Otro tipo de vigilia

Recuerdo del primer mensaje :

Había pasado una semana y un par de días desde que Serena había muerto, y las cosas habían ido volviendo poco a poco a una tranquilidad aburrida. Los días eran repetitivos, sin apenas novedades, aunque también tenían la ventaja parcial de que posiblemente Sutileza no apareciera. Al menos no habían vuelto a verle por el momento, y eso eran buenas noticias, aunque Kalna no pensaba pecar de confiada.

Las guardias nocturnas eran parte ya de una rutina, y aunque no había nada más que hacer que durante el día, y el sonido de los aullidos de lo que sus compañeros habían identificado como lobos en la distancia resultaba inquietante a veces, Kalna apreciaba la noche y la soledad que esta traía. No le debía cordialidad a hombres (y encima pobres) por convivencia; no tenía que evitar poner los ojos en blanco cuando recordaba que le tocaba limpiar. Podía ser un poquito más libre a solas. A veces simplemente caía en la nostalgia de su hogar, y en lo que echaba de menos una vida mucho más cómoda.

Aquella noche estaba en el salón, iluminado por un candil. Como todas las noches, no había pasado nada. Si acaso alguno de aquellos murciélagos en llamas había pasado algo más cerca de lo normal de una ventana, pero ni rastro de Sutileza, ni de nada peligroso. Había acabado por sentarse en uno de los sillones, aunque todavía con la lanza en la mano. Suponía que dentro de no mucho bajaría el siguiente, aunque sin reloj de medianoche era difícil tener seguridad sobre qué hora era, pero no iba a subir a avisar a nadie y despertar a todo el mundo en el proceso. Le daba igual si por ello tenía que esperar algo más; volver a aquella cama temporal era menos apetecible a más pensase en la suya propia.

Asintió un poco a las palabras de Rick, aunque no podía evitar pensar en lo poco probable que era que llegase a ver eso. Había nacido lo suficientemente tarde como para no conocer el mundo sin aquellas tecnologías, pero demasiado pronto como para llegar a ver una verdadera expansión. Tenía que conformarse con verlas nacer, sin llegar a ser partícipe en su mejora y su auge. No era la primera vez en su vida que consideraba que vivir tan poco era injusto, pero estaba siendo de las pocas. Si no hubiera conocido a ningún humano, si no hubieran compartido aquellas cosas que había en su mundo, ni siquiera se lo hubiera planteado, pero vivir con el conocimiento de lo que podía llegar a haber en una o dos generaciones y no vivirlo era casi cruel.

Los humanos parecían tener una cultura enorme. Poner orden a sus no-sé-cuántos países distintos era ya difícil, y casi todo lo que preguntabas tenía como respuesta “depende del sitio”, y así era difícil saber nada sobre ellos que no fuera que tenían casi de todo. Al menos, según la opinión de Rick, parecían tener cosas que podrían gustarle a ella.
—Ahora que me lo has dicho vas a tener que enseñármela en cuanto tengas oportunidad —su tono no ayudaba a saber si era una broma o iba totalmente en serio, y aunque podía haber sido más clara tenía curiosidad por como reaccionaba el humano ante la incertidumbre.
La verdad es que no entendía demasiado bien a qué se refería con lo del “rollo característico” aquel, pero tampoco podía hacerle nada. No había nada con lo que pudiera hacer un símil en su cabeza, y suponía que sin oírlo no iba a poder crearse una idea de lo que la hacía tan característica.

—Si después de todo esto puedo ir a la Tierra —y es que tenía claro que podría volver a Libo, otra gente lo había hecho antes, pero a lo mejor pisar otro mundo estaba vetado— me tienes que llevar a uno de esos musicales.
Que Rick se lo tomase en serio, o no. Le daba igual. Si aceptaba y podían después de todo no iba a negarse, pues le hacía ilusión de verdad. Si prefería tomárselo como un simple comentario que no iba a llegar a más, también era bienvenido.

