Torreón Letargo (Archivo III)

yrio llegó al torreón jadeando, con los ojos llorosos y abrazado a su libro y a su espada manchada con la sangre de Pablo. Había perdido su pluma en la carrera, pero eso no era tan importante si tenían en cuenta que estaban todos vivos. << Por el momento>> Se pegó al herido y a Erin todo lo que pudo, pendiente de todo lo que hacían pero incapaz de ayudar, igual que con Seon, cubierta de quemaduras. Él podía cuidar de sus propias heridas, pero normalmente tan solo eran raspones, magulladuras, arañazos y algunos cortes. Nada serio nunca, por eso no tenía ni idea de qué hacer en esa situación.

-Las... patas- advirtió- Se quedaron dentro las patas del bicho, hay que sacarlas todas- Eran ocho, si no recordaba mal.

Pechote ya había montado en cólera por que se habían llevado a su querido dotado y habían vuelto con él herido. Tenía un tono de voz increíblemente irritante, y se volvía aún más cuando estaba enfadado. Todos había corrido peligro y no habían salido por gusto, pero él no parecía entenderlo. Se puso en pie y lo encaró:

-Escucha, canijo- empezó señalándole con la espada ensangrantada- A lo mejor tú puedes pasar plantándote en el patio mientras tus hierbajos crecen pero nosotros necesitamos comida, no hemos salido para admirar el paisaje. Vale que no somos guerreros pero tampoco nos podemos quedar aqui metidos como una panda de inútiles y dejarle todo al gigante porque es el único fuerte o no sé que pollas más. Que por cierto que si él no ha venido es porque no le ha salido de los putos huevos, que no es nuestra niñera ni vamos a pedirle que nos lleve de la manita a todos lados. Hemos salido y nos han atacado, y no ha sido culpa nuestra, y Pablo ha caido como podíamos caer cualquiera de nosotros, pero claro, a ti no te importa una mierda porque no hacemos cosas mágicas para tí, ¿verdad?- tiró la espada a un lado y le enseñó le libro- Magia. Esto dice como funciona, y voy a estudiármelo, porque por lo que he visto, tú mucho hablas de dotados y de dones de Flora pero se nota que no tienes ni puta idea de como funcionan, así que si me disculpais...

Subió las escaleras con el libro y se sentó en el último piso con él abierto sobre las piernas. Tuvo que bajar de nuevo poco después al descubrir que necesitaría los cristalitos esos para lograr algo, pero lo hizo a escondidas para no llamar la atención de nadie, y se puso manos a la obra. << Muy bien, Yrio, puedes hacer esto.>> Aprovechó una herida antigua, se arrancó la costra y dejó que la sangre fluyera por las ranuras del cristal. Y el cristal se iluminó.

Tap no daba crédito al cabreo de Pechito. No se podía creer lo que le estaban diciendo. ¿Le estaba echando en cara que se pasaba mucho tiempo cuidando el huerto y que no pensaba en ellos? Precisamente lo estaba haciendo por el grupo entero. Todo lo que hacía era por el grupo y no podía entender que no lo vieran. El cabreo se había convertido en un miembro más de la colonia. Tap respiraba de forma nerviosa y de su espalda se comenzaban a distinguir lo que acabarían siendo unos chirridos insoportables. Las palabras de Pechito le habían dolido, porque no llevaba razón ninguna. Y más todavía el hecho de que en lugar de pararse a hablar las cosas, se las soltara de golpe y saliera huyendo. << Cardo cobarde... >>. Se acercó al los primeros escalones y gritó desde ahí, esperando que Pechito lo escuchara.

-¡¿QUE YO QUÉ?! Mira, puedes decirme que soy mandón, que me enfado enseguida, que tengo poco aguante y muy mal genio. Pero absolutamente todo lo que he hecho lo he hecho por vuestra estúpida y gigante manada. Esta ciudad os va a matar a todos si seguís pensando de forma individual. Somos un grupo, un puñetero grupo. Y hay gente más o menos capacitada para ciertas cosas. Se supone que si una persona sabe defenderse, no debe dejar que los indefensos salgan solos. Mira lo que pasa ¡Mira lo que pasa sino! Hay que ver por todos, que no os entra en la cabeza-Cogió una bocanada de aire y siguió gritando, esta vez a todos los que había en la planta-. El huerto es una necesidad para todos. De él se pueden sacar ingredientes para medicinas, venenos o incluso alimento. Yo hoy puedo enterrar los pies en tierra y quitarme el hambre, pero vosotros no, porque no habéis traído comida. Cuido el huerto por todos, invierto mi tiempo en ayudar en lo que sé. Siento no saber hacer de esa magia vuestra o no ser un dotado. No, rectifico, no lo siento. Es lo que hay y os jodéis si no os gusta-Tap estaba temblando, chirriaba fuera de quicio, hacía tiempo que había dejado de gritar y lanzaba las frases al aire a media voz. Miró a a los gigantes y por un momento se asustó. Se vio pequeño, canijo como había dicho Pechito, y ellos eran muy grandes. Y sintió un ramalazo de miedo que le hizo salir corriendo al patio-. Que os maten, si tanto queréis.

