- Seth
- Personajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Las Fauces de la Bestia
02/03/23, 08:16 pm
La criatura era una especie de rata bípeda del tamaño de un hombre adulto, cruzado con algún tipo de ave a juzgar por sus plumas en la espalda. Lo más seguro es que fuera el experimento fallido de algún genemago, que había escapado y campaba a sus anchas por Rocavarancolia. Llevaba décadas sobreviviendo a base de alimañas, si tenía suerte de cosechados que se adentraban en su guarida, y escapando de monstruos más grandes. Siempre elegía a sus presas con cuidado, las estudiaba y solo cuando estaba seguro atacaba. Proyectando su potente lengua para atrapar a su víctima, mientras la devoraba lentamente. Normalmente salía airoso de los enfrentamientos, y pocas veces tenía que huir. En esta ocasión no había tenido tanta suerte.
A simple vista su presa había parecido inofensiva, pero en cuanto se abalanzó sobre ella se transformó en una enorme bestia que alternaba entre formas a cuatro y dos patas. En éstos momentos se arrastraba por el suelo intentando huir del animal de grandes colmillos, después de recibir múltiples heridas. Pero no era tan rápido y pudo notar cómo aquellas zarpas se clavaban en sus cuartos traseros, para después lanzarlo con fuerza contra la pared más cercana de esas ruinas. El impacto quebró varios huesos, y la criatura genemágica se quedó varios segundos resoplando del dolor, incapaz de moverse. Llevaba un buen rato así, torturándolo pero sin llegar a matarlo. Se había convertido en la presa y aquel ser en el cazador.
Proyectó su lengua hacia la bestia en un vano intento para defenderse, pero ésta la agarró con su garra derecha con reflejos felinos y tiró para volver a lanzarlo contra unos escombros. El golpe fue demoledor, y el aire se llenó de polvo al destrozar varias piedras con su cuerpo. La rata humanoide intentó levantarse en vano, con la tozuda voluntad que caracteriza a quién sabe que debe luchar si no quiere morir. La bestia se acercó velozmente, y antes de que pudiera hacer nada le atacó con sus garras semihumanas. La criatura genemágica cayó muerta con gran parte del cráneo roto, salpicando el suelo de sangre.
Entre bufidos y rugidos aquel ser cambió, en apenas unos segundos. Su figura antropomorfa, llena de pelaje y músculos desveló una apariencia humana. La de un simple chaval, con el pelo rubio a la altura de los hombros. La bestia se esfumó y en cambio apareció Devoss. El licántropo tigre siguió jadeando, no por que estuviera cansado, si no porque ardía de ira y furia. Hacía mucho que no se había sentido así, la última vez fue cuando aún era un cosechado y se transformó por primera vez en tigre. Perdió completamente el control de sus instintos y tuvieron que pararlo para que no hiciera daño a nadie, ahora estaba peligrosamente cerca de cruzar ese límite de nuevo. Devoss se agarró la cabeza con ambas manos y cerró los ojos con fuerza, visiblemente estresado y enfadado.
Aquella rabieta que le había hecho torturar y matar a aquella criatura tenía un motivo. Solo hacía un par de horas de todo aquello y el holandés aún no se quitaba de la cabeza lo que había pasado. <<¿Yo, cosechador de un mundo?>> Pensó por octogésima vez con frustración en su joven rostro. El Consejo lo había llamado urgentemente, y Devoss tuvo que presentarse en el castillo con bastante pánico por no saber qué pasaba. No tardaría en descubrir el motivo de todo aquello: había sido elegido para ser el cosechador de un mundo que habían reabierto después de estar cerrado mucho tiempo. Y no tenía opción de negarse, era una clara orden. Devoss se iría de allí con una rabia apenas contenida, pero aceptando su nuevo papel por miedo a las consecuencias. Tras contárselo apresuradamente a Ruth se transformó en tigre y la dejó con la palabra en la boca, con la necesidad de salir corriendo para frenar aquella ansiedad y huir de todo y de todos. La enorme rata genemágica lo encontró poco después sentado en unas rocas, y Devoss desquitó su rabia contra aquella desafortunada criatura.
