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Raven
Raven

Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75

Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga

Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.

¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty ¡Cenicienta, que ya son las doce!

12/03/24, 10:54 pm
Después de haber tenido un cielo estrellado tan bellamente decorado, regresar a la cotidianidad de una noche oscura e insípida era un poco solitario. Ethan ya no vestía sus mejores galas, ni lucía un maquillaje suave y efectivo, ahora, como una Cenicienta a la que el hechizo se le había acabado antes de tiempo descansaba recostado en el patio. Las ojeras marcadas y sus ropajes amplios recordaban más un estatus de servidumbre que de príncipe y rota la magia del baile no había zapatito que pudiera regresarle a vivir de nuevo aquel cuento de hadas.

Estaba bien con ello, no tenía ratones como compañía pero Antorchita hacía de buen sustituto. El pobre y rechoncho murciélago (Estaba engordando de más gracias a su fuente poco controlada de comida) descansaba a su ladol, iluminando de forma tenue las cercanías del pozo. Había terminado de comer hacía rato y ahora por inercia, estupidez o mera ingenuidad se había quedado medio adormilado. El suave calor que emanaba sus alas no era el suficiente para calentarlo pero al menos aliviaba parte de la añoranza arrastrada por la visita al palacete.

Ethan suspiro feliz por el nuevo acercamiento, aún no se atrevía a acariciarlo en parte por el miedo a que se fuera y en parte por el miedo a volver a quemarse, así que en ese momento vacío de tiempo se dedicaba a hacer una pequeña figurita mientras su mente vagaba en los embriagadores recuerdos. Eran tan recientes que aún sentía el rubor de sus mejillas florecer cuando pensaba en las diferentes escenas, en como los brazos de Connor había envuelto sus caderas para recortar distancias o en cómo los iris esmeralda de Nohlem se posaban sobre él a medida que quedaba acorralado en la terraza. Una sonrisilla tonta se le escapó de entre las comisuras lo que llevó a que el murciélago se erizara en el sitio asustado ante el repentino sonido.

-Oh, perdona pequeñín. -Le susurró bajo para no importunar más su ansiada siestecilla.

Tras la puerta que daba al patio los ruidos quedaban levemente opacados por lo que a pesar de la fiesta que estaban haciendo sus compañeros a ellos solo les llegaban los ecos de la misma. Ethan ya había estado animando y festejando pero la pierna había sido demasiada molestía y la música demasiado cansada por lo que con el tiempo había ido a refugiarse en ese remanso de paz al que tantas veces recurría. Bajo sus manos una pequeña nutria de tono castaño (Gracias a un pequeño mago anónimo llamado Aniol al que le pedía colorearle los papelitos)  estaba cobrando cada vez más forma.
Kanyum
Kanyum

Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
Nohlem: varmano granta. 1’69m
Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m

Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr

¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

15/03/24, 10:23 pm
En la otra cara de la moneda se encontraba Nohlem, que ya dentro del palacio había dejado de ser un príncipe bajo voluntad propia, pero no terminaba de soltar su mucho más cómodo y naturalizado rol de adolescente sin graves problemas. Quitarse la corona había sido triste, sí, pero no se le caerían los anillos. No volvería tan pronto a la experiencia de plebeyo, ni el monocromo de la ciudad pintaría los diversos colores que inundaban su pecho, ya que por mucho que cambiasen de escenario y atuendo, en el fondo los personajes eran los mismos.

Dicen que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, pero que suerte que en Varmania no exista tal cosa.

El granta no olvidaba sus palabras (o al menos no siempre, no cuando le interesaba) y vamos si no se libraría Ethan de tener algo pendiente con él. En su cabeza el juego no había terminado, solo lo habían interrumpido, y ya desde que cruzó el balcón a solas llevaba aguardando el momento en el que el londinense y él se quedasen a solas. No era tarea fácil cuando convivías con otras doce personas y tenías que controlar tu lado más perrito faldero, que para el caso de Nohlem podía ser mucho, pero Ethan era de costumbres, y si los Santos le sonreían llegada la noche el pelirrojo tendría su oportunidad.

Dado el ambiente festivo que tenían algunos en torno a la guitarra en el salón, no quedaría raro que él saliera un ratito al patio a saludar. Como buen afable y sociable samaritano. El chico estaba justo donde esperaba.

Ethan —le llamó desde la entrada para no sobresaltarle. El moreno estaba sentado al lado del pozo con una antorcha a modo de hoguerita—. ¿Qué haces? —preguntó a medida que se acercaba, no tanto un “qué haces fuera” pues bien lo sabía, sino un “que animalito es ahora”. No es que el patio fuera muy grande, por lo que no tardó en alcanzarlo. Apoyó la baja espalda en el pozo, ligeramente inclinado hacia él—. Que raro, y yo que pensaba que nos estábamos quedando sin papel… Mira tú por donde —exhaló por la nariz una breve risa irónica.

Fue entonces cuando se fijó que la antorcha no era ni una antorcha ni una hoguera ni un cenicero en llamas, sino uno de los murciélagos flamígeros que cruzaban el cielo de noche. Eso le pasaba por quitarse las gafas. Se agachó de inmediato, quedando al frente de Ethan con justo equilibrio para ver mejor al animal.

¡Ah! ¡Santos, pensaba que era otra cosa!

El animalito agachó sus ridículas orejas y emitió un sonoro “iiiiih” cuando Nohlem se acercó a verle, claramente molesto por lo repentino, pero más allá de eso hizo gala de su nulo instinto de supervivencia y siguió durmiendo. Por si acaso el granta interpretó rápidamente las señales para alejarse. Como buen varmano sabía no jugar con fuego. Pero Santos, estaba bien rechoncho y esponjoso. Quería tocarlo.

