Barrio de los Callejones sin Salida

-Soy Saren, y de verdad, perdona las formas -se presentó a Wintel, disculpándose de nuevo-. Lo de paquete es una forma de hablar, no te ofendas, amigo -le dijo también, evitando que el nublino le malentediera.

Saren aceptó la disculpa del pelirrojo con un asentimiento de cabeza, escuchando después su historia y la advertencia de DL. Aquellos Blatta resultaban terribles, pero eran de F.O.N.E.R.A., así que a Saren le parecía muy raro que también estuvieran en Rocavarancolia. Al idrino le resultaba difícil de creer que aquellas cosas que habían dejado en las mazmorras fueran Blattas, pero sin duda resultaban peligrosas, así que se guardo sus sospechas.

Siguiendo el consejo de RR, el idrino echó a andar, cargado con una cesta y, como dijo Shiz, manteniendo el edificio alto en frente de él. Mientras caminaba, el norteño se perdido en sus pensamientos, repasando lo acontecido en las última horas. Desde que había despertado en las mazmorras, había ido de sobresalto en sobresalto, sin apenas descanso, y aquella caminata hacia su próximo refugio se le hacía extrañamente tranquila.

RR y DL iniciaron una conversación, el pelirrojo con tono amargo, y el peliblanco con tono sarcástico. Saren, apretó el paso, adelantándoles a los dos y evitando de esta forma oír la charla. Perdido en sus pensamientos, el idrino siguió caminando, acercándose cada vez mas al torreón que tenían por destino.

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-En marcha- Shizel cargó todo lo que pudo en una sola cesta y echó a caminar con ella a cuestas: sería más fácil correr con una o sola o soltarla en el peor de los casos si volvía a sucederles algún imprevisto que si ocupaba los dos brazos.
Distraído ante la perspectiva de un techo y con suerte algo sobre lo que dormir, no prestó atención al extraño intercambio que tenía lugar entre RR y Timmy excepto para notar de pasada que este último parecía destilar un aire distinto. Harto de intentar adivinar lo que pensaban los demás lo descartó como la simple tensión que conllevaba ser cargado a cuestas por un desconocido, huyendo de un peligro al que no se podía ver.
-Quien no pueda cargar con una cesta solo que coja en brazos todo lo que pueda- indicó por encima del hombro a los que quedaban, más que nada en dirección a Timmy; los demás, excepto quizá el recién resucitado, no deberían tener ninguna clase de problema.
Siguió los pasos de Saren, aunque al contrario que él con la oreja puesta en la críptica conversación de los foner más atrás. No obstante casi todo lo que decían le sonaba a chino, y no intentó darle sentido entonces. Dándole vueltas aún a la descripción de los "blatta" que había hecho RR siguió torciendo por la red de callejones con el torreón siempre en dirección frontal.

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Wintelgy

Me quedo un rato pensando en Pablo y buscándolo yendo de un lado para otro pero es inútil, no se encontraba allí.


Todos comienzan a cargar con las cestas con las que un principio solo el Pelirrojo parecía preocuparse.


Me acerco a una de ellas, la que veo menos pesada y la cargo imitando a los demás. Cuando la alzo un delicioso aroma emerge de ella, algo que me hace abrir el apetito, un apetito voraz que estaba dormido por los últimos sucesos.


Miro que todos marchan hacia un lugar en el horizonte, una especie de fortificación que según dicen seria un lugar perfecto para pasar la noche.


Entonces los sigo con la cesta cargada, una vez los alcanzo miro por ultima vez atrás para asegurarme de nuevo de que Pablo no esta.


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RR recorría los callejones en ruinas, ahora bajo luz más potente, semiagachado, con las gafas, el pañuelo y la capucha puestos y con la ballesta a mano, atento. Temía a aquella ciudad y a aquel agobiante cielo iluminado o en tinieblas.

Estaba a acostumbrado a moverse y orientarse en lugares laberínticos a base de puntos de referencia, y esa misma experiencia le ayudó a localizar la plazoleta de los suministros con cierta velocidad. Cómo la primera vez, hizo un reconocimiento exhaustivo de la zona, buscando trampas o enemigos, y sólo cuando estuvo seguro de que la zona estaba limpia se apresuró a tomar los enseres, volviendo cómo una bala a la callejuela de la que venían. Una vez allí, tomó asiento y reflexionó.

