Montañas

Era la primera vez que Tayron pisaba las montañas que separaban la ciudad del desierto pero no se dejó intimidar por sus altos picos, todo lo contrario, su lado más aventurero le alentaba y lo mantenía excitado. Había acudido junto con Adru desde la Sede y aunque el trayecto fue largo y algo tedioso sabía que la espera merecería la pena.

—¡Bien, parece que hemos llegado! —esgrimió, comprobando que su voz retumbaba con cierto eco por los alrededores. Se giró hacia la gamusino con expresión triunfante, como si fuera a plantar una bandera con forma de lémur en la tierra de un momento a otro— ¿Estás preparada para esta misión, capitana Adru? —sus ojos amarillos se clavaron en la sinhadre con urgencia y más que preparado para revivir uno de sus mayores hobbies. Después de tanto tiempo... ¡Por fin montaría una puta bici! Aún recordaba la adrenalina que se sentía al pedalear con fuerza cuesta abajo y que el viento cortante le revolviera el pelo.

Cuando Tayron le había explicado lo que era una bici, el gamusino le había pedido con su excesivo entusiasmo habitual que le enseñase cómo utilizar una. El lémur obviamente no disponía del vehículo, pero entre los dos habían conseguido enterarse de que podían alquilar un par de ellas en el Mercado, donde vendían toda clase de cosas y los artefactos provenientes de la Tierra estaban bastante demandados. Gracias a su sueldo como soldado se había podido permitir sin problema alquilar un par de bicis por un día. Había elegido una de color rosa para ella y la tuvo que arrastrar hasta las montañas. Para casi cualquiera podría haber resultado bastante tedioso, pero el edeel estaba tan emocionado como de costumbre y se mantuvo charlando con el lémur todo el camino, haciéndole preguntas sobre las propias bicis u otras cosas.

—¡Ya lo creo, cadete Tayron! —respondió con un saludo militar y una enorme sonrisa—. A ver… Me tengo que sentar aquí y… —se subió torpemente al asiento de la bici y esta se movió para todas partes.

El gamusino por poco se cae tan solo intentando colocarse en el asiento y tuvo que mantener el equilibrio plantando los pies en el suelo desplazándose delante de este para llegar. Estaba claro que era demasiado pronto para el acto de sentarse.
>>Esto es mucho más difícil de lo que parece —se rió.

El cadete Tayron le devolvió el saludo militar y la sonrisa a la gamusino, quién se encontraba muy entusiasmada con la idea. Tenía que agradecerle que alquilara con su sueldo un par de bicis para aquel día, si no habría resultado casi imposible recuperar uno de sus pasatiempos favoritos, al menos por veinticuatro horas. Lo cierto es que estaba algo nervioso e impaciente por conducir montaña abajo después de tanto tiempo, pero era injusto y quería enseñarle bien antes de que pudieran hacer algo así juntos. Por otra parte nunca fue profesor de nadie y deseaba estar seguro de mostrarle todo adecuadamente para que no se dañara.

—¡Cuidado! —esgrimió riendo cuando la sinhadre se subió con torpeza. El lémur se acercó apresuradamente en un principio dejando su propia bici de color verde atrás, en cuanto vio que lo tenía todo bajo control volvió a sonreír y se relajó, no sin tomar precauciones—. A ver... ¡Un poco de protecciones por aquí y por allá! —sus dedos negros y su boca se movieron al compas, trazando hechizos en torno a ambos que servirían para amedrantar los golpes—. Soy un puto desastre, pero no te preocupes por si te hieres porque si tengo algo es magia, de lo demás no lo sé.

Se quedó pensativo unos segundos con su bici verde en el suelo, luego recuperó el habla.
—¡Vale, lo tengo! Lo primero es ajustarte el asiento, creo que está alto, deberías de llegar al suelo más fácil, aunque no completamente... ¿soy yo o estás creciendo que te cagas? —el belga se agachó colocando una rodilla al suelo y ensuciándosela de tierra, luego le mostró con lentitud cómo se hacía para que pudiera maniobrar el sillín por su cuenta más adelante—. A ver, prueba ahora. Respecto al equilibrio si no te apoyas con uno de tus pies en el suelo de momento no podrás mantenerte, una vez estés en marcha y con la inercia del movimiento si podrás tener ambos pies en estas cosas de aquí que se llaman pedales. Sé que suena un poco rollo pero es más fácil de lo que parece, una vez le pilles el truco nadie podrá pararte —para mostrárselo se pondría detrás de ella y con sus brazos haría fuerza para sujetar la bici y que así Adri pudiera "mantener el equilibrio" sin necesidad de estar tocando el suelo— ¿Así vas bien? Si crees que el sillín está muy bajo dímelo porque podemos cambiarlo. Y ni que decir tiene que en realidad deberíamos tener un equipo con rodilleras y cascos. Pero como somos los putos amos no nos va a hacer falta.

