Torreón Maciel

Todos estaban bastante de acuerdo en querer ayudarles, asique en ese aspecto no iba a tener demasiada discusión al respecto, lo cual era tranquilizador. Rua quería evitar tener más discusiones dentro de la medida de lo posible por una buena época.

La pregunta hecha por Ulmara, le intereso bastante, siendo que, de los presentes en el grupo, era la única que venía de un mundo donde la magia si existía, mas allá de trucos baratos de cartas o de manos. Magia real como la que había visto hacer a Jara.

<< Así que algunos se cansan más que otros… ¿eso es como tener resistencia cuando corres o algo así? ¿Se podrá aumentar la resistencia con la magia también? >> No tenía muy claro cómo funcionaba en ese aspecto. Eso sin contar que bien podría ser que ninguno de ellos, los humanos especialmente, pudieran hacer magia << Tal vez solo pueden Iemai y Ulmara >> cabía la posibilidad siendo que ellas tenían magia en sus mundos y porque ninguno de los que había visto de Maciel lucia precisamente como un terrestre, asique a saber si en sus respectivos mundos no existiría también.

EL pensar que tal vez no podría hacer magia aun de tenerla ahí, era un poco decepcionante, porque incluso sino le había dado demasiada importancia inicialmente, esta empezaba a tomar cierto peso real. << No adelantes cosas Rua, no lo sabrás hasta intentarlo >> pensó no queriendo rendirse antes de tiempo, mirando al grupo que habían terminando aceptando que les ayudasen de alguna forma.

- Lo haremos, vendremos pronto, probablemente en un día o dos para traeros comida en primer lugar, no os preocupeis. - aseguro la sueca mirándolos y diciéndolo muy en serio, mientras tomaba los apuntes que ellos le había entregado y los metía en la bolsa que habían fabricado con telas para poder enseñarlos luego a los demás y poder estudiarlas. Tras eso y despidiendo de los muy maltratados macieleros, salieron de allí.

La idea de volver pronto era importante no sabían cuanta comida poseían, pero si había mencionado aquello…y parecía haberles costado bastante, debían estar escaseando bastante. ¿Cuánto llevarían encerrados sin poder salir por las cestas, debido a las heridas y al miedo de encontrarse con el lagarto asesino? Bien podría haber sido más tiempo del que creian.

Siguen en Sendar

Muchos nombres nuevos. Tendría que preguntar a sus compañeros cuando volvieran, porque tenía la cabeza muy ida a causa del miedo a Setenta y siete. Apenas levantaba la cabeza del suelo, y solo lo hacía cuando hablaban del hijo del dragón o de la magia. Además, su miedo iba a peor con pensamientos cada vez más opresivos. Había uno que se refería a sus compañeros: ¿y si ahora pretendían que les informara sobre el hijo del dragón o volcaban en él sus esperanzas para sobrevivir en caso de toparse con él en la ciudad? Por desgracia, la conversación avivó varios de esos pensamientos fugaces, sobre todo cuando Maila habló de no tener problemas con el hijo del dragón... ¡Como si hiciera falta, les intentaría cazar sin aviso!

Pero por suerte, eso fue algo pasajero y puntual. Los dos grupos se centraron en la magia y en cómo la habían conseguido. No solo eso, sino que había una biblioteca en la ciudad y tenían un mapa en uno de los libros. ¡Un mapa donde salían sus refugios, "Maciel" y "Sendar"¡Y libros! Qué maravilla sería poder ir a aquel lugar. También les dijeron que debían trabajar con varios idiomas, y eso era algo que también llamaba su atención aunque creía que no podría ser de mucha ayuda. ¿Podía él ser de ayuda en algo, acaso? Hasta ahora solo se había visto útil para entrenar al grupo, pero hasta que no tuvieran que ponerlo en práctica no se creería nada.

