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Aes
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Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
Fleur: Humana (Francia)
Siwani
Aniol: Humano (Polonia)


Unidades mágicas : 9/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D

Buenos días Empty Buenos días

12/11/23, 10:09 pm
Aniol apoyó sus mofletes en las rodillas, ladeando la cabeza levemente hacia un lado y acunando las piernas con sus propios manos en un abrazo frío y carente de sentido. Nadie debía sentirse tan solo nunca como para no tener a quien achuchar, pensó, deshaciéndose de las últimas lágrimas que alargaba su sollozo.

El niño exhalaba, dejando que el aire escapara de su pecho. Desde aquella posición la tronera le saludó, dedicándole con timidez los primeros rayos de un sol débil y extendiendo sus brazos hacia una reconciliación que no podría ser jamás.

Él sí tenía personas que estarían dispuestas a abrazarle, aunque fuera con palabras. Después de todo… se suponía que eran una tribu… pero… ¿Por qué se notaba tan revuelto y contrariado ante la idea de refugiarse en sus compañeros? Quizá era por el miedo, ese que nacía desde su vientre y le desgarraba huesos y órganos en pos de hacerle entender una verdad para la que no estaba preparado.

Podían morir. Todos y cada uno de ellos.

Aniol se tapó las orejas, en un intento vano de no escuchar. A esas horas el torreón permanecía en un silencio casi pactado, pero a sus tímpanos llegaba el grito desgarrado de Nohlem. Y el llanto incesante de Rick. También aquel “crack”. Todos aquellos sonidos característicos viajaban en bucle, atrapados en un pasado que no hacía más de unas horas era presente.

No quería pensar en ellos. No quería detenerse en la forma de una sábana blanca sobre un cuerpo. No podía verla, sin más. Prefería evitar a toda costa la realidad tan vibrante y cargada de ruidos molestos que se le presentaba. Prefería imaginar la casa de campo de su abuela repleta de una cabellera rojiza y una tez surcada de pecas.

Sus dedos sacaron a Anastasia de uno de sus bolsillos y los ojos color miel del niño se deleitaron en sus ángulos con cierta nostalgia. Si fuera una grulla podría alzar el vuelo para escapar entre nubes y murciélagos.

_________________________________________

"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."

"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."

"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."

"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
Raven
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Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75

Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga

Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.

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13/11/23, 10:02 pm
No soñó nada. En algún momento el cansancio había ganado a la pena, pero el abrazo de la noche no había sido más gentil que el del día. Se despertó con un regusto amargo en el paladar, con los ojos entrecerrados de un descanso efímero y la garganta reseca, cargada de un picor que poco a poco regresaba a su entumecido rostro. Al otro lado de aquellos muros le esperaba un día gris que nada tenía que envidiar a los nublados de su hogar, un sol apagado que parecía tener el mismo miedo que ellos a las ruinas que los rodeaban, como si brillar supusiera llamar la atención de peligros indeseados.

Levantarse fue como dar unos buenos días sarcásticos a una situación que no quería enfrentar.  Ojala poder volver a hundirse en el confort de no existir, permanecer refugiado en la subconsciencia e ignorar (Nunca mejor dicho) el cadáver que ocultaban dentro del armario. A veces seguir viviendo pesaba demasiado.

Bajó a la cocina sin estar muy seguro de que hora era. La incertidumbre iba ganando un hueco en su mente a medida que avanzaba por las escaleras y a cada nuevo escalón, con un poco de conciencia ganada los nervios le iban espabilando de malas maneras. ¿Que iban a hacer? Debían de llegar a la cicatriz para dejar a Serena descansar, aunque eso significase ver como los horribles gusanos se llevaban lo último que quedaba de ella…. ¿Y después? ¿Iban a enfrentarse a las ratas otra vez? Ya no era solo el problema de las alimañas, era el miedo al veneno, el desconocimiento de que era esa criatura, el terror a si había un nuevo cazador vigilandolos. Todo eran problemas para los que no tenían ninguna solución.

Se tomó un vaso de agua ignorante de que no estaba solo, dejando que al menos la bebida refrescara un cuerpo resacoso. Tenía hambre, ahora que la tristeza y el dolor se habían asentado lo notaba vivamente. Entre pensamientos ambiguos platos llenos de fideos y carnes varias se asentaron en su mente, hasta que vislumbro la figura redondeada de Aniol escondido entre los sofás y una nueva cobró protagonismo. Ojala unos churros, un chocolate caliente junto a una pequeña chimenea, ojalá fuera una mañana tan fácil y acogedora como el calor de una fogata familiar.