¡O sea que este es quien se come nuestros insectos! —añadió en un tono más bajo, divertido—. Y yo pensando que era Räg…

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Raven
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Nombre: Ethan
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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

16/03/24, 08:45 pm
Ethan ya estaba levantando la nutria entre sus manos orgulloso con su resultado cuando recibió un palazo en forma de sarcasmo. Un ligero rubor acompañado por una risilla nerviosa cruzó su rostro mientras volvía dejarla reposar en su regazo, culpable por la pillada. Sabía que el secuestro del papel era un secreto a voces, pero igual le asaltaba el nerviosismo cada vez que alguien decidía bromear sobre ello. Entre lo horrorosamente mal que se le daba mentir y su educación impostada solo acababa dando excusas tan vagas como ridículas.

-Ah, eh hmmm… Si, la verdad, estamos un poco faltos… -Siguió la conversación con una amplia sonrisa y la vergüenza plasmada en su rostro. Al menos en eso no tenía que improvisar, acaparar los folios le había servido para alargar su vida un poco más, pero mes y medio después el recurso era tan limitado como escaso. Al ritmo vertiginoso que llevaban le tocaría acabar pidiendo recetas sueltas del libro de cocina, rezando en silencio porque la magia de alterar color pudiera esconder lo maltrecha que estaba la enciclopedia. -Es… una nutría.

Respondió de igual manera, feliz por su pequeña creación. Aprovechó que Nohlem se sentaba para levantarse e ir hacía el pozo bordeando con cuidado, ignorante del torpe encuentro que sucedería a continuación. Antorchita no era tan dado a desconocidos y si bien la persona con cuernos significaba comida, el nuevo intruso no. Una diferencia clara que había alterado su tranquila siesta para convertirla en una reunión no acordada, por suerte para ambos la parsimonia ganaba al miedo así que no tardó en hacerse de nuevo una bola compacta, esta vez con las orejas en alza para fingir de alguna manera que estaba preparado ante cualquier ataque furtivo. Ethan por su lado no pudo evitar reírse ante el susto mutuo, dejando al animal de papel sobre uno de los costados del pozo antes de regresar al lado de Nohlem.

-Se llama Antorchita! -Le comenzó a explicar como si ese dato pudiera resolver cualquier duda. -Y míralo, si es muy pequeee apenas come bichos! -Mintió, todo para defender a su hijo adoptivo. -Yo también creo que Räg tiene algún que otro tentempié nocturno…  

Acabó susurrando de vuelta mientras se sentaba junto al felino, piernas en alza y ambos brazos apoyados sobre sus rodillas de forma que pudiera descansar sobre ellos para mirarlo de medio lado. Si bien el varmano no era de visitas nocturnas no le desagrada la sorpresa, tener una convivencia tan cercana volvía de la privacidad un privilegio y aquellos encontronazos esporádicos siempre eran agradables. Pena que esta vez ninguno tuviera una manta para compartir.

-Y tu que, ¿Ya te has cansado de tanta fiesta? Siento informarte que aquí fuera esta la cosa más aburrida. -Se encogió de hombros con una sonrisilla medio oculta entre las mangas de la sudadera. Sus ojos buscaban los turquesa de Nohlem, encandilados ante un recuerdo aún demasiado presente y demasiado vivido. Se lo había pasado tan bien en el palacete que era una pena regresar a una formalidad tan cotidiana, aunque aún tenían trazas de lo vivido. Los pantalones blanquecinos del felino, su trenza maltrecha a medio deshacer… y el extraño chispeo que surgía cuando volvía a mirarle. -No hay músicos, ni baile, ni nos quedan ya trajes bonitos... por tener no tenemos ni estrellas!
Kanyum
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Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
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Nohlem: varmano granta. 1’69m
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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

18/03/24, 01:07 am
Le sonrió con una pizca de malicia, una simple señal de que sabía la verdad sobre el paradero del papel.

Oh —dijo cuando Ethan le enseñó su nutria con el orgullo de un niño pequeño—. Has conseguido que parezcan bonitas. Ojalá fueran de ese tamaño —añadió con humor mientras el chico la dejaba en otro lado. En Varmania nutrias como las terroríficas nutrias gigantes del Amazonas no eran la excepción sino la regla. Para él eran tan adorables como un cocodrilo marino de 6 metros, solo que el cocodrilo seguramente no tuviera tan mala hostia.

Ahora bien, adorable de verdad era el murciélago. Nunca había visto uno tan de cerca, no vivo y fuera de un museo de taxidermia, y menos uno que estuviera en llamas. Nohlem ya se había alejado, pero por un segundo tuvo ganas de volver para chincharle las orejas tiesas. No obstante el fuego de sus alas era una buena razón para no intentarlo.

Antorchita —repitió. Una sonrisa boba apareció en su cara, el tipo de sonrisa que uno pone al ver un cachorrito lindo—. Está gordo.

Y así fue como, viendo al pequeño mamífero, el granta olvidó por un segundo (o dos) que había salido al patio por Ethan. No podía evitarlo, es lo que tenía darle carita esponjosa a lo que ya era hipnótico de por sí. Era la llama de una vela con extras. Además, ¿es normal que duermiera así y no boca-abajo colgado del techo? ¿No se quemaba con su propio fuego? ¿Cómo lo hacía? ¿Se quemaría él si lo tocaba? ¿Y si le tocaba una oreja rápido…?

Oh, eeeh —reconectó cuando Ethan preguntó por él, quien de repente estaba de vuelta a su lado. Nohlem se forzó a apartar la vista del fuego de Antorchita, aunque le costó sus largos dos (o tres) segundos—. Sí, bueno. Me apetecía un poco de calma. Aquí se está bien.

En cuanto sus ojos se encontraron una chispita subió de su estómago a su cara como pequeños fuegos artificiales, explotando en sus mejillas con la forma de una sonrisa devuelta. Y así de fácil Antorchita abandonó sus pensamientos, haciendo hueco a las intenciones, a los recuerdos y sobre todo al pavo. Su felicidad se volvió algo torpe, contundente, lo que le hizo mirar a otro lado.

