Prisión (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

A pesar de estar caminando entre la vigilia y el sueño, el agradable vaivén de la hamaca impedía que Sekk despertara del todo, reteniéndolo en el mundo onírico. Los chillidos de las gaviotas en la distancia, meras trazas de un recuerdo reciente, fomentaban dicha ilusión de descanso y provocaban que la pereza se extendiera por su cuerpo. El goteo incesante del agua, sin embargo, era demasiado molesto y al final el intara despertó del todo, encontrándose con un techo de piedra que no conocía de nada.

Trató de enderezarse demasiado rápido, visiblemente alarmado, pero haber vivido toda tu vida en alta mar pasa factura, y sin las pastillas para el mareo este le asaltó con fuerza, haciendo que se tambaleara. Apenas acertó a apoyarse en una de las frías paredes del calabozo antes de que las rodillas le fallaran. Todo le daba vueltas, estaba confuso y el pitido que taladraba sus tímpanos le impedía concentrarse. <<¿Donde demonios estoy?>>, se preguntó el chico tratando de recuperar la vertical. Solo el rostro borroso de una mujer bailaba en su cabeza, el último recuerdo que conservaba de antes de caer dormido, y no era capaz de asociarlo a nada. Le costaba pensar con claridad y le empezaba a doler la cabeza. Necesitaba salir de allí.

Con esfuerzo, el ulterano consiguió echar un vistazo a su alrededor y lo que su borrosa visión le permitió distinguir no le gustó nada. Estaba en una habitación polvorienta, bastante sucia y con humedades en las paredes, la cual tenía toda la pinta de ser una mazmorra. Un puerta hinchada por la humedad le separaba del pasillo, pero cuando logró alcanzarla le sorprendió que no estuviera atrancada y cediera con un ligero empujón. Si aquello era una prisión, sin duda era una muy extraña, pero Sekk no le dio mas vueltas y empezó a buscar la salida, avanzando renqueante por los corredores de piedra.

Por suerte estaba en la planta baja y al doblar una esquina encontró la puerta de salida. El aire del exterior estaba menos viciado que en aquel edificio, pero el intara acusaba la ausencia de salitre en el mismo y, aunque no faltaba humedad en el ambiente, sabía perfectamente que estaba lejos de casa. Estaba rodeado de ruinas y escombros, y los edificios que se mantenían en pie no parecían demasiado fiables. De haber tenido la cabeza mas despejada el ulterano se habría preocupado de averiguar donde se encontraba, pero no era el caso y, viendo una plaza a lo lejos, echó a caminar haciendo eses hacia ella. Necesitaba agua.

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Se despertó y no había ni una sola luz. Vorela se incorporó algo abotargada, como después de haber dormido mucho y no precisamente en una cama muy cómoda. Toqueteó aquello en lo que estaba tumbada, no era muy agradable al tacto, y mucho menos mullido. Ahora no estaba tan segura de haber dejado su cómoda y hermosa casa para llegar a un lugar que parecía más un castigo que un lugar de nuevas oportunidades.

Pero lo hecho, hecho estaba, y al menos llevaba con ella sus joyas y su maquillaje... porque lo llevaba, ¿no?. Rápidamente se hizo un registro táctil de todo lo que llevaba en el cuerpo, y respiró tranquila al comprobar que todo seguía en su sitio, aunque con las trenzas algo deshechas, pero cada pequeño accesorio colocado, y su bolsita de maquillaje, colgado de su cinturón. Comprobado que todo estaba en orden, se puso en pie, alejándose de aquel camastro incómodo.

Buscó a tientas alguna luz, sin éxito. Aunque le pareció distinguir una rendija de iluminación cerca. Se acercó, comprobando que era una puerta, bastante rústica y poco trabajada, pero una puerta. La abrió sin evitar un desagradable chirrido y salió a un pasillo con varias antorchas iluminando el camino. El lugar era frío y bastante tosco, nada que ver con su colonia natal. Decidida a ver a donde llegaba, emprendió el paso durante un rato, hasta que le pareció ver una silueta a unos metros.

Parecía un libense por sus ropas y lo que alcanzaba a ver por las antorchas. Había un niño con ella en la barca, lo recordaba por ese vulgar pañuelo blanco, que le llamó la atención con solo mirarle de reojo. Joven, vulgar y hombre. Desde luego no podía haber tenido peor suerte, pero era compatriota, y le tendría que servir. Quizás supiera ya como salir de ese desagradable sitio.