<<¿Por qué yo de entre toda la gente de esta ciudad? No es justo, no es justo... No quiero hacerlo>> Pensó mientras cogía a la criatura muerta por una de sus patas y lo arrastraba hasta un edificio en ruinas. Su ira había desaparecido, pero el estrés y aquel asfixiante agobio seguían presentes. Se sentó en una de las piedras, con el ser genémagico completamente destrozado a sus pies, y esperó con impaciencia la llegada de Ruth. Había escuchado sus veloces pasos minutos antes y sabía que estaba cerca. Lo había encontrado. Devoss movió su pierna derecha con nerviosismo, mientras agachaba la cabeza y se agarraba de los pelos.
A simple vista su presa había parecido inofensiva, pero en cuanto se abalanzó sobre ella se transformó en una enorme bestia que alternaba entre formas a cuatro y dos patas. En éstos momentos se arrastraba por el suelo intentando huir del animal de grandes colmillos, después de recibir múltiples heridas. Pero no era tan rápido y pudo notar cómo aquellas zarpas se clavaban en sus cuartos traseros, para después lanzarlo con fuerza contra la pared más cercana de esas ruinas. El impacto quebró varios huesos, y la criatura genemágica se quedó varios segundos resoplando del dolor, incapaz de moverse. Llevaba un buen rato así, torturándolo pero sin llegar a matarlo. Se había convertido en la presa y aquel ser en el cazador.
Proyectó su lengua hacia la bestia en un vano intento para defenderse, pero ésta la agarró con su garra derecha con reflejos felinos y tiró para volver a lanzarlo contra unos escombros. El golpe fue demoledor, y el aire se llenó de polvo al destrozar varias piedras con su cuerpo. La rata humanoide intentó levantarse en vano, con la tozuda voluntad que caracteriza a quién sabe que debe luchar si no quiere morir. La bestia se acercó velozmente, y antes de que pudiera hacer nada le atacó con sus garras semihumanas. La criatura genemágica cayó muerta con gran parte del cráneo roto, salpicando el suelo de sangre.
Entre bufidos y rugidos aquel ser cambió, en apenas unos segundos. Su figura antropomorfa, llena de pelaje y músculos desveló una apariencia humana. La de un simple chaval, con el pelo rubio a la altura de los hombros. La bestia se esfumó y en cambio apareció Devoss. El licántropo tigre siguió jadeando, no por que estuviera cansado, si no porque ardía de ira y furia. Hacía mucho que no se había sentido así, la última vez fue cuando aún era un cosechado y se transformó por primera vez en tigre. Perdió completamente el control de sus instintos y tuvieron que pararlo para que no hiciera daño a nadie, ahora estaba peligrosamente cerca de cruzar ese límite de nuevo. Devoss se agarró la cabeza con ambas manos y cerró los ojos con fuerza, visiblemente estresado y enfadado.
Aquella rabieta que le había hecho torturar y matar a aquella criatura tenía un motivo. Solo hacía un par de horas de todo aquello y el holandés aún no se quitaba de la cabeza lo que había pasado. <<¿Yo, cosechador de un mundo?>> Pensó por octogésima vez con frustración en su joven rostro. El Consejo lo había llamado urgentemente, y Devoss tuvo que presentarse en el castillo con bastante pánico por no saber qué pasaba. No tardaría en descubrir el motivo de todo aquello: había sido elegido para ser el cosechador de un mundo que habían reabierto después de estar cerrado mucho tiempo. Y no tenía opción de negarse, era una clara orden. Devoss se iría de allí con una rabia apenas contenida, pero aceptando su nuevo papel por miedo a las consecuencias. Tras contárselo apresuradamente a Ruth se transformó en tigre y la dejó con la palabra en la boca, con la necesidad de salir corriendo para frenar aquella ansiedad y huir de todo y de todos. La enorme rata genemágica lo encontró poco después sentado en unas rocas, y Devoss desquitó su rabia contra aquella desafortunada criatura.
<<¿Por qué yo de entre toda la gente de esta ciudad? No es justo, no es justo... No quiero hacerlo>> Pensó mientras cogía a la criatura muerta por una de sus patas y lo arrastraba hasta un edificio en ruinas. Su ira había desaparecido, pero el estrés y aquel asfixiante agobio seguían presentes. Se sentó en una de las piedras, con el ser genémagico completamente destrozado a sus pies, y esperó con impaciencia la llegada de Ruth. Había escuchado sus veloces pasos minutos antes y sabía que estaba cerca. Lo había encontrado. Devoss movió su pierna derecha con nerviosismo, mientras agachaba la cabeza y se agarraba de los pelos.