Además, músicos sí hay, lo que pasa es que no todos con la suerte de tener un instrumento —comentó con humor, mordiéndose la lengua antes de meter la pata diciendo que él sí que veía una estrella. Santos, podía ser ñoño, pero no tan de golpe—. Yo vengo por la compañía. Y por cambiar de vistas.

No se estiró porque le habían inculcado que era de mala educación (se acordaba a ratos), pero sí se echó para atrás hasta acomodar la espalda contra el pozo de la forma más casual posible, como si la cercanía a Ethan fuera más por comodidad que por interés. Sentado a lo indio dejó descansar las manos sobre sus piernas, mirando al verdadero cielo hueco sobre sus cabezas.

Aquí hay un poco más de intimidad —le miró de refilón con la misma sonrisita de antes y un toque travieso, ligeramente ruborizado, un color camuflado en su ya de por sí tostado tono de piel y el brillo que Antorchita reflejaba. Sin música ni baile y con la pausa que hubo de por medio era difícil retomar el hilo y la soltura, y si bien Nohlem no se consideraba malo ligando, nada le salvaba de no llegar a una veintena humana—. No te pregunté al final, entonces, ¿he cumplido tus espectativas hoy, o no?

Se refería a eso de merecerse el premio si bailaba bien.

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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

19/03/24, 03:36 pm
Desde que llevaba ahí pocas veces había agradecido la oscuridad de la noche como aquella, porque en esos instantes resultaba agradable que fuera así, pues toda la penumbra de su alrededor permitía que fueran otros los que pudieran brillar con luz propia. La incandescencia del murciélago volvía de la escena una fogata compartida entre amigos, un alivio que cerraba con broche de oro un día tan divertido como el que habían tenido en el palacete. Ya no era príncipe, y si bien una pequeña parte de él se entristecía por ello, la otra estaba feliz ante la idea de que siendo de nuevo alguien normal, Nohlem hubiera querido pasar tiempo a su lado.

-¿Está gordo, en serio? Yo le veo normal, un poco más grande quizá, pero es que está creciendo… -¿Lo estaba? No tenía ni idea, tal vez solo era más pequeño que el resto. Tampoco es que en esos momentos le importase mucho teorizar pues tan rápido su vista había viajado al pequeñín había regresado junto al varmano.

Y es que, tras la capa nostálgica que quedaba ahora que no había ni trajes, ni coronas seguía reflejándose en el joven una carisma deslumbrante, un atractivo que si bien no conjuntaba con la ropa del torreón ganaba terreno ahora que era plenamente consciente del mismo. Ethan se rió ante su comentario, observando desde el sitio como se acomodaba.

-Bueno, si me lo hubieras pedido te habría ayudado a traer el piano… -Comentó en voz baja, jugueteando con la broma. -Me gustaron mucho tus canciones, si algún día volvemos me tienes que dedicar alguna.

El cumplido era sincero, con tanto baile no había llegado a razonar lo bien que estaba sonando la música y una vez cambiado lo había achacado a la magia del lugar y no al talento de su compañero, aunque si bien ahora era más consciente de su presencia, seguía siendo el mismo torpe de siempre en todo lo que respectaba temas amorosos. Ethan ya había pasado página en aquel cuento de hadas, como si al salir de la puerta del palacio el libro se hubiera guardado hasta la próxima visita, por ello no entendió los sutiles matices en las palabras del felino.

-Pueees, no tengo quejas todavía, te doy 5 estrellas. -Bromeo con una sonrisa sin ser consciente de que ese humor podría no entenderse en el extranjero. -Aunque lo de no cocinar nunca y dejarle a Rick fregar los platos de nuevo… hmmm

Le dedicó una mirada cargada de significado, que si bien en un principio podía resultar seria no tardó mucho en suavizarse tras unas alegres risas. Imitándole se reclinó también sobre el pozo, manteniendo las rodillas en alto y sus manos reposadas sobre las mismas con aire. Su vista algo tímida ante la confesión que estaba por hacer quedó varada en las mangas de su camiseta, a medida que jugueteaba con ellas distraído.

>>Es broma tonto, me ha encantado poder bailar contigo. Ya te lo dije, estabas precioso, fue ponerte la corona y parecías un príncipe de verdad, gracias por la invitación.
Kanyum
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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

20/03/24, 08:38 pm
Por los ojos del varmano bailaron chispas del fuego reflejado, abiertos por la ilusión de un mejor cumplido. Por supuesto que tocaba bien, ya lo sabía, tenía ego para dar y regalar al respecto, pero que se lo recordara Ethan cuando lo que buscaba era precisamente agradarle sentaba genial.

¡Sí, claro! ¡Hay una que me quedé con las ganas de tocar! Es una de mis favoritas —le sonrió con la alegría de quien habla de su tema favorito—. Es un swing espectacular, super animado y perfecto para bailar, pero si te paras a escuchar la letra ¡es super dramática! Va sobre una historia de ¿amor?, más o menos, de dos chicas que… —se dio cuenta de que como siguiese por ahí no no callaría nunca, así que se detuvo en su entusiasmo. Hasta había levantado las manos para tocar un piano invisible—. ¡Que te la dedicaré, claro! Sin… Sin letra.

Como bien razonó tarde el humano, el granta no entendió el sistema de puntuación. El cinco era un número muy bajo, y considerando la cantidad de estrellas que había en el cielo -al menos en el de su mundo-, no sabía si tan pocas tenían valor.

¿Eso es bueno o malo? —preguntó con el ceño ligeramente fruncido. Por su siguiente acusación le quedó menos claro aún, y sus mejillas se encendieron hasta rozar lo perceptible por el bochorno—. Ya dije que no sé cocinar. Se me quemaron-… —calló. Con la escasez de alimento no podía confesar que la noche anterior había quemado 2 tostadas seguidas intentando hacerse un sándwich.

