Torreón Maciel (Archivo IV)

Recuerdo del primer mensaje :

El paseo terminó frente a un edificio de piedra azulada. En el pasado debía de haber tenido cuatro plantas, pero ahora, el edificio estaba coronado por el esqueleto de algún animal marino. El idrino se quedo mirando la estructura, bastante asombrado. Su mirada se posó en una de las cadenas rotas del puente levadizo, y supuso que si hacían de aquel lugar su refugio, habría que arreglarla de alguna manera. El norteño comprobó la estabilidad del puente, y lo atravesó a paso rápido, llegando hasta las puertas, que para su sorpresa, estaban entreabiertas.

Saren entró en el edificio el primero, y mientras recorría el corredor que daba a la planta baja observando las pintadas de los muros en silencio, sus compañeros entraron detrás de él, cerrando las puertas cuando el último miembro del grupo estuvo dentro. El idrino se encontró en una gran estancia que, debido al aire enrarecido y por la capa de polvo intacta, debía de llevar abandonada varias semanas. Una mesa grande, unas cuantas sillas, y varios sillones bastante raídos, eran el principal mobiliario de aquella planta. A un lado de la estancia había una cocina, con una pequeña encimera, un horno de leña, y varios fogones de hierro, ademas de unos armarios de madera, que supuso llenos de algunos cacharros y bastantes telarañas.

Saren dejo la cesta que llevaba en la encimera, y se encaminó a las escaleras, dispuesto a ver que había arriba. No tardó en recorrer las dos plantas superiores, bajando para informar que en la segunda había una especie de estudio con estanterías vacías y un cuarto con barreños de latón para asearse; y que en la tercera había varios cuartos comunales con unas cuantas camas de aspecto cochambroso. No había subido al piso ocupado por el gran esqueleto, pero informo de que había oído algún que otro aleteo a través del techo de la tercera planta. Había baúles y armarios en as habitaciones, pero no había mirado dentro. Un patio de suelo empedrado, en cuyo centro se alzaba la estatua de un pájaro negro con un gran reloj bastante raro a sus pies, completaba el edificio. En él, había un pozo y al fondo, varios retretes.

-Bueno, yo tengo bastante hambre, así que si adecentáis un poco esa mesa -dijo señalándola, tras informar de sus descubrimientos-, yo me pondré con la cena.

El norteño se acercó a la cocina y busco algo para encender la cocina. Encontró una pila bastante escueta, pero suficiente por el momento, de leños polvorientos, que cogió y colocó en el hueco de piedra bajo los fogones. El norteño sacó un poco de yesca, con la que prendió la madera, paradespués cerrar la pequeña puerta de hierro que protegía el fuego. Mientras la cocina se calentaba, Saren procedió a buscar varios cacharros adecuados para cocinar, y unos cuantos platos y cubiertos que dejo a mano para aquel que pusiera la mesa. Les quitó el polvo, y salió al patio a por un poco de agua.

Saren se quitó los mitones y los guardó en uno de los bolsillos del abrigo, que colgó de un gancho en la pared, para cocinar mas cómodo. Se lavó las manos con un poco del agua que había traído y se arremangó la camisola oscura. Sacó algo de carne cruda y unas verduras de las cestas, y lo limpió todo con el agua del pozo que le quedaba, mientras ponía a calentar un par de cacerolas con un poco de la propia grasilla de la carne, esperando que se derritiera. Cuando tuvo los ingredientes listos, preparó un salteado con las verduras, mientras la carne se tostaba en dados con unas pocas hojas rojizas que había encontrado en la cesta. Apartó las cacerolas del fuego, antes de que la verdura se pasara y la carne se hiciera por el centro, y preparo esta última en una bandeja, para meter el recipiente en la pequeña cavidad al lado del fuego que hacia las veces de horno.

Unos minutos después saco la carne del horno y la puso junto con las verduras en una gran fuente, mientras un sabroso olor se extendía por el edificio. El exterior de la carne estaba algo mas churruscante por el asado. En bastante poco tiempo, Saren, haciendo gala de su talento para la cocina, había preparado un plato delicioso con un aroma casero, que algunos de sus compañeros desconocían, y que venía perfecto para reponer fuerzas. Unas piezas de fruta completaban el menú.

-La cena esta lista-anunció con una sonrisa, siempre le había gustado comer bien.

