El Cuchitril

El accidente de Caín y la decisión del resto del personal del burdel de cerrar el local le había pillado bastante de sorpresa. Estaba agradecida de que todos, con sus más y sus menos, estuvieran bien y hubieran tomado la decisión libremente, pero iba a echar de menos el burdel y a sus amigos, ya que no podría verlos con tanta frecuencia, y más teniendo en cuenta que su nuevo negocio la iba a mantener bastante ocupada. Como punto positivo Kae, a la que más había echado de menos cuando ella se mudó al Cuchitril, iba a volver a vivir con ella. Además, en el mejor momento teniendo en cuenta que, tras la marcha de Toima y Tania, tenían libres dos muy buenas habitaciones.

-Tú de todas maneras échale un ojo a las dos, pero sinceramente en la de Toima tendrás el doble de espacio que en tu habitación del burdel, mejor orientación y, como ha dicho Giz, mejor luz. Creo que te gustará -le dijo guiñándole un ojo mientras cargaba una de las cajas de Kae. Sinceramente, entre la magia de Giz y Gael y que la ghoul no tenía mucho, Wen no necesitaba cargar mucho más de una caja.

El accidente, el posterior cierre y la mudanza fueron las gotas que colmaron el vaso del vampiro. Nunca había logrado discernir en qué punto Cain y él se habían distanciado tanto, habían dejado de verse y tratarse en general. No tenía ni idea. Solo había mantenido un poco el contacto con Norou... y muy de vez en cuando. Para colmo, que el Burdel cerrara fue un golpe para él. Se había criado allí, básicamente. Había ido su refugio durante su cosecha y posteriormente su hogar y también su primer trabajo durante mucho tiempo, y por consiguiente le traía siempre infinidad de recuerdos, de todo tipo y color, y con tantas de sus amistades. Le costaría volver a pasar por delante cuando lo cerraran del todo y lo viera chapado, desmantelado y víctima de rapiñar lo que no se llevaran sus anteriores inquilinos. Él mismo había invertido tanto tiempo y esfuerzo en el Burdel que le enfadaba y le entristecía asumir que ya se había acabado, pero así era Rocavarancolia. Si jugabas con fuego, aquí te ibas a quemar sí o sí. Le fastidiaba que ahora tuviera que pasar por delante del edificio con cierta congoja por culpa de otros, pero no iba a implicarse con el viejo Burdel ni intentar nada. Pasaría al olvido.

Sus amigos volaron del Burdel y cada cual se buscó su hueco aquí y allá. No se informó mucho sobre los detalles de cada uno pero sí que le alegró que Kaethe se mudaría con los de la Brecha. Le hizo tanta ilusión que alguien se quedara cerca que prestó su ayuda para hacer el traslado, aunque era muy poca cosa y con la magia acabarían tan pronto que realmente la mudanza le parecía una excusa ideal para reunir al grupo otra vez. Él se cargaría las cajas encima, porque no había experimentado las mudanzas en la Tierra de forma activa y quería vivirlo plenamente.
—A las malas, siempre podemos prenderle fuego de manera controlada y purificar la habitación —sugirió ante los comentarios sobre el dormitorio de Toima—. O nos metemos algunos a limpiarlo pero escoba en mano, nada de magia; la experiencia completa —siguió bromeando, pero sí que no le haría ascos a pelearse contra el polvo o la suciedad si fuera necesario.

En definitiva, todo el plan con sus amistades le hacía mucha ilusión, y se le notaba. La familia cuchitrilera estaba bien cerquita y le encantaba.

Putísima mierda.

En fin, ahora le tocó al burdel. No es el primer accidente de este estilo en la ciudad, claro, pero cuando algo así pilla a tus amigos pues jode. Pero en fin, shit happens, right?. Al final nadie salió herido y ayudamos a nuestros amigos en lo que pudimos. Perder el burdel es más que el edificio o el negocio en sí, al menos para mí. Supongo que es el momento de dejar algo atrás, aunque cuántas cosas han pasado allí. ¿Supongo que por eso he decidido no acompañarles a buscar a Kaethe? Yo qué sé, tiempos raros.

