Tio, me he rallado

—Tío, si puedes ven en un ratillo arriba del todo. Te necesito para hablar de una… cosa rara que me pasó el otro día.

Eso fue la petición discreta lo que Nohlem recibiría de Damian de golpe y porrazo justo después de almorzar y de que fuese rápido y raudo escaleras arriba. Vería por momentos en el chico que estaba nervioso y muy, muy apurado por lo que quería decirle.

Por eso recurrió a la azotea, un sitio bien alejado para mantener una conversación privada y en condiciones sobre lo que estuvo pensando en el Palacete. Mas bien, lo que no paraba de pensar y se le hacía ya muy raro por la persona hacia la que iban dirigidos todos esos pensamientos. Estuvo sentado en un sitio cualquiera en la azotea, apoyando su espalda en los bordes de piedra que hacían de una suerte de barandilla. Algo nervioso, miraba todo el rato hacia la entrada de la azotea esperando al varmano y reordenando lo que quería decir en su cabeza.

No era tan raro, ¿no?

¿Verdad?

Nohlem estaba masticando uno de esos palitos para lavarse los dientes cual lobo salvaje cuando Damian le pidió ayuda de la forma más sospechosa posible. Ojalá se lo hubiera dicho un poco antes, lo mismo se habría librado de recoger los platos. Apurando el rústico cepillo Nohlem siguió al italiano con considerable retardo, pues el pequeño había desaparecido escaleras arriba como quien se ve en un terrible aprieto y tiene que esconder un cadáver. No es que él hubiera escondido nunca uno, pero sabía perfectamente lo que era liarla y tener poco margen para buscar aliados con los que arreglar un error antes de que se enterara su madre. Augurios que si lo sabía.

Su cabeza no tardó en asomar por las escaleras a la azotea, con el palo aún cómicamente en la boca.

—¿Damian? —preguntó con dificultad al verle, sin soltar la mordida. Estaba tan taciturno que su segunda reacción de la que terminaba de subir fue mirar al cielo, fuese a ser el pájaro apestoso el fruto de su tormento. Ahora sí, cogió el palo antes de hablar con un tono más propio—. ¿Qué pasa, jefe?

Jugueteaba con sus dedos, haciendo girar los pulgares mientras esperaba ansioso. Lo estaba esperando, desde luego, pero verlo de pronto asomar desde las escaleras le hizo estar nervioso y se puso de pie rápido.

—¡HOLA! —saludó de golpe y porrazo respondiendo al varmano apartándose los mechones despeinados de la cara.

¿Qué pasaba? Que no pasaba, mas bien. Se acercó, susurrando de nuevo y mirando cuarenta y siete veces la escalera, hasta asomándose con cierta prudencia.

—¿Te ha seguido Aniol? No está... cerca nuestro, ¿verdad? —preguntó, mientras esperba a la respuesta asomando por última vez la cabezota. Suspiró pesadamente—. Mira, que no salga de aquí por favor, por favor tio, porfa que yo confío a muerte en ti, tío. Te lo pido de verdad que como se entere de lo que te voy a contar te juro por mi madre que le pido a Connor que me meta una ostia que me deje tieso un año entero.

Sí que era de vida o muerte para el italiano pues, para empezar, no quería jugársela a que su mejor amigo supiese media de aquello porque no sabía como podría reaccionar y Damian en sí mismo veía la mar de raro lo que él mismo llegó a pasársele por el cabolo. En su cara hubo seriedad y apuro a partes iguales pero sentía que en Nohlem tendría un colega que lo podría escuchar, una suerte de figura de hermano mayor que sabía bastantes mas cosas de temas que no comprendía.

El pequeño le saludó con tanto volumen que una de sus orejas tiró para atrás de la impresión. Que preguntase por Aniol solo le hacía ver más sospechoso, enfocando al polaco como el primer perjudicado de aquello que hubiera hecho Damian. Quería ayudarle, no juzgarle, pero inevitablemente frunció el ceño.