Iba a excusarse también sobre lo de Rick (él no le “dejó” lavar los platos, se lo debía tras salvarle de aquel lamentable bigotillo de bibliotecario en prácticas), pero Ethan pronto atajó con el carácter bromista de su comentario. Por supuesto que él también bromeaaaaba… sssí… No había quemado nada… Se rio con él para así correr un tupido velo. Las siguientes palabras bonitas y la transparencia del londinense ayudaron, llenándole de una extraña mezcla de valor... y todo lo contrario. De alguna forma se le antojaba demasiado puro, y temía romper tan dulce ambiente con intenciones equivocadas.

Por favor, ¿tú te habías visto? —le preguntó con una amplia sonrisa, apoyando el rostro sobre una rodilla ahora flexionada—. Todos sabemos que yo no era el único que parecía un príncipe ahí. Me moría de ganas por bailar contigo —añadió un poco más suave—. No te hacía falta corona.

Nohlem volvió la vista al frente para aguantarse las ganas de apartarle un mechón de pelo tras la oreja en lo que se le antojaba un gesto demasiado apurado.

Ojalá hubiese durado más. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con alguien tan guapo. Y ojalá no nos hubieran interrumpido… —continuó tanteando terreno—. Me hubiera gustado poder devolvértelo. Los regalos, digo —se apresuró en especificar, o más bien, “des”-especificar. Su mano derecha daba vueltas a los anillos de la izquierda. Si no llega a entrar Aniol... ¿habría sido distinto?

Con el rostro descansando de nuevo en su rodilla parecía preguntarle aquello con la mirada.

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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

22/03/24, 11:23 am
La ilusión de Nohlem se le contagió cuando le escuchó cargar sus palabras de tanto ánimo, Ethan no tenía ninguna pasión similar pero igualmente disfrutaba de la ajena. Sus papelitos no eran tan divertidos de explicar, nadie de allí conocía sobre Kpop y hablar sobre todas las delicias de un buen té le causaba nostalgia al recordar que allí solo tenía la versión pobre del mismo. Eran temas más banales, hobbies con los que ni de lejos se emocionaba como el felino y aún así, el poderlos mantener estando tan lejos de casa le creaba una extraña ternura, era como obtener una victoría ínfima pero igualmente relevante. Era como gritar al mundo que a pesar de todo seguían siendo ellos y que por mucho que les hubieran arrebatado las estrellas del firmamento, nada les impedía seguir pudiendo imaginarselas.

Por ello se río en una mezcla de dulzura y diversión, la letra de la canción era irónica pero la torpeza del felino al intentar obviarla tarde muy dulce. No le importaba que quisiera dedicársela aún con todo, solo el gesto era significativo y mejor era una historia de amor que una de desamor por dramática que fuera, con todo el escenario que tenían a su alrededor que menos que intentar animarse con la música.

-¿También me la cantarás? A mí no me importaría escuchar la letra.

Le preguntó con cierta inocencia. En los vestidores había dejado entrever parte de su capacidad vocal y ahora se había quedado con las ganas de escucharle sobre un escenario menos caótico que ese. Ethan se alzó para dejar de descansar sobre sus rodillas, echado ligeramente hacía atrás mientras empezaba a deshacerse la coleta temporal que se había creado tras las trenzas. Su pelo ahora era un mejunje de formas, se había quedado ondulado en el exterior, allí donde Aniol le había regalado las trenzas y por el contrario el pelo más interior se había quedado con la forma de la coleta aún sin ella. Un despropósito que empezó a sacudirse distraído, tratando de peinarse improvisadamente con sus manos.

Nohlem tuvo suerte de que aquella distracción le robara atención sobre su confesión culposa. El asiatico solo levantó una ceja cuando escuchó la palabra ¨quemado¨ dedicando una no tan agradable mirada cargada de confusión, casi la misma con la que Nohlem no había entendido su puntuación. Claro, que estupido, no por tener hoteles debían compartir el mismo tipo de evaluación, a veces se le olvidaba esos detalles. La costumbre con la que ambos compartían similitudes le hacían ignorar que no solo el varmano estaba mucho más atrasado tecnológicamente hablando, si no que por igual que parecieran ambas épocas estas seguían perteneciendo a mundos muy diferentes.

-Ah, ay perdón. La explicación es bastante aburrida, vaya que cuando evaluamos un sitio en mi planeta le ponemos nota en forma de estrellas, pero el máximo número es el 5 así que sí, puedes alegrarte. -Carraspeó levemente. -Aunque no se si bajarte media estrella por lo de quemado…

Los halagos que llegaron a continuación dejaron a las estrellas y los números mutis pues poco importaba dar una nota tan alta cuando a cambio era bombardeado por mensajes de amor. Su corazón empezó a latir más rápido, con una suavidad elegante que quería acompañar cada nuevo cumplido en una rítmica canción interna. No sabía qué decir, ni qué responder, pues a pesar de lo bien que se le daba regalar palabras bonitas se le daba horrendamente mal recibirlas, por ello en una simpatía inconsciente sus mejillas se tornaron rosadas y su sonrisa más grande, empezó a flaquear en un nerviosismo que no quería hacer vocal.

-Ah, no es, gracias...

Pronunció dudoso, en su cabeza estaban empezando a dibujarse recuerdos en forma de colores y sensaciones. El calor de la cercanía, el cosquilleo de la intimidad, los turquesas y rosados que pintaban la cara del felino antes de que cerrara los párpados para pegarse a él. Quería devolverle los regalos, la pregunta era cuál de ellos. No quería sentirse estupido si se equivocaba al entender erróneamente la situación pues entre recibir una tiara y un beso había suficiente mundo que recorrer como para querer salir huyendo.

-No hace falta, quiero decir, fue eso, regalos, no esperaba que… -Cruzó la vista con el joven y tan rápido sus miradas se encontraron, la suya se fugó a observar a antorchita soltando una risa descompuesta. Le daba miedo quedar en ridículo si se hacía ilusiones con algo que no era. -Bueno… quiero decir, me los puedes devolver claro, es solo que no se si usare mucho una corona por el torreón…

En el momento que dejó caer una de las posibles ideas se le quedó mirando sin intentar disimular más lo muy perdido que se encontraba. La confusión estaba tan presente en su rostro que ni la tímida sonrisa podía esconderla.