-Veamos, camaradas… Tenemos un mapa, armas y comida, con lo que creo que podemos arriesgarnos a hacer una expedición algo más prolongada a esa biblioteca de la que habla DL. A saber qué podemos sacar en claro, pero todo conocimiento es un arma, ¿no?

Mientras hablaba, el muchacho se esmeraba en coser la manta que se había llevado, haciendo uso de su hilo y de la aguja que traía, para confeccionar un saco un tanto rudimentario, pero útil, en el que verter el contenido de las cestas. De esta forma, podrían llevarla más fácilmente.

Las cestas seguían allí, y lo mejor de todo es que parecían haber sido rellenadas. Shizel esperó a que RR terminara su reconocimiento antes de dar un paso más, y de nuevo le sorprendió su previsión al verle empezar a manufacturar un saco casi de la nada.
-Queda mucho día por delante- opinó, tratando de librarse de la sensación de ser un inconsciente en comparación-. Nos podemos permitir arriesgarnos un poco.
>>Cuando te canses pásanoslo a uno de nosotros- le pidió a RR antes de emprender el camino en la dirección que recordaba del mapa, mirando hacia atrás periódicamente para asegurarse de que DL les guiara en la dirección correcta.

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Desde luego era difícil estar en peligro o perderse teniendo alguien tan neurótico como R.R en el grupo, el cual fue llegar a aquellos callejones laberinticos y mirarse todo al detalle. Aunque D.L tampoco es que estuviera mucho más relajado, manteniendo su mano siempre cerca de sus cuchillos ya que la Katana por el momento no servía de mucho, necesitaba afilarla. Echo un amplio vistazo alrededor pudiendo ver ahora mejor el lugar con la luz del día mientras R.R hacia su escrupulosa inspección de la zona.

-Es un arma y una forma de sobrevivir, seguro ahí hay información sobre las criaturas que habitan esta ciudad…con suerte también vendrá algo sobre medicina, porque tenemos comida, agua, refugio y armas…pero si nos herimos la hemos jodido -mencionó D.L observando atentamente el mapa para poder buscar el camino más rápido para llegar con suerte el camino seria también seguro.- Además, siento cierta curiosidad sobre que paso con el resto de la fuente…con suerte en la Biblioteca encontremos alguna forma de averiguar si están vivos o no, o de comunicarnos con ellos en caso de si estarlo - añadió encogiéndose de hombros mirando a todos lados con atención antes de comenzar a andar- igual no nos entretengamos, según el mapa la Biblioteca está muy cerca de aquí, pero no me fio yo mucho de las direcciones en esta ciudad -con algo de desconfianza de que no fuera a salirle algo para intentar matarlos en cualquier momento comenzó a guiarles, nunca se sabía en un lugar desconocido como era esa ciudad para ellos.


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Llegaron a la zona de callejones un rato después, tras el rastro de la plazoleta en la que el día anterior habían encontrado la comida. RR inspecciono minuciosamente la zona antes de dar una rápida carrera hasta los suministros, volviendo hasta la protección del callejón a la misma velocidad. Mientras el foner exponía la situación se puso a confeccionar un saco, en el que después metió el contenido de las cestas, agilizando el proceso de carga.

-Por mi bien -opinó el idrino, secundando al resto, estaba impaciente por saber que secretos escondía aquella biblioteca.

El grupo retomó la marcha a buen paso, pasándose el saco de uno a otro cuando el cansancio hacia mella. Cuando le llegó el turno a Saren, el norteño se echó los alimentos al hombro, tanteando con la mano libre a su espalda y comprobando que tendría libertad de movimiento en el caso de tener que usar el cuchillo para defenderse. El chico calculo que no necesitaría pasar el saco antes de llegar a la biblioteca, estaba acostumbrado a cargar mas peso durante mas tiempo andando por la nieve, así que aceleró el paso, manteniendo un buen ritmo, y manteniéndose junto al grupo.

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Llegaron al callejón poco después de salir del torreón, y para sorpresa de todos, había comida esperándoles en el mismo sitio que el día anterior.

A Timmy le llamó la atención la rapidez y habilidad con la que RR, el pelirrojo, se había dispuesto a confeccionar un improvisado saco para guardar las provisiones. Estaba claro que se encontraba rodeado de gente extraordinaria, lo cual le hacía volver a preguntarse que hacía un niño débil y corriente entre ellos. No tenía sentido. No sabía cual era su papel en todo ese asunto, pero le asustaba. Algo le decía que pese a los breves momentos de paz que disfrutaban en ese momento, la cosa no tardaría en empeorar. Lo que más le asustaba era pensar que llegado un momento de necesidad, fuera el único que no sería capaz de defenderse y que, al ser un lastre para el resto, decidieran abandonarlo a su suerte.