Silbó y rápidamente llegó la avispa, zumbando alegremente e ignorando el cabreo de Tap y todo lo que había ocurrido. << Menos mal que estás tú aquí >>. Le dio una palmada en el lomo antes de saltar sobre ella y volar hasta la azotea del torreón. Hizo que el insecto se colocara sobre la trampilla, para que no pudieran abrirla, y se quedó recostado contra una de las patas del animal, tratando de relajarse para pensar con claridad. Lo de Pechito realmente le había molestado. Si no se preocupara por nadie, no habría entrenado con él por la noche, ni habría tratado de consolarle cuando se peleó con la de tallos verdes, ni habría sugerido lo del barro a la misma giganta, ni habría cedido sus somníferos para ahorrarle un poco de dolor a Pablo, ni habría saltado contra el lagarto... << Son unos egoistas >> se dijo convencido << Tienen los ojos enormes pero no ven nada >>. Agitó la cabeza decidido a olvidarse un rato de todo y comenzó a silbar en un intento inutil de atraer así al buen humor.

Recordaba muy poco del trayecto hasta el torreón, aparte de que el hombro me dolía horrores y que al final alguien, creo que era Atol, había tenido que cargarme sobre sus hombros.

Ya dentro del torreón me habían ayudado a tumbarme en un sofá. En algún momento Tap apareció, no de muy buen humor, y me hizo chupar algo. Poco a poco todo se fue nublando, y se hizo el silencio.

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Abrí los ojos y me incorporé. Me encontraba en el Torreón, sentado en el mismo sofá, pero no había nadie y todo estaba en silencio. Me di cuenta de que el hombro ya no me dolía y le eché un vistazo. La herida ya no estaba allí. “¿Que coño?”

-¿A qué viene tanta sorpresa?- Me giré. A mi lado, surgido como por arte de magia se encontraba Tap. El repoblador tenía el mismo aspecto de siempre, pero había algo que no encajaba, era como si su presencia impusiera más de lo habitual. -¿Tap?-

El repoblador hizo un gesto de frustración. -Pues claro. ¿Quién si no?- Acto seguido saltó sobre mi cabeza y comenzó a tirarme del pelo. -Vamos, arriba. Ya has estado bastante tiempo sentado- Me puse de pie. Había demasiado silencio. Probablemente no había nadie más en el torreón.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demás? ¿Y por qué ya no estoy herido? ¿Tanto tiempo he estado inconsciente?-

El repoblador soltó una risotada. -Claro que no. Tu herida sigue ahí, simplemente no la notas. Supongo que será por los calmantes.-

Calmantes... Claro, me había hecho chupar algo y después... si era un calmante probablemente también sedaba. -¿Entonces estoy soñando?-

A modo de respuesta Tap se puso a aplaudir con dos de sus extremidades delanteras. -Enhorabuena. Pensaba que tardarías mucho más en darte cuenta.-

Fruncí el ceño. El repoblador estaba siendo más desagradable de lo habitual.
De un ágil salto abandonó mi cabeza y aterrizó sobre la mesa. -Aunque es mejor así. De este modo tendremos más tiempo para hablar-

Me acerqué a la mesa -¿Hablar? ¿Sobre qué?-

-¿No es evidente? Sobre ti, por su puesto. Es tu sueño ¿recuerdas?- Puso los brazos en jarras.