Pero vamos a centrarnos un poco en el presente. ¡Hoy viene Kaethe! Y la verdad, me apetece que se venga. Si es que es una tía de puta madre. Es raro tener a alguien nuevo por aquí. Desde que Toima y Tania se marcharon no hemos tenido más que alguna visita de tanto en cuanto. Pero ya. Irá bien llenar uno de los cuartos vacíos.

Hay algo que sí puedo hacer mientras no llegan. Algo que está en mi sangre —o parte de ella, vamos. Algo que está implo… ¿impro…visado? ¿Imprentado? Joder, lo que sea. Que lo llevo en mis putos genes y a tomar por saco:

—¡Té con pastas!

Y tal como lo digo, los oigo trastear fuera. Justo a tiempo diría, estoy casi lista preparando las pastas y el agua pues ahí está, ya calentita. Tan solo debería escoger un té. O no. Mejor les dejo a ellos que elijan lo que quieran, que para algo son mayorcitos ya.

—¡Pero mira quién tenemos por aquí! Bienvenida Kaethe, estaba justo preparando té y pastas como buena británica que soy.

Sonrió y saludó a sus amigos cuando llegaron, a medida que las dudas respecto al futuro se desvanecían poco a poco. Estaba tan cómoda con ellos que era tonto preocuparse por si la convivencia iría mal; claro que no lo iría, eran amigos y se llevaban bien.
—Sí, es todo —le dijo a Noel. Después de tanto en la ciudad estaba muy acostumbrada a que en cada mundo tuvieran ideas muy distintas respecto a muchas cosas, y la cantidad de objetos que era “normal” tener parecía ser una de ellas. Le daba igual, ella no necesitaba mucho y, además, siempre había oportunidades para conseguir más muebles en la ciudad o en otros mundos vinculados.

Tenían razón, y gracias a la magia con un solo viaje les bastó para llevar todas sus pertenencias. La conversación derivó a cual de las dos habitaciones quería quedarse, y rió ante las múltiples bromas.
—Ah no, llevo teniendo que limpiar a mano muchos años, déjame descansar un poco antes de que me vuelva a tocar—le dijo a Jack entre risas —. Pero creo que me quedaré la de Toima, por lo que decís.

El espacio para muebles nuevos le era más secundario, pero le interesaba la luz y el tener hueco para más plantitas. A lo mejor podía conseguirse unas macetas más grandes para plantas de mayor tamaño, y aquello le hacía ilusión.
No tardaron en llegar, y Adara les saludó con promesas de té y pastas y le dedicó una sonrisa. Como odiaba a veces estar muerta, porque el no poder probar una comida que había dejado de saberle rica hacía años le seguía pareciendo lo peor que le había concedido la ciudad.

Noel dejó escapar una breve risa ante el comentario de Gael sobre lo que habían exagerado Giz y él.
—Estoy convencido de que solo era así porque Tania le hacía de madre —dijo sin saber que el propio fuego fatuo había pensado lo mismo—. Deberíamos hacerle un monumento a Tania e ir a llevarle una compensación económica por daños y perjuicios.
Sabía que la nublina no aceptaría ni se sentiría cómoda con algo así, pero si no fuese el caso no le hubiese parecido descabellado intentar compensarla de alguna forma. Lo que había tenido que soportar esa chica no era ni medio normal.
Suspiró para sus adentros. No había podido evitar volver a pensar en aquellos dos… Pero confiaba en que la conversación virase por completo hacia otros derroteros pronto.

Entre todos parecían haber convencido a Kaethe de que escogiese la habitación más grande, y en lo que duró esa breve conversación ya estaban siendo recibidos por Adara en la puerta de casa.
—¿Y cómo buena británica también has preparado algo incomible como, por ejemplo, un par de brazos en descomposición? —se jactó—. Por lo menos ahora tenemos a alguien que lo apreciaría.

No esperaría a una respuesta mientras simplemente pasaba con la caja para llevarla al nuevo cuarto de la ghoul, aunque su oído le permitiría escuchar cualquier comentario de camino. Dejaría allí la caja y bajaría nuevamente.