La magia hizo acto de presencia en las manos de un diminuto ser parlante. En condiciones normales se habría preguntado por su mundo y su especie, pero en esa ocasión solo podía mirar fijamente la luz que había convocado con tan solo un gesto y unas palabras. ¿Nada más? ¿Solo eso hacía falta para hacer uso de la energía superior? Se fijó en las instrucciones, y se alegró de que hubiera uno para sanar heridas, pero no se atrevió a probar. Sabía que no estaba en condiciones. No quería invocar la energía superior de las diosas mientras estuviera repleto de emociones y pensamientos inestables, o podían tomarlo como desesperación o una falta de respeto. ¡A saber!

Y al final, volvieron a los agradecimientos y ofrecimientos de ayuda, a los que se sumó como pudo.
—Disculpad que haya estado tan apartado, pero... sí, por supuesto que volveremos con lo que podamos. Seguro que nuestros compañeros del refugio también se unen.

Más tarde, en el camino de vuelta, se preocuparía por la impresión que habría dado allí parado junto a la pared y con sus reacciones extrañas. Le preocupaba volver allí, ya que sería una zona bastante conocida para Setenta y siete, pero deseaba poder ayudar a los de Maciel, con total sinceridad. Estaban muy lastimados y necesitaban cualquier aporte, lo dijeran o no. Quizá podría ser una buena motivación para empujarse a salir en el futuro. «Anda que menudo desastre estoy hecho... Siempre les he animado a ir al exterior y ahora a mí me da pánico solo pensarlo» Hacía tiempo que no se sentía tan mal: desde su fracaso en el ritual de doma, solo que ahora no tenía cerca al ganado de la ciudad de los seguidores para aislarse y recuperarse.

Poco después se despidieron y pusieron rumbo a Sendar.
—Volveremos a vernos, cuidaros mucho y buena suerte.

No le había sorprendido saber que había más gente como ellos en su misma situación, a fin de cuentas había visto muchísimas más personas en aquella plaza donde el que ahora sabían que se llamaba Setenta y siete y el otro reptil habían protagonizado el sangriento espectáculo. Lo que sí le había llamado la atención, le horrorizó para ser precisos, fue saber que el grupo al que iban a visitar convivió con el reptil psicópata durante bastante tiempo. Por supuesto, al final inevitablemente los había traicionado. Tenía alguna que otra pregunta al respecto, pero se la guardaría para hacérsela a aquellos chicos porque seguramente si sus compañeros supiesen la respuesta ya se lo habrían contado.

La enderth no sabía qué esperar de aquel inminente encuentro, pero por la historia del grupo que había salido, entre los que había personas con sentido común, no parecían un grupo peligroso y habían prometido nuevos hechizos e información. Así pues, ellos habían preparado una copia de sus propios hechizos para intercambiarlos, tal y como al parecer se había acordado. Lethe había colocado las hojas dentro del libro de mapas que les habían prestado para llegar a su torreón, para evitar que saliesen volando por causa de alguna posible corriente de aire que cada vez eran más comunes. De hecho, Lethe llevaba un par de capas de ropa en esa ocasión para tratar de combatir el creciente frío de la ciudad, aunque con éxito moderado.

—Ese debe ser —señaló un edificio muy parecido al torreón que ellos mismos habitaban.
La voz le había temblado ligeramente al final, a causa de un escalofrío que le hizo tratar de arrebujarse en su capa. La torre parecía coincidir con la localización del mapa, pero le llamó la atención algo al respecto.
>>Se supone que nuestra torre no aparece en los mapas porque es posiblemente nueva, pero esta tiene un aspecto muy similar, ¿no?

Una vez cerca, Kolja gritó para hacer saber que estaban allí y mientras tanto la enderth se dedicó a observar el edificio con más detenimiento. Era muy parecido a aquel en el que vivían.

Kahlo había dudado en ir, no porque no le atrayese la idea de conocer al grupo al completo y el intercambio de hechizos, sino porque seguía dándole cosa que Luci se quedase en el torreón con poca compañía. Tampoco podía culparle, no es que salir a tomar el aire fuera lo más recetado en Rocavarancolia para la salud mental de nadie, y se convenció en que estaría bien dentro. Además, tenía muchas ganas de visitar otro de los refugios habitados.