El lémur rio, esperando que la gamusino siguiera sus explicaciones. Aún tenia muchos conceptos que explicarle como el manillar, los piñones, las marchas y el freno. Sabía que podía resultar tedioso pero no quedaba otra.

Hizo el esfuerzo de evitar moverse mientras Tayron conjuraba las protecciones: lo cierto es que no entendía apenas nada sobre magia, pero sí sabía que necesitaba poder apuntar. Y si no trataba de quedarse quieto conscientemente, esa tarea podría dificultársele un poco al lémur.
—No me preocupan las heridas: me hago daño todo el rato en los entrenamientos —le aseguró con una sonrisa demasiado amplia teniendo en cuenta lo que estaba diciendo—. Nada grave: no creo que sea más peligroso que algunas maniobras que hacemos allí —se apresuró a aclarar.

A continuación el humano comenzó a explicarle cuál estaba siendo su primer problema y no pudo evitar componer una mueca de orgullo cuando hizo notar que estaba creciendo mucho.
—Jeje. En realidad sí: soy mucho más alta que cuando nos trajeron aquí e incluso que cuando nos conocimos por primera vez.

Trató de atender a cómo se modificaba la altura del sillín e hizo caso a Tayron probando a sentarse de nuevo. Desde luego había ganado mucha comodidad solo con ese cambio, aunque casi vuelve a dejar caer la bici al soltar uno de los manillares para alzar un pulgar hacia el chico, pero debido a su fuerza podía sujetarla sin dificultad con una mano y la equilibró de nuevo antes de que ocurriese el primer desastre.

La siguiente explicación sí que le resultó más complicada de entender y miró hacia abajo con expresión curiosa para fijarse en aquellos chismes donde se apoyaban los pies llamados “pedales”. Como el lémur le sujetó el vehículo se pudo sentar por completo y llevar torpemente los pies hacia los pedales. Tardó varios segundos en lograrlo, ya que no paraba de patearlos sin querer y le causaba gracia como daban vueltas y la cadena de la bici hacía aquel ruido tan gracioso.
—¡Ya lo tengo! —dijo cuando consiguió posar sus dos pies finalmente—. Creo que está bien, aunque tampoco lo sé seguro —respondió a su pregunta.

Se rio de buena gana con el comentario acerca de no necesitar objetos para protegerse: él ni siquiera sabía que eso era algo que se emplease para montar en bici, aunque suponía que tenía sentido.
—Tenemos algo mejor: un lémur con mucha magia —le dijo sonriente—. Vale, entonces… ¿Tengo que hacer así? —empezó a intentar mover los pedales—. Uy —dijo la primera vez que empezaron a escurrírsele los pies de estos—. Sí que es mucho más difícil de lo que parece. Voy a intentar… ir… despacio…
Se notaba que al gamusino le costaba esfuerzo contenerse, pero quería aprender de verdad y ya había aprendido que necesitaba controlar su impulsividad si quería obtener resultados. Poco a poco siguió moviendo los pedales mientras Tayron mantenía la bici en el sitio, sacando la lengua por el esfuerzo de la concentración. Su objetivo era conseguir que no se le saliesen los pies o que al menos no ocurriese a menudo.

Tayron se reía cada vez que Adru parecía contenerse todo el tiempo para no salir despegado de un momento a otro, también lo hizo cuando se sintió orgulloso por haber crecido tanto. Por mucho que aumentara varios palmos de altura seguía siendo un culo inquieto, pero no era complicado explicarle cosas porque se notaba que su interés por hacerlo bien era real.

El lémur echó la cabeza hacia atrás con una carcajada cuando el sinhadre empezó a patear los pedales y estos giraban sin ton ni son.
—Mira, si ajustas a tu pie esta correar de por aquí tendrás mejor agarre y no pasará esto —aunque lo cierto es que una de las cosas más divertidas para Tay cuando comenzó a aprender a montar era precisamente hacer lo que estaba haciendo Adru.

