Plaza de la Fuente

Dos de los niños que tenía en frente estaban visiblemente asustados, y de haber podido les habría ayudado. A pesar de que estuvieran cogidos de la mano, Rox fue a tenderles la suya para animarles a beber de la fuente y decirles que no pasaba nada, pero todo quedó en un mero intento cuando vio que la chaqueta verde fosforito tiraba a Milo a la fuente.
La coreana saltó del sitio, con los ojos como platos por la repentina reacción que había tenido la joven con el de su misma especie. En un pestañeo estaba cerca de los dos, agitando los brazos sin separarlos demasiado del cuerpo y haciendo la forma de una equis con ellos, con expresión de preocupación.

—¡Pero no te lo cargues, tía!— al ver que la de piel tostada no tardó nada en sacarlo del agua, trató de ocultar lo mejor posible una sonrisa burlona que amenazaba con salir. Contenerse las risas le estaba costando lo suyo. Le dio unas palmaditas en la espalda a Milo, pero al estar el agua tan fría las pocas gotas que le cayeron en la mano bastaron para que lo hiciera con menos entusiasmo—. ¿Va-Vamos intentar no ahogarnos, sí?

La sonrisa de la muchacha se le contagió por completo a pesar de lo intimidante que le resultaba, seguida de una carcajada al oír al chico hablar. Susurró segundos después un "lo siento", tapándose nuevamente la boca con un puño y sintiéndose algo maleducada por reírse.

—Ha sido un poco drástico pero ha funcionado. —se cruzó de brazos y miró a la de pelo verde con una mezcla de respeto y diversión—. Mi nombre es Rox.  —esperó a que ella se presentase antes de continuar—. Ahora que nos entendemos, ¿es de mala educación preguntaros de donde venís?

Se rascó la punta de la nariz por acto reflejo, observando a la muchacha detenidamente. El hocico y el brazo mecánico seguía siendo de ellos lo que más llamaba su atención. Echó un vistazo rápido a los más cercanos, haciéndoles gestos con ambas manos para que se acercaran y pudieran presentarse todos los que ahora podían.

Le extrañó ver que el edeel del estómago revuelto no fue el único que se acercó a beber aquel syv impuro. Permaneció observándoles con los brazos en jarras , tratando de encontrar signos de malestar en los que bebían, y frunciendo el ceño al comprobar que nadie vomitaba ni parecía sucederle nada malo. Lo cierto era que tenía demasiada sed y ella misma habría acabado por acercarse sin más a beber de no ser por la escena que habría sido imposible pasar por alto. Adrune asistió al casi ahogamiento del chico con hocico por parte de una chica muy parecida a él, y cuando habló de nuevo fue consciente de que todo el que bebía empezaba a hablar de forma diferente. Se giró hacia Neil cuando la llamó en aquel tono claramente atemorizado y le sujetó de los hombros sonriéndole.
—El chico no parece enfadado, así que tan solo le ha querido gastar una broma, ¿no crees? —afirmó con convencimiento—. Quieren que bebamos. ¡Creo que el syv impuro es mágico, Neil! ¿Y si nos han engañado toda la vida para que no lo bebamos?

Y acto seguido correteó en dirección a la fuente. La examinó de cerca, notando la bonita talla de serpientes de la que manaba el agua e hizo cuenco con las manos para recoger un poco. Normalmente habría bebido directamente, pero quería comprobar si el syv impuro cambiaba de color al cogerlo con las manos, o algo semejante. Aunque le decepcionó comprobar que no, la niña bebió igualmente. Acto seguido pegó un bote en el sitio al notar el efecto que había tenido en su cabeza.
—¿Qué ha sido eso? ¿Me han cambiado la cabeza? —Preguntó sin rastro de preocupación en su tono de voz mientras se pasaba las manos por su cara y sus tirabuzones como queriendo comprobar que seguían allí. Se detuvo para observar a los que se encontraban a su alrededor y después se dirigió a ellos—. ¡Ahora nos entendemos! ¡Hola, soy Adrune! Pero podéis llamarme Adru.

Sin esperar ninguna respuesta, la edeel se acercó a Neil y al niño para tirar de ellos en dirección a la fuente. Frunció el ceño cuando quiso hablarle a su aurva en su lengua materna y no lo consiguió.
—¡Neil, Neil! —dijo simplemente mientras señalaba insistentemente el syv impuro, tras comprobar que el nombre del chico sonaba exactamente igual—. ¡Magia! —Añadió con entusiasmo aunque no pudiese comprenderle, o más bien porque sabía que no podía, para enfatizar aquella palabra que se había hecho patente en forma de idioma desconocido.

El daeliciano se sintió más aliviado al ver que todos bebían y que lo que parecía una mujer metalizada ahogando a su compañero no era más que una broma. Pero no fue hasta que  bebió la niña que les guiaba, que sintió que aquel líquido era realmente sano. Eitne no había un líquido tan incoloro en su vida y lo único que le inspiraba era temor. Ver que la gente bebía y seguía viva le había ayudado a desterrar aquel miedo también.

—V-V-Voy a intentarlo yo también —desapretó la mano de su compañero peliazul con delicadeza y le señaló a su amigo para que se sintiera libre de acercarse a beber.