Giz asintió cuando Gael le quitó peso a las acusaciones de guarro a Toima y lo volvió a hacer cuando Noel recordó a Tania, pues las dos cosas eran ciertas. Pensó brevemente que, cuando volvieran a visitarles, tal vez deberían llevarle a la nublina comida de otros mundos. La broma de Jack le sacó una sonrisa, al igual que la respuesta de Kaethe. Fuera de eso se mantuvo en silencio en último lugar, guiando las cajas en el aire con cara de aparente concentración, cuando en realidad tan solo estaba disfrutando de la brisa.

Saludó a la Adara británica con un gesto de mano y una risa leve y subió las cajas hasta la habitación que ahora sería de Kaethe. Le hacía ilusión su llegada y teniendo en cuenta lo que había pasado con el resto de amigos de cosecha de Wen, se alegraba de que la vouivre tuviera a Kaethe cerca y a salvo. Él no se alejó mucho y simplemente guió el hechizo de levitación hasta la habitación, unos metros por delante de sí mismo. Después volvió al salón y le echó un vistazo al surtido de tés que tenían mientras escuchaba a sus compañeros. Fue entonces cuando entendió el comentario de Noel.

—Cierto... ¿A lo mejor tenemos que agrandar el frigorífico? —preguntó.

Venía de un mundo donde ya se comían a los muertos y, aunque no fuera el caso, tantos años en la ciudad convertían la necrofagia en una opción alimenticia comparable al vegetarianismo para el lagarto. Su mayor preocupación era que los muertos cupiesen en casa. Eso y que Gael tuviera algo a mano para ofrecerle a Kaethe ahora, para que les acompañara con el té.

Gael reía con los comentarios graciosos de sus amigos. En cierto modo le encantaba que hubieran decidido que aquella mudanza era un motivo de alegría por encima de pensar en porqué tenía lugar. Ya habían tenido suficientes  dolores de cabeza desde el momento en que se habían enterado de lo ocurrido.

La mudanza estaba siendo fácil gracias a la magia, por lo que Adara no había ni tenido que ir con ellos. Se veía que prefería quedarse preparando la bienvenida, porque cuando llegaron tenía listo té y pasas. El tema de la comida era algo de lo que se había preocupado cuando se habló de la mudanza de Kaethe, así que la pregunta de Giz era algo que él ya había tenido en cuenta. Al fin y al cabo, llevaba años pasándole comida a la ghoul. Tras sonreír por la broma de Noel respondió a lo dicho por el goliat.
—No creo que sea necesario, tengo cámaras frigoríficas suficientes en el taller. Y tengo preparado un festín de bienvenida para hoy, así que no te preocupes por la comida —añadió para Kaethe con una sonrisa. No lo iba a decir por cortesía, aunque todos, incluida ella, sabían que no sería agradable para el resto abrir la nevera del cuchitril y encontrarse cadáveres de todo tipo. A Gael a aquellas alturas le daba todo igual, pero prefería separar el trabajo de la comida igualmente.
»Y no te preocupes, Adara, que sí que apreciamos lo que cocinas —añadió después para la ángel negro con una gran sonrisa. Al pasar al lado de las pastas se metió una en la boca y se dirigió al piso de arriba a tangibilizar los muebles en el antiguo dormitorio de Toima.

Wen rió alegre mientras salían del Burdel, no queriendo echarle un último vistazo por miedo a que removiera cosas dentro de ella.

-Solo faltaba que incluso sin Toima tuviéramos que reformar el Cuchitril... otra vez -le contestó a Jack con mofa-. Tampoco te precipites, murciélago, las habitaciones ya están limpias. Que vivamos con Tocino no nos convierte a ninguno en un cerdo -le dijo de forma socarrona, picando al vampiro como siempre disfrutaba hacer.

A Wen le seguía sorprendiendo a veces cómo habían cambiado las cosas desde que llegó a la ciudad. A veces, cosas tan sencillas como caminar por la calle parecían haber sido tan complicadas en el pasado cuando ni siquiera se atrevía a salir del Burdel sin compañía por miedo a que alguien descubriera su transformación. Ahora su paseo despreocupado parecía tan natural en ellos como respirar.