-Para empezar podríamos comentar la forma lamentable con la que te has desenvuelto desde que llegaste a la ciudad.- Puso cara pensativa. Mientras tanto una furia descontrolada empezaba a bullir en mi interior. “¿para eso quiere hablar? Para mofarse de mi?”.
-Veamos, ¿Cuanto tiempo llevas en esta ciudad? Unos días ¿verdad? Y en tan solo unos días has estado a punto de morir ¿Cuantas veces? ¿dos?. Ah, pero eso no es lo mejor.- Hizo una pausa dramática. -Lo mejor, es que en ambos casos, habrías muerto de no ser por la intervención de alguno de tus compañeros. Patético ¿No crees?.-

-¡Callate!- Dí un puñetazo a la mesa, peligrosamente cerca de donde estaba Tap. Este se limitó a mirar mi puño divertido. -¿Para eso querías hablar? ¿Para dejarme claro que soy un inútil?- Las palabras del repoblador me habían herido, y lo peor era, que en el fondo sabía que llevaba razón, desde que había llegado no había hecho mas que estorbar.

-Exactamente, quería dejar eso claro desde el principio. Eres un inútil.- Saltó a mi brazo y trepó hasta mi hombro. -Pero no lo hago para herirte, ni mucho menos. Lo hago para que vuelvas por el buen camino. Para que dejes de hacer el tonto y hagas lo que has venido hacer aquí. Volverte más fuerte.- Continuó su escalada hasta sentarse sobre mi cabeza. -Veamos, tienes que recordar lo básico. En primer lugar ¿Por qué aceptaste venir aquí? ¿Qué fue lo que te movió a aceptar la oferta de aquel extraño personaje? ¿Fueron las ganas de ver maravillas? ¿Fue la curiosidad? ¿fue tal vez algo más peligroso como la promesa de amenazas continuas?- Se levantó y volvió a descender hasta mi hombro. -Fueron varias las razones que te llevaron a aceptar pero una de ellas se impuso a las demás. Esa es la que realmente te hizo aceptar, y la que necesitarás recordar para fortalecerte.- Acercó su cabeza a mi oreja y me susurró -Fue la Venganza-.

Yrio había ido marcándo las páginas donde estaban los hechizos que le interesaban con hilos de su jersey. Había intentado algunos, pero todos habían resultado en un rotundo fracaso, ya fuera porque se trababa la lengua una y otra vez, porque se olvidaba de algún gesto con las manos o porque simplemente al hechizo no le daba la gana funcionar. Era todo muy frustrante e Yrio acabó rodando por el suelo y tirándose del pelo en una rabieta silenciosa.

Cuando regresó a su rincón en el suelo, con el libro en el regazo abierto por un capítulo al azar, oyó el zumbido de la moscarda de Pechote justo sobre su cabeza. Lanzó una mirada de fastidio a la trampilla dle techo cuando al zumbido lo acompañó un molesto y desafinado silbido. En un infantil intento por vengarse y fastidiar a su vez a Pechote, Yrio se puso en pie, cristal en mano, y comenzó a pronunciar en voz muy alta el hechizo que aparecía en la página, exagerando mucho la pronunciacion y los gestos como un actor interpretando su papel. AL final acabó riendo a carcajadas pro lo absurdo de la situación, pero su risa se esfumó cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Una esfera grotesca le miraba (sí, le miraba) con expresión espectante, levitando un par de cabezas por encima de Yrio. El chico le devolvía la mirada, blanco como el papel, sin tener la menor idea de qué hacer. La criatura habló en un idioma incomprensible y desagradable y el sinhadre se cayó de culo de la impresión soltando una exclamación. Retrocedió a gatas para mayor enfado de la esfera flotante que comenzó a gritarle lo que Yrio entendía como incoherencias hasta esfumarse de forma tan repentina como había aparecido.

Tras unos minutos que fueron los que Yrio necesitó para recupera la compostura, corrió hacia le libro y releyó el hechizo que acababa de pronunciar. Invocación del lacayo grotesco. Desgraciadamente a la traducción de las órdenes le había caído una mancha de algo y eran ilegibles, así que no tenía la más mínima idea de lo que ese bicho era capaz de hacer.

Seon no dejo de llorar en un buen rato, con lágrima silenciosas y Alder ignoró la conversacion a gritos de Yrio y Tap, hasta que escuchó lo del libro de magia.
Subió al poco, besando con sumo cuidado la mejilla de Seon antes de hacerlo, y buscó a Yrio por la casa. Lo encontro leyendo el libro con mucha atención, de pie, como si viniera de hacer otra cosa.
- Yrio... -dijo a media voz. No tenía muy claro si seguía enfurruñado. No, daba igual, Alder se aclaró la voz y lo dijo más convencida.- cuando has hablado de magia, ¿crees que hay algo que pueda ayudar a Seon con las quemaduras? y serías capaz de hacerlo? Seon no deja de llorar y cuando le he preguntado dice que no es por el dolor... pero... no se, esta tan llena que no va a poder dormir tranquila. Si sabes hacer algo o puedo intentarlo yo, dimelo.

