Primer sueño de Maila

Maila se encuentraba por un camino familiar, aunque por algún motivo no termina de reconocerlo del todo. La hawaiana no tardó en ver que había ligeras diferencias, pero no había duda de que lo conocía. Justo entonces el paisaje cambió y Maila se encontró en el sendero hacia su casa. El olor del mar y del paisaje la embargaba y sin preguntarse cómo de repente estaba allí extendió ambos brazos y respiró hondo, disfrutando del momento.

Decidió emprender el camino de vuelta al faro. Sus hermanos debían estar esperándola juzgar por la hora que era. Mientras observaba el bonito atardecer Maila frunció el ceño al notar que sus pies se hundían en la tierra más de lo normal. <<Qué raro...>> Pensó antes de olvidarse del asunto al ver su hogar en la distancia. La hawaiana terminó de cruzar el sendero con paso apurado, deseosa de ver a su familia. Fue entonces cuando notó que algo no iba bien.

Sus hermanos eran unos alborotadores. Y lo normal a esa hora es que estuvieran completamente desatados sin la vigilancia de ella. Como si algo hubiera hecho "click" en su cabeza la hawaiana giró bruscamente la cabeza hacia el mar. Desde allí podía ver cómo las olas se deshacían justo antes de llegar a la orilla, cómo chocaban contra el acantilado con fuerza. Solo unos metros por debajo del faro. Solo a unos metros de ella. Una gaviota abrió la boca, pero no emitió ningún sonido.

La hawaiana se llevó las manos a ambas orejas. <<¿Me estoy quedando sorda?>> Se preguntó con una sombra de preocupación en el rostro. Instintivamente empezó a correr hacia su casa y cuando escuchó únicamente el sonido de sus pasos redobló aún más la velocidad.<<Qué me está ocurriendo?>> Pensó a la par que agarraba el pomo de la puerta.

-¡Papá! ¡Api, Mana, Arthur! ¡Me pasa algo raro!-Los llamó con la voz agitada y algo elevada, mientras entraba en el faro.

Maila se quedó congelada en el sitio, incapaz de procesar lo que estaba viendo. Su casa, su hogar durante tantos años estaba cubierto de polvo y tierra. Y era evidente que hacía tiempo que nadie pisaba ese lugar. Pero... ¿Dónde estaba su familia entonces? Un sudor frío le recorrió el cuerpo y sus rodillas empezaron a temblar sin control. Sin previo aviso y activada como un resorte Maila empezó a correr por las habitaciones en busca de sus hermanos o su padre.

-¡Mana! ¡Api! ¿¡Dónde estáis!? ¡Papá!- Preguntó con un miedo y preocupación evidentes en sus palabras cada vez que entraba en algún cuarto. No encontró a nadie en el faro, ni siquiera arriba en el mirador. <<¿Qué está pasando?>> Se preguntó ya sentada y derrotada en su cama, la cual estaba llena de polvo, tierra y arenisca. Estaba fatigada, tenía miedo y un profundo peso en el pecho. Necesitaba pensar hacia dónde podían haber ido. Aunque a juzgar por la suciedad parecía que hacía tiempo que se habían largado. ¿Pero adónde? ¿ Por qué no le habían dicho nada? ¿Cómo es que había pasado tanto tiempo desde que se fueron y ella no se había enterado antes? Demasiadas preguntas y pocas respuestas.