Ayudó a anotar los hechizos, pues muchos se los sabía ya de memoria y era más rápido así que ir revisando los apuntes uno por uno. Se molestó en dejarlos claros y conscisos, con la caligrafía más bonita que tenía. Era lo más cercano a un regalo que hacía en mucho tiempo (aunque en realidad fuera un intercambio) y quería que se notara el esmero. Si algo atesoraba de las enseñanzas de sus padres eran las buenas costumbres como esa y el ojo a los detalles. Asímismo se había adecentado para la visita. Llevaba la misma falda larga con la que había llegado a la ciudad, sus botines, sus joyas (como no) y el mejor jersey que el torreón le había provisto. Aunque estuviera lleno de pelusillas, se ceñía bien al cuerpo y tenía un bonito color beig; también abrigaba, que era lo más importante.

—Pues... sí —respondió a Lethe. No había decepción en su voz, solo poca impresión. Se lo había imaginado mucho más roñoso, pero lo cierto es que apenas había diferencias. En realidad eso eran buenas noticias. Se encogió de hombros—. Quien sabe que es lo que la gente de esta ciudad entiende por nuevo. A lo mejor son los mapas los que están desfasados.

Las puertas se abrieron y dio un paso atrás por prudencia, frotándose las manos para entrar en calor. La granta le dedicó una sonrisa y un saludo a quienes salieron a recibirles, fijándose en la cosita verde que asomaba del peto de Reira, sin percatarse en lo poco disimulada que estaría siendo su expresión. Le habían dicho que era pequeña, y lo era, ¡pero mucho! Kahlo se puso las gafas entre las presentaciones para así ver mejor a Jara. Era... adorable, como los duendecitos verdes de las historias populares varmanas. Se preguntó si no serían lo mismo.

—Encantada. Yo soy Kahlo, un placer —dijo con buen humor contagiado—. ¡Oh, no, no, que va! Llegar ha sido más fácil de lo que esperábamos.

Adam aceptó en ir al torreón Maciel. En muchas ocasiones no salía al peligroso exterior por interés, lo hacía por dar un poco de seguridad extra a los que realizaban la labor principal de buscar o explorar. Sin embargo en esta ocasión fue interesado de verdad al asumir el riesgo de salir, iban a conocer a otros en la misma situación que ellos o, pensándolo mejor, peor que ellos.

El tatuaje ya no le preocupaba en lo más mínimo. Aquel tabú murió ya hace tiempo en el palacete, pudriéndose junto con la roñosa bufanda que dejó abandonada. <<Espero que el dueño de aquellos baños no se enfade con nosotros por dejarla ahí tirada>>, pensó Adam algo culpable por estropear la belleza de esa sala con su fea bufanda roja.

Por el camino estuvo nervioso a la par que impaciente de conocerlos, los que formaban el pequeño grupo que encontraron de casualidad en los pozos parecían buenas personas. Se acordó de quienes hicieron todo el trabajo de copiar los hechizos lamentando no poder ayudar con eso, ni siquiera tenía buena letra para esa labor. El frío se hizo notar esos días y más de uno diría en su lugar que echaría de menos su bufanda pero para Adam la temperatura fue perfecta, llevando el mismo atuendo de siempre abrazando el frescor que rozaba su piel, recordándole un poco a su ciudad en Rusia y su ambiente gélido. Aunque no era de las personas más arregladas del mundo, quiso ir un pelín formal con un moñete que se hizo solo tras decenas de intentos para que quedase uniforme.

Al fin llegaron y las puertas se abrieron poco después de que su maestro avisase con un grito. El torreón tanto por fuera como por dentro era ciertamente similar al suyo esperándolo patas arriba o algo, parecía mentira que aquel lagarto horrible estuviese viviendo ahí mismo.

Durante la presentación de Reira se estremeció un poco al ver a Dren por sus rasgos reptilianos pero Setenta y siete era bastante más monstruoso y temible en comparación. Esbozó una sonrisa amistosa cuando terminaron las presentaciones no apartando la mirada de Jara, aquella criatura era tan diminuta que parecía algún truco o efecto especial de película pero no, era real.

