Calles

Dafne se volvió a unir con el grupo, tras la salida de aquel edificio ruinoso. La noruega por suerte no dependía tanto de la memoria de los demás ya que ella facílmente se acordaba de cada calle que hubo pasado, mientras perseguían la bañera, cada callejón tenían algo diferente, como la oscuridad que presentaba algunas de las distintas edificaciones que aposentaba la calle, o el lugar o quizás el número de pequeñas ventanas que mostraba cada uno de estos, cada característica que manifestaba el lugar le servía de gran ayuda a la chica para poder volver por el camino de vuelta.

Mientras todos iban en marcha hacia las mazmorras, Dafne se centró en una de las conversaciones del grupo, la cual mantenía Sox con algunos de los demás cosechados, en aquella charla tan interesante se hablaba de "magia", la noruega no pudo evitar acercarse y formar parte de aquel discurso, el cual le parecía uno de los temas más importantes, ya que en la ciudad entera estaba hechizada, y según ella lo primordial de todo eso sería, aprender a utilizarla...

-Sox, es verdad... ¿que tú podrías enseñarnos magia?, sería genial que aprendiésemos todos juntos, no estaría mal que nos ayudásemos unos a otros, cuando uno aprendiese o descubriese algo nuevo, podría mostrarselo a los demás, ya que si somos tantos... Pienso yo, que sería unas de las mejores cosas que podríamos hacer todos juntos. Y respecto a encontrarla, que es lo principal...para todo lo anterior que acabo de decir, pues deberíamos ocupar nuestra parte del tiempo a explorar la cuidad y con la mayor cautela, si alguien ve que el lugar no es seguro que lo comunique...-Todo esto dijo Dafne, mientras llegaban a las mazmorras, fuese o no aceptada su idea, ella seguía pensando que eso era algo posible de hacer.

Su hermano empezó a hablar y no se ya no se cayó. <<Un calcetín en la boca o una mordaza me vendrían bien>> pensó mientras la verborrea continuaba <<Yo soy su hermano, vale que tenga que aguantarlo, pero estos pobres no merecen tal tortura>>.

-Vale vale, idea captada - le dijo para ver si paraba.- De todas formas no os preocupéis, mientras no nos acerquemos a ese sitio más de lo que hemos hecho hoy no pasará nada - miró al resto con un sonrisa.- Y tampoco os preocupéis por la comida, ya veréis como nos mandan más, es de sentido común.

La alegría del nublino podía palparse, no había forma de que se desanimase ahora que tenía comida. Todo le estaba saliendo a pedir de boca.

-Seguro que encontraremos un libro de magia y, aunque no nos puedas enseñar por no ser como de donde vienes, fijo que aprendes el triple de rápido que el resto - le aseguró con optimismo.- Al fin y al cabo ya tienes práctica.

Siguió andando con la cesta y el grupo y al final no tardaron tanto en llegar a terreno conocido.

-He mirad, ahí está el edificio - dijo más contento que unas pascuas.- Genial Sox, ojalá tuviera tu memoria - le dijo al chico.- ¿No habrá algún hechizo para intercambiar esas cosas? - bromeó.

Sigue en las Mazmorras de la Cosecha.

Pues resultó que Chamán sí que parecía saberse el camino, o al menos le veía moverse y elegir con seguridad. Si conseguían llegar a las Mazmorras, se lo diría. No pasaba nada por felicitar a aquella gente de ciudad si conseguían algo útil... porque no esperaba nada útil por su parte. Como iba a la par que él, atendió a casi todo lo que decía o le decían, pero apenas participó. Estaba más pendiente de que nada ni nadie les escuchara y les sorprendiera.