-Que si es el otro... también esta -Fue perdiendo voz a medida que hablaba, demasiado avergonzado. -bien...
Kanyum
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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

22/03/24, 07:19 pm
No esperaba que Ethan se interesase, así que asintió ipso facto a su petición, igual de ilusionado. Tendría que versionarla para que no perdiese rima ni significado, un reto considerando la de interpretaciones que tenía, pero… ¿qué otra cosa tenía que hacer tantas horas metido en el refugio? Otra pizquita de felicidad le llegó al saber que cinco era el número máximo de estrellas, aunque ignoró la amenaza de perder evaluación por un desliz al que no pensaba volver ni para defenderse. Ni falta le haría.

Dándole vueltas al anillo de esmeralda en su anular como tornillo suelto, un movimiento oculto a ojos de Ethan por el ángulo de su cuerpo, Nohlem atendió como si sus respuestas y reacciones fueran temario de examen. Por supuesto que estaba nervioso, pero quizás no tanto como demostraba el humano. Mantuvo a raya una sonrisita burlona cuando notó al otro huir de su mirada, pues era una probabilidad que su timidez viniera de la mano del rechazo. Al menos se quedaría con que lo había intentado, y como para no hacerlo tras el visto bueno que había recibido a media mañana. Que creyera que hablaba de una corona le hizo reír, el tipo de risa cortada que no sabe como entregar una negación.

Bueno, te acabo de decir que no necesitabas corona para parecer un príncipe… —lo dejó al aire a posta.

Quería aparentar soltura recostado en su propia rodilla, pero lo cierto es que se sentía inquieto se pusiera como se pusiese. Le gustaban los nervios buenos y el revoloteo de las mariposas, pero ahora estaba un poco falto de esa anestesia gradual que proporciona el tiempo y un mejor ambiente. Más que romper el hielo Nohlem prefería derretirlo, pero tales eran los contras de dejar las cosas a medias. No obstante las palabras mágicas de Ethan fueron la dulce afirmación de que el cuento no siempre se ata al escenario, ni el flirteo tenía que empezar de cero. Una sonrisa de felicidad torpona como sus latidos brotó en su cara. Como si así pudiera disimularla Nohlem ladeó el rostro a otro lado, rascándose vagamente el morro en el proceso.

Sí, me refería más a lo otro, sí… Por eso que dijiste de que podía devolvértelo cuantas veces quisiera, y tal… ¡Que a ver, no es que estuviera mal o no me gustase! —se excusó rápidamente—. Es solo que como llegó Aniol… —con el rostro bajito buscó el negro de sus ojos, tragándose la timidez—. Solo me debías un beso en la mejilla así que está bien, peroooo… no sé, realmente pensé que iba a ser… diferente.

Sonrió un poco, culpable, riendo suavemente como prueba de unos nervios aflorantes. Luego sacudió ligeramente la cabeza en ese ping-pong entre mantenerle la mirada a Ethan o no. Finalmente se pegó un poquito más a él, hombros en su dirección. Sin mucho preámbulo Nohlem se inclinó para besarle, un beso sencillo en el mismo sitio donde él lo había recibido, entre mejilla y comisura. Exhaló una pequeña risa en el ademán de echarse para atrás, antes de repetir un segundo pico en el mismo lugar ipso facto. Tan cerca Ethan podría escuchar el inicio de un ronroneo.

¿Es aquí donde besáis los humanos normalmente? —preguntó por lo bajo a pesar de ir recuperando las distancias. Su sonrisa reflejaba una alegría desmedida, picardía oculta bajo la excusa de inocencia e ignorancia: primer anzuelo.

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¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

24/03/24, 04:53 pm
La desgracia se confirmó cuando Nohlem admitió no haber traído ninguna corona. Ethan escondió tras una sonrisa nerviosa la vergüenza repentina que le había entrado al ser consciente de su error. Ya no sabía qué era exactamente lo que le estaba provocando los cosquilleos, si el sentirse equivocado, la reciente ola de halagos o el hecho de que solo quedará una opción posible como regalo. Un beso.

La pregunta era, ¿qué clase de beso? Porque el trato inicial había sido uno bien sencillo pero las estrellas del palacete guardaban su secreto culposo y sabían que, bajo aquel firmamento había intentado ir a por otro no contento con el de la mejilla. Una realidad que ahora golpeaba con tanta fuerza como lo hacía el latir de su corazón. Claro que lo sabía, ambos lo sabían, si no hubiera sido por Aniol la historia habría cobrado otro rumbo. Tampoco podía enfadarse con el pequeño pues en su momento se había sentido aliviado por la intromisión, al fin y al cabo el juego estaba bien, daba calidez, pero temía acabar quemándose si se acercaba demasiado al sol.

-Ah… -Fue su burda respuesta a la aclaración. Pronto la acompañó con una risa bajita y avergonzada, propia de un niño que aún siendo descubierto trataba de hacerse el confundido ante la trastada. -Si, bueno… iba a serlo, un poco diferente, no tan apresurado desde luego.

Volvió a reírse presa de los nervios ganando algo de valor cuando Nohlem dejaba de verlo para verse desinflado cuando sus miradas se cruzaban de nuevo. La timidez afloraba culposa, causando hormigueos ya conocidos en su interior. Por un lado seguía anclado a esa escena, a como Nohlem se inclinaba sobre él en el palacete y como había deseado volver nula la distancia entre ambos, su otro lobo en cambio, siendo un poquito más racional le recordaba que hiciera lo que hiciera su única vía de escape eran un cuarto en el que irónicamente dormían juntos. Los errores que hubiera cometido en el palacete podían dejarse atrás, los que hiciera allí, no.