—Yo soy Adam Petrov, encantado de conoceros a todos —se presentó usando su nombre completo y sonriendo, ninguno de ellos parecían malintencionados ni mucho menos.

Amira no dudó en apuntarse a la salida a Maciel. Los otros chicos le habían parecido bastante agradables, y quería conocer al resto de sus compañeros. Ayudó a copiar los hechizos, con la mejor letra que había podido, para que les fueran entendibles a los macieleros. Esperaba que les fueran útiles, y que los que les dieran ellos lo fueran también para su propio grupo.
Amira se arrebujó en su jersey al llegar a la puerta, en parte por los nervios de conocer a más gente y en parte por el viento. Aunque no fuera horrible comparado con los inviernos terrestres, no tener su ropa de abrigo se notaba. Miró el torreón y asintió a sus compañeros

—A lo mejor han usado el mismo plano para construirlo —la verdad es que aunque el suyo fuera nuevo no es que lo pareciera, y casi esperaba que el de ellos estuviera en unas condiciones aun peores.

No tardaron en abrirles, y Amira saludó a todos con la mano. Aunque le hubieran hablado de cómo era Jara, verla en persona era algo muy distinto. Eran taaaan pequeñita y mona…No se parecía en nada a lo que la francesa había visto hasta entonces, aunque estuviera conviviendo con otros aliens.
—Yo soy Amira —se presentó, sonriendo. Sin darse cuenta, había dio acercándose a Adam, hasta estar bastante cerca de él.

Conocer nueva gente era siempre una experiencia curiosa y algo que, sin duda, Kradko siempre había disfrutado. Sin embargo, aquella vez era distinto. Meses conviviendo e interactuando siempre con las mismas personas —con brevísimas excepciones que podía contar con una mano, y no todas ellas agradables—hicieron que se encontrara nerviosa por el nuevo encuentro. No ayudó, por supuesto, saber que estaban yendo a un lugar que el lagarto gigantón asesino psicópata conocía.

«¿Y si están compinchados con él y nos quieren comer?», pensó más de una vez en los días anteriores. Ellos habían mencionado a los otros silentinos que les había traicionado y suponía que no tenían ningún motivo para no creerles. Sin embargo, tampoco los tenía para confiar en su palabra.

Sumida aún en su conflicto interior sobre si salir volando o defender a sus compañeros si surgían problemas, le costó varios segundos darse cuenta de que sus compañeros creían que ese era su destino.

—Ya estamos aquí… Que sea lo que tenga que ser —murmuró mientras veía el puente bajar. Era bastante ruidoso.

Las primeras criaturas que vio eran cuanto menos curiosas. Algún que otro simio, por supuesto. «¡Qué raro el tal Sere!», pensó al verlo bastante distinto de sus compañeros humanos. «Otro reptil…» pensó poniéndose tensa. Al menos este no parecía medir más de dos metros. «Creo. En realidad poca diferencia tiene para mí». También había una pequeña… plantita con alas. O algo del estilo. Casi se le antojó comestible.

—Yo soy Kradko y vi… soy de… —se interrumpió al pensar que era un poco inútil decirles el nombre de su ciudad. En su lugar, añadió—: ¡soy una clinger!

Kolja solo traía un equipamiento ligero, preparado para los peligros de la ciudad pero no tanto que pareciera extremadamente peligroso para los macieleros. Durante todo el camino atendió a las conversaciones, pero el mismo no dijo nada, ocupado vigilando que el lagarto no merodease cerca del torreón de los recién conocidos cosechados. Por suerte, no parecía andar por la cercanias.

Cuando llegaron pegó un grito para que les bajaran el puente levadizo y cuando pudieron pasar se encontró con el grupo de los pozos esperandoles en la puerta, junto con otros dos nuevos.

-Kolja, humano- se presentó.- No hemos tenido ningún problema, el mapa es bastante fiable.

Kolja entraría el último, hechando un vistazo a su espalda antes de pasar por a puerta. No podía quitarse la sensación de alerta.