- Ah, eres tu- dijo Arik, con una pizca de desconfianza. Pero decidió que no habia motivos para recelar desde el principio. Estaban lejos de casa y eran ambos de las colonias. Le tendió la mano con una sonrisa alegre- no tuvimos la ocasión de presentarnos. Me llamo Arik, hijo de Reisa. Estoy buscando la salida.

No le hacía mucha gracia tener que darle la mano al muchacho, el contacto físico más allá del cuerpo a cuerpo, no era lo suyo. Pero no le interesaba perderle de vista, así que intentando guardarse el desagrado para si, le estrechó la mano.- Yo soy Vorela, hija de Reira-
Teniéndolo tan cerca, aprovechó para echarle un vistazo. Sin duda era vulgar, pero no le quedaba otra que aguantarlo. Sus vestimentas sencillas y poco coloridas le hacían sentir una mezcla de pena y desagrado por el muchacho.-Pues ya somos dos, porque yo también quiero salir de este terrible sitio.

Arik asintió. El tambien miraba a su compañera de mundo con curiosidad. Le sonaba vagamente el nombre de su madre y todavia trataba de encajarla entre amigas o enemigas. Lo cierto es que su trato con chicas era reducido. Y no se hacia nada facil cuando iba aprendiendo a detectar el hembrismo de la capital y era mas sencillo molestarlo con cosas inocentes. Bueno, si algo tenia claro es que no iba a guisar para ella.
Al cabo de otro rato se dio cuenta de que aquello no podia ser la dirección correcta. Se reorientó desde una ventana y calculó que debian bajar un piso al menos. Rehizo parte del camino, menos atento a si ella le seguía que a su propio intento de concentración y acabó escapando a cielo abierto a traves de una grieta ancha en la pared. A lo lejos distinguía figuras. Merecia la pena intentarlo.

[Sigue en la plaza de la fuente]

El chico era escuálido y de ropa más bien tirando a horrible, pero a Twixy's su reacción le pareció deliciosa. Por los entornos en los que se movía, hacía muchísimo tiempo que no provocaba un efecto así en nadie, y la repentina atención le hizo sentirse bien. Parecía que tampoco la comprendían, pero el chico se señaló diciendo una única palabra, que Twix supuso sería su nombre.

-Twixy's- se presentó cuando el chico la señaló a ella.

La otra niña, tan abrigada que parecía que había estado viviendo en un congelador, ni siquiera hablaba, pero Twix pudo fijarse en que la piel lechosa y enfermiza no era lo único que la distinguía de los otros.

-¡Pero supermira que cosita eres!- exclamó poniéndose a su altura. La chica de inmediato le tocó las orejas y la nariz, y Twix aprovechó para hacer lo mismo.- ¡Si hipertienes orejitas de murciélagy'x de la total! ¡Superquiero unas pero ya!

Se echó a reir. Aquello parecía un circo, tanta gente rara y mal vestida, pero Twixy's decidió tomárselo como un parque temático. Sería como las teleseries que estaban estrenando nuevas, llenas de magia y rary's y sexo exótico. << Pero, aquí megasolo son niños pero de la total...>> pensó desilusionada.

-Bueeeeeno, supervamos a salir de aquí.

Se puso en pie, y viendo que todos le miraban con la misma cara de calamares desubicados, salvo la niña insulsa que ni miraba, o más bien no enfocaba. Algo molesta, le arrancó de las manos la libreta a la de las orejas de murciélago e hizo un boceto rápido de un muñequito saliendo por una puerta, y se lo mostró al grupito.

«Que nombre más raro...» fue el pensamiento de Hal al escuchar cómo se llamaba aquella chica tan alta y... «Ejem». Al cambiar a la otra chica, que parecía poseer un palo, la confusión volvió a ser la sensación reinante. Por algún motivo desconocido la más baja de las nuevas conocidas no había dicho su nombre, sino que había soltado una frase entera. El que lo hubiese hecho cuando, a todas luces, comunicarse mediante el lenguaje hablado era imposible provocaba que Hal sintiese extremos deseos de darse cabezazos contra la pared, pero con un suspiro de resignación se puso a desgranar mentalmente los sonidos escuchados. «A ver... Supongo que primero diría su nombre, y luego lo que sea que haya dicho, ¿no?». Parecía lo más lógico, así que llegó a la conclusión de que la desconocida se llamaba Maineim. Esas habían sido, al fin y al cabo, las dos primeras sílabas de la frase de la otra. «Eso sí, vaya nombres ás raros hay en otros mundos»

