Calles

El nublino parecía estar bien a pesar de las circunstancias, pero no se podía decir lo mismo cuando el asreniano salió de la casa con la ayuda de Rena. El cuerpo del lagarto debía estar resentido por la baja temperatura, pero salir al exterior le haría bien, y antes de que pudiera sugerir que se mantuviera en movimiento su compatriota se le echó encima. Al parecer tenía una sed apremiante y necesitaba el odre de agua.
—Si, si. —le dio tiempo a responder antes de que le arrebatara la cantimplora de las manos. Milo observó en silencio la escena, preocupado por aquel extraño comportamiento que según la muchacha se debía posiblemente a algún efecto mágico. ¿Como iban a poder solucionar algo así?

El resto del grupo no tardó en salir por la puerta seguido por una extraña ave que el norteño no supo identificar. En cuanto la vio, Adru empezó a agitarse sobre su espalda visiblemente nerviosa, tratando de hacerles saber a todos que ella había acertado en su predicción: había salido un pájaro del bosque pintado.
—Cálmate —le pidió a la sinhadre sin demasiado éxito, sujetándola mejor para que no se le escurriera y prestando atención a Rox cuando el coreano se le acercó con una pregunta en la mirada—. Aquí tienes. —respondió con cuidado, tendiéndole la cantimplora de reserva antes de que le diera tiempo a arrebatársela con brusquedad.

A primera vista el medio australiano tenía el mismo problema que Rena, lo cual resultaba bastante preocupante, pero que además les siguiera aquel extraño pájaro no auguraba nada bueno. Aunque no parecía una criatura peligrosa, lo cierto era que el reclamo que emitía de vez en cuando intranquilizaba bastante al muchacho. En aquella ciudad vacía resonaba mucho y era bastante probable que atrajera la atención de algo indeseado.
—No pasa nada —respondió a la disculpa de Rox quitándole importancia con un gesto de la mano—, pero deberíamos ir pensando en regresar ya al torreón —añadió con urgencia—. No se si ese pollo se quiere venir con nosotros, pero estaría bien que dejara de hacer ruido. —sugirió, esperando que a alguien se le ocurriera como hacerle callar.

El coreano levantó la vista de la cantimplora para mirar a Rena, pensativo.
—¿El frasco? ¿Crees que puede haber sido eso? —el vacío en su estómago creció al mencionarlo y su mente procedió a hilar cosas. Desconocía si Rena tenía hambre, pero de no tenerla y ser entonces el único que llegó a tocar la caja de bayas, la teoría cobraba sentido. Tras un suspiro dio un trago más de agua, buscando llenarse el estómago lo máximo posible. Sus nuevas necesidades le preocupaban más de lo que aparentaba.

La incertidumbre general y el piar familiar del pájaro le hizo bajar los brazos en gesto de derrota al verlo allí plantado, ¿en serio les había seguido hasta fuera?
—Ah, eh-... Eso es una cría de pingüino. Son aves acuáticas de la Tierra... y creo que le hemos gustado, porque no para de seguirnos. Antes lo he tocado, no ataca. Podríamos comérnoslo... ¡Di-Digo, quedárnoslo! —abrió los ojos como platos y se mordió la lengua. A pesar del tono bromista, lo de comerse al pingüino lo dijo por error—. No, no, ahora en serio. Son animales pensados para el frío, dudo que aquí fuera aguantase más de una semana.  

Cerró la cantimplora y se la tendió de vuelta a Milo, sin dejar de mirar al pájaro por el rabillo del ojo. Aún había agua dentro, pero si podía evitar beber más, mejor. Era bueno tener una reserva de agua y no quería dejar al resto sin beber en un gesto egoista. Plus, Rena estaba en su mismo problema.
Cuando el irrense la recogió y la sed decidió darle una (momentánea) tregua, a Rox le pasó factura todo lo que se había dejado enfriar hasta entonces. En comparación a sí mismo, el tacto de la piel del moreno parecía una estufa, y auque agradecía la calidez que había fuera, sólo esperando iba a tardar mucho en entrar en calor. Con toda la sutileza que podía, se pegó al irrense y a la sinhadre sin llegar a parecer una lapa, asegurándose de que no molestaba rompiendo ninguna burbuja de espacio personal. De todas formas, Adru estaba demasiado distraída con el pájaro, y así de paso el australiano se "escondía" del animal en caso de que fuese en su búsqueda.

