posó sobre el hombro del niño y tiró de él hacia atrás con suavidad. Una mujer rubia se interpuso entre ambos grupos, moviendo sus labios con rapidez y expresión firme. Eso pareció hacer reaccionar a la última de las personas del corro, alguien a quien Aniol reconocería como “Karin”.
La chica, que parecía irritada, conjuró levitación y se sacó un papel con una runa del bolsillo. Después se colaría por una de las ventanas del edificio medio derruido, que atravesaría con cuidado de no tocar nada, buscando las ventanas que daban a la calle que Aniol dejaba atrás en ese mismo momento.
Sigue en el Barrio Derruido.
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