Re: Las Fauces de la Bestia
17/03/23, 08:54 pm
Ruth estaba enfadada.
De hecho, muy enfadada.
Durante aquellos meses pudo dedicarse a curtir su cuerpo en los entrenamientos para hacerse mucho más eficiente y letal. Sus músculos se desarrollaban y su mente comenzaba a afilarse como una daga. Ahora se adaptaba mucho mejor a la ciudad, preparada para cualquier inconveniente. A veces, incluso se descubría con un poco de ganas de bronca. La ciudad la había jodido por llevarla allí, había sido engañada y jamás podría perdonar el miedo que pasó durante su cosecha. Lo peor es que nunca había tenido la oportunidad de devolver ese golpe aún con todo su poder. Por eso estudiaba, practicaba y luchaba en la Sede. Si alguna vez algo similar a lo ocurrido con las pesadillas se daba... esta vez estaría lista.
Con las invocaciones... era más de lo mismo. Cuanto más se sumergía en el mundo oscuro de las cábalas mas creía pertenecer a él. Existían infinitud de hechizos, muchos de las filas que sus amigos empleaban con una facilidad pasmosa. Pero desde el principio sus capacidades mágicas fueron limitadas y el amplio abanico prometido nunca fue tal para ella. Los conjuros no podían darle lo que deseaba. Pero los demonios... los demonios sí, y no se le daba nada mal. En sus invocaciones no importaba que no fuera capaz de reunir el caudal mágico necesario pues mientras siguiera el rito adecuado podía llamar a los demonios más poderosos que se le ocurriera. Era como si estuviera hecha para quebrantar esas reglas. A veces pasaba horas y horas de madrugada proyectando luces sombrías e infernales que se colaban bajo las rendijas de su puerta. Como si trataran de llegar al exterior, aunque rara vez Ruth les dejaba pasar de su cuarto.
Cuando Devoss le dio la noticia Ruth se encontraba de espaldas, atizando a un muñeco de paja en las salas de entrenamiento con sus dagas y rodando por el suelo para simular que esquivaba ataques imaginarios. A pesar de ser de pocas palabras escuchaba a su amigo con atención, y una vez entendió la importancia del asunto se quedó completamente quieta, para luego girarse en su dirección con expresión confusa. Ni siquiera tuvo tiempo de analizar como se sentía ella misma al respecto cuando el holandés comenzó a correr en alguna dirección, sin querer saber del mundo que le rodeaba.
—¡Devoss, espera! —le gritó en vano, mientras partía en su búsqueda, pisándole los talones. Una vez tomó la forma de tigre se quedó completamente atrás y Ruth frenó en seco, no tenía sentido competir contra sus habilidades.
Tenía que pararle antes de que cometiera una locura, en tal estado, veía posible hasta que se presentara delante del consejo y le dijera unas cuantas sandeces, aunque probablemente también verdades. Desesperada, la israelita volvió a la Sede y decidió que para seguirle la pista no tenía más opción que recurrir a sus demonios.
Así que sí, estaba cabreada de verdad. En ese instante ya cabalgaba por la ciudad a lomos de Kaldaya, un león blanco y albino con cuernos de carnero que le servía de montura. El precio de alma que debió de pagar fue el más alto que se habían cobrado de ella hasta el momento, y el dolor fue similar al de una quemadura de segundo grado. Tuvo que aguantar el tipo entonces, y seguía teniendo que hacerlo ahora pues la palma de su mano izquierda chorreaba sangre tras grabarse con un cuchillo sus círculos convenientes. En cualquier otra circunstancia habría usado un sortilegio de sanación, pero no tratándose de Kaldaya. Ante él no podía ni quería mostrar ningún signo de debilidad, o la abandonaría a su suerte. Maldito fuera Devoss y su impulsividad.
