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Aes
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Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes :

Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
Fleur: Humana (Francia)
Siwani
Aniol: Humano (Polonia)


Unidades mágicas : 12/12
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D

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17/07/23, 08:55 pm
Adam. Chromsa. Kahlo.

Los pasos de Fleur a penas creaban sonido en los pasillos de la Torre Serpentaria. Caminaba con cuidado pues la noche ya era vieja a esas horas, pero no lo hacía sola. Sentía a sus compañeros ir detrás de ella, como si la guiaran con delicadeza tras poner una mano en su espalda hasta desembocar en aquella puerta.

El pegaso había sido sincero, quizá todavía tuviera una oportunidad. El fauno le mostró su amabilidad, haciéndole creer que todavía podía recomponer los cristales rotos. La presencia de la aparición nocturna en su vida le insuflaba la fuerza necesaria para estar justo ahí.

Ahora era ella quien llevaba las riendas. Los goznes de su jaula dorada estaban rotos y no pensaba volver jamás.

Inspiró con fuerza antes de tocar la habitación de la hawaiana con los nudillos. Primero lo hizo con timidez, descubriendo algo de arenilla en el umbral de la entrada, luego con un poco más de insistencia. Cualquiera que la viera allí quieta pensaría que era sonámbula. Pero lo cierto es que se sentía más despierta que nunca. Había estado dando vueltas en su cama de un lado a otro debatiéndose entre hacer lo correcto o no. Pero al final sus piernas casi parecieron moverse solas, como cuando la ayudaban a escapar del convento. En este caso no estaba huyendo de una situación desagradable, si no que iba directamente a enfrentar una. La ciudad la había cambiado más de lo que pensaba, se dijo, al ser consciente de que se estaba metiendo en la guarida de una bruja.

Maila... ¿Estás... despierta? —su voz sonó ajena y distante, no parecía salir de su propia garganta, estaba claro que los nervios le estaban jugando una mala pasada—. Maila... —volvió a llamar en voz queda, pero lo suficientemente alto como para que la chica se enterara si estaba despierta.

El corazón le iba a mil. Ni siquiera sabía si parecía un espanto ojeroso, le gustaría verse algo presentable al menos. Solo llevaba un camisón blanco y vaporoso que relucía un poco con la luz mágica que flotaba sobre la palma de sus manos. El cabello rubio parecía más claro aún bajo aquel resplandor blanquecino, pero se encontraba recogido en un moño. Decidió soltárselo y los mechones pronto cayeron por su frente y orejas. Mejor así. Resultaba más natural. En ese momento solo quería ser ella misma, sin imposiciones.

_________________________________________

"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."

"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."

"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."

"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
Seth
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Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre

Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena

Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8

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26/07/23, 12:05 am
Era noche cerrada en Serpentaria, pero Maila seguía inmersa en uno de sus libros. La encuadernación era de un color azul marino con letras doradas, mientras que su interior estaba colmado de páginas antiguas y amarillentas que solo hablaban de una cosa: brujería. No era propio de ella estar despierta hasta tan tarde, pero cuanto más conocía sobre su naturaleza más deseaba saber. Y cuánto más sabía, más le gustaba ser una bruja. Como un reflejo de ésto, la arena se encontraba desparramada por todos lados. Una buena cantidad en la mesita de noche, una pizca en la cama y otra tanta sobre las repisas o incluso el suelo. Se sentía tan segura, tranquila y cómoda con su dominio que se aseguraba de tenerla bien cerca siempre. Cosa que no era difícil tratándose de arena.

Esta danzaba por la habitación como una vorágine incontrolable. Pero nada más lejos de la realidad, pues aquel caos sólo seguía las directrices de su dueña, la cuál seguía pasando las hojas con expresión concentrada. De vez en cuando paraba de leer e intentaba darle alguna forma a la materia. Un pez, un pájaro... Pero si bien lograba hacer más o menos la silueta, aún se le escapaban los detalles como las escamas, las plumas o los ojos. "Los brujos no son solo famosos por sus dominios, también por su característica excentricidad". Relataba en aquel momento la página. La hawaiana se había dado cuenta de ello, donde antes solía vestir con tonos azules ahora usaba colores terrosos. Colores del desierto.

A pesar de lo enfrascada que estaba en su lectura un golpe sonó en la puerta, y la arena que seguía desafiando la gravedad acabó siendo reclamada por ésta y desparramándose por el suelo, una muestra de la desconcentración de Maila y sus crecientes nervios. Pues aquel golpe y aquella voz pertenecían a Fleur. La chica se quedó varios segundos en silencio sin saber qué hacer, mientras su corazón latía con una fuerza más propia de un caballo enorme como Adam que de ella. Seguía enfadada con la francesa, de hecho lo estaba mucho. Pero aquella disputa y tensión se había visto relegada a un segundo plano con la desaparición de sus compañeros, por lo que habían vuelto a retomar el contacto aunque solo fuera para colaborar con ese tema. Pero eso no quitaba que algo no iba bien entre ellas, había una pieza que no estaba engrasada como debería. Había palabras que no se habían dicho y momentos para comunicarse desaprovechados. Quizás éste fuera uno de esos momentos idóneos para arreglar las cosas, pero Maila era orgullosa. Y cabezota. Así que guardó silencio con la esperanza de que creyera que estaba dormida y se fuera, sino era estrictamente necesario no quería dirigirle la palabra.