Se giró a mirarle con curiosidad ante la falta de aquella modestia que algunos humanos parecían exhibir de más. No había nada malo en estar orgulloso de lo que se te daba bien, y no entendía por qué a los humanos se lo parecía.
—No sé qué es nada de eso; se te olvida que no soy de la Tierra —no estaba molesta, sin embargo. Agradecería una explicación, aunque entendía que podía ser difícil—. Pero si algún día tenemos la oportunidad, me gustaría comprobar eso de que controlas el vals.
Y ahora sí, iba completamente en serio.

—Tengo mucha paciencia —dijo para quitarle importancia a tener que esperar. Estaba acostumbrada a tenerlo todo, sí, pero no por ello requería inmediatez. Podía esperar unos meses más.
La verdad es que su reacción le había resultado curiosa. Fuera de la pequeña duda que había notado al principio en su voz, tampoco había sido nada con lo que poder hacer algún comentario con el que picarle un poco. Era una lástima, o tal vez no, porque que aceptase todas sus peticiones entraba dentro de unos márgenes perfectos para ella.

Asintió levemente a lo de pensarlo, aunque era algo que estuviera muy lejano aún. Igualmente no podrían comprarlas hasta que pasase un año y pudieran volver a sus hogares, así que tampoco pasaba nada por no decidirlo todavía. Además, estaba el tema de que ella no sabía absolutamente nada de qué tipos de musicales tenían los humanos, así que posiblemente tendría que dejarlo en las manos de Rick o hacerle explicarle las tramas de unos cuantos para poder aportar algún tipo de sugerencia.

Humanos. ¿No se cansaban siempre de tener que ser el centro de todo? Tuvo que esforzarse en no poner los ojos en blanco con lo “difícil” que era tener presente algo que ella tenia todas las horas que pasaba despierta. Ocultar la mayor parte de su propia cultura, hacerla “aceptable” a sensibilidades humanas. No decir algo que fuese a acabar en follón. Los humanos no pensaban esas cosas, parecía ser.
—Si fueras el único humano no te costaría tenerlo presente—casi se arrepintió de haberlo dicho en voz alta, pero no podía volver atrás y cambiarlo. Ser la única de su mundo allí era algo que ningún humano iba a experimentar, y a lo mejor iba siendo hora de que empezasen a imaginar lo que podía ser.

Al menos Rick volvió pronto a las explicaciones musicales, lo cual agradeció. Era difícil de imaginar sin verlo y sin sonido, pero al menos aquel tema le gustaba, aunque no tocase instrumentos y no la pudiera considerar un hobby. Lo del swing sonaba bonito, en parte, aunque se sentía raro algo que permitiese tanta improvisación. Estaba acostumbrada a normas rígidas y poca flexibilidad, era como se había criado, y la curiosidad que le generaba aumentó un poco cuando Rick sugirió enseñarle algo.
—Estaré encantada —respondió. Su voz seguía siendo igual de seria que siempre, lo cual contrastaba con la pequeña sonrisa que se había formado en sus labios.

Y si todo parecía ir bien, la petición de Rick hizo que se tensase un poco. Desvió la mirada a la ventana, con la excusa de uno de aquellos murciélagos en llamas iluminándola. Una cosa era hacer planes en la ciudad, donde estaban prácticamente solos. Incluso en la Tierra, donde nadie la conocía. ¿Pero en Libo? ¿Dejar que la viesen a ella, a la hija de Mánide, con gente que no era noble? Ni siquiera eran ricos. ¿Iba a ir por ahí con gente que no estaba a su altura, que no tenía el estatus que tenía ella de nacimiento? Siempre había creído que no iba a rebajarse a hacerlo, pero los cimientos sólidos que tenía esa convicción empezaban a hundirse poco a poco en un suelo que más que piedra había resultado ser barro. A lo mejor si el que hubiera hecho esa petición hubiera sido otro habría sido mucho más fácil de negar, pero Rick le caía bien. Ah. ¿Cuánto tiempo llevaba callada haciendo introspección? Tendría que decir algo antes de que el humano sospechase demasiado.
—De acuerdo. Te llevaré —al menos en su voz no se notaba que había estado dudando, y que su expresión siempre fuera tan neutral ayudaba aún más a no reflejarlo.
«Eso sí, ya veremos lo de la ropa», porque desde luego con la gabardina esa no se podía plantar en Libo.