Eitne se acercó a la fuente con paso lento, tiritando cada vez con más violencia, y clavó su mirada en aquel agua incolora. El reflejo de si mismo en la superficie le hizo sonreír levemente, era casi como mirarse en un espejo. Su yo en el agua se veía tal cual, sin colores raros adulterandolo, como ocurría con el agua normal que tenían en casa. Eitne se miró el pelo y cogió aire como si hubiera descubierto algo increible. <<El quiqui sigue en su sitio>>, desde luego su abuela sabía peinarle bien. Tan solo le apenó ver que alguna de las flores de la corona se habían espachurrado.

Con algo de incertidumbre, el niño metió por fin un dedo en el agua (pinchándole en el ojo a su reflejo) y se pasó el dedo a la boca. Eitne soltó un gritillo y miró de nuevo al líquido estancado con expresión ojiplática. Sentía la magia bullendo en su cabeza, le hacía cosquillas en la mente mientras atravesaba todo lo que Eitne sabía y le daba la vuelta, poniendolo patas arriba sin llegar a alterar nada. Al niño le brillaban los ojos y su expresión por fin se tornó en una sonrisa plena. De que se dio cuenta estaba dando saltitos de alegría. <<Alguien nos está cuidando>> creía.

—¿H-h-hola? —no hubo mueca de tristeza al oír su nuevo lenguaje, sonaba menos delicado que su lengua natal, pero a Eitne no le importaba—. Lechuga, abuela, casa, agua, tetera, granja, maiz, tarta, conservas, rábano, pasta, migas, pan, pajarito, minino... —el daeliciano tomó carrerilla y comenzó a susurrar palabras viejas para escucharlas, de nuevo, por primera vez.

Una carcajada musical escapó de su boca.

Drake salió corriendo de las mazmorras tras recibir un desgarrador grito de aquel ser. Sin ni siquiera saber verdaderamente hacia dónde se dirigia, recorrió rapidamente las callejuelas hasta llegar a una plaza, dónde, para su sorpresa habia humanos,pero no sólo eso,había algunos-¿Alienigenas?,¿Es posible? Al menos no parecen humanos, de hecho algunos tienen aspecto muy diferente-
Todos lo miraban de una manera que incomodaba bastante a Drake.
-¿Serán como yo, especiales,es más lo seré yo en realidad?-
Drake con tiento se acercó a estos e intentó hablarles en su idioma, pero al parecer esta gente no eran capaces de hablarla, es más nunca habia escuchado nada parecido en toda su vida.
Uno de aquellos extraños seres con aspecto reptil le señalaba una fuente de la que brotaba un líquido, que dudó fuera agua, pero al verse presionado accedió.
Sintió una sensación que le recorria todo el cuerpo, cuando intento articular un "Que es esto" salió de su cuerpo una lengua muy extraña.Le dieron una no muy cálida bienvenida y se presentaron, algunos de mala gana y otros ni siquiera se dignaron a contestar.

Neil se tranquilizó un poco cuando Adrune le habló, pero él no estaba muy convencido con lo de beber del syv impuro. Su edeel se acercó a beber y al instante salieron palabras de su boca que el aurva no entendía, lo que le inquietó. "¿Y si ya nunca vuelvo a entender a Adru? ¿Y si ya nunca más podemos hablar?" Aquello no era algo que el sinhadre quisiera y cuando el niño decidió beber también, no dudó en hacer caso a su edeel y acercarse a la fuente después de que esta dijera su nombre seguida de una extraña palabra que exclamó con entusiasmo.

El aurva se acercó dubitativo y cauteloso a la fuente bajo la atenta mirada de su edeel. Despacio y con algo de miedo, puso sus manos en forma de cuenco para recoger un poco del agua que salía de la fuente y beber. Al instante su cabeza comenzó a embotarse con nuevas palabras que sustituían a las antiguas. Neil dio un respingo.

- ¡Luces!- exclamó sorprendido y al momento se llevó la mano a la garganta al comprobar que sus palabras eran diferentes.

El sinhadre se giró sorprendido y algo asustado hacia su edeel y llegó a escuchar como el niño decía "pan, pajarito, minino" en un idioma distinto al suyo, pero que ahora entendía.

- Adru, ya no puedo hablar como antes, mi cabeza no me deja- le dijo algo temeroso-. ¿Es esta la magia de la que habló Jack?

-Muy bien, Milo, un placer conocerte- dijo Rena entre risas, y en un susurró añadió- Luego me explicas por qué no tienes chip, ¿eh?- había algo de amenaza velada en sus palabras.

Si iba a ser su único compatriota en aquel mundo extraño, prefería asegurarse de que no era ningún flipado. Una vez todos hubieron bebido, y compartieron un idioma, las presentaciones tuvieron sentido, y la irrense intentó quedarse con los nombres de todos.

-Claro, soy de Irraria, concretamente de un pueblucho de mierda que no echaré de menos.- respondió. Y lo decía en serio. Por muy roñosa que fuera la ciudad, ya solo con que hubiese magia era menos roñosa que su pueblo.- ¿Algún problema, canija?

La niña morena que se había encontrado en las mazmorras estaba como a un palmo de su brazo mecánico, mirándolo fijamente. A Rena le hizo mucha gracia su reacción, y se quitó la chaqueta y remangó el traje térmico (que ya empezaba a agobiarle) para que pudiera verlo mejor.