Ahora bien…

Tener al varmano cerca tiró por la borda cualquier intento de raciocinio, pues tan pronto sintió el gentil roce de sus labios contra la mejilla el capricho sobrevino a la duda. El segundo regalo se sintió como un premio a medias, como dejarte probar chocolate pero quitarlo antes de que pudieras saborear de verdad. Ethan quedó brevemente mudo, pestañeando con una lentitud pasmosa mientras la brisa volvía a correr entre ambos. Hacía años que no coqueteaba con ningún chico y hacerlo con uno de los más guapos del torreón cuando ya no tenía maquillaje ni vestía bonito era reconfortante, le subía poco a poco un ego marchito.

-No… -Musitó en bajo, atolondrado más por la cargada intención que por la propia acción. -Ah eh, quiero decir, si, bueno, depende!

Corrigió rápidamente tras una risa nerviosa. No se había planteado una duda tan sencilla como que quizá el mismo gesto no compartía significado entre diferentes razas. Ya en la tierra ocurría algo similar, hasta lo que tenía entendido los japoneses eran muy reservados afectivamente y en zonas como el mediterraneo los besos en la mejilla se convertían en un saludo cotidiano entre desconocidos. La sonrisa del felino al menos lograba tranquilizarlo, confirmando al menos que no había nada de malo por ese tipo de confianzas.

-Tenemos muchos, depende de a quien se los quieras dar y porque se los quieras dar, claro.

Sus ojos danzaron por el lugar, de Nohlem al patio, del patio a enfocarlo en el murciélago, el murciélago vuelta a Nohlem y en una fracción de segundos la desvío hacía sus labios en un acto reflejo que le llevó a volver a rehuir. Mejillas encendidas y vergüenza latente.

-A los peques o a los abuelos se les puede dar en la frente, a la gente más cercana en la mejilla y eh, pues cuando alguien te interesa de otras maneras más cercanas pues hmm… -Dudó, durante un instante dudó, movió una mano pero acabo suelta al poco de levantarla, volviendo a bajarla presa de los nervios. No sabía hasta qué punto no estaba cruzando una barrera sin retorno, solo sabía que en parte quería hacerlo.

Fue entonces cuando se atrevió a adelantarse un poco, recuperar una distancia que había perdido Nohlem y por segunda vez logró esta vez sí alzar el brazo hasta que su índice se apoyó levemente en los labios del pelirrojo. Un gentil toque que indicaba el lugar.

-Aquí.
Kanyum
Kanyum

Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
Nohlem: varmano granta. 1’69m
Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m

Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr

¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

26/03/24, 01:01 am
El varmano hizo acopio de voluntad para mantener su sonrisa a raya y dar la imagen de control y elegancia que cualquiera de su clase se supone que tenía que dar, pero era TAN difícil con toda la alegría que atesoraba dentro que sentía que llevaba puesto un mal disfraz. Le había admitido que el beso iba a ser diferente, pero es que para más inri tras los dos piquitos había fundido algo en Ethan, y lo notaba. Podía verlo cortocircuitar con sus voces bajas, sus ojos esquivos y risas tontas, en esa timidez tan dulce que no le alejaba sino que le traía más cerca de él; las obvias señales de que el interés  seguía siendo mutuo. Con la pequeña sonrisa de un niño que ha cometido demasiadas travesuras dejó descansar la cabeza contra el pozo a su espalda.

¿No? —repitió con modulada sorpresa antes de que Ethan se corrigiera—. ¿De qué depende? 

Ni siquiera se había planteado que los besos terrestres y los varmanos fueran diferentes, ni que separasen distinto a ellos las demostraciones de cariño según para quien fuesen. Su pregunta no había tenido tanta profundidad como la que pudiera darle Ethan, y sin embargo tras la capa de segundas intenciones atendía con genuino interés por la curiosidad de comparar culturas. No se le escapó la forma en la que el otro se fijó en sus labios, y por ese detallito fugaz ahora luchaba contra la inmediata tentación de humedecérselos como reflejo. Y entonces lo que esperaba, la pausa antes del último punto. La espectación le hizo separar la espalda del pozo unos centímetros, orejas rectas en vigía y rostro en su dirección. Impaciente quiso romper el silencio preguntando qué otras maneras cercanas eran esas, pero aún con sus gestos oxidados el londinense fue más rápido. Tocó sus labios.

Ni la oscuridad era lo único que mantenía sus pupilas redondas ni el fuego de Antorchita lo único que prendía sus mejillas.

Oh —musitó, tan bajo que el sonido llegó un poco más tarde que el movimiento de su boca—. Oh —repitió con una sonrisa desmañada, intentando zafarse de lo aturdido que pudiera haberse visto. El corazón le rebotaba en el pecho—. Entonces… No es tan diferente a Varmania.

Sorpresa de nadie. 

>>En mi mundo damos besos en las manos para los recién conocidos… —buscó una mano de Ethan y besó su dorso con suavidad, ojos cerrados. Luego la soltó con delicadeza—. Así. En las mejillas para familiares y amigos un poco según la situación… Aunque los más sentidos los damos con las mejillas tal cual. Frotando con- con esta parte —se cubrió la zona con una mano, abarcando del hueso del pómulo al pico de la mandíbula, cerca de la oreja—. Es para cualquiera que queramos: niños, familia, amigos… parejas. Los damos al consolar oooo, no sé, cualquier muestra de afecto con más sentimiento.

La charla no le estaba haciendo sentirse más tranquilo, solo alargaba lo que seguramente ambos quisiesen, pero le habían enseñado a ser un señorito con clase y paciencia y en el fondo lo disfrutaba. El fuego lento en su justa medida, el vuelo revolucionado de cientos de mariposas y el martilleo de sus latidos, las ganas de mirarle a los ojos y sostenerle la mirada a pesar de los nervios. Era un tango que no dependía de la guía de uno, sino del juego de ambos.