Decidió que no era momento de pensar en esas cosas, de modo que apartó esos pensamientos de su mente y continuó caminando junto al resto del grupo.


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Ariv llevaba ya dos días en aquella extraña ciudad.
Al principio se había sentido perdida. Cuando despertó en las mazmorras, por un momento, se vio incapaz de recordar dónde estaba… Lo último que le venía a la cabeza era la ceremonia de unión que había esperado durante años con cierta curiosidad. Había estado tan emocionada entonces… Hasta que todo terminó y se dio cuenta de que sobraba, de que no había ningún edeel para ella. La alegría entonces se había transformado en un miedo que aún la atenazaba.
Y entonces se acordó. Un extraño personaje había llegado hasta ella mientras se lamentaba por su suerte, ofreciéndole una salida. Una nueva oportunidad, lejos de su mundo y de todo lo que conocía. Aterrada por lo que le sucedería si se quedaba, aceptó sin pensárselo dos veces… Y ahora allí se encontraba. Sin embargo, aquel lugar le parecía lúgubre, y no le inspiraba la más mínima confianza. Se había encogido sobre sí misma, sin saber qué hacer ni adónde ir, cuando oyó unos pasos que se acercaban… Entonces, conoció a Karime. Aunque no entendía lo que decía y no se terminaba de fiar de ella, decidió que lo más sensato era seguirla adondequiera que fuese. Prefería la compañía de alguien desconocido a quedarse completamente sola.
Tenía la sensación de que después todo había ido muy rápido. Aquella ciudad a la que la habían llevado no se parecía en nada a lo que conocía, y lo primero que sintió al salir al exterior fue desorientación. Incluso llegó a preguntarse un par de veces si habría hecho bien en aceptar. Esa actitud no era propia de ella, que siempre se había lanzado la primera a probar cosas nuevas, pero después de todo lo que le había ocurrido no podía evitarlo. Poco después, habían encontrado una fuente y Ariv, que tenía sed, había bebido. Karime también lo hizo, y fue entonces cuando pudieron entenderse. La muchacha no terminaba de comprender cómo había funcionado aquello, pero se alegraba de ser capaz de comunicarse con su compañera. Ambas estuvieron de acuerdo en que lo principal era encontrar un lugar donde guarecerse y algo de comida, por lo que, con cuidado por lo que pudiera ocurrir, empezaron a caminar por Rocavarancolia… Hasta dar con lo que Ariv había considerado su nuevo hogar. Habían terminado en un barrio laberíntico y, a pesar de que siempre se había orientado bien, finalmente se habían perdido. Decidieron descansar en una casa un tanto ruinosa… Era mejor que nada. Ariv no se sentía del todo segura allí, aunque la compañía de Karime hacía que tuviera la sensación de estar, en cierto modo, protegida.
No obstante, aquella mañana ambas habían estado de acuerdo en que era hora de marcharse, de intentar buscar una salida en aquel barrio que a Ariv no le terminaba de gustar. Por otro lado, estaba hambrienta, y necesitaba comer algo. Intuyendo que en la ciudad podrían encontrarse casi cualquier cosa, la muchacha pensó que no podía abandonar la casa sin nada, así que cogió lo que tenía más a mano… De acuerdo, con un palo probablemente no pudiera hacer nada, pero era mejor que ir totalmente desarmada.
“Ojalá no nos pase nada…”, pensó. Con un suspiro, salió de allí con cautela, intentando orientarse para salir de aquella trampa en la que habían acabado. Lo necesitaban.

Sigue en el Río

Karime despertó por un suave golpe de su compañera. La morena había conocido a Ariv desde el mismo momento en el que había despertado en ese nuevo mundo que le prometía aventuras. La pequeña morena parecía asustada y K no se dio cuenta de que no era libense hasta que no la oyó hablar, pero nada impidió que se hicieran amigas al instante. No era algo extraño en la libense hacer amigas con facilidad, pero esta vez había sido diferente puesto que, literalmente, pertenecían a dos mundos diferentes.

En cuanto consiguieron comunicarse, K no dejó de preguntar por el mundo del que ella venía, intrigada y maravillada por Sinhdro y su cultura. Ella también le contó cosas de Libo, pero ninguna entró en detalles sobre su vida. Ariv no preguntó y K tampoco.“Así está bien por el momento.”