Sin embargo, que volviera a decir su nombre con aquella voz queda tuvo el efecto contrario, desmoronando su dureza como si de un castillo de arena se tratase. Haciendo que recordara viejos momentos. Maila cerró los ojos unos segundos, intentado calmarse un poco entre suspiros. Seguro que solo quería hablarle de algo sobre las desapariciones. Porque la otra opción... No. Ya hacía tiempo de eso. Lo suficiente como para que ella misma no quisiera saber nada más. <<No>>.

-¿Qué quieres?- Escucharía la siwani desde el otro lado de la puerta. Un tono de voz seco, sin rastro de amabilidad. Se podía oler la tensión y el enfado en sus palabras. Aunque no lo demostrara Maila estaba nerviosa, pero el rencor que sentía en aquel momento era bastante como para enmascararlo.
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27/07/23, 03:16 pm
Los segundos en los que Maila tardó en responder se hicieron eternos y Fleur se revolvió en el sitio, incómoda. Sus palabras, amortiguadas por el grosor de la puerta y los goznes que las separaban, llegaron como un cristal a sus oídos. La joven inspiró sobrecogida por tal frialdad, luego sintió todo su arrojo morir en el pecho desangrándose por sus brazos y piernas de manera invisible.

Por un momento quedó inmóvil entra aquella oscuridad parcialmente iluminada por el hechizo que tejían sus manos. Era curioso como podía obrar maravillas con el don de su magia pero era incapaz de decir algo coherente bajo aquella oleada de tensión. Sospesó volver sobre sus pasos y regresar al cobijo de su habitación, solo tenía que envolverse entre sus sábanas y hacer como si nada hubiera pasado. Pero eso sería rescatar a la niña asustadiza que había abandonado meses atrás. Debía abandonar el nido en un salto de fe y alzar al vuelo.

Aunque fuera doloroso se recordaba que nada de aquella maniobra lo hacía por ella misma. Se trataba de Maila. Y de lo que merecía.

La siwani apoyó la nuca contra la puerta, percibiendo como el pomo se le clavaba en las costillas. Quedar de espaldas hacia la bruja a pesar de que esta no la estuviera viendo la hacía sentir más segura.

¿De verdad vamos a acabar así? —preguntó con torpeza por acto reflejo con mayor brusquedad de la que pretendía. Su nerviosismo aumentó en su interior, no tenía derecho a estar dolida porque la chica se mostrara distante. Al fin y al cabo era ella la que lo había complicado todo. Se dispuso a intentar corregir sus palabras sin poder evitar que quedaran algo atropelladas en el intento—. Lo que quiero es... —se interrumpió así misma, sospesando la cuestión que la hawaiana le había planteado.

¿Qué es lo que quería? ¿Qué anhelaba? La respuesta era fácil de pronunciar en su mente, pero sus labios estaban sellados, no era el momento.

Quiero hablar contigo... ni siquiera tienes por qué dejarme entrar si no quieres... —se conformaba con que la escuchara—. Pero por favor... hay algo que deberías de saber.

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30/07/23, 08:51 pm
Maila esperó impaciente desde el interior de su cuarto. Casi podía sentir los latidos acelerados de su corazón, bramando como un día de tormenta por una respuesta. ¿Pero qué respuesta deseaba escuchar? La hawaiana no lo tenía siquiera claro, pero quería escuchar lo que fuera. La voz de Fleur no tardó en hacerse oír, y quedó claro que había venido para hablar de lo que había pasado entre ellas. De lo que sea que hubieran tenido. Sin embargo su tono de voz brusco solo hizo que la chica se molestara más aún. <<¿Qué derecho tienes a molestarte?>> Pensó afectada mientras se incorporaba lentamente de la cama, movida por una rabia y rencor a los que no estaba acostumbrada. Sentía su presencia pegada a la puerta, ya que estaba pisando la poca arena que había en el exterior.

¿Qué derecho tenía de decirle aquello después de lo que le había hecho pasar? Maila no solo estaba enfadada, también decepcionada a pesar de que creía que no podría estarlo más. Era una sensación extraña. Sabía que detrás de aquella puerta se encontraba Fleur, esa chica triste que conoció en el monasterio de Hawaii. Esa chica que solo tenia tiempo de vivir la vida que le imponía la familia Camus.  Esa chica con tantos problemas que cuando se hicieron amigas Maila no sabía por dónde empezar a arreglarla, a cuidarla. Pero lo había hecho. La había apoyado durante todo el tiempo que estuvieron en la Tierra, le había dado esperanzas y valor para intentar vivir su propia vida. <<Siempre la he apoyado, siempre he estado ahí...>> Todos estos pensamientos se cruzaban en su mente en cuestión de segundos, incapaz de responderle esa ofensa por la cantidad de emociones que la abarcaban en aquel instante: ira, tristeza, decepción...

Aun así, y para sorpresa de Maila, fue la propia Fleur quien rectificó su actitud y habló de manera más atropellada intentando explicarse. La hawaiana la escucharía ausente, con la vista clavada en la arena desperdigada de su habitación y frotándose las manos sin darse cuenta. Era como si la Fleur que le estaba hablando ahora no fuera la misma, como si la chica de la que se había enamorado estuviera... muerta. Se sentía ajena a aquella voz, como si al otro lado de la puerta hubiera una desconocida. Fleur quería hablar con ella... <<¿Quiero eso? Me ha hecho sentir tan... mal>>. Sopesaba mientras los nervios se la tragaban viva como arenas movedizas.