Localizarle no fue tarea difícil. Ruth se bajó del imponente león con los ojos completamente negros tras usar un hechizo de localización. La intuición mágica le había llevado hasta un edificio ruinoso, y al entrar por otra abertura no llegó a cruzarse con el camino ensangrentado que dejó el cadáver de la alimaña al ser arrastrado. Resoplaba, y casi echaba humo por las orejas. La demonio de fuego se acercó hasta él con los ojos crepitando como brasas y el pelo completamente prendido en llamas, como si una pira de rabia se hubiera apoderado de su cabello. Su rostro no dejaba dudas de lo molesta que se encontraba con su actitud y la situación. Esbozó una mueca de asco cuando vio a aquel pobre animalillo muerto y torturado en una esquina. Aunque no era muy fan de los animales le molestaba, pues sabía que si quisiera podría haber acabado con su vida de manera rápida, las heridas que la alimaña presentaba decían todo lo contrario. Alzó una ceja, mientras le fulminaba con la mirada y el león blanco se deslizaba a su espalda, esquivando cascotes con sus patas de manera elegante.
—¿Ya te has desahogado? —apostilló, como si estuviera disparando con una escopeta—. Espero que al menos te haya valido la pena.
Su tono de voz debía de ser más firme de lo normal ante el demonio, pero su rabia era tal que no tenía que fingir. Al menos la criatura demoniaca casi no abrió la boca durante el viaje.
—¿Me puedes explicar qué cojones está pasando? Porque tengo la sensación de que no me estoy enterando de nada —Ruth puso las manos en jarras, dejando visibles las marcas de sudor que poseía en la camiseta bajo las axilas, y también sus dagas encintadas. La sangre de su mano empezó a gotear en el suelo.
De hecho, muy enfadada.
Durante aquellos meses pudo dedicarse a curtir su cuerpo en los entrenamientos para hacerse mucho más eficiente y letal. Sus músculos se desarrollaban y su mente comenzaba a afilarse como una daga. Ahora se adaptaba mucho mejor a la ciudad, preparada para cualquier inconveniente. A veces, incluso se descubría con un poco de ganas de bronca. La ciudad la había jodido por llevarla allí, había sido engañada y jamás podría perdonar el miedo que pasó durante su cosecha. Lo peor es que nunca había tenido la oportunidad de devolver ese golpe aún con todo su poder. Por eso estudiaba, practicaba y luchaba en la Sede. Si alguna vez algo similar a lo ocurrido con las pesadillas se daba... esta vez estaría lista.
Con las invocaciones... era más de lo mismo. Cuanto más se sumergía en el mundo oscuro de las cábalas mas creía pertenecer a él. Existían infinitud de hechizos, muchos de las filas que sus amigos empleaban con una facilidad pasmosa. Pero desde el principio sus capacidades mágicas fueron limitadas y el amplio abanico prometido nunca fue tal para ella. Los conjuros no podían darle lo que deseaba. Pero los demonios... los demonios sí, y no se le daba nada mal. En sus invocaciones no importaba que no fuera capaz de reunir el caudal mágico necesario pues mientras siguiera el rito adecuado podía llamar a los demonios más poderosos que se le ocurriera. Era como si estuviera hecha para quebrantar esas reglas. A veces pasaba horas y horas de madrugada proyectando luces sombrías e infernales que se colaban bajo las rendijas de su puerta. Como si trataran de llegar al exterior, aunque rara vez Ruth les dejaba pasar de su cuarto.
Cuando Devoss le dio la noticia Ruth se encontraba de espaldas, atizando a un muñeco de paja en las salas de entrenamiento con sus dagas y rodando por el suelo para simular que esquivaba ataques imaginarios. A pesar de ser de pocas palabras escuchaba a su amigo con atención, y una vez entendió la importancia del asunto se quedó completamente quieta, para luego girarse en su dirección con expresión confusa. Ni siquiera tuvo tiempo de analizar como se sentía ella misma al respecto cuando el holandés comenzó a correr en alguna dirección, sin querer saber del mundo que le rodeaba.
—¡Devoss, espera! —le gritó en vano, mientras partía en su búsqueda, pisándole los talones. Una vez tomó la forma de tigre se quedó completamente atrás y Ruth frenó en seco, no tenía sentido competir contra sus habilidades.
Tenía que pararle antes de que cometiera una locura, en tal estado, veía posible hasta que se presentara delante del consejo y le dijera unas cuantas sandeces, aunque probablemente también verdades. Desesperada, la israelita volvió a la Sede y decidió que para seguirle la pista no tenía más opción que recurrir a sus demonios.
