Al otro lado de la calle

Recuerdo del primer mensaje :

Los sendarios volvían de Maciel por un camino diferente al que habían utilizado para llegar. Habían tenido que sortear a la ida a unos pájaros carroñeros bastante amenazadores, que se alimentaban, con ayuda de un pico aserrado, del cadáver de algo parecido a un buey de dos cabezas. Gracias al mapa, encontraron un camino que no les robaría mucho más tiempo y evitaron volver a ver a aquella bandada dando un rodeo, pero pasaron mucho más cerca de los refugios para transformados. Algo que todavía no sabían.

—Ojalá nuestro torreón estuviese por aquí —comentó Ulmara, con nadie en concreto—. Las calles tienen buen aspecto y dan mayor sensación de seguridad.

Precisamente por eso, la cercana caminaba con la guardia más baja que de costumbre.

Por lo que parecía los cosechados no tenían muchas más preguntas, lo que relajaba bastante a Yttria. No quería quedarse allí todo el día respondiendo a cosas. Sin embargo había una más, y aquella era…complicada. Sabía que no podía decir mucho sin intervenir, por lo que se quedó pensando unos segundos antes de responderla.

—No podemos ayudaros, va contra las leyes. Podéis entrenar, y mejorar con la magia, y deberíais hacerlo. En la biblioteca deberíais encontrar información también, pero no puedo deciros más.
No es que le importara lo más mínimo que aquello les resultara obvio, porque era de lo poco que podía decirles sin arriesgarse a que la mataran, a ella y a ellos, así que tendrían que conformarse. Viendo que no había más preguntas, Yttria se despidió de ellos.

—Y que la Fuerza os acompañe —era un guiño para las terrestres del grupo, que esperaba que pillasen. Sin más dilación, la bruja siguió su camino, esperando no tener más sobresaltos.

Ulmara optó por callar y tan solo despegó los labios para darle la razón a Fleur.

—Quizás sí.

Observó a la extraña irse y levantó una mano a modo de despedida; con la mirada perdida en la espalda de la bruja. Luego se dispuso a barajar todo lo que acababan de descubrir (que era poco y velado) en un diálogo unidireccional con la diosa que la comunicaría con el resto del panteón. Algo que la mosqueó en ese momento, pero no fue consciente del por qué. <<¿Que la fuerza nos acompañe?>> se preguntó también, antes de que su monólogo interior fuese interrumpido de nuevo.

Frente a ellos, de una de las esquinas, surgió una rata enorme (demasiado para ser solo una rata) cuya cola acababa en varias púas. Ulmara chistó a sus compañeros a modo de aviso, alzó el escudo y desenvainó la espada antes de que todos escucharan un “¡Rata!” que sonó con sequedad. La cercana se quedó clavada en el sitio, esperando que asomase algo o alguien menos amable que dama Yttria.

—¿Y ahora qué? —se quejó en susurros.

Ni Aramara sabía lo que les deparaba ese momento.

El colaespina apareció tras la esquina y corrió hacia el grupo que había olisqueado a la distancia la amenaza o, simplemente, la presa fácil o al menos tan fácil como a un colaespina inconsciente podrían parecerle un puñado de cosechados.

-¡Rata! -se escuchó tras la misma esquina por la que había aparecido el animal.

En el momento en el que la orden fue dada, el colaespina derrapó en su intento de frenar su carrera gruñendo desde el sitio hacia los cosechados, antes de darse la vuelta y correr en dirección contraria. Un segundo después de que el colaespina desapareciera por la esquina, apareció un enorme lobo color gris del tamaño de un rinoceronte en cuya cabeza estaba apostado el colaespina que seguía bufándoles. Tras la bestia, apareció una mujer de piel blanca con articulaciones marcadas como todo Hijo de Lunas, con rasgos demacrados, garras negras y puntiagudas, melena salvaje y oscura, largos cuernos que se curvaban hacia arriba y un ojo plateado y el otro dorado de pupilas enormes e iris que cubre todo el globo. Sus ropas eran de cuero y consistían en una falda corta, un top y unas botas y llevaba un arco y flechas a la espada, dos machetes a la cintura y varias alforjas. Además, el lobo también llevaba alforjas en su lomo con más armas, cuerda y otras herramientas. Además, llevaba pintado en la cara una especie de antifaz con sangre.