-Has tardado un poco, ¿no? En sentirte culpable, quiero decir...- Dijo con un tono molesto. Su corazón bombeaba más rápido de lo que debería, y estaba tan nerviosa que le empezaba a picar el cuerpo. Maila suspiró para intentar calmarse, dándose pequeños golpecitos en la rodilla casi a modo de ánimo.- Quítate de la puerta, voy a abrirla.- Su tono seco no dejaba lugar a dudas sobre cómo se sentía. Pasados un par de segundos, aún sentada en su cama, abrió la puerta con un gesto de la mano.- Entra-.

Y allí estaba Fleur. Maila odiaba muchas cosas de ella, a raíz de lo ocurrido en la criba. Pero una de ellas era cómo la hacía sentir. Esos cosquilleos a flor de piel cuando miraba sus ojos celestes, esas mariposas en el estómago que le provocaba aquel rostro. A pesar del tiempo, y por mucho que lo había intentado, aún no había podido borrar del todo aquellos sentimientos. Era como un faro que se negaba a caer ante el embate de las olas. Y eso hacía que se odiara así misma por ser tan estúpida.

-¿Y bien?- Preguntó encogiéndose de hombros, intentando no cruzar mirada con la francesa.- Es tarde, así que... ya puede ser buena tu disculpa.- Sentenció con el ceño fruncido.
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02/08/23, 12:51 pm
Fleur se retiró de la puerta como un resorte, impulsada por la actitud recriminatoria de la hawaiana y su tono de voz hostil. Nada de aquello la pillaba sorprendida, conocía lo suficiente a Maila como para intuir por dónde iría su reacción, la había visto enfadada con sus hermanos y también con su padre. Nada de aquello la pillaba por sorpresa y aún así cuando la habitación se presentó ante ella sintió que no estaba lo suficientemente preparada.

Conocía a su Maila. A la antigua. Pero no se engañaba, la persona que acababa de usar magia para girar un pomo no era la misma. Las dos habían cambiado. Maila seguía siendo risueña y dispersa, pero bajo esos ojos verdes a veces podía discernir una mirada lúgubre y madura. La muerte de Iemai... el horror de Lasca... las había transformado por completo. Bajo esa melena de rizos habitaba ahora una bruja. Y justo en frente, con miedo de cruzar el umbral y deshacerse en polvo, quedaba una siwani.

Tuvo que aletear sin alas para poder internarse a la estancia mientras su corazón corría desbocado. Cuando por fin pudo responder su voz no sonó tan miedosa como recordaba, pero tenía la boca seca.

Sí, he venido a disculparme... o más bien a hablar contigo... no creo que quieras escuchar una disculpa —la francesa se acercó, y cerró la puerta tras de sí para que la conversación continuara quedando en privado. Permaneció parada unos segundos, sintiéndose como una idiota en un cuarto que le era completamente ajeno. La luz carmesí de la Luna las iluminaba lo suficiente como para apagar su propio hechizo lumínico, aunque solo gracias a este pudo ver que casi todo el suelo estaba repleto de arena.

Sus ojos celestes buscaron cruzarse con los de su amiga pero la chica rechazaba por completo cualquier tipo de contacto visual. No se contentaba, pero un hálito de esperanza la embargó. Mucho peor habría sido toparse con una brutal indiferencia.

Yo... —comenzó, frotándose las manos—. Ni siquiera sé por dónde empezar... —sus grandes pestañas de plumón parpadearon, sin poder disimular la hermosa presencia que tenía delante. Aquel fulgor escarlata caía directamente sobre Maila, y lejos de darle algún aspecto demoniaco la dotaba de un aura magnética. No. En realidad siempre había sido magnética. Lo fue desde que cruzaron palabras por primera vez.  A lo mejor debía de empezar por ahí, por el principio. Y eso la llevaba a su noche de insomnio. Solo tenía que ser sincera, aunque eso significase retomar viejas heridas.— No podía dormir... todo esto es tan... difícil y agotador. No paro de pensar en Nery´s. Donde estará. Si se encuentra con Iemai... allá en el cielo cercano que habite... yo... no puedo parar de pensar... —su voz se trabó, más logró mantener la compostura—. Nuestras vidas aquí son efímeras. Pasajeras. No sé cuánto tiempo vamos a quedarnos. Quizás yo desaparezca mañana. O tú lo hagas... Puedo permitirme ser odiada por ti... pero no me perdonaría quedarme sin decirte todas las cosas que nunca te dije y sí merecías saber.

Sus palabras llegaron ahora como sugerencia, no como imposición.

Sé que lo que yo sienta te importa poco y... lo entiendo, no pretendo tener un discurso lastimero. Pero necesito que me mires a los ojos, si todavía queda algo de lo que pudimos llegar a ser... creo que nos merecemos una última conversación sincera.

Sería tan fácil usar su poder... era como una tentación que la llamaba a gritos. ¿Pero qué cambiaría si se dejaba guiar por su don? Seguiría siendo una cobarde.

No, no habría sentimientos alterados. Solo quería emociones reales, aunque fueran dolorosas y abrasivas al contacto.

Volvió a mirarla, esbozando una sonrisa cargada de nostalgia. Cuánto la echaba de menos. Pagaría lo que fuese por volver a esa playa y a ese faro. Quizás era demasiado soñadora por aliviarse con tenerla allí delante. Esta vez sin armarios, solo el cisne y la bruja.

Por si morimos mañana.