Mostró una mueca portentosa y de prestigio cuando se refirió a él como "un lémur con mucha magia". Al menos servía de algo más que para alejar fantasmas.

—Vale, si lo tienes te explico lo siguiente. Esto de aquí es el manillar —señaló hacia adelante, con los ojos amarillos muy abiertos—. Si apoyas la mano puedes dirigirlo hacia la izquierda o hacia la derecha, y bueno si lo diriges mucho hacia un lado puedes dar la vuelta completamente. Lo único que no se puede hacer con la bicicleta es volar... de momento —una sombra traviesa cruzó su rostro unos segundos, si encontraba un hechizo adecuado quizá pudieran navegar los cielos como la película de ET—. Pero lo más importante de todo son estas palancas de aquí, si quieres parar o vas a estrellarte las accionas y la bicicleta frenará, lo ideal es pulsarlos de manera progresiva y repetitiva para no cargarte el sistema interno. Pero si vas a morir por un precipicio ni lo dudes, aprieta hasta que no puedas más o directamente déjate caer a un lado —bromeó.

Pegó un pequeño suspiro, dudaba entre explicarle ya los piñones y marchas o dejar que la gamusino disfrutara un poco. Tanta parte técnica podía ser agotador.

El edeel echó un vistazo a las correas que se refería Tayron.
—Oh, son para eso… Sí, tiene sentido.
Sin estar muy convencida probó a colocar los pies dentro, pero tal y como sospechaba, pues en realidad sí que había contemplado la posibilidad de que se suponía que tenía que hacer eso, le resultaba muy incómodo. Como sinhadre no le gustaba cubrir los pies con nada, y aunque aquello no era igual que los zapatos que usaban casi todos sus amigos, seguía resultándole poco agradable.
>>Creo que ya le pillé el truco sin usarlos: es que son muy incómodos —se excusó.

A lo siguiente que le explicó el lémur sí que se esforzó nuevamente por atender, ya que parecía muy importante. Movió el “manillar” izquierdo y luego el derecho según Tayron hablaba sobre ello para comprobarlo, tratando de no hacerlo bruscamente y se rió con el chiste de su amigo.
—Pronto podré volar en dragón, así que esa parte ya la tendré cubierta… Pero tampoco le diría que no a volar en bici.
Como siempre, el gamusino se apuntaría a un bombardeo.

Lo siguiente que le explicó fue la forma de frenar el vehículo e incluso alguien tan alocado como Adru entendía que eso sí que era de suma importancia. Asintió a las indicaciones que le dio y probó también a tirar de los frenos con mucho cuidado. Sabía lo fuerte que era ahora y no quería romper nada, mucho menos cuando el vehículo ni siquiera era suyo realmente y solo lo estaban tomando prestado.
>>Si veo un precipicio o pierdo el equilibrio saltaré a un sitio seguro. Los saltos son mi especialidad —le guiñó un ojo con una expresión jocosa en el rostro—. Vale, ¿cómo debería empezar? ¿No me caeré si sueltas la bici? Creo que todavía no sé mantener bien el equilibrio… Y no me importa caerme, además me pusiste magia de protección —se apresuró a aclarar—. Pero creo que el señor del mercado se enfadaría si la bici se rompe. ¿A lo mejor también puedes hacer que sea más resistente con un hechizo? —sugirió.

Aunque no se lo dijo directamente Adru no parecía muy cómodo con las correas de los pedales. La verdad es que era algo más opcional que otra cosa pero justo cuando Tayron estuvo a punto de decirle esto llegó a sus oídos el tema de los dragones. Su "aura" de profesor responsable se esfumó en segundos y abrió mucho sus ojos amarillos.

—Hostia puta, y yo aquí enseñándote a montar una mera bicicleta —bromeó. El ejército siempre le dio un poco de respeto, y que pudieran montar aquellas criaturas escamosas y enormes todavía más.

El lémur asintió ante la gamusino, conforme con que de encontrarse un peligro saltaría, que era lo que mejor se le daba hacer. Negó un poco con la cabeza.
—La verdad es que no tengo ni puta idea de si puedo ponerle protecciones a un objeto... —respondió reflexivo y con algo de pesar—. Así que más nos vale no romperla pero... bueno ¡SE ACABÓ LA CHÁCHARA! ¡Hora de la acción capitán! Y no se preocupe por el equilibrio que yo le sostendré el vehículo —tomó posición detrás suya, sujetando la bici rosa con cuidado y mirando hacia al frente unos segundos para evaluar el terreno, llano en este caso—. Vale, prueba a pedalear despacio, no muy despacio para que coja ritmo, y mantén el manillar recto apuntando hacia el frente. Cada vez que notes que el peso tira hacia un lado mueve el manillar al contrario ¿Vale? ¿Lo tienes?