—En serio tío, ¿a cuantos grados estáis los irrenses? —soltó una carcajada, mirándole mientras se frotaba las manos y soplaba en ellas. Chocó brazo con brazo en gesto amistoso, aprovechando que se encontraba al lado del no-robótico. Aquello no era calor humano, era hasta mejor—. Me das envidia.

Volviendo la vista al pingüino y sus piidos, Rox buscó refugio en el resto.
—Lo mejor es meterlo de vuelta en la casa y cerrar la puerta para que no salga. Me da pena, pero no creo que le guste el calor, y es verdad que deberíamos ir marchando ya... A donde sea.
Miró en dirección al torreón y luego en dirección contraria. Habían estado apenas tiempo fuera, pero el coreano prefirió no meterse más en decisiones por aquel día. Se limitaría a seguir al grueso del grupo fuesen a donde fuesen.

Antes de que Adru respondiera, el coreano salió a la calle con los mismos síntomas que la irrense.<<Esperemos que solo sea esa sed y nada más grave.>> El lagarto escuchó con atención la respuesta de la sinhadre muy atento.- Bueno, el frío de mi mundo no es tan extremo como el de esa casa, pero es cierto que no es agradable estar fuera por la noche en Asrena. En cuanto a lo de tomar el sol, no lo hago porque me guste ni nada parecido. Vivía en un desierto.

Drusar no pudo evitar poner expresión de asombro cuando volvió a aparecer el pingüino, con intenciones de seguirles. El animal no le parecía mono como a algunos, simplemente extraño. En su planeta no había pingüinos, y aunque los hubiera ese pertencía a Rocavarancolia, no sabían de qué podía ser capaz.

-Quizás este pájaro no sea como los de la Tierra tuya, no deberíamos fiarnos por su aspecto. Al menos yo no lo hago.- Le respondió a Rox.-Creo que tienes razón, lo mejor será que nos larguemos de este sitio. Espero que encontremos algo menos peligroso.- Dijo mientras se miraba los pies entumecidos y se pasaba la mano por el pelo.

Rena se estaba poniendo nerviosa. No solo por la sed, que se había calmado un poco, sino por los sonidos del pájaro y su cercanía.

-Yo no me fío, ese bicho ha salido de la pared, no es normal.

Realmente ya no se fiaba de nada en esa casa. Además tenían dos compañeros incapacitados, y Rox y ella afectados por algún truco mágico. Estaba claro que la excursión se había terminado.

-Lanzadle lo que sea y cerrad la puerta, hay que llevar al lagartijo y a la capitana a casa rápido.

Levantó un brazo hacia Drusar para ofrecerle apoyo. Creía poder aguantar bien hasta llegar al torreón, pero con suerte con el sol mejoraría por el camino.

Consiguieron salir de la casa sin mayores problemas tras aquel pequeño incidente con Rox. El único inconveniente fue que el pájaro les siguió, piando sin cesar. Pam se sacudió la nieve de encima todo lo que pudo, el frió ya tan pegado a su piel incluso con la ropa puesta, que el temblar de forma constante ya aprecia hasta algo normal. Deseaba un baño caliente, o simplemente echarse todas las mantas de torroen encima y sentarse frente al fuego de la cocina, cualquiera de las dos le valía.

Fuera ninguno estaba mucho mejor, aparte de los medios congelados, como era el caso de Drusar, estaba aquellos que estaba sufriendo uno extraños síntomas, como Rox y Rena. Inicialmente la mona del queso no le había dado importancia, pero al ver que al parecer eso no estaba ni siquiera al salir de la casa, empezó a preocuparle ¿y si la sed y el hambre no se les quitaba? Recordaba que Rena dijo de ser la primera en sentirse así y luego fue Rox, las únicas que habían tocado el contenido del cofre. <<Tal vez si nos deshacemos de esas botellitas podría....>> un nuevo graznido clamando comida, no muy lejos de ellos le hizo perder el hilo de sus pensamientos. La mona del queso frunció el ceño, dirigiéndole una mirada acerada al pájaro. <<Era muy bonito, pero también muy pesado >>

La gente quería marcharse, ella quería marcharse y recuperar el calor corporal, pero el ave aquella parecía empeñada en seguirles. En otras circunstancias tal vez Pam se la habría llevado con ellos, pero no quería que la apariencia adorable de aquel pollo la confundiera, no olvidaba de donde había salido y como bien dijo Rena al final, aquello no era normal.