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04/08/23, 10:30 am
Maila intentaba por todos los medios no mirar a Fleur. No quería por muchas razones. La primera de ellas era el rencor, que la impulsaba a seguir castigando de esa manera todo el dolor que le había causado. Pero no se trataba sólo de eso. Parecía que por fin la francesa se había dignado a hablar, y la hawaiana también intentaba esconder de alguna manera los nervios que sentía. Mientras Fleur cerraba la puerta dejó el libro que había estado leyendo sobre la mesita de noche y se puso algo más recta en la cama.

La chica entrecerró por un instante los ojos al escuchar las primeras palabras de ella. <<Claro que quiero una disculpa... Otra cosa es que pueda perdonar...>>. Pensó mientras seguía sin mirarla a los ojos, la vista clavada en la arena del suelo, el libro o simplemente al vacío. Maila esperó impaciente a que Fleur iniciara aquella conversación, al fin y al cabo había sido ella quien había ido a su cuarto, pero en realidad se moría de ganas de decir lo que pensaba. La arena se encontraba plácidamente posada en el cuarto, pero poco a poco iba moviéndose y cobrando vida. Una perturbación allá, una pequeña ola en otra parte... Su dominio iba resucitando a medida que Maila se iba poniendo más y más nerviosa.

El discurso de la siwani por fin empezó y ella se limitó a escuchar con el ceño fruncido. No pudo evitar removerse inquieta con la parte de Nery´s y... Iemai. Aquel último nombre traía muy malos recuerdos, y sabía perfectamente que sus amigos desaparecidos podían correr la misma suerte que la cercana... Maila aún no había superado eso, pero... ¿Cómo se hacía? ¿Había una manera útil de conseguirlo? ¿Se podía olvidar como si nada la imagen de un monstruo matando a pisotones a una de tus compañeras? <<No puedo... n-no puedo>>. Entendía adónde quería llegar la cisne. No tenían tiempo, porque la ciudad te lo arrebataba. Pero era mucho más. Rocavarancolia no solo te arrebataba el tiempo o la misma vida. También se quedaba con una parte de ti que nunca más volvería, y a cambio te regalaba una nueva faceta  que nunca habías conocido de ti misma. Te volvías irreconocible para todos. Y eso es lo que sentía al tener a la francesa delante suya. No quería mirarla, porque si lo hacía volvería a tener aquella sensación. Ésa chica ya no era Fleur... Al menos no su Fleur. La hawaiana torció el gesto y suspiró, a varios escalones todavía de derrumbarse, pero iniciando el descenso.

"Puedo permitirme ser odiada por ti..." Aquellas palabras fueron como un golpe directo al corazón, para Maila. Era lógico que Fleur pensara así al verla tan enfadada, pero una parte de ella quizás contradictoria y egoísta se molestó. Porque a pesar de todo lo que había ocurrido... aún esperaba ese momento donde la siwani de verdad luchara por ella, sentía que se lo merecía. Fleur no lo hizo durante la cosecha, donde la  buscaba por las noches y la ignoraba durante el día... Quizás por eso escuchar aquella frase venía acompañada por un dolor lacerante. <<Abandonaste antes de intentarlo...>>. Pensó cerrando durante un instante los ojos. No le estaba gustando todo aquello. Había tenido semanas para prepararse cientos de respuestas por si acababan teniendo una conversación, pero ahora se veía impotente y escuchando todo lo que tenía que decir. Mientras el dolor y la tristeza iban invadiendo su ser, matando poco a poco la rabia que sentía. Al menos agradecía que dijera que se merecía oír todas las cosas que nunca le dijo. Porque sí, se lo merecía como nadie...

"Sé que lo que yo sienta te importa poco..." Ese mazazo fue más potente que el anterior,  y Maila no pudo evitar torcer el gesto afectada y con un nudo en la garganta, agarrando con fuerza uno de los pliegues de la sábana. Todavía sin mirar a Fleur a los ojos. Tenía razón... a una parte de ella le daba completamente igual como se sentía la francesa. Pero aquel dato solo hacía que la situación fuera más trágica, porque... ¿Cómo habían llegado a aquella situación? ¿Qué había ocurrido entre ellas? La vida de Maila en la Tierra no había estado llena de reglas, acoso y humillaciones como la de Fleur. Pero siempre había tenido otros problemas. La muerte de su madre, la ausencia de su padre en su propia casa, y tener que cuidar sola de sí misma y de sus tres hermanos. Siempre había estado hasta el cuello de responsabilidades, pero nunca dejó de sentirse libre a pesar de todo. Porque así le había enseñado a vivir su madre. Cuando conoció a Fleur fue como si se le presentara un mundo nuevo, lleno de cosas increíbles por hacer, porque aquella novicia era increíble. Se hicieron amigas y se dijo así misma que la ayudaría a salir de aquel pozo donde la había metido su familia. Que le enseñaría a vivir y sentir aquella libertad.  Maila no tardaría mucho en acabar enamorándose de ella. Y ahora parecía que ese había sido el mayor error de todos.

La hawaiana asintió con la cabeza cuando terminó su discurso, y de manera rápida como si quisiera quitárselo de encima cuanto antes... la miró a los ojos. Se veía preciosa, como si fuera un ángel con aquella diadema de plumas blancas y su pelo rubio. Mirarla a los ojos era aceptar que aún sentía algo por ella... Maila apartaría la mirada con el ceño fruncido, molesta consigo misma por aceptar esa petición y darle lo que quería, mientras todas las emociones contradictoras se iban apoderando de su corazón y de su piel: odio, rencor, tristeza, nostalgia, amor. La arena se agitó de forma violenta durante unos segundos, y después empezó a revolotear lentamente como una mariposa entre las dos. Esta vez no hizo nada por parar su dominio. Con un suspiro la hawaiana volvió a alzar la vista y Fleur se encontraría con una mirada cargada de dolor, todo el dolor que se había guardado para sí misma durante todo aquel tiempo.