Con la cara empañada en lágrimas la hawaiana giró la cabeza hacia su mesita de noche. Y tuvo la sensación de que faltaba algo allí encima, pero no estaba del todo segura en realidad. De hecho le ocurría lo mismo con varias zonas de la casa. Su mente se quedó en blanco todas las veces que intentó recordar si faltaba algo o no, por algún motivo. Lo que aumentó aún más su frustración. <<¿QUÉ COÑO ME ESTÁ PASANDO?>> Se preguntaría completamente desquiciada y fuera de sí. Maila pegó un fuerte grito, enfadada con el mundo y con ella misma, hasta que se le quebró la voz . <<Mis hermanos nunca se irían sin mí. Alguien se ha llevado a mis hermanos. Alguien se los ha llevado.>> Su mente no dejaría de repetir esas frases mientras se levantaba y le pegaba varias patadas a la cama, fruto de toda la ira acumulada. Los golpes harían que cayera una buena cantidad de arenisca al suelo. Y sólo entonces se dio cuenta de lo rápido que había crecido aquella capa de arena y tierra por todo el lugar. Encima de los muebles, en los marcos de los cuadros...En algunas partes de su habitación ni siquiera se veía el suelo.

-Tengo que salir de aquí.- Le dijo a la nada, con una cara de sorpresa, de incredulidad y de terror por lo que estaba ocurriendo. -El convento.- Soltó de repente con un tono de esperanza. -Quizás están allí con Fleur.- Comentó en voz alta para darse ánimos. La hawaiana se dirigió rápidamente en dirección a la puerta, con la intención de ir allí a buscar a su familia. <<Alguien tiene que saber que está pasando>>.

De repente a Maila le asaltó el recuerdo de su familia antes de que abandonaran el faro. Pero sin saber muy bien por qué no podía recordar ni sus nombres o rostros. Solo sus voces y sus aspectos de forma muy vaga y simplista. La hawaiana se detendría antes de llegar a la puerta, muy confusa por lo que estaba ocurriendo y por algún motivo... vacía. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué no era capaz de recordar con exactitud a su familia? No pasaron ni dos segundos cuando un cristal surgió de su cuerpo y se puso frente a ella. Maila pegaría un grito, asustada por aquel hecho y daría varios pasos hacia atrás. Buscando alejarse de aquella cosa.

El cristal caería al suelo, quebrándose en miles de pedazos y confundiéndose con la arenisca que ya había entonces. La chica ladearía la cabeza intrigada. <<¿Qué es esto?>> Se preguntaría a la par que cogía temerosa un puñado de arenisca con la mano.<<Da igual>>. Pensó dejando caer el puñado. En aquel momento tenía que encontrar a su familia como fuera. No le importaba lo que costara, los encontraría.

Maila echó un último vistazo a su hogar, cubierto por aquel material con una mezcla de emociones. Sentía rabia y frustración, pero también estaba muy confusa por todo lo ocurrido. Y estaba claro que lo que fuera que estuviera pasando tenía que ver con aquella arenisca, o al menos eso pensaba. Porque a esas alturas no había que ser muy listo para caer en que no era arena corriente. No había encontrado ninguna nota de su familia diciendo dónde podían haber ido, y eso solo podía significar que no se habían ido por propia voluntad. La hawaiana estaba asustada, cierto, pero también sentía una profunda determinación de encontrarlos costara que lo que costara.

Cuando salió al exterior pudo ver el camino que anteriormente había recorrido  salpicado del mismo material que adentro. No sabía qué podía significar aquello, pero en esa dirección no se había encontrado con sus hermanos o a su padre. Así que no le veía sentido el volver. Maila se encaminó prácticamente al trote rápido en la dirección contraria. Hacia el convento. Esperaba verlos allí. Y si no había suerte ya pensaría en otra cosa. En aquel momento necesitaba un único plan o se volvería loca. <<Tengo que verlos. Tengo que recordar sus caras otra vez, sus nombres...>> Pensó aguantando el llanto.

Maila empezó a notar cómo cada vez era más difícil avanzar. La arena era cada vez más gruesa y apenas se veían las hierbas más altas. Con un grito la chica se cubrió la cabeza cuando empezaron a caer esos extraños cristales del cielo. <<Que alguien me ayude, por favor>> Pensaría completamente desesperada y asustada.