La mujer paseó su mirada por los cosechados casi como si la calle estuviera vacía y solo estuviera divisando el horizonte y pasó automáticamente a ignorarlos como si carecieran por completo de importancia mirando a sus bestias mientras acariciaba el pelaje del lobo y seguidamente la cabeza del colaespina antes de mirar hacia el cielo.

Arriba, donde la rakshasa había mirado, la silueta de una rapaz se hacía más y más grande en su cercanía al suelo, de un tono gris y negro que poco se debía al contraluz. El quebrantahuesos llevaba más tiempo del que los cosechados imaginarían atento a sus movimientos, observándoles con el incordio de quien encuentra hormigas en su casa. Sobre él su dueño iba considerablemente menos pendiente, pues a parte de que desde su ángulo solo alcanzaba a ver las plumas de su montura, su atención estaba volcada en el murciélago flamígero de su amiga. Ascuas se había roto un ala en un incidente con otro miembro de su manada y él había asistido en sus vuelos de recuperación. Ahora lo tenía dando vueltas a su alrededor como un fuego fatuo.

«Se nota que todavía le molesta un poco, sobre todo cuando tiene que aletear más rápido. Habrá perdido algo de músculo pero igual vuela de puta madre» dijo desde arriba en su canal privado a Kimbra. A medida que Ares tomaba tierra Jace se fijó, por fin, en el puñado de adolescentes de la calle. «Ah mierda.»

Por reflejo el dullahan había orientado los hombros hacia ellos, como si aún tuviera cabeza y se ciñera a las limitaciones naturales que eso suponía. Al notar que les miraban reacomodó su chaqueta de cuero negro con incomodidad. Había visto grupos de cosechados antes, la diferencia es que siempre desde muy alto, de pasadas y sin detenerse. Si les hubiera visto antes ni de coña habría bajado, es más, si las garras del quebrantahuesos hubieran tardado unos segundos más en posarse habría maniobrado malamente para darse el piro. Ni a los piojos los evitaba tanto. La rapiña por el contrario casi parecía contenta de estar ahí y poder reclamar su espacio. Un tirón procedente de su silla de montar y un chasquido insonoro le hizo desinflar las plumas de mala gana, pero no apartar los ojos.

Observo con expresión neutral la reacción de la ciudadana. No parecía tomarse bien un trato diplomático así que simplemente se calló y dejó que la conversación siguiera naturalmente. Suspiró de alivio para sus adentros al ver que no se había ofendido por nada de lo que habían dicho

Las preguntas fueron y vinieron aunque se alegró de saber de que su plan funcionaba y estaban haciendo lo que deberían. Entrenar y prepararse para lo peor.

Después de que esta se fue relajó por fin sus hombros y suspiró de alivio esta vez físicamente. -¿Es la Fuerza uno de esos dioses? -Pregunto al grupo.

Cuando aquella cosa se asomó  Nery´s alzó su escudo y calibró la lanza para interceptarla. No parecía algo tan amenazante como la ciudadana que acababan de encontrar aunque el miedo de no estar seguro de eso le recorría. Pero fue la orden que se escuchó a trabes de las calles y el gigante animal que apareció de la esquina junto a otra no sabía si ciudadana  demacrada o que. Aunque se le asemejaba a Pefka por la piel y las articulaciones.

-¿Nos vamos sin más? -Le contestó en susurros a Ulmara.

Lo que le hizo decidirse por llamar a todos a correr fue la aparición de un segundo animal gigante, esta vez volador y una especie de ser sin cabeza con humo.