-¿Q-qué nos pasó?- Preguntó confusa y con un nudo en la garganta. Después negó con la cabeza, y con el ceño fruncido y más serena volvió a hablar.- No. ¿Qué te pasó? Éramos...llegamos a ser... Siempre estuve ahí... Vienes ahora después de todo este tiempo para hablar las cosas, p-pero...- Maila suspiró cansada, intentando organizar en su mente las palabras que quería transmitir. No las encontró.- Da igual, di lo que tengas que decir... ¿Qué me merezco saber, Fleur?- Preguntaría con un leve matiz de enfado en su voz, aunque también se sentía nerviosa. Sus sentimientos seguían oscilando entre el orgullo, la rabia y el rencor... y la tristeza, el amor y la nostalgia.
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04/08/23, 01:53 pm
Las palabras que brotaron de su boca no conjuraron ningún hechizo. Aún así Fleur fue consciente de las perturbaciones que creaba en la arena como un reflejo del alma de Maila. La chica la escuchó, sí, de hecho lo hizo con mayor paciencia de lo que se esperaba, pero su dominio se replegaba a su antojo mostrando su propio nerviosismo. A veces venía en formas de ondas y otras agitándose con violencia cada vez que decía algo incómodo.

El gesto que más preocupó a la siwani fueron sus dedos agarrándose con fuerza a los pliegues de las sábanas y aquella expresión... dolida. Comparado con la mirada compungida que recibía de la bruja su tono de enfado pareció una simple broma.

Fleur se quedó quieta, juntando los pies y dejando que toda la arena que flotaba entre ellas quedara suspendida, envolviéndolas en lo que parecía el inicio de una tormenta. Ni siquiera parpadeó cuando los granos se posaron en sus sendas pestañas de plumón, acumulándose en los filos e impidiendo que resbalara hacia sus ojos. Ahora lo entendía. Era como si las separara todo un desierto.

Te mereces saber lo que pasó... —musitó, sintiendo como las fuerzas la abandonaban. No podía tirar la toalla ahora, pero le parecía una tarea imposible y eso que aún no había comenzado. Su tono de voz fue débil, pero el temblor de sus rodillas no, así que decidió tomar asiento en la cama sin pedir permiso para disimularlo. El contacto del colchón bajo sus piernas le otorgó un breve descanso—. Lo que llegamos a ser... yo... —su labio inferior la delató y Fleur se vio obligada a desviar la mirada hacia otra parte para que el llanto no la alcanzara.

Su corazón era una vorágine de sentimientos luchando por salir a flote. Su intensidad era tal que le costó discernir a cuál de ellos deseaba darle prioridad. Volvió a mirarla, llevándose una mano al estómago y a la otra al pecho, trazando círculos de manera imperceptible para calmar su ansiedad. No iba a dejar escapar esa oportunidad. Podía sentirlo, todavía quedaba algo. Aquella cosa fluía cual hilo invisible, tejido en la manera en que seguía evitando mirarla a la cara, y en como la garganta de Maila se había deshecho antes en un nudo. Era una tortura, la tenía tan cerca que casi se arrojaría a sus brazos con desesperación. Pero a la vez coexistía un abismo enorme con un puente muy débil en cada extremo. Fleur sabía que se rompía. Pero también sabía que si eso pasaba ahora tenía alas para no precipitarse al vacío.

Estaba harta. Cansada de que el mundo le dijera cómo tenía que vivir. Se arrepentiría por siempre si darse cuenta tan tarde le costaba perder a la persona más maravillosa que había conocido.

Te quiero... —los dedos bailaban solos, su corazón se disparó por la tremenda traición de su lengua. Pronto un calor creciente la dominó desde su espalda a la nuca. Sus mejillas eran puro fuego y su largo cuello fue ganando parches a color por la vergüenza. Nada de eso importó cuando la determinación de su vientre la poseyó por completo. No estaba hablando Fleur, sino la persona nueva en la que siempre había anhelado convertirse. Lo hacía por ella, y por el recuerdo hermoso de su tía Ágatha al ser lo suficiente valiente como para abandonar a los Camus en pos de liberarse de tanta opresión—. ¿Sabes...? Maila... yo siempre te he querido... —vaya, decirlo en voz alta la hacía sentir mucho más ligera. Se parecía a aquel aura que la envolvió durante unos segundos cuando se dejó descender en caída libre al intentar volar con Adam.

¿Lo veía ahora? No era tan difícil. Las lágrimas brotaron de ella, emocionada por ser capaz de admitir de una vez los designios de su vida. Si había algún Dios allá arriba tendría que aceptarla tal y como era. Y si no era el caso entonces no viviría bajo la sombra de ninguna deidad. Se limpió un poco con el dorso de la mano y el llanto fue controlado a pesar de su brote. Ahora ella llevaba las riendas. Y no se sentía nada mal. Podría dejarse arrastrar por aquel traqueteo suave y reconfortante de existir a su manera. Solo una mujer amando a otra mujer.