Nada más empezar su aventura en esa ciudad se habían perdido en un barrio de callejones sin salida. Esa situación frustraba de sobremanera a Karime, que no cesó en recorrer las calles buscando la salida hasta que la noche calló. Su paciencia solo duró dos días, lo que tardó en convencer a Ariv de que debían buscar alimento y un lugar mejor en el que vivir.

Ninguna de las dos chicas era tan tonta como para salir a la calle sin armas en un lugar que no conocían, por lo que buscaron algo que pudieran usar para defenderse. Para descontento de K, lo único que encontraron fueron palos y barras de hierro. Con una en cada mano, se dispuso a salir de la casa.

Anduvieron durante mucho tiempo y fue cuando ya casi estaban agotadas cuando por fin consiguieron salir del barrio. La felicidad embargó a K, casi no se lo podía creer. Saltó a abrazar a Ariv con todas sus fuerzas, casi ahogándola y con una sonrisa enorme.

- ¡Por fin hemos salido de ese laberinto!- chilló emocionada.- Ahora a por comida, pequeña clon.- le comunicó con una sonrisa, llamándola por el nuevo mote que le había puesto, dado sus similitudes en color de pelo y ojos a pesar de la diferencia de mundos.

En ese momento las perspectivas eran las mejores. “Ahora comienza la aventura.” Se dijo a si misma alentando a Ariv para que corriera detrás suyo.

Sigue en el Rio.

RR avanzaba por la ciudad cauteloso, agachado, con la ballesta cargada entre sus manos. Iba en cabeza del grupo, con la velocidad que le otorgaban las drogas, a buen ritmo. Sus ojos frenéticos no paraban de escrutar cada palmo del terreno, en busca de una nueva amenaza. No sólo le preocupaban las criaturas de la ciudad, sino también los otros posibles cosechados. No habían conocido a K ni a Ariv en la plaza de la fuente, ni al bichito de los cuatro brazos. Podía haber más gente a parte de ellos, eso estaba probado. Y suponía, aconsejado por la experiencia de siete años viviendo en un mundo de hijos de puta, que no todos tenían por qué ser amigables.

Llegaron rápidamente a la plazoleta dónde llegaban las provisiones, y tomó las medidas pertinentes. Hizo señales a sus compañeros para que comprobaran las ventanas y los alrededores por él, y se acercó a la comida no sin antes comprobar si habían puesto trampas por la zona.

Observando con ojo experto los alrededores y cada piedra que pisaba, cada pared, cada ventana, cada sombra y cada esquina, tomó la comida, analizando primero si las cestas estaban unidas a algún hilo o cable trampa, para luego llevárselas de nuevo a la callejuela de la que provenían.

-Hasta ahora, todo marcha según lo previsto, supongo.- Comentó, mirando los alimentos y sopesándolos. Tomó de entre ellos un fruto redondo, rojizo. Lo que un terrícola hubiera tildado de “manzana”.- ¿esto es comestible?

Wintel

El pelirrojo rápidamente encabezo la marcha, miraba de un lado para otro casi obsesivamente, en varia ocasiones nos hizo una señal para que parasemos mientras comprobaba algunas ventanas o esquinas. Pasado unos minutos de caminata al fin llegamos al lugar de las provisiones, una vez más RR paro el grupo y se puso a comprobar primero los alrededores y luego todas las cajas, siempre con su ballesta preparada.
Una vez la aprobación del pelirrojo, cogió una especie de fruto rojizo y pregunto si era comestible.


“Supongo que será comestible, todo esto son alimentos que mandan los dioses de rocavarancolia para que los cosechados no mueran de hambre y no se interrumpa su perverso juego-dije nervioso apretando la lanza entre mis manos sudadas mirando al cielo en busca de las aves negras- son demasiadas no podemos llevarlas todas propongo que seleccionemos solo la carne o semejante y si después podemos llevar más nos llevamos lo que prefiráis pero rápido por favor no somos los únicos que tenemos hambre en este lugar”


Terminado el pequeño discurso me acerque a las cestas y empecé a buscar carnes o lo que pareciese que fuese carne.

De repente, un dolor punzante atenazó a RR en las costillas. Todo fue confuso y violento. Para cuando se quiso dar cuenta, estaba colgado de las fauces de un lagarto enorme que corría por los callejones a toda pastilla.

Reaccionó tan rápido como el dolor y el absurdo le permitieron. Llevaba la ballesta en el brazo libre, y con las fuerzas que puso reunir, movido por las drogas que corrían por sus venas, y le apuntó como pudo al ojo a la criatura.