Yrio dio un respingo al oir la voz de Alder y casi tira el libro al suelo. Seguía algo asustado por lo que acababa de ocurrir y le costó horrores articular palabra.

-¡Magia! Yo.. ¡la bola! ¡Y hablaba! Pero... era raro, y era magia y...

Al final se rindió y respiró hondo. Ya se lo explicaría más tarde, en ese momento Seon era prioridad. Había leido por encima varios hechizos de curación y creía que alguno le serviría para las quemaduras. Otra cosa es que le saliese bien. No quería ponerse en ridículo otra vez.

-Eh... Hay algun hechizo de curación, pero no sé si podré hacerlo- dijo algo inseguro. Al notar la mirada de Alder añadió- Pero puedo intentarlo.

Fueron a buscarla. A Yrio el temblaban tanto las manos que las primeras veces no pudo ni hacer los gestos correctamente. Se olvidó del hechizo en más de una ocasión, y esto no hacía más que aumentar sus nervios.

-Lo siento- dijo al décimo intento fallido- Lo intentaré una vez más.

Respiró hondo, dijo las palabras acompañadas de los gestos y una de las quemaduras más grandes desaparecío, dejando una pálida marquita en la piel. Alentado por el éxito repentino repitió de nuevo el hechizo en otra quemadura y volvió a funcionar. Yrio habría llorado de alegría si no le diese tanta vergüenza.

Seon
Seon no lloraba porque le doliesen las quemaduras, aunque Alder parecía pensar que sí.
Todo el asunto de las luciernagas era una triste metafora de su llegada a aquel lugar. Ella había visto las luciernagas, tan bonitas y prometedoras, agradables y nuevas. Pero solo se había quemado, y estaba tan dentro de la nube de insectos que no pudo salir sin seguir haciendose daño.
Seon había entrado en pánico en ese momento, y seguía presa de la ansiedad. Lloraba porque se había equivocado al escoger venir, y lloraba mucho y se le escapaban algunos hipidos. Cuando Alder desapareció de su vista, buscó un rincón en el que llorar a gusto su estupidez.
Siempre había creido que ella era la que tenía sentido comun de las dos, siempre frenando los pies a su impulsiva compañera. Pero estaban aqui porque ella lo había pedido, y alli todo era feo y descolorido, y todo lo que era bonito era peligroso.
Y si Alder fuera la que hubiera acabado llena de quemaduras, habría sido su culpa por ser cabezota y creer que había alguna bondad en aquellas cosas, cuya unica virtud era dar un bonito espectaculo. Yrio y Alder la encontraron cuando por fin se secaba las lagrimas, decidida a no dar un espectáculo. Su edeel era la fuerte de las dos y ella seguía siendo demasiado sensible.
Yrio repetia gestos y palabras y notó que el dolor desaparecía junto a una quemadura, y luego junto a otra. Seon nunca había llorado por el dolor, pero le agradaba la sensación de alivio. Alder pidió probar, y se hizo daño en las manos con los cristales, sin muchos miramientos. Pero no consiguió nada. y esas quemaduras fue todo lo que se curó en Seon. No les dejo continuar y se levantó y besó en la mejilla a Yrio, quien probablemente pudo notar el tacto humedo de las lagrimas que hasta hacia poco tenía en la piel.
- Muchas gracias por todo, no era necesario. No debería llorar tanto, creo que he asustado a Alder.- lo dijo con toda la entereza de la que fue capaz y se fue.
- Sí, Yrio, gracias.- dijo Alder, con gesto de preocupación y la mente en otra parte. Le dejó los cristales manchados de sangre en la mano, le dio otro beso en la mejilla contraria y siguió a su aurva a donde hubiese ido.