No voy a mentirte... no me... enamoré de ti desde el principio —los ojos de Fleur rodaron hacia un punto indeterminado. Su presencia no estaba ya en rocavarancolia, sino en Hawai, en el convento. En su dichoso faro— Te envidiaba, envidiaba lo que representabas para mí. Y también te odié, aunque no más de lo que lo me odiaba a mí, eso... te lo aseguro —su ansiedad disminuía por momentos. Estaba ganando su propia batalla. Quizás la Luna había tenido que transformarla en uno de sus monstruos para vencer a sus propios demonios. Hasta ahora ninguna plegaria había tenido efecto para tanto temor—. Eras tan... libre... y tan hermosa... jamás le pediste permiso a nadie para vivir. Nunca, ni uno de esos días en la playa te vi retroceder ante el mundo. Cuando... te lanzabas a surfear y yo te observaba desde la orilla solo podía pensar en lo bonito que era verte romper la cresta de las olas con tu tabla —sonrió, al tiempo que continuaba sollozando. Probablemente era la primera vez que se emocionaba de alegría, aunque fuera rememorando capítulos guardados bajo llave—. No solo partías el mar en dos. Quebraste algo en mí. Nunca nadie ha podido pararte. Ni el océano. Ni el desierto. Ni tampoco... yo.

Fleur tomó un descanso, ahora se proyectaba así misma en Francia. En su mansión. Recordaba el horror, los golpes, sus talones hinchados y el cristal punzante a cada paso. Su respiración se entrecortó.

Pero sabes... que no siempre lo he tenido tan claro. Verás... los Camus... mi familia... te hacían odiarte a ti mismo. Instauraban el miedo en tu interior de tal forma que no te hacías replantearte si podías vivir sin él. Para ellos el mundo solo estaba gobernado por lobos y ovejas, no había cisnes en su ecuación —la francesa tenía una palabra muy claro para todo lo que había sufrido. Maltrato. Pero no era momento de entrar en aquel tema, no estaba allí por eso—. No pretendo camuflar la culpa en ellos... solo quiero que entiendas que es muy difícil querer a otra persona cuando te borrarías a ti misma sin pensarlo dos veces.

Las lágrimas habían cesado. Pero continuaba nerviosa, la hawaiana podía resultar completamente impredecible. Solo tenía que seguir sincerándose.

Lo siento, lo siento muchísimo —su mano se deslizó hasta la de la chica sin llegar a rozarla, a penas unos milímetros las separaban y la siwani casi podía sentir como un imán tiraba de ella hacia el otro polo. No se atrevió a jugar con esa electricidad, no era tan tonta como para meter los dedos en un enchufe—. Siento haberte hecho daño por el camino. He sido estúpida, y egoísta. Lo siento de corazón. Todo me daba pavor... incluso las noches que pasé contigo en la azotea. Me hiciste sentir tantas cosas en tan poco tiempo que quise rechazarlo por completo porque era lo más fácil.

La luz escarlata que coronaba el cielo continuó cayendo sobre ellas como el presagio de un mal cuento. Era el final. Aún no sabía de qué. Si de su historia. De su amistad. O el epílogo de un nuevo comienzo.

Maila... en medio de tanto caos... tú siempre has sido mi Oasis.

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"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."

"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."

"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."

"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
Seth
Seth

Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre

Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena

Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8

Por si morimos mañana Empty Re: Por si morimos mañana

25/08/23, 05:18 pm
El corazón de Maila bombeaba a toda velocidad, como si la gravedad de aquella conversación lo estuviera espoleando hasta el límite de sus fuerzas. A la hawaiana le costaba respirar, mientras esperaba a que la francesa diera paso a todas las explicaciones que se había merecido durante tanto tiempo. Que había estado esperando. Maila seguía enfadada, y mucho. Pero en aquel instante, teniendo a la siwani delante suya y a punto de sincerarse... Casi podía olvidar todo el dolor y la tristeza que había sentido. Casi. Siguió apretando las sábanas con su mano, como si fuera la única forma de soportar la fuerza de una tormenta, y lentamente se dio coraje así misma y alzó la vista para posarla en aquellos preciosos ojos celestes.

Era evidente lo mucho que le estaba costando a Fleur encontrar las palabras. Verla apartar la cabeza para disimular un posible llanto, su voz entrecortada, el temblor en sus rodillas. Si, Maila estaba enfadada. Pero no era tan dura como para mantenerse igual de firme después de ver aquello. Un leve atisbo de humedad en sus ojos apareció, señal inequívoca de que aquello le estaba doliendo de igual forma que a la francesa. ¿Por qué tenía que haber sido todo tan difícil? Apartó la mirada unos segundos para intentar controlarse un poco y que Fleur no viera sus lágrimas saltadas. <<Contrólate, tienes que hacerlo...>> Se animó así misma, mientras respiraba algo entrecortada y esperaba a que la siwani hablara. Cuando lo hizo fue como si un golpe le hubiera atravesado el corazón y el alma.

<<Te quiero>> Dos simples palabras, pero que significaban tanto que Maila fue incapaz de procesar aquella información durante unos segundos. Después la realidad la golpeó como si fuera una gran ola que no había cogido a tiempo. La quería... <<Me quiere...>>. Y nada más pensar aquello dos lágrimas surcaron sus mejillas, porque por muy cabreada que estuviera... eso era justo lo que siempre había querido escuchar. Aunque no hubiera sido consciente con tanto odio y rencor. La arena, que hasta entonces se había mantenido agitada acorde a los sentimientos de su dueña, de repente empezó a girar en torno a ellas. Danzó por encima de sus cabezas, mientras las palabras de Fleur seguían calando en la hawaiana.