La mutua interacción entre la chica alta y la que tenía cara de animal provocó que el joven las mirase con la cara que un experto en juegos de cartas miraría a sus oponentes. Estaba bastante claro que no era el único que andaba completamente perdido en aquel lugar, pero aquello no era tampoco el mayor de los alivios. Si no avanzaban... «Eh» se interrumpió a sí mismo, cayendo de repente en algo. «Aquí todos están tan perdidos como yo... Si comienzo a trabajar desde ya podría tomar ventaja en el ranking». Los pasos mentales que estaba dando eran tremendamente inseguros. Deseaba ocupar la cima, sí, y empezaba a entender que Rocavarancolia podía ser una forma de hacerlo. Empezar de nuevo allí. Pero las dudas acerca de sus propias capacidades seguían allí, y en su mente no era capaz de salvar aquella barrera. Al fin y al cabo el problema no nacía de los demás, sino de sí mismo, de su incapacidad para escalonar en las listas.

El dibujo que hizo Twixy's hizo que la mirara con más curiosidad, aunque esto no se notaba en su cara, que volvía a adoptar una expresión lo más neutra posible. Dejado a un lado el shock inicial ante aquella apariencia podía analizarla mejor. Aquella actitud denotaba que no era alguien de puestos bajos. Y ahora además tomaba la iniciativa en aquella tarea tanto de comunicación como de búsqueda de una salida.

Que Hal despreciase sus habilidades y todo lo que hacía, definiéndose como algo peor que mediocre, no significaba que no fuera competitivo. Al ver que ninguna de las otras dos chicas hacía nada se colgó la bufanda de los hombros y emprendió su propia "tarea" de dibujo en aquella libretita. Le puso a aquel muñeco unos pantalones con unos tirantes, y dibujó tras este otros tres: uno con una línea gruesa que bajaba de los hombros y se unía tras el cuello, otro con un palo agarrado de la mano y un tercero donde se destacaban las orejas picudas, exageradas a posta. Después enseñó el dibujo, Twixy's. Intentó poner una expresión fuertemente interrogativa, con la intención de que entendiese su pregunta, cosa de la que no estaba nada convencido. «Felicidades, seguro que acabas de hacerles pensar a las tres que eres un gilipollas inútil que sólo hace estupideces» se canturreaba a sí mismo, lleno de resignación y fastidio.

Parpadeo varias veces intentando recuperar la visión, apenas puedo ver nada. >>Joder está muy oscuro<<. Cuando recupero la vista lo primero que siento es un enorme dolor de cabeza empezando por encima de la nariz hasta cubrir todas las sienes. Empiezo a observar a mi alrededor. >>¿Qué cojones es esto? ¿Dónde me has metido Imre?<<. Las paredes son rocosas y muy húmedas de un color apagado, la cama sobre la que me encuentro >> Si es que puede llamarse cama<< no es precisamente blanda, tiene pocas sábanas sucias que al parecer las he tirado al suelo mientras dormía. Me pongo en pie a duras penas y asomo la cabeza por el único lugar de la sala que tiene luz . Lo que veo a continuación es inexplicable, increíble,sí. >>Pero increíble de horroroso<<. Es un mar de edificios en ruinas que se extiende hacia donde mis ojos ya no pueden ver, el cielo es triste, todo es triste. Ahora lo recuerdo todo, a Doce con su extraño humo verdoso por toda mi habitación, el pinchazo en mi dedo, el contrato y...nada más. Ahora sé que esto no es cosa de mi hermana, >>¿Pero a dónde me han llevado?, ¿Y por qué?.<<. Creía que era un sueño, ahora todo es real, lo sé. Me miro el vestido blanco, >>Mierda, pareceré una subnormal con esta ropa en este lugar<<. La foto, intento buscarla por todas partes pero no está. Al menos tengo el colgante de mi madre, algo muy especial para mí, no sé que habría hecho si también hubiese desaparecido.
Me quedo haciendo un ovillo durante largos minutos, intentando que dentro de mí el valor venza el miedo. Cuando por fin reúno las fuerzas necesarias me levanto de un salto y abro la puerta que está entrecerrada >>Vaya, no me esperaba que Doce me dejara salir de mi especie de prisión tan fácil<<. Lo que me encuentro no es nada confortante, es un pasillo igual de oscuro iluminado solo por varias antorchas. >>¿Antorchas, pero es que estamos en la Edad Media o qué?<<. Esto seguro que se trata  de un juego de un psicópata, porque sino no, no le encuentro ningún sentido. Entre el silencio escucho algo, un cascabel tintinear, parece una señal a sí que me decido a buscar con pocas esperanzas el origen del sonido, pero también hay voces, voces extrañas. Intento amortiguar el sonido de mis sandalias para que no se me escuche llegar. Me inclino un poco dejando solo así una parte de mi cabeza visible, lo suficiente para poder estudiarlos. >>¿Pero qué? ¿Gente disfrazada? Aunque los disfraces son muy reales<<. >>¿No será esto una secta friki o algo así?<<. Son cuatro personas que parecen intentar comunicarse con una libreta. Hay una disfrazada que no ha hablado en todo el rato, luego uno alto que parece ser el que maneja la libreta en ese momento, en cuanto a la tercera...>>¿Por qué va prácticamente desnuda?<<. Cada vez estoy más convencida de que este lugar no me gusta ni un pelo, ni uno. ¡Pero la cuarta es como yo¡, Lleva ropa normal y se apoya en un bastón. Les espío largo rato, por lo menos tengo que descifrar que dicen, yo no entiendo nada. Me quito el colgante del cuello para llevarlo mejor en la mano, de manera más segura. Pero mi torpeza hace que se me caiga al suelo, el sonido del metal al impactar retumba en el pasillo. Inmediatamente recojo el colgante y vuelvo a esconderme, esta vez la cabeza incluida. >>Mierda Ruth, estás en un  lugar desconocido, sin enterarte de que leches está pasando, y encima has podido llamar la atención de unos posibles psicópatas<<.

