Teoría mágica

A la mañana siguiente de aquel día tan desagradable y estresante, Rägjynn se encontraba cansado a pesar de que había dormido muchas más horas que la noche anterior. Probablemente su deuda de sueño sumase todavía una cantidad elevada, pero estaba seguro de que el motivo de su agotamiento radicaba más en la tensión acumulada de la que estaba claro que no se iba a librar fácilmente. Vestido con una camiseta que tenía un estampado de pequeños reptiles, la cual eligió porque le había hecho algo de gracia, y una falda verde, se encontraba bostezando y con un rostro que mostraba claramente su agotamiento mientras lavaba lo que había utilizado para desayunar con aire distraído.  

Se giró cuando escuchó a Airi y la saludó de vuelta: anoche habían dejado pendiente una conversación y sabía que le sanaí tenía mucho interés en ella. De hecho, ya se había asegurado de dejar el libro en la mesita del salón para que lo tuviesen cerca. Pero lo cierto es que antes de nada había otra cosa que quería preguntarle a le chique, una cuestión que le había rondado la mente desde que la mañana anterior avistaron la salida de los barreños con provisiones y que, debido a lo precipitado de todo lo ocurrido y su posterior olvido, no había llegado a formular. Imaginaba que le sanaí querría desayunar primero, por lo que aprovecharía ese momento.
—Oye, Airi… ¿Te encuentras bien? Quiero decir… —trató de poner en orden sus pensamientos para buscar la mejor forma de preguntarle al respecto—. Ayer por la mañana no llegaste a poder decirme por qué cojeabas y después… Bueno, ya sabes. ¿Te has hecho daño?
Le dedicó una mirada de preocupación. Inconscientemente desde que se giró al oír su voz había buscado signos de aquella cojera que había mostrado el día anterior. ¿Tendría algún problema parecido al de Ethan o había tenido algún accidente del que no se había enterado?

Cuando Airi bajó a desayunar tras ver que ya había camas vacías en el cuarto, todavía cojeaba. No quiso entretenerse arriba por no despertar a Szczenyak, por lo que se vistió y bajó a desayunar sin darse tiempo a calentar un poco los músculos. Le habría gustado rascar algo más de tiempo de sueño como estaba haciendo el vittya, pero a esas horas y con tanta luz le resultaba difícil.

Reconoció enseguida la silueta de Rägjynn al llegar abajo. Airi le dio los buenos días con una leve sonrisa que esbozó por inercia. Tenía costumbre de ponerle buena cara al resto de niños de la tribu cuando se despertaban, se encontrase como se encontrase, así que esa cortesía mínima salía sola sin importar que hubiese dormido poco y mal y le doliesen las rodillas.

Empezó a husmear entre las cestas para ver qué podía desayunar, cuando la voz del mjörní le hizo girarse de nuevo hacia él. No entendió su pregunta de inmediato. Podía referirse a muchas cosas, en realidad, y lo primero que se le vino a la cabeza fue si le llegarían las ojeras a la comisura de los labios. No tardó en decirle que se refería a la conversación que había quedado pendiente la mañana anterior, y aunque parecía haber ocurrido hacía días, todavía le debía una respuesta.

Airi se incomodó, tal vez visiblemente si Rägjynn era perceptivo, pero no se debía tanto a la pregunta como a las pocas ganas que tenía de dar explicaciones o de recibir miradas de lástima. En realidad, cuanto antes se lo sacase de encima mejor y, si acaso, debería lamentar no poder contárselo a todo el mundo a la vez para ahorrarse repeticiones.
—No, estoy bien. Quiero decir, no me he hecho daño —se corrigió—. Es... bueno, tengo un problema en los huesos —comenzó, con inseguridad—. No puedo explicarte bien los detalles, pero a veces se me inflaman algunas articulaciones. Por sobreesfuerzos… o por nada en específico —bufó—. Pero es tolerable. Duele más en frío, por la mañana, y se acaba pasando al cabo de unos días.