No pensaba bien de los humanos. Les consideraba egoístas, y no egoístas en el mismo sentido que lo era ella, sino egoístas como especie. Partían de que eran la base de todo y los demás tenían que adaptarse a ellos, tal vez porque eran la mayoría en el torreón. Que ni siquiera cayesen en que hacían todo aquello era peor, como si les importase tan poco que sus compañeros fueran de sitios tan distintos que no se hubieran parado a pensar en ello más de dos segundos. Ella tenía que aceptar a Connor diciendo el peor insulto que se podía decir en Libo porque era “una frase hecha de la Tierra”, porque a nadie le importaba lo más mínimo decirle a Connor que dejase de decirla, porque era lo normal en su estúpido mundo.

Por eso no esperaba que Rick fuera a disculparse con sinceridad. Esperaba un “lo siento” genérico, nada más, pero aquel tono sonaba lo bastante veraz como para que se creyese que no era su intención. Lo aceptó con un leve asentimiento de cabeza, sin querer mencionar más al respecto. No quería que una conversación que estaba siendo agradable derivase por aquellos lares, y aunque no se arrepentía demasiado de que por fin algún humano viera un poquito como se sentían los que estaban allí solos tampoco era su fin último.

No supo por el tono de Rick si sospechaba de qué motivos había tenido para no responder antes, pero prefería creer que no. Sabía que no había sido precisamente disimulada, pero mientras no le acusase directamente de que no quisiera que la vieran en público con él, Kalna podía fingir que no lo había hecho. E incluso si lo hacía, ya se inventaría alguna excusa para darle tantas vueltas.

Volvió a mirarle cuando le preguntó por su hogar, pensando qué decirle. Había dado alguna respuesta más bien genérica sobre las ciudades de Libo, porque tampoco hacía falta decir mucho más cuando lo más posible era que ninguno de los secuestrados quisiera hacer otra cosa que volver a su casa en un año, pero ahora que le había dicho a Rick que le llevaría, suponía que tocaba una descripción más en detalle.
—Como todas nuestras ciudades, está excavada en la roca, dentro de una caverna. Hay algunas zonas fuera, porque ha ido creciendo con el tiempo, pero en esas zonas está cubierto con toldos —había aprendido por el resto de sus compañeros que en sus mundos las ciudades eran al aire libre, así que empezar por algo que para ella había sido obvio toda su vida era primordial—. En su momento estuvo rodeada de muralla, aunque la mayoría esta obsoleta porque han ido construyendo fuera, aunque las puertas se siguen usando de aduana. En la zona norte queda todavía un trozo por el que se puede pasear, a lo mejor podemos ir a verlo— no es que fuera precisamente un barrio alto, pero era un recordatorio de la historia de Libo, de las guerras anteriores a la Unificación, y no solía haber demasiada gente.

Suspiró con nostalgia. Echaba de menos su hogar, y ahora que hablaba de Vitech más en profundidad se hacía patente. «No me juzgues por no ser lo bastante fuerte». Al menos no estaba su Madre para echárselo en cara, pero seguía sintiendo que siendo la única mujer del torreón debía demostrar más entereza de lo normal.
»Los barrios se dividen por alturas, y para moverte tienes tranvías y funiculares. Yo vivo en la zona alta, que esta cubierta por cúpulas para cubrir la piedra natural. Las calles suelen ser más amplias y no hay edificios apilados, sino grandes palacetes con jardines y fachadas decoradas con esculturas preciosas. Luego supongo que el resto es como cualquier ciudad normal; teatros, tiendas, centros comerciales, jardines botánicos…—hizo una leve pausa, como cayendo en algo importante—¡Ah, sí! Y está climatizada, como todas las ciudades.