Pero, como siempre que se mencionaba, y de hecho era el motivo por el que estaba allí, se interesó por la conversación de la magia. Chamán decía poder enseñarles si encontraban algún libro o algo que les permitiera entenderla. Aquello era muy pobre: ¿libros en perfecto estado en una ciudad en ruinas? Poco probable... Pero al menos tenía razón en algo: allí había aún gente usando magia y podrían tirar de ese hilo y ver qué descubrían. Además, tenía un punto positivo: si aquella gente se esforzaba en explorar la ciudad en pos de aprender algo de magia, tendrían más motivos, además de sobrevivir. Le daba la impresión de que esa motivación, la supervivencia, no les era tan imperiosa, <<pero, eh, si lo dan todo por encontrar algo relacionado con la magia, bienvenido sea>> Por descontado, aprender de un libro parecía menos arriesgado que salir sin armas a una ciudad desconocida. Pero primero tendrían que encontrar algo, lo que fuera.

Y no lo harían si tenían ingenuosen el grupo. Se giró hacia el grupo pero sin dejar de caminar. Confiaba en sus alas si tropezaba con algo.

—¿Acero? ¿Qué es eso? Y dejaros de historias para ingenuos. Para encontrar o conseguir lo que sea que os prometieron primero tenéis que sobrevivir, día tras día. Creedme, yo también quiero lo que me dijo quien me trajo aquí. Pero hay que vivir para verlo —les dijo muy seria, pero luego suavizó el tono—. Y, eh, de momento nos va bien, así que no os lo toméis a mal. Mientras sigamos en grupo y nos esforcemos, mejor para todos. De momento tenemos un buen guía, ¿a que sí, Chamán? —y le dio una palmadita en el hombro—. Los días dirán qué sois capaces de hacer los demás —remató.

Quería animarlos, aunque parecían no necesitarlo, pero hasta los mejores de su gente en Tierra Bruja necesitaban ánimos cuando decían lo contrario. Aquellos ingenuos de ciudad necesitarían eso y más, vaya que sí. Y ella misma los necesitaría, por descontado, siempre y cuando no se cruzasen con su mentira de "élite cazadora devoradora de fanáticos".

Siete lo miró con una mezcla de confusión e indecisión que debía decir por si sola la falta de rigidez con la que el idrino examinaba aquello.

- Soy bueno en lo que requiere memorizar o la mimica, pero no he destacado nunca por ella. No puedo hacer casi nada. Algunos hechizos muy sencillos me salen bien, otros me los sé solo por si acaso los necesitase en el futuro, y todos los he olvidado.- a la pregunta de Barael, encogió los hombros- No necesitas magia para distinguir que un cadaver gigante no es seguro. Era como si hubieran empalado algo desgradable a la tierra y lo hubieran dejado pudrir. Si queda algo dentro, no es mejor que los gusanos- su voz se apagó progresivamente. Siete puso una mueca de asco absoluto y revolvió el cuerpo como si se quitase la sensación de encima- Con magia o sin ella, si encendieramos un fuego, no me costaría ayudar con la preparación de los alimentos. Seguro Eriel y Barael tienen su propia experiencia también.

Mónica comenzaba a aburrirse de tanta charla sobre habilidades mágicas y demás en la que estaban interviniendo todos en mayor o menor medida (generalmente sólo para preguntar si se podría o no aprender), por lo que se puso a tararear mentalmente prestando atención al camino que seguían los demás para no perderse. La chica no podía evitar sentirse más animada ese día, sobre todo por haber encontrado comida, aunque aún estaba asustada y aún se encontraba mal. “Al menos este grupo de gente parece majo. Bueno, la mayoría. Me caen… ¿bien?” decidió tratando de consolarse, aún algo titubeante acerca de cómo sería la convivencia pero sabiendo que les necesitaría para sobrevivir el tiempo que tuvieran que estar allí. “Yo sola no lo conseguiría”. La intervención del tirafichas de pelo verde acerca de lo que le prometieron para hacerle llegar a la ciudad le sacó una sonrisa socarrona. “Este chico es gracioso. Debe imaginar que la vida del caballero andante es la pera. Esa forma de pensar es tan… Jonás”.

-¿Sabes?- le dijo con una sonrisa triste y voz nostálgica. –Te llevarías bien con mi hermano, creo. Es un petardo, pero él también habría venido aquí en busca de aventura. Se lo estaría pasando pipa. Ojalá estuviera aquí-.