Me despierto sobresaltado en una habitación bastante sucia, y yo me quejaba de lo mal que estaban los vestuarios del club... Al principio no recuerdo nada, es como si me hubiera acostado en mi cuarto (que no se parece en nada a este nuevo) y este haya cambiado repentinamente. Tengo un mareo descomunal que va creciendo a menudo que intento levantarme, es entonces cuando lo empiezo a recordar todo, el tío imbécil que se hacia llamar Doce Punto y sus frasecitas sobre aventuras, vida nueva y bla, bla, bla....

-Esto no se parece en nada a Amsterdam ¿Cómo se llamaba? ¿Rocabaranqué?-. Me levanto de la cama frustrado un tanto distraído y miro por la ventana a ver el entorno, es como una especie de ciudad solo que el que la hizo tenia que estar mal de ahí arriba, la ciudad de “los milagros y portentos” es una gran mierda y con todas las letras, tiene edificios por todos lados pero sin sentido alguno del orden y para dar el toque final todo es de un gris sucio que me envuelve en un sentimiento de desolación y tristeza. Todo es bastante feo de por sí, después de inspeccionar todo esto agarro el pomo de la puerta y finalmente salgo a un pasillo muy solitario e iluminado.

Es entonces cuando me decido a caminar por los pasillos para salir de la mazmorra esta. Voy asomándome en cada rincón y esquina que me encuentro hasta que me vuelvo confiado y dejo de ser cuidadoso. Giro otra fatigosa esquina y me veo prácticamente a unos cinco metros a una chica espiando algo que no lo logro descubrir por una pared.

La chica parece ser marroquí o algo parecido por sus rasgos, lleva un vestido blanco y sandalias, pero lo más destacable en ella es su pelo de un color oscuro con un mechón dorado que la hace bastante llamativa. Cuando estoy teniendo una batalla mental entre acercarme a ella o no, se le cae una especie de colgante con forma de león, mi parte prudente gana y me escondo, para que no me vea ni ella ni los vigilados por esta chica por si se asoman a ver que pasa.

No sé podía creer  que ese niño le mirase de forma tan fija y descarada. ¿Acaso era bicho al que observar? No contento con ello, se fue sin ni siquiera despedirse correctamente. Desde luego, el chico no podía estar peor educado, menuda ofensa. Comenzó a seguirle esperando poder pararle, porque le sacaba algunos metros de ventaja, y sin correr por si había algún peligro en ese pasillo. No le dio tiempo a decirle nada, cuando le vio salir por una grieta en una pared.  Le siguió sin dudarlo, porque parecía dar al exterior. Su sorpresa y desencanto fue mayor aún en el  momento que vio la ciudad. Un enorme grupo de edificios en mal estado, ruinas y un cielo sucio y apagado. Si este iba a ser su nuevo hogar, ya se podía ir olvidando de sus comodidades. Observó cómo Arik se alejaba hacia unas figuras, y se acercó para distinguirlas mejor sin acercarse demasiado de primeras.