-Corred. -Instó. -Corred joder. -Empezó a dar pasos hacia atrás a la espera de quedar el último y tanto no perder a ninguno de sus compañeros de vista como hacer de carnaza de ser necesario.

Los ojos celestes de la francesa fueron incapaces de no clavarse en la figura de la chica mientras seguía su camino. Tragó saliva unos instantes sintiéndose perdida con la poca información obtenida. Así que era posible sobrevivir, pero no podía ayudarles o quizá simplemente no quería, Fleur no tenía motivos para creer que no fuera lo primero. Y además... ¿qué clase de persona era ahora esa joven para andar de manera tan despreocupada y sola por las calles? ¿Si no era una cazadora cómo consiguió que no la cazaran a ella?. Demasiadas interrogantes para tan poco tiempo, tanta timidez y alguien que no parecía querer decirles mucho.

Con la alarma en la voz de sus compañeros Fleur terminó de tensarse por completo pero no tomó posición defensiva con el arco que portaba o algo similar, aún no tenía mecanizado el proceso de tensar el arco con rapidez y eficiencia, aunque su puntería estaba mucho más afinada siempre supo que correr peligro de verdad sacaría todas las clases de arco con Pefka que pudiera albergar su mente. Y así fue.
—Santo cielo... —murmuró notando que le temblaban las rodillas, antes de salir de la petrificación que le proporcionó aquella imagen visual. Su madre siempre diferenciaba a las personas en lobos y corderos, la mujer con el antifaz sangriento en el rostro, las criaturas y aquel tipo eran sin duda lobos y no aguantaría ni un segundo más allí para preguntarles si por el contrario se equivocaba. El instinto primario del miedo le pegó un subidón de adrenalina antes de salir corriendo en dirección al torreón con el murmullo de los pasos de sus compañeros de fondo.

>>Que no nos sigan, por favor<<

A Ulmara se le aceleró el corazón cuando vio lo que venía tras la rata. Sentía que sus latidos bombeaban hasta sus pies la necesidad de salir por patas, de poner cielo y tierra de por medio entre el grupo y aquel ser cornudo que... ¿No era como Pefka? Estaba completamente paralizada cuando entendió que el marco de los acontecimientos se extendía hasta el cielo, que al terror que caminaba por la calle se le acercaba un pájaro gigante, una sombra con alas. Primero le vinieron flashbacks del incidente en el fumadero, luego vio al jinete sin cabeza. Había algo en ellos que llamaba poderosamente su atención, tenían un aura que le hacía pensar en los dioses de su panteón, siempre de la peor de las maneras.

Se limitó a asentir al frivy y echó a correr como si no hubiera un mañana (porque tal vez no lo habría, si no se daban prisa). Al contrario que Nery's, la cercana no tenía el cuerpo para heroicidades y, en aquel momento de terror, le parecía bien que se lo comieran antes que a ella. Lo que fuera por salvarse y no comprobar en sus propias carnes si la Lejanía era al final un cuento.

La ciudadana no parecía dispuesta a charlar con ellos, pero tampoco les negaba la palabra. Su actitud se le hacía extraña a Iemai, pero era bienvenida. Tanto si les daba información útil como si no lo hacía, no volverían al torreón habiendo vivido una mala experiencia, y ni siquiera se podía decir que no les hubiese dicho nada importante. Les informó de que no podía ayudarlos, aunque solo eso, y del hecho, ya obvio, de que podían ganarse el derecho a residir en esa ciudad. Nery’s conocía casos, lo que tal vez no habían tenido claro hasta ese momento es si se trataba de una fachada o mentira de los rocavarancoleses hacia Frivo o no.

Iemai suspiró, aliviada en el fondo de que la ciudadana decidiese marcharse, no prestando atención a su despedida enigmática, ya que había tantas culturas de las que no sabía nada que ni siquiera le llamaba la atención. La cercana decidió no despedirse para no atraer la atención de la humana sobre sí misma, y continuó caminando cuando el grupo lo hizo.