Hyung se echó el flequillo al lado, el cual se había mojado al beber y ahora echaba gotas de aquel agua helada en su cara. Un escalofrío repaso todo el cuerpo de Hyung quizá eran los nervios por salir de un sitio cerrado pero allí afuera no se podría decir que hiciera mucho calor, de cualquier manera Hyung siempre había soportado bien el frío. Hyung aprovecho el estar en frente del agua para observar su reflejo.
  Tenía el pelo grasiento de no haberse bañado en tiempo, y los sonrojos más marcados que nunca debido al frío, su mechón rojo empezaba a perder fuerza y ya no era tan rojo como rosa empezaba a parecer, tenía que echarse de nuevo el tinte <<¡¿pero qué tinte?! ¡Estoy en esta horrorosa ciudad medio en ruinas!>>. Llevaba sus pantalones negros y holgados y zapatillas de deporte del mismo color, que solía usar para todo. Y aquella camiseta… esa camiseta negra y rosa que le había comprado su hermana, no era más que otra de las muchas que le había comprado ésta,  ya que era la única persona con la que iba de compras. Pero aún así un sentimiento de tremenda tristeza ocupo toda la mente de Hyung, hasta ahora no había tenido tiempo para pensarlo, pero quizás no volvería a ver a su familia << A mi hermana>>.
  Su compañero terrestre de la cicatriz, le saco de tan horroroso y profundo agujero en el que se había metido, este acababa de terminar de beber y estaba tan sorprendido como él lo había estado. El humano le pregunto si había sentido lo mismo. Hyung espero a responder unos segundos, no era momento para lloriquear lo único que podía hacer era seguir adelante. Así que asintió y se sentó y limitó a ver que más ocurría.
  Hyung se pegó un susto al ver como una chica, probablemente de la misma raza de Milo, el compañero del otro coreano,  lo metía  a éste en la fuente de cabeza. Menos mal solo intentaba que este bebiera, seguramente porque no le estaba haciendo mucho caso a Rox que después de haber bebido le hacía señales para que éste bebiera. De cualquier manera no se acercaría mucho a la chica animal, podría ser que allí fuera la gente así, o que en este caso no fuera a malas, pero no quería comprobarlo y según como hablaba no le llegaba a gustar como persona. Poco a poco todos empezaron a beber de la fuente, y a presentarse. Hyung no iba a ser menos.
-Mi nombre es Hyung, de la Tierra, encantado.- dijo con su ya muy repetida reverencia, pero que le iba a hacer, conocía gente nueva por minutos.
  Ya solo los dos pequeños que habían venido con ellos faltaban por beber, los dos se acercaron lentamente a Hyung le sorprendió como el más pequeño fue el primero en beber, aquel que antes lloraba ahora se le veía un poco más valiente. Esto alegro a Hyung << No será tan lastre>>. Por el fondo se acercaba uno nuevo a beber también humano. No sabía que pensar a Hyung nunca le habían gustado los grupos, pero no había más gente así que... << ajo y agua>>.
  Miró a los lados haciendo un pequeño análisis de quien le podría caer bien y quién no.  Se quedó callado esperando a que otros hablaran y así ir conociendo indirectamente a tanta gente nueva.

La nueva brujeria del otomano revelose, pareciase otro caligrama destinado esta vez para la criatura aviana, quien, por algun motivo, aletealabe de vuelta. Lorenzo tomose dos pasos extraños para salir del centro de aquello, mientras resolvianse los sucesos.

Tomo que la nena con la española, y sus zapatos, se aventurasen más adelante en pos de que el diestro reemprendiese la marcha. Claro estabase que deberian de proseguir para, o bien, encontrar más gente o salida aquelo obscuro lugar.

Divisose abertra, las botas de cuero del diestro apresuraron paso y asomose por esta, contemplandose el exterior. Una plaza, en un sentido literal, centrada y al exterior, coronada por una fuente decorada con sierpes curvas.
―Siniestro pareceme.―comentó en un susurro a los demás antes de aventurarse al exterior.

Personas aun más circenses aun podrian hacer acto de presencia sin que realmente encontremos una salida de vueta a nuestros hogares.

―Asi como Sísifo, destinado a un infierno estoy...―murmuró ante su situación actual mientras avanzaba hacia el centro, la fuente. Agua clara, transparente. Más sin virutas, el español no podia juzgar si potable o no, y, como era sensato, no era aconsejable beber de ella.

Cansancio le pesaba los hombros, asi que mientras los demás goteaban por la salida, hizo mutis a un lado de lo que parecia ser una obertura a una calle y la examinó con orbes dorados atentos. ¿Aquello era una ciudad ruinosa?

Había terminado en el mismo sitio que el resto del grupo, a pesar de un par de veces haber estado a punto de doblar por una calle diferente u otra sin previo aviso; no creía que tuviese que darlo. Sin embargo la oscuridad de los callejones le pasmó y prefirió no arriesgarse. De no ser porque no tenía sentido, diría que no había iluminación en toda la jodida ciudad.
Había tratado de convocar una luz mágica por el camino, de nuevo sin resultado. Con todo, la migraña de rebote ahora era más leve. Fuese lo que fuese lo que aún anidase en su organismo estaba desapareciendo. Se sentía también más espabilado que hacía unos minutos.