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Cuando se pusieron repentinamente a dibujar en aquella libretita cuyo contenido Samika era incapaz de ver,  no tuvo mas remedio que prestas toda su atención en sus acciones, si se movían de allí o si se decían algo mas. Se imaginaba lo que había colocado en esa libreta, algo de buscar una salida por lo que espero que se pusieran de acuerdo. En aquellos instantes y para su máxima frustración pues no era su estilo, no le quedaba otra que ser seguidora. El suave rasgar del papel era el único sonido que se escucho por un tiempo, por ello fue prácticamente imposible obviar el golpazo cercano y el sonido metálico tintineando contra el suelo de piedra, sobresaltándola. "Demonios...¿y ahora que?"

Se giro instintivamente hacia el lugar donde había llegado el sonido, o por lo menos donde había creído oírlo, ese lugar y su eco resultaba un poco fastidioso. "¿Mas gente? Eso ha sido un golpe muy fuerte ¿Y el sonido de metal? Oh dios...esto parece una película cutre del psicópata con el bate de metal viniendo por nosotros" Lo inquietante es que dada la situación y al desinformación general que tenían, no se extrañaría mucho que algo así sucediese. Y estaba claro que no quería quedarse a averiguar si su suposición era correcta o no, por lo que se giro de nuevo hacía sus compañeros y tomo la libretita que ahora tenía el chaval y dibujo apenas usando el dedo como guía para dibujar con el grafito. Salio un poco feo lo que dada su condición no se podía esperar un milagro, pero al menos quedo claro la imagen básica: salir cagando leches de allí. El dibujo posterior de un cuchillo cutre esperaba que dejase claro lo del posible peligro

No espero a que le hicieran caso, mientras entendían o no su cutre dibujo podían morir todos apaleados en el peor escenario. Ahora fue Samika la que agarro a Twix, o al menos algo así había entendido cuando dijo su nombre. Jalando de ella señalo el pasillo contrario a donde había escuchado el ruido, debían encontrar la salida y parados no harían mucho para lograr eso, por lo que cuando estuvo mas o menos segura de que le habían entendido, comenzó a recorrer el pasillo rápidamente usando su bastón como guía para no tropezarse con el suelo ni comerse alguna esquina. "Venga, salida ven con mami" pensó con nerviosismo.

Twixy's sonrió complacida al ver que la entendían, dedicándole una media sonrisa más prolongada al chiquillo nervioso, cuyos ojos se escapaban de vez en cuando al orgullo de la frivy. Pparecía sugerir que fuese ella la que los condujese a la salida, y aunque no tenía ni idea de donde estaba no pensaba darlo a entender. Un sonido metálico hizo que todos se giraran a un rincón oscuro, de un pasillo no muy lejano.

-Vale, ese ruido hiperha sido como que super chugy'zz de la total...-susurró.

A la chica envuelta en telas como un repollo le dió algún tipo de ataque y tiró de Ttwixy's para salir corriendo. Estanso la diseñadora como estaba distraída con el ruido, pisó mal y acabó dándose de bruces contra el suelo.

-¡Me cachy's en tu vida de niña insulsa! ¡¿Es que megaestás loky'zz de la flaye o qué?!! -maldijo poniéndose en pie. Tenía un raspón bastante feo en la rodilla, pero lo que más le desagradaba era el boquete que se había hecho en sus pantalones de látex.

Recuperando la dignidad que le quedaba, y lanzándoles una mirada fiera al grupo de críos, siguió a la niña del palo pasillo abajo, con suerte camino hacia la salida.

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Hay un momento de tensión en el que siento que me están mirando, menos mal que he podido reaccionar a tiempo y he podido esconderme. Oigo como sus pasos nerviosos se van alejando y vuelven a dejarme sola en la oscuridad. Siento mucho miedo, un miedo aterrador, quiero seguirlos, pero por otra parte me da miedo salir a esa ciudad tan espectral.
Pero de pronto al girar mi cabeza a la derecha veo otra persona mirándome con curiosidad. El grito que pego me asusta hasta a mí, casi tropiezo y me doy con la antorcha que está colgando por encima de mi cabeza.
El chico no cambia de posición, no se esperaba que le pillara, >>Como yo tampoco de que él me mirara a mí>>. Es rubiasco y lleva el pelo de punta, va vestido con una equipación de fútbol. >>Bueno al menos este parece más normal.>> Ni siquiera me atrevo a moverme, casi ni respiro. Pero debo de preguntarle, tengo que saber que hago aquí, y quien era ese extraño hombre llamado Doce.
-Ho...la, ¿Hablas mi idioma?- Pregunto intentando mantenerme firme, pero sin éxito alguno.
El rubio parpadea un poco incrédulo, lógicamente no debe de hablar mi idioma, me lo suponía, no tiene mucha pinta de hablar castellano. En todo caso le ignoro, no puedo perder el tiempo intentando comunicarme con él, a lo mejor la chica del bastón sabría decirme algo, por eso debo buscarla y salir de aquí.
Me adentro entre los infinitos pasillos de esta especie de mazmorra sin siquiera mirar si me sigue, sé que si le ha ocurrido lo mismo que a mí, me seguirá, estoy segura de ello.
Por fin veo al final luz, >>Bien, por los menos ya puedo salir de este estúpido lugar>>. Haya lo que haya ahí fuera, no voy a permitir que se escape, no al menos hasta que le haya yo unas cuantas preguntitas. Y prometo, que no voy a ser precisamente amable al realizarlas.