Fue bastante curioso que de estar prácticamente solo limpiando, aparecieran todos como si hubiesen sido invocados, eso o ahí todo el mundo tenía ciertos horarios de sueño. D.L siguió en lo suyo limpiando y poniéndose perdido de polvo, mugre y telas de araña, estornudando en varias ocasiones cuando sacudía algún mueble medio roído por alguna que otra rata. No dijo nada cuando Saren apareció y se puso a limpiar, al menos no iba hacer todo él, ni tampoco dijo nada cuando apareció Shizel dispuesto también a ponerse a ello. “A este paso y todos por la labor, terminaremos pronto” pensó D.L mientras salía fuera por otro cubo de agua, para seguir con la limpieza de la sala, dándose cuenta que había aparecido por allí también Wintel y Aleksei, el cual había quitado su puesto de la limpieza a Shizel que había desaparecido en alguna parte. Limpiando la sala a conciencia, finalmente llego el dormilón y lejos de ponerse a limpiar se puso a destrozar una mesa, así de buenas a primeras.

-No tengo claro que haces, pero procura no ensuciar mas- dijo D.L fregando y librándose de las toneladas de polvo y telarañas que parecían invadir el torreón, abriendo un poco más el portón para poder sacar toda la suciedad fuera. Tan entretenido estaba con la limpieza que tardo en percatarse que tanto R.R como Shizel, estaban hablando sobre salir, recordándole lo del mapa- Creo que tengo algo que puede ayudarnos…mirad, lo encontré cuando me desperté…- comento D.L sacando del bolsillo trasero de su pantalón el mapa- Es un trozo de mapa, nos indica el camino para poder llegar a la Biblioteca de la ciudad…- añadí acercándome a estos y mostrándoselo- Deberíamos ir a ver que encontramos, puede que consigamos información valiosa de la ciudad…o sobre las cosas que habitan aquí– añadió no sin cierto entusiasmo, era alguien que le gustaba aprender cosas nuevas y era endiabladamente curioso- Podríamos planear una expedición o algo así, que algunos vayamos y otros se queden cuidando del torreón, no creo que sea seguro el dejarlo solo sin vigilancia…no se que opináis al respecto, pero yo al menos si quiero ir a ver -respondió D.L observándoles curiosamente, y dándose cuenta de la cantidad mortal de mierda que tenia encima añadió-Pensadlo, mientras tanto…voy a quitarme todo esto de encima…- añadió saliendo del torreón hacia donde estaba el pozo cogiendo un trapo limpio que había, sacando otro cubo de agua limpia dejando el mapa a buen recaudo, junto con la katana enfundada y sus cuchillos, para que no se mojaran. Tras eso se hecho el agua fría directamente encima, hasta que tuviera luego tiempo de bañarse mas concienzudamente serviría por el momento. Chorreando prácticamente volvió adentro, aunque quedándose en la entrada para no mojar el suelo, revolviéndose el pelo con las manos- Entonces que decís, ¿hacemos la expedición? – pregunto curioso mientras se deshacía del exceso de agua en su cabello y ropa.

Dando por finalizada la limpieza del piso de abajo, Saren prestó atención a su alrededor, fijandose en RR, que acababa de bajar, en Shiz y en DL, que observaban un mapa. El norteño se acercó, sacudiéndose el polvo de la camisa, y echó un vistazo al pedazo de papel, que parecía marcar el camino hasta una biblioteca. Escuchó las palabras del peliblanco, y decidió apuntarse, la curiosidad le podía.

-Yo también voy -dijo-, esperad un minuto -pidió, encaminándose hacia el sótano.

El idrino bajó las escaleras de dos en dos, entrando en la armería a la carrera. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra de la estancia, el norteño recorrió la exposición de armas con mirada critica, tratando de decidirse por una que le viniera bien. Un par de cimitarras de acero, de apenas un metro cada una, llamaron su atención. Tenían el mango forrado de cuero negro, algo desgastado por el uso, y las hojas tenían varios arañazos, pero no estaban del todo desafiladas. Saren las cogió con cuidado, sopesándolas y comprobando que se ajustaban bien a su mano. No podía decirse que el chico supiera manejarlas, pero tenía una ligera idea, aunque tendría que entrenar como un descosido, eso no lo dudaba. Las enfundó en unas vainas negras enganchadas a un cinturón del mismo material, y se las ajustó a la cintura. Completó su armamento con un par de dagas largas que guardó en las botas, y con un cuchillo grande que enfundo a su espalda, en una especie de arnés.

El norteño volvió a subir, sacudiéndose el polvo sobrante de la ropa con energía, y pasó junto a un DL empapado, buscando el pozo. Sacó un cubo de agua y se lavó manos y cara, limpiando la piel expuesta a la polvareda que había levantado durante la limpieza. Saren dio un trago de agua fresca y entró de nuevo, revolviéndose el pelo mojado con las manos. Cogió su abrigo del gancho donde lo había colgado mientras limpiaba y se lo puso, sacando los mitones del bolsillo y ajustándolos a las manos. Siguiendo el ejemplo de RR, Saren se acercó a las cestas de comida, envolviendo un poco de pan, unos frutos secos y un par de piezas de fruta en un trapo, guardándolo a su vez en uno de los bolsillos del abrigo.

