Kankri

Debido a las carcajadas Tayron tenía los brazos alrededor de sus costillas y la cabeza echada hacia atrás, pudo ver a lo lejos que Adru también había terminado cayéndose y volvía acercándose hacia el grupo. Estaba siendo un gran día.

Pero entonces percibió una pequeña perturbación en el agua y como algo parecía morderle la pierna. Se giró casi inocentemente al principio debido a que ya sabían que estaban nadando entre pececitos de colores pero cuando su campo visual detectó una gran cola de tiburón pegó un respingo aterrado. ¿Es que era idiota nadando a mar abierto en un mundo alienígena?. Se sabía de sobra como de mal podía acabar un encuentro así. "Tiburón Uno. Tiburón Dos. Tiburón Tres. Infierno Azul. Sharknado. El ataque de los tiburones fantasmas" (película que por cierto ahora tenía más gracia de la cuenta).

—¡MIERDA, TIBURÓOOOOON, SALID DEL AGUA TODOS! —fue su berrido inicial dando una patada al agua sin éxito e intentado alejarse lo máximo posible de la amenaza con estruendo y mucha espuma, justo lo contrario a lo que se supone que se debía hacer. No tardó mucho en darse cuenta del verdadero ardid  y quién estaba detrás de ello. Rox, cómo no— serás... serás hijo de la gran... —ver la mitad humana del australiano en realidad le hizo sentirse estúpido y se dio cuenta de que estaba un poco cabreado, le había asustado de verdad e incluso sentía un sudor frío en el cuello y el corazón acelerado. Después de unos segundos con la cara congestionada pudo reaccionar y golpear el agua con el dorso de la mano— ¡te vas a cagar! —esgrimió con una sonrisa llena de mala leche, aunque lo único que terminó por salir de sus dedos fue un hechizo de impulso dirigido hacia el cambiante. No lo suficientemente fuerte como para hacerle daño pero sí para propinarle un empujón fuerte, aprovechando que el propio mar amortiguaría parte del golpe.

Con un solo grito de Tayron la situación pasó de ser un cúmulo de risas a un caos repentino. Adru no sabía lo que era un tiburón ni por qué deberían tener miedo, pero hizo caso del aviso enseguida y cogió con cada una de sus manos a Neil y Nime, ya que no podía hacer lo mismo con Eitne en su forma nocturna y comenzó a moverse en dirección hacia la orilla todo lo rápido que la resistencia del agua le permitía. Apenas había avanzado un metro cuando volvió a escuchar al lémur y, al girarse, vio que se trataba de una broma de Rox. Miró hacia su aurva y la libense con gesto de confusión al principio, después se encogió de hombros y luego se echó a reír.

De todos modos, las luces de la orilla llamaron su atención al haber dirigido su mirada hacia allí y se las señaló al resto.
—¿Vamos a ver qué están haciendo? ¡Eitne! ¿Salimos? Además ya es casi de noche… ¡No me había dado cuenta del hambre que tengo! Y quiero ver las fotos que hizo Pelusa.

Neil se rió entre chillidos e intentos de agarrarse mejor a Eitne mientras Tayron caía detrás de él y Nime nadaba y Pelusa volaba cerca de ellos burlándose de su hundimiento. El brujo se aferró al cuello del daeliciano mientras pataleaba para intentar que los dos se mantuvieran a flote cuando el lémur emergió del agua escupiendo y riendo.

-¡Oh! ¡Sí! -exclamó ante la sugerencia de Tayron contagiado por la euforia de la diversión, pero en seguida se dio cuenta de que no tenía ni idea de a qué se refería el humano-. ¿Pero qué es Tetanic?

Justo estaba viendo a Adru acercarse cuando Tayron comenzó a gritar sobre un tiburón. Neil se asustó muchísimo con el grito y pataleó en el agua intentando recordar las lecciones de natación que habían tenido por la mañana, pero por suerte su edeel comenzó a tirar de Nime y de él rápidamente, aunque realmente no habría sido necesario porque no se trataba de una amenaza real, sino de una broma de Rox. En cuanto Neil consiguió recuperarse del susto, acompañó las risas del gamusino.