Cuando por fin llegaron a las puertas de su refugio provisional Mon todavía luchaba por quitarse de la cabeza los pensamientos acerca de su familia. Al ver el edificio ante ellos la chica esbozó una sonrisa masajeándose el hombro y relajándose, pero la voz de doña Plumitas la enervó de nuevo. “Joder con la pajarraca, de verdad. ¿Se cree superior o algo porque vuela? ¿Porque sabe cazar? Menuda creída, carajo”.

-Todos tenemos habilidades- comentó algo cortante. –Es el primer día que estamos aquí, no puedes esperar que de pronto todos sepamos hacer las mismas cosas o se nos dé de puta madre el estar en lugar desconocido sin nada relativamente familiar en él. Y si no sabemos hacer algunas cosas aprenderemos. Así funciona la sociedad, colega.

Escuchó, aún picada, la respuesta de Tritón. –Yo también cocino bastante bien. Tenemos la comida, sólo quedaría el tener algún material donde poder elaborarla- sacudió la cabeza tratando de quitarse el mal humor de encima.

-¿Alguien ha traído alguna olla?- forzó una broma antes de encaminarse a la puerta.

La élite de las listas de Carabás estaba llena de gente extraña, precisamente porque eran los únicos que podían exhibir excentricidad sin que nadie más que los de su propia calaña les chistase. Sox no se consideraba así, pero mientras el sistema avalase que estaban a su altura y no estorbasen con la suya propia no tenía ningún problema con sus éticas de pensamiento. Mientras funcionasen, éstas tenían derecho a existir.

Por tanto, mientras fuese consecuente con ella y no se quejara, la actitud de Tayron no le irritaba ni le parecía fuera de lugar. Si había encontrado allí lo que había venido a buscar, como mínimo estaba sacando más partido de la situación que muchos de ellos.
—La aventura incluye lo desconocido, imagino. Felicidades.
A Sox, por contra, le gustaban la rutina y la predicibilidad en su día a día para poder sacar el máximo partido de todo eso que ya conocía. Los imprevistos, por su parte, eran pruebas para medir sus recursos, exámenes cuya existencia aceptaba pero frente a los que no estar preparado era un fallo, no algo normal.

Más de los que creía no habían tenido nunca ningún contacto con la magia, y no le extrañó que quisieran aprender. Era algo increíblemente práctico y que abría muchas fronteras. Preguntaría más tarde sobre sus mundos, en qué estadio se habían quedado estancados, o no, sin la presencia de aquella fuente de energía. Se le antojaba inimaginable.
—Si  los que queréis aprender conmigo estáis atentos y trabajáis duro, os enseñaré al máximo de mis capacidades —no tendría paciencia con vagos ni gente interesada en aprender solo la parte vistosa. Era lo mínimo que exigía a cambio de condensar lo que sabía de forma que fuera lo más eficaz posible de aprender—. Si alguno está dispuesto a enseñarnos alguna destreza al resto, por descontado que ofrezco lo mismo de vuelta.
Ser buen alumno surtía buenos resultados en todas partes, lo creía firmemente y aquellas circunstancias no hacían más que confirmárselo. Tenía mucho que aprender de gente que ya había vivido en entornos como éste. Dejó que la cuadrilla de nómadas fuese la que dominase la discusión sobre cocinar y los fuegos, porque él no tenía nada que aportar al respecto.

—Probablemente un D entonces —especuló ante la respuesta de Siete. Estaba bien. Los hechizos básicos podían ser muy versátiles si se usaban con cabeza —. Yo también los he olvidado todos. Puede ser un fallo de programación de la fuente, o que pretendieran eliminar esa ventaja desde el principio.
Aprovechó para interpelar a Rádar sobre su letra y rango, ante lo que recibió una respuesta negativa en el apartado de magia pero una contundente confirmación de que no era un fantasmón presumiendo de lo que no tenía. Poca gente de apariencia llamativa lo era, pero nunca hacía daño comprobarlo. Dijo los suyos de vuelta, y hubo un cruce de miradas tenso.