-Listo -anunció, hurgando con los dedos en sus bolsillos.

RR no cesó su labor mientras le hablaban, y les contestó en tono neutro sin levantar la vista del mueble, absorto.

-He estado estudiando este material mientras dormía. Arde, es relativamente sólido y se puede tallar con facilidad. Puede venirnos muy bien para construir trampas o hacer algún apaño. Por otra parte, los clavos también pueden ser muy útiles. Actualmente tengo un par de ideas para ambas cosas. Además, tenemos más mesas. No encontré problemas para prescindir de una y poseer materias primas. Pensad en las trampas que se pueden hacer con esto…

Parecía demasiado ocupado cómo para ponerse borde o sarcástico con sus compañeros, pensativo. El trabajo manual distraía a RR y le permitía recapacitar tranquilamente. Su ostracismo mental se rompió sólo al escuchar la referencia al mapa de DL. Se levantó, guardó los clavos en su respectiva cajita y se acercó para verlo.

-Sugiero que lo copiemos. Tengo algo de papel y bolígrafos. No me parece adecuado tener nuestra única referencia a la ciudad en tan mal estado. Cuando volvamos intentaré hacer un apaño. Y por otra parte… se me ocurre que a lo mejor deberíamos cerciorarnos primero de que los suministros de comida son regulares y después ir a explorar… Si lo veis conveniente, claro está.

Mientras se decidían, bajó de nuevo al sótano, iluminado por una antorcha. Cierto era que llevaba una buena colección de dagas y una ballesta. Pero nadie sabía de las primeras y debía guardar las apariencias. No podía, aun así, agarrar un mandoble por las buenas, dado que su capacidad de carga, aunque elevada, era preciada para él y prefería llevar algo poco aparatoso y que ocupase poco espacio.

Por ello eligió un cuchillo de combate, de un solo filo y de aspecto amenazador, que iba provisto de una guardia que rodeaba los dedos del portador y los reforzaba para facilitar el puñetazo. De haber estado en La Tierra, aquello sería un cuchillo de trinchera de filo más ancho de lo habitual. Seguidamente, volvió a su habitación y tomó una manta, que se echó al hombro sin mucho cuidado.

Con él en la funda del cinturón, volvió a la estancia principal, con la ballesta y la manta al hombro.

-¿Vamos?

Y, sin esperar respuesta, atravesó la puerta del torreón y se introdujo en la ciudad, cargando su arma.


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-Estar informados nunca hace daño- dijo Shizel cuando oyó lo que DL tenía que decir. Captó la curiosidad soterrada bajo las palabras del foner, y tuvo que admitir que sentía algo bastante parecido. Aunque no había ninguna garantía de que la susodicha Biblioteca estuviera abierta, gustosamente le pondría las manos encima a cualquier escrito que saliese de ella.
El idrino alzó las cejas impresionado ante la respuesta de RR, curiosamente falta de cualquier indirecta directa de las suyas, y tomó nota mental de interrumpirle lo menos posible cuando estuviera manufacturando cosas útiles.
Los otros buscaron sus armas, y mientras tanto Shizel rapiñó algo de comer de la cesta. Sólo cuando ya hubo terminado se acordó de que puede que las bañeras no pasasen todos los días, e hizo gala de sus mejores dotes de cara dura para evitar que nadie se diese cuenta.
Salió en pos de RR, no sin antes quitarse la mugre de encima en el pozo del patio.

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Al ver cómo tanto R.R como Shizel se ponían en marcha dispuestos a ir a la biblioteca tras que el primero hablara sobre hacer trampas con la mes ay bajara a la armería, definitivamente todos eran unos curiosos, dejo las cosas de la limpieza pensando en que no debería de tardar mucho en llegar a la biblioteca, según el mapa no quedaba excesivamente lejos…pero claro…no quedar lejos en esa ciudad podía ser mortal. No muy seguro de cuanto tardarían se dirigió a la cocina cogiendo una bolsita algo en mal estado pero que serviría, guardando un par de piezas de fruta y un trozo de pan en su interior guardándoselo en un bolsillo de la chaqueta que se había vuelto a poner ya que estaba seca, regresando al pozo para tomar un buen trago de agua y volviendo con los otros dos.

-Oh, bueno al menos es de día…-comento para sí mismo, observando atentamente el mapa y poniendo su katana y cuchillos en el cinturón de nuevo, siguiendo a los otros dos, al paso que iban terminarían yendo todo y el torreón se quedaría sin vigilancia, pero ya para que repetirlo, lo importante ahora era llegar a la Biblioteca de una pieza y con suerte sin encontrarse nada peligroso en el camino.