Así que, metiendo la mano en la bolsa y sacando las pocas bayas que le quedaban, se acercó de nuevo a la puerta formando un camino de bayas en el suelo hasta el interior de la casa, donde dejo el puñado que le quedaba allí amontonado. Espero que ave entrara en la casa, antes de agarrar el pomo de la puerta y tirar con todas sus fuerzas para cerrarla y dejarlo dentro.

-Ahora si, vamonos, no vaya a ser que tenga métodos poco comunes para atravesar puertas-aconsejó Pam dando un corta carrerilla hasta el grueso del grupo. Si había salido de una pared, atravesar una puerta no debía ser problema, así que contra antes se fueran, mejor. Tras decir eso y acurrucándose bajo su jersey echo a andar, entre pequeños saltitos, recuperando el calor perdido dentro de aquella casa.

Milo atendió a la explicación de Rox con interés, cambiando el peso de una pierna a otra mientras le hablaba acerca de los pingüinos de su mundo. En otras circunstancias quizás le habría preguntado algo al respecto, pues en Irraria se había extinguido casi toda su fauna y nunca había visto ningún tipo de ave, pero en aquella ocasión se limitó a asentir cuando terminó.
—Pues no sabría decirte, dudo que midamos la temperatura de la misma forma —le comentó al coreano con una sonrisa espontánea—. La mía es un poco mas elevada por cosas del metabolismo, pero tampoco es nada muy exagerado —concreto sin dar muchos detalles sobre el tema—. ¿Tú estás bien? Estas helado... —señaló, notando la gelidez del chico cuando se les acercó a Adru y a él.

Las palabras de sus compañeros reflejaban el nerviosismo que todos sentían, pues muchos de ellos no habían salido ilesos de la visita a aquella extraña casa y era apremiante que regresaran al torreón. Rena no se fiaba del pingüino y Drusar opinaba lo mismo, por lo que decidieron devolverle a la casa para que no pudiera seguirlos. El norteño no desconfiaba de aquella criatura, pero si que creía que no era buena idea apartarlo del frío, así que se abstuvo de decir nada mientras observaba como Pam dejaba un rastro de bayas hacía el interior del edificio y cerraba la puerta tras él.
—Si nos damos prisa podemos llegar a casa en poco... —empezó a decir, pero un súbito rugido que resonó en la distancia le hizo enmudecer.

Durante un segundo el corazón del irrense se olvidó de latir y su dueño, completamente paralizado, tardó unos instantes en reaccionar. Fueron sus instintos de fugitivo los que le hicieron girar sobre sus talones y le obligaron a echar a correr en dirección a Letargo.
—Sujetate fuerte —le dijo a la sinhadre con voz queda, echando un vistazo por encima de su hombro para asegurarse que nadie se quedaba atrás—. Intentad no hablar para ahorrar aliento, pero si alguien se queda rezagado que le de un aviso al resto. —añadió en voz alta para los demás antes de enmudecer por completo. No había forma de que supiera quien o que les perseguía, pero el sentido común le decía que era mejor no averiguarlo.

Continúa en el Torreón Letargo.

Adrune no se lo estaba poniendo fácil a Milo, pues la sinhadre sentía la necesidad de salir corriendo, y solo el estar sujeta por el irrense y el recuerdo del dolor que le había producido el roce de las plantas de sus pies antes eran lo único que se lo impedía. Se mantuvo quieta unos instantes durante la explicación de Rox, interesada por aquel pequeño pájaro raro, asombrada porque el humano reconociese a aquella criatura.
—¿Y si lo han traído aquí desde tu planeta? Como a nosotros —Sugirió en contraposición a la visión de Drusar al respecto.

Se sintió decepcionada al comprender que no se lo iban a quedar; pero ante todo ella no quería que sus mascotas lo pasasen mal y mucho menos que muriesen, y con la explicación que había dado Rox estaba claro que el coreano tenía razón en que no deberían llevarlo con ellos. Por supuesto no se le pasó por la cabeza considerar como posibles las visiones más pesimistas respecto al animal que tenían otros miembros del grupo.