-¡Sí, vamos a cenar! -exclamó detrás de su edeel-. ¡Chicos, vamos a cenar! -les gritó a los que todavía estaban más metidos en el agua y luego se giró de nuevo hacia Adru-. ¿Crees que le molestará a alguien si cuelgo una en la cocina de la Sede? Me gustaría tener una de todos bien grande.

Rox y Milo fueron haciendo bolas de luz de colores y Rena se entretuvo haciéndolas rodar por la toalla para no quedarse mirando a Kin. No había coincidido de noche con él hasta entonces, así que no se había fijado demasiado en el brillo que desprendía. Era… bonito, como salido de algún videojuego o novela gráfica de Irraria. Quería tocarle los cuernos para ver si daba calambre pero por alguna razón le parecía demasiado invasivo. ¿Cuándo se había vuelto tímida?

Por mucho que fueran monstruos mágicos seguían estando en un planeta alienígena así que le pareció buena idea llamar al resto del grupo a cenar. Luego la idea de Rox de pegarles un susto le pareció todavía mejor. Se mordió el labio inferior para aguantarse la risa mientras el cambiante les contaba su plan y se metía a continuación en el agua. En cuanto lo vio apropiado gritó:

-¡EH! ¿QUÉ COÑO ES ESO? ¡VA HACIA VOSOTROS!

La broma fue un éxito. Tayron se puso a berrear y a Rena le dio un ataque de risa. El grupito del agua se desbandó y tres salieron a la orilla. La osa les hizo señas con la mano.

-¡Tenemos comida! -llamó. -¡Venid rápido o nos la comeremos toda!

El comentario de Kin era bastante acertado, les costaba bastante dejar de estar alerta, pero aunque tenía toda la razón era difícil dejar de lado aquel hábito y el hacker no podía evitar seguir estando inquieto a pesar de que el raigaurum le hubiera quitado hierro al asunto. Por suerte Rox se levantó para avisarles de que ya estaban cenando, lo que serviría para que salieran del mar sin que ellos parecieran unos aguafiestas, aunque al final sus intenciones se desviaron hacia un plan mucho más gracioso que incluso consiguió que dejaran de estar preocupados mientras intentaban contener la risa.

El trío observó en silencio los movimientos del cambiante, aunque solo Milo desvió la mirada cohibido cuando el chico se quitó la camisa, y mientras el rubio se deslizaba hacia el grupo de bañistas el brujo sintió lástima por Tayron. Que te sorprendieran en la oscuridad de aquella forma debía resultar aterrador.

La advertencia de Rena a todo pulmón le hizo sobresaltarse hasta a él que estaba sobre aviso, pero cuando el belga se puso a berrear tras la actuación del australiano al irrense se le contagió el ataque de risa de la ursántropa. Que el lémur procediera a vengarse del sireno tibu-irrense solo hacía la escena aún más graciosa y el norteño, precavido, decidió dejar el bocadillo sobre Cobrecito para que no acabara rebozado de arena.
—Sería genial que Pelusa haya inmortalizado su careto con la cámara. —comentó con lágrimas en los ojos, llevándose las manos a la cara para secárselas mientras la peliverde les hacía señas a los de la orilla para que se acercaran a comer.

Nime se lo estaba pasando en grande mientras nadaba a todo lo que daban sus brazos y piernas y escuchaba los comentarios a su espalda. No le estaba preocupando cuándo parar mientras nadaba mar adentro porque sentía que tenía energía infinita, nada que ver con el cansancio que tenía por la noche cuando se pasaba todo el día jugando en las playas de Libo.

La cosa cambió cuando se desató el caos tras los gritos de Rena y Tayron. Nime se paró en seco y miró hacia atrás, esperando ver algo en el agua, pero estaba ya demasiado oscuro para distinguir formas bajo el agua. Se quedó paralizada sin saber muy bien qué hacer, hasta que sintió cómo Adru la agarraba y la ayudaba a salir del agua junto a Neil. Aquello no duró mucho, pero Nime seguía igual de confusa cuando el conflicto se solucionó.
—¡No tiene gracia! —protestó, a pesar de que habría sido la clase de broma que ella habría hecho de haber podido. Esperaba que nadie hubiese notado demasiado el pánico en su cara, y es que si los más mayores se asustaban, ella creía que había razones para asustarse de verdad. La cosecha no se olvidaba tan rápido, después de todo.