—No —respondió con seriedad ante la pregunta de Eriel, antes de caer en la cuenta de que era una broma—. Gracias —añadió algo más inseguro.
Las palabras de Sinceridad corroboraban en un inicio las de Barael, de modo que Sox se sobresaltó un tanto cuando su nombre (¿su apodo? ¿tenía dos apodos ahora?) salió de repente a colación.
—Sí —barbotó en el mismo tono, parpadeando con rapidez. La palabra "guía" aplicada a él se le hacía extraña. Trabajaba solo, y los resultados era lo que exponía al resto del mundo. Pero suponía que el término era correcto, al fin y al cabo se había ofrecido a indicar el camino de vuelta—. Aunque si vamos a seguir en estas mismas mazmorras más tiempo, mi intervención irá dejando de ser necesaria para recordar el camino.
Encontraría para entonces algo diferente con lo que demostrar que merecía un puesto alto. Se aseguraría de ello.

Sigue en las Mazmorras de la Cosecha.

No se había alejado mucho de los Jardines de la Memoria cuando su cuerpo llegó al límite y se vio obligada a detener su intensa carrera. Miró atrás alarmada y, al no ver absolutamente a nadie, se apoyó contra una suerte de columna sin función alguna, pues se encontraba al descubierto a un lado de la calle.

Cuando por fin empezó a recuperarse, se dio cuenta que no ver a nadie era casi peor que el saurio de los jardines. Observó a su derecha, a su izquierda, incluso se fijó en la estructura inútil en la que se apoyó. Nada, nada de aquello le sonaba y, por supuesto, no recordaba ni cómo había llegado allí. Bueno, tal vez si iba por esa calle… Sí, definitivamente había venido por allí. Y luego…

Nada, que no. Dejó la columna atrás y se metió por una calle por la que creía que había cruzado, pero al final eso solo la despistó mucho más. No le sonaba para nada. «Eres gilipollas, gilipollas y más que gilipollas a rematar», se lamentó durante varios minutos mientras se perdía aún más girando por varias esquinas aleatorias.

Finalmente, la bicha decidió que era mejor obtener una visión superior de la ciudad e intentar localizar algún lugar conocido. Haciendo uso de sus capacidades naturales como clinger, escaló el edificio más alto entre los cercanos.

Una vez arriba, comprobó que no le había servido de mucho, aunque sin duda sería mejor que nada. Reconoció la torre apestosa de carne marrana del día anterior no muy lejos, edificio al que claramente no quería volver. Aparte de eso, ni rastro de ningún lugar conocido. Entre un extraño edificio de torres puntiagudas, un minarete de madera que parecía de lo más vulgar y varios edificios altos más lejanos, no reconocía nada cuando miraba en dirección a la ciudad. El mar, que quedaba en la otra dirección, no le interesaba en lo más mínimo, pues ella sabía que por allí no habían estado.

Finalmente, decidió encaminarse en dirección al río, único lugar que lograba reconocer y que no le daba tanto asco volver. No es que esperara encontrar nada allí, pero igual siguiendo el curso lograba orientarse un poco mejor. O igual no. En todo caso, menos da una piedra.


Sigue, si no se pierde o no le sucede nada por el camino, en El Río.

Con curiosidad escuchó lo que el carabés le respondió al tiempo que fingía no estar cansado, le hizo gracia pero aparentó la seriedad que acompañaba la pregunta de este.
-En realidad no, pero mi grupo de amigos y yo somos expertos en eso, cualquier ocasión se puede aprovechar para hacer lo que nosotros llamamos la piña.

Con la emoción de la buena nueva al belga se le olvidó comer y no tardó en unirse a Mónica cuando la vio descender.
-¡Hola!- le respondió sentándose también en una silla y percatándose del aura que envolvía a la chica, parecía triste también, caray, a ver si la playa les daba un poco de ánimo a todos. Tayron creía que las excursiones aportaban frescura a la rutina y ya estaba deseando salir a ver que se encontraba, no visitaba con frecuencia la playa en su pueblo pero siempre lo recordaba como un lugar alegre, aunque la arena podía ser molesta no podía evitar esbozar una mueca divertida al imaginarse a la noruega tirada en el suelo por alguna de sus travesuras, sí, probablemente sería eso lo que haría nada más llegar. Ya echaba de menos sus juegos y la playa... le permitiría volver a hacer de las suyas.