—¿No...? —acabó con tono de duda, no porque no supiera si le había seguido, de eso tenía certeza, sino por lo que pudiera implicar. La sobrepetición de Damian era el ruego desesperado del culpable, y aunque distaba mucho de sus formas o lenguaje podía verse a sí mismo en el pellejo del niño. Suspiró una breve risa—. ¿Qué es lo que has hecho Damian? No diré nada ni Connor te meterá una hostia, te lo prometo.

Imitando inconscientemente el gesto del rubio Nohlem echó un vistazo a las escaleras antes de adentrarse en la azotea. Con el culo apoyado en la pared más próxima y los ojos puestos en el menor, esperó que éste cantase.

Mientras Nohlem se ofreció a mirar también las escaleras, Damian le sostuvo la mirada profundamente, esos ojos negros buscaban muchísimo en el varmano porque la situación lo requería. Confiaba en que no se le escaparía nada, le debía mucho a él por no decir ni media a Ethan y eso que le estuvo costando horrores guardar el cotilleo hasta a su mejor amigo. Sin embargo le seguía resquemando por dentro contarlo, dejar ir lo que sintió y esperar a que Nohlem reaccione a eso.

Suspiró dejándose llevar, caminando en círculos en el sitio mientras empezó a contarle a su colega sus movidas empleando aspavientos por un tubo.

—A ver, por donde cojones empiezo... ¡Vale! Mira, yooo estuve de lujo en el pedazo castillo ese para empezar y que no se me entienda mal empezando por ahí. Estuvimos Aniol y yo pintando a tu futuro chorbo, salimos los dos maquillados y, tío, la verdad es que Ethan y Aniol estaban espectaculares. Pero... —ahí frunció el ceño porque por ahí iban a venir las cosas incómodas de naices—. Es que te lo llevaste y, claro, no sabía que se iba a meter tantísimo en su puto papel de princesa. Buff... dios tío, es que salió con ese putísimo vestido tan perfecto y entre eso y que le decíamos Ania pues, joder, me quedé helado tío, ¡no sabía que puñetas decir! Era como una pava. ¡Como una tía! ¡Vaya vestidito le has pillado! Y... —le tembló la voz, las orejas, la nariz y, por no decir, toda la cara estaban tiñéndose de un rojo vergonzoso—. Me... Me... Meee parecía hasta guapa Ania, ¡estaba atacado cuando balilaba con ella! Pero tio, ¡AAA! Es mi amigo, mi colega, se que es ANIOL pero dios, vaya... belleza se gasta el cabrón cuando se viste así.

Con eso último encogió los labios, mirando apurado a Nohlem en unos momentos fugaces por estar todo el rato mirando a otro lado. Ya está, ya lo dijo, ya puede estar tranquilo menos en la parte que reciba el consejo o, en el peor de los casos, se rían de él.

No era su culpa, era culpa de Aniol por atacar sus nervios con el maquillaje y el vestido ese. ¿No?

Nohlem cruzó una pierna tras la otra todo lo cómodo que sus oídos no estarían. Sus cejas subirían y bajarían cual barco en alta mar, primero porque no sabía que era un "chorbo" y luego porque por contexto lo entendió y le gustó menos aún. Si antes no tenía intención de actualizar a Damian en su asunto con Ethan ahora la posibilidad era nula. Encima cada palabra malsonante afilaba y engrosaba sus pupilas en desagrado, pues hacían de su historia una más difícil de seguir. Quizás estuviese acostumbrado a Connor como adulto soez, pero hacerse a ello con un niño era madera más oscura.

—Damian, ese lenguaje... —comentó un poco de pasadas, sin pretención a interrumpirlo o que sonara tan regaño. Insultos a parte, aquel era un problema muy alienígena para él, más de lo que le resultaba ningún humano a estas alturas. Cruzado de brazos guardó silencio unos segundos, organizando lo que conocía de Damian para separarlo de lo que él tenía normalizado—. Vale, a ver, a ver... —abrió las manos para gesticular—. Entonces... ¿te gusta Aniol?