Algo le llamó la atención inmediatamente nada más acceder a aquel espacio abierto. Decepción, por descontado, al no ver ni siquiera en una plaza pública signo alguno de actividad, pero en realidad lo que le interesó fue la fuente.

Agua. Perfecto. Le llenaría el estómago.

Ni se le ocurrió que pudiese ser no potable. Si la fuente era funcional y estaba al alcance, se podía beber. Incluso ante el claro deslustre de la ciudad no le cabía en la cabeza que en lugares que no eran Carabás funcionase de otra manera. Era lo más eficaz. Recogió agua con las manos directamente de uno de los caños, que salía de una estatua de serpiente, y bebió a grandes tragos.

Reconoció la magia actuando sobre su cerebro, pero a un nivel muchísimo más amplio de lo que había experimentado nunca. Miró a todas partes, alarmado. ¿Qué había cambiado? ¿Qué-?

Supo qué era al intentar comprobar su agilidad mental leyendo la lección que había estado repasando horas atrás en el transporte. No entendía nada. Ni una sola sílaba, ni un caracter.
—¡Mierda!

Oírse le hizo darse cuenta de que no era ninguna versión distorsionada del carabés. La estructura era diferente. ¿O no? El nuevo idioma iba asentándose en su mente como si siempre se hubiese hallado allí y Sox ya no era capaz de comparar ambos. Necesitaba un baremo objetivo.

El de la capa había sido de los primeros en llegar. Sox no había tenido tiempo de quedarse con la sonoridad de su lenguaje, pero tendría que servir.
—Oye, ¿me entiendes ahora? —le interpeló. Al fin y al cabo los de piel rosácea eran mayoría, podía haber sido el elegido como idioma común. Podía ser también un idioma aleatorio para cada uno, claro, ¿pero quién programaría esa tontería?

Empezó a dibujar de nuevo en la tarjeta, exasperado. Estaba haciendo el trabajo del que deberían encargarse los que estaban organizando aquel desastre: señalizar. No tenía por qué, en realidad, pero a Sox le sacaban de quicio las cosas mal hechas.

Lo único que cambiaba ahora entre las imágenes era que en el recuadro de diálogo del monigote que bebía los símbolos cambiaban. En el primero rayas, en el segundo puntos. Más claro imposible. Sox había escrito en la imagen siguiente, en aquel idioma nuevo, "si puedes leer lo que está aquí escrito, di "agua" en voz alta."

Dejó la tarjeta funcionando al borde de la fuente. Se quedó por allí, mirando a los que iban llegando con los brazos cruzados de forma inquisitiva, a la espera de sus reacciones para comprobar sus hipótesis.

Antes de poder darse cuenta de lo que pasaba la pequeña belga se había soltado de su lado, se había puesto sus zapatos (“Menos mal”, pensó ella. “Así matamos dos pájaros de un tiro, yo no tengo que llevarlos en la mano, y aún menos en los pies, nunca más… ¡yey! y ella parece feliz”), se había levantado tambaleándose, había agarrado con fuerza el brazo de Mónica y, debido a los zapatos que además de lo inestables que eran de por sí le quedaban enormes, taconeaba precariamente tirando de ella hacia adelante, como si la hubiese entendido (“Genial, alguien aquí se mueve por fin. Gracias”); de modo que se puso a su lado para ayudarla a caminar, porque Zanahoria estuvo a punto de merendarse el suelo en un par de ocasiones. A Mónica se le escapó una risita al verla caminar de ese modo, que se cortó en seco en cuanto salieron y se encontraron con una plaza un tanto tétrica en cuyo centro había una fuente.

-Ya lo creo que es siniestro. Y encima no hay luz. Con lo bien que le vendría a este sitio un par de farolas, que no se ve un pijo- le respondió por encima a Íñigo Montoya, que iba justo detrás de ellas.

Mónica se acercó a la fuente para curiosear sus tallados y se golpeó el dedo meñique del pie contra una piedra cuyo único delito era estar en el camino de la madrileña.

-¡Me cago en la puta de oros!- exclamó agarrándose el pie y dando saltitos, como si eso aliviara en algo el dolor, y se dirigió a la fuente a la pata coja para sentarse en el borde y resoplar. -¿Veis como este lugar necesita una farola? ¡Hostia, me podría haber desgraciado el pie! ¿Y si hay drogatas por aquí? Oh, Dios mío. ¿¡Y si hay drogatas por aquí y se ven atraídos por el olor a cubata de mi vestido!? ¿Y si han dejado las jeringuillas por el suelo? ¡Este lugar es peligroso! ¡Tendría que demandar al ayuntamiento del municipio por negligencia vecinal!

La muchacha se puso a escudriñar el suelo en busca de la presencia de jeringuillas, pero su mirada se desviaba hacia la fuente, claramente hipnotizada por el agua cristalina, por lo que se dio cuenta de pronto de lo sedienta que estaba. Muy, muy, muy sedienta.