Así que sí, estaba cabreada de verdad. En ese instante ya cabalgaba por la ciudad a lomos de Kaldaya, un león blanco y albino con cuernos de carnero que le servía de montura. El precio de alma que debió de pagar fue el más alto que se habían cobrado de ella hasta el momento, y el dolor fue similar al de una quemadura de segundo grado. Tuvo que aguantar el tipo entonces, y seguía teniendo que hacerlo ahora pues la palma de su mano izquierda chorreaba sangre tras grabarse con un cuchillo sus círculos convenientes. En cualquier otra circunstancia habría usado un sortilegio de sanación, pero no tratándose de Kaldaya. Ante él no podía ni quería mostrar ningún signo de debilidad, o la abandonaría a su suerte. Maldito fuera Devoss y su impulsividad.
Localizarle no fue tarea difícil. Ruth se bajó del imponente león con los ojos completamente negros tras usar un hechizo de localización. La intuición mágica le había llevado hasta un edificio ruinoso, y al entrar por otra abertura no llegó a cruzarse con el camino ensangrentado que dejó el cadáver de la alimaña al ser arrastrado. Resoplaba, y casi echaba humo por las orejas. La demonio de fuego se acercó hasta él con los ojos crepitando como brasas y el pelo completamente prendido en llamas, como si una pira de rabia se hubiera apoderado de su cabello. Su rostro no dejaba dudas de lo molesta que se encontraba con su actitud y la situación. Esbozó una mueca de asco cuando vio a aquel pobre animalillo muerto y torturado en una esquina. Aunque no era muy fan de los animales le molestaba, pues sabía que si quisiera podría haber acabado con su vida de manera rápida, las heridas que la alimaña presentaba decían todo lo contrario. Alzó una ceja, mientras le fulminaba con la mirada y el león blanco se deslizaba a su espalda, esquivando cascotes con sus patas de manera elegante.
—¿Ya te has desahogado? —apostilló, como si estuviera disparando con una escopeta—. Espero que al menos te haya valido la pena.
Su tono de voz debía de ser más firme de lo normal ante el demonio, pero su rabia era tal que no tenía que fingir. Al menos la criatura demoniaca casi no abrió la boca durante el viaje.
—¿Me puedes explicar qué cojones está pasando? Porque tengo la sensación de que no me estoy enterando de nada —Ruth puso las manos en jarras, dejando visibles las marcas de sudor que poseía en la camiseta bajo las axilas, y también sus dagas encintadas. La sangre de su mano empezó a gotear en el suelo.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Seth
- Personajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: Las Fauces de la Bestia
Ayer a las 03:27 pm
Devoss observó impaciente el agujero del edificio por donde sabía que iba a entrar Ruth. El licántropo tigre bufó enfadado antes incluso de que apareciera, acababa de darse cuenta por el sonido de los pasos que no iba sola. <<Otra vez está con esos demonios...>> Al holandés no le hacía ni pizca de gracia que Ruth gastara gran parte de su tiempo en hacer invocaciones. Entendía que el mundo de las cábalas era el mundo de la israelita, como la cacería y el salvajismo lo eran para él. Pero aquellas criaturas le ponían los pelos de punta y activaban todas sus alarmas. Las pocas veces que había estado presente en una de sus invocaciones siempre salía con la sensación de que estaban planeando degollarle el cuello a su ama mientras dormía.
La demonio de fuego apareció finalmente seguida de un gran león blanco, con cuernos de carnero y una mirada muy inteligente. Devoss se puso tenso al momento, e inconscientemente sus dientes se afilaron. Aunque pronto volvieron a la normalidad al comprender que aquel ser estaba bien atado en corto por Ruth. La chica estaba visiblemente enfadada, no es que fuera realmente difícil adivinarlo ya que era muy transparente respecto a sus emociones, pero desde que la Luna Roja la transformó era más fácil saberlo. Su melena en llamas delataba la furia que debía sentir ahora mismo. Devoss torció el gesto ante su comentario mordaz y empezó a sentir cómo empezaba a enfadarse de nuevo. Aquel día estaba siendo uno de los peores de toda su vida y no tenía mucha pinta de mejorar.
-Aún no me he desahogado, no. Y claro que ha valido la pena.- Dijo de forma seca y con dificultades para contener la rabia, mientras echaba rápidas miradas al león-demonio. Devoss se fijó entonces en la palma sangrante de su amiga y cambió su expresión a una más preocupada. Como si le hubieran apretado un botón y su ira hubiera desaparecido. Se sentía mal de que Ruth hubiera tenido que hacerse daño por su culpa.- Lo siento, es que... Lo que te he dicho antes. Ahora soy... cosechador...- En el rostro del licántropo podía verse que aún no terminaba de creérselo del todo. Se echó el pelo rubio hacia atrás nervioso y fijó la mirada en la isrealita.