Todo para llegar a esa conclusión de mierda, sí. Hasta él sabía que no era eso, por algo Damian había contado tanta parafernalia la distinción entre Ania y su amigo, pero... Pero es que Ania era Aniol versión princesa, eran la mismísima persona, y él como buen varmano olvidaba que más allá de su planeta había especies que por alguna razón divina asignaba género a sus trozos de tela. Una cosa era la ropa interior, vale, pero ¿el resto? Lo obviaba. Se apartó el pelo de la frente y cambió el peso de una pierna a otra, observando al niño con una visible capa de ternura y mucha confusión.

—Perdona, es que no sé si lo estoy entendiendo... ¿Te gusta Aniol como princesa? —especificó.

Esperó que se le entendiese bien porque para el italiano era en su cabeza todo un remezclado de idas de olla, ralladas mentales y liadas de niño pequeño. Ignoró que le señalase el lenguaje porque total, no pudo evitar soltar una que otra palabrota para hacerse notar que para él era muy raro todo, inflando los mofletes y apretando los puños nervioso.

Y ahí vino la primera pregunta, de golpe y porrazo. Damian, con los ojos como platos, estiró las comisuras con la cara como un tomate cuando el varmano planteó ese interrogante que no quiso, bajo ningún concepto, pasar por su cabeza. Pero ahí vino, encima doble por la confusión que Nohlem tuvo con el fin de aclararlo.

—Ah… Eeeee… ¡Mira! Ehh… Joder, mnhhh… —se revolvía por dentro solo de pensarlo porque chocaban dos ideas muy, muy, pero que muy distintas. Puso sus brazos al aire, como si luchasen por explicar lo que sus gesto de duda no estaban consiguiendo ni en un millón de años—. ¡Noo! ¡No, no es eso! —comenzó al fin arrastrando la mirada hacia Nohlem, con las cejas arqueadas de apuro—. ¡No lo sé joder! ¿Es… muy raro admitir que tu amigo… está guapa cuando se viste así? —joder, si estaba espectacular—. ¡Yo se que es un tío y Aniol no me… va! Pero… —se acercó mas a su colega, con una expresión propia a como si lo estuviesen estrangulando con tanto lio—. ¡Pero tío es...! ¡Es rarísimo como salió hecha toda una princesa! ¡Pero perfecta, yo es que de verdad tío yo me quedé hecho…! Hecho un... lío… cuando... bailé con ella... con lo guapa que… era... ¿Sabes...? —sus palabras se arrastraron poco a poco a lo bajini, así como su boca se encogía tímida, sus ojos se desviaban perdidos en ningún lugar en particular y sus orejas estaban a punto de estallar.

Finalmente soltó una pedorreta de cansancio mental, vergüenza y, por qué no, de coraje y no sabía ni por qué. Nohlem no era el único confundido, el italiano estaba nadando en sitios muy nuevos y se sentía regular por tantear todo el rato.

No estaba entendiendo nada. El varmano pestañeó un par de veces para salir de su estupor, notándose congelado en la misma expresión que intentaba no delatar nada pero delataba todo. Le había oído con la mirada perdida, como esas veces en las que un profesor le explicaba algo denso y él perdía el punto. Quiso pensar que era cosa del niño, pero conociendo su historial…

—A ver —juntó ambas manos con una palmada para centrarse. Le apuntó con ellas—. Pero Damian, sabes que Aniol y Ania son- la misma persona, ¿no? Es decir, Aniol —señaló con las manos a la izquierda—, y Ania —ahora a la derecha—, son la misma persona —volvieron al centro—. Lo que pasa es que Ania era su papel… ¡de princesa! —concluyó con una sonrisa, separando las manos. ¡Bieen, lo había resumido!