—¿Y tu ciudad? ¿Cómo es? —le miró con curiosidad. Sabía lo más básico sobre las ciudades humanas, pero no se había interesado por ninguna hasta ahora. Y aunque tal vez no sintiera el mismo interés por Nueva York que él había tenido por Vitech, no perdía nada por saber cómo era si al final acababa yendo.

Era raro ver a alguien emocionarse por que considerabas lo más normal, pero había terminado por acostumbrarse a ello cuando era el pan de cada día en Rocavarancolia. Todos los mundos eran muy distintos entre ellos, y quitando las cosas comunes de las que podían hablar, el resto siempre sonaba extraño.
—Sí. Todas nuestras ciudades se construyeron en una cadena montañosa de volcanes extintos, así que son cavernas bastante grandes —sobre lo difícil o fácil que había sido su construcción no podía hablar. Sabía que la había fundado una de las hijas de la primera reina, que ahora era la Patrona.

«Es un lugar precioso», pensó, aunque no dijo nada. No solo por guardarse la nostalgia para ella, sino porque realmente no sabía si el humano opinaría lo mismo cuando lo viese. Su cultura era muy distinta, y por cómo le había visto reaccionar ante la muerte suponía que ver las representaciones de esqueletos y los cuadros sobre la violencia igual no le parecían tan bonitos. Aunque había algo que seguramente sí podría gustarle.
—Ah, puedo llevarte también a alguno de nuestros templos con deidades vivas, si quieres. Sé que en la Tierra tenéis felinos, así que no es que vayan a ser una novedad, pero podría gustarte.

Y ahí volvían las sorpresas por cosas que ella veía obvias, solo que esta vez la forma de expresarlo le hizo verdadera gracia. Que esa misma frase la hubiera dicho Szczenyak, Rägjynn o Airi, gente en cuyos mundos la tecnología no estaba tan avanzada, hubiera sido normal; incluso Nohlem, pues Varmania parecía estar más o menos a la par en algunas cosas. ¿Pero Rick? ¿Cuándo los humanos tenían una tecnología tan futurista?
—Imagino que es más sencillo cuando la mayor parte del mundo son volcanes y muchos siguen activos.

Por otro lado, Nueva York sonaba totalmente inverosímil. ¿Construida entre varias islas? Ahora estaba al otro lado en lo de sentirse sorprendida por lo que para otro era cotidianidad.
—¿Y las islas están conectadas con puentes u os movéis en barcos? —preguntó, curiosa. Los pueblos costeros de Libo eran eso, pueblos. No había ninguno dividido entre varias islas, y tampoco tenían tamaños tan grandes como los de las ciudades.

Lo de que los edificios fueran gigantes resultaba chocante, y no solo por el hecho de que el no tener una barrera física como era el techo de una caverna permitiese edificios muchísimo más altos, sino porque los considerasen normales. ¿A la gente no le daba vértigo? Estaba segura de que ni los faros de la costa eran tan altos como ninguno de esos edificios.
»Ah, ¿nuestra ingeniería está a otro nivel y los desafíos a la gravedad que llamáis edificios no? —se permitió bromear. La altura todavía le resultaba demasiado inconcebible como para preguntarle con seriedad por cómo lo hacían.

Asintió un poco a sus ideas de planes. Si quería ver estatuas, en Libo estaba el Mausoleo de las Brujas, y aunque ir hasta la Capital no fuera difícil en sí, dudaba que a Rick le gustase que le enseñase un monumento funerario. Estúpidos humanos y su estúpida actitud ante la muerte. Sin embargo, había algo de todo lo que había dicho que había llamado mucho más su atención. En Libo casi no había verde fuera de las zonas altas, salvo algunos jardines botánicos en los barrios intermedios que habían sido creados por alguna burguesa excéntrica y que habían acabado haciendo de jardines públicos con el paso de las décadas.
—Espera, espera. ¿Vives cerca de un parque enorme? No sabía que tuvieras tanto dinero—. Porque aquella era la única opción lógica si vivía en las cercanías de tanto verde.

