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Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Torreón Sendar (Archivo III)

21/02/17, 11:03 pm
Recuerdo del primer mensaje :

Aldhias recordaba perfectamente el día en que llegó. La ciudad era tan gris que temió haberse quedado daltónico de pronto. Todo era viejo o estaba sucio, o las dos cosas, y todo en lo que podía pensar era en qué se había fumado para aceptar ir a ese lugar. No había más gente como él, todos los seres ''inteligentes'' con los que se encontró tenian pieles descoloridas y ropas extravagantes. Sus voces eran tan discordantes y desagradables como el resto del paisaje. Salvo uno. Su atuendo era el único cuidado, si bien con colores muy pastel para el gusto de Aldhias. Tenía la piel de un color exótico, como el chocolate fundido, uniforme y suave, y cuando por fin pudieron entenderse, tras beber de la fuente, su nombre se le derritió en los labios al pronunciarlo. Noah.
Su compañero era de talante tan dulce como amargas eran las calles de la ciudad. A pesar del miedo y sus inseguridades intentaba mediar entre el resto de aliens, y nadie lograba calmarle igual.

-Aldhias, nos van a pillar.

-Shhh...

Su primer encuentro, como todos los que lo siguieron, fue en una habitación de la planta baja que no usaban. Ni el polvo y las telarañas les molestó, tan solo querían un momento a solas.

-Erevelin se levanta por las noches.- dijo Noah, asustado.

-Erevelin se puede ir a la mierda. Necesito...

Aldhias no fue capaz de acabar la frase, se lanzó a los labios carnosos de Noah con ansia. Se besaron en la oscuridad, con algo de torpeza pero con pasión, y tras separar sus labios siguieron besándose. En las sienes, en el cuello, en la mandíbula, en cualquier trozo de piel que tuviesen al alcance. No se atrevieron a acostarse sobre el colchón, Aldhias acorraló a Noah contra la pared, pero interponiendo una mano entre el cuerpo del terrícola y la piedra. Algo tan suave no debía tocar la inmundicia de la ciudad, nada podía herir esa piel. Metió los dedos bajo la blusa del terrícola y los pasó con suavidad por todo el recorrido de su columna. Jadeaban. De pronto, se oyó un ruido fuera de la habitación, y el jadeo se convirtió en un respingo.

-¿Noah?

-¿Erevelin? ¿Qué quieres?- preguntó el demichico tratando de recobrar el aliento. Incluso en la oscuridad pudo imaginar qué expresión tendría Aldhias. No estaba contento.

-Han vuelto a salir los alados en llamas. Estaban en mi sueño- algo de angustia se podía distinguir en el tono monocorde de la niña. Llevaba días teniendo pesadillas con las mismas criaturas.

-Ahora mismo salgo.

Aldhias fue a replicar, pero Noah le puso la mano sobre los labios para que guardase silencio. No era el momento. Le dio un beso en la mejilla y se ajustó la ropa. Sabían lo que había que hacer: el humano saldría, se llevaría a Erevelin, y luego Aldhias se escabulliría de vuelta al dormitorio. Como todas las noches.

Yber
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Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

31/03/18, 04:08 pm
—¡Chicos! ¡Venid a ver esto!

El tono alarmista de Granta ayuda a que todos se den prisa en despertarse. Van bajando poco a poco y encuentran al asreniano cruzado de brazos junto a Erevelin, a quien parece custodiar en actitud severa. En la pared, tras ellos, destaca un dibujo enorme hecho a carboncillo. La obra de la niña no es ni más ni menos que unos barrotes de celda pintados a tamaño real con una persona dentro, por cuyos rasgos presuponen que se trata de una chica.

—¿Qué es esto? —pregunta Aldhias.

—¿Lo has pintado tú, Ere? —pregunta Lulú.

La niña asiente.

—Dile a Aldhias qué es —pide de nuevo el repoblador.

La niña agacha la mirada, pero luego busca la del daeliciano.

—Es la verdad.

En esas tres palabras, la sinhadre siembra la ansiedad en todo el grupo. Varios resoplan o ríen con nerviosismo excéptico. Otros parecen simplemente sorprendidos o asustados.

—¿Cómo que la verdad? —la voz de Baste se rompe y el ordés no se esfuerza en disimularlo—. Erevelin, no estamos para bromas.

—Esto es de coña —se queja el daeliciano, de nuevo.

—Aldhias...

Noah intenta acercarse a él, pero se arrepiente a medio camino y se acerca a Miguel y a Fiuxy's. De todos, Noah y Fiuxy's son los que parecen más asustados, mientras que la cara de Miguel es un poema indescifrable. Lulú, que parece guardar una curiosidad morbosa sobre el asunto, ya ha trepado a la cabeza de Baste y le habla en susurros, a lo que el ordés le responde con gestos hoscos y bufidos.

—Me niego a dejar esto en la pared —dice Aldhias.

Granta, Baste y Setenta asienten. Ellie resopla. No ha dormido bien por culpa de la pesadilla y ahora se encuentra con esta situación descabellada. ¿No podía el día ser normal? Al menos hasta la hora de la merienda...

—Ere, cariño, ven conmigo.

La humana se agacha y la niña se le acerca. Ellie hace una seña a Aldhias, dandole a entender que se lleva a Erevelin al patio y que pueden borrar.

—Cariño, ¿lo de antes lo decías en serio? Nos has asustado a todos.

Erevelin asiente y Ellie se toma unos segundos para tomar aire. Durante esos segundos, por primera vez desde que llegó, la humana siente que se desborda, que no puede con todo. Es la primera vez que la verdad, la de la ciudad y no la de la pared, pesa más que el cuento de la aventura. Por suerte, la humana vuelve a su lugar mental; sonríe a la niña y procede a hablar con ella.
Yber
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01/04/18, 05:40 pm
Granta se despierta, como siempre, a su hora. El resto duerme malamente, recuperando a costa de la mañana el tiempo de descanso que han perdido. Erevelin está dormida en el sofá y, junto a ella, hay restos de carboncillo. El asreniano no tarda en encontrar su dibujo, una suerte de cocodrilo que nada en la pared de la cocina. Suspira, acostumbrado ya, y humedece un trapo para limpiarlo sin levantar ruído.

Sin embargo, el ruido se levanta solo, en la habitación. Ellie grita tan fuerte que asusta a Granta y despierta a Erevelin. La niña vuelve a cerrar los ojos, pero el asreniano corre escaleras arriba.

Se encuentra a la humana de pie, junto a la cama de Setenta. El krabelinense yace bocarriba, con varios arañazos frescos en el cuello, las uñas manchadas de sangre, el pulso vacío y los ojos abiertos y rojos, muy rojos, señal de alerta entre los de su especie.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Granta, a quien le sobreviene el pensamiento infantil e inconsciente de que se ha adelantado a Lulú.

El repoblador sale de su nido y corre a seis patas hasta ellos. Baste le sigue con cuatro patas menos y, poco a poco, el resto del grupo se une para formar entre todos una representación grupal de El Grito.

—Estaba así cuando me he levantado —explica Ellie, con signos evidentes de ansiedad.

—Joder.

—Sí, joder —Noah y Aldhias se miran asustados.

Lulú, a pesar de la impresión que le produce, trepa por las patas de la cama y avanza por las sábanas hasta llegar a las heridas. Se apoya en la coraza calcárea que recubre los hombros del cadáver y acerca sus ojillos compuestos a los rasguños.

—No son profundos —informa, a pesar de lo evidente que es—. Ha debido de sufrir mucho como para llegar al punto de lastimarse a sí mismo de esa manera...

—¿Creéis que ha podido ser una pesadilla? —apunta Ellie, que tiene razones de sobra para creerlo.

—Es imposible —dice Fiuxy's con su vocecilla entrecortada—. ¿O no?

Se producen varias miradas, entre ellos y al cadáver de Setenta. Nadie quiere creer que sea posible, dormir había sido para todos ellos como la casa cuando jugaban al lobo: un lugar seguro, un refugio inocuo para evadirse de todos los peligros de la ciudad.

—¿Y si se ahogó?

—A lo mejor estaba enfermo...

—Todo esto es muy raro.

Lulú se propulsa de un salto hasta el suelo y trepa por el pelaje de Baste.

—Oye, ¿y Erevelin?

Durante lo que tarda en responder Granta, el miedo vuelve a las pocas caras que había abandonado.

—Está abajo, se quedó dormida en el sofá.

—¿No creerás... ? —Aldhias tuerce el gesto, no le quita un ojo al repoblador.

—Es imposible —interviene Miguel—. Es demasiado pequeña.

—Ella no ha podido ser —vuelve a tomar la palabra Granta—. Esta noche estuvo pintando de nuevo, había un lagarto de río en la pared de la cocina.

—Otra vez...

Ellie se lleva las manos a la cabeza y respira de forma muy sonora, como si le costase.

—¿Qué vamos a hacer?

—Habría que enterrarlo.

—O quemarlo.

—O tirarlo muy lejos.

La mayoría están demasiado alterados como para saber hasta qué punto están siendo irrespetuosos con la memoria de su compañero.

—En mi tribu nos comíamos a los muertos. Pero, si es verdad que está enfermo, yo no lo pienso probar ni aunque lo hirvamos durante cinco días seguidos.

Ellie respira hondo varias veces.

—No seamos alarmistas. No sabemos qué le ha pasado...

—Solo que se ha muerto.