Yrio se quedó un poco descolocado ante la situación. Había logrado su objetivo; curar a Seon, pero era como si no hubiese servido para nada. Acabó solo de nuevo con la misma sensación de inutilidad que solía acompañar todos sus pensamientos. Fue a la hoabitación y se tiró en la cama para seguir leyendo y estudiando. Había descubierto que podía hacer magia, pero no era suficiente. Pechote creía que era un inutil, Serokrai creia que no podía defenderse solo, no podía ayudar a Seon y para Alder no era más que un niño pequeño. Poder hacer magia no era suficiente, tenía que dominar la magia, tenía que ser util al torreón y tener verdaderas razones para darle lecciones a la gente. Tenía que demostrarse a sí mismo que su edeel había estado siempre equivocado, pero con argumentos sólidos y no solo echando cojones.


Tiempo despues una pequeña llama quemaba una polilla en las manos de Yrio. Había sido un accidente del cual el niño no se había percatado. No le dio más importancia pues había logrado dominar otro hechizo. Un tercer hechizo. Su estómago rugía y decidió bajar con los demás para ver cómo estaba Pablo, dudando si revelar su descubrimiento o mantenerlo en secreto al igual que sus entrenamientos.

Nada más entrar el repoblador empieza a echarnos la bronca del siglo. No le presto atención mientras busco unas pinzas en el botiquín, pero al ver que no lleva, no me queda otra que mirarle << Sus manos nos sirven, a ver si se calla de una vez >> Pero el enano sigue y sigue erre que erre. Gruño y disimuladamente me voy hacia la cocina, busco una cacerola y cuando vuelvo al salón, es Yrio el que arremete contra él, bastante enfadado. Al final el chico se va enfurruñado y me reafirma en lo de encerrar al enano en la cacerola para acallarlo. Y también reaviva mi curiosidad por la magia... Pero primero lo importante.
-¡Eh, Tap!-le llamo escondiendo la cacerola, justo cuando echa a correr al patio.-Joder con el enano...

Dejo la cacerola en la cocina y voy corriendo al patio para verlo subir en su avispa a lo alto del torreón. Le sigo escaleras arriba y me encuentro con la trampilla bloqueada. << Maldito idiota >> En otro momento habría empujado hasta abrir la puerta, pero ahora mejor no. Así que hablo desde dentro.
-Oye, Tap. Lo hecho, hecho está. Pero Pablo tiene unas patas de insecto clavadas en el hombro y nuestras manos no nos sirven, así que si puedes ayudarnos, el chico se pondrá mejor pronto. Y luego tenemos que volver a salir, pero Serok vendrá esta vez y tú también. Bueno, qué, ¿nos ayudas?

Si dice algo, no lo escucho, pero el peso de la trampilla desaparece y bajo de nuevo al salón a tiempo de verle entrando con la avispa. Rápidamente me acerco al chaval y Tap se sube a sus hombros para ponerse manos a la obra mientras le miro solícito. Y preocupado. Preocupado porque a uno del otro torreón le arrancaron una pierna y vale que las heridas estas no sean lo mismo, pero podrían ser venenosas y acabar mal.
-Eh, Tap, quizá las patas esas sean venenosas, ten cuidado.-le digo mientras logra extraer una y la dejo en la mesa, mirándola curioso.

NfdR: Ahora puedo postear, más tarde no podré o no sé si podré, por eso manejo a Tap ^^"

Tap sonrió con algo de amargura. << Ahora sí os hago falta >>. Sin embargo, por lo que le decía Metálico, esto iba más allá de un favor interesado. Necesitaban ayuda para salvar a Pablo. << Tiene suerte de que esté yo aquí >> pensó. Pero rapidamente negó con la cabeza. << No, no tiene suerte, soy su suerte >>. Trepó a la avispa y en un silbido ya estaba volando de vuelta a la habitación dónde estaba Pablo acostado. La avispa sobrevoló el sofá y Tap saltó al respaldo.

Lo primero que hizo fue acercarse a la cara del gigante. Le dio un par de bofetadas en los mofletes y le agarró de los labios, tirando de ellos en varias direcciones. Asintió tranquilamente, una vez había comprobado que estaba bien dormido, y comentó en voz baja:

-Vale, creo que no se va a despertar de momento-sonrió divertido, dejando la preocupación por el muchacho bien camuflada y se puso de pie sobre el esternón. Rasgó la ropa del muchacho con la punta de su flecha y examinó la herida. Era bastante fea. Estaba todo encharcado de un líquido rojo que Tap pronto identificó como la savia de los gigantes. Atol le avisó de posibles venenos y el repoblador negó con la cabeza-. Pablo llegó vivo y bien despierto al panal. Si hay veneno no será demasiado peligroso-flexionó las piernas, se apoyó con un par de brazos al pecho del muchacho para evitar alguna tonta sobre la herida. << Espero que no te duela >>. Le dio unas palmadillas al dotado a modo de disculpa y comenzó a trabajar con las extremidades sobrantes. Metió las manos en la herida y tanteó entre la carne blanda hasta dar con un punto del que agarrar la primera de las patas. Tiró de ella con cuidado de no clavarse nada por si las moscas y se la pasó al Metálico.