“Mmmh, daría lo que fuera por un sorbito de agua. O un vaso. O una botella de litro y medio…”. Alargó la mano para rozar la superficie, pero la retiró antes de siquiera mojar la punta de las uñas. “Ah, no. Ni de guasa, Moniquita. A saber lo que ha habido ahí, quién habrá metido la manaza… o la zarpa… o el apéndice que tenga en el agua… ¡o si alguien se ha dado un remojón! Puaj, puaj, puaj. Tú de ahí no bebes. Requetepuaj. Ya puede ser el agua más pura del mundo (de la que además no podrías beber, genio, porque el cuerpo humano no la soporta) que tú puedes aguantarte hasta que veas un grifo que parezca seguro. Sí, sí. ¡Tú puedes, campeona! Además, ¿qué pasa si te da diarrea? ¿A que la perspectiva no te hace gracia? Ya, lo sé. Además Jonás se estaría riendo de ti por centurios si se entera. Nada, nada, tú a lo seguro. Buena chica”.

Sin embargo, a pesar del discurso mental de ánimo que se había dirigido a sí misma, no podía dejar de mirar las ondulaciones que el agua hacía, chapoteando suavemente contra el murete. La voz del vampiro, que se acercó a grandes zancadas a beber del agua, la sacó de sus cavilaciones. -¡No, no, que a saber lo que puede haber a… ya nada. Espero que no mueras- le espetó tras haber intentado detenerle y no haberlo conseguido.

Sin embargo el vampiro no parecía enfermo, sino muy emocionado, porque se puso a parlotear de pronto (¿sonaba diferente su pronunciación? Mon no estaba muy segura, nunca se le dieron especialmente bien los lenguajes) y volvió a dibujar, dejando una tarjeta encima del borde de la fuente y mirando inquisitivamente a todo su público. Es decir, a ellos. Mónica se frotó la frente y se acercó sin levantarse de su asiento improvisado a verlo.

-Hijo, no se entiende nada. Pero nada de nada. Podrías haber dibujado algo reconocible. ¿Es… una pantalla de televisión sin funcionar? Uf, no estoy de humor para adivinar, me muero de sed. Dame una pista- apoyó los codos en las rodillas y miró lastimeramente el agua. -Quiero aguaaaaaa...

Poco le faltó a Nadzieja para soltar un suspiro de frustración al darse de cuenta de que el resto, efectivamente, las estaban siguiendo. Y aunque hubo un par de veces en las que parecía que al menos “ojos rojos” iba a desviarse, al final siempre se mantenía con ellos lo que la hacía rabiar por dentro. Además, estaba el hecho de que por muy bonitos y maravillosos que fuesen los zapatos, estos eran asombrosamente incomodos para caminar, pero la obstinación por poder llevar aquel milagro en ese horrible lugar le impidieron quitárselos (aunque mentalmente ya había tomado la decisión de que si conseguía la corona los zapatos se iban a ir a tomar viento). Por lo que la pequeña belga iba acumulando un humor de perros en su interior que se estaba entremezclando con sus pesadillas de muerte y destrucción, que le esperaban según ella en algún sitio (que su imaginación no parecía dispuesta a definir).

Cuando llegaron a aquella siniestra plaza con la horrorosa y aún más siniestra fuente. Nadzia se arrepintió de haber salido de las mazmorras, al menos ahí había un sito donde encerrarse y de ese modo evitar que algo entrase a atacarla, pero aquí, aquí sólo había una fuente que parecía haber sido tallada para asustar y un montón de callejones y torreones por donde podrían venir a atacarles una horda de lobos come cerditos, cabritillos y niñas. La belga se apretujo aún más a la española, abrazándose a ella y cerrando los ojos con fuerza.

No fue hasta que la chica la soltó para dar saltitos mientras se agarraba el pie que la niña se dio cuenta de que estaba junto a la feísima mole de piedra tallada que expulsaba agua. Se quedó mirando a Mónica hacer el idiota y renegar del agua un rato hasta que ella misma sintió el poder de la sed reclamar su garganta. Y mientras la española intentaba impedir que “ojos rojos” bebiese, ella lo hizo sin problemas: metiendo su cara con la boca abierta sin ningún tipo de delicadeza en el chorro de agua. Puede que la pequeña fuese pesimista pero toda su vida bebiendo en fuentes de parques infantiles y su desconocimiento de los gérmenes le daba una sensación de seguridad y familiaridad, que le impidieron crear escenarios de envenenamiento o muerte. Esto fue hasta que sintió la magia correr por ella, en ese momento si pensó que la habían envenenado. Vio como sus pensamientos cambiaban no de contenido sino de forma, sintió como sus palabras y sus sonidos se transformaban en un torbellino que giraba en su mente, notó como perdía su lengua materna para transformarla en una ajena. Un idioma extranjero y grotesco se había apoderado de sus pensamientos. Tuvo que sujetarse en el borde de la fuente para sostenerse, su respiración alterada y rápida, y con los ojos llorosos de la angustia y el susto.

No fue hasta que entendió las palabras del vampiro que levantó la vista, que hasta entones había tenido clavada la translucida agua.

-Yo si te entiendo.- Dijo casi sin voluntad y nada más decir aquellas palabras se tapó la boca con espanto, eso no era francés ni nada que hubiese conocido, Nadzieja estaba aterrada.

