Kankri

Neil comió tranquilamente mientras sus amigos charlaban a su alrededor, preocupándose en todo momento de que a nadie le faltara ni comida ni bebida, mientras el pulpo de cera de su sombrero imitaba de forma exagerada a cualquiera de sus amigos que estuviera hablando en ese momento.

-Oh, una guerra de globos de agua suena divertido -comentó cuando Guille enseñó su creación, considerando que no supondría ningún peligro y sería más parecida a su pelea de dominios que a una batalla real-. Pero creo que será más conveniente bajar la comida con un juego de cartas antes. Además podemos comer el postre mientras jugamos, creo. Rox, ¿el Uno permite comer mientras se juega?

Asentía al lémur según este le explicaba en qué consistía ser vigilante de la playa.
—Claro, claro… Tiene sentido —respondía sin llegar a interrumpirle del todo. Cuando dijo que era muy de capitana sonrió y se le estiraron las orejas—. ¡Es verdad! ¡La Capitana más veloz que su navío al rescate! —rio.

Tampoco sabía qué era el pañuelito, pero en esa ocasión fue Kin quién lo preguntó. Su interés aumentó cuando Rox le mencionó y entendió por qué con la explicación: era un hecho que nadie podía igualar su velocidad.
—¡Puedo correr más despacio a propósito! —propuso. El gamusino no quería que se le excluyese de cualquier juego donde la rapidez fuese lo más importante —. Pero es verdad, Nora siempre decía que había que reposar la comida. Cuando no le hacía caso siempre me dolía mucho el estómago. Las cartas no se me dan bien, pero yo también me apunto.

Trató de quedarse con las normas del Uno, pero iba a tener que estar haciendo preguntas constantemente porque solo consiguió retener algunas. No parecía un juego por parejas: esos le gustaban más porque podía formar equipo con Neil que era mucho mejor que ella en esa clase de cosas. Sobre todo porque el aurva sí solía recordar y entender las normas rápido.

—¡Qué invento más guay, Guille! —alabó al pequeño cuando mostró sus globos de agua mágicos—. Podemos jugar luego a eso mejor, que no importa quién sea más rápido. ¿Verdad?
Aunque no lo quería decir, en realidad no le gustaba tener que contenerse: le resultaba muy complicado.

A Eitne se le olvidó enseguida lo de que tal vez Guille había quemado la sede, se le olvidó tan pronto vio los globos de agua. Los ojos se le iluminaron en ese instante, tanto por el “juguete” en sí como porque fuera todo una invención del brujo. Se sentía orgulloso de él y del nombre que le había dado al conjuro, el cual para Eitne era lo justamente recargado para que sonase bien. Que los nombres de la magia fuesen cosas como “Hechizo de corte” la hacía más aburrida de estudiar.

—¡Qué guay! Hoy vamos a hacer muchas guerras entonces —dijo pensativo a nadie en concreto—. ¡Pero yo me apunto también!

Lo del pañuelo le gustaba, pero claro... ¡Ya sabían quién iba a ganar! Por goleada además. El niño se rio solo de pensarlo, en el fondo no le habría importado jugar incluso sabiendo que iba a perder. Por suerte tenían los globos de agua para después y, por supuesto, el Uno. Cuando salió a colación y Rox le hizo el gesto, la bestia del crepúsculo asintió con vehemencia.

—¡Eso! ¿Cómo se juega? —la pregunta de Neil también era importante, no quería dejar de comer del todo. En privado, además, le habló a Adru con una sonrisa traviesa— ¡Adru, Adru! ¿Te ayudo sin que nadie se entere?

Unas pocas trampas nunca estaban de más.

Milo se encogió de hombros cuando Rena le dió un ligero codazo, poniendo cara de “la vida es dura”, y cuando Nime lo miró con amargura se limitó a esbozar una media sonrisa mientras terminaba su bocadillo. No le preocupaba a la larga, pues creía firmemente que acabarían disfrutando las clases, y con la ayuda de algún profesor puntual seguro que se lo pasaban bien.
—Menuda pasada, Guille… —le dijo al chico cuando este sacó una especie de pompa de agua del interior de uno de sus cubos, observando fijamente la parábola que hizo el orbe sobre la arena hasta estallar contra el suelo empapando la zona—. ¿Cómo se te ocurrió? —le preguntó al español con la curiosidad pintada en el rostro. La imaginación que el español le echaba a todo, incluida la magia, a veces resultaba fascinante.