A sus ojos Damian estaba en clara negación, pero no podía decirlo como si tal cosa fuera a enfadarse el niño. Los monosexuales eran un caso. No ayudaba que Nohlem no viera el factor clave: el maquillaje y el vestido, principalmente porque en Varmania ninguna de esas cosas era exclusiva a tu capacidad de parir niños ni tus pronombres. Y así lo creía para los humanos, después de todo, ¿qué había llevado Ethan? Vestido y maquillaje. A veces la barrera cultural era tan transparente como inquebrantable.

—A lo mejor es que… ¿te gustan las princesas? —dijo sin mucha convicción, ojos achicados por la duda en una sonrisa un tanto robótica. Primero necesitaba autoengañarse para sonar convincente—. No es… Aniol, sino las ¿princesas? Como… ¿uuuun rol de teatro? A mi por ejemplo me gustan mucho los ladrones de guante blanco… ¡Esos a los que la policía nunca atrapa, ya sabes! —aclaró con entusiasmo—. Los que son super elegantes y van dejando pistas de sus próximos atracos, y- —sacudió la cabeza—. Da igual, el caso es que si alguien se disfrazara de uno, con su antifaz y eso, supongo que- me- ¿gustaría? En el sentido… ¿como una fantasía, supongo?

Vale, algo estaba sacando, pero Ania seguía siendo Aniol disfrazado igual que él había sido el príncipe de Bermellón. No es que su personalidad hubiera cambiado mucho tampoco.

—A ver, es verdad que estaba muy guapo-… guapa esa noch- día.

Se pinzó el morro. Santos.

En su entendimiento se hacía un lío tremendo con el asunto de ver a su amigo con unos ojos u otros. Quién podría culparlo, si se le hacía una bola tremenda admitir que Aniol, el mismo Aniol que conoció al principio de su aventura en Roca… loquesea iba a ser un bellezón así de pronto y sin avisar.

—¡Joder lo se! ¡Sé que era un papel y-y yo también hice el mío! ¡Eramos Damian y Aniol eso sí que lo sé, tampoco soy tan tonto! —más que enfadado por responder a Nohlem se inclinaba más a lo frustrado, expresándolo en una cara que viraba entre lo triste y lo exasperado—. Es… muy raro de explicar tío vaya movida en la que me he metido...

Alzó la cabeza tomando aire y dando vueltas y vueltas en la azotea, era todo tan raro y complicado. ¿Aniol se rallaría si le dijese algo? ¡No! Mejor no, mejor no decir ni media, le preocupaba demasiado quedar como un amigo de lo más raro. Ahora lo que estaba consiguiendo era dar la imagen de gilipollas total con Nohlem, todo por decir lo que sintió, ese potaje extraño de sensaciones que ahora mismo quería tirarlos por la azotea.

—¿...Qué? —ahora con las princesas… Damian se quedó dudoso delante del varmano, alzando el labio medio boquiabierto.

¿Como un rol? ¿Un teatro? Vale eso lo entendía más pero… ¿le gustan las princesas al final? Si sus orejas pudiesen echar humo ya lo estarían haciendo. Giró la cabeza mientras Nohlem explicaba sus propios gustos, hablando de ladrones, guantes blancos… ¿Le mola ese rollo?

—Entonces… ¿es eso? —en una duda genuina estuvo pensando en esa posibilidad, sonriendo con una monstruosa sensación de estar nada convencido pero...—. Vale si es tu fantasía la peña disfrazada de esos ladrones de puente blanco... ¿Es mi fantasía… estar con una princesa de castillo con su vestidito y en un baileee y todo eso? Ostia… me molaría entonces ese rollo en verdad tú. Estaba guapísima es verdad me cag- me calo en todo. Pero tío es que... ¡Ahh pero es Aniol, es verdad! No se, no se... ¡EH! ¡EY, EY, EY! ¡Espera, espera, espera, espera! ¡Entonces según lo que dices puede ser queeeee no es que me mole mi colega sinooooooo que es más la movida de que era una princesa! ¿Entonces puede ser que solo me molan las princesas y solo eso y nada más? Ehhhhhhhhh... ¡Si! Si, si, si. Tiene que ser eso o que me parta un rayo —le partiría—. Y sin nadaaaaa raroooooo de por medio si no no me explico que me esté comiendo tanto el tarro con esta ppp- mierda tío. Creo que es eso. Creo. Si.