Aquella gente estaba chalada... excepto el chamán de los dibujos, quizá. No le entendían, de eso estaba segurísima, pero quedó patente que no entendían tampoco cómo funcionaba el mundo pues no se les ocurrió nada mejor que abandonar el edificio y salir. <<Con lo blanditos y esmirriados que están... Como algún Cazador o guardia del Coro ande cerca, los liquida. Y si no, a saber lo que puede vivir entre las ruinas. Si hay edificios, hubo gente... Y la Naturaleza reclama lo que abandonamos así que...>>

—Estos desplumados... ¡Seguro que tenían plumas pero las perdieron por locos! Tiene sentido... por algo se dice eso de "se te van las plumas".

Les vio marchar y salir uno a uno... y después de lanzar un último vistazo a su alrededor, les siguió. Uno de ellos tenía magia así que de momento le seguiría. Quizá aquello era una prueba de Mikk, como las primeras que le puso Sinrastro para ver si realmente valía... <<Si esto es una prueba, ¿por qué no hay más roquenses? ¿Por qué hay tantas criaturas extrañas?>>

Siguió haciéndose preguntas que no llevaban a respuesta alguna mientras aceleraba y conseguía ponerse detrás del grupo. Estaban acercándose a la fuente que había visto desde el techo... Y de hecho había más gente rara allí. "Gente" por decir algo. La roquense se acercó a la estructura, se subió al borde y escaló hasta lo alto, donde se puso de puntillas para intentar ver más allá de la plaza aquella. <<Más ruinas oscuras... Ni una fogata ni antorchas ni nada... Parece completamente abandonada>>

Pero no tenía sentido aparecer con tanta gente tan diferente en una ciudad semejante a la misma hora el mismo día. Si al menos se hubieran despertado a distintas horas... pero hasta en eso coincidían. ¿Por qué? ¿Para qué? <<Algún motivo tiene que haber... O a lo mejor no lo hay. O es un sueño... ¡Imposible, esto es real!>>

Al pensar aquello, dio un pisotón sobre la fuente y seguidamente miró hacia abajo. Menudo espectáculo estaría dando subida allá arriba y golpeando a la pobre fuente que no había hecho nada... Todo lo contrario: tenía agua para ellos mientras durase aquello. Y de hecho aquellas criaturas estaban bebiendo... <<Esperaré a ver alguno muere y resulta ser venenosa...>>

Pero no sucedió tal cosa... De hecho... algo no iba bien. El chamán había vuelto a hacer uno de sus dibujos y lo había dejado en el borde, así que Sinceridad bajó de un salto y con un par de aleteos para acercarse. No entendía lo que ponía pero el rubio miraba a todo el mundo que se acercaba con una cara curiosa... Y de hecho algunos fueron más allá y probaron el agua. <<¿Qué les pasa con el agua? Solo es agua. ¿A lo mejor la prueba es sobrevivir después de beber? ¿Lleva veneno mágico? ¡Entonces está chupado, Mikk me lo dejó claro!>>

Y bebió. Mejor dicho, miró al rubio como desafiándole y se lanzó como un resorte a la fuente. Tragó varias veces y luego salió con la cabeza empapada, así que se sacudió sin miramientos. <<Van listos si c...

—¡Mi voz! ¡Mi voz ha cambiado! ¡Por todos los...! ¡¡Brujería, magia!! —estalló, asustada por el cambio tan absoluto y repentino. Sonaba igual pero no era roquense—. ¡Tú lo sabías! Por eso... ¡Entiendo tu magia! ¡Agua, pone agua! ¿Me entiendes ahora, Chamán? —inquirió, nerviosa y asustada, tanto que cogió a Sox de nuevo por el brazo y le apretó un poco.

Atisbose unos instantes más las calles venideras. Parecia, como los edificios, abandonados, como si del polvo y el tiempo ahora pertenecieran y sus dueños con suerte tumba cristiana tuvieran. Alisose el bigote, pensivo, antes de volver casi al trote acelerado con los demás que, ingenuamente, habianse puesto a brebar de la fuente como jamelgos deslomados tras la marcha. Un siseo de cansancio surgio de los sus labios primero de sus palabras.

―Non vese moros en la costa.―soltó deshondado de emoción―Bueno es que malhechores non se atisben ahora que albergamos la noche, malo que, a solas, sin guia, andamos más perdido que un ciego sin su Lázaro.―

No entendió el nuevo caligrama del otomano, quien parecia ser una representación de una persona siento acosada por una nube de garabatos, asi pues, ignorante, no dijo nada desde el respeto a su situación.
Arqueose sobre su espalda y quitose los guantes. Andaba ya cansado, pesabanle los hombros y escocianle las heridas. Cogio del agua de la fuente y virtio su frescor sobre el gesto, perladas gotas resbalandose hasta entrometerse con su taimada perilla y bigotudez. Latigazo ardiente, como si el mismo satanás le flagelase el vientre, vino cuando se estiró. Tirose de la camiseta hacia fuera y examinose la herida, cosida, y muy fea, pero en buen camino. Cogió más agua y lavosela, asi como su camisa, que frotó y escurrió sobre la fuente, sin importarle si manchabase de sangre seca tambien. Con un siseo de alivio, virtio más agua y diose por terminado.