Cuando una de las pendicularias le tendió algo a Rox y este saltó emocionado el irrense no pudo evitar el impulso de acercarse a ver que era, echando un vistazo por encima de su hombro a la baraja de colores que tenía entre las manos.
—¿Eso es un juego de vuestro mundo? —se interesó, guardando silencio a continuación mientras intercambiaba puyas con Tayron y a su alrededor se llegaba al consenso de que jugar a las cartas era lo más recomendable para que no se les cortara la digestión.

Milo prestó mucha atención a las reglas, pues un juego de azar con un poco de estrategia que además podía romper amistades sonaba a algo muy divertido, y cuando el coreano repartió le echó un vistazo a su propia mano con expectación. Algo en su fuero interno le pedía que hiciera trampas, como siempre que jugaba a aquel tipo de cosas, pero por respeto a sus amigos (y cierto desconocimiento de las reglas) decidió contenerse aquella vez y se mentalizo para jugar limpio.
—¡Vamos allá! —exclamó entusiasmado al empezar, enmudeciendo casi al instante cuando Nime hizo que se comiera cuatro cartas en su primer turno sin poder siquiera replicar.

Su nivel de concentración durante el resto de la partida rozó lo absurdo, pues la jugada de la libense lo había picado con todas las de la ley, pero aunque se esforzó por ganar e incluso llegó a tener la victoria al alcance de la mano al final tuvo que conformarse con el segundo puesto.
—Tsk… —masculló en cuanto dejó su última carta sobre el montón justo detrás de la demonio mineral, algo decepcionado de que le hubiera ganado su enemiga declarada en aquella partida—. La próxima te gano yo, ¡ya verás! —aseguró con una sonrisa taimada, prestando atención a lo que quedaba de partida con determinación renovada. En el fondo se lo estaba pasando genial, pues todo el pique solo era una parte del aspecto “rompeamistades” del juego, y aquellos mamoneos eran los que de verdad hacían memorables las partidas al recordarlas más adelante.

Tayron vio la oportunidad perfecta de entablar conversación con Kin (el veterano que en su opinión no se veía nada mal en bañador) cuando este le preguntó qué era el pañuelito.
—Pues se trata de... —pero Rox se le adelantó antes, Tay se quedó con los gestos a la mitad sin lograr añadir nada que no se hubiera dicho ya— ...sí, básicamente es lo que ha explicado él pero como el triple de interesante de lo que ha explicado —dijo con una mueca lastimera, percatándose de que no lograba convencer a nadie.

El lémur le devolvió la ceja alzada a Rena, acompañada en su caso de una sonrisa.
—¡No tienen nada de malo! ¿Es que queréis que os reviente a lo que sea? —de nuevo, su voz no indicaba verdadero fastidio, sin embargo cuando escuchó que poseían "El Uno" su entusiasmo cambió radicalmente. Aquello le hacía decantarse claramente, además pensándolo bien no quería jugar a nada más que tuviera que ver con pañuelos ese día. ¡Y menos si tenía que tener en cuenta los poderes de cada uno en cada juego! A sus ojos, él mismo y muchos de ellos podían hacer trampa también en las cartas así que asumió que simplemente no había mucha disposición a dar carreras después de comer.

La primera partida fue muy entretenida entre puyas y piques a Milo y a Rox, además no dudó en sentarse al lado del australiano para fastidiarse mutuamente. Al final perdió la cuenta de cuantas veces se había comido cartas por culpa del cambiante y viceversa al cambiar de sentido.
—¡Toma! —se vitoreó así mismo cuando se libró en tercer lugar, no era un primer puesto ya que eso fue mérito de Nime, y además estaba el añadido de que a diferencia de él algunos jugaban por primera vez y les costaba retener las normas. Por todo eso no tenía mucho que celebrar pero se contentó con quedar por encima de Rox al que le dirigió una mueca de satisfacción y un contoneo con la cola— pues nos han ganado a la primera a un juego de nuestro propio mundo, qué me estás contando —rio, también por las ocurrencias de Guille con los globos de agua.