La enderth miró a su alrededor pero no vio grandes diferencias con su propio torreón, así que se centró en los otros cosechados que se estaban presentando. Sus compañeros ya habían comentado que aquellos que se habían encontrado en la zona de pozos les habían hablado de una persona de tamaño muy pequeño, pero verla en vivo era otra cosa. Resultaba sorprendente que existiese una especie tan diminuta y se preguntaba si es que su planeta sería igual de pequeño. Se sobresaltó ligeramente ante la presencia de otro reptil de gran tamaño, pero le bastó un segundo vistazo más atento para darse cuenta de que no se parecía en nada a Setenta y siete. El tal Sere se trataba de otra criatura bastante pequeña, aunque en esta ocasión se parecía mucho a un humano completamente calvo.

Claro que para ella eran casi tan llamativos el resto, a excepción quizás del chico de piel gris porque había visto varios como él el primer día. A la chica a la que le faltaba un brazo se le movía el cabello de forma extraña a veces y la que era más similar a una varmana que el resto… ¿Tenía un brazo de metal?

—Lethe —se presentó cuando encontró el momento para hacerlo.
A juzgar por las miradas curiosas que estaban recibiendo ella y Kradko no tenía esperanzas de que hubiese ningún otro clinger y mucho menos otro enderth ni en aquel grupo ni en el tercero del que les habían hablado a sus compañeros.

Una vez a salvo dentro del torreón la enderth se acercó al habitante del mismo que tuviera más cerca y le tendió el libro de mapas.
—Gracias, nuestros mapas parece que son prácticamente iguales. Dentro están nuestros apuntes sobre los hechizos que hemos traducido —les informó.

Kahlo quería coger a Jara como quien coge a un animalillo, y encima no podía dejar de mirarla como miraba a su osogrifo. A sus ojos era demasiado entrañable, y que le evocase tanto a los duendecillos de su mundo le traía de vuelta las fantasías más tiernas de su infancia. Pero era un ser vivo inteligente, y tampoco olvidaba lo que sus compañeros le contaron ayer; que esa plantita era quien mejor manejaba la magia del grupo. Cuando se escondió en el bolsillo la varmana salió de la burbuja para observar al resto, ocultando su sorpresa para no parecer maleducada por el aspecto de Dren.

Entró, más pegada a sus compañeros que a los macieleros por confianza, tomando asiento tan pronto tuvo una silla disponible. Bien pensado quizás debería haber echado una mano, pero sus tiempos de niña acomodada aún tiraban para atrás en situaciones sociales como esa. Enterarse del pasado esclavo de Sere le hizo sentir un poquito más culpable, y pensar en este como mascota -como había hecho ella con Jara- hizo que sus mejillas se colorearan suavemente por la vergüenza.
—Oh... —fue lo único que pudo añadir mientras cogía una galleta. Se acordó de sonreír segundos después—. Gracias Sere.

Pensó en lo mucho que le habría gustado a Luci tan pronto la probó. Era una lástima que no todos estuvieran allí, pero si sobraban a lo mejor podían llevarles galletas. Antes de que pudiera alabar las dotes culinarias del chef Jara hizo volar hacia ellos los apuntes de sus hechizos, los cuales se apresuró en coger, entusiasmada por tener nuevo material de trabajo. No sabía si con su pequeño tamaño levitar aquello le suponía un extra de esfuerzo; igualmente era bastante impresionante.

—¡Ah, muchísimas gracias! —exclamó entusiasmada según ojeaba los folios con una sonrisa. La vocecita de Jara era tan adorable como ella—. Tenéis nuestros hechizos en el libro de mapas, ¿verdad? —dijo alzando cabeza para ver quien lo tenía ahora.

Mientras siguió mirando a la pequeña criatura, ésta se escondió asomando esos ojos diminutos. Casi parecía un juguete por su tamaño y actuares logrando que Adam entrecerrase los ojos de la exagerada sonrisa que estuvo haciendo, realmente Jara le parecía monísima con un antojo interior de querer conocerla un poco mejor.

