Karime había pasado los tres días después de la primera fase del torneo descansando e investigando. Durante las rondas en las que ella no luchaba, se había dedicado a observar y analizar los movimientos de sus posibles contrincantes y en cuanto oyó su nombre seguido del de Dirke, buscó en sus archivos mentales al chico árbol.

La licántropa no tardó en bajar a la arena con una amplia sonrisa, porque, ganara o perdiera, eso iba a resultar divertido, y se colocó en su posición. Había algo por lo que le había gustado ese chico desde el principio y era por su continua desnudez. Casi le hacía sentir en Libo.

- Déjame decirte que resultas realmente apetecible. Es una pena que no sea vegetariana.- comentó con una sonrisa picara.

En cuanto el gong sonó, Ka dejó de un lado todo y se concentró en la pelea. Enseguida se transformó por completo y se lanzó contra su oponente, aunque sabía que su movimiento más probable sería el de enraizarse para evitar ser derribado, por lo que su ataque iría primero a los pies para evitar eso.

Dirke estaba contento con quién le había tocado. La loba libense le caía bien, como la amplia mayoría de la gente solía caerle, y tenía ganas de ver cuanto había aprendido en el ejército.

—Me alegro que no me comas, Kaperucita —respondió con menos picardía que la loba. De haber tenido sangre, a Dirke se le habrían iluminado los mofletes.

Sonó el gong y el alemán empezó de la misma manera que lo había hecho con Adara: Un pie por delante del otro, dispuesto a frenar cual fuera el primer golpe; brazos a la altura de la cara y recubrimiento de madera. El único cambio apreciable era el color de la madera, gris. Esta vez no iba a tardar tanto en provocar la urticaria. <<Cuídate de las pulgas vegetales>> pensó divertido.

En cuanto la vio agacharse a por sus pies, dirigió un puñetazo directamente a su cabeza lobuna. Dirke no se había dado cuenta en la sede de cuanto imponía la libense en aquella forma, pero si había sido capaz de sobrevivir un año en el Macetero, no se iba a acobardar ahora por veinte minutos con Karime.

Karime recibió el golpe a la vez que en las encías comenzaba a sentir un molesto picor. Alejó la cabeza de los pies del árbol y de su puño, aturdida por este último, y comenzó a dar vueltas en círculo alrededor suyo, raspando y arrancando con sus garras tanta corteza como fuera posible, haciéndolo sobre todo en lo que podía reconocerse como las zonas más dolorosas de un cuerpo humano.

Dirke aprovechó que la loba había descubierto la urticaria por las malas y echó las primeras raices en el suelo. Lejos de dejarse arañar, el alemán trató de frenar tantos zarpazos como pudo con los brazos, con la intención de exponer la piel de la loba a la corteza, aunque fuera a costa de la misma. Cuando supo que tuvo los pies bien afianzados, su cuerpo tornó de cintura para abajo en un tronco grueso, del mismo color que la corteza que había generado Dirke sobre su piel. Aquello sería más seguro que improvisar una coquilla de madera.

Su siguiente movimiento sería hacer crecer sus brazos en forma de ramas y buscar las patas de Karime, para fustigarla y hacerla tropezar.

La loba, al ver la metamorfosis del hombre árbol, cambió su ataque. Se alejó de un salto mientras Dirke echaba raíces, frenó a pocos metros y con el mismo impulso se propulsó para saltar por encima de él, solo que no terminó el salto, sino que se quedó en la copa del árbol. Una vez ahí, arañó y mordió todo lo que pudo, poniendo cuidado en no caerse y en dejar caer todo su peso sobre él.

Varias de las ramas se rompieron con el peso de Karimey el árbol se quejó en silencio. Las que no lo hicieron, crecieron alrededor de la loba con la intención de aprisionarla por las patas y el cuello. Si conseguía que permaneciera mucho tiempo en contacto con sus ramas, la urticaria le provocaría una fuerte reacción cutánea.

En cuanto la loba se percató de que las ramas estaban creciendo con la intención de aprisionarla, saltó de la copa del árbol, pateándola en el proceso, y calló rodando por la arena, con la intención también de rascarse el picor intenso que la urticaria le estaba provocando.

Debía de cambiar el plan de ataque. No podía acercarse como loba, pues en ese caso todo su cuerpo desnudo estaba expuesto a la urticaria, así que rápidamente se transformó de nuevo en libense, conservando sus sentidos lobunos y la cola, esta última con la perspectiva de posibles latigazos.

Puesto que tenía los pies cubiertos por sus botas, su plan principal era patear al chico árbol en varios lugares, empezando por la cabeza y siguiendo por la espalda y, posiblemente, la entrepierna.

Aprovechando el salto y la metamorfosis de la chica, Dirke completó su transformación en árbol, recuperándose del empuje. La corteza se volvió marrón oscura debido al cambio de especie: ahora se trataba de un sauce algo más bajo y robusto. Las ramas habían perdido grosor y rigidez y colgaban alrededor del tronco, cubiertas de hojas pequeñas, verdes.

En cuanto Ka dirigiera la primera patada, las ramas al alcance de la libense fustigarían dos puntos concretos: los tobillos y el único ojo de la licántropa. El alemán tenía la intención de hacerle una llave al estilo Bárbol o, como mínimo, cegarla. No era la jugada más limpia, pero en aquel momento Dirke no llegó a sopesarlo siquiera: Ka se había pasado con sus ramas.

El latigazo del tobillo no le molestó demasiado, pero si el del ojo. A pesar de eso, al haber conservado sus sentidos lobunos y siendo la vista el menos necesario de estos, el plan del hombre árbol no salió como planeaba, pues aunque sí que le había inutilizado el ojo relativamente, contaba con su olfato y su oído para poder desenvolverse.

La nueva forma de Dirke llevó a la libense a volver a su ataque anterior, aunque con alguna variación. Transformando solo sus patas traseras y sus zarpas en lobunas, saltó de nuevo sobre la copa del árbol y con ayuda de estas y su propio peso comenzó a partir cuantas ramas tenía al alcance. Si las ramas restantes comenzaban a latigarla, las cogería para entrelazarlas entre sí.

Dirke había soltado un bufido de haber podido. Ka no era un peso ligero y en cuanto a animales sobre la copa, prefería a los pajarillos. Sintió como varias de las ramas se rompieron, pero agradeció que la loba no se hubiera transformado por completo nuevamente. El alemán trató de recurrir a la misma estrategia, pero la libense parecía ir a echarle mano (o zarpa) a las ramas. Dirke se dejó agarrar, aprovechando que tenía más ramas de las que la loba podría atrapar y aprovechó para aglomerar varias de las ramas bajo Ka para hacer aparecer su brazo envuelto en corteza y dirigir un puñetazo al vientre de la libense.

De no pelilgrar su brazo, trataría de encajar un segundo golpe. Si la loba intentaba herirlo, volvería a dividirlo en ramas.

Karime saltó ante el golpe en el vientre. Se había impulsado con sus fuertes patas traseras para dar el salto e intentó caer con todo su peso sobre él. Cuando volvió a ocupar esa posición, se dispuso a morder el brazo de Dirke que se volvió ramas de nuevo en cuanto estuvo entre sus fauces. Eso no paró a la loba, que comenzó a aprisionar las ramas entre sus dientes con la intención de partirlas de nuevo, mientras daba coletazos a toda rama que intentaba acercarse a ella y movía una de sus patas traseras entre las ramas con la intención de llegar a la corteza y dañar seriamente con sus uñas su corteza.