El tinte siniestro en la vocecilla de Lulú da paso a un silencio muy incómodo. Luego, Aldhias y Ellie toman la iniciativa y se encargan de envolver a Setenta con sus propias sábanas. Algo hay que hacer, se dicen, ambos para sí mismos.
Giniroryu
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Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas

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10/04/18, 01:06 pm
Ellie observaba su reflejo distiorsionado en el pozo. Tenía unas ojeras espantosas y una expresión de agotamiento que la hacía parecer varios años mayor. Empezó a oír gritos provenientes de la cocina pero en un principio para ella no eran más que ecos lejanos amortiguados por la sensación disociativa que estaba teniendo en aquellos momentos debido al cansancio.

—...tra vez? ¿Qué te hemos dicho acerca de esos espantajos? ¿¿Me oyes, Erevelin??
Finalmente los gritos de Granta la trajeron de vuelta a la realidad y la humana se dirigió a la cocina suspirando. A aquellas alturas no le extrañó en absoluto ver a la aprendiz de sacerdotisa levitando en medio del cuarto mientras ignoraba al asreniano gritándole y a Lulú, que también levitaba tratando de llamar la atención de la sinhadre moviéndose frente a sus ojos. Sus ojos, que estaban fijos en un punto en el vacío mientras la niña pronunciaba una retahíla ominosa.

—Condenados. Condenados. Condenados...
La estampa era aterradora. Erevelin no paraba de repetir aquella palabra, que también estaba escrita en las paredes junto a dibujos en los que predominaban los rostros con expresión de sufrimiento y el color rojo que sin duda representaba la sangre.

—Joder, ya está sonámbula otra vez —soltó Ellie mientras se acercaba a ella—. ¡Ere! ¿Me oyes? ¡Despierta! Como si no tuviéramos suficiente con la maldita epidemia... —Continuó farfullando mientras zarandeaba la mano de la sinhadre.
Granta, Lulú y más compañeros que se habían acercado a ver qué pasaba intercambiaron una mirada sorprendida: no era propía de la humana actuar de aquella forma. Era cierto que todos estaban un tanto paranoicos cuando la tercera muerte en circunstancias muy parecidas a la de Setenta había sucedido, pero la estadounidense había demostrado más entereza que nadie hasta aquel momento.

—Te ayudaré a despertarla —dijo Noah acercándose con preocupación—. Creo que lo primero que deberíamos hacer es tranquilizarnos...
Ellie lo miró sin soltar la mano de Erevelin, dándose cuenta entonces de que no estaba actuando correctamente.
—Gracias... —le respondió Ellie en un suspiro—. Tienes razón, no es su culpa.
¿Qué podía hacer? Estaba agotada, muy agotada. Sus compañeros estaban muriendo y ella no podía hacer nada por evitarlo.
Yber
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12/04/18, 02:29 pm
Hace días que Ellie dejó de ser madre de nadie. Se encuentra tirada en el sofá, hecha toda ojeras, vestida con un pijama viejo que quién sabe a cuántos niños muertos haya vestido antes que a ella. Bosteza de vez en cuando, a la vez que intenta comprender qué dice un libro en otro idioma. No logra entender nada, ni dentro ni fuera de sus páginas. Piensa en Setenta y en el resto de los caídos, resopla y tira el libro contra la pared.

—¡Me cago en todo! —grita, en un intento vano de descargar su furia.

Cada vez es más consciente de que viven sumergidos en una incógnita asesina. Que si la luna, que si los méritos, que si la valía, que si los milagros, que si los sueños… Una maldita locura. Ellie se pasa las manos entre sus pelos sucios y respira hondo, se da a sí misma otro intento vano por mantenerse cuerda. Se tumba y cierra los ojos. Tal vez ahora pueda dormir; tal vez esta vez no pase nada.

Y así, Ellie duerme, sí. Duerme durante los quince minutos que tarda en llegar el ruido. Viene de fuera, mucho antes de lo que habría esperado: voces conocidas. Ellie se levanta y les abre la puerta. Poco a poco entran Granta, Miguel, Baste, Lulú, Noah y, finalmente, Erevelin.

—La habéis encontrado —dice Ellie, que ya ni se esfuerza en preguntar ni en mostrar alivio.

—¡La loca esta estaba pintando mierdas en mitad de la plaza! —grita Baste en cuanto tiene oportunidad.

Erevelin dirige una mirada triste a Ellie tras escuchar al ordés, pero de la humana no sale ni una palabra de consuelo para la niña, ni regaños para el marsupial.

—No puedes hacernos esto —sí salen regaños para la niña.

—Un día se la van a comer las alimañas —espeta Granta.

—O nos van a comer a nosotros por salir a por ella —añade Lulú, cuya curiosidad ya no parece compensar el riesgo.

Erevelin se aleja en silencio y toma las escaleras hacia la habitación.

—No podemos hacer nada más.

—Tampoco podemos abandonarla a su suerte… —la voz de Miguel suena cansada.

—No, pero esto no es humano. Es un sinvivir. ¡Ni siquiera podemos dormir! Cómo para encima estar pendientes de ella.

—Deberíamos encadenarla por las noches —dice Granta.

Ellie le hace un gesto claramente despreciativo.

—Pero ¿tú te estás oyendo? Es una puñetera cría, ¿cómo la vamos a encadenar?

—Ellie… —Noah intenta interceder.

—Ni Ellie ni pollas.

—Ere sabe hacerse intangible —añade Miguel—, tampoco serviría de mucho.

La humana suelta un gruñido que nace de lo más profundo de su alma insomne: ni ella misma sabe ya lo que quiere. Sus compañeros la miran y no la reconocen, como tampoco se reconocería ella si pudiera verse.

—¿Y qué ha pintado esta vez?

Sus dibujos siniestros, al final del día, son lo menos problemático; el tema perfecto para olvidarse de todo el malestar que causa la niña. Algunos, aunque no lo dicen en voz alta, esperan que en algún delirio Erevelin los revele vivos a todos, sobreviviendo a la Luna y volviendo a casa. Otros, que tampoco lo dicen, están seguros de que Erevelin sabe de qué manera van a morir, eventualmente. Pocos son los que creen que los dibujos son solo dibujos, pero incluso ellos no lo dicen en voz alta.

—Había una torre y muchos niños muertos en la base, también un gigante y una avispa que parecían caer del cielo.

El silencio se une a la conversación y la acapara, hasta el punto de que, poco a poco, todos se desbandan y vuelven a sus tareas: cocinar, entrenar, intentar dormir…
Giniroryu
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Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

14/04/18, 08:03 pm
Todos se habían ido a dormir nada más cenar, bostezando sonoramente y murmurando lo agotados que estaban. No resulto sorprendente para nadie: llevaban varios días durmiendo mal, temerosos de si la epidemia los afectaría a ellos aquella noche. Hasta ahora todas las víctimas habían muerto mientras dormían, de la misma forma. Alguno no consiguió llegar al piso de arriba y se quedó dormido en el sofá tras sentarse allí porque el cansancio podía con él... Como había sido el caso de Aldhias.

Aldhias se despertó gritando. Sudaba e hiperventilaba, y se levantó del sofá componiendo una expresión de terror. No tardó en escuchar más gritos provenientes del paso de arriba e incluso la propia planta baja. Granta, Baste y Lulú no tardaron en aparecer desde distintos puntos del torreón: el repoblador había salido desde detrás del sofá y el asreniano entró desde el patio, temblando de miedo y frío. El ordés los miró a los tres detenidamente como queriendo comprobar que eran reales. Estaba claro que nadie había tenido "dulces sueños" aquella noche.
—¿Qué demonios ha sido eso...? Vosotros... Sabéis de lo que hablo, ¿no es así?
—Sí —respondió Granta—. Había algo terrible...
—Nos perseguía —añadió Lulú acercándose a Baste con la intención de subir hasta su marsupio.
—¿Vosotros también?
La última voz pertenecía a Fluxy's, a quien seguían Noah y Erevelin de cerca; los tres acababan de descender las escaleras. El francés se adelantó para dirigerse al grupo de la planta baja.
—Hemos... hemos soñado todos lo mismo.
—Sí —confirmó la sinhadre, que era la que parecía menos agitada de todos—. Tal y cómo estaba previsto.
Señaló entonces los restos de dibujos en las paredes de la cocina: los rostros gritando. Si alguien los contaba quizás se podría dar cuenta de que el número de personas representadas coincidía con los habitantes de Sendar que quedaban con vida.
—Joder, ya estás otra vez añadiendo más sal a la herida.

El daeliciano emitió un quejido y no solo debido a la afirmación de la aprendiz de sacerdotisa: le dolían varias partes de su cuerpo, por haberse dormido en una postura y un lugar tan pésimos, pero no podía haber pasado tanto tiempo, ¿no? Es decir... todavía era de noche. Pero se habían pasado tanto tiempo soñando aquella pesadilla horrible... Quizás estuviese a punto de comenzar a amanecer.

Una nueva presencia interrumpió los pensamientos del daeliciano y la conversación general.
—Ahora que lo pienso... Tú no estabas en la pesadilla —Miguel acababa de llegar justo tras Ellie, y se dirigía a ella.
La estadounidense se giró hacia el otro humano y lo miró con sus ojos de agotamiento tan profundo como sus ojeras y a través de su pelo completamente desaliñado.
—Sí que lo estaba. Yo os vi huyendo de algo... Justo antes de morir.
Se hizo el silencio de pronto. Habían olvidado que justo antes de despertarse conseguían llevar al horrible ser que los perseguía hasta una trampa y este moría.
—No me digas que...
—Sí —se adelantó Ellie, tajante—. Vosotros me matabais.