Ya que no iban a poder seguir explorando, la sinhadre estaba a punto de mostrarse de acuerdo en regresar al torreón cuanto antes (además tenían que celebrar el cumpleaños de Nime y quería que Rena le prestase el libro de cuentos para entretenerla a ella y a los otros pequeños entre los que por algún motivo contaba a su aurva), cuando se escuchó el estruendo. No le dio tiempo a hacer ninguna apreciación al respecto, pues el grupo ya había resuelto ponerse en marcha y lo único que pudo hacer es responder a Milo con un “¡vale!” en respuesta a su petición de que se agarrase fuerte. Tal vez el irrense debería haber elegido otras palabras, no obstante, porque en su piel quedarían marcas allí donde se había sujetado la edeel, con su fuerza poco controlada. Al principio trató de mirar atrás, buscando con la mirada el animal que había rugido, pero pronto dejaron atrás la calle y se quedó con las ganas de saber qué aspecto tenía.

Sigue en el Torreón Letargo.

Una vez hablado entre ellos, hablado y acordado con el grupo al completo, pertrechados, y bien provistos, se pusieron en marcha. Iban a la aventura, por lo que debían llevar lo que pudieran necesitar, pero en cuanto encontrasen algo por ahí, la roquense al menos devolvería lo que pudiera. Pero eso estaba por verse. De momento, tenían toda la ciudad por delante y ni de lejos la conocían entera. Sinceridad lo tenía claro: debían buscar un sitio alto, alejado de su torreón, desde el que poder cubrir mucho terreno y al que poder volver con facilidad de las partidas de búsqueda. Por eso, pensaba en las montañas, pero a la vez le parecía mal sitio porque estaban muy alejadas de la ciudad y encima no sabían si podía haber criaturas... y solo les serviría de refugio si había cuevas, no podían dormir al raso... <<Y si hay cuevas, estarán ocupadas. Mejor dejarlo como última opción...>>

No les quedaba otra que alejarse del torreón y buscar, buscar algún sitio. Sacó el tema mientras caminaba. Iba cargada, por lo que volar no era una opción.

—Se aceptan sugerencias si veis algún sitio por alguna calle o algo. Iba pensando en las montañas, pero sobrevivir allí como grupo me da que no. Yo sola me parece arriesgado, cuatro ya... mejor no. Y podríamos ir al este o a un poco al norte... pero sin pasar la brecha esa que vimos, que dudo mucho que la hayan pasado ellos —comentó. No tenía sentido que hubieran ido más allá y no quería ni pensar en que lo hubieran intentado sin éxito.

Sinceridad no sabía a dónde ir, realmente. Cuando pensaba en salir en su búsqueda lo organizaba a solas, por su cuenta, volando, saliendo y volviendo al torreón... Ahora, en cambio, la situación era distinta. Pero no estaría allí si no fuera optimista.

De repente el plan dejó de ser solo una idea abstracta y se convirtió en realidad: ¿qué les impedía salir a buscar a los sinhadres? Nada en realidad. Antes de darse cuenta ya lo habían hablado con sus compañeros, hecho «el equipaje» (dentro del cual Mónica llevaba montones de pastillas de jabón, por no mencionar, por supuesto, su inseparable bolsito y una hoja con copia de los hechizos) y estaban saliendo por la puerta. Además, la chica no había olvidado dejar un último platito con dulces y otra petición escrita para Tuétano en la azotea. Lo único extraño es que Rapunzel se les había unido, cosa con la que ella no se sentía cómoda: ¿por qué quería salir de allí con ellos si ni siquiera le caían bien?

«Pues no le pienso prestar mi jabón, que se busque la vida» se dijo en un pensamiento autorreflejo, aferrando las asas de la bolsa donde llevaba todo lo que había pensado que podría servirle.

Una vez estuvieron en la calle miró a su alrededor con sentimiento de vértigo, respirando agitadamente. De verdad lo estaban haciendo. De verdad habían salido de la protección del torreón para ir en busca de unos compañeros, rogando por encontrar un lugar decente donde poder vivir, sin la ayuda de los demás. El pánico asomó por un momento a sus ojos. Sin los demás, solo cuatro personas.