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Saren espero a que todos estuvieran listos apoyado en uno de los sillones, escuchando lo que RR comentaba acerca de la mesa. Al parecer, pensaba fabricar algún tipo trampa con aquellos materiales. A Saren le pasaban por la cabeza muchas ideas acerca de aquello, pero ya en otro momento se las comentaría al pelirrojo.

El norteño siguió a DL cuando este salió por la puerta, apretando el paso para no quedarse atrás, se había ensimismado mientras ideaba distintos mecanismos para trampas y por poco se habían ido sin él. Se puso a la altura del resto silbando por lo bajo, tratando de imaginar que encontrarían en la biblioteca de una ciudad derruida.

Continua en el Barrio de los Callejones sin Salida.

Gritos, sangre, violencia, miedo, oscuridad. Todo eso estaba reviviendo Timmy en sus sueños. A menudo le pasaba. No podia evitar evocar sueños tenebrosos de situaciones que, si bien parecían totalmente reales, nunca recordaba haber vivido anteriormente. Con el tiempo esos sueños se habían hecho más frecuentes, y eso había acabado por afectarle psicologicamente. Se despertaba como si no hubiera dormido, con el cuerpo lleno de sudor y con una sensación de verdadero pánico. No lo soportaba, nunca lo había hecho. Y hoy, como es natural, tampoco le había hecho gracia.

Se despertó apoyado en la mesa de la sala principal del torreón, empapado en sudor frío y con el corazón latiendo a toda velocidad. Ya era de día, por lo que parecía que, pese a no haber descansado en absoluto, había pasado bastante tiempo durmiendo. Trató de incorporarse, pero sufría de un dolor de cabeza atroz, como siempre solía ocurrirle tras sufrir una noche entera de pesadillas constantes. Se apoyó sobre el respaldo de la silla y trató de despejarse. Lo primero que le llamó la atención fue encontrarse la habitación totalmente limpia. Una imagen muy distinta de como la había visto unas horas antes durante la cena. Los chicos debían haberse pasado un buen rato limpiando mientras el dormía. Se lamentó por no haber echado una mano y se prometió a sí mismo que la próxima vez ayudaría tanto como le permitiese su débil cuerpo.

Cuando se hubo despejado un poco, se levantó despacio de la silla y se apoyó contra una pared. Decidió que en ese estado no podría hacer mucho, así que optó por salir al patio en busca del pozo, a fin de refrescarse un poco simplemente lavandose la cara.
Se encaminó hacia allí y se dispuso a sacar un cubo de agua. Antes de lavarse, se quedó mirando su reflejo en el agua, como ya hiciera en las mazmorras. La visión que tuvo le espantó. La otra vez aquel monstruo de su interior se situó tras él. Ahora, él era el monstruo. Un monstruo bizarro, de sonrisa desfigurada y cosida, demente, malvado, asesino. Cerró con fuerza los ojos y, cogiendo agua con las manos, se lavó fuertemente la cara. Tras hacerlo volvió a mirar su reflejo y, para sus sorpresa, solo vio al joven pelirrojo que siempre habia recordado ser.

Cuando volvió a la sala principal oyó que el resto estaba hablando de un mapa que habían encontrado, el cual indicaba la ruta a seguir hasta una biblioteca. Como el resto decidió ir, el optó por seguir al grupo. Aún se sentía inferior al resto al ser el más pequeño, y le costaba tener opinion propia sobre cualquier tema que el grupo tratara. Así que, por ahora, se limitaba a dejarse llevar.

Así pues, se puso en marcha junto al resto.



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La limpieza del recibidor fue bastante dura, al final D.L dijo algo de un mapa y de expediciones entonces todos se aligeraron en terminar para marchar, sobre todo el que más impaciente parecía era el pelirrojo.


Los pieles plateadas bajaron por unas escaleras y subieron armados, ahora casi todos estaban armados y tenían una imagen incluso más imponente que antes. Luego no tardaron en marcharse los pieles plateadas, el peliblanco, el pelirrojo y el pequeño piel rosada. No los seguí pues solo seria una carga...seria mas util en el torreón.


Me quedo a solas con otro Piel rosada, con el que aun no había tenido la oportunidad de hablar.


La curiosidad me puede y termino bajando a la planta inferior y me encuentro una sala repleta de armas, armas de todas clases conocidas y desconocidas a montones sobre el suelo, colgadas en las paredes, incluso algunas aun agarradas por esqueléticas manos de sus antiguos dueños.


Si quería empezar a ser fuerte lo primero que necesitaría era un arma. Probé varias, algunas demasiado pesadas para mi estatura, algunas con usos incomprensibles para mí… hasta que encontré una con la que si estaba algo más familiarizado, una lanza un simple bastón de madera terminado con una hoja afilada de metal puntiaguda en un extremo y un contrapeso en el otro. La lanza era de alta como yo y parecía que había pasado bien los estragos del tiempo.


