El Río

Archime intentó mantener un ritmo medio caminando, de tal modo que no retrasase demasiado al grupo pero sin que llegase a resultarle un esfuerzo excesivo. Esta vez tomaron una dirección diferente y el paraje que se abrió ante ellos también difería en buena medida de las laberínticas callejuelas que habían recorrido en las anteriores ocasiones. Aquella zona estaba más despejada de ruinosos edificios y ello hizo que la mirada del biomecánico se alzase hacia cielo abierto al tener una panorámica más amplia de él en esta ocasión. Todavía le impresionaba considerablemente no encontrarse bajo tierra y no soportó más que unos segundos mirando hacia arriba, comenzando a notar cierta sensación de mareo. A pesar de ello, de vez en cuando no podía evitar echar un vistazo rápido a la atmósfera que se abría sobre ellos impunemente y que le atraía al tiempo que le producía cierto nerviosismo. El irrense se quedó inevitablemente atrás cuando sus compañeros comenzaron a apretar el paso y trató de aumentar su ritmo en consecuencia, provocando que alcanzase a los demás medio jadeante.

Un río, no cabía duda alguna. El programador no tardó en hacer una foto tratando de abarcar lo máximo posible el cauce del mismo, ya que tampoco había estado cerca en ninguna ocasión de una corriente de agua natural y mucho menos de un río.
Observó con curiosidad analítica como Lara 37 introducía una mano en el agua y emitía un juicio acerca de su sabor. El ingeniero no había estado atento cuando la propia ordesa afirmó que su especie contaba con papilas gustativas en aquella zona, pero tras haberla visto realizar esa acción varias veces, para Archime se había convertido en una hipótesis muy plausible. Seguramente no preguntaría a menos que alguna de las acciones de la madre se contradijesen con aquella deducción. Inevitablemente se vio inmerso en el interior de su mente, tratando de discernir el por qué de una característica tan inusual y, al menos sin profundizar, poco útil para la evolución y el desarrollo de la especie. Se estaba preguntando si tal vez podían distinguir sustancias potencialmente venenosas para su organismo con las manos antes de ingerirlas cuando la conversación que se estaba manteniendo logró captar su atención y abandonó su vertiginoso tren de pensamientos con un leve respingo.

—Diría que las aguas residuales deben discurrir bajo tierra en esta ciudad. Aunque reconozco que no logro comprender el por qué estas aguas presentan un aparente elevado nivel de residuos, resulta contradictorio con el primitivo período en el que parece encontrarse este mundo —explicó sin mirar a nadie mientras hacía fotos de cerca del río—. Me pregunto si es posible que existan residuos mágicos... Tal vez Taro conozca la respuesta.
Las últimas frases las enunció prácticamente para sí mismo mientras sus ojos permanecían fijos en las turbias aguas.