El resto se miró, como queriendo buscar al culpable de aquello. La pesadilla había sido tan real... Pero la humana estaba allí, frente a ellos. Nadie estaba seguro de si les estaba acusando, era difícil leer su expresión detrás de la maraña de pelo, pero varios sentían que así era. Salieron de dudas enseguida, no obstante.
—Yo solo pretendía ayudaros, desagradecidos. Yo solo... pretendía ayudaros...
El tono de Ellie sonaba ausente, no se dirigía a nadie en particular y sus puños se habían cerrado con fuerza. A continuación, se dio bruscamente la vuelta, haciendo que Miguel se sobresaltase y se apartase para dejarle el paso libre, y se perdió escaleras arriba.

El ambiente que se había quedado en el salón era pesado como una losa. Nadie se atrevió a moverse o hablar durante unos instantes.
—Solo fue una pesadilla. Seguro que Ellie también lo verá así por la mañana.
El intento de aportar una brizna de optismismo por parte de Noah no tuvo mucho efecto y se hizo el silencio una vez más. Todos tenían en la cabeza el horror que habían compartido y cómo era posible que hubiese sucedido. Aunque a aquellas alturas cuestionarlo habría sido ridículo.
—Pues no sé vosotros, pero yo ahora no tengo una sola pizca de sueño. Aunque sí hambre —fue Granta el que lo rompió y dio el complicado paso de cambiar de tema.
Erevelin no se movió aún cuando el resto sí lo hizo y enseguida se quedó sola, de pie en medio del salón y totalmente inmóvil. Nadie se sintió capaz de preocuparse por ella en aquel momento, ni siquiera Noah. La sinahdre tardó un buen rato en salir de su trance, hasta que finalmente regresó al dormitorio sin decir nada.

Al cabo de unas horas y tras haber vuelto a tomar un tentempié de medianoche, amaneció sin que nadie fuese capaz de volver a dormirse.  Aldhias lo había achacado al principio al miedo a tener otra pesadilla como aquella, pero lo cierto era que tenía sensaciones contradictorias: por una parte notaba su cuerpo cansado, como si hubiera corrido de verdad muchos kilómetros aquella noche; por otra, no tenía una sola pizca de sueño en aquel momento. Se pasó una mano por la cara y suspiró. ¿Qué sería lo próximo que les sucedería la próxima vez que se fuesen a dormir?
Zarket
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Nombre: Rádar
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07/06/18, 03:43 pm
Aquella mañana los gritos sacaron a Miguel del sueño poco reparador que estaba teniendo. La confusión del cansancio apenas le permitió preguntarse qué estaba pasando, a pesar de que meses atrás despertarse con gritos le habría despejado y alertado al instante. Aquello se estaba volviendo demasiado común para que su primer pensamiento fuera que estaban en peligro mortal.

Varios de los pequeños, liderados por Fiuxy's, se colaron en la habitación, con caras asustadas. El humano los miró con una cara somnolienta, sin darle tiempo a hablar.

—¿Nos protegerás de ella? —fue la pregunta del frivy, genuinamente asustado. El mayor sacudió la cabeza, intentando enterarse de la discusión.

—Chicos, es Ellie, no un monstruo —un bostezo interrumpió sus palabras, mientras los más jóvenes le miraban nada convencidos—. ¿Qué ha pasado?

—Está discutiendo con Baste...

Un ruido de plato roto interrumpió al joven, sobresaltando al grupo de los pequeños y haciendo que el humano frunciera el ceño. Se levantó de la cama a desgana, dispuesto a intentar evitar que la discusión escalara. No le apetecía, pero suponía que era mejor que no se mataran entre ellos.

Abajo, en el salón, estaban los mayores, con diversas caras de duda. Los gritos venían de la cocina, y ahora Miguel podía oír no solo los de Ellie, sino también los del ordés. se dirigió hacia Noah con un suspiro.

—¿Qué ha pasado?

—Están discutiendo sobre los monos del queso —fue la respuesta de su congénere. La cara del español fue lo suficientemente expresiva para que elaborara más—. Ellie le dijo con malos modos a Baste que hiciera nosequé, y de alguna manera eso acabó en Ellie diciendo a Baste que no iba a ser su esclava como los monos de su mundo.

El joven se pasó una mano por la cara, harto de aquella dinámica. La antigua "madre" del torreón perdía los nervios con una persona diferente cada día, y ya era evidente que el problema no eran los modales de Granta, ni el esclavismo ordés, ni los caprichos de los niños, ni las idas y venidas de Erevelin. «Erevelin...» pensó, dándose cuenta de que no estaba allí.

—Dónde está Erevelin —su voz sonaba cansada, pero también preocupada. Los problemas que provocaba la sinhadre poseían demasiados matices para que se sintiera cómodo con aquella situación.

—Se ha ido. Otra vez —la respuesta hastiada vino de Aldhias, sentado cerca de Noah. Hizo un gesto de despreocupación ante la expresión de Miguel, quitando hierro al asunto—. Sabes que ya volverá. Siempre lo hace.

Claro que lo sabía. Erevelin se iba, Erevelin volvía, y Erevelin se negaba a dar explicaciones de lo que hacía, a pesar de que su sonambulismo era claramente extraño y para nada típico. El miedo que tenía era que un día no volviese. Miguel no se veía capaz de cargar con la culpa, si bien indirecta, de la muerte de un compañero.

—Hay que solucionar esto de una vez —Granta aprovechó un momento de silencio de la cocina para meter baza. Unos instantes después de allí salió Baste, claramente airado, en dirección a las escaleras. El lagarto lo vio irse con una expresión sombría—. Los problemas que provocan esas dos no son normales. No podemos estar sin dormir, preocupados por los monstruos de Rocavarancolia y, encima, preocupados porque una se pierda por ahí y la otra provoque una discusión diaria en el torreón.

—¿Y qué propones, matarlas? —preguntó Miguel con desidia, echándose con pesadez en una silla y frotándose los ojos. Aquella discusión también la tenían cada día, y siempre acababan igual: ninguno tenía ni la más remota idea de cómo solucionar aquello.

—No, atarlas —fue la respuesta, del asreniano—. Y amordazarla, en el caso de Ellie.

—¡¿Así planeas pagar todo lo que he hecho por este grupo?!

El grito de la humana sobresaltó a todos los presentes, que se miraron con duda y también algo de miedo. Solo Granta se mantuvo firme, mirando con desafío a la estadounidense.

—¿Lo que has hecho? ¿El qué, gritarnos, darnos órdenes, insultarnos para luego llorar y victimizarte, para después pasar de cualquier cosa que se te diga diciendo que no es tu problema? —todos poseían cierta ambivalencia hacia aquellas palabras. Granta carecía de filtro alguno, y eso, en aquella situación, convertía su pregunta en una verdad cruelmente certera.

—¡¿Estoy cansada, vale?! ¡¡No duermo!! ¡¡Todos los días tengo pesadillas donde morís y luego muere mi familia!! ¡¡Y me despierto desolada de haber visto vuestro cadáver para que luego me tratéis así, o desaparezcáis sin venir a cuento, o seais unos caprichosos, o-!!

—Todo el mundo está así, Ellie —intervino Noah, agotado de aquello, pero intentando mantener un tono conciliador.

—Y solo tú actúas como una chalada —eran las palabras que el francés no se había atrevido a pronunciar, por lo que Granta las soltó con mucho gusto.

Ellie lo miró con odio un segundo antes de derrumbarse. Aquello provocó nuevas miradas de desconcierto entre los sendarios. No comprendían por qué pasaba de la ira más furibunda a la tristeza más desconsolada sin continuidad alguna.

—Y-yo sé que no... estoy actuando como debería, pe-pero es que no puedo más —lágrimas, mocos e incluso saliva empezaban a salir de ojos, nariz y boca de Ellie, con un llanto tan, si no más, escandaloso que los gritos anteriores—. Nu-nunca h-he es-tado t-tan cansada, ni-ni he te-tenido t-anto miedo, si-siento d-de verdad qu-e os a-afecte ta-tanto, pe-ro e-es que n-no sé-é qu-qué hacer...

El asreniano resopló y acabó optando por retirarse, harto de aquella situación continua. El resto se quedó, pero sin mirarse, sin mirar a una Ellie que había acabado por derrumbarse en el suelo mientras su llanto inundaba todo el torreón. Todos pensaban lo mismo: grandes o pequeños seguían siendo niños. Y aquellos problemas les venían demasiado grandes.
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Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

13/06/18, 10:53 pm
El grito fue más por sorpresa que por dolor. Aldhias se giró para ver a Miguel intentando matar a un pequeño lagarto que correteaba por el suelo. En su antebrazo derecho se veían unas marcas inconfundibles del mordisco de la criatura.

—¿Estás bien?

—Sí, no te preocupes —las palabras, como las de todos, se arrastraban por el suelo, producto del cansancio. Algunos días estaban más despejados, otros menos, pero nunca estaban del todo descansados—. Apenas duele.

El daeliciano asintió y siguió explorando aquella casa, con el humano atrás, en guardia. Como todas las viviendas de Rocavarancolia estaba cochambrosa, pero al menos no parecía en peligro de derrumbe. Eso, en opinión de ambos, era una suerte: lo último que necesitaban era que, encima, se les cayera una casa encima.

—¡Aquí hay un libro!