No era así, en absoluto. Ahora Aniol le temía y él si quiera podía excusarse por ello. Había perdido hasta ese pequeño remanso de paz, ese oasis minúsculo al que ir a refrescarse cuando el exterior abrasaba demasiado. Ethan tragó saliva al notar como un nudo se le formaba en la garganta presa de la pena y el arrepentimiento. Una vergüenza para la que no tenía nombre pero sí destinatario, pues podría asumir que otras personas le quisieran evitar la mirada, pero que la decepción viniera de los que más anhelaba proteger era diferente.

Tomó un paño limpio entre sus manos, aquel que había cogido para limpiarse las heridas del rostro pero que nunca había llegado a usar y con un paso inseguro, intentando no ser ruidoso para no molestar, se acercó al polaco.

-Buenos días… -Saludó de forma automática en apenas un susurro. Luego calló, conteniendo el resto de palabras que quería dedicarle para tragarse sus propias penas. No quería avasallar al niño, menos cuando no quería ni verlo. Así que un tanto dudoso le ofreció el trozo de tela como un triste consuelo con el que limpiar las lágrimas.

-Yo… Perdón.

Sentenció apartando la mirada, se sentía como un absoluto mentiroso. Ni eran unos buenos días, ni él tenía forma de ayudarlo.
Aes
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Nombre: Aniol
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22/11/23, 09:06 pm
Por mucho que se deleitara con aquel trozo de papel el niño jamás sería una grulla ni podría volar cientos de kilómetros hasta surcar el cielo de Cracovia. Estaba seguro de que si cerraba los ojos podía imaginarse así mismo batiendo unas alas invisibles, los tejados de las casitas de Pequeña Polonia le saludaban con una sonrisa. Los copos de nieve hacían cosquillas al impactar en sus mejillas y las chimeneas despedían una humareda familiar.

Al final de la calle al torcer la esquina… su hogar. Una choza de ensueño repleta de muñequitos de nieve ataviada con una fachada color pino y caldera.

Echaba de menos sus colores. Echaba de menos lo que le hacía sentir girar el pomo de la puerta todos los días cuando regresaba del cole y los ladridos de Cometa esperándolo más allá del umbral. Lo extrañaba todo, en realidad.

¿Pero… cómo podía extrañar a alguien que tenía delante de su tosca nariz? Si es que estaba a menos de tres palmos, y sin embargo, sentía que se encontraban más lejos que nunca.

Aniol observó el pañuelo que Ethan le tendió durante unos segundos, percatándose de la duda que presentaba sus formas como si temiera que ocurriera algo en especial. El labio del pequeño tembló y por un instante tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no recordar aquel lápiz ni aquel sonido.

Pero era Ethan. El mismo que le ofreció su mano para caminar juntos en las mazmorras y la misma persona que había estado velando por él durante toda su estancia allí. Puede que no lo supiera nunca… dadas las circunstancias, pero ese chico, rodeado de todas las figuritas que les hacía a todos para que se sintieran mejor, era lo único que le resultaba tan familiar como una guirnalda a punto de recibirte en vísperas de Navidad.

Desechó el pañuelo, más bien porque se levantó del sofá casi de un salto a su encuentro. Cuando su cara se pegó al pecho del chico con fuerza notó que algo se abría en su interior. Gracias a su ángel de la guarda podía permitirse seguir siendo lo que deseaba. Podía ser una princesa, una grulla o la propia Anastasia.

Podía ser, sin más.

Lloró desconsolado, dejando que la fogata de dolor diera sus últimos coletazos de ascuas para empezar a sanar poco a poco. Sus pulmones se abrieron, y el aire volvió a aspirar su garganta como un soplido de aire fresco.

Perdún… —fue lo único que dijo mientras se recuperaba de la toma de realidad. No sabía por qué Ethan se había disculpado con él, ni tampoco conocía la ciencia exacta de por qué lo estaba haciendo él en segundo lugar.

Tal vez fuera porque no quería acostumbrarse a aquella distancia, o porque lamentaba muchísimo que él también se hubiera quedado atrapado allí, teniendo que cuidar de dos pequeños que no sabían empuñar un arma. Y a pesar de todo eso ninguna de aquellas ocurrencias fueron pronunciadas en voz alta.