Como si el destino le leyese la mente, apareció Dafne, tan guapa como siempre. El muchacho pudo sentir como se le erizaba el vello de los brazos nada más entrar en contacto con su piel y sintió un leve nudo en el estómago cuando la chica le besó en la mejilla. Solo captó la mitad de lo que le dijo pues estaba concentrado en lo que su naturaleza le pedía mirar. Aún así intentó disimular que no le estaba dando un repaso con los ojos.
-Eh...claro, preparado para todo- y le dio un beso de correspondencia en el cuello, debía aprovechar que como de costumbre Dafne estaba de buen humor, y en especial ese día él se encontraba más eufórico de lo normal, así que le siguió el juego.- Mmm, pero ahora que lo veo me surge la duda del escorpión, ¿Lo estarás tú?, es difícil seguir a un alfa, solo si quieres ser una delta- le susurró al oído mientras también le pasaba el brazo por sus hombros. Una vez preparados cruzaron juntos el puente y llegaron por fin a las calles.
-Veamos de qué estas hecha hoy amiga, has cometido un error al cuestionar mi profesionalidad como héroe pagafantas, ahora te toca a ti- provocó deslizando las manos a sus bolsillos, aún con ganas de que la chica también se hiciese valer, el belga se planteó al instante si deseaba en realidad que aquel día fuese elegido por alguna atrocidad de Rocavarancolia y tras recordar lo sucedido el día en el que Mónica perdió parte de su vestido decidió que no.

Sura reptaba por las calles de la ciudad de vuelta a la Sede para darse un ducha. Había salido, como era costumbre en ella, a "correr" en las mañanas. Era cierto que ella ya no podía correr como antaño pero a ella le gustaba llamarlo así, lo que hacía era mejorar su velocidad y resistencia máximas. Por lo que había leído una naga podía alcanzar más velocidad que la suya y por eso quería llegar cuanto antes y, a poder ser, batir esa marca.

Por esa razón lo único que llevaba puesto era su sujetador deportivo, eso y su colgante con las chapas metálicas. Con tranquilidad iba pensando en la ducha y que luego tenía que pasarse por la base del ejército cuando percibió un olor raro que invadió su boca. No, no era sólo un olor, eran varios y la naga no los tenía registrados. Al principio pensó que podía tratarse de algún ser de los subterráneos pero eso era raro, no solían aventurarse a la superficie y muchos eran predadores solitarios. Luego aventuró que podían ser algunos transformados, claro que también podían ser los nuevos cribados. Con curiosidad siguió su olfato y pronto se encontró con la fuente del olor. No creía que alguien del consejo le fuese a decir algo por interactuar con los novatos, no iba a darles información ni a perjudicarles, sólo quería saludarlos de cerca.

-Vaya vaya - dijo en voz alta mientras reptaba hacia ellos,- los nuevos cosechados - les dirigió una sonrisa, su cola se enroscó y se sentó sobre ella. Se apartó el pelo de la cara y cruzó los brazos aún sonriéndoles.- ¿Qué os contáis guapos?

Todo el mundo parecía de acuerdo de una u otra manera en ir a la playa hoy, con la sosa haciéndose por fin y el torreón limpio de arriba a abajo ya no quedaba mucho que hacer en él por lo que explorar era una buena manera de aprovechar el tiempo. Barael se sorprendió algo de la demostración de cariño de Tay y Dafne, normalmente ya cantaba de sobra lo que eran el uno para el otro, pero desde luego eso bastaba para aclararle las cosas a cualquiera que tuviera un par de ojos y orejas.