La voz de Granta avisó a ambos. Era una especie de diario del antiguo dueño de la casa que ojearon con rapidez y desagrado. El hombre, a tenor de algunas anotaciones, parecía encajar demasiado bien en aquella ciudad. Un dibujo, sin embargo, hizo que el humano alzará la mano, y Aldhias entendió pronto por qué: representaba casi al mismo lagarto que le había mordido, con la única diferencia de que los cuernos de la espalda estaban claramente más pronunciados en el dibujo.

—¿Qué pone ahí?

La voz del asreniano sonaba hastiada, y él mismo lo parecía ante la mirada de Aldhias. Suponía que ver a otros leer cuando uno mismo no sabía hacerlo era una actividad sumamente aburrida.

—«Lagarto defensor, prototipo tercero» recitó Miguel, saltando entre las líneas que parecían más interesantes «Base: lagarto de Iskaria, con genomas de trasgo, leviatán enano y uzarja». Algo sobre garras y uñas, que la piel sigue siendo más fina de lo esperado, y... —su compañero palideció, lo cual dio a Aldhias suficiente curiosidad para leer por encima de su hombro. Lo que leyó también le hizo palidecer—. «Veneno: parálisis, dolor, fiebre, colapso de órganos».

Ambos se miraron con preocupación, con pocas respuestas a la pregunta que flotaba en el ambiente.






La noticia de que Miguel quizás estuviera mortalmente envenenado sentó como un jarro de agua fría en Sendar. La única esperanza, a la cual tanto el humano como sus compañeros se aferraban, consistía en la sutil diferencia del dibujo con respecto a la realidad. No había en aquel diario más referencia que al prototipo tercero. Solo cabía esperar a que el resto de prototipos, alguno de los cuales era, obviamente, aquel lagarto, no poseyeran aquel veneno.

La espera fue en vano. Al día siguiente el español se levantó con la muñeza del brazo mordido más rígida de lo normal, y aquella mano entumecida. Fue pillado, asustado, por Noah, que se fue llenando de preocupación. Ambos convinieron en que, con suerte, solo sería un efecto pasajero, y una casualidad.

En el fondo sabían que no era así.

El entumecimiento de la mano derecha se acabó convirtiendo en dificultad para mover todo el brazo derecho. Fue entonces cuando el grupo decidió volver a salir, en busca de algún antídoto que sirviera para tratar aquel mal. Miguel se fue postrando en la cama, cada vez en peor estado, y el resto de sendarios recordó lo que era Rocavarancolia. Habían estado tan absortos con las pesadillas que sufrían al cerrar los ojos que ya se habían olvidado de las que podían enfrentar despiertos. Y no les agradaba redescubrir la experiencia de ver a alguien morir. Al menos cuando perdían a alguien durante una pesadilla no tenían que ver cómo su vida se desvanecía.

Una sombra apareció sobre la visión del enfermo, que tuvo que intentar enfocar su vista para intentar distinguirla. Solo cuando habló, sin embargo, pudo hacerlo.

—¿Cómo estás?

—Granta... —su voz sonaba ronca, y dolía usarla. Miguel volvió a cerrar los ojos, preguntándose cómo aquella cama podía parecerle ahora incluso más horrible que antes—. ¿Ahora eres el papá del grupo?

—Yo no soy el padre de nadie —el asreniano bufó, cruzando sus brazos y frunciendo el ceño. Sus diferentes personalidades habían garantizado que chocaran al tratar problemas del grupo (en especial uno llamado "Erevelin" y otro llamado "Ellie"), pero tampoco era del todo indiferente al sufrimiento ajeno. O, más bien, no era indiferente al sufrimiento de personas que claramente nunca habían poseído deseos homicidas hacia él—. Estás horrible.

—Oh, lo sé —fue su respuesta, cortada por un ataque de tos. El asreniano frunció el cejo, escuchando a las claras el sonido asqueroso, gutural y silbante que provenía de la garganta y el pecho del humano—. Creo que si pones huevos en mi frente se freirían... O mi cerebro lo haría, no sé —todavía intentaba enfocar al asreniano, a pesar de la casi imposibilidad de hacerlo. No solo sentía cómo la respiración se dificultaba y los pensamientos enlentecían: la propia vista parecía que se perdía. El mundo se oscurecía, como si lo que sucediera en aquel lugar careciera ya de importancia para él.

No supo cuándo había caído en la inconsciencia, ni cuándo se había ido Granta. Ni siquiera podía saber que no lo sabía. Todo lo que podía sentir era el alquitrán tragándolo lentamente, hasta que solo su cara estuvo fuera. Presionándolo, intentando aplastarlo, impidiéndole respirar. Y calentándose, poco a poco, hasta que aquel calor, aquel ardor, pasaron a su piel. A sus músculos. A sus huesos. A sus órganos. Y, pronto, el fuego lo invadió por completo, dilatando el tiempo, acallando sus pensamientos. En su mente más primitiva deseaba que alguien hiciera algo, cualquier cosa capaz de apagar el fuego, pero nadie parecía capaz.






—¡No!

Noah gritó con indignación ante las palabras de Granta. Acababa de colocar un paño de agua fría sobre la frente del español, preocupado por su estado. Parecían incapaces de encontrar un antídoto. Habían peinado ya varias veces la zona donde le mordieron, pero no habían encontrado nada: ni curas milagrosas, ni diarios que proporcionaran más información, ni tan siquiera el maldito lagarto había aparecido. La situación le provocaba una frustración que no había sentido nunca, ni siquiera en los meses anteriores. Y aquello no era precisamente una solución a las pesadillas ni al mal dormir.

—No vais a salvarlo, acéptalo —fue la respuesta del asreniano. Tenía un cuchillo en la mano, aunque su postura no era hostil. Aquel arma no era para pelear ni para traicionar, sino para otorgar el fin de un sufrimiento absurdo.

—¡No vamos a matarlo! Lo que propones es fácil, es, es... horrible, monstruoso —la tensión acumulada estalló como un látigo, dirigida hacia Granta. No tenía culpa ninguna de los males de los sendarios, pero al francés aquello le era, en aquel momento, indiferente—. Vamos a salir, y vamos a encontrar el puñetero antídoto, y vamos a curarlo, no a matarlo.

—¿"Vamos"? ¿Tú y quién más? —gruñó el asreniano de vuelta, con los ojos entrecerrados. Recibir aquellos insultos no estaba en la lista de cosas que le agradaban.

Noah abrió la boca, pero la cerró al comprobar que todos los presentes le rehuían la mirada. La indignación fue mutando en desesperación, y aquel cambió se completó al comprobar que ni siquiera Aldhias parecía estar a su lado.

—Chicos... no, no podemos... Matarlo...

—Noah, ya está muerto —intentó razonar el daeliciano, señalando hacia el cuerpo inconsciente, sibilante y sudoroso del español—. Granta tiene razón, él... No es matarlo. Es evitarle sufrimiento.

El francés se quedó congelado, convertido en estatua mientras miraba al joven que yacía moribundo. No veía nada diferente al resto, por supuesto, pero no dejaba de oponerse a aquella noción. Una cosa era charlar sobre una situación como aquella, en abstracto, y otra muy distinta estar metida en ella y hablar sobre si lo último que quieres ver de un amigo es cómo otro amigo le traspasa el corazón con un cuchillo, o le corta el cuello.

No pronunció una palabra más. Salió de aquella habitación con los ojos amenazando con derramar lágrimas, queriendo alejarse de aquel lugar. No podía impedir la muerte de Miguel, y menos todavía podía impedir que muriera por un acuerdo del resto del grupo, pero no tenía por qué verlo u oírlo.

En algún punto del camino, ni siquiera sabía en qué pasillo ni planta, se chocó con Erevelin. Sus ojos soñadores apenas registraron el incidente, aunque durante un segundo se abrieron levemente con algo que Noah creyó que era horror.

—Ya ha comenzado el final...






El francés se encontraba con los ojos cerrados, tirado en el patio, apenas un par de días después de la muerte de Miguel. Una sombra le tapó el sol. Antes de abrir los ojos ya sabías que era Aldhias.

—¿Qué quieres?

Esperaba que no le acusara de estar evitándole. No porque no fuera cierto ni porque no supiera cómo explicarlo, sino porque algo que tenía claro era que aquello estaría del todo incompleto. Todos habían empezado a evitar a todos, ni siquiera Granta del todo indemne a lo que había sucedido. Por lo que sabía nadie, salvo Aldhias, había acompañado al asreniano a llevar el cadáver de Miguel a la fosa de los huesos.

—Que dejes de martirizarte —una ceja arqueada por parte del francés sirvió para que Aldhias suspirara y se sentara a su lado—. Que dejemos de martirizarnos —admitió, con la voz menos firme—. No había antídoto, era lo único...

—No lo era —Noah lo interrumpió sin dureza, pero también sin compasión. No había auténtica indignación hacia sus compañeros, sin embargo, porque lo que había recordado también le concernía a él—. ¿Recuerdas a Rox? La primera que les vimos sufría parálisis, fiebre... Eran casi los mismos síntomas que los de Miguel, de hecho, si no es que los mismos. La segunda vez sin embargo, estaba bien. Sobrevivió —Aldhias fue pasando de la incomprensión al horror conforme recordaba a qué se refería su compañero. Negó con la cabeza, intentando objetar.

—No sabemos... Quizás no era el mismo veneno, es imposible...