Después de encontrar el arma volví al recibidor donde seguía aquel piel rosada ordenando el lugar. Decidí subir mi nueva adquisición a la habitación .En cuanto llegue al piso superior no puede evitar sentir el cambio drástico de lo limpio con lo ruinoso así que deje la lanza a buen recaudo en la habitación en la que pase la noche, volví a bajar a por utensilios de limpieza y subí para comenzar a limpiar las habitaciones.


Después de varias horas, casi había terminado de recoger y limpiar todas las habitaciones, aun así no todo estaba limpio, era imposible eliminar el polvo del todo seria como quitarle la uña a un dedo.


Estaba agotado y sucio no puede evitar quedarme dormido sobre la mesita de noche cerca de la ventana de mi habitación mientras miraba desafiante la ruinosa ciudad.

Saren y Shizel entraron a todo correr en el interior del torreón, con el foner a cuestas y el resto del grupo cubriéndoles la retirada. El idrino dejó que Saren depositara al herido encima de uno de los sofás y se apresuró a seguir las instrucciones que el norteño le había dado de camino allí.
Entre los dos movieron la maltrecha mesa al centro de la habitación. Ya le habían meneado demasiado de camino al torreón y moverle escaleras arriba sólo sería un riesgo extra. Shizel sólo esperaba que a ninguna simpática criaturilla alada de las que hacían sus nidos en el piso superior se le ocurriera bajar a qué venía tanto alboroto. Miró con preocupación el rastro de sangre que habían ido dejando mientras corrían en dirección a Maciel, pero ahora mismo no tenían tiempo de molestarse en limpiar sus huellas.
Volvió a todo correr a la cocina, rebuscando frenéticamente entre los cajones en busca de todos los trapos y cazuelas que pudo encontrar, tal y como Saren le había pedido.
-¡Los de arriba!- gritó en dirección a las escaleras. Deslizó el ramalazo justo de petulancia en su voz, la autoridad de aquel al que en toda su vida jamás le habían cuestionado ninguna de las pocas órdenes directas que había dado-. ¡Bajad e id calentando agua, tenemos a un herido aquí! ¡Os quiero moviendo el culo de aquí al pozo!
Dando por supuesto que bajarían escopeteados volvió al patio a llenar él mismo un par de ollas con agua del pozo. Él no sabía nada de amputaciones, ni de tratar heridas: no más de lo que había leído en libros. El que Saren, más joven que él, sin embargo supiese los pasos que había que seguir; y el que él mismo no fuese capaz de hacer nada más que pasarle los trastos que necesitase le llenaba de una rabia extraña que no estaba acostumbrado a sentir: frustración.
-Haz lo que tengas que hacer, yo le sujeto- dijo tratando de encubrirlo: si hacía algo, lo que fuese, no se sentiría tan inútil.

El viaje de vuelta al torreón no había sido precisamente un paseo agradable. Tras pasar por la maldita cicatriz llena de huesos, la visión que les esperaba era mucho peor. Cerca del río había encontrado el cuerpo mutilado de uno de los cosechados, el cual pese a estar aun vivo, estaba realmente malherido. Pero lo peor habia sido descubrir a los carroñeros que había a su alrededor. Timmy estaba aterrado. Aquellas criaturas eran amenazadoras, de eso no había duda. Cuando el pelirrojo habló de distraerlas para rescatar al joven inconsciente, a Timmy se le heló la sangre. La cabeza le dolía, como siempre que se encontraba en situaciones difíciles como esa, y el corazón parecía que iba a salirsele por la boca. No obstante, pese a estar a punto de echarse a llorar, se encaminó a echar una mano al resto. Pero cuando vio que al joven del suelo le faltaba una pierna entera se quedó totalmente paralizado y empezó a hiperventilar. Eso era demasiado. Tanta sangre le superaba.
En ese momento de flaqueza, uno de los carroñeros se avalanzó a por él. Timmy tardó algo más de lo normal en reaccionar, y cuando le vio tan cerca de él se cayó de espaldas al suelo y empezó a gritar. Justo antes de que aquel ser le alcanzara, su expresión cambió del miedo a la furia y, sacando uno de los cuchillos que llevaba encima, asestó un corte superficial a la criatura al tiempo que giraba sobre si mismo, lo que le dio el tiempo justo para empezar a correr en dirección al torreón.
-Maldito crio, conseguirá que nos maten-Dijo apretando los dientes mientras corría.

