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¡Empieza la historia! Empty ¡Empieza la historia!

26/11/11, 06:03 pm
Los días transcurren lentamente, si prisa... hay poca acción, poca emoción, poca tensión. ¡Aburrido!
Ya es hora de reanudar las historias de fondo. El rol no es tan simple como dar paseos, ir a por comida, intentar no toparse con bichos feos y sentarse a esperar a que pase un año.

Dentro de muy poco se desencadenará otra serie de acontecimientos quehará que todo tiemble de nuevo. Todos se verán evueltos quieran o no. En esta trama participan mucho más personajes de los que creéis y el fianal será aún más explosivo. Os dejo aquí una suerte de pequeña introducción sobre lo que pronto ocurrirá (que se desarrollará en el plazo de varios meses a tiempo ficticio), mejor dicho tres introducciones, que en un principio no guardan relación entre si. A todo esto, ¿quién es el ambicioso Testas Clayvit?



Como todas, las mañanas, Stona se levantó del suelo y apartó las finas telas que cubrían la ventana. Una tenue luz penetró en la habitación. Era de día.

Se hallaba en un edficio que había estado deshabitado durantes los largos años posteriores a la guerra, hasta que ella lo había vuelto a ocupar. Se podría decir que parecía un hogar. En primer lugar, se aseguró de que su piel siguiera en sus sitio y de que continuase teniendo la misma cantidad de miembros. Su color seguía igual. De una serie de argollas junto a la ventana colgaban lo que de lejos podrían parecer salchichas, pero que visto de cerca se asemejaban a más a varias ristras de intestinos. Con mucho cuidado, las cogió y las guardó en un saquito. Se lo echó a la espalda y salió a la calle.

Dos minutos después, llegó a una pequeña plaza en cuyo centro había un gran pozo. Antes de llegar gritó, anticipando su llegada.
—¡¡Freiry!! ¡¡Viejooo!! ¿¡Estás ahí!? —llamó alegremente.
—No hace falta que preguntes —gruñó otra voz. Provenía del pozo. Unas manos mugrientas se asomaron al borde del pozo, a las que les siguió una cabeza igualmente sucia con pelo gris verdoso. Parecía humano salvo por el hecho de carecer de nariz y tener unos dientes sospechosamente afilados. Al ver el saco que cargaba, empezó a despotricar.
—¿Qué llevas ahí? ¿Qué traes en el saco? ¡Yo no necesito tu comida! ¡No soy un pobre e indefenso viejo que no sabe cuidarse!
—Por favor, pero si solo he venido a hacerle compañía. Pensé que se sentiría solo...
—Y vienes con comida, como siempre. ¡Pues no quiero nada!
—refunfuño Freeiry.
—Deja ya de gruñir —ella fingió llorar—. Cre-creía que te gustaba mi compañía.

La única respuesta que obtuvo fueron unos gruñidos que pretendían ser quejidos ahogados.
—Dos semanas esperando para que se fermentasen del todo. Me he esforzado tanto para que las vísceras estuvieran a tu gusto... —añadió. El viejo siguió unos segundos con sus gruñidos y entonces desvió su mirada hacia el pozo, como si estuviera indignado y respondió:
—Está bien, está bien. Sería un desperdicio tirarlas, sí... ¿Por qué no te las comes tú? Ya sé, ya sé, no te gustan. A ti, que dices no tener sentido del gusto, ¡no te gustan! ¡Niña tonta, no malgastes así la comida! ¡Chico! ¡Eh, Chico!

Con una sonrisa codiciosa, recogió la comida de las manos de su amiga. A su llamada, un jovencito desnudo de unos dieciséis años emergió del pozo. Pese a estar desnudo, parecía mucho mejor aseado que quien le había llamdo.
—¡Ponle un té a la señorita, Chico! ¡Rápido o te golpearé con el bastón otra vez!
El aludido desapareció para volver a salir con los restos toscamente arreglados pero igualmente sucios de una lujosa vajilla.
—¡Guarda esto también! —sin miramiento alguno, le lanzó los intestinos, que cayeron sobre su cabeza y sobre la bandeja que llevaba, haciéndole perder el equilibrio. Volvió a hundirse en el agujero y se escuchó un potente estrépito bajo tierra, seguido de un suspiro resignado.
—Qué mal lo tratas...
—¡Es mi nieto! ¡Lo educaré como me apetezca, insolente!
—¿No decías que era tu criado...?
—¡También es mi criado! ¡Cállate y tómate tu té!
—le gritó el monstruoso anciano, enfurruñado, pese a no haber té alguno que tomar aún.

Poco rato después, Stona le hablaba de su último sueño. «Los sueños dicen mucho más del futuro de lo que crees», solía decirle este siempre. Estaba preocupada por el último, que había sido especialmente vívido. Su mugriento amigo, que aseguraba que ella tenía algo de clarividente, escuchaba atentamente.
—Entonces aquelllos cosechados se dirigían a aquella mujer, que parecía medir más de dos metros e iba de verde. Creo que era una adivina, pero no pude distinguir su cara, solo vi desde el comienzo de la falda hasta el cuello, del que colgaba un collar... —trató de hacer memoria— No sé... la cuestión es que les dijo «No hay nada más engañoso que la verdad. A veces la tienes frente a ti y no la reconoces. En cambio sospechas de quien no deberías. Qué fácil es ver enemigos donde no los hay y no ver los que actúan de modo aparentemente normal. La verdad os engañará. No lo sabréis hasta que llegue, por que...». No recuerdo cómo seguía, solo que entonces se agachó y le susurró algo en el oido a uno de ellos, que pareció totalmente asustado.