Asintió en respuesta a Adru y Neil cuando les dijeron a todos que podían ir hasta el toldo y nadó hacia la arena, todavía enfurruñada. Empezaría a pasársele poco a poco al empezar a llenar la tripa, que le había rugido ya en varias ocasiones mientras hacían estructuras de arena.


Kin se había reído del comentario de Rox, sin poder evitar responderle:
—¡Pero si tú puedes ser lo que te de la gana!
Como muestra de ello, se puso hocico irrense, algo que hacía tiempo el raigaurum habría encontrado más familiar, pero ahora le resultaba tan raro como ver a un irrense con nariz.

Al final se decidió sacar del agua al resto. Lo que no esperaba era el plan que tenía Rox en mente, que le pareció brillante y jodido al mismo tiempo. Si no hubiese confianza habría sido muy mala idea, pero las reacciones al final fueron hilarantes y no pudo evitar partirse de risa junto con los otros irrenses.
—Teníamos que haberlo grabado en video —dijo tras Milo, lamentando aquel fallo de cálculo por parte de los tres que podrían haberlo hecho. Cuando vio que el grupo entero se dirigía hacia allí desplazó la toalla sobre la que se había sentado hacia Rena y Milo para hacer sitio a los recién llegados bajo el toldo.

—¡Qué bonitas las luces! —comentó Nime cuando se dejó caer directamente sobre la arena, con un bocadillo en la mano—. ¿Sabéis más hechizos para hacer luces mágicas? ¿Y si encendemos una hoguera de colorines?

A parte de las piernas revolucionadas del belga lo único que Rox veía eran burbujas, pero el sonido amortiguado de los gritos y los chapoteos bastaba para saber que la jugarreta había salido a pedir de boca. Al salir a la superficie, donde pudo deleitarse del careto asustado del lémur, su sonrisa se ensanchó igual que la del gato que está siendo amenazado con un cuchillo.

—¿¡No sabes que los tiburones son más activos de noche, sardina!? A ver donde te muerden la próxima vez —dijo con tono burlón y sujerente, y antes de desaparecer de nuevo bajo el agua con sus insultos a medias el australiano le guiñó un ojo y le lanzó un beso.

Con la satisfacción de un trabajo bien hecho puso rumbo a la orilla, pero un golpe repentino le empujó en la dirección contraria. La idea de ser arrastrado a las profundidades por una corriente marina (y encima de noche) le acojonó, y tras el atolondramiento que le hizo perder unas cuantas burbujas de aire nadó hacia arriba con los ojos como platos. De haber sido algo más físico, como un tentáculo o un mordisco en la cola, uno de verdad, posiblemente hubiera fallecido del susto.

Miró a todos lados, desubicado, y ahí donde el resto ya había pillado puerta seguía Tayron. Sus ojos brillaban con luz propia y no en el sentido romántico. Había sido él.

—Eres peor que furmarse un porro de gotelé picado —empezó entredientes, acabando a voces para que se oyese mejor, todo una sonrisa desafiante. Nadó hasta él deprisa, con la aleta y la cola bien visibles, y al estar cerca buceó para cogerle un pie y tirar de él hacia la orilla, con ahogadilla de por medio. Con suerte le desestabilizaría lo suficiente para evitarse otro hechizo de los suyos y los situaría ahí donde no cabría un tiburón real.

El barco se acabó yendo a pique, era irremediable, y Neil se ganó el honor imaginario de ser el último marinero en caer. Después hubo un momento de confusión debido a una sucesión de gritos y la bestia se sobresaltó.

—¿QUE? ¿TIBURÓN? —había mucha angustia en sus palabras, pero también una pizca de curiosidad que se evidenció cuando Eitne movió la cabeza a un lado y otro en busca del animal.

Al final todo quedó en una broma y a Eitne le dio una risa tan tonta que perdió la consistencia de su forma nocturna y se quedó espachurrado sobre el agua, flotando como una de las colchonetas que habían utilizado por la mañana.

—¡A comeeeeer! —dijo, uniéndose al resto de los hambrientos.

Se empujó con las zarpas hacia la orilla y, antes de acercarse a las toallas, pasó por los castillos de arena y le hizo una rampita a su nueva mascota para que saliese del foso en el que la había resguardado. La orilla estaba preciosa gracias a las luces y el niño estaba deseando unirse a sus compañeros.