Mientras seguía extirpando las extremidades restantes, Tap se paró a pensar en qué tipo de insecto sería, pues debía de volar bien rápido para clavarse tan hondo y las patas eran bastante duras. Sin embargo, las especies que él conocía que pudieran volar tan rápido, no eran tan pequeñas y, por las patas, este no podría medir mucho más que Tap. Varias ideas se le ocurrieron a partir de estos pensamientos, pero las dejó ir mientras acababa. Cuando todas las extremidades estuvieron fuera, Tap saltó de nuevo al sofá y se miró las manos manchadas de sangre.

-Puegh, estoy manchado de Pablo-comentó fingiendo asco-. Por dentro sois más feos que por fuera- buscó el trozo de tela que había arrancado de la camiseta de Pablo y se escupió en los brazos para humedecer la savia seca del gigante. Después, se frotó con la tela hasta limpiarse-. Ahora os toca a vosotros cuidar esa herida-les dijo mientras se acercaba al sitio al que Atol había puesto las patas para volver a examinarlas.

Sigo ayudando y curando a Pablo mientras el repoblador le extrae las patas con cuidado de no dañarse en el proceso y no agravar la herida. Cuando todas los trozos están fuera y la herida limpia, Erin le echa un extraño líquido que al contacto con la herida empieza a burbujear, ell cual no huele nada bien, pero dice que es desinfectante. Para finalizar le vendamos todo el hombro y parte del brazo para que no se le muevan las vendas. Serok va a echar un vistazo a la puerta pero las criaturas no nos han seguido, así que por fin podemos respirar, más o menos tranquilos.

Más o menos porque apenas hay comida de una cesta, casi nada. Apenas un poco de carne y pan, lo que más pesaba y que no salió volando en la carrera de quien la portase. Así que hago recuento mental y preparo lo poco que hay para repartirlo entre Pablo, las chicas e Yrio, cuyo estómago viene quejándose. Y ahora que caigo, ni rastro de Alder y Seon. << Tap dijo algo de que se habían quemado... >> Mientras pongo una mesa rápida y sencilla miro alrededor, buscándolas sin éxito.
-Eh, Yrio, ¿has visto si Alder y Seon se han tratado las quemaduras?-le pregunto visiblemente preocupado.

Lo que sí encuentro son varias quemaduras a lo largo de mis brazos y hombros, hasta entonces sentidas únicamente como un cosquilleo atribuido a la tensión de la huida. << Diablos... Luego las curaré, si puedo, pero primero lo importante >>

Yrio acababa de bajar en ese momento cargado con cristales y su libro, además de una carab de determinación. Ya le habían vendado la herida a Pablo, pero aun podía intentar hacer algo para acelerar el proceso. El pensamiento de que solo con cerrar un poco la herida y soldar algunos vasos ya era una ayuda le animó, e hizo desaparecer algunas inseguridades.

-Seon y Alder están bien, pero no se donde fueron ahora...- dijo, luego señaló a Pablo.- Quitadle las vendas, ¡he aprendido algo!

Sorprendentemente hicieron lo que Yrio les pidió, le quitaron las vendas a Pablo y le descubrieron la herida. El chico se vio desfallecer viendo al ver el agujero, ya que con el calor de la adrenalina no le habí parecido tanto, y luego había demasiada sangre como para ver los músculos desgarrados y el ligero blanco del hueso asomando. Reprimió las náuseas y con una mano agarrando firmemente los cristales comenzó a recitar el hechizo. En cuanto vio que comenzaba a funcionar y la carne comenzaba a regenerarse y cerrar la herida se emocionó tanto que se le trabó la lengua, tuvo que empezar de nuevo. El segundo intento fue mucho mejor y casi logró cerrarla entera, de no ser por el repentino mareo que le vino. De pronto todo le daba vueltas, necesitó sentarse a descansar y parar definitivamente de hacer magia. Aun así estaba muy contento con el resultado; la herida estaba casi curada, y aunque aun necesitaría permanecer cubierta un tiempo y seguia requiriendo atenciones era mucho menos que antes.