Tras una buena carrera llegaron al torreón. Saren y Shizel fueron los primeros en entrar, cargando con el joven. Lo tumbaron sobre un sofá y se dispusieron a intentar curarle la herida.
Timmy había pasado ahora de la furia a la excitación. No apartaba la vista de la herida, como si le fascinase. De hecho, visto desde cierto ángulo, casi parecía que sonreía. Aun así había algo inquieto en su semblante. Estaba nervioso, muy nervioso. Parecía a punto de perder la consciencia.
-No es que me moleste el espectáculo, pero... si lo que queréis es salvarle la vida antes de que se desangre, más os vale apretarle bien el torniquete. Y luego, fuego. Mucho fuego.-Dijo con la respiración entrecortada, antes de retirarse de la sala y bajar a la armería. Necesitaba estar solo un momento.

Bajó las escaleras y se apoyó contra la pared. Estaba cada vez más alterado. Ya había estado así otras veces, pero nunca le había dado tan fuerte. Las manos le temblaban y no dejaba de sudar. De pronto, movió su mano hasta la tapa del zurrón y comenzó a rebuscar en su interior hasta que agarró un cacho de tela. Tiró de él hasta que asomó ligeramente y pudo verlo. De pronto, sus ojos si que mostraron verdadero terror. Tragó saliva e intentó apartar la mirada, pero parecía hipnotizado.
-No, no debo. No lo... necesito. Aún no, debo... contenerlo. Debo hacer que se calme. Si no... lo destruirá todo.-Balbuceó cada vez más histérico.

Dejó de sostener el trozo de tela, con lo que volvió a precipitarse al fondo del zurrón. El dolor de cabeza había aumentado hasta limites inhumanos. Entonces perdió definitivamente el conocimiento. Se desplomó contra el suelo y se quedó profundamente dormido.

De camino al torreón Saren le había contado a Shiz lo que tendrían que hacer en cuento llegaran. Una vez en lugar seguro, todos empezaron a moverse, colocando la mesa en el centro de la habitación y colocando al herido encima. Mientras unos iban a por agua al pozo, y otros buscaban trapos limpios Saren encendió el fuego de la cocina, poniendo varias cazuelas con agua a hervir, unas con trapos para limpiarlos, otra con cuchillos para desinfectarlos, y el resto con agua a secas.

El norteño se quito el abrigo y la camisa para no mancharse la ropa de sangre, dejando el torso al aire. Se acercó al foner inconsciente, y observo la herida minuciosamente, con mirada seria, asegurándose de que el torniquete que tenia no estuviera flojo. La pierna había sido arrancada, la carne estaba desgarrada y el hueso estaba astillado. Antes de cerrar la herida había que solucionar eso, pero detener la hemorragia era prioritario.

Saren no era escrupuloso, había visto varias amputaciones por miembros congelados, y no tuvo problema en hurgar con los dedos en la herida tras lavarse las manos. Había arenilla suciedad pegados a los músculos, y si no limpiaban se infectaría. El idrino pidió un cazuela con agua caliente y unos trapos, y cuando se la acercaron, empezó a limpiar la herida con cuidado de no aumentar la hemorragia. El olor a hierro oxidado de la sangre inundaba flotaba alrededor del idrino, pero este estaba demasiado concentrado como para prestar atención. Cuando el cuchillo grande que habia encontrado en la armería estuvo desinfectado, puso la hoja sobre el fuego, esperando a que el metal se calentara.

Antes de continuar, el norteño limpio un poco la mesa, poniendo un trapo limpio bajo la pierna desgarrada del peliblanco, bajo la mesa había un charco de agua rojiza. Saren cojió su cuchillo, cuya hoja estaba incandescente y se preparo, respirando hondo para no desviar la hoja. RR y Shiz sujetaba con fuerza al foner malherido, y el norteño, después de asegurar el muñon del peliblanco y apretar el torniquete con fuerza, aplico el cuchillo sobre la carne sangrante.

El chisporroteo se oyó con claridad en toda la estancia, acompañado de un fuerte siseo, mientras un penetrante olor a carne chamuscada inundaba la nariz del idrino. El metal candente detuvo la hemorragia, cauterizando las arterias, tras lo cual Saren dejo su cuchillo de nuevo en el cubo de agua con la nariz arrugada.

-Aunque parezca mentira no tenemos barbacoa para cenar -anunció el norteño, haciendo gala de un irónico humor negro mientras comprobaba la agudeza de las astillas de hueso con la punta del dedo-. Te toca, camarada -dijo dirigiéndose a RR-, haz gala de tus dotes de sastre -bromeo de nuevo, recordando la aguja y el hilo que el pelirrojo guardaba en uno de sus bolsillas-. Pero primero habrá que serrar esas puntas -dijo, tendiéndole el resto de cuchillos al foner y ocupando su lugar sujetando al peliblanco.