Tendría que haberte pedido permiso para lo del melocotón… —el agarre de Aniol se debilitó y sus dedos se escurrieron hacia abajo, su voz sonó con un poquito de “no puedo más”. Pero al menos sonó... ¿No?

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26/11/23, 06:34 pm
El pañuelo acabó escurriéndose de entre sus dedos, desapareciendo en algún lugar del sofá, oculto entre unos cojines que habían perdido tanta relevancia como la tela en sí. Pues Ethan ahora se encontraba parpadeando confuso, actuando con una lentitud pronunciada a medida que su propio corazón empezaba a llenarse de nuevas emociones, un manantial que crecía poco a poco desde su interior. La sorpresa se convirtió en una grata alegría y la alegría en una pena que se entremezclaban con el vaivén de un pecho al que le costaba encontrar un buen ritmo para respirar. Rodeó al pequeño en un abrazo gentil pero necesitado, donde la fuerza era la justa para no provocar dolor y firme como para dejar la huella de todo el amor que le tenía guardado.

Le había echado mucho en falta, más de lo que era consciente y ese vacío se notaba ahora que estaba volviéndolo a ocupar. Su estado era similar al del desierto, uno tan caluroso que dolía y uno al que Aniol parecía saber cómo regar para que la vida volviera poco a poco a germinar. Flores que embriagaban su pecho en un calor más cercano, que plantaron sus semillas en una garganta carrasposa y que volvieron de sus ojos el contorno borroso de un oasis recién creado. El abrazó se sintió tan eterno como efímero y si bien no le hubiera importado haber gastado su mañana estando así, sabía que la realidad era otra mucho más lejana.

Le dejó llorar en calma, acariciando en pequeños círculos su espalda hasta que logrará tranquilizarse y cuando este lo hizo una ligera risa se escapó del japonés, movido por lo entrañable que se veía el pequeño. Se pasó una mano por el rostro con todo el disimulo que le permitía aquella posición, pues temía que si era demasiado cantoso Aniol subiera la mirada para encontrarse con que no era el único coleccionando húmedas perlas en sus mejillas. Un recorrido que siguió hasta la coronilla del moreno donde dejó acomodada su mano para revolverle con suavidad el pelo.

-Esta bien, no pidas perdón por eso. Fue bastante gracioso.

Confesó en bajo dándole un pequeño estrujón para reforzar sus palabras. Si bien había sido un problema en su día, ahora solo era una anécdota divertida entre tanta tragedia, una que le hacía recordar que por suerte aún era un joven adolescente y una que le hacía sentir bastante más humano que el tener que hacer de padre o de médico improvisado. Aniol acabó aflojando el agarre y la duda ante sí debía soltarlo o no hizo que el londinense volviera del abrazo uno más suave, como el envoltorio de un regalo del que si tirabas un poco se abriría solo.  

-Oye.. perdona pero, puedo verlas? Tus manos digo.

Preguntó tratando de mover levemente su rostro hacía los lados, buscando encontrar desde esa posición las manos del pequeño. Lo último que había visto era el brillo de un cristal clavado contra su piel, una imagen que aún a sabiendas de que estaba curado seguía dándole cierto amargor en su boca. La herida de su rostro escocía pero al menos el hinchazón se había bajado lo suficiente como para que su ojo estuviera normal y allí donde antaño la piel era montaña ahora solo quedaba la rojez de unos cráteres irritados. Quería pensar que Aniol había tenido la misma suerte y se estaba recuperando rápido.

-Ayer no pude… -Se tragó las palabras, dudoso, ayer el niño había huido de él… No podía decirle eso. -Me quedé un poco preocupado, nada más. Prometo que si las veo una vez ya no te molesto más.
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26/11/23, 11:52 pm
Sin que fuera consciente de ello el pañuelo se deslizó tras su espalda de la misma manera que la risa suave de Ethan hacía que sus temores se esfumaran en silencio. Cerró los ojos con una paz soberana cuando el chico trazó círculos en su piel y por un momento estuvo tentado de imaginar a Nelka allí mismo siendo la que consolaba su miedo. Pero no era justo, se trataba de Ethan, era él la persona con la que estaban afrontando juntos la ciudad. Quizá no compartieran sangre en vena pero el niño sabía que la experiencia compartida unía sus historias de una manera que solo les pertenecía a ellos.

A la risa suave de Ethan le siguió una un poco más tosca de Aniol, ya no lloraba pero cerraba los ojos con tanta fuerza por disfrutar del contacto que las lágrimas acumuladas resbalaron hacia su boca dejándole un regusto a sal.