—¡Vamos, Bocata, que para ti también hay! —le dijo.

El cangrejo dudó lo suficiente para que el niño lo cogiese con sumo cuidado y se lo llevara sobre su cabeza, cual sombrero vivo. ¡No iba a coger confianza sin un poco de esfuerzo! Una vez junto al resto, se unió a la conversación como si siempre hubiera estado allí:

—¡Eso, eso! ¡Hoguera de colores! —exclamó, antes de soltar al aire una duda repentina—: ¿Qué es el gotelé?

Una vez estuvo al lado de las neveras, Neil comenzó a repartir la comida y bebida que había sobrado entre los que ya estaban cerca, preparándose algo también para él antes de sentarse en la arena junto a Nime.

-¡Oh! ¡Yo sé! -exclamó alegre cuando la libense sugirió una hoguera de colores-. Mientras buscaba hechizos para teñir la cera, encontré uno para teñir las llamas. ¡Es super sencillo!

Con cuidado, el aurva dejó su comida sobre su plato y se limpió las manos con una servilleta antes de prepararse para crear, primero una bola de fuego sobre su mano, y luego cambiarla a distintos colores.

-¿Qué preferís? ¿Azul, blanca? ¿Mejor violeta o verde?

Aceptó con mucho entusiasmo la comida y bebida que le tendía Neil, sin ni siquiera pararse a mirar qué era: no importaba, era comida preparada por el brujo de la cera y estaba tan hambrienta que sentía que su estómago comenzaría a devorarse a sí mismo en cualquier momento.

—Hala, Eifne, no fabía que habíaf afinifdado un fangrejo —le dijo al daeliciano cuando lo vio con su nueva mascota. Tragó el bocado que tenía en la boca antes de volver a hablar—. Tiene un buen nombre, pero espero que no se piense que los bocatas son suyos —rio.

El edeel tampoco sabía lo que era un gotelé, o un porro ya puestos, pero estaba bastante acostumbrado a que sus amigos de otros mundos dijesen palabras extrañas, particularmente los humanos y los irrenses. En vez de eso su atención se centró en el espectáculo que prometía ponerse en marcha a manos de Neil.
—¡Todos! —dijo en respuesta a su pregunta—. ¿Se puede hacer de varios colores? Bueno, si no se puede yo digo color morado que es el color gamusino.

Ver emerger a Rox del agua bastante atolondrado ensanchó la sonrisa del lémur, quien ya se encontraba solo. Esperó con tranquilidad a que el australiano reparara en su presencia para regodearse levantando un poco la barbilla y alzando las cejas. Al escuchar las palabras del cambiante pegó una risotada pero en poco tiempo el chico acortó distancias entre ambos y antes de que Tayron pudiera hacer nada para evitarlo le asió por el tobillo.

El belga cayó hacia atrás con cara de sorpresa y burbujas de por medio, pero por suerte la profundidad a la que se encontraban evitó que se diera cualquier golpe fuerte. Aquello no impedía en cambio que estuviera empapado de nuevo y fuera arrastrado con una ahogadilla.
—¡Pedazo de plasta! —gruñó cuando sacó la cabeza cerca de la orilla, acto seguido conjuró un hechizo de intangibilidad sobre Rox para liberarse de su agarre— ¿¡es que no tienes hambre!? ¡AUXILIO! —gritaría dramáticamente en dirección al resto de sus amigos que por alguna razón (pudo adivinar de reojo) estaban rodeados de esferas y llamas luminosas de colores.

-¡Argh, mierda, no caí! -se quejó Rena. ¿Para qué demonios tenía una cámara en el brazo si no la usaba? Durante todo el día apenas se había hecho un par de selfies y algunas fotos del paisaje. Aunque puede que no fuera tan malo, se lo había pasado demasiado bien como para acordarse.

El grupo de bañistas tardío se unió a ellos y no tardaron en atacar la nevera, con la excepción de Tayron y Rox que seguían haciendo el canelo en el agua.

-¡Eh, vosotros dos, moved el culo u os quedáis sin nada! -les gritó. Ignoró la llamada de socorro del lémur. Estaban todos muy cómodos y ella tenía el bocata a medias.

No tenía idea de lo que era el gotelé así que se limitó a encogerse de hombros como respuesta al daeliciano. Su sombrero cangrejo le daba un poco de envidia, no iba a mentir, y esperaba de verdad que se llevase el bicho a la Sede. Le acercó un trocito de pan a ver si lo cogía.