—Exacto, es imposible. Ahora es imposible —fue toda su respuesta, sus ojos sin apartarse del cielo—. No lo recordamos. Ninguno lo hicimos. Ahora ya no lo podemos saber.
Yber
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GM

Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
Dirke/Ramas.
Giz.
Tap/Malahierba.
Lara 37/Saria Omen.
Rasqa: parqio transformado en moloch.
Eitne.


Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.

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05/07/18, 06:14 pm
Dormir es muy importante. Los sendarios lo saben porque no se lo pueden permitir y Ellie es, de entre todos ellos, la que peor lo lleva. Han pasado meses desde la última noche que durmió del tirón; también han pasado meses desde que empezaron sus pesadillas. Desde entonces no ha tenido ninguna paz. Ha soñado tantos horrores (ha sufrido tantos horrores), que cuando despierta es menos real que cuando duerme.

Esa tarde el torreón está tranquilo, tanto como puede. Unos están tumbados en las camas, otros en los tresillos, todos rascando unas horas de sueño a unas siestas poco fructíferas, excepto por Granta, que entrena en el patio.

Ellie se remueve inquieta en su sofá, siempre con una mano bajo la almohada. En su pesadilla, una recurrente, unas criaturas infernales la engañan, haciéndose pasar por sus compañeros de torreón. Se queja en voz baja y se arropa como puede con la mano libre. Noah se despierta por el insomnio y se sienta en el suelo, mirándola con una mezcla de cansancio y pena. Entonces, ella grita y él se acerca, preocupado.

—Ellie, ¿estás bien? —Su voz suena a la vez fuera y dentro del sueño, a cada lado con un matiz distinto. La zarandea con suavidad por el hombro y añade—. Ellie, solo estás soñando, despierta.

La humana obedece sin saberlo. Pega un salto en el tresillo y empuja a Noah con furia contra el suelo, de debajo de su almohada saca un machete que últimamente la hacía sentir mejor, más segura. Su conciencia, desgastada por el mal dormir, no sabe que el sueño se ha acabado.

—¡Aléjate de mí, monstruo! —grita horrorizada, con la voz ronca por las broncas de otro día.

Noah se levanta con dificultad y da varios pasos hacia atrás. Ellie zarandea el arma y él alza las manos en son de paz. La imagen de la humana es la de alguien desquiciado: pelos revueltos, ropa sucia y arrugada, ceño fruncido, ojos desorbitados.

—Ellie, por favor, escúchame… —a Noah se le rompe la voz y los ojos se le inundan. Tiene miedo—. Estás despierta ahora, la pesadilla ya se ha acabado…

—¡Cállate! No me vas a engañar, sé qué eres. Sé quién eres de verdad.

Los gritos de la humana llegan al patio y a Granta, que corre hacia el salón. También despiertan a los que duermen en el piso de arriba.

—Ellie, soy Noah, te lo prometo. No sé qué has soñado, pero ya se ha acabado… Estás en Sendar, con nosotros… —no es capaz de añadir “estás a salvo”. Noah se rompe por dentro y echa a llorar, aterrado—. No me mates, por favor, no me mates.

Ellie no cede, al contrario, lo mira llena de una ira renovada. Sus facciones se endurecen aun más y da un paso adelante. No la va a engañar, no. Ya ha aprendido, no va a volver a caer en sus sucios juegos.

A la vez que Granta cruza el umbral, lanza en mano, el machete de Ellie describe un arco brusco y abre el cuello del francés. Noah se desploma contra el suelo, sus lágrimas salan la sangre y Ellie sonríe, triunfadora. Sin embargo, no hay fuego infernal abandonando la herida. No oye los ecos de un demonio herido. El cuerpo no se deshace en ceniza, ¿por qué sangra tanto?

La humana mira la hoja del machete. Escucha las voces que provienen de la escalera y lanza a Granta una mirada inquisitiva. El asreniano avanza hacia ella con la lanza alzada.

¿Qué está pasando?

_________________________________________

No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
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06/07/18, 12:28 pm
De todas las cosas que Rocavarancolia puede enseñarte, la más irónica de todas para Ellie es que matar por error da sueño. La humana tardó demasiado en entender que estaba despierta e hirió a varios de sus compañeros durante el proceso. Cuando por fin consiguió entender lo que le había hecho al pobre Noah, la redujeron y la encerraron en los calabozos. Allí tuvo tiempo de llorar sus pecados, de horrorizarse ante la imagen de la sangre cayendo a borbotones, de fustigarse por no haber entendido antes que el sueño se había acabado. Lloró hasta que las energías le fallaron.

Ahora duerme. Como no puede ser de otra manera, si se duerme, se sueña. Y si se sueña, son pesadillas. La culpa está tan tierna aún que ha calado en la nueva narrativa onírica que protagoniza. Ellie está encerrada en las mazmorras y lejos, no sabe cuánto, sus compañeros corren peligro. Ellie no recuerda cómo, pero se ha dejado atrapar y ha fallado a sus amigos. Porque en el sueño el grupo aun no se ha roto, ni Erevelin se ha ido una sola vez. En el sueño, Ellie aun es la mamá del grupo y no una infanticida.

En la mazmorra, Ellie se levanta, sonámbula.

—¡Dejadme salir! —grita dentro y fuera de la pesadilla—. ¡Dejadme salir, por favor!

Se acerca a los barrotes y se aferra a ellos con las manos aun manchadas de la sangre de Noah.

—¡Tengo que ayudarles! ¡Tengo que salir de aquí!

Coge impulso y golpea la cabeza contra las rejas. El golpe le marca la frente, pero no ha sido lo suficientemente fuerte como para causar peores daños. No ha sido lo suficientemente fuerte como para escapar.

—¡Por favor!

Un segundo golpe. Se abren heridas en la piel y comienzan a sangrar, un poco más de rojo ya no estropea el cuadro. Arriba la ignoran, si es que la escuchan.

—¡Por favor, por favor, por favor!

Un cabezazo y otro y otro. La sangre fluye por su cara. Duele, rabia, pero así está más cerca de huir. Otro golpe contra los barrotes parte el hueso. Ellie intenta hablar, pero ya no puede, balbucea una súplica en un idioma roto. Coge impulso una última vez y, por fin, sueña que se libera.

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21/07/18, 08:29 pm
Las muertes de Noah y Ellie ya han quedado atrás. Cualquiera diría que, tras la marcha de la humana y su ira insomne, la convivencia tal vez mejoraría un poco. Nada más lejos de la realidad. Los problemas de sueño los afectan a todos y los efectos de la Luna Roja se ciernen sobre ellos con una fuerza implacable.

Baste lleva semanas mintiéndose a sí mismo, disimulando que no ve peor cada día que pasa. Tras su último despertar, abre los ojos y apenas nota el cambio. Todo a su alrededor es una mancha borrosa. Grita, se lleva las manos a la cara. Apenas distingue sus dedos desde tan cerca.

—¿CHICOS? ¡Lulú, por favor, ven!

Lulú lleva semanas con los nervios desatados, la ansiedad se ha convertido en el pilar de su existencia y ya nada le calma. Al principio el malestar se aliviaba cerca de sus compañeros, pero los últimos sucesos (o tal vez la voluntad de la luna) han querido que ya no sea así. En ese instante sueña con un bosque nacido de las cabezas de sus compañeros, un bosque de árboles putrefactos, sin fruto; un sueño recurrente. Sin embargo, Lulú es de dormir ligero, así que no es de extrañar que escuche su nombre y salte enseguida.

—¿Doce? ¿Qué pasa?

El diminuto escala la cama del ordés. Nota enseguida que no lo ve y une cabos: por eso sus despistes, y sus golpes, y esas preguntas que tan poco sentido tenían en su cabeza.

—No veo nada, Lulú, no veo nada —llora el ordés—. ¡Me estoy quedando ciego!

Lulú no llora porque sus ojos no pueden, pero lamenta el estado de su amigo más cercano. Trepa por su cuerpo con suavidad, haciendo de cada agarre una caricia, y se sienta sobre su hombro. De pie, el repoblador le abraza la cabeza y se hunde en su pelaje; en parte para consolar a Baste por su ceguera, en parte para buscar su propio consuelo.

Poco a poco se despiertan los demás y preguntan lo mismo que Lulú. El repoblador responde por su amigo, cuyo llanto le imposibilita el habla. Entre todos lo calman, le hacen ver que están allí para ayudarle, pero la incertidumbre les atenaza y Baste, en el fondo, lo sabe. Lulú, que lo conoce como si compartiera su cerebro, le lanza una promesa firme:

—Yo seré tus ojos. No te va a pasar nada.

No es de extrañar que Granta no haya aparecido por la habitación, pues, de todos los sendarios, el asreniano es el único que de verdad duerme.

El pánico cunde entre bambalinas.

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25/07/18, 10:20 am
No hacen falta dibujos de Erevelin para saber que el grupo estallará. La irritabilidad de Baste por su nuevo handicap, la ansiedad perenne de Lulú, las conversaciones nocturnas de Fiuxy’s consigo mismo y la rabia y la pena que eclipsan el duelo de Aldhias… Todo esto se suma a los problemas de sueño que todos sufren y que vician cada aspecto de sus relaciones. La única persona que se mantiene descansada es Granta y, aun así, su posición es clara. No necesita el insomnio para estar harto de todo lo que ocurre.