Sí, no fue nada, fue poquito —dijo haciendo un verdadero esfuerzo por retirarse lo suficiente como para enseñar las palmas de las manos. La cabeza del niño quedó orientada hacia arriba, observando ahora el rostro del londinense sin escrúpulos. Por un lado se alegraba de ver que no estaba ceñudo ni enfadado con él por su trastada con Kalna. Por otro lado, el hinchazón había bajado, sí, pero le seguía un enrojecimiento que saltaba a la vista hasta para él y eso que sus conocimientos médicos se limitaban a la varicela que había pasado todas su hermanas hacía tres años—. Lo de tu ojo parecía peor… ¿Ya estás bien, verdad? —el niño cogió aire, desviando la mirada hacia unos de los apabullantes muros de piedra que nada tenían que contar. Sabía por qué Ethan no había podido acercarse hasta él y entendía a la perfección aquel mutismo casi pactado entre ambos al respecto—. A veces me escuece cuando me doy la vuelta al dormir pero… Räg me curó, a él se le dan bien estas cosas… como a ti… —remató.

Tenía que soltarlo. Por mucho que deseara olvidar aquel tema y lo escondiera detrás de los “nunca” y los “jamases".

Oye… Ethan… —su voz sonó dudosa mientras se dejaba hacer para que el chico examinara sus heridas todo lo que quisiera. Su respiración se agitó, pero esta vez logró formular sus temores desde otra posición, el medio japonés estaba allí al fin y al cabo, como una lamparita de noche en la oscuridad—. Nohlem… no lo terminó… ¿No? —un fogonazo blanco cruzó su mente, dejando a fuego marcada la expresión del granta en un rictus de ira. No podría olvidar el aullido que pareció salir de su garganta. Ojalá no tuviera nunca que volver a verlo, ojalá pudiera decirle lo mucho que había agradecido que soltara la cuerda—. Sigue… ahí fuera… ¿verdad? Yo… —lo siguiente se escuchó más como un perdón, Aniol volvería a pegar su cabeza al pecho del joven si es que éste se lo permitía—. Creo que ahora ya sé que tú tampoco fuiste el que lo terminaste. No fue… no fue tu lápiz.

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27/11/23, 11:03 pm
Mientras el pequeño seguía hablando Ethan le tomó de las manos con cuidado, solo necesitaba una de las suyas para poder sostener las del niño así que la otra la mantuvo en su espalda. Se encorvó levemente para poder mirar más de cerca las heridas, apenado hasta por el más pequeño de los cortes. No deberían de dejar marcas y Aniol acababa de afirmar que no le dolían tanto… pero entonces ¿Por qué se sentía tan horrorosamente culpable? Cada día que pasaba estaba más seguro que no era apto para proteger a nadie, que simplemente por mucho que quisiera no iba a poder hacerlo. Ojalá poder curarle las heridas o quedarselas para sí. Ojalá que Damian no hubiera vivido las secuelas de los cola espinas ni Aniol el miedo del envenenamiento.

-Tienes razón, Räg es un crack, igual que Airi. -Le respondió con una sinceridad agradecida hacía los dos jóvenes. -A mí también me ayudaros así que el ojo me duele bastante menos, no te preocupes.

Mintió un poquito, bueno, quizá exageraba una verdad demasiado positiva. En cierta manera había mejorado pero el dolor seguía persistente, una molestía que pasó a segundo plano cuando Aniol disparó la primera pregunta. Sus palabras cortaron el aire como en su día hizo la flecha de Nohlem y aún sin quererlo dieron en un blanco certero. No tenía que tener alas para sentir el impacto como en su día tuvo que hacerlo Sutileza.

Tragó saliva como respuesta inmediata a la incomodidad, no encontraba palabras adecuadas para decirle cuando la situación estaba tan negra. Su rostro tan acostumbrado a estar alegre se tiñó de sombras que delataban su propia inseguridad. Ese pájaro había escapado aún herido y como todo ser humano era el primero que temía las consecuencias de su huida.

- Si… Me temo que sigue suelto. -Dejó el aire escapar cuando la presión del pequeño volvió a él, soltando sus manos para rodear de nuevo a Aniol en un abrazo dudoso. -Y yo, lo siento, no tuvo que ser agradable ver eso. No, no sabía cómo podía ayudar así que lo intente todo. A mí tampoco me gustó si te sirve de consuelo. -Cuando tomó aire, esta vez lo hizo con cierta dificultad. -No me gusta… nada de esto.