Nime notó que Guille eludía la pregunta, así que decidió ayudar a su amigo distrayendo a los mayores del tema del fuego que se le había escapado nada más llegar. No hizo falta esforzarse mucho, de hecho, porque hasta a ella se le olvidó cuando vio su nueva invención de las burbujas de agua.
—¡Me encantan! ¿Cómo podemos hacerlas los que no tenemos magia? ¿Hay alguna manera? ¡Porfa!
Lo que más le preocupaba era no poder llegar a participar en una pelea de burbujas, pero si hacía falta cogería el agua con uno de los recipientes de la comida. Lo que no iba a perderse por nada del mundo era una guerra contra sus amigos.

Kin escuchó la explicación del juego del pañuelo y asintió. Aquel tipo de juegos eran sumamente atípicos entre irrenses adultos, pero sí existían cosas similares a las que jugaban a veces los niños en el patio del colegio. Hasta su llegada a Rocavarancolia, él había sido de los que habría preferido sentarse en corrillo a jugar online con sus compañeros, pero ahora las cosas habían cambiado. Otra cosa era que a él tampoco le apetecía perder contra Adru sistemáticamente, aunque siempre podían disputarse el segundo puesto.
—Yo me apunto a las cartas, aunque no conozco ese juego —confirmó. Él también prefería hacer la digestión antes de empezar a dar tumbos por la playa.
—¡Y yo, y yo! —saltó Nime también tras la pregunta de Rox.

Un rato más tarde estaban listos para empezar a jugar. Las normas eran sencillas pero la velocidad del juego podía hacer difícil recordarlas. La suerte no quiso acompañar a Kin, pero le sonrió a Nime que, sin saber muy bien lo que estaba haciendo, no dejaba de hacer disminuir el número de cartas de su mano.

Nime se levantó de un salto cuando reclamó la victoria, casi sin poder creérselo, y se rió con ganas. El que más picado parecía con ella era Milo, así que lo miró con suficiencia y le respondió:
—Ya veremos. Parece que tengo talento natural para este juego.
—No digas eso tan pronto, podrías arrepentirte luego —le advirtió el raigaurum, mientras aún competía contra los que tenían cartas en la mano. No había burla en su voz, de hecho lo decía para que no se decepcionase más tarde al descubrir que lo que había tenido era una potra impresionante recibiendo las cartas.

La libense iba a sacarle la lengua, pero en lugar de eso volvió a sonreír.
—Eso es que tienes envidia —le dijo, antes de volver a sentarse para seguir observando la partida. Como mínimo estaba satisfecha porque había conseguido picar a Milo y ganarle, así que su venganza con él, al menos, estaba saldada.
—Muchísima, no creo que pueda dormir por la noche —musitó Kin con una sonrisa.

La idea del pañuelo fue quedando más y más aparcada, tanto por el Uno como por los globos de agua mágicos de Guille. De verdad le sorprendía la imaginación de aquel crío.

—Ooh, claro, es que si lo cuenta el señorito es mucho más guay —respondió a Tayron con tono de burla—. ¡Siéntate al lado mía a ver quien revienta a quien, listo!

Rox repartió las cartas mientras respondía las dudas que surgieran. El juego era lo bastante sencillo como para que sacaran una primera ronda poco accidentada, exceptuando las trampas que Guille pretendía hacer con la ayuda de sus manos que le descalificaron automáticamente. Su centro de atención fueron los piques entre él y Tayron, y tan concentrado estaba en joder a su rival que ni se fijó en las pocas cartas que le quedaban a Nime en mano; mientras ella cantaba uno al cambiante todavía le quedaban como siete cartas encima. La demonio ganó por goleada, seguida de Milo y desgraciadamente el lémur, la derrota que más le humilló de todas.

—Cabrón —masculló, riéndose entre dientes al verle festejar su tercer puesto—. Dios, ¡ya! —suspiró cuando por fin se deshizo de su última carta: cuanta menos gente quedaba más cartas se le acumulaban a uno, por alguna razón.

El cambiante escondió el rostro tras las manos como si fuese a echarse a llorar por las palabras del belga sobre como no había ganado ningún humano. Al descubrirlo, sin embargo, le había robado la cara.
—¡Hola me llamo Tayron, y soy super guay porque he quedado tercero al uno! —dijo con los brazos en jarra y los ojos ligeramente bizcos—. ¡Me gusta comerme las cartas de ocho en ocho! —y mirando al chico con una sonrisa maliciosa, continuó en voz baja—: Y seguro que otras cosas también.