A lo mejor después de todo no había tanto problema en ir con él por Libo.

Tenía sentido que tuvieran más de una opción para transportarse, especialmente si algunas de aquellas islas estaban más cerca que otras, aunque era difícil situarlas mentalmente sin tener un mapa. Supuso que eso del ferry debía ser algo parecido a sus líneas de ferrocarril o tranvía, aunque en barco, y la mezcla de cotidianidad con algo totalmente nuevo era algo que ayudaba con el choque cultural.

La risa de Rick le hizo olvidar por unos pocos segundos que se suponía que estaban (bueno, lo estaba él, pero se incluía en la ecuación ya que estaba allí) de guardia por si pasaba algo. No recordaba ninguna conversación tan cómoda desde que había llegado, y por un momento se sentía más cerca de estar hablando con alguna de sus amigas en Libo que con alguien de otro mundo en Rocavarancolia. Estar allí era importante, y tenía que demostrar que lo merecía, así que había estado siendo incluso más seria de lo normal para ella. Pero en aquellos momentos se estaba permitiendo bajar la guardia un poquito y simplemente pasarlo bien.

—Estás de broma, ¿no? —le preguntó, mientras su cabeza trataba de procesar toda aquella información y le miraba como si acabase de decir algo absurdo. No, tenía pinta de que Rick hablaba totalmente en serio y que los humanos tenían artefactos que les permitían volar por su planeta e incluso…¿salir de este?—¿”Vuestra ingeniería está a otro nivel” y tenéis máquinas voladoras? Solo lo estás haciendo peor. Yo pensaba que habíamos llegado lejos poniéndole cañones a vehículos blindados y vosotros podéis ir al espacio sin magia, solo con ciencia. No voy a creerme ningún halago más a la tecnología de mi mundo, Rick.
A veces los humanos eran ridículos. Calentar una caverna les parecía difícil y luego resultaba que podían hacer cosas todavía más asombrosas. Y el hecho de que hubieran hecho de algo como volar un transporte para moverse por su mundo era increíble. ¿Cómo de caro sería? ¿Podría costeárselo gente más allá de sus clases altas?

Era un poco decepcionante que Rick no fuera rico, pero no se lo había parecido al principio y tampoco cambiaba tanto las cosas.
—No son raros como tal, pero solo están en las zonas altas e intermedias —cualquiera podía moverse, andando o en tranvía, y pasear por alguno de los públicos— . Si puedes permitirte vivir cerca de uno, o eres muy rica y tu casa tiene jardín propio, o tienes bastante dinero para vivir en la zona burguesa. Nadie que solo pueda permitirse un alquiler del Estado o poco más vive siquiera en el mismo barrio que un parque.

Se llevó una mano a la boca para ocultar una sonrisa más amplia y, por encima de todo, cortar el inicio de una risa incluso antes de que esta llegase a nacer. La excusa era obvia, que era tarde y había gente durmiendo, pero en realidad era porque la situación le resultaba disonante. La risa de Rick era contagiosa, y se lo estaba pasando bien de verdad, pero una pequeña voz en su cabeza, una que seguía allí, aunque cada vez más bajita, le decía que no debía hacerlo. Que Rick no era alguien a su altura, alguien a quien no se hubiera molestado en mirar dos veces pasando por la calle, y que no debería estar abriéndose con él hasta el punto de reírse de sus bromas. Solo se habían conocido por las circunstancias de estar en Rocavarancolia, y ahora lo estaba pasando bien con él. Lo que cambiaban las cosas en un mes y poco. Solo retiraría la mano de su rostro cuando consiguiera mantener una expresión más neutral, aunque en sus ojos se notaba que lo estaba pasando bien.