-Si quieres después de que termines de asentarte en tu nueva habitación, podemos ir a darnos un baño, yo invito -le dijo a su amiga guiñándole un ojo.

Dado que tanto el Burdel como el Cuchitril estaban en el mismo barrio, no tardaron en llegar a su casa, donde Adara les esperaba aparentemente con pastas y té.

-Hospitalidad británica, me siento como en casa -bromeó la vouivre mientras pasaba al lado del ángel negro siguiendo a Noel hacia la nueva habitación de Kae, dejando la caja justo encima de la de Noel y bajando nuevamente-. ¿Te ayudo a traerlo? -le preguntó a Gael cuando dijo que tenía un festín preparado para Kaethe.

El vampiro lo estaba pasando mal para intentar guardar la compostura entre intervención e intervención, pero no dejaba de reírse. El colofón final fue lo mucho que aprovechaba Wen para picarle, ¡la muy...! pero le encantaban las pullas entre todos. Antaño lo había abrazado como forma de quitarle hierro a la vida en la ciudad. Sin embargo, desde hacía ya tiempo lo disfrutaba muchísimo. Mientras pudieran hablarse y pasárselo así de bien, significaría que podían vivir en Rocavarancolia. Y con eso le bastaba, sin necesidad de ostencaciones, sin lujos ni amasar poder.
—Ya veo que el grandullón se dejó los cuchillos voladores antimurciélago —le devolvió entre risas.

La llegada al Cuchitril siguió cargada de risas. Que Adara hubiera hecho té con pastas en su línea británica solo daba pie a que le dieran por todas partes. Entró con su caja, siguió a la comitiva hacia la habitación y la colocó donde pilló sitio libre... y por supuesto se sumó a la conversación cuando volvieron con la ángel negro.
—O pastel de carne, pero con extra de sangre y nada de carne, por favor —bromeó—. Pero ojalá pudiera, que todo huele a que te ha quedado súper bien, tía —remató dándole un ligero codazo.

También había escuchado a Gael y le trajo recuerdos de cuando era él quien le ayudaba con cuerpos para que los pudiera usar. Se terminó sentando mientras echaba la vista atrás, a las idas y venidas que había tenido antes de trabajar en el Burdel, con sus cacerías, su almacén para sacarle el máximo partido a todas sus piezas y cómo había dado forma a más de un cadáver para dejárselos al chico.
—Qué ataque de nostalgia ahora que dices lo de los cadáveres, Gael. Hace un montón ya, caray; cómo pasa el tiempo.

¡Pero qué jeta tiene el pavo este!

—Bueno a ver, que yo al menos sé preparar algo más que albóndigas y puré de patatas —le saco la lengua a Noel.

Venga ya Giz, si será por frigoríficos. No hace falta que lo intentes arreglar, Gael, que ya lo sé.

—Pues claro. ¡Yo ya sé que adoráis mi cocina! —respondo al resto. —Pero ay, Wen, tú sí que sabes.

Aprovechó el subir las cajas para observar su nuevo cuarto. Ya tendría tiempo de ordenar todo más adelante, pero podría irse haciendo un esquema mental en base a lo que veía. Desde luego era más grande que su anterior cuarto, y con más luz solar. Las plantas crecerían fantásticamente, y ella misma agradecería la luz natural.

Aceptó el posterior baño en las termas que le ofreció Wen, y cuando bajó la conversación había derivado a dónde guardar la comida.
—Bueno, Giz, a lo mejor tener en el mismo sitio la comida y los cadáveres no sea la mejor idea, ¿eh? Seguro que Gael lo tiene todo controlado, que lleva años con ello.

La verdad era que el fuego fatuo tenía ya desde hacía tiempo un buen taller con cámaras frigoríficas, por lo que seguro que tenía todo pensado.
>> Me hace tanta ilusión vivir con vosotros, jo, no sé ni qué decir.
Sonrió. Daba igual que llevase años viviendo y trabajando en el burdel, sentía el cuchitril como su verdadera casa, y a los cuchitrileros como su verdadera familia.