No supo qué más decir. No quería hacer partícipe a Rägjynn en sus preocupaciones, ni siquiera quería admitir que habría días en que no podría ser de mucha ayuda, pero tarde o temprano se haría evidente. Tenía suerte de que aquel brote estuviese siendo de los suaves.

Fue consciente de que Airi parecía haberse incomodado, por lo que él también se contagió de ese sentimiento, pero por el hecho de haberlo provocado para empezar. Miró a su alrededor con disimulo: tal vez debería haberle preguntado en un lugar donde nadie más pudiese escucharles, por si no le apetecía que se enterase mucha gente. Por otro lado, cuando supo de qué se trataba, una parte del mjörní creía que era se trataba de algo que era preferible que supieran, igual que la lesión de la pierna de Ethan.

—Oh… ¿Hay algo qué...? —Se detuvo, pues iba a pregunta si había alguna medicina que pudiese tomar para aliviar el problema… Pero incluso si la hubiese, allí no la iban a encontrar con casi toda seguridad—. Bueno, no sé si se puede ayudar de alguna manera cuando ocurre. Pero si es así, cuenta conmigo.

Cuando elle terminase de desayunar le diría que tenía el libro en la mesita del salón para que se sentasen en los sillones y abriría el libro por una de las páginas dónde se detallaba cómo realizar alguno de los hechizos.
>>Por lo que me has dicho, en tu mundo la magia es muy distinta. ¿Cómo es? —comenzó el tema que habían acordado tratar con lo que más curiosidad le producía al respecto.
Además, iba a necesitar conocer las diferencias para poder explicar mejor lo que le era familiar a él en materia mágica.

A Airi no le gustó notar que Rägjynn se había arrepentido de preguntar. Lo había hecho con buena intención y preocupación, pero era un tema incómodo, y no quería que esa incomodidad se asentase en la conversación a partir de ese punto.
—¡Claro! Si necesito algo lo pediré, no te preocupes… y muchas gracias —le dijo. Por supuesto que había cosas que podían hacer por elle, pero evitaría pedirlo siempre que fuese posible. Sin ir más lejos, el día anterior no se habría podido bañar sin su ayuda para subir los cubos, por no decir que si había podido comer había sido gracias a otros.

Mientras desayunaba pensó en asegurarle que no sería una carga, o que no tenía que preocuparse por su salud, pero tampoco era capaz de soltar palabras que podían ser mentiras. Al final se terminó la pieza de fruta que había escogido sin haber dicho mucho más, agobiándose por haber incomodado el ambiente. Dio gracias porque cuando fue a enjuagarse las manos con agua, el mjörní cambió finalmente de tema.

Se colocó al lado de Rägjynn, donde también pudiese leer el libro. El día anterior apenas habían podido examinarlo, y merecía una revisión exhaustiva.
—Espero que hoy podamos sacar algo en claro… —Airi estaba mirando la página que había abierto Rägjynn al azar cuando su pregunta le hizo levantar la mirada—. No es nada como esto… por eso no puedo ayudar como tú a entender estos “hechizos” —se lamentó—. Pero a lo mejor vosotros también tenéis objetos mágicos, ¿puede ser? Me refiero a objetos que canalicen um… magia de baterías mágicas y emitan efectos muy diferentes. Que transformen la energía mágica pura en usos que podrían ser como los de estos hechizos —aclaró, señalando a la página abierta del libro.

Airi temía irse de la lengua con los secretos de su tribu, pero no podía dar explicaciones sin abrir un poco la mano. Al menos ni había otros sanaís cerca ni estaba hablando de magia con alguien ajeno a ella. Tal vez el mjörní sabía mucho más de magia que elle y haría el ridículo si hablaba como si no tuviese ni idea de dónde salía un cristal.