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Un sonido metálico itnerrumpió las cavilaciones del carabés, haciendo que girara la cabeza hacia aquel rincón. Numerosas posibilidades comenzaron a agolparse en su mente, situaciones que Maineim se encargó de resumir más o menos eficazmente en la libreta. A continuación la desconocida pareció meter el turbo y se llevó a la más alta, no tardando en ser seguida por la cara de animal.

Hal se quedó un momento atrasado, mirando entre ambas direcciones, sin saber bien qué hacer. Aquel sonido podía ser mil cosas distintas, quizás una indicación de que debían avanzar, o... o... «¿Habrá alguien en peligro...?» se preguntó, dubitativo. La verdad es que tenía de miedo, y tras dar un par de pasos hacia atrás le siguió seguir la estela de las anteriores "interlocutoras" a un ritmo más apresurado. Interiormente se sentía algo miserable: ¿y si aquel sonido había sido producto de un forcejeo, o una pelea, o un ataque o algo así? Aun así su instinto de supervivencia era demasiado grande. No se atrevía a quedarse solo en aquel sitio mugriento y oscuro.

Sus puños, ahora liberados de la bufanda que descansaba sobre los hombros, sufrían un leve tic. Los tenía cerrados, pero los dedos apretaban y aflojaban su cierre al azar.

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Mientras estaba escondido por el ruido metálico se escuchó un golpe seco y una voz que no logré entender quejándose seguramente del golpe que se habría llevado. Por esta razón, la curiosidad puede conmigo, me asomo para seguir espiando a esa chica, cuando ella gira la cabeza hacia mi dirección y se asusta de tal manera que casi se cae al suelo. “ Esta tía tiene que estar mal de la cabeza, no hace más que cagarla”.

Me doy cuenta de que empieza a observarme “como si fuera el momento apropiado para fijarse en mi ropa”. Decido que ya que me ha descubierto  debería acercarme a ella pero se me adelanta y empieza a hablarme en un idioma que no entiendo, como me quedo callado ante esas palabras indescifrables solo puedo mirarla con un aire de confusión.

La chica no es que sea muy agradable a primera vista, pero al menos es el único habitante que he encontrado en este lugar del que no recuerdo ni su nombre. Ahora que esta más cerca puedo observarla mejor y hasta confirmo que es guapa y todo. “Que más da”. Lo que de verdad me sorprende es su siguiente reacción: se marcha por un pasillo hacia abajo con intención de irse. Así que como no quiero estar solo en este lugar de espanto, decido seguirla allá a donde vaya.  






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El joven avanzó por los pasillos de piedra sin prisas, acariciando las piedras con las puntas de los dedos como si éstas fuesen a indicarle algo. No tardó mucho en descubrir que aquel sitio era enorme y necesitaría valerse de su sentido de la orientación si quería salir de ahí.

Se encontró con unas escaleras, y optó por bajarlas. Su primera impresión del sótano había sido equivocada, pero le satisfizo comprobar que su idea del castillo era acertada con las antorchas que enmarcaban las paredes. Una vez en el piso inferior, oyó ruidos y se refugió en una esquina en sombras. Había alguien, varias voces, de hecho, hablando en varios idiomas que desconocía… salvo uno. Alguien hablaba inglés… se acercó con cautela, pero un ruido a su espalda lo sorprendió y se escondió en una esquina en sombras. Era una chica, árabe o similar, que pasó por delante de él sin notar su presencia. Ya llevaba una, más el del inglés y por lo menos dos más… ya eran cuatro los que habían caído en la trampa del estrafalario de verde. Las voces extrañas se fueron amortiguando, posiblemente por la lejanía. La árabe se giró y se sobresaltó un momento, pero después salió detrás del grupo que Sigrún no había llegado a ver. Y, poco después, salió un chico, con cara de miedo, dispuesto a seguirla, bajando a trompicones el espacio que los separaba… La visión del chaval casi le hizo reír. Empezaba a pensar que le estaban gastando una broma… el chico vestía un uniforme deportivo, presumiblemente fútbol, y tenía el cabello, medio rubio, de punta… << ¿Pero éste pretende emular al fuego o qué?>>