-¡Suéltame, cabrón malparido!- dijo en un tono tan imperativo y autoritario como su precaria situación en las que se hallaba. Como supuso que el bicho no reaccionaría a su petición formal, apretó el gatillo.

La criatura se quejó sonoramente y abrió sus fauces, dejándolo caer. Como pudo se levantó, comprobando que llevaba todas las partes pegadas y que su chupa estaba entera, aunque manchada de sangre. Le herida no tenía buena pinta, pero se le ocurrió que quizás debería preocuparse de mover el culo y salir de allí antes de que aquella cosa cabreada volviera a terminar el trabajo. Así que, simplemente, tomó los bártulos y se los echó al hombro, para luego salir corriendo.

Los estupefacientes camuflaron el dolor, con lo que sus costillas no fueron un gran problema. Lo que sí sentía era otra cosa, algo que recorría sus venas y sus entrañas, algo que entumecía sus músculos y entorpecía el girar de sus articulaciones. Su mente, libre de ponzoña y crispada por los bordes y a cien por hora a causa de las setas y de la situación, llegó a una conclusión simple: Veneno.

Cuando volvió a reencontrarse con sus compañeros, iba con una mano puesta en la ballesta recién disparada y con la otra en la herida de su costado, intentando detener la hemorragia.

-¿Me habéis echado de menos?-comentó con su toque típico de humor de tercera ensombrecido mínimamente por lo acaecido.- Creo que tengo una heridilla, y también creo que el bocado que me ha metido traía sorpresa, porque cada vez me cuesta más moverme… Sí, creo que es venenoso.

Se dejó caer al suelo y, sin dejar que la herida lo alelase, comenzó a cargar otra saeta en la ballesta.

-La buena noticia es que está ciego. La mala que supongo que cabreado también. Dudo que esté muerto, y es posible que vuelva. No me puedo mover mucho… Os voy a ralentizar. Tampoco tenemos medios para eliminar el veneno… Definitivamente no es mi día.

Se arrancó la camiseta sin quitarse la chupa, tirando de ella por el pecho. Después, comenzó a hacerla tiras para convertirlas en vendas.

-Definitivamente estoy jodido.

Karime siguió al pelirrojo, que pronto se puso en cabeza. La morena avanzó con el arco entre las manos, mirando hacia todas las direcciones, intentado memorizar el camino, pero en seguida reconoció las casas. “¿Otra vez aquí? Espero que sepan dónde nos metemos, no aguantaría estar encerrada en este barrio otros dos días.” Se dijo al reconocer su “hogar” de los dos primeros días.

Cuando llegaron a las cestas, K ignoró a sus compañeros y metió la cabeza en una cesta, revisando lo que en esta había. “¿Hace cuanto que no como carne?” se preguntó mientras miraba la susodicha relamiéndose. Pasando un brazo alrededor del hombro de Ariv, la acercó a ella y metió su cara en la cesta.

- Mira, Riv, comida de verdad. ¿A que parece mentira que tan solo hace un día que estábamos en estas mismas calles hambrientas?- le preguntó sonriente. A sus oídos, llegaron las palabras de Wintel, que K se apresuró a rebatir.- ¡De eso nada! ¡Claro que podemos con todas! No estamos para desaprovechar comida.- exclamó levantando la cabeza de la cesta, justo en el momento en el que un lagarto gigante se llevaba a RR entre sus fauces.

La situación sobresaltó a Karime, que se quedo unos segundos shockeada, antes de coger su arco y disparar una flecha al animal, que apenas se inmutó mientras soltaba a RR, que corrió hacia ellos.

- Nos has tenido preocupados, Pelirrojo. pensaba que habías decidido formar parte de la dieta de ese bicho porque lo preferías a él antes que a mí. Por unos segundos me he sentido ofendida.- bromeó con cara seria mientras cargaba otra flecha en su arco, que lanzó sin pensárselo mientras caminaba hacia atrás. No parecía que RR fuera a aguantar mucho de pie y el bicho parecía muy enfadado.- Olvidaos de la comida, coged al pelirrojo y salir cagando leches hasta el torreón. Yo intentaré distraerlo lo suficiente para que no tengáis problemas en llegar. Que a nadie se le ocurra volver a por mí.- sentenció, sin dejar de lanzar flechas.- Si, es una orden. Si alguien quiere discutirlo conmigo, creo que el bichito estará encantado de unirse al debate.