De golpe el abrazo empezó a sentirse impersonal o quizá era solo él quien lo sentía así. El peso de la culpa hacía mella en unos hombros adoloridos de tanta carga autoimpuesta y ante el no saber qué hacer se veía aún más hundido. Siquiera encontraba una forma de consolar correctamente al pequeño. Su lengua era un amasijo de palabras atropelladas que luchaba por regresar a ser meros pensamientos, temerosas de ser pronunciadas en alto. Dudaba tanto que la firmeza ya era solo anecdótica.

-Perdóname, intento hacer todo lo que puedo por ayudar pero a veces querer no es poder… Y yo no puedo, lo intento de verdad, pero no, no puedo.

En su tono había resignación, cansancio, miedo e incertidumbre. Había una confesión pronunciada en apenas un susurro ante la vergüenza de no verse capaz.  No es que se estuviera rindiendo, es que aquella situación le superaba por todos lados quisiera o no.
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29/11/23, 12:08 am
El pequeño asintió lentamente, podía permitirse aquel contacto tan cercano al menos unos segundos más mientras se imaginaba a Räg, Ethan y Airi como el equipo sanitario favorito de cualquier niño que acudiera a consulta con miedo de que le sacaran sangre. Luego se retiró para comprobar por sí mismo que no debía preocuparse.

Aún enrojecidos, los ojos rasgados del muchacho seguían pareciendo igual de hermosos para un Aniol que trataba de evaluar qué había más allá de aquel negro insondable. Siempre se le antojaban como un espejo que trataba de devolver la mirada y no expresaba realmente qué había tras ellos.

Aún así aquella vez fueron el reflejo del alma y pudo sentir la preocupación real que latía bajo la piel del medio japonés. Ninguna sonrisa adornó sus palabras, únicamente dejó escapar el aire de manera entrecortada en lo que asumió era un tema difícil de abordar.

La respuesta no le sorprendió en absoluto, que se disculpara con él sí. Durante unos segundos el niño tartamudeó, incapaz de saber qué es lo que debería decir o hacer. Ningún consuelo parecía suficiente para una persona que a pesar de todo no le sacaba demasiados años. Por primera vez en toda su estancia en Rocavarancolia se preguntó quién cuidaba de Ethan allí.

Nu… no digas eso —musitó, parpadeando repetidas veces para asimilar la información—. Y gracias… —murmuró casi por suerte. Estaba profundamente agradecido de que le fuera sincero por mucho que recibir la información de aquella criatura perturbara su mente. Era un niño, y le encantaba serlo, en serio, pero le gustaba ser él quien decidiera cuando quería asomarse al mundo gris de los adultos y cuando regresar a la burbuja iridiscente. Ahora podía dejar paso por lo menos a nuevas sensaciones, aunque éstas vibraran cargadas de oscuridad— pero nu digas eso... yo lo entiendo.

Entendía que algunas cosas eran necesarias, como que Kalna siempre estuviera tan seria y alerta, como que Rick trazara un mapa para encontrar un tesoro. Eran necesarias porque le mantenían con vida. Y entendía también que nada de aquello le gustara. Él tampoco era muy fan de estar sumido en una pesadilla constante ni de tener que resignarse. ¿Lo estaría soñando? ¿Se despertaría algún día percatándose de que todo había sido una mala noche?

De pronto la pena le embriagó. Despertarse con los labios de su madre en la frente diciéndole que solo habían sido delirios de la fiebre sería toda una fantasía. ¿Pero qué pasaba si descubría que Ethan solo existía en su imaginación? ¿Qué su mente solo había inventando un color índigo tan bonito para compensar toda la monocromía de su alrededor?

Sí que puedes... —le dijo, algo cabizbajo pero seguro de lo que sus labios pronunciaban. La tristeza caló su voz pero no le impidió hablar—. Además... tienes que venir a mi casa, si salimos de aquí... porfi... y jugamos a las consolas y comes con mis hermanas. No sé cuántas horas se tardan de Londres a Polonia en avioncito, tendrías que cogerlo tú, creo que a mí me daría yuyu volar.

Dejó escapar el aire de sus pulmones, alejando su mirada color miel de la del muchacho. La vergüenza se apoderaba de él pero sus ganas de animar al chico ganaban la batalla. Se aseguraría de que era real. Tenía que serlo.

Ethan... ¿Vendrás a verme? ¿Me... lo prometes?.