Rick no tenía claro cuanto tiempo se pasó pensando en posibles formas de adelantarse y evitar más encontronazos. El chico se había quedado pensando en la oscuridad de la habitación, quieto mientras en su cabeza trabajaba sin descanso en recordar detalles e imaginar nuevos escenarios. Estaba cansado pero aquello era importante si querían seguir vivos. Simplemente, en algún momento de la noche las ideas fueron reduciendo su velocidad hasta que en un parpadeo más lento de la cuenta cayó dormido.

Se despertó por la mañana, más temprano de lo que le hubiera gustado. Cuando abrió los ojos y vio la claridad, soltó un suspiro resignado. -(Algunas cosas no cambian ni en otro mundo)- pensó, recordando otras veces muy parecidas en su casa, hasta tarde intentando averiguar la clave de algún misterio. Con la desgana propia de alguien que preferiría quedarse un ratito más con la almohada, apartó las sábanas y salió de la cama con cierta lentitud, desperezándose. Connor seguía durmiendo, claro. Y a él le estaban empezando a rugir las tripas. Suponiendo que no habría nadie o casi nadie abajo, el neoyorquino decidió bajar, todavía en pijama, con cuidado de no hacer demasiado ruido para adelantarse al desayuno. Tal vez podría seguir el tren de pensamiento que había dejado a medias mientras comía.

Bajó sin demasiada prisa. Allí no hacía falta correr, no había nada esperando a la vuelta de la esquina. No como fuera. Aunque eso no quitaba que dentro estuvieran mejor, seguía sin explicarse el ambiente tenso que se empezaba a formar en cuanto volvieron del faro. -(Creo que mejor me dejo lo de pensar para luego)- se dijo mentalmente para apartar aunque fuera por un rato tantas preocupaciones. Cerca de las últimas escaleras Rick escuchó voces que llegaban desde el salón: Airi y Rägjynn, sin duda. Lo último que dijo le sanaí lo escuchó a medias, pero fue suficiente para encontrar algo con lo que llenar su cabeza. Además, una charla siempre venía bien para despejarse.

En cuanto pisó el salón saludó a los dos: -Buenos días ¿Qué tal por aquí?- De camino a la cocina para pillar alguna fruta, se fijó en que estaban con el recetario abierto. ¿Irían a probar algún hechizo? En cualquier caso, si existía, el neoyorquino tenía curiosidad por cómo funcionaba la magia y, para no cortarles la conversación, preguntaría una vez hubiera terminado de limpiarla y se hubiera acercado a los dos tomando un asiento: -Esto, ¿molesto si me uno? La verdad que tengo curiosidad por los hechizos del libro desde que lo encontramos y, bueno, hasta hace poco ni me hubiera planteado de que existiera la magia.- Tenía más preguntas con lo que había escuchado, pero no iba a meterse tanto antes de saber de qué estaban hablando exactamente y si no había problema en que estuviera.

Kalna despertó inquieta. Había dormido bastantes más horas que la noche anterior, lo que tampoco resultaba difícil, pero aunque se veía incapaz de recordar qué había soñado suponía que tenía que estar relacionado con el ser lleno de ojos con el que habían tenido un encontronazo el día anterior. El hecho de que ni siquiera allí dentro estuvieran a salvo de aquella cosa no era esperanzador, pero esperaba que no volviese por la zona y no tuvieran que encontrárselo en las cercanías del torreón, por no ponerse en lo peor y que apareciera en su salón directamente.

Debía ser relativamente temprano aún, ya que aunque oía voces al otro lado de la puerta no eran demasiadas. La libense supuso que no todos sus compañeros estarían abajo todavía, aunque también podía ser causa del silencio que se había instaurado por parte de algunos desde el día anterior. conocía bien esa actitud, y no iba a recluirse en su cuarto por ella. Eligió la ropa más oscura que encontró entre el baúl, que tenía tan mala calidad como el resto, y tras vestirse salió al salón.

Fuera estaban Rägjynn, Airi y Rick, que eran de los que no se habían marcado un Velia y dejado de hablarles, así que les saludó a todos con un “buenos días” antes de dirigirse a la cocina y coger algo de fruta, sin saber muy bien que era, ya que en Libo no había visto ninguna similar.
—Oh, ¿estáis hablando de magia? ¿Puedo quedarme? —preguntó, mientras se acercaba al salón de nuevo. Tenía mucho interés por los hechizos.