La piel plateada del torso de Saren estaba salpicada de sangre, pero el idrino no le dio importancia mientras sujetaba al cojo contra la mesa. La forma que tenia el chico de enfrentar aquello era bromeando, si no todo aquello le habría superado, desde que habían llegado a la ciudad habían ido de problema en problema. El rostro de Saren era una mascara de seriedad.

RR trabajó a toda velocidad. Había prisa. Se remangó, y se quitó los mitones, metiéndolos en los bolsillos exteriores. Después, fue a la armería y cogió unos cuantos cuchillos de extraño diseño que había visto anteriormente. Con sus puñales no bastaba. Los dejó en un cubo de agua hirviendo a la espera de que se esterilizaran, junto con su aguja y el hilo, mientras él mismo se limpiaba a conciencia las manos. Si no tenía cuidado, la cosa podía torcerse.

Cuando de nuevo estuvo ante la herida, tenía dispuestos ante él un par de cuchillos y el hilo preparado. Deseó con todas sus fuerzas un chute tranquilizante, pero tendría que esperar. Si se despertaba, el chaval lo necesitaría mucho más que él.

Tomó el más afilado, largo y liso y lo sopesó en la mano antes de comenzar la operación. Cuando estuvo seguro, se puso a cortar rápida y cuidadosamente. El hecho de que el hueso estuviera bien a la vista facilitó el trabajo, con lo que simplemente tuvo que cortar en dos rebanadas el músculo del muchacho, separando la carne del hueso. El filo avanzó rápidamente por entre el músculo, seccionando limpiamente las fibras de la pierna, cómo quien corta un filete muy tierno.

Antes de que la sangre anegara la herida y fuera imposible continuar, RR tomó el otro cuchillo, más semejante a una sierra que a otra cosa. Un arma terrible si se usaba para fines ofensivos, pensó durante unos instantes. Pero ahora no había tiempo para distraerse, con lo que procedió tan rápido cómo pudo.

El hueso estaba astillado y muy dañado, y si no reducían su longitud y eliminaban la parte rota, no podría continuar. Con todo el cuidado que pudo reunir para no dañar nada que no debiera, serró con su herramienta la vara ósea todo lo verticalmente que pudo con la esperanza de no causar más roturas innecesarias. El desagradable ruido que producía su tarea le dio dentera, consciente de qué estaba cercenando.

Cuando acabó, se apresuró a limpiar la herida y proseguir con la operación. Tomó hilo y aguja y, esmerándose en ser veloz y preciso, unió los dos labios que había dibujado en el miembro mutilado con su cuchillo alrededor del hueso cortado, cerrando la herida.

Tras los angustiosos segundos rematados por el punto y final de la herida cerrada, se echó sobre una silla, rendido por la tensión y por el cansancio, decidido a tomar un respiro durante unos segundos.

Se lavó las manos con tranquilidad y, cuando las tuvo secas de agua y sangre, se sacó un poco de papel y algo del hongo verde que traía consigo, liándose un cigarro. Cuando estaba a punto de machacarlo para fabricárselo, cayó en la cuenta. Si el muchacho se despertaba, necesitaría tranquilizantes, y aquel hongo que tenía en la mano era lo más parecido que tenían. Frunció el ceño, algo cabreado.

-Menudo pedacito de mierda.- comentó mosqueado.

Volvió al salón, dónde todos parecían reunidos, y dejó la seta sobre la mesa.

-Si se despierta quejándose, cortad una rodaja y dársela en infusión. Y por lo que más queráis, racionarla. No tengo más de estas.

Había corrido durante un buen tramo con unas bestias muy mosqueadas y con dientes peligrosamente afilados para salvar a aquel cabroncete. Más les valía que aquello hubiera valido la pena.

Y sin pensar en mucho más, tomó la ballesta y subió a su habitación, cargando con su ballesta y sus cosas. Había sido un día largo…

Karime avanzó por las calles alerta, vigilando al grupo que perseguía y procurando que ellos no les vieran. Cuando el grupo se metió corriendo en un torreón, K se agazapó en una esquina mientras gesticulaba para que Ariv la imitara. “¿Será su refugio?” se preguntó observando el torreón.

- Vamos a esperar un rato, por si acaso.- le susurró a su compañera.- Si dentro de 5 minutos no ha pasado nada, entramos.

Aunque ni siquiera a K la precaución le pareció necesaria, el grupo estaría en esos momentos intentado salvar a su compañero cojo, una intromisión por su parte solo crearía confusión. “Esperaremos un poco más.” Se dijo cuando pasaron los cinco minutos nombrados, en los cuales habían avanzado hasta la puerta, todavía agachadas. Todavía era pronto.

Cuando los ruidos en el interior del torreón se silenciaron un poco, K pensó que sería el momento justo para entrar y, al oler la carne cocinada, se relajó.