Se mantuvo en silencio la mayor parte del camino, hasta que se le aceleró el corazón del susto que le dio la aparición del colaespina. Ni siquiera estaban en el entorno de su territorio, así que aquel encuentro era bastante inusual. La voz que escucharon justo después le provocó un escalofrío. «No de nuevo…» pensó, maldiciendo. Ya habían agotado su suerte saliendo indemnes de un encuentro con ciudadanos.

No se trataba solo de otra rocavarancolesa, como pudo constatar en cuanto otra bestia de gran tamaño apareció, seguida de una ciudadana similar a Pefka, con la cara pintada de rojo. Ni siquiera estaba sola, pues alguien más sobrevolaba la ciudad en una montura alada, también de gran tamaño. Un hombre sin cabeza, que tomó tierra a su lado al cabo de un momento. Juntos daban una imagen pintoresca, o más bien terrorífica. Pero Iemai solo notó hostilidad, si acaso, en las bestias, y parecían domadas. Extrañamente, la cercana no fue de las primeras en echar a correr, según examinaba con curiosidad a aquel par, pero lo hizo en cuanto escuchó los pasos de sus compañeros respondiendo a la voz de Nery’s. Este, por alguna razón, se rezagaba, pero Iemai no veía ninguna razón para ello.
—¡Vamos! ¡No te pares! —le dijo, dándole un toque en el brazo al pasar corriendo a su lado. Si aquel grupo quisiese atacar daría igual que se tratasen de defender, como mucho habría podido llegar a escapar quien más rápido corriese de todos.

La charla con la autoproclamada ciudadana no se extendió mucho más, algo que Qwara agradeció en su fuero interno mientras Yttria se alejaba calle abajo, y hasta que no la perdieron de vista la sudafricana no se permitió relajarse ni un ápice. A pesar de la actitud “amigable” de la rocavarancolesa y de que esta no se había mostrado amenazadora durante el encuentro, la morena no podía evitar sentirse intranquila. «¿Cuándo salga la Luna ganaremos el derecho de ser como tu? No me jodas... ¿quién cojones querría convertirse en un secuestrador de niños de forma voluntaria?» pensó para sí, chasqueando la lengua con desagrado mientras se ponían en marcha de nuevo y Nery’s hacía una pregunta rara.
—¿Un dios? Que va… eso es algo que solo dicen los jedis, no le hagas ningún caso. —replicó con una sonrisa torcida, ignorando deliberadamente el hecho de que el frivy tampoco estaba puesto en cultura friki humana.

La tranquilidad no les duró demasiado, pues la aparición de un colaespina tan lejos de su territorio puso en alerta a todo el grupo, sin embargo la verdadera amenaza venía justo detrás del roedor. Una mujer con cuernos de aspecto siniestro dobló la esquina montada a lomos de un lobo gigante segundos después de que una voz increpara a la "Rata", dejando bastante claro que era la dueña de la alimaña, y por si su mera visión no fuera suficientemente espeluznante una sombra inmensa los sobrevoló instantes después.

El quebrantahuesos negro que aterrizó en mitad de la calle parecía tener hambre, o eso transmitía su penetrante mirada, pero fue la visión del jinete sin cabeza que lo montaba lo que obligó a ponerse en marcha por fin a la sudafricana. Sus compañeros pensaban lo mismo que ella y ninguna quería quedarse a averiguar si aquellos rocavarancoleses eran tan simpáticos como Yttria, por lo que la desbandada fue generalizada. O al menos eso creía, pues al CoMo le había salido la vena heroica.