Adru rio ante la reacción del lémur cuando le habló de los dragones.
—¡Pero las bicis parecen muy divertidas también! Además no voy a poder montar en dragón más que cuando esté en los cuarteles o… —No quería pensar mucho en la posibilidad de que ocurriese algo parecido a lo del Macetero o algo incluso peor, así que dejó la frase en el aire para seguir hablando sin más—. Cuando podemos compraremos nuestras propias bicis para no preocuparnos si las rompemos —añadió con una amplia sonrisa un tanto maliciosa.

El gamusino emitió un sonido de asintimiento y fingió seriedad, cuadrándose y saludando cuando Tayron dijo la palabra “capitán”. Empezó a seguir sus instrucciones entonces, agarrando firmemente el manillar. Quizás demasiado y decidió aflojar un poco antes de, finalmente, comenzar a pedalear. La bici empezó a moverse y la boca de la sinhadre se abrió conformando una expresión de sorpresa. Su cuerpo le pedía pedalear más rápido, pero sabía que no era buena idea. Al principio parecía que podía ir recto sin problemas, pero la sensación se desvaneció enseguida cuando la bici viró sin previo aviso. Con una pequeña exclamación trató de mover el manillar hacia el otro lado como le estaba diciendo su amigo.
—¡Creo que sí! Pero no sé si saldré disparada si me sueltas, ni si sabré mantener el equilibrio —Se reía y en realidad el hecho en sí no le importaba. Pero se tenía que recordar constantemente que no podían dañar aquellos vehículos.

A Tayron no le pasó inadvertido como el gamusino decidió cortar la frase a la mitad, e intuyó por donde iban los tiros. Lejos de querer ahondar en un tema espinoso pretendió avivar la llama de Adru por las bicicletas y cómo a futuro podrían divertirse con ellas.
—¡Sí! ¡Cuándo tengamos las nuestras podremos hasta ponerle nombre y tunearlas! Ya verás, eso se me da bastante bien, e incluso añadirle pequeñas alas de dragón de mentirijilla —añadió, riendo e imaginándose como personalizar su propio vehículo. La posibilidad de añadir retoques con magia le tentaba. Movió los dedos negros de manera imperceptible, casi como si ya estuvieran trazando toda clase de sortilegios.

La expresión del sinhadre en su rostro cuando las cadenas, ruedas y los pedales le impulsaron hacia delante despertó ternura en el belga, quién esgrimió una sonrisa de oreja a oreja al recordar cómo fue su primera vez.
—¡No te rayes, vas bien! ¿Mola, eh? —ir recto no le resultaría demasiado difícil, y cada vez que su equilibrio se viera perturbado el chico estaría ahí para seguir agarrando desde atrás y que no hubiera problemas— ¡No voy a soltarte! —le aseguró, aunque era una verdad a medias en cuanto le pillara el tranquillo—. Conforme aceleres los movimientos con el manillar para estabilizar la bici tendrán que ser más cortos y suaves, o perderás el control más fácilmente. ¡Pero no te presiones, tu a tu bola y si te ves en apuros tira del freno!

Dejó escapar un sonido de asombro ante las posibilidades que le estaba descubriendo Tayron.
—¿Se puede hacer eso? Bueno, claro que se tiene que poder, pero no sé si se me habría ocurrido nada similar… ¡Sería genial ponerle unas alas aunque no sean de verdad! ¿Se hace mucho eso de… atunear? —Se rio.
Sabía que no era esa la palabra, pero como nunca la había escuchado le hacía gracia modificarla a su manera… como parecía que se podía hacer con la bici. Chasqueó mentalmente la lengua al tener que guardarse ese otro chiste para sí, al no encajar en la conversación.