—Puede ser— le dijo, con bastante menos optimismo del que tenía él. No era que no creyera en que las ingenieras de su mundo fueran capaces de llegar a eso, sino…—. No creo que llegue a verlo, pero es posible.
Tal vez ni siquiera llegasen en la esperanza de vida de un humano, pero a más hablaban más se lamentaba de que la libense fuera tan corta. Le faltaban años de vida para ver qué deparaba el futuro, por mucho que aceptase que no iba a vivir demasiado.
»Me tendré que conformar con ver la vuestra —dijo con falsa resignación. No iba a disimular que en realidad ver todo aquello que Rick prometía que tenían en la Tierra le hacía ilusión. Tal vez solo era que su sociedad era horrible, porque sus cosas sonaban todas maravillosas. ¿Podría volar en una de esas máquinas?

Era raro que en la Tierra más plantas equivaliese a mejor posición socioeconómica. En Libo era lo contrario, los edificios bajos que se extendían en horizontal y ocupaban más espacio eran sinónimo de tener dinero. Un edificio de pisos sobre pisos pequeños era lo más barato.
—Sí. Sin contar los públicos, debe ser el más grande de todo Vitech —no iba a empezar a ser humilde en ese momento. Su familia llevaba ostentando el título de duquesa desde el final de la guerra, y su casa estaba al nivel de aquel hecho. Generaciones y generaciones de militares que nunca habían faltado al Imperio. Aquel jardín era un recordatorio del poder, el honor y el dinero que tenía su familia.

Y ahí estaban de nuevo las cosas horribles de la Tierra. Para ser un mundo que tenía tantos avances tecnológicos, no parecían tenerle miedo a algún tipo de revuelta por el hecho de que la gente no tuviera donde vivir. Darle migajas a los pobres en forma de alquileres baratos y médicos no debería resultarle tan complicado a los humanos.
—Que me quede claro: vuestro gobierno no os da sanidad, ni vivienda… ¿Y la gente de tu país no se ha alzado ya en una guerra civil?—venía de una sociedad belicosa, en la que todas las guerras anteriores a la Unificación habían sido provocadas por una falta de recursos por las pocas zonas habitables del planeta —. ¿Cómo esperan que la gente se independice? ¿O no lo hacéis? Si yo no me he ido de mi casa es porque la voy a heredar y…—no, mejor no seguía. El mayor motivo era que Mánide no lo hubiera permitido, pero no se veía capaz de decir nada de ella que pudiera interpretarse como algo mínimamente negativo. Le había dado absolutamente todo, había forjado quien era. Le debía más respeto.

»¿Entonces no es que vivas con Bob porque no quieras trabajar sino porque no te puedes permitir un alquiler?—preguntó. Realmente no le importaba tanto, aunque iba a pensar mejor de él si no era un vago que no hacía nada con su vida a esa edad, pero era una buena manera para desviar la conversación a que pudiera preguntar sus otros motivos para no irse de casa.

Sus ojos analizaron la reacción de Rick. Si se había dado cuenta o no de que iba a reírse no lo sabía, y aquella incertidumbre le frustraba. Casi hubiera preferido algún comentario jocoso de los que se hacia con otros compañeros de torreón a no saber qué estaba pensando, aunque si lo había notado y no estaba diciendo nada por educación no le parecía mal del todo.

Lo que sí que no se le escapó fue el ligero cambio de expresión cuando ella le recordó su propia mortalidad. «¿Te doy lástima?», se preguntó, sin decirlo en voz alta por educación. Él mismo le había dicho que viviría muy poco para los estándares humanos, pero para ella era normal. No quería que la conversación virase a un tema que sabía que era difícil para los humanos en general y Rick en particular, pero en algún momento tendría que buscar la manera de hacerle entender que era plenamente consciente de que le quedaba poco más de media vida si tenía suerte, pero que no le dolía saber que iba a morir.