El sueco le dedicó una pedorreta a Adara al escuchar su comentario.
—Si quieres a partir de ahora cuando me toque cocinar a mí yo te preparo solo albóndigas y patatas para ti exclusivamente mientras el resto comemos el plato real —le respondió con una sonrisa pícara.
No veía necesario aclarar que estaba de broma, ni reafirmar lo que dijo Gael: la ángel negro y todos los presentes lo sabían de sobra. También sabía que gracias a la profesión del español contaría de sobra con algo que su nueva compañera de casa podría comer.

La anécdota sobre Jack llevándole cadáveres a Gael le sonaba de hacía mucho tiempo y no estaba seguro de si había llegado a estar presente cuando el vampiro todavía proveía al fuego fatuo, pero sin duda durante un instante le transportó a tiempos que parecía que habían transcurrido en otra vida.

Una vez volviesen con el prometido “festín” para la ghoul, el draco se sentaría a la mesa al lado de Wen y agradecería esta vez a Adara por haber preparado aquella pequeña merienda. Las palabras de Kaethe le hicieron sonreír de forma genuina.
—Bueno, no tienes que decir nada: nosotros también nos alegramos de tenerte aquí —le dijo—. Aunque yo sí sé que decir: perdona si te resulta un poco precipitado, pero no me quedo tranquilo si no saco el tema lo antes posible. ¿Qué tipo de protecciones llevas contigo normalmente? Ahora que vives con nosotros es necesario que vayas siempre bien preparada para cualquier cosa. Creo que no tienes tatuado el sistema de distribución de hechizos defensivos, ¿verdad?

Las implicaciones estaban claras: cualquiera que estuviese relacionado con ellos y más si vivía en la misma casa era susceptible de ser blanco de todo tipo de ataques. Kaethe poseía mucha fuerza física, pero podría estar en graves problemas si la emboscaban usuarios de magia.

El goliat asintió tras Gael y le dio la razón a Kaethe en que tal vez sería mejor separar los cadáveres del resto de comida, incluso aunque existieran hechizos. Gael además tenía espacio de sobra.

—Cierto, cierto.

Aparte, estaban volando las clásicas dagas de andar por casa y Giz no pudo hacer otra cosa que reírse.  Mientras tanto, visto que ya estaba todo hecho por ahora, decidió que lo mejor que podía hacer él era sentarse y servirse un té mientras escuchaba las puyas que iban y venían y los comentarios sobre el pasado. Había un punto muy nostálgico en aquella reunión, era bonito ver cuántos seguían allí a pesar del tiempo que había pasado y la violencia que caracterizaba la ciudad.

Giz se sumergió de lleno en esa nostalgia y no despegó el pico hasta que Noel no habló de protecciones.

—Además, te hemos preparado un traslocador de emergencia, que te teletransportará a casa en cuanto pulses el botón, si te hiciera falta. También sirve para los días perezosos —añadió, para quitarle un poco de hierro al asunto.

Tras dejar los muebles Gael volvió enseguida al piso de abajo. Jack había sacado un tema nostálgico para él, y no pudo evitar reír al recordarlo.
—Hacíamos lo que podíamos con lo que teníamos, ¿eh? —bromeó. Recordaba perfectamente los regalos de Jack y, antes de que él mismo se empezase a dedicar a las quimeras Jack lo había intentado por él. Parecía pertenecer a otra vida, pero su yo de doce años detestaba los cadáveres y tenía más dudas sobre qué iba a ser de él que otra cosa. «Menos mal que un año más tarde también conocí a Noel y Giz» se dijo, sin poder evitar sonreír. Tras la Luna se había quedado muy solo, encerrándose en la biblioteca a estudiar cosas que no tenía claro ni si le gustaban, y sus nuevos amigos le habían ayudado más de lo que probablemente eran conscientes.
»Quién nos ha visto y quién nos ve —añadió para el vampiro. En realidad se refería a muchas más cosas. Aparte de su inexperiencia tras la Luna, no pudo evitar pensar en todas las personas que habían vivido o pasado por el cuchitril desde que se habían mudado, al tratarse aquello de la bienvenida de Kaethe. Sin embargo, eran cosas en las que no quería pensar, no ese día.