—¡Es genial! —Le aseguró el lémur cuando le dijo que iba bien—. Vale, a ver… Voy a intentar hacer como dices.
Intentaba seguir las instrucciones de Tayron lo mejor posible, y aunque le iba saliendo más o menos, llegó un momento en el que perdió por completo el control del manillar. Intentar enderezarlo solo parecía hacerlo peor, habiéndose puesto demasiado nervioso por la impaciencia y al ver que perdía el control. Recordó entonces el freno y tiró de él con cierta fuerza… Pero solo de uno de los lados. El vehículo se detuvo bruscamente y el gamusino se cayó de la bici irremediablemente, tratando de sujetarse a cualquier parte de la misma como fuera. Las protecciones mágicas que le había puesto Tayron impidieron que fuese una experiencia dolorosa ni se hiciese siquiera un rasguño, por lo que después de que se le pasase la expresión de sobresalto ante el pequeño pero aparatoso accidente comenzó a reírse mientras se ponía de pie y sacudía el polvo de su ropa.
>>Bueno, supongo que tenía que ocurrir algo así en algún momento —le dijo a su amigo rascándose la coronilla y con una expresión tonta en el rostro—. Por lo menos a mí siempre me ocurren estas cosas.

—¡Claro que se puede! —respondería el lémur a su espalda, bastante animado—. Aunque no es lo común, las personas que practican este deporte en competición suelen presentar un diseño básico. Pero a mis colegas y a mí nos encantaba tunear las nuestras, y como cuento con un buen chorro de magia no importa que las alas sean poco aerodinámicas. Te aseguro que no se despegarían.

El progreso del sinhadre poseía el ritmo adecuado por lo que Tayron no se extrañó demasiado al ver que el manillar se le descontrolaba a los pocos pasos. Su expresión ceñuda a la par que divertida viró, en cambio, cuando no se esperó que Adru presionara solo uno de los frenos. Hizo todo lo posible por precipitarse hacia adelante para impedir la caída, pero ni siquiera sosteniendo la bicicleta desde atrás consiguió evitar que el gamusino mordiera el polvo. Caray, tenía que estar mas atento la próxima vez.

—¿Estás bien? ¡AY! —el lémur estaba preocupado, pero luego sintió algo de orgullo al comprobar que sus protecciones mágicas surtieron efecto. La risa de Adru le contagió, y el chico se dobló un poco sobre sí mismo mientras profería una carcajada—. Vale, no esperaba que ocurriera tan pronto. Pero no te preocupes porque si hubieras visto la de veces que me he despellejado las rodillas haciendo piruetas... ¡La próxima vez solo tienes que accionar los dos frenos suave, o pones un pie en el suelo! ¿Quieres probar de nuevo?

—¡Sí! —le aseguró al lémur mostrándole como no tenía ni un rasguño—. Gracias a tu poderosa magia. A veces en los entrenamientos no nos ponen protecciones a posta, así que esto no es nada —explicó quitándole importancia con gestos—. O sea, literalmente no es nada —añadió volviendo a mostrar como estaba plenamente ileso—. ¿A ti también te ocurren accidentes continuos? —se rio cuando Tayron le habló sobre sus sufridas rodillas.

>>Espera, ¿piruetas? ¿Te refieres con la bici? —cayó en la cuenta de pronto, cambiando de expresión a una de absoluto interés—. ¡Sí, claro que quiero probar de nuevo! Todo el tiempo que quieras, hasta que te canses—. Porque si algo estaba claro, es que Adru no se iba a cansar. O al menos tendrían que pasar varias horas para que eso sucediese.

Tuvo que esforzarse por quitarse la idea sobre las piruetas de la cabeza: si se acababa de caer por frenar incorrectamente era obvio que no podría intentar nada como lo que parecía haber sugerido el lémur. Pero aun así quería que le contase más. Volvió a subirse al vehículo, peleándose un poco con los pedales de nuevo y soltando un pequeño “auch” al darse un golpecito con ellos. Estaba seguro de que no se había dado muy fuerte y aun así le había dolido bastante.

—¿Los dos frenos a la vez? No había pensado que usar solo uno podía ser un problema —. Lo cierto era que no estaba segura de por qué lo era, pero incluso sin la evidencia del coscorrón que no se había llevado gracias a la magia se fiaba por completo de lo que le dijese su amigo—. Vale, haré eso si vuelve a pasar.

De nuevo recuperó el ritmo que había comenzado a coger hacía un par de minutos y se esforzó por no perder el control del manillar en esa ocasión. Hubo algún que otro giro más brusco de la cuenta, pero le hizo caso al lémur y si eso sucedía frenó con toda la suavidad que pudo presionando ambas palancas y de esa manera recuperar el dominio sobre la bici. Pedaleó por el camino terroso e incluso logró esquivar un arbusto.
>>¡Creo que ya lo voy pillando! ¿Voy bien, Tayron?