Obel movió la cabeza afirmativamente, era evidente que Sox había usado mal las alas, si las hubiera usado bien habría volado. Pero no era únicamente aquello. El gárgola fijó a su amigo en el aire para que no se moviese y luego le dirigió una sonrisa.

-Mírame atentamente, Sox - le dijo señalando las alas, la cadencia con que se movían, la fuerza, el aire desplazado en cada aleteo.- Úsame como un espejo y repite mis movimientos, una y otra vez hasta que los sientas tuyos. Concéntrate en tus alas, lo de no pensar vendrá después.

Hizo sus propios movimientos más marcados, no era solo la velocidad, no era solo la fuerza, no era el ritmo. Era una combinación de todo lo que mantenía al joven en el aire y el ángel negro tendría que aprender aquello o estamparse contra el agua. Esa vez Obel no pensaba detener la caída de su amigo.

Rena tuvo dificultades para concentrarse en la partida, no porque las normas del juego fueran complicada (que no lo eran para nada) si no porque desde la primera gran jugada de Nime tuvo la risa tonta y le daba un ataque con cada tontería que hiciesen sus amigos. Los intentos de trampas de Guille fueron algo predecible pero entre eso, el pique de Rox y Tayron, la cara de Milo por quedar en segundo puesto… Se le pasó decir UNO y acabó de las últimas. Y no le importó lo más mínimo.

-Joder, tenemos que jugar a esto en la Sede -dijo cuando por fin se liberó de su última carta. Le dolía el pecho y las mejillas de reír. Casi no le quedaba para el cambio de cara de Rox -Oye, yo creo que has ganado bastante, a lo mejor deberías ir así al trabajo -le picó.

Se levantó para coger otra lata de refresco y su flotador a medio inflar y se sentó junto a Milo.

-Va a restregártelo hasta que te jubiles, lo sabes ¿no? -le dijo con una media sonrisa, señalando a Nime que le hacía burlas a Kin. Miró un poco demasiado tiempo la sonrisa del raigaurum mientras bebía de la lata, y cuando se percató reajustó la postura para disimular. -Joder, odio la arena, se pega a todas partes -dijo sacudiéndose la arena que se le había pegado al cruzar las piernas.

Vale. Eso podía hacerlo. Aliviado porque le hubieran dado un ejercicio tangible Sox se esforzó en imitar la cadencia, sintiendo cómo se relajaba poco a poco conforme se distanciaba del fracaso anterior. No era exactamente lo mismo e intuía que no le bastaría con imitar al gárgola: había momentos en los que cuando Obel parecía perfectamente estable él se sentía pendiendo de un hilo, a punto de caer. No estaban hechos de la misma materia y el aire les franqueaba el paso bajo condiciones diferentes.

No eran lo mismo, pero el principio subyacente sí. El ángel negro se sintió satisfecho cuando notó la regularidad del aire bajo sus alas siendo desplazado. Había conseguido acomodarse al ritmo. Asintió cuando Obel dio a entender que iban a volver a probar. Estaba preparado. Esta vez lo lograría, lo intuía. Sox siempre había sido de los primeros en todo lo que había marcado y no pensaba dejar que volar fuese menos. Cuando sintió el cosquilleo de la gravedad no se dejó arrastrar por la precipitación y siguió agitando las alas con regularidad conforme descendía. En cualquier momento empezaría a remontar y-

Comprendió en el espacio de un parpadeo que esta vez no habría tope y cayó al agua como una piedra. Las lecciones recientes de natación impidieron que entrase en pánico pero agitó las alas frenéticamente, invalidando el movimiento de sus brazos. Por fortuna bajo el agua éstas sirvieron de aleta, desplazando tanta agua que salió a la superficie enseguida.

Tosió y bufó agua por la nariz. Se había dejado crecer demasiado el pelo últimamente y se le metió en los ojos antes de que se los frotara para quitarse la sal. Como Obel era su amigo el resentimiento con el que le miró fue sólo moderado.
—¿A ti también te enseñaron así?