No le caía mal, es más, respetó la actitud de Amira en los baños y todo eso pero, ¿por qué se le puso tan cerca? Se le hizo incómodo y fue a peor cuando ella lo rozó debido a la cercanía, creciendo una respuesta negativa a ello. Agradeció a aquel mono calvo por dirigirlos al interior, excusa perfecta para dar una rápida marcha hacia el interior que quiso ver y, de paso, tener un poco de espacio sin tener que pedírselo directamente a Amira, le daba cosa decirle un “aléjate un poco, estoy algo agobiado”.

En la breve conversación convertida por momentos en regaño, notó que Sere pudo haber tenido una vida ciertamente complicada, sirviendo a esclavos. Eso último lo sintió mucho, mostrando algo de empatía por lo que el mono tuvo que vivir y encima tener que lidiar con el lagarto déspota.

Tomó asiento vigilando por tener una posición recta y educada, tampoco quiso dar mala impresión ni generar malentendidos que fuesen provocados por choques culturales o algo similar. Amira tomó asiento también pero, de nuevo, se puso insoportablemente cerca. De normales no le importaría pero, ¿por qué con ella le generaba rechazo? De momento intento aguantar, tampoco quería sonar borde en un sitio ajeno al que fueron invitados.

—No hacía falta pero gracias igualmente —respondió al gesto de Sere con mucha amabilidad, cuidando el tono para sonar amigable.

Dejó escapar un sonido con la boca cerrada, esas galletas estaban realmente buenas. Sin querer se rió un poco cuando Jara conjuró aquel hechizo, más sorprendido por su aguda voz que del hechizo en sí, igualmente impresionante para lo pequeña que era. También tuvieron el gesto de indicarles donde se ubicaban los “sendarios”.

El ruso encogió sus hombros cuando Kahlo hizo su pregunta, él no estuvo a cargo de los hechizos.

—Quizás podamos hacerles una visita y eso —propuso Adam, curioso. Sin embargo poco pudo hacer cuando el antebrazo de Amira tocó el suyo ya no lo soportó más y apartó su brazo moviendo un poco su silla para tener distancia, intentando ser disimulado con ello.

Siguió al chico bajito hacia el interior, donde se fijó más en él y en el lagarto que tenían como compañero. No se parecía demasiado a Setenta y Siete, por lo que Amira no se sintió demasiado tensa a su lado. Sere empezó a ir a por las sillas, lo que dio pie a una breve explicación sobre su mundo. ¿Cómo podían ser tan cabrones de esclavizar una raza entera? Amira frunció el ceño sin poder evitarlo, mientras hacía un esfuerzo consciente en no dejarse llevar por la rabia que le provocaba aquello. Era tan horrible…

La francesa se sentó cerca de Adam, sin siquiera darse cuenta de que estaba tal vez demasiado cerca. Estaba ocupada atendiendo a la conversación y mirando a los macialeros que no estaba siendo consciente de que incomodaba al ruso.
—Muchas gracias —dijo a Sere al coger una de las galletas, que no tardó en probar —. ¡Esta buenísima!
Miró con curiosidad a Jara mientras hacía levitar los folios. Sabía que era la mejor con la magia porque se lo habían dicho el día anterior, pero aún así le sorprendía. ¿Le costaría más levantar cosas por ser más pequeña? Sería demasiado maleducado hacerlo, así que no lo haría.

También había mencionado a los otros chicos, los de Sendar, por quienes cada vez sentía más curiosidad. Parecían majos, así que estará bien hacerles una visita. Adam parecía tener su misma opinión, por lo que asintió ante sus palabras.
Fue entonces cuando notó a Adam apartarse y mover su silla, cosa que no le pasaba desapercibida debido a su cercanía.
—Perdón—le susurró, alejando ella misma su silla. Podía explicar más adelante que no se había dado cuenta y que no sabía que le estaba agobiando, pero consideró que no era el momento ni el lugar hacerlo delante de todos. «¿Desde cuándo llevo tan cerca de él?», se preguntó, algo nerviosa. No había sido consciente en ningún momento de habérsele acercado tanto, y no había estado bien invadir su espacio personal de aquella forma.