Ante las palabras de Adru el belga hinchó el pecho lleno de orgullo y clavó la mirada en la lejanía mientras adoptaba una pose épica.
—Gracias a mi poderosa magia y a tu piel de guerrero —dijo con tono de voz solemne mientras se deshacía del teatrillo y comprobaba con disimulo que de verdad no se hubiera hecho daño.

—¡Sí! Hay muchísimas piruetas impresionantes, yo me sé algunos trucos fáciles que puedo enseñarte cuando seas todo un crack del asfalto. Aunque tendría que quitarme el óxido de las patas... —el lémur se fijó en su propia bicicleta verde con melancolía, deseaba poder pedalear a toda pastilla pronto. Pero antes quería que la gamusino pudiera seguirle el ritmo, y a juzgar por su aprendizaje no le quedaba mucho—. Buah, Adru, en la Tierra tenemos hasta competiciones con rampas enormes y espectáculos de fuegos artificiales, aunque con motos. Si quieres alguna vez, podría llevarte y vemos uno. No nos será difícil camuflarnos entre la gente —aventuró con malicia y moviendo los dedos negros como si tejiera hechizos.

Pronto volvieron a ponerse sobre la marcha y el belga reía mientras perseguía la bicicleta del sinhadre para seguir sujetando el sillín. Llegado a determinado momento Adru era capaz de esquivar arbustos incluso y de frenar con suavidad.
—¡No te preocupes por lo de los frenos, no tenías por qué saberlo! Ha sido culpa mía —para seguirle el ritmo Tayron tenía que trotar—. ¡Lo estás haciendo genial! ¡Sigue así! —y se soltó, con la respiración agitada y una sonrisa radiante en el rostro. Quería ver cuál sería la reacción en cuanto se diera cuenta de que estaba pedaleando solo.

Si los ojos del gamusino tuviesen la propiedad de emitir luz y chispas, en ese instante estarían brillando con mucha intensidad y cargando el ambiente eléctricamente: todo lo que le contaba Tayron acerca de las posibilidades que ofrecía aquel vehículo maravilloso que estaba aprendiendo a utilizar.
—¡Sí, sí, sí! —le respondería con excesivo entusiasmo a su propuesta de colarse en uno de aquellos espectáculos—. ¡Estoy segura de que a los peques también les encantaría! Bueno, y seguro que a todos en realidad: es que eso tiene que ser súper guay. ¿Qué es una moto? ¿Es muy parecida a una bici?

Ya fantaseaba con la idea de que él y todos sus amigos fuesen a ver lo que había descrito el lémur y teniendo la cabeza distraída imaginándose algo que probablemente no se acercase a la realidad, efectivamente no se dio cuenta de que Tayron le había soltado sin previo aviso.
¡Ah, no, no es culpa tuya! —le aseguró—. Seguro que para un humano es obvio, esas cosas ocurren… todo el…

De pronto se dio cuenta de que el lémur ya no se encontraba a su lado. Siguió pedaleando por inercia durante un rato más, en silencio. Se esforzó por manejar el manillar sin hacer movimientos bruscos, esquivó una rama en el camino –aunque las ruedas de la mountain bike no hubieran tenido problema en pasar por encima- y frenó de la forma en la que le había explicado, primero pulsando suavemente las palancas y sacando los pies de los pedales con cuidado hasta ponerse de pie cuando el vehículo se detuvo por completo. Miró hacia atrás, donde se había quedado su amigo con cara de desconcierto durante unos segundos. Su expresión fue convirtiéndose en una sonrisa poco a poco que se iba haciendo cada vez más amplia.

—¡Lo logré! ¡Ah! —al soltar un brazo del manillar bruscamente queriendo hacer un símbolo de victoria por poco se le cae la bicicleta al suelo y tuvo que volver rápidamente a sujetarla y pelear unos segundos para volver a la posición inicial. Por suerte lo que le faltaba de destreza general lo compensaba con su fuerza—. ¡Uf, eso ha estado cerca! —sacó la lengua un poco poniendo su habitual “cara tonta”.