Chachara comenzo a surgir, Lorenzo centrado en sanearse sus heridas, diole ningun oido, mientras sus ojeras se agrandaban con su cansancio. Cansado y sucio, algo de agua limpia era recomfortable. Quitose el gorro con una exhalación, sentose al borde de la fuente, reposando el alancha sobre el su regazo, comenzó a canturrear. No era en voz alta, y mucho menos con energia, sino más bien un canturreo entre susurros de una persona atareada, mientras el español se frotaba la cara con agua, luego el cogote, cuello y manos.

Canción de Lorenzo:

La canción seguia más allá de donde se detuvo, pero, empezose a dar cuenta de algo extraño que ocurrió entonces. Juraria que sus palabras, incluso la su propia voz habia cambiado. Quizás por cansancio, se habia detenido, extrañado por aquello, decidió continuar, para comprobar que lo que le ocurria al diestro era fruto de su cansancio.

―Y cuando lleguemos a...―su voz rompiose a medida que entonó aquellas palabras. No erase una alucinación. Asi era su voz. Y lengua. Culpables. No era sino otro idioma, que no era el español de castilla que los sus labios entonaban.
―P-Pero... ¡Por los doce apostoles, mi voz! ¡Non pienso más en la lengua de Castilla!―exclamó, poniendose en pie de un salto y tornando su espalda hacia la fuente.―¡Podia ser... ¡Aqueste agua estase embrujada!―añadió con sorpresa aterrada.

Mónica observó sorprendida cómo todos comenzaban a hablar y mirarse los unos a los otros como si se entendieran.

-¿Os estáis enterando de lo que dicen los demás? ¿Me estáis gastando una broma?

Se arrellanó un poco más sobre la fuente, pensando que, al fin y al cabo, no hablaba lo que hablaban sus compañeros don Plumitas, Zanahoria y el vampiro, y que lo mismo habían hecho un pacto para fingir que no se entendían hasta que de pronto destapasen el pastel… claro que ideó esto sin tener en cuenta los gestos de consternación que se daban entre algunos de sus compañeros.

-Qué graciosillos que sois, ¿no?- les dijo frunciéndoles el ceño. –Claro, aquí todos haciendo como que nadie sabía nada de nada y resulta que os entendéis todos…

Sin embargo su charla se cortó en cuanto escuchó que Íñigo Montoya de pronto ya no hablaba en ese extraño castellano que, aunque difícil de entender, algo se comprendía, y al ver su gesto de estupefacción y sorpresa. Mónica palideció, mirándole.

-Se… ¿se puede saber qué te ha pasado?- después dirigió la mirada hacia el agua de nuevo, sumando lentamente dos y dos (al fin y al cabo, la chica no era tonta, sólo hacía gilipolleces): todos los que de pronto hablaban y se entendían le habían pegado un chupito o se habían mojado con ese posible veneno mortal lleno de bacterias y virus.
Mónica palideció aún más si cabe, aunque, a pesar del miedo repentino, una sonrisa asombrada le elevó las comisuras de los labios. –Magia…

“Sí, pero magia asquerosa. ¿Pretenden que meta el morro ahí dentro? ¡Já! ¡Por encima de mi cadáver!” se dijo con sarcasmo, tratando de espantar los pensamientos horribles que comenzaban a invadir su mente. “Aprenderé a vivir como los sordos, creando un nuevo método de lenguaje de signos y…” suspiró. “A quién quiero engañar. Voy a estar sola e incomprendida aquí. No puedo acercarme a esa agua. Sencillamente no puedo”. El mero pensamiento de tener que beber de allí, aunque estaba tan sedienta que habría dado lo que fuera por algo de líquido, le provocó escalofríos y arcadas.

Se levantó, mirando el agua con la boca cada vez más seca, y carraspeó para llamar la atención del grupo.

-Mirad…- dijo, con la voz llena del pánico que le daba el tener que depender de esa agua para hacerse entender. –No puedo. No puedo beber de ahí. En serio- trató de alejarse, pero el pie todavía le dolía, de modo que volvió a sentarse tratando de fingir dignidad, parpadeando furiosamente para alejar unas lágrimas de terror y nerviosismo.

"¿Te vas a romper ahora? ¿Qué eres, una Gutiérrez o un ratón? Jonás se burlaría de ti pegando un buen buche de agua y salpicando bien fuerte. Además, Doce Punto no te habría traído a un lugar donde el agua te matara. Y mira, a ellos no les ha pasado nada, parecen sanos" se dijo, tratando de tranquilizarse mientras respiraba hondo. Sin embargo, al pensar de nuevo en tener que beber del agua se le puso la carne de gallina y tuvo que reprimir otro acceso de arcadas. "No. No puedo, soy un ratón. Joder, ¿por qué tenía que ser agua contaminada? ¿Por qué la prueba para entenderse no ha podido ser el tener que aplastar a un bicho gigante? Sería mucho más fácil...". Volvió a inspirar, tratando de llenarse de valor, y levantó la mirada hacia sus compañeros.

-Salpicadme- les pidió, controlando la voz para que no se le rompiera de nuevo, mientras hacía gestos y fingía una sonrisa tratando de no pensar en lo que estaba a punto de hacer. -¡Venga, como si fuera verano y estuviéramos en la fiesta de la espuma!- les volvió a sonreír.