Esa mañana hay una nueva pintura en la pared. Erevelin sospecha lo que pasará por trazarla, pero no ha podido evitar el impulso. El mismo impulso que la ha movido a plasmar sus visiones durante toda la criba: Erevelin sabe que tiene que dar constancia de lo que descubre, por mucho que duela, o el futuro podría ser otro distinto y nuevo. Un futuro peor, una pesadilla aterradora.

Su último dibujo es un mural que ocupa todas las paredes del salón. Todos los compañeros aparecen en él excepto ella.

Una luna sangrienta vierte el rojo con el que ha sido pintada sobre la cabeza del ordés. Baste sobresale por encima de un campo de ojos, decenas de tentáculos surgiéndoles del pecho y de sus propias cuencas oculares. La palma de la sinhadre sangra, pues es la única forma que ha encontrado Erevelin de recrear su visión.

Lulú aparece diminuto, escondido tras un árbol de frutos rojos, pintados de la misma manera que la luna del ordés. Los árboles crecen sobre un manto de cadáveres. Algunos recuerdan a viejos compañeros, otros a los que aún permanecen. La viva imagen de la pesadilla del repoblador.

El fragmento de Fiuxy’s es niebla harinosa a la orilla del rio que cruza la ciudad. La mitad de su cuerpo aun simula el del niño, la otra mitad es una bestia negra con cuernos. Allí donde se acaba la niebla, vuelan los pájaros y los peces.

Granta aparece de lado, en una postura semejante a la de los murales egipcios. Es pequeño, sobre todo en comparación a la inmensa torre negra a la que encara. De cada ventana del torreón nacen garras rojas. Una linea ondulada en el cielo y varias burbujas dan a entender que toda la escena ocurre bajo el agua.

Finalmente, Aldhias yace tumbado, a solas en una cama de matrimonio. Sus ojos están abiertos; sus ojeras, pintadas con la sagre de Erevelin. A su alrededor hay siete velas encendidas. Varios monstruos asoman sus hocicos por debajo de la cama.

Erevelin lo ha visto: sabe lo que serán. La escena no tardará en desatarse.


—————————


—¿Ya estás otra vez? —los gritos de Aldhias llenan el vacío que han dejado las bajas en Sendar—. ¡Estás como una cabra! ¡Como una jodida cabra! —la insulta en términos humanos porque sabe que duele más.

Erevelin se encoge en una esquina del salón. Aldhias se acerca demasiado a ella.

—¿Qué ocurre? —le pregunta Baste, que ha bajado las escaleras con la lentitud de un miope.

Lulú va sobre él. El repoblador suelta una exclamación que alerta al ordés. A pesar de que solo alcanza a ver borrones, se imagina lo que hay ante él.

—¡La loca esta!

—¿Qué ha dibujado ahora?

—No lo quieres saber —espeta Aldhias.

—Nos ha dibujado a todos —se chiva Lulú.

—¿QUÉ? —el ordés salta como un resorte—. ¿Qué ceros ha pintado ahora?

Un silencio llena la sala durante unos segundos. Lo rompe la vocecilla de Fiuxy’s.

—Todos somos monstruos en sus dibujos…

Granta chista al frivy para que se calle.

—¿Es que no tenía suficiente con pintar lo que le ocurrió a Ellie y a Noah? —grita de nuevo Aldhias. Luego la mira directamente a ella—. ¡¿Es que no tenías suficiente?! ¡Lo único que haces es jodernos la vida, te lo digo así de claro!

La bofetada suena como los petardos que preceden a una traca mayor. Aldhias se mira la mano asustado. Sabe lo que ha hecho (Erevelin también lo sabe) y se horroriza. Sin embargo, cuando se gira y busca el reproche en las caras de sus compañeros, no ve nada.

—Llevas razón —dice el ordés con enojo.

—Sí,¡bastante hemos hecho por ella, para cómo nos trata!

—Chicos… —Fiuxy’s tiene miedo porque entiende lo que está pasando.

—¡Ni chicos ni hostias! ¡Es la verdad! —Granta interviene por fin—. Se ríe en nuestras caras. La mierda de niña esta se pira flotando y va y viene, ¡Solo Nassandra sabrá dónde coño se ha metido y qué clase de cosas ha hecho por ahí!

—Yo creo que nos ha gafado —Baste escupe en el suelo, muy cerca de donde cree que está Erevelin. Sus babas caen sobre los pies descalzos de la chica—. Esta racha es culpa suya, estoy seguro.

—¡Miradla! Si nisiquiera se defiende.

—Eso es porque sabe que es verdad.

—¡Qué asco me das! ¡Cabrona!

Erevelin sabe lo que viene ahora. Primero Granta patea una silla lleno de rabia. No lo hace con la intención de herirla, pero el mueble cae muy cerca de ella.

—¡Estamos malditos por tu culpa! ¡A Ellie se le fue la cabeza por tu culpa!

—Y mató a Noah —el daeliciano tiene los ojos llenos de lágrimas—, Noah ha muerto por tu culpa. ¡Por tu culpa, loca de mierda!

La patada de Aldhias sí apunta a ella. Erevelin la recibe en la espinilla y se encoge a la vez que chilla de dolor.

—¡Deberíamos echarte! —grita Lulú, para hacerse oír.

—O encerrarla en el calabozo para que se pudra.

—Sería mejor tirarla al foso o a la cicatriz.

Fiuxy’s no dice nada, para bien o para mal. Contempla la escena en silencio. Siente tanto terror al ver el comportamiento de sus compañeros como paz, al dejar caer sobre la sacerdotisa todo el peso de lo que les había ocurrido.

Baste se lanza a tientas a por ella. La coge de los hombros y la zarandea con fiereza, animado por el rencor compartido, la falta de sueño y la ira que acumula desde que perdió la vista. Lo deja salir todo cuando la estrella contra la pared. A Erevelin se le nubla la vista. Baste la suelta y la deja caer, solo para que Granta tome el relevo.

Así acaba la última visión de Erevelin. Los golpes, sin embargo, continúan más allá. La sangre brota de su cabeza, las costillas se rompen y las piernas se quiebran, los sentidos se embotan y llega un punto en el que las maldiciones y los insultos dejan de escucharse. A la sacerdotisa le cuesta respirar. Su mente queda eclipsada por un acúfeno antes de perder la razón.  

Nadie pintará su muerte en la pared.

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Rocavarancolia Rol
Rocavarancolia Rol

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28/07/18, 08:51 pm
Fiuxy's llora, acurrucado en una cama, solo en su habitación. Es de las pocas cosas que hace desde la abominable acción que contempló sin interferir, para bien o para mal. Apenas sí comprende lo que sucedió, tanto por su edad como por su especie: su cerebro ha intentado olvidar los detalles, difuminar tanto como es posible el significado de aquel brutal asesinato. Sin embargo, sigue recordando. En especial su propia pasividad, la mezcla de horror y alivio que sentía al contemplar aquel crimen, al poder echar las culpas del dolor sobre Erevelin, al oler la sangre de la sinhadre, al tener esperanza de que aquella pesadilla terminara.

Fiuxy's sabe que todos están como él: solo hay que verlos. Los sendarios se despiertan con más gritos que nunca, con más lágrimas. Deambulan, más que andan, evitándose. Es una repetición de la muerte de Miguel, pero mucho peor: con el humano pudieron consolarse con que adelantaron lo inevitable, que evitaron sufrimiento innecesario. Con Erevelin, sin embargo, solo podrían haberse consolado si la pesadilla hubiera acabado, si las desgracias que les atormentaban hubieran terminado, si no tuvieran que sentir más miedo al estar dormidos que despiertos. Y no fue así.

El terror no terminó, más bien se profundizó. Empeoró, producto de lo que provocaba las pesadillas de todos ellos, que ahora tenía un combustible excelente para hacerles sentir pavor y desespración. Ya no soñaban con lo que podía pasarles: ahora soñaban con lo que podían llegar a ser. Con lo que ya eran.

Monstruos.


----


Baste y Lulú descansan solos en la azotea. Si ya eran cercanos, ahora son inseparables. Ninguno de los dos olvida lo que hicieron con Erevelin, el alivio que sintieron con cada golpe y cada insulto que le dirigieron a la niña loca. Porque estaba loca, eso no era mentira. ¿No? Es la culpa, sin embargo, lo que más los ha unido. El saberse cómplices.

Lulú a veces se dice que él no hizo nada, que tan solo profirió insultos. Se dice a sí mismo que lo peor de todo fue cosa de Baste. Eso sí que le alivia, aunque solo durante unos segundos. “Yo seré tus ojos”, le había prometido a Baste. Y ahí estuvo él, espectador en primera fila de la más macabra de todas las muertes. Le reconcome la conciencia, igual que a Baste.

El ordés pareciera que, además de ciego, se ha quedado mudo. Pocos días después perdió cualquier rastro de visión y el habla casi se va con ella. Se comunica con monosílabos cargados de apatía. Su problema es que disfrutó, por mucha culpa que sienta; por mucho que le duela reconocerlo. Se siente sucio porque a veces echa de menos sus ojos cuando revive la escena. ¿Qué habría sentido de haberla visto con nitidez? ¿Qué habría visto ella cuando se le echaron encima? Suspira. A veces, cuando se le hace más duro, se convence de que no toda la culpa es suya: Lulú tenía magia de sobra para pararlos. Podría haber impedido aquella carnicería y no lo hizo. Eso le consuela.

—¿Sabes? —Lulú rompe el silencio brevemente—.Creo que tu Azar te ha bendecido al dejarte ciego. Ninguno deberíamos haber visto nada de esto.