—¡Pues que se vengan todos, peques incluidos! —a Tayron le emocionaba muchísimo la idea de hacer una pequeña excursión para visitar un espectáculo de ese rollo, incluso podría asegurarse de que vieran también coches monstruos peleando en una batalla encarnizada de metal, asfalto y goma—. ¡Sí! La base es la misma, solo que cuenta con un motor que es lo que mueve al vehículo, más o menos es como si pedaleara sola —explicó, no tenía ni puta idea del avance tecnológico de Sinhdro, su hogar natal.

Con el orgullo de un padre que ve a su hijo dar sus primeros pasos el lémur contempló en silencio como Adru se las apañaba solo, dando un salto de fe desde el nido. Contuvo la respiración cuando esquivó, rodeó y hasta frenó adecuadamente. Cuando sus miradas se encontraron la expresión de felicidad del belga acompañó a la del gamusino y su sonrisa se fue ensanchando a la par.
—¡Así se haceeeeeeeee, coño! —vitoreó, luego rio al ver la cara tonta de Adru y como casi se le caía la bici—. ¡Lo lograste! Poco a poco pero... ¡Ya estás preparado para surcar el terreno! —miró su propia bicicleta con una mueca picarona, el vehículo yacía no muy lejos de ellos apoyada contra una roca y su color esmeralda contrastaba con la tierra yerma de las montañas. La pregunta siguiente que formuló fue cargada de atrevimiento—. ¿Quieres seguirme el ritmo?

El gamusino sentía ganas de aplaudir, pero se contuvo a tiempo para no soltar la bici.
—¡Sí, sí, sí, se lo tenemos que contar cuando volvamos! Ya verás que ilusión les hace a todos.
La explicación acerca de lo que era una moto no es que la entendiese del todo bien, pero probablemente ese no era el mejor momento para pedir que le explicasen una movida tecnológica complicada que seguramente no iba a entender de todas formas, por lo que tan solo asintió con asombro.
>>Tiene que ser súper guay también, pero creo que me gusta más pedalear yo misma… Bueno, no lo sabría hasta que lo probase, pero creo que por ahora es mejor que domine la bicicleta —se rio.

Tan solo pudo dejar escapar más exclamaciones de júbilo ante los vítores y ánimos de Tayron: se lo estaba pasando en grande.
>>Si tú crees que estoy preparado, Maestro Lémur, yo te sigo de la mejor forma que pueda.
Hizo un saludo militar y volvió a subirse del todo a la bicicleta. Esperaría a que el humano hiciese lo propio con la suya y le adelantase para empezar a seguirle de cerca poniendo cuidado en no volver a hacer movimientos bruscos como al principio y en seguir los consejos que le había estado dando.

Tayron rio ante las palabras de Adru e hizo el gesto de un puño cerrado con el pulgar hacia arriba para indicar que sí, que estaba preparado para circular juntos. Le sorprendía la rapidez con la que se había adaptado a sus enseñanzas, pero le seguía sonando raro que se le viera como un maestro, aunque fuera de broma

El lémur se acercó hasta su propia bicicleta y esta le saludó con algún destello muy leve de sus piñones y su pintura esmeralda. Con habilidad pasmosa el muchacho la puso de pie, ajustó el sillín y comprobó las ruedas. Después se detuvo acariciando el manillar con nostalgia y los recuerdos afloraron en su mente, arrancándole un gemido porque el momento le estaba tocando la patata. Al fin. Al fin podía retomar algo que le pertenecía incluso antes de llegar a la ciudad. ¿Cuántas veces había recorrido las calles de Bélgica hasta las tantas con sus amigos? ¿Qué sería de ellos? ¿Seguirían pedaleando de madrugada?. Sonrió con tristeza, seguro que el Club del Escorpión estaba bien, nunca le habían necesitado, aunque él daría lo que fuera para que conocieran a su nueva familia.

—¡Cadete Adru! —su tono de voz revelaba su excitación y las manos le temblaban de manera imperceptible—. ¡Despegamos en nada! —tomó posiciones, sintiendo como su cuerpo se adaptaba a la forma dinámica de la bici y como el corazón rugía con vida propia insuflando de energía cada músculo. Los primeros pedaleos provocaron un cosquilleo en la barriga muy familiar, y conforme fue cogiendo velocidad su sonrisa se hacía más amplia.

Sintiendo como la brisa propia de la aceleración acariciaba su pelo Tay alzó un poco la voz.
—¡Sígueme si puedes! —no correría demasiado rápido y giraría la cabeza hacia atrás cada poco para asegurarse de que Adru no tenía problemas. Aquella explanada tan llana les venía de perlas.