Negó con la cabeza con una sonrisa en dirección a la bestia del crepúsculo cuando recibió su mensaje privado.
—No hace falta —susurró intentando que no le oyesen los demás.
Realmente al gamusino le daba igual ganar o perder en un juego de cartas. Era muy competitiva en juegos que requerían actividad física, pero no en eso.

Recibió sus cartas y se las quedó mirando con expresión un tanto desconcertada, y tuvo que volver a preguntar qué hacían varias de ellas. Se pasó varios turnos olvidando que no solo podía usar el mismo color si no también el mismo número… y se le olvidó decir “Uno” todas y cada una de las veces que tuvo la oportunidad de ganar. De hecho, por pura suerte del principiante, hubiese podido ser la ganadora de no haberse olvidado. Pero para cuando por fin empezó a darse cuenta de aquel detalle, ya habían acabado prácticamente todos, quedando finalmente sola contra Eitne.

—¡Uno! Y… ¡acabé! Lo siento, Eitne: en realidad para mí eres el ganador porque los últimos serán los primeros —le dijo riéndose con diversión, sin rastro de burla.
En cualquier caso, Neil había quedado en mejor posición que él y eso ya le era más que suficiente. Felicitó a Nime efusivamente y riendo a carcajadas por haber ganado a todos, ya que Rox y Tayron parecían bastante picados por el hecho. Iban a matarle de risa aquel día, definitivamente: casi se ahoga cuando el cambiante adoptó la apariencia y voz del lémur.

Y... cayó. Fiel a su palabra Obel no detuvo la caída y lo dejó estamparse contra el agua, al menos el agua no era dura. Claro que el gárgola no tenía ni idea de que tras diez metros de caída el agua se volvía más dura.

Descendió cuando vio al ángel negro salir del agua boqueando y respondió con una sonrisa a la mirada de mala leche de su amigo. Se rió abiertamente cuando le preguntó por sus enseñanzas.

-No, yo me entrené en las montañas. Rasqa me dejó estamparme contra las piedras un par de veces - recordó, pensando ahora que aquello había tenido gracia aunque en ese momento no la tuviese.- Me rompí varios huesos, pero aprendí.

Volvió a levitar al ángel negro y a alzarlo a las alturas, más alto que antes, y lo volvió a dejar allí. Lo miró pensativo y probó lo que le había funcionado a él.

-Vuelve a aletear, al mismo ritmo que yo - dijo mientras servía como ejemplo.- Ahora cierra los ojos - ordenó.- Siente el viento que desplazas con cada aleteo. No pienses en volar como algo que tienes que hacer, simplemente hazlo. Tú y yo recibimos un don increíble, Sox, de esta cosecha solo tres personas hemos sido bendecidas para poder volar - Sinceridad no contaba en aquello, había traído las alas de casa.- Nosotros pertenecemos al cielo, es nuestro como lo es de los pájaros o de los dragones - había verdadera pasión en la voz del joven.- Nacimos para esto, es un derecho de nacimiento, reclámalo.

Era un discurso que el nublino realmente creía. Quizá la ciudad no era lo que le habían prometido, quizá no eran tan hermosa ni tan maravillosa, pero había una cosa en la que no le habían mentido, la Luna Roja. La Luna era tan maravillosa, tan hermosa y tan terrible como le habían prometido. No les había convertido en algo raro, solo había sacado a la luz lo que realmente eran. Y ellos eran dueños del cielo, nacidos para volar. Sox tenía que creerlo.

-Deja que el instinto tome el mando, no pienses, no lo racionalices, déjalo ser - siguió hablando sobre el destino, dejando su voz fluir como un arroyo. En algún momento mientras el ángel negro estuviera aleteando con los ojos cerrados Obel eliminaría el hechizo esperando que el ángel negro volase o, al menos, se mantuviese en el aire.

Neil se esforzó en retener todas las normas del Uno para poder jugar lo mejor posible porque el juego sonaba muy divertido, aunque no fuera por parejas como los que solían gustarle. Al final, el juego no se le dio mal y aunque nunca perdió tampoco nunca ganó, quedándose siempre en una respetable posición intermedia, lo que le hizo sentir bastante satisfecho.

-¡Enhorabuena Nime! -felicitó riendo alegremente al ver las tonterías de Rox y Tayron.