Durante un segundo demasiado largo la idea de darle una patada en la rodilla para que hiciera de cebo de verdad se le antojó demasiado tentadora, pues parecía decidido a convertirse en mártir sin que nadie se lo hubiera pedido, pero al final imperó el sentido común y se reservó la jugada para alguna otra ocasión que pintara más desesperada.
—¡Muévete tú también! —le increpó al pasar a su lado con menos tacto que Iemai, pues a diferencia de la cercana ella le enganchó directamente del cuello de la camiseta y tiró de él en dirección al torreón sin mirar atrás.

Que no podían ayudarles... ¿por unas leyes? Eso les interesaría a los demás cuando volvieran, al menos, y explicaría que la gente de allí no se dejara ver o se apresurara a quitarse de la vista cuando veían a alguien a lo lejos. Indudablemente, les querrían preguntar, tal y como habían hecho con esta mujer, pero si iba contra las leyes... «Mal asunto, no me quiero imaginar las consecuencias de romper la ley en este sitio» pensó el nombrado.

Lo que sí les dijo ya lo sabían, sobre entrenar y aprender magia. Pero no tenía ni idea de qué Fuerza sería esa que les acompañaría. ¿Alguna divinidad o un rezo entre guerreros? Daba igual, no dio pie a más y se marchó. Qwara explicó que la despedida no era nada divino y... En fin. Deberían informar a los demás, así que se unió al grupo en el camino de vuelta, bastantes emociones por una salida.

Sin embargo, la ciudad les deparaba aún algo mucho más intenso, y claramente peor. Un colaespina les sobresaltó y volvieron a preparar sus armas, pero la criatura les ignoró cuando alguien gritó un poco más allá. ¿Estaba domada? El roedor desapareció por una calle... y una sombra mucho mayor la sustituyó. En cuanto vio lo que era, un escalofrío recorrió su cuerpo de los pies a la cabeza, y a punto estuvo de soltar el arco por la impresión.

¡Un kerlax! ¡Y... y una Hija de Lunas! Y algo más que aterrizó a su lado, también con una bestia domada... y sin cabeza. Le impresionaba, claro que sí, pero no tanto como ver a gente y criaturas de su mundo. Gente tan cambiada de su mundo, pero reconocible como tal. Pefka tragó saliva mientras pensaba si podía confiar en su congénere, pero sus compañeros no dudaron ni un instante. Dieron la voz de alarma y se lanzaron a correr por el camino de vuelta. No les culpaba, ojo, pues la otra imponía demasiado. Él ardía en deseos de acercarse al kerlax, preguntar, hablar con una paisana... Pero la actitud y el aspecto de la Hija de Lunas... Al menos no parecía una cosechada, como ellos, pero tampoco era una paisana normal. Al contrario, era monstruosa, un cruce entre bestia de la ciudad e Hija de Lunas. En comparación, su acompañante sin cabeza y las otras bestias no le parecían tan intimidantes, la verdad.

Quiso saludar con el arco en alto, pero al final apenas lo levantó un poquito sin dejar de mirar a la Hija de Lunas con una mezcla entre miedo y fervor. Si necesitaba alguna señal para aguantar con determinación hasta que saliera la Luna Roja, la tenía ahí delante. Quería eso para él mismo. Quería ser explorador y cazador en una ciudad de monstruos, no una presa ridícula. Su congénere iba bien pertrechada, vaya, con herramientas y armas a la altura de la ciudad. Lo que no terminaba de entender era qué le había pasado a la Hija de Lunas en su tiempo en aquel mundo. ¿Por qué tenía cuernos? ¿Y por qué parecía como si tuviera garras? ¿O tantas otras cosas que no encajaban con el propio aspecto "normal" del nombrado? ¿Eran añadidos que se había vestido ella para atemorizar a sus presas? ¿O era algo más?

Ahora todo eso daba igual. Corrió para reunirse con sus compañeros. Se habían interpelado y empujado entre ellos para irse, y seguramente habrían pensado que él tendría suficiente sentido común como para largarse sin necesidad de insistencias. No se equivocarían si era el caso, pero les separaban unos minutos de tiempo y seguramente les sorprendería su espera. Ya les explicaría más tarde.