Y como vosotros —esta vez fueron sus ojos los que recorrieron los labios del otro—, cuando alguien nos interesa de otras formas… 

El turquesa de Nohlem ahora engullido por el negro de sus pupilas se detuvo en el centro de su boca, luego en su cicatriz. Sus ronroneos, de momento suaves, se activaron con el tacto de su barbilla, cuando con una mano la sujetó para poner ángulo. Por una fracción de segundo pensó en acariciar con inocencia sus labios tal como había hecho él, pasar el pulgar por el grosor del inferior, comprobar la diferencia entre la cicatriz y la parte sana...  

Aquí.

Pero al carajo. Mejor si lo hacía con los suyos. 

Ethan tendría margen para apartarse si es lo que deseaba. De lo contrario sus labios se encontrarían con los del varmano, quien para no ponerse nervioso y patinar actuó de forma idónea para estos casos: apagando el cerebro. En su burbuja de ignorancia no existían consecuencias, no pensaba en la incomodidad de la convivencia forzada durante a saber cuantos meses, que el chico que tenía delante siquiera era de su mundo, lo que por A o por B lo convertía en algo finito, pasajero, ni que estaban en un sitio horrible donde quizás morían mañana.

Bueno, de hecho, en este último punto sí que pensaba. Era un buen incentivo a no arrepentirse de sus actos.

Su boca se movería cuidadosa, sin lengua ni intromisiones, centrándose poco a poco en su cicatriz para quedarse con una textura que no había probado nunca. Una de sus manos buscó cualquier unión extra con Ethan, posándose sin presión sobre su pierna, brazo o mano, donde quiera que cayese. Roto el primer muro de vergüenza sus ronroneos se intensificaron al ansiar más, aunque tuvo la decencia de separarse para poner punto y coma entre uno y otro (si Ethan le permitía otro beso, claro), para no hacer la escalada tan vertiginosa. Resultó siendo uno sencillo, a sus avariciosos ojos apenas una toma de contacto, pero un beso al fin y al cabo. El varmano le miró sonriente, ruborizado y con las orejas gachas por una ya no tan agobiante timidez, en el espacio escaso, justo y necesario para deleitarse con las facciones del chico lindo al que acababa de besar. Si solo dependiera de él le buscaría al instante, se inclinaría sobre Ethan para cerrar esa distancia de nuevo, y apenas necesitaba una señal para hacerlo. La sonora vibración en su garganta y su respiración pausada eran buena prueba de las ganas que le seguía teniendo.

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♪♫♬:
Raven
Raven

Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75

Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga

Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.

¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

29/03/24, 09:03 pm
No era capaz de prestar atención a la clase. El beso en la mano se sentía lejano en comparación al tamborileo presente en sus mejillas y la voz explicativa del varmano no era más que una espera agónica en la que se veía incapaz de tomar aire para descansar. Había lanzado la flecha con tanta inexactitud que no sabía bien donde había caído, así que ahora vivía con el nervio propio de quien metía una moneda en un tragaperras y esperaba impaciente que le tocará algún premio. Si es que tocaba alguno.

Así que se dedicó a asentir con cierta lentitud, sin llegar a escuchar nada que no fuera el resonar de su propio corazón contra el pecho. El nervio crecía y con él las dudas mientras su mano regresaba a terreno seguro, incapaz de intuir si la intrusión de espacio personal había molestado o no al contrario. No porque Nohlem no fuera evidente, sino porque la vergüenza cegaba a la razón. Ethan no era Cenicienta, ni su compañero un príncipe azul en busca de princesa alguna, por desgracia no había zapato que recuperar ni regalo que entregar pero entonces… ¿Por qué sus ojos color esmeralda se fijaban en sus labios? ¿Por qué su mano se apoyaba gentil sobre su barbilla y de golpe se encontraba hipnotizado ante su mirada?

Ethan pestañeo en lo que se le hizo un instante eterno, congelando el tiempo en un suspiro que nunca llegó a verbalizar. Su corazón dejó de latir, respetando la calma que precede a la tormenta y para cuando esta explotó convertida en el suave tacto que juntaba sus labios Ethan ya estaba volando lejos de allí. Dejó que sus párpados se cerrarán para que la negrura visual cobrará una explosión de colores y sensaciones nuevas, disfrutando de la frescura que le estaba siendo regalada, la suave vibración de un beso acompañado de un extraño y relajante ronroneo. Nohlem exploraba el contorno de su boca con el dulce tacto de una brisa veraniega, dejando aún con sus dudas que tomara el control de un beso que él no sabía guiar. La torpeza de sus nervios y su inexperiencia no le hizo disfrutar menos, al contrario, la novedad era tan gratificante que notaba el calor de aquel contacto transmitirse al resto de su rostro. El rubor de sus mejillas era tan latente que abrasaba y aún así, ahora que había probado a qué sabía el sol, no le importaba tanto salir quemado.

Nohlem podría sentir el rastro irregular que hacían las yemas de Ethan sobre su piel, tan indecisas que no sabían bien dónde colocarse. Primero tantearon las mangas de su camisa, apenas unos toques para tenerla situada y desde ahí iniciaron un ascenso tan lento como era el beso, quedando colocadas sobre sus hombros para poderse acercar más al felino. Ethan trataba de seguir el ritmo más que crear uno nuevo, dejando que fuera Nohlem quien marcará el compás de aquel vals. La torpeza no era tan evidente gracias a su lentitud, pero seguía presente convertido en sutiles detalles. La discontinuidad que había en sus besos debido a las dudas de cuándo debía seguir y cuándo tomar aire acabó llevando al joven a perseguir brevemente unos labios que se habían distanciado de él. Percatandose a mitad de cumplir su capricho que Nohlem había finalizado un beso que se moría por continuar.

La vergüenza le invadió al instante, apartando ligeramente su cuerpo pero no sus manos. El frío de la noche había desaparecido tras el fulgor de aquel contacto y las consecuencias se palpaban en la velocidad con la que sus ojos trazaron el rostro del pelirrojo. Incapaz de sostenerle la mirada bajaron a su morro y se quedaron ancladas en la silueta de unos labios que le habían sabido a poco, añorando una sensación que aún tenía grabada en los propios.