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29/11/23, 03:56 pm
El consuelo de Aniol le daba tanta vida como la que se llevaba consigo. Una sonrisa cargada de orgullo se dibujó en su rostro, tímida aún por el ambiente tan pesado en el que les tocaba convivir. Aquel encontronazo tan accidental en medio de una prisión había resultado ser el descubrimiento de una luz que parecía brillar por sí misma. Si, era aún pequeña, el inicio de un arcoiris que de vez en cuando necesitaba de otros para obtener sus propios colores pero era única y aún siendo solo un niño podía iluminar más de lo que lo hacía cualquiera de ellos.

Una parte de él se sintió culpable al dejarse ver tan débil delante de su protegido, no por orgullo si no por miedo a perder su responsabilidad como ¨adulto¨. No quería agobiar al polaco con los problemas del resto, menos con los suyos propios. Por eso sus ¨gracias¨ aún dedicadas con el mayor dulzor las obtuvo con un regusto amargo. No sentía justo recibirlas en esa situación, ni había podido acabar con la amenaza, ni había ayudado a Serena, ni había podido evitar que el pequeñín se cortase. Fallo tras fallo que se difuminaron en su mente cuando lo siguiente que recibió no fue un agradecimiento que sentía vacío, si no una promesa de futuro.

-A…. ¿Tu casa? -Preguntó en voz baja, la interrogante tiñendo su voz. Tuvo que parpadear un par de veces para asumir lo que le estaba diciendo y por un momento, un pequeño y efímero momento se llenó de una extraña alegría. -¿Tú crees que me aceptarían? No querría molestar a tu familia.

Sus ojos recuperaron un brillo ajeno, reflejando contagiado la emoción del pequeño. Llevaba tanto tiempo anclado en el pasado que pensar en el futuro, aunque fuera tan irreal y lejano como esa promesa resultaba refrescante.

-Yo eh, claro, sí. Cuando salgamos de aquí prometo ir a buscarte. -Poco importaba que encontrarse fuera en sí misión imposible. Que tuvieran que sobrevivir todo un año y aún regresando no conociera ni su ciudad, ni mucho menos su dirección. La ilusión era tan real que el solo pensarlo le sacaba una sonrisilla más tonta e inocente. Una mano le revolvió el pelo animado dándole un apretón rápido como unas gracias veladas.

-Te prometo que nos veremos en cuanto salgamos de aquí, si? Así que no te preocupes, aunque a veces todo este un poco mal, vamos a seguir adelante porque oye, las promesas hay que cumplirlas.
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01/12/23, 12:36 pm
“A…. ¿Tu casa?”

La voz baja de Ethan y la interrogante que teñía sus palabras provocaron que durante unos segundos Aniol se sintiera un poco tonto, temeroso de que le pareciera una idea tan descabellada como creer que algún día volvería a ver a sus padres.

Pero nada más lejos de la realidad, el desconcierto en el medio japonés resultó efímero y la reacción que vino después alimentó sus esperanzas con fuerzas renovadas. Incluso le pareció ver que tras aquellos ojos negros como espejos relucía un brillo de ilusión.

El polaco sonrió, fue la primera sonrisa sincera que esgrimió desde que Serena los había dejado y se alegraba de comprobar que no sería la última.

¡Claro que te aceptarían! —trató de contenerse un poco, no estaba bien sentirse tan a gusto cuando hacía menos de un día la catástrofe les había pillado a todos por sorpresa. Pero es que era una muy buena noticia y por una vez deseaba permitirse soñar. Si no dio saltitos en el sitio y aplaudió entre el gozo fue casi de milagro—. Solo espero que te encanten los churros, y que no te importe que mi perrito Cometa te chupe la cara… y que…

Y así, con la fuerza que solo las promesas tenían en el horizonte, el pequeño notó cómo su garganta volvía a expandirse y como la realidad parecía recuperar todos los tonos pastel en una fusión de acuarelas provenientes de muchos mundos distintos. En parte había logrado vencer al hueco y triste universo de los adultos y no tendría que asomarse demasiado hasta saber cuando. Al menos de momento.

Pronto fueron invadidos por el ajetreo de la mañana y el murmullo de los despertares ajenos. Y entonces se despidió de Ethan algo más cabizbajo pero sin poder parar de pensar en aquel viaje destinado para ambos. Había una persona que ya no lo era que también tenía su propio viaje a la casa de campo, pero eso no impediría que se aferrara a un clavo ardiendo.

No eran buenos días. Pero se dijo que alguna mañana lo serían.

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