Una vez se hubo asegurado de que estaba lo suficientemente lejos como para que no le viesen, decidió seguir al futbolero llamitas.

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Kimbra despertó sobre aquella superficie blanda y mullida. No sintió ninguna respiración bajo ella ni se vio rodeada de pelaje áspero por la suciedad. Aquello la desconcertó. Se levantó de un salto y miró su lecho dando un paso atrás. El objeto sobre el que había dormido era del todo extraño. Se trataba de una estructura similar a un recinto en miniatura, fabricado con madera de mich y cubierto por una especie de paca de lana de feerik compacta. O una bolsa de forma extraña y grande rellena de algo blando. O a saber qué. Kimbra rodeó, observó y analizó el objeto, pero no logró deducir su utilidad. Aquello desconcertó a la engendro. “Incluso los Nombrados, que utilizan varios objetos inútiles, no sabrían que hacer con este extraño artilugio. ¿O acaso será uno de esos bancos extraños que Ekatechs me describió y en los que comen ellos?” Kimbra no encontró ningún alimento o cocina a su alrededor, por lo que su confusión aumentó.

La Hija de Lunas se percató en ese momento de la estancia en la que se encontraba. Las paredes eran de piedra al igual que el techo, pero aquella formación rocosa también resultaba extraña. Kimbra sabía de la existencia de cuevas en el exterior, aunque no había estado en ninguna, pero tenía entendido que su interior se asemejaba más al interior de Bakaiar en una versión más pequeña que a lo que estaba viendo. El lugar no dejó de sorprenderla al ver que lo que cubría la aparente salida era un árbol de extrañas líneas regulares y con imposibles brotes de desconocido nyx.

Kimbra intentó rememorar como había llegado hasta ahí y entonces le llegaron algunas imágenes a la cabeza: Ámarok y ella saliendo de la ciudad Kievek, el camino al exterior, la extraña kepryna que resultó no serlo, sus palabras, su promesa, su oferta y su corta despedida de su kerlax. Luego le había dado la mano a la tal Diurna y finalmente nada. Kimbra no entendía qué había ocurrido. ¿Estaría realmente en otro mundo como ella le prometió? ¿Encontraría ahí la meta que buscaba, el sentido que quería? ¿Quería realmente ese sentido? Ekatechs la había convencido de que así era, de que toda vida requería un sentido y que la suya no iba a ser menos, pero ella se había pasado la vida cumpliendo órdenes sin más compañía que la de su kerlax. Le habían enseñado que la vida era servir, pelear o morir, ¿qué sentido podría caber en ello? Ekatechs le había prometido que lo descubriría cuando se colocara el amuleto, cuando consiguiera ese conocimiento. La sabiduría le daría respuestas a todas las preguntas y le enseñaría que no tenía por qué resignarse. Y aunque Kimbra no había encontrado ninguna razón para creerle, había aceptado unirse a los Nombrados y en un impulso también había aceptado seguir a Diurna. ¿Sería lo mismo? ¿Realmente le darían ese fin? Kimbra se veía a sí misma echándoles en cara a esos dos que nada hubiera cambiado. La vida era servir, pelear o morir y así seguiría siendo siempre.

La Hija de Lunas no sabía qué hacer. El lugar en el que se encontraba la confundía y, aunque sabía que si la habían metido en aquel lugar también podría salir, no veía por donde ni como. La domadora repasó todas las paredes y el suelo, pero no encontró hueco alguno por el que cupiera. Al llegar al extraño árbol se preguntó la especie y comenzó a palparlo y olerlo en un intento de identificarlo. En seguida se percató de que se trataba de madera muerta y de que no salía del suelo, sino de la pared. Sorprendida por el hallazgo, se apoyó contra la madera y esta cedió. La confusión de Kimbra aumentó. Ante ella se abría una cueva similar a la que dejaba, pero alargada y llena de trozos de ese extraño árbol muerto a los lados.