Yrio se dio unas palmaditas mentales en la espalda a sí mismo y se comió su ración sin levantarse del sillón donde se había apoltronado, pues sentía que si daba un solo paso se caería redondo. Les mostró el libro a los demás.

-Al parecer sí que se puede hacer magia. Es sencillo pero se necesitan muchos intentos, o al menos yo necesité muchos... Los cristales esos son como... el combustible; los haces brillar, los sostienes un rato y cuando se apagan los usas, y si no tienen energía no puedes hacer hechizos.

Los cristales se gastaban a una velocidad frustrante, y en algunas ocasiones no había tenido suficientes para realizar algunos hechizos.

- Seon esta arriba durmiendo. Esta un poco... triste.- dijo a falta de una mejor palabra. Habían hablado, y Seon había insistido en disculparse por llevarla hasta allí. Y luego vuelta a las lágrimas. Alder había dicho todo lo que se le había ocurrido para consolarla, hasta el límite de ponerse irritable. No sabía como al final ella era la que salía mal parada, pero siempre le tocaba palmear la espalda de su parte clara. La mejora del humor de Seon y su promesa de volverse más fuerte y de sacarlas de allí, sin embargo había hecho que olvidase de eso, y hasta le había arrancado una sonrisa. Se habían dado un abrazo y Seon, que todavía tenía problemas para regular sus horarios de sueño, se había quedado arriba.
Cuando llegó Yrio estaba sentado en el sillón comiendo, y explicaba como funcionaba eso de la magia.
Arriba ella lo había intentado y no había sucedido nada, pero quizás solo tenía que reintentarlo.
- ¿está Pablo bien?- preguntó mirando al chico dormido.

Yrio bajó hasta la planta dónde estaba el resto, cargado hasta arriba de cristales, y se acercó a Pablo diciéndo que había aprendido no sé qué. Tap prestó atención solo porque estaba cerca y le picaba un poco la curiosidad, a pesar de que le apetecía salir de la habitación. No le apetecía compartir el aire con él ahora mismo. Pechito se acercó a la herida, habló cosas raras e hizo movimientos raros (lo que Tap llevaba pidiendo a Erin y Pablo desde que supo lo de sus dones) y ¡Sorpresa! En apenas unos segundos la herida del hombro de Pablo había mejorado sustancialmente. Tap fingió que no le había sorprendido, aunque quizá no demasiado bien.

Lo que sí le hizo fue reflexionar. Los dones de Flora se aplicaban a las plantas. Eso no podría ser un don. No le cabía esa idea a Tap en la cabeza. << ¿Y si son otro tipo de dones? >> No lo había pensado, porque jamás había conocido a alguien que no defendiera los intereses de la Flora (y que no fuera repoblador). Pero estos eran gigantes, nada que ver con él ni sus costumbres ni su nada. ¿Quién le daría dones a ellos? ¿Dones para gigantes?

Tap refunfuñó, estaba pensando demasiado para su gusto y el de su cabeza, que empezaba a dolerle. Saltó al suelo para salir fuera, que era lo que había pretendido hacer desde que Pechito había bajado, y eso fue lo que hizo. Eso sí, tragándose una orden al gigante y reciclándola como una idea vaga: << Pablo no es el único herido. Ya podría dejar de emocionarse y curar al resto >>.

En el patio, se escondió entre las plantas del huerto y enterró los pies en él. La avispa vino al rato y Tap se tumbó bocarriba sobre ella, para tomar un rato el sol. Ignorante de todo, salvo lo bien que se estaba en ese justo momento.

Poco a poco, fui abandonando el sueño y volviendo a la realidad. Al principio solo me llegaban sonidos inconexos a los que no les encontraba sentido. Poco a poco esos sonidos fueron tomando forma hasta que empecé a reconocer palabras. Finalmente, tras lo que me pareció una eternidad, pero que seguramente no fueron mas de uno o dos minutos abrí los ojos.

Tardé unos segundos en reconocer el lugar. Me encontraba en el salón, tumbado en un sofá. A mi alrededor distingo a prácticamente todos, salvo Seon y Tap.

-¿Que... qué ha pasado?- Noto una punzada de dolor en el hombro, y me acuerdo de la herida. Me llevo una mano al hombro y noto que me lo han vendado.