Sox se frotó las sienes tratando de aliviar una migraña que en esta ocasión era puramente imaginaria. No sabía con certeza qué era lo que fallaba: el que algunos eran demasiado obtusos para comprender lo que había puesto o que él debería haberse apuntado a alguna extracurricular de dibujo. Teniendo en cuenta la cantidad vergonzosa de horas que había tenido que echar para lograr sacar sobresaliente en la parte artística de su currículo, una asignatura obligatoria básica como el cartón, no achacaba enteramente la culpa a los demás.

Se giró bruscamente ante las palabras de la niña. Distraído con las amonestaciones de la chica del vestido, no la había visto beber. Ató cabos enseguida.  
—Bien —asintió con parquedad—. Eso es que funciona.

Ave fue la siguiente en seguir el mismo patrón. "Pues sí, magia." No terminaba de comprender por qué parecía sorprenderles tanto aquella conclusión.
—Sabía lo mismo que tú al llegar aquí. Me he limitado a deducir —le aclaró, dando por hecho que la pregunta de si le entendía quedaba respondida por sí sola. Toleró el agarre por estar procesando aún la perplejidad: un ser claramente no antropomorfo estaba hablando con igual facilidad que cualquiera de ellos. Tenía sentido -difícilmente iban a traer a candidatos no aptos por defecto- pero seguía siendo difícil de asimilar. Espera, ¿Chamán había dicho?
—¿Qué significa eso? —preguntó sin rodeos. Parecía un apelativo.

El fenómeno volvió a repetirse con el tipo de la capa. Bingo. Sox no necesitaba más pruebas.
—Una forma enrevesada de decirlo, pero sí —confirmó con la tranquilidad de aquel para quien algo así era algo dentro del reino de lo posible—. Pero el hechizo está programado con el culo. Podían habernos añadido un idioma nuevo y ya está.

Con todo, no le molestaba demasiado. En el contexto de una competición tenía sentido que gente de un mismo mundo no pudiera pasarse mensajes indescifrables para los demás. Nada de alianzas preformadas. Además, bastaba con un hechizo logomántico semejante para devolverles lo que habían perdido. Nada de lo que alarmarse.

Observó atentamente la reacción de los demás. El idioma nuevo no era por tanto ni el de los tres de piel rosada, ni el de Ave. No, espera, quedaba una de los tres por intentarlo. "¿Y a ti qué te pica?" Ya la había oído protestar, aunque tarde, a que bebiese de la fuente. Iba a ignorarla -dos de su... ¿mundo de origen? habían bebido ya y no era necesario que ella lo hiciera- pero ella se puso a gesticular antes. Sox atendió con el entrecejo fruncido.

—O sea que quieres beber... pero no quieres beber —concluyó. Ya iba a desentenderse cuando la misma chica indicó por gestos una vía alternativa, y no sería Sox el que se demorase con gilipolleces. Hizo cuenco con las manos, reunió toda el agua salida del caño que pudo, y sin ceremonias se la salpicó a la cara tal y como había pedido.

La niña vio como poco a poco todos los presentes iban obteniendo el mismo extraño habla. Era algo mágico.

“Oh dios mío, magia de verdad… ¡como la de Harry Potter! ¿Tendrán alguna escuela de magia y hechicería en este sitio? No, seguramente no, sino hubiésemos ido en barcas… así que ahora nos entendemos, mierda, ahora podrán entenderme cada vez que diga cualquier cosa mala y yo les entenderé cuando preparen sus diabólicos planes de matar niños, ¡Oh no! Y ¿por qué diablos estoy con esta panda de monstruos lunáticos? El coco no me prometió esto… bueno, es que es el coco, tampoco hay que esperar nada bueno de él… que tonta he sido, ahora moriré de una forma horrible por culpa del coco y sus amigos, seguro que dentro de poco aparecerá de la nada algún Frankenstein o un Pokemon salvaje o un montón de zombies o…” Pensando en sus pesadillas cotidianas la niña casi no presto atención a las palabras del pájaro y del Duque aunque a ambos les dedico una mirada y un pensamiento cuando estos hablaron en ese idioma supuestamente entendible, supuestamente porque del Duque apenas entendió una parte de toda su frase “¿Habrá bebido mal? ¿Cómo se puede ser tan estúpido como para no saber beber bien?”  Y con el entusiasmo del ave sólo pudo pensar “Más inteligente que muchos niños sí que es: sabe leer.”  Pero fueron las histéricas palabras incomprensibles de Mónica las que le hicieron volver por completo a la realidad.

Cuando “ojos rojos” estableció la gran contradicción que era el mensaje de la chica, Nadzia dijo al tiempo que pensaba:

-A lo mejor necesita ayuda… “A lo mejor es un poco tonta”.

Al ver lo que hacía “ojos rojos” para ayudar a la española, Nadzieja se unió a la acción. A principio solo tenía planeado lanzarle un poco de agua al igual que el carabés, pero al ver la cara de la chica decidió que lo más divertido era lanzarle agua a mansalva apuntando al rostro, lo más rápido que pudiera y cuantas más veces mejor. Lo que empezó siendo una “buena” acción se convirtió en un “a-ver-cuanto-aguanta-esta”. Y aunque intento reprimirla, una sonrisa maliciosa se extendió por su rostro durante apenas unos segundos, nadie podría haberla visto pero ahí estuvo.