Se equipó con su bastarda, su daga, su cuchillo, su guantelete de cuero para la zurda y su armadura de brazo, todo ya en mejores condiciones después de que él las limpiara y afilara con las piedras de la armería. <<Listo para cualquier problema.>>

En el camino le asaltó una duda que no dudó en comentarle a su hermano, ya de pasó para intentar animarlo un poco.

-Eri.... Alguna vez he sido... hemos sido tan... ¿aflorados? -Dijo señalando a Tay y Dafne. -Ya sabes, Brina, Per y yo.



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Estaban andando tranquilamente cuando, como no, tuvo que pasar. <<Genial. Cualquier problema MENOS uno de vosotros.>> La rocavarancolesa se les puso delante antes de que pudieran virar en cualquier dirección para no molestarla, a ojos de Barael era de una belleza agresiva, cosa que no se solía encontrar para nada en nubla y no tenía un aire parecido a los otros dos, tanto por actitud como por su aspecto más saludable. No pudo evitar darse cuenta de que aquellos dos tenían los ojos dilatados y ella no.

La mirada rápida, curiosa y exhaustiva de Barael podía ser captada sin dificultad por la transformada, al cual le entró una mezcla entre miedo por su vida y la de su hermano y excitación debido a la preciosidad que tenía delante. <<Nunca pensé que no tener sexo durante tan poco tiempo fuera tan frustrante. En fin, parece más cuerda, pero mejor será no bajar la guardia.>>

Se adelantó un poco al resto para hablar. -Señora rocavarancolesa. -Dijo con la correspondiente reverencia. -Llevamos unos días instalándonos en un nuevo refugio y estamos saliendo de exploración a la costa. Siento que no sea información muy entretenida. -Trago saliva esperando una reacción neutra o positiva, su cuerpo estaba tenso preparado para actuar aunque supiera que no serviría de nada.

A la costa, dijeron de ir, y a la roquense le importó poco. Con tal de que pudiera estirar las alas y volar a su antojo, cosa que hizo desde que salieron del torreón, iría a donde fuera. Además, así exploraban un poco. Y que la ciudad tuviera costa era positivo: quizá podrían pescar o seguir la costa hasta ver a dónde llegaba la ciudad, o incluso ver si aquello era un lago grande en lugar de un mar y aquel sitio era más grande de lo que parecía. No lo sabrían hasta que llegasen, así que se limitó a volar hacia allá sin despegarse del grupo.

Se había preparado para la ocasión, también: varios cuchillos esperaban en su cinto y llevaba un arco y un carcaj a la espalda, así como dos jabalinas. Le resultaba raro volar con las protecciones de cuero, pero tenía que probar antes de decidirse por usarlas o dejarlas de lado definitivamente.

Lo que no esperaba era tener que plantearse usar nada de lo que llevaba encima. Lo había cogido todo como un experimento, primero, y como seguridad un tanto fútil en segundo lugar después de su casi nefasta experiencia con los nativos. Pero a lo que iba: no esperaba tener que usar sus armas pero tendría que pensarlo seriamente después de ver lo que se les cruzó en una calle: un reptil de gran tamaño. Lo peor es que parecía una serpiente. Colosal, además. <<No podía ser más chiquita>> De no haber estado en el aire se habría paralizado del miedo, pero en su lugar planeó hasta el suelo, junto al grupo, donde podría asustarse tranquilamente. Esos asquerosos bichos... Se colaban en sus refugios y les mordían en silencio. Y claro, la mayoría eran venenosas, cómo no. Tenían que hacer guardia a veces solo por ellos. <<Bueno, al menos esa de ahí es inmensa y la ves venir...>> Pero aun así, tragó saliva.

—¿Q-qué tal si no le hacemos ni caso y nos vamos por otra calle? —susurró. No cometería el mismo error dos veces...

Pero fue demasiado tarde. Uno de los fanáticos se lanzó a hablar. Si les atacaba, luego se escudarían en que "si un dios te habla amablemente, tú le respondes".

—¿En serio? Esto es surrealista —gruñó en voz baja, aunque no estaba nada sorprendida de la situación—. Pues yo no me quedo. Otra vez no. Os veo en la costa, si sobrevivís —sentenció.  

