La risa resonó por todo el lugar, en especial en aquella zona más silenciosa de las mazmorras. Al instante dama Gula aceleró brutalmente su andar, convirtiéndose en una cazadora que perseguía a su presa.
Acabó alcanzando al coreano, y al lanzarse sobre él agarró con saña el gemelo derecho de Hyun, hundiendo sus garras en el músculo. Ambos tropezarían y ambos caerían, una encima del otro. Aquel monstruo lo inmovilizó con facilidad, ajeno a cualquier movimiento o golpe que Hyun pudiera dar. El humano tenía demasiada poca fuerza como para herir en lo más mínima a dama Gula, de cuya boca manaba un hedor a matanza, sangre y carne. Una gota de saliva cayó en la mejilla de Hyun.
—Detente, trasgo.
Con un gruñido, dama Gula se levantó, aunque si pie todavía afianzaba el agarre del niño al que quería comerse. Un hombre todo de negro, incluyendo un pasamontañas que impedía ver su cara, se alzaba en medio del pasillo. En una mano sostenía una espada, en la otra una jambia.
—¿Quién lo dice? ¿Quieres ser el postre?
—Has intervenido en la cosecha —contestó, sin responder. Hyun no podría ni verle los ojos, pues unas gafas tintadas los cubrían—. Acompáñame para que seas juzgada.
Dama Gula se limitó a soltar una risita peligrosa. Enseñaba sus dientes.
—Temo que no pienso morir hoy.
Al instante se lanzó contra aquel desconocido, que se desapareció como si nunca hubiera estado allí. Confusa, la trasgo se giró, viéndolo a dos metros de distancias, y lanzándose a por él con un rugido iracundo.
El desconocido volvería a aparecer y desaparecer varias veces. La última vez fue justo delante de dama Gula. Con un rápido movimiento de la daga curva le rebanó el cuello, del que comenzaron a salir sonidos guturales cuando la sangre inundó la tráquea. Aquel monstruo apenas tuvo tiempo de llevarse una de las garras a la herida antes de que, con otro fluido movimiento, Silente usara la espada para cortarle la cabeza y media mano.
Ambas cayeron justo a los pies de Hyun mientras el cuerpo se desplomaba hacia delante. Luego el jefe de espías de Rocavarancolia volvió a desaparecer en un parpadeo, sin siquiera mirar al niño al que había salvado.