Necesitaba moverse y salir de allí. Pero se contuvo. Devoss siempre había sido muy enérgico y activo. Que la Luna Roja lo hubiera transformado en un licántropo tigre no había hecho nada para remediarlo, más bien al contrario. Necesitaba correr con frecuencia todos los días, e impulsivo como era solía hacerle caso a sus instintos más que a otra cosa. En aquel momento le llegaba mucha información a su cabeza: miedo por su nueva situación, que desencadenaba en querer volverse un tigre y salir de allí. Rabia, que le provocaba unos deseos casi imposibles de parar de aplastarle el cráneo a aquella rata gigante genemágica y descuartizarla. Y por último la sensación de peligro que sentía cada vez que miraba al demonio leonino, que le incitaba a enzarzarse con él en una pelea feral de colmillos y garras. Devoss suspiró entrecortadamente y se obligó a no hacer nada de todo aquello. Se levantó con rapidez de la roca en la que había estado sentado y se dirigió a una de las paredes del edificio ruinoso. Tocándola con la mano derecha, de espaldas a Ruth.
-Xiotwa...-Le dijo a Ruth de sopetón, girando la cabeza hacia ella con tristeza en sus ojos. -Voy a ser el monstruo, el coco, el hombre del saco... para Xiotwa.-
La demonio de fuego apareció finalmente seguida de un gran león blanco, con cuernos de carnero y una mirada muy inteligente. Devoss se puso tenso al momento, e inconscientemente sus dientes se afilaron. Aunque pronto volvieron a la normalidad al comprender que aquel ser estaba bien atado en corto por Ruth. La chica estaba visiblemente enfadada, no es que fuera realmente difícil adivinarlo ya que era muy transparente respecto a sus emociones, pero desde que la Luna Roja la transformó era más fácil saberlo. Su melena en llamas delataba la furia que debía sentir ahora mismo. Devoss torció el gesto ante su comentario mordaz y empezó a sentir cómo empezaba a enfadarse de nuevo. Aquel día estaba siendo uno de los peores de toda su vida y no tenía mucha pinta de mejorar.
-Aún no me he desahogado, no. Y claro que ha valido la pena.- Dijo de forma seca y con dificultades para contener la rabia, mientras echaba rápidas miradas al león-demonio. Devoss se fijó entonces en la palma sangrante de su amiga y cambió su expresión a una más preocupada. Como si le hubieran apretado un botón y su ira hubiera desaparecido. Se sentía mal de que Ruth hubiera tenido que hacerse daño por su culpa.- Lo siento, es que... Lo que te he dicho antes. Ahora soy... cosechador...- En el rostro del licántropo podía verse que aún no terminaba de creérselo del todo. Se echó el pelo rubio hacia atrás nervioso y fijó la mirada en la isrealita.
Necesitaba moverse y salir de allí. Pero se contuvo. Devoss siempre había sido muy enérgico y activo. Que la Luna Roja lo hubiera transformado en un licántropo tigre no había hecho nada para remediarlo, más bien al contrario. Necesitaba correr con frecuencia todos los días, e impulsivo como era solía hacerle caso a sus instintos más que a otra cosa. En aquel momento le llegaba mucha información a su cabeza: miedo por su nueva situación, que desencadenaba en querer volverse un tigre y salir de allí. Rabia, que le provocaba unos deseos casi imposibles de parar de aplastarle el cráneo a aquella rata gigante genemágica y descuartizarla. Y por último la sensación de peligro que sentía cada vez que miraba al demonio leonino, que le incitaba a enzarzarse con él en una pelea feral de colmillos y garras. Devoss suspiró entrecortadamente y se obligó a no hacer nada de todo aquello. Se levantó con rapidez de la roca en la que había estado sentado y se dirigió a una de las paredes del edificio ruinoso. Tocándola con la mano derecha, de espaldas a Ruth.
-Xiotwa...-Le dijo a Ruth de sopetón, girando la cabeza hacia ella con tristeza en sus ojos. -Voy a ser el monstruo, el coco, el hombre del saco... para Xiotwa.-
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.