Después del monólogo se encogió de hombros y sonriendo muy forzadamente, habiendo dicho todo lo que le rondaba la cabeza incluida la conclusión rebuscada que parecía explicar como no pudo quitarle ojos a la princesa y solo a la princesa, únicamente a la PRINCESA. Con Aniol no tenía nada raro, si ni siquiera tuvo tales pensamientos antes de su rol como PRINCESA. Eso, que su amigo en ese momento fuese la PRINCESA ANIA lo explicaba todo.

Igual eso no le quitaba del todo lo incómodo al asunto.

—Yyyyyy… Bueno… —hizo círculos con el pie, si dijese que no estaba dando vueltas a eso en su cabeza mentiría mucho, muchísimo—. Ehh… Es verdad, ¿te fue guay con Ethan? Tampoco me fijé mucho, estaba con Ania y… ¡Eso, que como te fue! —joder, mira que quería cambiar de tema con lo que le traía curioso de Nohlem, negando con la cabeza al mencionar a la princesa de las narices.

Le estaba costando mucho no decírselo claramente a la cara, ya que tanta confusión por algo que para él era natural comenzaba a ser... molesta. Sí que estaban llenos los humanos de prejuicios con su normativa sexualidad. Pero no era alguien de su quinta con quien rebatir culturas a quien tenía enfrente, sino un pobre niño en fase de descubrimiento preocupado por gustarle su mejor amigo. Nohlem se masajeó la cara, cargándose de paciencia. No sabía que tanto diferenciaba a un príncipe de una princesa para que a Damian o a Aniol les gustase más una trucha que un trucho, un rol u otro, pero a este punto no estaba para cuestionarlo. Damian quería respuestas, pero el granta no estaba muy seguro de poder dárselas. Ya bastantes malabares había tenido que hacer para llegar a esa conclusión, que no le pidieran encima defender el argumento.

—Eeh... supongo. Pero tampoco me parece raro que... —desvió los ojos a un lado, interrumpiéndose. No. Le estaba empezando a incomodar que Damian no dejase de llamar "raro" a algo tan normal como el gusto y ahora le sabía amarga hasta su propia excusa, pero no quería debatir más con el italiano a riesgos de salir escalado—. No sé. Quiero decir, que si no fuese eso y realmente te gustase Aniol tampoco pasaba nada... —comentó por lo bajo, sin mucha gana pero en serio—. Pero bueno, sí. Dejémoslo en princesas, tranquilo.

A fin de cuentas tampoco era tan difícil pensarlo. Hasta él había empezado a ver a cierto londinense con otros ojos tras lo arregladito que había estado en el palacio. Con un poco de mimo y ropa bonita la gente cambiaba mucho, y esos detalles podían marcar la diferencia a la hora de despertar atracciones. Y mencionando lo cual- ah no. ¡Ni de coña iba a hablar con él de eso! Abrió mucho los ojos, desprovisto de golpe de toda la pereza mental que había hundido sus hombros antes.

—¡Ah- eh, bien! —sonrió, exhalando por la nariz con energía. Como una flor seca que revive al recibir agua, su lenguaje corporal lució más positivo, falsamente receptivo. Alerta—. Estuvimos bailando y lo pasamos bien.

Fin del comunicado. Por mucho que estuviera en una nube y que el recuerdo de los besos encendiera bengalas de luz en su pecho (incluso después de haber sido objeto de burla), Nohlem no era tan tonto para darle más información al menor. Aún así... su sonrisa se volvió una línea comprometida: puede que aquello hubiera quedado demasiado escueto. Giró los anillos en su mano con la contraria.

—Ethan también estaba muy guapo, ¿verdad? Como Aniol.

La puyita fue aposta.