Le dedicó una sonrisa a Airi cuando este aceptó su ofrecimiento de ayuda. Le aliviaba saber que contaría por lo menos con su ayuda de ser el caso. A Räg no se le pasó por la cabeza que pudiera estar tan solo diciéndolo para que no le insistiera, muy a pesar de que probablemente de estar en el lugar de le sanaí a él mismo le costaría pedir ayuda con frecuencia.

Escuchó la respuesta de Airi con tanto interés como nuevas preguntas en mente, pero en un breve lapso de tiempo, la planta baja dejó de estar casi vacía, con elles dos como úniques ocupantes, y el mjörní saludó a Rick, Kalna y Abel. Cuando llegó este último no pudo contener una pequeña risilla.
—Claro que puedes —no se reía porque se tratase de Abel en particular—. Os acabamos de responder lo mismo a los tres en menos de un minuto—aclaró—. Todo el mundo es bienvenido.

Dejó el libro en una posición donde pudieran verlo más o menos bien todos los presentes.
>>Airi me estaba explicando que la magia de su mundo no se parece a esto, pero la verdad es a mí lo único que me resulta raro es el lenguaje… Los hechizos mjörnís tienen estos mismos componentes —señaló en el libro la descripción de lo que afirmaba ser un hechizo de olor falso, poniendo un dedo sobre una línea en concreto—. Este es el componente verbal del hechizo, y aquí se indican los gestos que hay que llevar a cabo al mismo tiempo —movió su uña hacia los dibujos que representaban la parte gestual—. Es exactamente como he conjurado siempre los hechizos, aunque estos no sean la única forma de magia ni… Bueno, hay muchas más cosas que se podría decir, pero es mejor que me centre en lo básico —sacudió la cabeza para quitarse de encima el tren de pensamientos que quería acelerar en dirección a una clase de teoría mágica demasiado avanzada incluso para él mismo—. Y… sí, también tenemos artefactos que amplifican la magia, como talismanes, amuletos o cristales —se giró hacia Airi en particular—. No son imprescindibles para llevarla a cabo, pero ayudan a poder realizar más hechizos sin agotarse tan rápido, sobre todo cuando todavía estás empezando o tu capacidad mágica es menor que la media...

Sin darse cuenta, sus explicaciones estaban siendo, aunque con sus propias palabras, básicamente las de una clase de magia y runas que impartían los Sacerdotes Mayores.
—A lo mejor en este sistema, aunque se parezca tanto al mjörní, son imprescindibles… O a lo mejor por culpa del hechizo logomántico que nos cambió el idioma… —adoptó una pose pensativa—. No sé muy bien cómo explicarlo, pero quizás cambió algo en nuestros pensamientos e incluso alguien como yo, que ya sabía hacer hechizos como estos, necesita volver a empezar de cero… De algún modo —se mostró más inseguro conforme hablaba y se llevó una mano a la nuca con una sonrisa incómoda—. No sé si tiene mucho sentido, ¡pero es que tiene que faltar algo!
La chispa mágica estaba ahí, la había notado ya varias veces. Incluso un ligero agotamiento, aunque eso podía deberse a otros factores. Y los procesos eran tan familiares… Aquellos hechizos tenían que ser genuinos.

Airi dio la bienvenida a la conversación a todos y cada uno de los que se acercaron, pidiendo unirse. Se le contagió la risilla de Rägjynn al escuchar su comentario, porque casi daba la impresión de que el grupo imponía a cada uno que iba llegando.
—¿Cómo vais a no poder uniros? —Aseguró, aún con una sonrisa. Pero lo cierto era que cuanta más gente estuviera escuchando, más nervios sentía por lo que pudiera tener que revelarles. Pero, ¿acaso era tan importante? Estaba dejando de verlo claro.