-Yo quiero fuego verde, pero el color gamusino también mola -dijo, sonriendo satisfecha cuando el cangrejo cogió su trozo de pan con una pinza.

El comentario de Kin iba cargado de razón, y aunque la respuesta de Rena fue la más sonada Milo también asintió decepcionado en su dirección. Se habían reído tanto que se les había pasado registrarlo para la posteridad, pero siendo sinceros desde que estaban en Rocavarancolia el brujo también solía olvidar que tenía un ordenador en el brazo.
—La uso tan poco que no suelo tenerla en cuenta para estas cosas… —les confesó a los otros dos irrenses con una media sonrisa, mordisqueando su bocadillo mientras los bañistas se iban acercando.

Nime se dejó caer directamente sobre la arena, lo que hizo que el hacker alzara una ceja inquisitiva anticipando el resultado evidente. La libense no tardaría mucho en parecer una croqueta bien rebozada y tendría suerte si no le entraba algún grano en la boca pegado a la comida.
—Deberías ponerte en una toalla, enana. —le sugirió con una media sonrisa, no muy seguro de que fuera a hacerle algún caso.

Milo tampoco sabía que era el gotelé, aunque por el nombre debía de ser algo bastante feo, así que se limitó a observar el nuevo sombrero de Eitne mientras Neil empezaba a teñir las llamas de colores. A aquel ritmo la playa acabaría pareciendo una discoteca, pero al irrense no le disgustaba la idea, y aprovechando la pregunta del aurva se sumó a las peticiones.
—¡Rosa pastel! —exclamó con una sonrisa en cuanto encontró un hueco, ignorando deliberadamente el grito de auxilio del lémur.

Si Rox hubiera gritado, aunque fuera en bromas, Milo estaba bastante seguro de que no habría mantenido el trasero pegado al suelo con tanta indiferencia.

Nime aplaudió el hechizo de Neil, porque aunque no fuese el más impactante que había visto, en aquella oscuridad era algo muy bonito de ver. Tras eso, coreó la misma palabra que Adru ante la petición del brujo.
—¡Todos!
Aquello no se contradecía con ninguna de las otras peticiones, aunque la niña se preguntaba si se podía cambiar muy rápido de uno a otro para ver qué efecto quedaba.

La llamada de auxilio de Tayron les llegó mientras decían colores, por lo que momentáneamente se giraron hacia el agua tanto Nime como Kin. El irrense, viendo que nadie movía un dedo a excepción de la llamada de atención de Rena, tampoco se preocupó.

Entre tanto, Nime protestaba ante el comentario de Milo.
—¿Por qué, si total ya estoy sucia? ¡Y Neil también está en la arena! —acusó señalándole para defenderse. Ella estaba acostumbrada a secarse al aire y dejar que la arena cayese sola, y en aquel mundo, a diferencia de en el suyo, ni siquiera hacía frío una vez anochecía. De hecho en aquel momento se estaba mejor que nunca.

Debido a la sugerencia de los fuegos de colores, Kin recordó algo que había visto por primera vez durante la última Luna Roja, y había querido volver a ver desde entonces. Meditó sobre las posibilidades durante un rato, hasta que decidió que tal vez era posible improvisar algo así con magia y la ayuda de todos.
—Hey, ¿y si intentamos hacer fuegos artificiales? Podemos improvisar algo con el hechizo de explosión. Creo que podría funcionar hacer explotar una centella ambarina, por ejemplo. —Combinar hechizos no era su fuerte, pero añadirles la variante de explosión era tremendamente sencillo. La parte de colorear el resultado, por ejemplo, ya no la tenía tan clara.

Eitne le dedicó una sonrisa amplia a Adru cuando el gamusino se dirigió a él con la boca llena y negó con la cabeza, teniendo mucho cuidado para no lanzar a Bocata por la borda.

—¡Siii! Es el cangrejo más majo de todos —dijo completamente seguro de aquella afirmación—. ¡Tranqui, capitán! No dejaré que se coma más bocatas.

En ese instante, el cangrejo cogía con cierto temor el pan que le tendía Rena. Oyó de fondo el auxilio del lémur, pero el niño solo se rio y dejó que resolvieran el problema entre Rox y Tay, que él ya se había sentado para comer y era peligroso moverse con el cangrejo encima.