-Ah, hmmm, perdón. -Rompió el silencio cuando los nervios florecieron en un nuevo cosquilleo, apartando la mirada hacía un costado. Buscaba rehuir, esconderse de unas pupilas tan densas que le devolvieron su propio reflejo y unos ronroneos tan altos que le hacían aún más consciente de con quien se había besado. -No es… quiero decir, ha estado bien, pero ehm… No sé, no sé si me convence, podemos…

Sus ojos entonces, regresaron tímidos, dedicando una sonrisa escueta y vibrante de una emoción malamente contenida. Quería más, pero no sabía cómo pedirlo así que se contuvo a mitad de pronunciar su deseo en voz alta. Carraspeando antes de que una leve risa nerviosa emergiera tratando de llenar su propio silencio. Nohlem notaría la vergüenza, no solo en su huidiza mirada y sus respetuosos susurros, si no en el tamborileo que hacían los dedos del asiático sobre sus hombros, la duda que le generaba el no saber si volverse a acercar o el alejarse del todo.

-Perdón, es que me gustan tus ronroneos…

Confesó en bajo, como si aquel halago pudiera solventar sus torpes intentos de ser recíproco.
Kanyum
Kanyum

Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
Nohlem: varmano granta. 1’69m
Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m

Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr

¡Cenicienta, que ya son las doce! Empty Re: ¡Cenicienta, que ya son las doce!

30/03/24, 02:39 pm
Atrás en Varmania no es que Nohlem se sacase un amante de debajo de las piedras con solo desearlo, ni que existiera alguien fijo al que acudir siempre que tuviera un capricho; no era ni tan mimado ni tenía tanta suerte. Ensha pasaba largas temporadas sin aparecer por casa, y si Olván estaba ocupado o su madre le tenía en vigilancia poco podían hacer. No era la primera vez como joven adulto que pasaba tanto tiempo sin recibir un beso, pero sí la primera que creía quizás no volvería a besar a alguien. Rocavarancolia daba miedo, igual que lo daba ser el único varmano del refugio o las extrañas circunstancias en las que había desaparecido su melliza e indudablemente él también. Ser olvidado o no regresar eran posibilidades demasiado altas, por eso el simple hecho de poner recuerdo y consciencia al que pudiera ser su último beso era para él algo tan importante. Una cosa menos que lamentar.

Ahora que, tampoco tenían que conformarse ahí. Ese no tenía porqué ser el último.

Esa supuesta señal para continuar no sería necesaria pues todo en Ethan era un visto bueno. Nohlem no romantizaba la inexperiencia, por norma general e independiente de rol y género la falta de habilidad era una traba, no una fortuna, pero debía de admitir que la timidez del londinense resultaba encantadora. No era casto y puro como los protagonistas de novelas rosas, sino dispuesto como el que no sabe bailar pero igual tiene todas las ganas de intentarlo. No se había apartado, sus manos aún le mantenían cerca y aunque sus ojos rehuían de los suyos bien sabía el granta donde apuntaban. Su sonrisa se curvó de un lado más que otro. Hasta él empezaba a sentirse torpe y nuevo.

¿Huh? ¿Por qué? —preguntó igual de bajito, con la risa floja. No iba a juzgar su falta de práctica si es lo que creía. Sus orejas se alzaron con suma atención y su rostro viró como el de un cachorro curioso, pues no esperaba haberle decepcionado tal como venía pareciendo… hasta que entendió el gancho. Sus cejas se arquearon en lo que era un "aaaah" muteado.

Demasiado tarde para jugar al noble sofisticado. La alegría traviesa de su sonrisa no podía ser más clara, incluso si esta vaciló por pura empatía al ver una versión mucho más cortada de parte de Ethan. Que él también sonriera le remató e hizo que su corazón diera saltitos -¿o era su estómago?, ¿sus pulmones?, que carajo, todo en su pecho brincaba-, pero lo que más le sorprendió fue el cumplido a sus ronroneos. No era el halago más común viniendo de un mundo donde ronronear es tan normal como estornudar, ahora bien, en lugar de hacerle sentir extraño por sus diferencias Ethan logró que se sintiera especial. A lo mejor ser el único varmano no estaba tan mal.

¿Te gustan? —preguntó atontado, iluso y evidente. Sus ojos achicados por una no-tan-pequeña sonrisa buscaban los de Ethan—. Están sonando por ti.

Tan pronto dijo eso bajó el rostro con una risa avergonzada. No obstante lejos de acobardarse sus manos ganaron confianza, una deslizándose hacia su cintura y la otra asentándose sobre su pierna con firme paciencia. Su vista volvió a subir.

Hmm. Si no te ha convencido podemos repetirlo...

Una mirada, eso es todo lo que esperaría. Mientras su sonrisa caía bajo el peso del reto que era enseñarle a Ethan un beso mejor cerró las distancias en un movimiento suave para unir nuevamente sus labios. El sosiego que demostró antes fue pasajero, pues tan pronto cruzó por su mente un "estoy besando a Ethan" su corazón y todo en él se agitó de forma inevitable. Aquel pensamiento siguió repitiéndose hasta quedar completamente derretido, hasta que sus manos se cerraron y su boca se entreabrió para abarcar más de Ethan. Quería más de su calor, de su cicatriz y el sabor de su boca, pero la torpeza del otro y su responsabilidad como guía le mantenían humilde y atado. Si querían bailar juntos debían ir al mismo son, incluso si la música compuesta de pequeños chasquidos, ronroneos y breves suspiros fugados pedía otro ritmo. Era increíble que en los pocos segundos que dura un beso Nohlem pudiera olvidar tantas cosas de sí mismo.

Suéltate... —susurró en algún punto sin apenas separarse, ojos entreabiertos por un segundo. De vuelta a la oscuridad su lengua rozó sus labios queriendo entrar.

Santos. De verdad estoy besando a Ethan", y como tonto que tropieza dos veces con la misma piedra, su corazón se saltó un latido de nuevo. No había forma de arrepentirse de eso.

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