El pulpo de cera de su sombrero, que había pasado toda la partida siendo especialmente dramático en sus gestos y aspavientos y probablemente había dado algo de información adicional sobre las cartas del brujo, había convertido uno de sus tentáculos en un sombrero de paja como el del aurva y había comenzado a abanicarse de forma exagerada, cayéndole incluso gotitas de cera por la frente.

Neil frunció el ceño mirando a Rena al ver que se había levantado a por una lata. El brujo estaba apunto de acercar la neverita de helados con magia y no le habría costado nada acercarle también una lata a la irrense y ahorrarle la molestia de moverse e incomodarse por la arena. A veces Neil se frustraba un poco al sentir que sus amigos no le dejaban hacer ciertas cosas por ellos que estaba encantado de hacer.

-¿Jugamos otra partida? -preguntó alegremente olvidando su lapso de frustración mientras la neverita de helado se acercaba levitando al grupo. El aurva esperaba poder repartir los helados antes de que algunos se abalanzaran sobre ellos.

Eitne asintió a Adru, aceptando sin problemas que el gamusino quisiera jugar limpio. Le parecía loable y en el fondo él también lo quería, pero a la vez sentía que tenía una baza muy guay y el cuerpo le pedía utilizarla para alzarse con la victoria. O ayudar a que otro lo hiciese, claro. Por suerte o por desgracia, al final decidió imitar la Capitana y se guardó sus trucos vocales para otra ocasión.

El juego era rápido, divertido y un pelín confuso para él; los cambios de turno y las cartas que le iban sumando sus compañeros le agobiaron un poco al principio, especialmente después de que Nime se alzase victoriosa.

—¡Ala, qué suerte! —dijo en un intento de darle la enhorabuena, con un poco de envidia.

Conforme más gente se libraba de las cartas y reclamaba su puesto en el ranking de victoria, el niño fue entendiendo que en realidad daba un poco igual el lugar en que quedabas y que lo más divertido era participar y chincharse los unos a los otros. Así que cuando se quedó a solas con Adru y vio que ella le ganaba la mano, la envidia que había sentido por Nime prácticamente ya no existía. Al final Adru y él eran los que más habían jugado, eso contaba para él.

—No pasa nada —le dijo a la sinhadre con total sinceridad, complacido también por lo que ella le dijo—. ¡Eso! ¡Solo somos los últimos en ganar!

Neil sugirió echar otra partida y el niño alzó la mano rápidamente.

—¡Yo quiero!

Ser él último en ganar había estado muy bien, pero en el fondo quería probar a ser el primero esta vez.

Tayron hinchaba su pecho de orgullo y movía la cola con pequeños contoneos al contemplar que efectivamente Rox estaba algo picado. Sin embargo cuando el cambiante se llevó las manos a la cara e hizo de las suyas su postura segura y confiada se vio interrumpida abruptamente. Tras unos segundos de confusión inicial tras verse reflejado así mismo en el australiano el belga estalló en carcajadas incontrolables tanto por la situación en sí como por la parodia de sí mismo. En una de esas y con dolor en las costillas se echó tan para atrás que dio con la cabeza en el suelo y se la llenó un poco de arena. Logró incorporarse con poca dignidad y lágrimas en los ojos, en un intento pobre de reaccionar de manera más astuta, pero es que había sido demasiado para el lémur.

Aunque fuera momentáneamente vio en Rena a una aliada.
—Toda la razón... —apostilló tras la ursántropa— de hecho... estás mas irresistible que de costumbre. ¿Te has peinado diferente o es que me está dando el sol en toda la jeta? —a duras penas escuchó el comentario de que le gustaba tragarse cartas de ocho en ocho y otras cosas, pero replicó— qué sabrás tu... ¿o quieres comprobarlo? —luego hizo una mueca, no le soltaba bromas sexuales a Rox, pero él había empezado— puaaaaaaaj —bromeó.

—Me apunto a las que queráis, colegas —dijo en general pero sin dejar de contemplar la neverita que Neil levitaba hasta ellos, los ojos le hicieron chiribitas.

Guille se sentía muy orgulloso, y continuó explicándole a Nime:

-Pues los que tenemos magia podemos hacer muchas, y no se tienen que romper hasta que no se tiren mira tengo un cubo aquí, puedes coger con cuidado y tirarlos- dijo moviéndose por la alegría y la impaciencia.