El mjörní comenzó con las explicaciones, a la vez que respondía a su pregunta. Le pareció muy interesante saber que había unos componentes específicos para hacer magia, y por el libro quedaba claro que eran comunes a ambos mundos… pero Airi había visto algo que contradecía aquella explicación y le pareció importante mencionarlo.
—¿Siempre hay esos componentes para hacer magia? Sé que esto no explicaría por qué no puedes hacer los hechizos del libro, pero es que cuando el hombre que me secuestró trataba de convencerme me enseñó uno de esos hechizos… Encendió una llama encima de sus dedos y, que recuerde, solo le vi chasquearlos. No abrió la boca, no hizo nada más. No se parece nada a las instrucciones que vienen en este libro para invocar llamas.
»Y, sobre los cristales… Los de mi mundo no hacen nada de eso. O creo que no, como nadie hace “hechizos” no sé cómo podrían afectarles. —Su expresión se volvió pensativa, confusa—. ¿Creo que se parece más a cómo funcionan esos aparatos, um… de electricidad que tenéis los humanos? ¿Podría ser? —Al decir aquello miró directamente a Rick y a Abel; había oído sobre ellos y hecho alguna pregunta, pero era demasiado para procesar en los pocos días que llevaban juntos. Esa podía ser una buena ocasión para aclarar si sus aparatos también se fabricaban como los de Sanai, si es que no era también un secreto para ellos—. Nuestros artefactos mágicos funcionan insertando un cristal cargado de energía. Mientras haya energía en ellos pueden hacer lo que sea para lo que se hayan fabricado, como... emitir calor, o frío, o conseguir agua. Y cuando se termina la energía hay que ponerles un cristal nuevo —explicó.

Parecía que no era el único con la misma idea, pues muy poco después aparecieron Kalna y Abel preguntando lo mismo. Les saludó al momento y, escuchando al mjörní y le sanaí, se le contagió el inicio de una sonrisa divertida por la situación. A falta de que apareciera alguien más que continuara el bucle, la conversación parecía que iba a continuar.

Mientras desayunaba atendía con mucha curiosidad a la explicación de Rägjynn mirando las partes del libro que iba señalando. La explicación tenía sentido teniendo en cuenta que hablaban de un tema que, para empezar, casi nadie creía que existía en su mundo. Era factible y además le sonaba de La Tierra aunque fuera en la ficción. Lo de que difiriera comparado con el mundo de Airi le llamó la atención. -(¿Tantas formas distintas hay de canalizarla?)- Rick quería pensar que habría una forma correcta de existir, pero quedaba claro que no sabía nada en absoluto al respecto. Las suposiciones no iban a servir de nada hasta que conociera las bases en las que se sustentaba.

-Te creo, te creo- asintió intentando traer calma cuando el mjörní terminó de explicar sus teorías. Luego, el neoyorquino se inclinó un poco en su asiento para compartir su tren de pensamiento: -Me encantaría poder decir más, pero en La Tierra no sabemos nada. Hace mucho tiempo se creía en la magia y, ahora mismo, queda como elemento en muchas historias de ficción, pero depende de donde mires el funcionamiento es muy distinto. En algunos libros es justo como dices, en otros hacen falta algún objeto para canalizarla... Es bastante confuso.- Buscó con la mirada a Abel, por si quería dar más detalles o si se le ocurría algo que se le hubiera escapado a él.

La intervención de Airi terminaba de cimentar que la magia venía en muchas formas, aunque justo los detalles de ese hombre eran cuantos menos interesante. -Uhm... Curioso. La chica que me trajo también invocó varios fuegos, pero creo que sí que dijo algunas palabras- se limitó a comentar pensativo y de brazos cruzados respecto a las capacidades de los secuestradores. Podía ser que como se estaba estableciendo ambos usaban un sistema de magia totalmente distinto, aunque se le ocurría que, tal como estaba teorizando le sanaí, algunos hechizos no necesitaran ciertos componentes para que funcionaran. Pero claro, si justo el conjuro de las llamas en el libro era distinto al que habían visto los dos, ¿cuál era la explicación? ¿Eran hechizos distintos los tres?