-Fleur, yo...- Alcanzó a decir con la voz entrecortada, intentando reprimir en vano el cúmulo de emociones que sentía en su corazón. Por lo que decía, la francesa la había odiado y envidiado por todo lo que representaba para ella. Aquello también le dolió, aunque de una manera más diferente. Ella nunca había tenido la culpa de la situación de Fleur... Aún así, la hawaiana hizo el esfuerzo por intentar entenderlo. Quería hacerlo. De verdad que quería. Cuando empezó a hablar sobre su familia y lo que le habían hecho... Maila logró serenarse todo lo que pudo, hasta que las lágrimas dejaran de perfilar su rostro. La arena giraba más lento, como si a su alrededor el tiempo estuviera paralizado y solo estuvieran ellas dos. Por una parte podía entender las dificultades de la francesa para sincerarse consigo misma, pero a la vez le dolía tanto... Que no sabía si era capaz de entenderlo del todo o conseguir olvidarlo. Había sufrido tanto y se había sentido tan sola...

<<Lo siento, lo siento muchísimo>>. Aquellas palabras también la golpearon con dureza y no pudo evitar quebrarse de nuevo, porque detrás de un "Te quiero" tan sincero, cualquier disculpa parecía tener el doble de poder y convicción. Asintió con la cabeza, incapaz de evitar sollozar y que las lágrimas siguieran su curso natural por sus mejillas. Maila no se había esperado aquella conversación aquel día, pero ahora se daba cuenta de cuanto la había necesitado en todo ese tiempo.<< Tú siempre has sido mi Oasis...>> Eso era lo que había sido para ella... <<Un Oasis...>> Aquella palabra la conmovió más de lo que esperaba, mientras agarraba con más fuerza las sábanas.

-Puede que... vieras en mí a una persona alegre y... libre.- Empezó a decir con la garganta hecha polvo y un nudo que atenazaba su corazón. Sus ojos clavados en los de Fleur.- Y puede que lo fuera... pero en mi casa también me sentía atrap...- Empezó a explicar la hawaiana, sin embargo tuvo que cortar la frase al darse cuenta de la mano de Fleur tan cerca de la suya, de aquel deslizamiento. Todo su cuerpo, todo su ser le decía que agarrara aquella mano como si fuera lo único sólido y real en aquel loco y despiadado mundo. Y puede que lo fuera. Pero haciendo acopio de una voluntad que no sabía de dónde salía, se resistió a cogerle la mano. No, necesitaba decir todo aquello bien.

Maila volvió a retomar la frase, mientras la arena empezaba a girar con mayor velocidad hasta formar un torbellino de arena dónde ellas se encontraban justo en el centro.

-En mi casa también me sentía atrapada... no como lo que te ocurrió a ti, no pienso compararme con las cosas que te hacían pasar, pero... Sentía que siempre debía jugar un papel, de alguna manera. Siempre tenía que estar cuidando de mis hermanos... Haciendo de mi padre, para ellos. Y sabes que los quiero mucho, pero...- La chica tuvo que tomarse unos momentos para controlar el llanto pero fue incapaz y acabó por romperse. Era lo que tenía recordar a sus hermanos pequeños. La lámpara de su mesita de noche se cayó al suelo, movida por la velocidad y la fuerza del torbellino de arena en el que se encontraban. Estaban en el ojo de aquel huracán del desierto. Tras varios segundos fue capaz de recuperar algo de fuerzas.- Lo que quiero decir es que... de alguna manera tú también fuiste una salvación para mí. Contigo siempre podía actuar como era... más que con cualquier otra persona.- A pesar de del dolor que sentía y de las lágrimas surcando su rostro, pudo esbozar una triste y amarga sonrisa.- Si yo he sido tu Oasis... tú siempre has sido mi faro...-

Lentamente Maila avanzó su mano derecha, hasta tocar el dorso de la mano de Fleur. El contacto lo sintió como si fuera un chispazo eléctrico. Había pasado tanto tiempo que había olvidado lo bien que sentaba tocarla. Aún así retiró la mano rápidamente y negó con la cabeza. Se intentó limpiar como pudo la cara de lágrimas. Y tras un largo suspiro alzó la vista, para volver a cruzar miradas con aquel rostro. Si... ahora sí que era capaz de reconocer aquel rostro... Aquella hermosa chica sí era Fleur, de la que se había enamorado en la Tierra. Pero entre dunas de amor todavía había retazos de dolor.

-Yo... también...- ¿Por qué le estaba costando tanto decirlo? Siempre había mostrado sus emociones tal y cómo las sentía...- Fleur, yo... la verdad es que ha pasado tanto tiempo y... me ha dolido tanto... No sé si podría... ya sabes.- El dolor era reciente, y Maila aún tenía dudas. Sin embargo la hawaiana se armó de valor y le cogió la mano con fuerza.- Pero quiero que sepas que... puedo entender por qué te comportaste así, al menos en parte. Así que te perdono, Fleur... porque... Te quiero.- Decirlo fue como un bálsamo para su cuerpo. Nada más decirlo la arena pasó de un huracán a una leve brisa del desierto. Como si su dominio por fin pudiera descansar, ahora que su dueña había dicho eso.- En cuanto empecé a conocerte a fondo... me enamoré de ti como la loca que soy.- Dijo con una nostálgica pero breve risa.- Pero antes de todo esto... éramos amigas... No quiero perder eso... Yo tampoco quiero perderte... Y quién sabe si en el futuro...-

Maila lo dejó en el aire, como una posibilidad de quizás intentar continuar con aquella historia inacabada. Pero por el momento necesitaba ir con calma... Las cosas perfectas se hacían a fuego lento y ella todavía necesitaba sanar de todo aquel dolor pasado.
Aes
Aes

Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.