Pero al ver que empezaba a jugar al Uno se unió corriendo y se centro en el tema, empezó a coger cartas y mirando las fijamente, cuando empezaron a jugar Kétchup apareció de debajo de las mesa tendiendole una carta que guille cogió pensando que se le habría caído, y siguió jugando, cuando se dio cuenta dos volvieron a aparecer, dándole mas cartas, y una tercera que fue cogiendo, pero su mazo iba creciendo, mientras se dio cuenta que las pendicularais estaban robando cartas de la demás gente para darselas a él.

- Nooooo así no se juega- dijo empujando a Mostaza- ¡me están dando más cartas! Es trampa, no se valeeeeeeeee- dijo cruzandose de manos pronto tuvo demasiadas cartas y las tiro y se fue- ya no juego- y se fue corriendo y se tiro en la arena.

Haciendo globos de agua de mar tirados por la arena. Cuando vio que ganaba Nime. Volvió corriendo para celebrarlo. Gritando y animando a Nime.

- Podemos jugar a los globos de aguaaa, ¡mirar mirar! - y les enseño en alto el hechizo, no era muy buen profesor pero el hechizo no tenía dificultad- y si hacemos muchos los podemos dejar tirados para que tengan los que no hacen magia.

Milo entrecerró los ojos cuando Nime le sonrió con suficiencia y una pulla empezó a bailar en la punta de su lengua, pero al final fue Kin el que se encargó de replicarle de vuelta. El
brujo, mientras tanto, se limitó a soltar un último bufido de indignación y se acomodó en su toalla para presenciar el resto del juego con atención. Una parte de su mente intentaba
buscar estrategias para ganar de forma segura y eficiente, pero al final todo se reducía a la
suerte, y sabiendo aquello la concentración del irrense no tardó en dispersarse de forma
significativa.

Las reacciones de sus amigos eran lo realmente divertido de todo aquello, pues los despistes que conducían a robar más cartas o los ataques premeditados cuando alguien se empezaba a quedar sin mano eran lo que le daba vida a aquel juego.
—¿Con algún otro veterano? Seguro que eso no acaba bien… —le contestó a Rena, sonriendo ante el intercambio de pullas entre Rox y Tayron.

Cuando la ursántropa se sentó a su lado el norteño le hizo hueco en la toalla, pero cuando sacó a colación lo de la libense no pudo evitar esbozar una mueca.
—Fijo que lo hace, pero con suerte se le olvida en algún momento —contestó con una sonrisa entre resignada y esperanzada—. A mi se me olvidaban un montón de cosas a su edad… —comentó, girándose hacia su amiga para percatarse de que no estaba haciéndole mucho caso.

Al seguir su mirada Milo se tropezó con Kin, pero antes de que le pudiera preguntar qué era lo que estaba mirando la peliverde volvió en sí con una queja algo fuera de lugar después de llevar ya unas cuantas horas en la playa.
—Cordia un poco, pero diría que la nieve dentro de las botas molesta más. —replicó con expresión inquisitiva, sacudiéndose sus propias rodillas mientras se proponía una nueva partida y Neil acercaba una neverita con helados para todos.

Milo no era un lumbrera en aquellos temas, pero sí que se había percatado de cómo su amiga había intentado desviar la atención sobre lo que acababa de suceder, y como no quería incomodarla más aún decidió guardarse las preguntas para otro momento en el que no hubiera tanta gente alrededor.
—Pásame uno, Neil. ¿Tu también quieres? —le preguntó a la irrense, dándole un ligero codazo mientras un alborotado Guille se acercaba a explicarles cómo se hacían aquellos globos de agua tan curiosos.

A falta de una fuente de líquido mejor el hacker probaría el hechizo con el refresco de Rena, dándole forma a una pequeña esfera de gaseosa que no dudo en meterse en la boca con una sonrisita antes de que la ursántropa se la arrebatara. En cuanto estalló entre sus dientes la sensación le hizo reír, pero cuando las burbujas empezaron hacer de las suyas el hacker empezó a arrepentirse de su genialidad.
—Mierda… —masculló con ojos llorosos, llevándose las manos al hocico para refrenar el intenso picor y contener los estornudos.