- Vamos, nos han preparado costillas a la brasa como bienvenida.- le incitó a su compañera con una sonrisa.

K, ni corta ni perezosa, se plantó en la puerta y dio unos sonoros golpes, manteniendo sus dos barras de hierro bajo el brazo, para no parecer más amenazante de lo que ya parecía con su maquillaje corrido.

- ¡Hola, gente del interior! Somos K y Ariv de… eso no importa. ¡Venimos a la barbacoa, traemos salsa!- gritó al interior. Al ver que no había respuesta siguió, esta vez, en serio.- ¡Buscamos a la que este al mando o a las que estén al mando en el caso de que sea más de una! ¿Nos permitís la entrada?

Ariv siguió a Karime por la ciudad, cada vez con más curiosidad. Tenía tantas ganas de saber más cosas de los muchachos que habían encontrado en el río… Sin embargo, no hizo nada que la delatara. Estaba impaciente, pero eso no significaba que fuera a estropearlo todo. Había una cosa que quería conseguir y, si para ello debía permanecer en silencio, así lo haría.
Después de recorrer algunas calles, ambas terminaron en un torreón. Los otros chicos se metieron dentro con rapidez, seguramente para atender al que había resultado herido. Ariv quería seguirlos. Aquel lugar parecía seguro, dentro de lo que cabe, y tenía la sensación de que iba a encontrarse bien allí. Sin embargo, Karime le dijo que esperasen. Quiso protestar, aunque decidió callarse. No quería discutir con su compañera y, al fin y al cabo, le había explicado que, si no sucedía nada, se acercarían en muy poco tiempo. Así que se resignó. ¿Qué eran cinco minutos?
Poco a poco, ambas fueron aproximándose a la puerta del torreón. Ariv no sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero la espera cada vez se le hacía más larga. Frunció el ceño. Iba a preguntarle a Karime qué hacer a continuación cuando ésta, sonriente, le anunció que ya era hora de entrar. Ariv, contenta, le devolvió la sonrisa. Aunque apenas llevaban un par de días juntas, le tenía mucho aprecio. Había sido su primera amiga en aquella ciudad de pesadilla.
Cuando Karime empezó a gritar, no pudo evitar echarse a reír. Las palabras de la chica le hacían gracia. Poco después, también ella se unió a sus gritos.
- ¡Sí! ¡Dejadnos pasar, por favor! – exclamó.
Y aguardó, expectante, a que los habitantes del torreón les hicieran caso.

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Petición inesperada.

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La sensación de haber hecho algo útil llenaba de satisfacción mi seño. Un jaleo me despierta.


<< ¿ Ya han llegado ? cuanto llevare dormido… >>


Me estiro y bostezo mientras me dirijo a la planta inferior a recibir a mis compañeros. Antes de llegar a las escaleras me encuentro a el piel plateada Saren de frente cargando con dos cubos de agua, me pareció admirable el simple hecho de que no derramara ni una gota de agua en el suelo.


“Bienvenido Saren-dije frotándome un ojo y con voz de dormido- ¿hace mucho que…-me voy apagando lentamente en cuanto veo las manchas de sangre en sus abrigos- ¿ que ha pasado ?”


Saren me dice en tono tranquilizador que todos están bien pero que tenemos un nuevo compañero que no ha tenido tanta suerte. Saren continúa su camino y yo desciendo a ver a los demás y a ese nuevo compañero.


Al bajar me encuentro al piel rosada que se quedo conmigo en el torreón y a dos individuos más.


“hola-digo mientras busco con la mirada a los demás- ¿Dónde están los demás? Me ha dicho Saren que tenemos un nuevo compañero..- me freno un poco al ver que nunca antes había visto aquellos dos individuos- oh… lo siento… yo soy Wintel, ¿estáis bien?”


Justo cuando me acerco un poco a las nuevas un graznido estremecedor y un revoloteo de plumas inunda la sala, es tal la impresión que me caigo al suelo de culo. Se trataba de una de esas aves, tal como llego se fue dejando solo un reguero de plumas negras como la noche.

Me costaba entender como esas aves me hacían sentir extrañamente bien, tenia admiración por ellas. Lo que mas admiraba de ellas era que vivían en un grupo, que aunque fuese muy numeroso parecían moverse como una sola criatura viviente cuando volaban, parecían como si estuviesen perfectamente organizadas.


Recogí fervientemente todas las plumas que pude recuperar del suelo y me las guarde. No me di cuenta que una de las nuevas empezaba a quejarse por algo del maquillaje.


“¿Maquillaje?-pregunte levantando la vista para mirarle la cara- ¡Vaya! ¿Estas bien? !Tienes toda la cara sucia!”
[b]