Mientras el resto hablaban se disculpó y fue al taller a por la carne para Kaethe, que ya estaba cortada en trocitos cual sashimi.  La había preparado de antemano para que quedase bonita en la mesa de la merienda, ya que además en esa forma era más agradable de ver, suponía. Al regresar la puso en la mesa y ocupó su silla habitual. Cuando la ghoul expresó su alegría por la mudanza se notó su sinceridad a pesar de que no sabía ni qué palabras utilizar. No pudo evitar devolverle una gran sonrisa.
—¡Espero que te sientas como en casa! —exclamó, imitando un brindis con su taza de té.

Por desgracia de nuevo tuvieron que pasar a temas más serios. Noel y Giz ya habían dicho todo lo que era necesario, así que él solamente añadió:
—Es mejor tener siempre todo cargado, los sistemas defensivos, los amuletos… No es molestia para nosotros rellenarlos así que dínoslo en cualquier momento.
Esas cosas no se podían dejar para otro momento, así que prefería asegurarle a Kaethe que podía y debía comunicárselo fuese cuando fuese.

Gael no necesitaba ayuda para recoger la comida de Kae, así que Wen se quedó disfrutando de que Kae por fin se hubiera mudado.

-Y a nosotros tenerte aquí -le contestó abrazándola-. Lo peor de irme del burdel fue que ya no vivía contigo -le confesó en un tono más bajo, aunque esto era algo que Kaethe ya sabía.

Una vez volvió Gael con la comida de la ghoul cortada y presentada de una manera bastante bonita, todos se sentaron a la mesa a merendar.

-Poca broma con eso -añadió cuando Giz bromeó sobre usar el teletransporte para los días perezosos-. He de confesar que durante las obras de las termas lo usé un par de veces cuando estaba tan cansada que no me creía capaz de llegar aquí sin quedarme dormida en la primera esquina.

Definitivamente la nostalgia les había saludado a ambos. El vampiro le devolvió una sonrisa al fuego fatuo y asintió levemente cuando volvió al tema que les competía en aquellos momentos; tampoco él quería profundizar en los recuerdos. Estaban ayudando a mudarse a una amiga de todo el grupo y lo estaban pasando bien, qué demonios.
—Cuando menos os lo esperéis, os abriré una "bodeguita" en un lateral del edificio —bromeó—. Yo me alegro de que estéis todos aquí juntos y recogiditos, es una gilipollez pero me encanta, y mucho, venir y poder veros a todos y charlar con el grupo entero o quienes estéis, y que vayas a estar a partir de ahora pues mucho mejor, Kae —le dijo, mientras les miraba a todos.

Pero claro, también era cierto que ahora tenían allí una cabeza más a la que proteger (y una luchadora más si hiciera falta, que la chica no se quedaría atrás), y que por cercanía podía ser un objetivo en la ciudad. Iba a vivir con los mercenarios, así que le tocaba ponerse al día con las protecciones. No perdió el buen humor por cambiar de tema a aquel asunto, ya que simplemente era una especie de trámite necesario en Rocavarancolia.
—Hablando de defensas, yo debería actualizar la caja fuerte que os regalé para que Kae pueda usarla si quiere también. Otro día me paso y lo hacemos —les ofreció.

¡Ay por favor, pero qué mona eres Kaethe! Que vas a estar aquí como en tu casa, que lo sé yo… Porque vamos, es que lo va a ser.

—No tienes que decir nada, que aquí de dicharacheros ya somos unos cuantos —bromeo. Bueno, qué digo yo, broma un poco a medias.

»Pero sí, sobre las protecciones… Te podrían ir bien la verdad. Que igual ya las tienes al día —vete tú a saber, eh—. Pero no nos importa echarte una mano si es necesario. Y puedo hacerte un diseño fino, fino. ¡Precio amigo!

Teniendo el precio amigo un increíble descuento del 100%, por supuesto. Pero vamos, que eso si quiere.

—¡Che nada de abrir bodeguitas! Que nos llenas el vecindario de borrachos. O peor: de otros vampiros. —Es broma, claro. No creo que se refiera a un negocio… ¿Verdad?