—Supongo que sí —le respondió. Hizo una mueca, temiendo haber sonado demasiado seca—. Quiero decir, es mi casa. Lo doy tan por sentado que no es que sea algo que me plantee.
Pero sí que era bonito. Echaba de menos la hierba y los árboles, las flores exóticas extremadamente bien cuidadas y que valían más que todo el oro que había llevado encima el primer día. Y no tenía que compartirlo con nadie con quien no quisiera, excepto con su hermana, aunque esta solía preferir estar fuera de casa, así que no solía ser un problema.

Y mientras ella pensaba en comodidades, Rick le hablaba del desolador panorama que tenía la gente en su país. Comprar casas era una rareza también en Libo (y la titularidad algo reservado a mujeres), y a no ser que heredases una la mayoría de los jóvenes alquilaban, pero todo lo demás sonaba extraño, incluso para ella. No era plenamente consciente de las dificultades que podría atravesar alguien de clase baja en Libo, porque ni se había molestado en tratar con ellos fuera de que algún sirviente le sirviera la comida, pero sabía que no llegaban a los extremos que contaba el neoyorkino.
—Por la Reina Madre.
No supo qué más decir. ¿Que lo sentía mucho? ¿Qué su gobierno era espantoso? Definitivamente no iba a pisar la Tierra fuera de alguna visita para ver las cosas que le generaban curiosidad.

Al menos de aquella conversación se llevaba confirmar que Rick no era un vago y que trabajaba, y que la culpa de que no estuviera independizado no era suya. Tal vez había juzgado demasiado rápido, pero era difícil no hacerlo cuando sin saber el contexto de la Tierra, no podía ver ninguna otra justificación. Aún así, empatizar costaba. Ella tenía todo el dinero que quisiera y más, nunca iba a tener problemas ni iba a necesitar alquilar un piso, barato o no.
—Espero que te vaya bien —le dijo, con educación bien medida, sin saber cómo seguir la conversación.

Era demasiado rica como para entender problemas de pobres.

Sentía la conversación muerta por su parte. No podía empatizar con sus problemas, no podía encontrar palabras adecuadas para un contexto demasiado ajeno. Las diferencias de clase pesaban demasiado, especialmente cuando ni siquiera la clase baja de Libo tenía los problemas que le contaba Rick. Kalna sabía ser diplomática por educación, pero nada le había preparado para una situación en la que las diferencias culturales entre mundos y de clases bien distintas hacían todo demasiado complejo. Decir algo era una alta posibilidad de que fuera inadecuado.

Así que se limitó a callar y mirar a Rick, esperando el momento adecuado para excusarse con que tenía sueño y que se iba a dormir. Entonces, como si el mundo no le hubiera puesto en una tesitura compleja, el neoyorkino decidió seguir hablando, mencionando otra cosa ilógica para la libense.
—¿No tenías dieciocho años? ¿Cómo a esa edad no eres lo bastante mayor para tener un trabajo, sea el que sea?
Definitivamente los humanos eran rarísimos. La capacidad que tenían de infantilizar a gente que tenía ya edad suficiente como para tener estudios superiores terminados, que debería estar trabajando… Y luego ni siquiera se podían permitir un alquiler.

Asintió levemente con lo de hacer algo más interesante que lo que no parecía pasar de meros recados y favores. No es que ella precisamente entendiese lo de ayudar, pero sí compartía el querer hacer algo más grande. Claro que ella solía soñar más con gloriosos combates que con resolver misterios.

Visto que Rick no parecía tener mucho más que decir, Kalna vio su oportunidad. Se levantó lentamente del sillón, con tranquilidad.
—Voy a irme a dormir. Si necesitas ayuda…—miró a la ventana. Seguía sin haber nada ni nadie— grita.
Y con esa como única despedida, Kalna se internó en su cuarto y cerró la puerta.