Los recuerdos irían desvaneciéndose de forma alarmante y a pesar de no recordar casi nada de su familia Maila siguió avanzando. La hawaiana sentía que el olvido de su familia cada vez le pesaba menos a medida que iba perdiendo vivencias con ellos en su cabeza. Cuando intentaba pensar en ellos solo se le venían a la mente imágenes muy diluidas y la certeza de que tenía tres hermanos y un padre. Por mucho que supiera que eran importantes en su vida ahora no podía evitar verlos de alguna manera como ajenos a ella misma. No le quedaban recuerdos a los que aferrarse.

Maila llegó por fin a Honolulu y no pudo evitar pararse ante el paisaje. Las calles estaban cubiertas también de aquella arenisca.<<Me estoy volviendo loca... Es eso...>> No sabía lo que estaba pasando pero sí sabía que Fleur era la única persona que recordaba por completo y con total exactitud. Necesitaba verla. No quería estar sola en aquel lugar de locos. Y la francesa sabría de su familia. Ella le haría recordar. La hawaiana se adentró en una de las calles, las cuales conocía al dedillo, para llegar lo antes posible al convento. Si llegaba sin imprevistos Maila llamaría a Fleur a gritos buscando su ayuda.

A pesar de la constante lluvia de cristales Maila se paró unos instantes al ver las calles de su ciudad inundadas de arena. Era como si una tormenta de arena de proporciones gigantescas hubiera pasado por su ciudad. La hawaiana se llevó una mano a la boca mientras con la otra seguía cubriéndose la cabeza, con lágrimas en los ojos y sintiéndose más sola que nunca siguió corriendo hacia el convento.

Para cuando llegó al convento el hecho de que estuviera abandonado como todo lo demás no le pilló de sorpresa, por desgracia se estaba convirtiendo en una cruda realidad para Maila. Sin embargo lo que no podía soportar era que Fleur no se encontrara allí tampoco, y sin embargo así parecía porque no respondía a sus gritos.

Cuando llegó al patio no pudo evitar asustarse por la nueva visión que tenía ante sus ojos. No era Fleur, pero era idéntica y eso le aterraba. ¿Quién podría haber hecho eso?¿ Y por qué? La hawaiana se acercó indecisa y algo temerosa. No iba vestida con su habitual hábito sino con ropas de Rocavarancolia, y aquello le daba más mala espina aún.

Armándose de valor terminó por acercarse y extendió un brazo para tocar la perfección de aquella escultura. Durante unos segundos le vino un pensamiento fruto del delirio por el que estaba pasando. <<¿Fleur, eres tú?>>

Justo cuando Maila toca la estatua de Fleur ésta se convierte en arena como todo lo demás. La hawaiana se echa hacia atrás debido al sobresalto, sin ser capaz de distinguir los fragmentos de la francesa de los que ya había por el suelo. <<¿Era ella de verdad? No... no puede ser>> La mente de Maila se encontraba en una cuerda floja entre la cordura y la locura por todo lo que ocurría antes sus ojos. Sin embargo incluso aquello dejó de importar. Fleur desapareció de sus recuerdos como toda su familia y gente que había conocido. Estaba sola.

Sentía el dolor, la pena y la frustración. Pero no sabía por qué. ¿Qué había olvidado que pudiera ser tan importante cómo para producirle ese sufrimiento? ¿Aún cuándo era incapaz de recordarlo? No lo sabía, y cuando intentó darse la vuelta para irse de aquel lugar dejó de pensar en aquel enigma. Tenía otras prioridades, como por ejemplo zafarse de esa oleada creciente de arena que se le llegaba por las rodillas.

Sus piernas habían quedado inmovilizadas y a pesar de hacer toda la fuerza de la que era capaz no podía siquiera sacar una. Desesperada decidió estiró todo lo que pudo sus brazos para alcanzar una de las paredes de piedra del patio e intentar hacer fuerza para sacar las piernas.

Maila no era creyente, pero entre gritos y lágrimas suplicó y rezó por salir de allí. Y que la arena no se amontonara más.<<Que alguien me ayude, por favor>>