Fue casi dicho y hecho. Batió las alas con fuerza, evitó una zona de seguridad de varios metros alrededor de aquella criatura, y se dirigió hacia donde había visto el mar. Con suerte, pensó, cuando el resto del grupo le alcanzara faltarían dos. ¡Y encima el bicho les hablaba como si nada! <<"¿Qué tal, guapos?" ¿En serio? Esta ciudad es de locos. Fanáticos locos que adoran a locos>>

Sigue en los Acantilados

Al final, a pesar de la vagancia, Mónica había decidido salir. “Por si encuentro a Doce Punto, este me ve, se da cuenta de lo mucho que me ha echado de menos y nos vamos por ahí de picnic”, se dijo intentando animarse. Después de todo, un plan de playa le sonaba bien, aunque fuera en este mundo tan… distinto, de modo que, vestida exactamente igual a con lo que había bajado a desayunar [los pantalones que le hizo Roño, su sujetador deportivo (“Ya que voy a la playa, enseño algo de cacho”, según sus palabras, dichas sin pizca de vergüenza) y sus deportivas] y sin peinar, con el pelo ligeramente enredado cayéndole por la espalda, se unió al grupo que se disponía a salir.

Aún no se sentía con ánimos de hablar con nadie, de modo que estuvo caminando un poco por detrás de los demás mirándolo todo con los ojos muy abiertos y tarareando por lo bajo, arrugando la nariz ante la evidente decadencia del lugar.

-Y a pesar de todo tiene algo atrayente- murmuró en voz baja.

El que le diera el aire, al parecer, había ayudado a que le subiera la moral, así que comenzó a pensar cómo encontrar a Doce Punto y cómo sacar la idea de hacer una excursión a Altabajatorre… cuando, sin que se lo pudiera esperar, una bicha con cola de serpiente les salió al paso. “¡Me ha copiado el modelito!” pensó primero, ofuscada, tras el susto inicial y escuchando de fondo la propuesta temblorosa de doña Plumitas.

-Oh, mierda, doble mierda. Joder, otra vez no… y yo con estos pelos- fue lo siguiente que se le escapó, esta vez en voz alta, sin poderlo contener. Por suerte Roño había comenzado a hablar con la monstruito, por lo que dio un par de pasos hacia atrás con la vista clavada en la cola de la chica, sin poder despegar los ojos del brillo de las escamas, y expresión similar a la de una persona chupando un limón.

Las palabras de doña Plumitas hicieron que saliera de su empane. Vio con cara de pocos amigos como emprendía el vuelo y le susurró un “¡So cobarde!” que sonó más fuerte de lo que esperaba, envidiando a su vez la facilidad que tenía la roquense de salir de situaciones como esa.

“Con lo que odio ser sociable y nos sale un monstruo con ganas de charla…” pensó después volviendo a observar la escena con el miedo pintado en los ojos y los músculos en tensión, dispuesta a salir corriendo en cualquier momento. Sin poderlo evitar la adrenalina le dibujó una sonrisa en la cara.

Daerhien también decidió unirse al grupo que salía. Aún no había hablado con ninguno de los dos que le recomendó Sox, Barael no parecía antipático, pero era demasiado directo y práctico, lo que le hacía un tanto aburrido o rarito a sus ojos. Dafne por otro lado siempre estaba ocupada, ya fuese con aquel otro chico o en alguna tarea, por lo que tampoco se atrevió.

En aquellos días hacía las tareas que quedaban sueltas, destacando bastante poco para lo que estaba acostumbrado. Quiero acercarme más a ellos, pero… ¿Cómo? - Quería brillar como brillaba en su aldea, rodeado siempre de aldeanos que le enseñaban o simplemente charlaban con él. Veía Rocanvarancolía como un lugar más gris aún que las piedras, donde apenas conseguiría atención. Echaba de menos su aldea, por mucho que pensase que jamás lo haría, quería estar de vuelta en su casa, arropado por sus padres, esquivando las prohibiciones de su madre.