Ascuas, alegre y revoltoso como era por naturaleza, revoloteó alrededor de Jace contento con poder volver a moverse en su habitual modo hiperactivo tras el accidente. Ascuas, a diferencia de Ratatouille que siempre reaccionaba a los nuevos integrantes de la manada con recelo, había querido dar la bienvenida al nuevo animal con alegres y animados revoloteos a su alrededor, pero el escarabajo ciervo de Dryfus se había tomado la proximidad al fuego como una amenaza y le había atacado en consecuencia. El resultado había sido un ala rota que había tenido que aprender a curar sobre la marcha con resultados bastantes positivos gracias a sus estudios de anatomía animal y la fusión de sus conocimientos curativos krabelinenses con los de otros mundos.

Ascuas comenzó a revolotear al rededor de Ámarok, que seguía mirando a los cosechados casi con aburrimiento, para terminar posándose de manera bastante precaria en uno de los cuernos de su dueña cuando el sobre esfuerzo de volar en plena recuperación lo alcanzó. Aunque Kimbra ignoró tanto la actitud de los animales como la exclamación de Jace, eso no pareció desanimar a Ratatouille, que seguía enseñándoles los dientes y gruñéndoles.

-Probablemente requiera que le aplique el ungüento curativo unos días más. Unido a un entrenamiento diario, ayudará a la recuperación total del tejido y el fortalecimiento del músculo -contestó la demonio ignorando a su audiencia cosechada.

La engendro no veía relevante ni beneficioso el contacto con los cosechados mientras durara la criba y prefería obviar su existencia en la medida de lo posible, pero el alboroto de su huida le incitó a mirarlos, levantando una ceja ante su despliegue, para luego encogerse de hombros y volver a mirar a Jace, pensando en plantearle un almuerzo en el mesón de Eara y Ayne como una ocurrencia tardía.

Aunque hubiera normalizado mucho su apariencia Jace fue realmente consciente entonces, gracias a las expresiones del grupo, del cague que tenían que dar. Incluso entre otros transformados era fácil notar miradas incómodas; sin cabeza como poco tendría que estar muerto, que se moviera resultaba antinatural, y Kimbra... bueno, hasta él seguía teniendo repullos por Kimbra según con que se hubiera maquillado. Sin embargo y para su propio asombro las reacciones de los cosechados no le pesaron. No solo les había evitado por la ley no intervención y la carga moral de la misma, sino por la incomodidad de ser un monstruo a sus ojos, por sentirse mal ante el miedo. Sorpresa fue que lo encontró hilarante.

A diferencia de Kimbra él se quedó mirándoles en todo momento, especialmente empezada la carrera, con el pecho subiendo y bajando en pequeños espasmos de risa. Por unos segundos hasta consideró sacar el hacha para que huyesen más deprisa, picado por los gallitos que se habían quedado atrás. Ares debió leer sus intenciones porque volvió a erizar las plumas, despegando las alas del cuerpo para aparentar ser, como si no fuera bastante, aún más grande. Al final el dullahan no quiso ser tan malo (sobre todo por como se llevaron a uno a rastras), pero sí lo justo para no callarse.

«Me gusta que corran» dijo con retintín, y esta vez no fue un pensamiento privado con la rakshasa. Quienes no estuvieran ya a tomar por culo recibirían el mensaje. Le siguió una risa mental, exclusiva para su amiga. «Pobres. Menuda impresión.»

Se bajó del quebrantahuesos de un salto, dándole un toque en el pico para que dejase de mirar a los chicos antes de apoyar la espalda en él, atendiendo a la krabelinense de brazos cruzados como si ahí no hubiera pasado nada en primer lugar.
«Ascuas estará como nuevo en nada y menos. Lo que no sé... tía» señaló al animalito sobre su cuerno, «¿cómo haces para que no te chamusque?»