Freeiry reflexionó. Alguien interfiriendo, aquello siempre traía desgracias.
—Deberías avisar a alguien. Alguien del Consejo, quizás.
—El problema es que no sé si será real siquiera. A veces, en realidad rara vez, lo que sueño se cumple, pero no siempre es el futuro. Puede que ya haya pasado y ejecuten a inocentes por mi culpa.

Pensativos, callaron mientras bebían el suspuesto té de las ruinosas tacitas de porcelana.



En el salón de la oscura ermita, una sombra más oscura que las demás aguardaba. Si ya era dificil verlo, más dificil era aún ver señales de vida en él. Su pose recta y sus movimientos (inexistentes) parecían más los de una esatatua que los de alguien vivo. Pero estaba vivo; puede que no por mucho tiempo, pero lo estaba.
—Que estés aquí solo puede significar algo —sentenció una fria voz femenina—: Quieres algo.
No hubo movimiento alguno. Con un suave susrro, como el de la espuma que se deshace lentamente, entró en la sala.
—Habla, Silente.

Solo giró la cabeza para mirarla. Con alguien así, no hacían falta muchas palabras. De hecho, ella estaba demasiado ocupada mirándose en el espejo como para fijarse en él. Su silencio valía más que mil palabras.
—Conque ahora sí confias en mis métodos, ¿verdad? ¿Necesitas ayuda? Claro. Pero ¿por qué debería ayudarte...? ¡Eh! ¿me estás escuchando?
«Sí», hizo el amago de escribir en el aire con un dedo. Sinuosa optó por cruzrse de brazos y callar igualmente. Se sentía ofendida por aquel hombre. Finalmente le, habló directamente, como ella quería, aunque pareció costarle un inmenso esfuerzo.
—Sabes... si no fuera... de no ser por ese ese espejo estarías... tú estarías muerta, ¿lo sabes?

Instintivamente, abrazó su espejo como si quisiera protegerlo. «Ya verás el día en que te encuentre...» En su cabeza resonaban voces del pasado.
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme? Me has hecho perder bastante de mi valioso tiempo. ¡Márchate de inmediato de mi casa!
—Me quedan unos pocos meses de vida.
—De acuerdo. Cuéntame.




Como el polvo que flota sobre una superficie lisa, anhelando tocarla, pero viéndose arrastrada una y otra vez por las volubles corrientes de aire, se esparcían los susrros en medio de la noche.

«¿Por qué me haces esto?, eres mi flor, mi vida, eres lo más perfecto que he tenido... ¿por qué no vuelves a ser como antes?, ¿he sido yo?, ¿he hecho algo mal?, ¿por qué no me hablas?, solo te encoges ahí, te acurrucas, como un pajarito herido, yo te quiero pero tú me castigas... siento tu vida, toda mia, siento como respiras, como te mueves, pero me ignoras, no me abrazas, no me quieres como antes, cuando estábamos juntos, ¿tanto ansías la libertad?, no, estás por encima de ella.»

«...»

«Hija, hija, hija, hija mia, por que más que lo intentes no romperás los lazos que nos unen, está oscuro, no veo nada, pero sé que estás ahí, no necesito a nadie más, descubriré lo que te pasa, llora cuanto quieras, grita, sufre, las cosas no cambiarán y tú seguirás siendo mi florecilla, la que no ha conocido nunca el amor, la cautiva feliz, la diosa de mi corazón, sí, felices, juntos, de nuevo, como siempre, pero yo...»

«¿Odio?, puedo sentirlo también, este lugar es horrible, ¿por qué me has traido a este mundo de pesadillas?, no una ni dos veces, dos, no es amor, es lo contrario, el amor es libre...»

«Pero la felicidad no. Esto es lo que necesito. Herramientas...»

«No, por favor, otra vez no, no más herramientas, ni martillos ni clavos que agujerean, golpes que astillan, sufrimientos que taladran el alma, no más hierros candentes, cuerdas tirantes como nervios, no es el odio lo que más me duele, es ese sufrimiento, no más herramientas, me dices, pero sigues esperando a que me duerma pra sacarlas, en realidad eres un asesino, un carnicero, me quitaste más de lo que me diste, ¿cómo dijiste?, "traje un trozo del cielo y de ahí saliste tú", pero sabes que es mentira, aún sueño con la luna y aún recuerdo la muerte, claro que vengo del cielo, es allí donde debería estar, pero tú, que te crees superior a los dioses, capaz de crear vida a partir de la nada, me capturaste y destruiste mi destino y ahora estoy atada a esta cruceta y solo tú mueves los hilos de la situación, si de verdad existe un dios, entonces el hombre debe de odiarle por dejarle tan indefenso, dejarle que muera, peor aún, que sufra, la luna no era vida, no era luz, no era alegría, era destrucción, caos y trajo la muerte, la única amiga que llegué a tener, aunque, como siempre los caprichos de los autoproclamados dioses lo cambian todo y aqui estoy, en medio de esta oscuridad que no existe únicamente debido a la falta de luz... así que no más herramientas.»

«¿Qué es lo que no quieres que vea?, ¡yo te creé y eres perfecta!»

«Vete y déjame en paz. Quiero dormir.»


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