«¿Qué estoy haciendo?» pensó por un momento, asustada de pronto.

Mónica parpadeó y movió la cabeza de lado a lado, comenzando a respirar profundamente para calmarse. Trató de detener el temblor de sus manos alcanzando el cuchillo (muy parecido a uno de cortar pan) que llevaba encima. Estaba pasando. Iba a hacerlo. Podía hacerlo. Y no era como si no fueran a volver a ver a los demás.

«Y lo mismo encuentro a Doce Punto. Y otra bañera. Sí, otra estupenda bañera como la que teníamos. O un barreño. Me conformo con un barreño» trató de animarse con el pensamiento.

—Montañas creo que puede ser difícil para nosotros —comentó con un levísimo temblor en la voz, casi inaudible—. ¿Y si vamos hacia donde vimos por última vez a los chicos?

Los motes:

Asintió a Mónica. Podrían ir a la zona donde les perdieron de vista y partir desde allí a otra parte. Iba a sugerirlo o a preguntar a Lorenzo cuando vio algo que la hizo detenerse en el sitio. Incluso alzó la mano izquierda como en señal de "¡ojo!" Dirigió al diestro una mirada cargada de significado: a las armas, por si acaso. El humano se puso en guardia y preguntó qué había visto.

—He... no sé, creo que he visto algo de pasada... A lo mejor no ha sido nada, pero...

No se fiaba. En ocasiones así en un lugar así, nunca estaba de más prepararse. Desenvainó su espada corta y se pegó al grupo aún más. A lo mejor había sido una idea demasiado precipitada salir los cuatro. ¿Y si por buscar a dos que podrían llevar muertos semanas, morían cuatro más? <<No pienses en eso, céntrate>>

El día era magnífico, y un silencio tranquilizador les envolvía mientras caminaban. Mónica no dejó de aferrar su cuchillo, pero relajó los hombros un tanto. Seguía teniendo dudas acerca de lo que estaban haciendo, claro está, pero hacía un día tan bonito… estaba a punto de ponerse a tararear cuando Doña Plumitas se detuvo en seco alzando una mano en señal de atención y Lorenzo desenvainó su arma velozmente. Mon se puso en tensión de nuevo, acercándose más al grupo y cogiéndose sin querer del brazo de Rapunzel, que soltó en seguida en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

—¿Qué está pasando? —preguntó, tensa.

De pronto, ya no hacía un buen día. De pronto todo era amenazador. Tembló, mirando a su alrededor, y entonces…

—Chi… chicos… —la chica levantó la mano señalando un dedo tembloroso y señalando a lo que parecían unos ojos flotantes.

«No tendríamos que haber dejado el torreón, no tendríamos que haber dejado el torreón». Su corazón se aceleró y esta letanía comenzó a repetirse en su mente, provocándole una sensación de mareo e impidiéndole razonar correctamente. Levantó el cuchillo a la altura de su nariz.

Los motes:

Sinceridad no entendía nada. Lo que fuera que estuviera pasando, no era natural. ¿Magia? Detestaba aquella realidad tan abstracta con todas sus plumas y cien más.
—No lo sé, joder... ¡Cuidado!

En cuanto lo que fueran aquellos ojos aparecieron frente a la roquense, blandió su espada. Pero allí no había nada, la hoja había atravesado la visión sin siquiera alterarla. ¿Un fantasma como su compatriota? ¿Magia? La imagen le seguía allá donde mirase, como si en lugar de frente a ella estuviera clavada en sus propios oj... <<¡EH, ALGO SE HA MOVIDO ALLÍ!!>>

—Hay que largarse... —retomó el camino, calle arriba, sin despegarse del grupo. Les dirigió un susurro:—¿Veis esos ojos? —y señaló en la "dirección" en que supuestamente los veía. Mónica también parecía ver algo invisible para el resto. No podía enfrentarse a cosas que no podían golpear... ni ver.

Y tenía que pasarles justo ahora, justo cuando empezaba la Búsqueda Dos. <<Joder...>> Siempre podrían volver, pero si podían, si cabía la más mínima posibilidad de escapar de aquella situación tan extraña, ponerse a salvo y buscar a sus compañeros, lo intentarían. O al menos lo intentaría sola. No podría perdonárselo si volvían el mismo día.