Nadie supo responderle en principio sobre el gotelé, pero no pasaba nada porque no parecía importante, y mientras tanto la playa se llenaba de aún más luces y aparecía el fuego de colores de Neil. El niño aplaudió con las garras delanteras tras Adru y Nime, apoyando la moción de una hoguera multicolor. Si eso no era suficiente para adornar una noche que ya parecía estupenda, hubo una última sugerencia que casi le hace tirar a Bocata por error.

—¡FUEGOS ARTIFICIALES! ¿Puedo hacer yo una explosión, porfa?

Estaba seguro de que no había peligro ninguno. En absoluto. Aunque ni siquiera conocía el hechizo.

Mientras rehacía sus piernas Rox se ayudó de su mano libre para agarrarse a la arena del fondo ahora que el agua apenas cubría y así arrastrar a Tayron fuera, ignorando sus quejas entre risitas. A causa del sonido del mar y su propia concentración no escuchó al lémur conjurar, por lo que cuando sus dedos se cerraron sobre nada, como si el tobillo se le hubiera evaporado de repente, el cambiante se giró confuso creyendo haberle soltado por error.

—¡Vas a atraer a los tiburones de verdad, cipollo! —le “riñó” por el alarido, más divertido que preocupado. Fue a cogerle el tobillo de nuevo pero su mano lo atravesó—. ¿Eh? —lo intentó otra vez, sin éxito—. ¿¡EH!?

Lo hizo otro par de veces, rápido y haciendo pinza como los cangrejos sin enganchar nada. Rox se puso en pie con los ojos en blanco, pasando del belga a sus propias manos y viceversa. Su siguiente reacción fue tocarse el pecho, cosa que sí pudo hacer.

—¿Qué...? —masculló confuso. Pateó el agua para salpicarle y demandar explicaciones, pero ni siquiera eso funcionó, lo que le dejó más loco todavía—. ¿Qué? ¿Pero...? ¿¡Tayron qué cojones me has hecho!?

La sorpresa en su voz no era urgente, ni siquiera molesta, pues tampoco sería lo más extraño que le pasaba en el último año (aunque entraba en el top 5) y uno se terminaba acostumbrando a lo paranormal, así que acabó riéndose nerviosamente como víctima de una broma demasiado bien hecha. Estiró el brazo entero hacia él, esta vez apuntando a su cuerpo. Comprobar como le atravesaba le hizo reírse más... y también palidecer un poco.

—¡Coño! —salió del mar, atónito. ¿Era una habilidad suya? El australiano en hechizos seguía muy verde. Se giró en dirección a sus amigos e hizo aspavientos con los brazos—. ¡TAYRON ACABA DE MATARME!

Neil sonrió divertido cuando sus amigos comenzaron a sugerir colores uno tras otro, sin obviar la petición de "todos" de Adru y Nime.

-Bueno, no estoy seguro de si soy capaz de ponerle varios colores a la vez, pero puedo cambiar las llamas de color muy rápido y así parecerá que parpadea en distintos colores -explicó pensando que sería más fácil y divertido-. O, bueno, quizás no tan rápido como un parpadeo, pero lo más cercano posible.

Dicho eso, el brujo de la cera comenzó a cambiar los colores de la llama pasando por todos los que habían sido nombrados, añadiendo algunos y volviendo a empezar. Concentrado como estaba en experimentar con las series de colores y las tonalidades, no escuchó el llamado de auxilio de Tayron, pero sí la sugerencia de Kin.

-¿Qué son fuegos artificiales? ¿Como explosiones de fuegos de colores? -preguntó deduciendo un poco qué podría ser por las palabras del irrense. Al principio el aurva pensó que quizás fuera algo peligroso, pero en seguida se dio cuenta que era muy improbable que de ser así lo hubieran sugerido.

Mientras el sinhadre reflexionaba sobre ello, el grito alarmado de Rox le sorprendió, girándose rápidamente hacia él con miedo, pero al ver que simplemente se había vuelto intangible y no se había convertido en un fantasma como sospechaba que el australiano quería hacer entender, simplemente se rió, tomándolo como otra de sus bromas y no como que realmente pensaba que Tayron le había hecho algo terrible.