-Estoy bien- Respondo antes de darles tiempo a que me lo pregunten -Algo dolorido, pero bien. ¿Y vosotros? ¿Algún herido?-

Me incorporé eché un vistazo a las vendas. Algo no cuadraba. La herida le dolía mucho menos que antes. Parecía que la habían tratado, pero no podía haberse curado de repente. "A menos que..."

-¿Cuanto tiempo he estado inconsciente?-

Sin embargo, Yrio dice que están bien sin denotar preocupación. Le miro extrañado, más aún por lo que luego nos pide, pero le sigo la corriente << ¿Quizá tenga un libro de curar heridas y haya visto algún fallo? >> Miro curioso lo que empieza a hacer y la extrañeza se sustituye por reconocimiento y sorpresa con el resultado final. << Magia... ¡Ha hecho un jodido hechizo! Pero... Pero... >> Me viene de golpe todo lo que sé de Libo y de las Brujas Antiguas, la creencia de la magia y su transformación en cuentos de niños actualmente... Pero este es otro mundo con otra cultura, historia y creencias, << ¿por qué no iba a tener su propia magia? >> Aunque tenga sentido, lo inculcado, aprendido e investigado sigue hondo en mi ser. No entiendo este mundo, no lo comprendo... << Y ahora aparece Yrio, precisamente un chico, ¡haciendo Magia! De locos... En Libo no me creerían, insisto >>

Pero lo que he visto es innegable: con unas palabras y gestos ha cerrado y curado la herida de Pablo, el cual ahora está despertando. Y Tap... Ahora tiene un dotado de verdad. << Espera... ¿Y si... >>
-Hey... Esto de los cristales funcionará con todos? A ver...

Cojo los cristales que andan por la cocina desde hace días y el libro de Yrio, me enseña el hechizo que ha hecho y lo miro pensativo << No me va a salir... Soy de Libo, allí había brujas, en el mundo de Yrio quizá hay brujos, pero no en Libo... >> Cargo los cristales como dijo, sumando nuevos arañazos a las manos y cuando se supone que están listos, intento curar uno de esos arañazos. Primer intento fallido por un error de concentración. Segundo intento igual. Más por convicción que provoca los fallos que otra cosa. << Si no me concentro, no lo puedo hacer bien. Si no lo hago bien, no habrá éxito o fallo visible... >> Tomo aire y en el tercer intento la herida se cierra haciendo que pegue un grito y soltando los cristales.

-No puede ser... ¡No puede ser! En Libo no hay brujos, no los hay...-entonces miro a Yrio.-Has sido tú, al ver que no lo hacía, ¿verdad?-pero yo sé que no es cierto.

Miro al Pablo despierto y preguntando y me voy a otro sofá a sentarme con la mano curada temblando y el libro en la otra.
-En vuestro mundo... ¿Hay brujos y brujas?-pregunto mirando a Yrio y tendiéndole el libro a Alder.-En Libo sólo brujas... Y sólo en la época de las Brujas antiguas... No sé qué pensar ahora... Todas mis creencias desbaratadas, todo por los suelos...-me paso las manos por la cara y me hundo más al no ver manchas de maquillaje.-En Libo todo era más sencillo... ¡Este mundo es de locos!-remato, echándome hacia el respaldo del sillón con fuerza y cerrando los ojos para pensar.

Nadie contestó pero Pablo acababa de despertarse y se tocaba el hombro, lo que le resultó un gesto muy extraño para alguien que tenia una herida reciente y preguntó otra cosa rara:
- Llevas menos de un día. ¿Por qué?
Atol probó con la magia que Yrio había explicado y se curó uno de sus arañazos. Luego le tendió el libro sin que ella hubiera dicho nada, y Alder lo cogió sorprendida, comprendiendo que quería ver si ella podía. Pero no. Alder se hirió cerrando los ojos un poco con cada corte. Nunca había llevado bien el dolor, pero sin embargo no le tenía miedo.
los cristales brillaron, y luego se apagaron, pero no fue capaz de hacer nada con ello. No fue cosa de concentración, ni de fallos de pronunciación. Al tercer intento cualquiera podía ver que su actuación era casi impecable, pero sus resultados nulos. La cuarta vez se equivocó de pura frustración. Hubo una quinta vez, pero tuvo que rendirse y entregar de nuevo el libro a Atol, porque no sentía nada excepto que estaba haciendo el rídiculo.
Voy a ser la unica inutil.