—No lo sé…

—No somos monstruos, Baste. No podemos serlo, ¿verdad? Tiene que ser otra cosa.

—No lo sé…

Esta vez suspira Lulú y los orificios de su espalda resuenan como una flauta dulce averiada. Vuelve a guardar silencio. El repoblador añora los viejos días llenos de charlas insustanciales y secretos compartidos, pero sabe que se han acabado.

La culpa los une, sí, pero también les pesa.


----


Aldhias no había sido capaz de moverse del que en los últimos tiempos era su lugar habitual donde intentar conciliar el sueño: el sofá del salón. Había empezado a bajar regularmente todas las noches que era incapaz de dormir y no se encontraba cómodo en la cama, revolviéndose sin parar entre las sábanas que no dejaban de incordiarle.

Estaba allí, inmóvil y rodeado de los restos de lo que habían hecho. No podía irse de allí: Noah lo estaba mirando y sabía que tenía que aceptar aquel castigo. Podía notar la mirada de absoluta decepción del humano, probablemente incluso de asco y, lo que más se le hacía difícil de soportar, de terror hacia el monstruo en el que se había convertido.

Porque Aldhias sí lo tenía claro: era un monstruo.


----


Granta no necesitaba estar dormido para sufrir pesadillas. La suya era recurrente y no requería que estuviese con la guardia baja para que la muerte de Erevelin se repitiese una y otra vez en sus pensamientos. Cuando había matado a Miguel había considerado que le había hecho un favor al chico. En este caso, el favor se lo habían hecho a sí mismos. Su compañera era una molestia, así que se deshicieron de ella.

Nada había vuelto a la normalidad tras aquel suceso. Tampoco podían fingir que así había sido. Los muertos seguían estándolo, y su futuro era tan negro que no importaba que la sinhadre no estuviese allí para decírselo.

El asreniano recordaba el pasado con mucha frecuencia. No el pasado en que aquel grupo pretendía sobrevivir a Rocavarancolia cuidándose unos a otros, algo en lo que nunca había terminado de creer, sino más atrás, cuando pensaba que tendría que rendirse a la violencia para poder salir adelante. Había huido de los ranta para evitarlo, y había acabado exactamente igual. ¿Qué le había hecho pensar que podía llevar una vida normal tras haber sido expulsado de su propia tribu?

No era capaz de olvidar su parte de culpa en lo sucedido. Granta sabía que su tribu había hecho bien en expulsarlo, pues esa era la clase de resultados que se obtenían cuando él estaba cerca.
Tak
Tak
GM

Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.

Personajes :
Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
Kin: demonio raigaurum irrense.
Ayne: anima sinhadre.
Eara: sinhadre sin esencia.
Nime: demonio mineral libense.
Iemai: cercana, fallecida.
Airi: sanaí.


Unidades mágicas : 8/8

Síntomas : Tendencia a alargar sus baños.

Armas :
Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
Kin: alfanje y guan dao.
Ayne: sable.
Eara: ballesta de repetición.
Nime: dagas.
Airi: diálogo y esconderse.


Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧

Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

06/08/18, 12:26 am
Granta se encontraba en el patio intentando tomar los últimos rayos de sol de la tarde. No tenía ganas de volver al interior, y por desgracia las nubes habían estado empezando a acumularse bloqueando la luz. Por primera vez desde que estaba allí, parecía estar formándose una tormenta.
—Esto es de locos —farfulló. Aquello y los terremotos que habían tenido lugar a lo largo del día habían crispado el ambiente. Sabían que iba a pasar algo, y aquel algo podía tener que ver con lo que les había contado el nublino antes de morir. Granta deseó que siguiese allí para poder hacerle más preguntas, pero ya era demasiado tarde. Tarde para evitar demasiadas cosas.

Nunca había visto un atardecer tan rojo. Sintió una profunda fascinación, y anticipo. Le hormigueaba todo el cuerpo. También notaba escozor en los ojos, en el cuello, o las encías, y sin embargo sonreía de oreja a oreja. No sabía muy bien por qué. No tardaría en dejar de hacerlo.

La molestia de su cuello se convirtió en un dolor agudo, podía notar dos bultos intentando abrirse paso bajo su piel. Sus encías empezaron a sangrar a medida que sus dientes se aflojaban para dar paso a otros nuevos. El asreniano se sujetó al borde del pozo con ambas manos y cerró con fuerza los ojos. Lo que tuviera que ser, sería. No pensó en si saldría de aquella, no pensó en sus compañeros. Dejó que el dolor ocupase su mente y bloquease los gritos en la lejanía, ya que tampoco podía hacer mucho más.

De pronto su estómago regurgitó algo. Granta no pudo evitar expulsar un vómito anormalmente caliente que parecía contener solo agua. Al abrir los ojos cuando intentó taparse la boca fue cuando se percató de lo que le estaba pasando a su piel. Sintió que enloquecía. Se estaba volviendo translúcida, pero sus entrañas eran azules. La impresión le hizo retroceder y se cayó al suelo, pero no se golpeó con la fuerza que él esperaba. Se notaba mucho más liviano.
—¿Pero… qué…? —Sus palabras se ahogaron con el segundo vómito, y el asreniano solo pudo encogerse mientras su cuello se rasgaba para dar paso a sus nuevas branquias externas.
Yber
Yber
GM

Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
Dirke/Ramas.
Giz.
Tap/Malahierba.
Lara 37/Saria Omen.
Rasqa: parqio transformado en moloch.
Eitne.


Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.

Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

06/08/18, 12:28 am
La Luna Roja. Baste y Lulú sabían que era su momento, que debían estar a solas. Más que uña y carne eran cuenca y ojo, cerebro y cráneo; las dos partes de un todo independiente del resto de sus compañeros. Ninguno puso pegas, claro, el sentimiento de pertenencia al grupo era ya una carcasa vacía, un fantasma. Todos sabían que estaban unidos por una atrocidad, pero el sentir conjunto se había muerto y no ocupaba espacio. Aun así, viciaba el aire. Ni Lulú ni Baste podían respirar bien rodeados de gente. No les entendían como se entendían entre sí.

Cuando asomó la luna, Baste sonrió levemente. Sentía el fulgor más allá de sus ojos inútiles, su cuerpo entero vibraba, su pelaje se erizó, la euforia lo invadió con tanta fuerza que durante unos instantes no existió Erevelin, durante unos instantes era todavía un buen chiquillo… Y así fue como murió el ordés. Cayó de espaldas al suelo, golpeándose la cabeza contra la piedra. La sangre manó de ella y formó un reguero rojo en el cauce que encontró en las juntas del empredrado.

Lulú, que admiraba la Luna con mucho más respeto que su amigo, cayó con él. El repoblador era ágil y no tuvo problemas para aterrizar de pie, pero la imagen de Baste muerto fue desoladora. Chilló como una flauta desafinada. Corrió a su cabeza y la alzó lo suficiente para comprobar que no había mucho que hacer. Aun así no perdió la esperanza. No fue hasta que saltó sobre su cuello y buscó su pulso que el repoblador empezó a llorar. Mostró la pena como lo hacían los suyos, con un soniquete lastimero que nacía de su espalda. Y fue entonces cuando el cuerpo de Baste se calentó y un par de llamas azules cubrieron sus enormes ojos como lágrimas de fuego.

El repoblador chilló de nuevo y se alejó tanto como pudo. Quiso subir a las almenas para llamar al resto, pero un fuerte dolor le sobrevino y lo tumbó en el suelo. En ese mismo instante llegó el primer rayo, una ironía aterradora hecha de luz y luego estruendo. ¿Acaso iban a morir juntos? ¿Eso era lo que les deparaba la Luna Roja? Entre jadeos, a la vez que los huesos de sus pies se estiraban lenta, muy lentamente, Lulú creía que sí. El repoblador del pantano buscó con la mirada el sitio que le había dado más seguridad desde que inició la cosecha. Lulú se arrastró sobre la sangre del ordés con cierta destreza, gracias únicamente a sus cuatro brazos, incapaz de mover las piernas. Notaba como si alguien le pellizcara la piel bajo los sobacos, pero comparado con el dolor de sus pies, aquella sensación servía de distracción y resultaba casi agradable. Poco a poco, logró llegar hasta la cabeza del ordés y se recostó contra ella. Entonces, encontró la resignación.

La lluvia tormentosa lo pilló dejándose llevar por el dolor y la certeza de la muerte y le lavó la sangre. A la vez que las piernas del repoblador se estiraban y le daban nueva forma a sus pies, los ojos de Baste acabaron por consumirse y un nuevo fuego surgió de su pecho. El dolor se extendió poco a poco por el rostro de Lulú como una llama diferente a la del ordés, una llama que no ardía, pero que amenazaba con abrirle la cabeza. El repoblador  intentó alzar las manos para tocarse y descubrió que sus brazos superiores se habían unido a los inferiores por un pliegue de pellejo asqueroso. Cuando sus manos palparon sus cara, sin embargo, fue cuando verdaderamente se horrorizó, sus ojos se desprendieron y cayeron al suelo. Descansaron sobre un charco de lluvia, savia y sangre.

Cuando Baste despertó, Lulú ya no estaba allí. Buscó su olor por instinto, pero su nariz era incapaz de procesar toda la información que le llegaba.

—¿Lulú? ¿Dónde estás?