Personajes :

Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
Fleur: Humana (Francia)
Siwani
Aniol: Humano (Polonia)


Unidades mágicas : 12/12
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D

Por si morimos mañana Empty Re: Por si morimos mañana

18/09/23, 11:38 am
Una vez comenzó a hablar las palabras enquistadas brotaron de su pecho como un manantial y ahora, tras quedarse vacía, su alma podía descansar por fin y apartar aquella garra que la había tenido sujeta durante tantos años. Las cosas habían cambiado, porque si morían mañana, al menos lo harían en paz sabiendo que se amaban la una a la otra.

A Fleur no le molestó el torbellino de arena que la bruja creó entorno a las dos mientras la conversación se daba pues tenía cosas mucho más importantes a las que prestar atención, como por ejemplo su propio remolino de emociones virar cada vez que veía algún resquicio de sentimientos en Maila. Si hasta entonces fue capaz de contener parte de su llanto al expresar lo mucho que lo sentía... contemplar a la hawaiana romperse derribó todos los muros y protocolos.

Eran dos tontas con dos ríos surcando sus mejillas. Pero no había precio al que poder vender ese momento, ni lugar en el mundo aún con monstruos y asesinatos en el que deseara estar más que ese.

La francesa asintió con delicadeza comprendiendo que Maila tampoco lo había tenido fácil en su hogar. Siempre se preguntaba cómo era capaz de llevar a sus hermanos adelante con un padre tan ausente y la muerte prematura de una madre a sus espaldas. Era la chica más valiente que conocía, y también la más generosa. Tenía suerte de haberse topado con alguien así en su vida y que ese alguien la hubiera acompañado a una ciudad de horrores para hacerlo todo más llevadero.

El contacto con su piel duró tan solo unos segundos, pero la electricidad que percibió recorrer toda la palma de la mano y ascender por su brazo la abrasó por dentro en forma de un incendio cargado de nostalgia. En cambio no fue ese gesto lo que terminó por golpearla como un mazazo, si no las palabras de la bruja que, como ya decían en los cuentos de la Tierra, eran capaces de gobernar personas.

Tu faro... —repitió la siwani, emocionada y con la lengua hecha un nudo. La denominación no solo era importante porque delatara que era alguien valiosa en su vida, también significaba que podían verla como una persona que arrojara luz. Era nuevo, porque su familia la destinaba siempre a las sombras—. Maila... yo... —balbuceó, pero guardó silencio para continuar escuchando lo que tenían que decirle. Ahora le tocaba a ella oír.

Y vaya si hizo bien en no interrumpirla. Porque lo que llegó fue el perdón. El tan esperado perdón. E incluso más. Llegó un te quiero. Todavía la deseaba, después de todo lo que le había hecho y lo mal que se había portado con ella. Fleur parpadeó repetidas veces y su mente tardó en gestionar la combustión que se daba lugar en su pecho, era imposible coordinar la batalla campal que profesaban el dolor y el afecto a partes iguales. Cuando Maila cogió su mano armándose de valor Fleur la apretó con fuerza, permitiendo ahora sí que la tristeza y la felicidad la inundaran por completo. Su cuerpo se dejó caer contra la pared y su cabello rubio quedó algo aplastado.

Gracias... —musitó con la boca pastosa. La tormenta del desierto pareció amainar como un reflejo del hilo rojo al que estaban atadas. Habían tirado en direcciones opuestas pero en ese instante la cuerda, aunque dañada, no sufría ningún tipo de tensión—. De corazón... gracias —se sinceró, enterrando su otra mano en el rostro por la vergüenza que sentía llorar con el corazón encogida cual niña pequeña. Aún no quería liberarse del contacto físico con la bruja así que sus dedos empezaron a jugar con suavidad. Primero acariciando el dorso y la palma, más tarde encajando con los de Maila en una unión perfecta.

La felicidad que sentía germinaba con timidez, acababa de decirle que estaba enamorada de ella y que no quería perderla, pero no se engañaba. Tenía que seguir trabajando en sí misma para ser la persona que quería ser, y la que la hawaiana merecía.

No te preocupes... —sus ojos celestes se posaron durante unos segundos en la lámpara que yacía en el suelo, seguro que el pequeño huracán de la bruja lo había tirado sin que se dieran cuenta. La siwani tragó saliva antes de mirar a aquellos ojos verdes mezclados con el destello rubí de la Luna—. Lo entiendo... yo tampoco quiero perderte... por nada del mundo... me encantaría seguir dónde lo dejamos pero sé que es egoísta —se tomó unos segundos para proseguir, escrutar su rostro con tanta proximidad y no acotar distancias para acabar en sus labios estaba siendo toda una ardua tarea—. Maila... mi puerta siempre va a estar abierta para ti. Si en el futuro quieres abrirla estaré encantada —una pobre sonrisa perfiló sus labios—. Si por el contrario eso nunca llega... vas a tenerme de igual forma. No pienso moverme de aquí, si me dejas.

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"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."

"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."

"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."

"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
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