Recorrió la cueva despacio, observando todos los rincones y detalles. Todavía no lograba deducir donde se encontraba y comenzó a preguntarse qué era ese lugar. En mitad de la cueva encontró una pendiente poco pronunciada con salientes regulares y completamente de piedra. “Todo es tan extraño” pensó deslizándose por la pendiente con prudencia. A través de la pendiente escarpada se accedía a otra de esas cuevas extrañas, solo que esta tenía en su interior mesas, aunque diferentes a las que ella conocía.

Kimbra empujó la madera muerta que cubría lo que parecía la salida al exterior como había hecho la primera vez. Lo que se abrió ante ella nunca se lo hubiera imaginado: piedra hasta donde alcanzaba la vista, tanto en el suelo como en estructuras verticales de líneas pseudoregulares, y cielo sobre ella. Rápidamente, la engendro fue en busca de su cinta de crin de tunder para cubrirse los ojos y entonces se percató de que algo faltaba entre sus posesiones. Su arco, sus flechas y sus dos machetes habían desaparecido. Kimbra sabía que no se las había dejado en la cueva, pues había sido demasiado observadora en el escrutinio de la estancia en la que había despertado como para  haberlo pasado por alto, y no entendía por qué la extraña habría querido quitárselas. Pero no pudo pensar mucho en ello porque al momento se percató de que algo no encajaba. Todavía no tenía la venda sobre sus ojos y la luz le daba de lleno y aun así veía a la perfección, su vista no se dañaba. Experimentando con aquel extraño suceso, la engendro se quitó la capa de plumas de zedim y tampoco sufrió nada destacable. Kimbra nunca había podido quitarse ninguna de las dos prendas en el exterior a no ser que fuera protegida por los arboles del bosque y por poco tiempo.

“¿Donde me han traído?” Aquello no se parecía a ningún lugar que la Hija de Lunas conociera ya que, aunque nunca había estado dentro de una cueva, si que conocía las montañas y la entrada de las cuevas. Aquello no era Krabelin. Ella tenía razón, había despertado en otro mundo.

Tras la desorientación inicial, en cuanto abrió los ojos comenzó a plantearse qué nivel de estupidez habría alcanzado al aceptar la propuesta de Miseria Nombre. Irianna se revolvió en aquel camastro desvencijado y comenzó a incorporarse mientras se frotaba un ojo lentamente con el puño. Una vez se encontró sentada sobre aquel fardo de relleno incómodo al que difícilmente se podía llamar cama, la chica dedicó largos segundos a analizar lo que veía. En realidad tan solo alargó dicho acto para posponer el momento en el que tendría que comenzar a arrepentirse de haber tomado una decisión tan precipitada.

Aunque, ¿qué otra cosa podía hacer? La Irianna que esperaba con el corazón en un puño a las orillas del lago y que rescató de su mente unos instantes había temido el momento en el que la encontrasen. La había estado carcomiendo la ansiedad por la incertidumbre de lo que habría pasado a continuación, las consecuencias de todo lo que implicaba su acto desaforado, producto de la desesperación a la que la había conducido aquella situación de la cual no veía nunca el fin. ¿Realmente debería culparse por haber actuado precipitadamente en aquellas circunstancias? Por desgracia, al menos para ella, la respuesta era sí.

La idrina dejó escapar un leve suspiro mientras se alisaba distraídamente la falda antes bajar de la cama de un pequeño salto. Frunció los labios al comprobar que no había parte de la estancia que no estuviese llena de suciedad y decidió probar suerte empujando la desvencijada puerta con el pie porque no le apetecía demasiado ensuciarse los guantes. Para su no tanta sorpresa, ya que la estructura mostraba signos visibles de no encontrarse en sus mejores momentos, la puerta cedió sin que tuviese que insistir demasiado, aunque emitiendo un desagradable chirrido que le hizo fruncir ligeramente el ceño mientras atisbaba el exterior.

La penumbra no facilitaba la tarea, pero pudo distinguir un pasillo en las mismas precarias condiciones que la estancia que acababa de abandonar, y una luz trémula que se colaba a través de un ventanal enrejado. <<Estupendo, Irianna, ¿dónde Reflejo te has metido?>>. Pero el alivio que sintió al recordar que Veril se encontraba muy lejos y, si el ominario no había mentido, la había olvidado completamente, era una sensación demasiado reconfortante como para que no justificase su relativa despreocupación respecto al lugar dónde se encontraba. Pues, aunque en su mente no paraba de reprenderse, estaba segura de que debería sentirse mucho más aterrada y preocupada de lo que se sentía.