Intentó levantarse, pero la nueva longitud de sus brazos lo pilló por sorpresa y cayó de bruces, dando con su cara en el charco. Fue entonces cuando notó un movimiento extraño procedente de su cara, una suerte de ondeo que nacía de las cuencas de sus ojos. Apéndices nuevos que se hundieron en la misma sangre, savia y lluvia que los ojos de Lulú y se los quedaron. Cuando se llevó las manos a la cara para palpar el cambio, descubrió que veía y no prestó atención a sus nuevas garras, el resplandor carmesí que se filtró a través de ellas lo obnubiló. Bajó sus brazos anormalmente largos, de forma que tocaron el suelo, y caminó hacia las almenas.

—Por la Suerte…

Durante unos instantes le embargó la felicidad. Se sintió eufórico, justo como antes de… ¿Morir? Baste se dio cuenta de que no respiraba. El nerviosismo lo atropelló. Volvió a centrar su visión en sí mismo y descubrió unas garras feas y peludas frente a él, sus propios brazos le dieron repelús. Agachó la cabeza para examinarse a fondo. Su pecho se había abierto, podía ver sus costillas y cómo decenas de tentáculos diminutos serpenteaban dentro. No había pulmones, ni corazón, solo pánico y tentáculos.

—¡No, no, no! ¡No puede ser! ¿Por qué ceros?

Tomó la peor decisión posible: dio marcha atrás y buscó su reflejo en el charco del que sacó sus nuevos ojos. Su cara le recibió con horror. Sus ojos ya no estaban y en sus cuencas vacías ahora vivían otros tantos tentáculos, que sujetaban con mucho cuidado unos ojos compuestos, diminutos: los de Lulú. El miedo se apoderó de él, su cuerpo temblaba furiosamente. El pánico por su nuevo cuerpo, la posibilidad de haber matado a su mejor amigo, la confusión, la ausencia de recuerdos… La recién nacida paranoia se clavó las garras en los brazos, encaró a la Luna Roja y gritó con todas sus fuerzas y todas sus bocas.

Poco sabía Baste que Lulú aun lo acompañaba, dentro, muy dentro de su cabeza.


Última edición por Yber el 06/08/18, 12:33 am, editado 1 vez

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No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
Zarket
Zarket

Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
Spoiler:

Armas :
Spoiler:

Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.

Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

06/08/18, 12:29 am
Fiuxy's se encontraba en su habitación, mirando al techo con algo que podía ser indiferencia. Era en realidad una mezcla de agotamiento y trauma del tamaño de la Luna Roja, mezcla que arrastraba desde hacía meses. En ocasiones el frivy no estaba muy seguro de si solía estar despierto o soñando, pues en ambos lados el sufrimiento ante las imágenes de sus recuerdos era similar.

La Luna Roja lo cogió allí. Hacía algunos pocos días que todo temblaba y una sensación incluso más ominosa que de costumbre se instaló en sus tripas, pero Fiuxy's no sabía en realidad qué iba a pasar, ni cuándo. Las palabras del nublino que había muerto hacia tanto tiempo acudieron en su mente, y el niño no pudo sino desear haber prestado más atención, o al menos haberlo entendido mejor.

Los gritos no tardaron en resonar a su alrededor, lo que llevó a Fiuxy's a encogerse de puro terror. Él no sintió dolor alguno, nada sino un corazón que no dejaba de latir cada vez más rápido. La luz de la Luna Roja se colaba por la ventana, pero su orientación no era adecuada para verla.

Entonces vio algo por el rabillo del ojo. Levantó su mano, de la que manaba algo de humo negro. Apenas le llevó un momento comprender que él mismo estaba perdiendo su consistencia. Desapareciendo.

El chillido se escuchó en todo Sendar.

Empezando a llorar, fiuxy's intentó mantener aquella mano lejos de sí mismo, como si así pudiera evitar que aquello se extendiera. Sus deseos no se cumplieron, y en poco tiempo el humo manó de sus brazos, de sus piernas, de su tronco. Y, a pesar de que no era molesto, el niño solo quería llorar ante aquello, ignorando los cascabeles que sonaban detrás de su propia voz y la grandiosa luna que, ahora sí, veía.

A Fiuxy's, sin embargo, le daba igual el astro, la luz o la magia. El niño solo quería volver a cuando Ellie le hacía trencitas en el pelo, a cuando Erevelin no daba miedo y a cuando su cuerpo no se convertía en humo que se disiparía con el viento.

Sus deseos no se cumplieron. Su cuerpo se transformó en humo y empezó a aumentar su tamaño, con una consistencia que no era sólida y tampoco gaseosa. Mientras el terror y la desolación lo inundaban, Fiuxy's dejó de ser Fiuxy's.

Pronto sollozos roncos inundaron la habitación, mostrando los sentimientos de la nueva bestia del crepúsculo.
Giniroryu
Giniroryu
GM

Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas

Personajes : Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
Lethe: Horus, enderth.
Rägjynn: mjörní.
Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.


Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente.
Armas : Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
Irianna: arco y estoque.
Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
Lethe: arco y lanza.
Rägjynn: jō.
Naeleth: arco, sai y báculo.


Status : Gin: do the windy thing.

Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.

Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

06/08/18, 12:30 am
Y en mitad de aquel caos estaba Aldhias, prisionero sempiternamente de aquel sillón. En los últimos días apenas había comido. Sus compañeros parecían haberse apiadado de él en algún momento, porque de vez en cuando aparecía un plato con comida y un vaso con agua al pie del sillón. Ni siquiera sabía cuándo o quién lo había llevado hasta allí. Comía de forma automática y volvía a colocar el plato en el suelo sin mediar palabra con nadie. Las únicas veces que se levantaba del sillón era para visitar las letrinas; no se lavaba desde hacía días y llevaba casi cuarenta y ocho horas sin dormir. Su aspecto era parecido al de Ellie cuando la encerraron en las mazmorras: desaliñado, sucio, ojeras profundas. Se preguntó en varias ocasiones si se iba a convertir en la humana. Por suerte no quedaba Noah para volverlo a matar. Ese pensamiento lo alivió durante escasos segundos, hasta que volvió a sentir la mirada decepcionada de él.

La anunciada noche llegó, pero no sucedió nada de lo que pensaba. Oyó gritos provenientes de arriba. Reconoció a Fiuxy's, muerto de miedo. Reconoció la desesperación de Lulú. Vio a Granta a través de la puerta del patio, con ojeras aun más profundas a pesar de que cualquiera lo hubiese creído un hito imposible. Con ojos que miraban sin ver, porque Aldhias ya no sabía quién era. No parpadeaba, ni siquiera se inmutó ante el sufrimiento que llegaba a sus oídos. Él no sufría, no por ningún cambio de la Luna Roja. Pero lo entendió: él ya era un monstruo y no se le permitía el lujo de tener una excusa para serlo.

La visión se le emborronó mientras trataba de fijarla en Granta. Notó algo en el asreniano que llamó su atención por un breve instante, pero no tenía ni idea de por qué. Daba igual: su mente se precipitó hacia la inconsciencia y el daeliciano se escurrió en el sillón como el fardo inservible que era.
Tak
Tak
GM

Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
Kin: demonio raigaurum irrense.
Ayne: anima sinhadre.
Eara: sinhadre sin esencia.
Nime: demonio mineral libense.
Iemai: cercana, fallecida.
Airi: sanaí.


Unidades mágicas : 8/8

Síntomas : Tendencia a alargar sus baños.

Armas :
Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
Kin: alfanje y guan dao.
Ayne: sable.
Eara: ballesta de repetición.
Nime: dagas.
Airi: diálogo y esconderse.


Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧

Torreón Sendar (Archivo III) - Página 2 Empty Re: Torreón Sendar (Archivo III)

11/08/18, 04:17 pm
Granta, ligero como una pluma, levitó chocándose contra el marco de la puerta hasta el interior del torreón. Acababa de ver pasar a la carrera un ser monstruoso desde el patio. Podía reconocer parte del cuerpo de Baste en aquel horror, y se había marchado. Un segundo monstruo de niebla negra y verde se precipitaba por las escaleras siguiendo al primero y casi se choca con él.
—Yo voy a por Baste, vigila a los demás —le dijo al pasar. Apenas pudo reconocer la voz de Fiuxy’s. Puede que ya no le sorprendiese nada, porque del frivy le llamó más la atención el cambio de actitud.

Localizó el cuerpo de Aldhias donde siempre había estado. Por un momento pensó que había muerto, pero pudo ver su pecho moverse de arriba abajo. Se acercó con torpeza al daeliciano, esquivando muebles, y le observó dormir durante más tiempo del que debería, teniendo en cuenta la crisis que estaba teniendo lugar. No era un buen momento para quedarse pasmado, pero mucho menos para caer dormido.

—¡Despierta! —gruñó. No sirvió de nada. No podía perder más tiempo, ya que todavía no había encontrado a Lulú. Granta alargó una mano para zarandearlo, pero no pudo evitar distraerse al verla. Su aspecto también debía de ser monstruoso desde fuera.

Fue entonces, al estar en contacto con Aldhias, cuando comenzó a sentir algo extraño. Eran sentimientos ajenos mezclados con los suyos, y no supo de dónde venían hasta que el daeliciano cambió su expresión mientras soñaba. Parecía angustiado, asustado, fruncía el ceño y se revolvía. Eran exactamente las sensaciones que invadían a Granta. El asreniano no se alejó al darse cuenta, deseaba entender lo que estaba sucediendo. Pero todo rastro de sentimientos ajenos desapareció cuando Aldhias abrió los ojos de súbito, inhalando como si le faltase aire que respirar.
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