Lo siguiente sin embargo sí que le sonaba mucho más. Además de ser justo lo que le había parecido escuchar al bajar, salvando la distancia de la magia era de lo más común. Se le podría ver en la cara que el chico estaba impresionado con lo que le estaban contando. -Pues sí, es prácticamente como nuestra tecnología- le confirmó. -No tiene nada que ver con la magia, pero funciona así. Hay muchos aparatos y máquinas de todos los tamaños con baterías eléctricas que pueden hacer de todo. Algunos tienen que estar conectados todo el tiempo a una corriente continua de electricidad, aunque otros no. En su momento, con los segundos había que cambiarlas cuando se gastaba la energía justo como los cristales de tu mundo, aunque lo más normal ahora es que puedas recargarlas conectando por un tiempo el aparato a la corriente.- Dándose cuenta de las posibilidades que podía tener la tecnología humana respecto a los posibles avances en los otros mundos, decidió resumir un poco lo último, llevándose una mano a la nuca: -Luego hay máquinas que usan otros combustibles para que funcionen y hay distintas maneras de conseguir electricidad, como del sol o el viento, pero no creo que sepa explicar todos los detalles y podríamos llevarnos todo el día con las variedades que hay. Lo importante es que parece que funcionan como tus aparatos, aunque al usar magia tal vez haya algunas cosas que nuestra tecnología no pueda conseguir.-

Abel pareció querer unirse también, lo que resultó en algunas risitas por lo gracioso que les parecía a Rägjynn y Airi la situación. Kalna no veía nada divertido, y es que tras la comida tensa del día anterior no veía a ninguno de los que habían salido, y mucho menos ella misma, acoplándose a una conversación ajena sin preguntar antes. No es que los dos a los que habían interrumpido fueran de los que habían tenido esa actitud, pero la libense no iba a jugársela a que más gente aún decidiera responderle con monosílabos.  

Se sentó cerca del libro para poder verlo, mientras comía la fruta. Que Rägjynn fuera a explicar todo lo relativo a la magia la llenaba de expectación, y es que tenía ganas de poder hacerla. Había tenido suficientes clases en su vida para saber que comprender la teoría era el primer paso para poder hacer bien las cosas, y si el tema era tan interesante como aquel el prestar atención resultaba emocionante. Quiso preguntar más por aquellas otras formas de conjurar, pero el mjörní tenía razón en que debían centrarse en lo que venía en aquel libro y estaba a su alcance.

Rick confirmó que en su mundo no conocían nada de la magia, aunque parecía que el cómo la entendían dependía de la persona que escribiera aquellas historias, y no parecía ser algo que los humanos pudieran hacer.
—En Libo hay leyendas al respecto de la magia, pero hasta la alianza con Rocavarancolia solo eran… bueno, leyendas. No sabemos cómo se hace, la idea de venir aquí es que nos enseñen.  
Parecía, además, que los cosechadores de Rick y Airi habían hecho magia sin decir nada, lo cual podía tener sentido con lo que decía le segunde: igual no todos los hechizos usaban todos los componentes.

La charla de le chique sobre los cristales de su mundo resultaba curiosa, ya que no tenían el tipo de magia del que hablaba Rägjynn, sino que parecían funcionar como baterías. Aquello era similar a la tecnología terrestre, de la cual Kalna tenía también curiosidad con lo que serían aquellos aparatos que se conectaban a la corriente para cargarse. ¿Tendrían radios portátiles?
—Oh, nosotros usamos energía geotérmica e hidráulica, pero tampoco sabría explicar muy bien como funciona —se extraía de alguna manera y eso hacía que funcionasen las cosas. Fuera de allí, Kalna se perdía— . La usamos para alumbrar las ciudades, para el transporte…

Suspiró.
»¿Creéis que podríamos alumbrar esto con magia si encontramos el hechizo? Las velas son un asco.