El día anterior a la salida se dio su primera ducha, erizándosele todos y cada uno de los pelos por los que pasaba el agua. Hacía tanto que no se bañaba en agua fría que se le había olvidado la sensación, el frío derritiendo todo calor y el temblor que se extendía por todo su cuerpo. Al terminar decidió lavar como pudo su ropa, aunque fuese con agua a secas, para que al día siguiente estuviese seca de nuevo. Le costaba mucho sentirse él mismo en aquellos trapos del baúl pero era mejor que nada.

Al aparecer aquel ser se impresionó del rojo tan poderoso que vestía, como si fuese un vestido teñido en sangre. Era tan bonito y brillante que se quedó casi boquiabierto, olvidándosele por completo lo que decía. Miró hacia atrás y vio a Mónica sola, y para no quedarse en medio, solo también, decidió acercarse a ella. No pasará nada, pero solo por si acaso…

Por fin se dispusieron a seguir hacia delante, y salir del torreón, la noruega seguía junto a su compañero Tay. Ella lo veía seguro según las palabras con las que se había expresado, ante su primera pregunta, ¿Pero estaría ella preparada ante un ataque enemigo?

-Ja, ¿qué te crees?, por su puesto que sí, que vengan todos los bichos que ya verás, juro no esconderme ni acobardarme ante ninguno-Dijo Dafne muy segura de su afirmación mientras le daba un leve empujón a Tay con la cadera...>>Ojalá aparezca algo y pueda demostrar mi valentía, a él y a los demás, quiero que vean lo que soy en realidad>>, pensó mientras miraba desafiante los alrededores del lugar en el que se encontraba.

Mientras caminaba por la calles la noruega se cuestionaba una y otra vez, como sería el mar de Rocavarancolía, ¿habría arena como en su mundo?, ¿se podría pescar de manera segura pececitos inofensivos?, o mejor aún...¿Se podrían bañar tranquilamente?, quizás esa última pregunta sería preferible no saber su respuesta, se dijo la chica para sí misma, después de pensarlo dos veces...

Dafne seguía al lado de su compañero belga, con el que seguía hablándole...

-La verdad es que cuando llegué a esta ciudad me sentí...como que no pintaba nada, todo el mundo parecía tener ganas de buscar aventuras y seguir el hilo de este lugar, en cambio yo, quería volver a mi mundo y resguardarme del peligro que podía acarrear este sitio, pero conforme van pasando los días, tengo más ganas de quedarme aquí, es como si tú...me hubieses contagiado esa alma aventurera que tienes y conseguiste también despertar la mía...-Dijo la chica mientras se apegaba más a Tay.

De pronto apareció un tipo de ser al que Dafne no conseguía ponerle nombre (¿SerpentWoman?), en realidad la espantó un poco pero intentó no mostrar nada, decidió acercarse y dirigirle la palabra...

-Eh...Buenas...¿Qué tal?, nunca te hemos visto por aquí, sinceramente me pareces un tanto curiosa...¿De dónde vienes?-Dijo la chica dirigiéndose a la nueva criatura que se cruzó por su camino

Si le preguntaban, ni siquiera Sakrilt hubiera podido decir por qué decidió unirse a la salida a la playa. Igual era un poco paranoia suya, pero sentía cómo los demás pasaban más de ella que de la mierda —aunque esta última había sido el principal foco de atención para no pocos cosechados—. Podríamos inferir, conociendo esta premisa, que simplemente se le encaprichó ir. Aunque, por eso, no se podría tratar de una deducción concluyente.

Lo cierto es que ella no se había esforzado lo más mínimo en establecer un contacto especialmente amistoso, pero estaba acostumbrada a esperar recibir sin dar nada a cambio, así como a que estuvieran atentos a lo que hacía sin mover un solo dedo. Además, en los últimos días solo se había dedicado a ayudar en algo cuando le daba por ahí y muy a desgana. Lo único que hizo mínimamente bien fue reservarse un poco de ropa que pudiera usar como capa improvisada debido al frío clima en la ciudad, en comparación con el de su planeta natal.

Para rematar su comportamiento poco colaborador, la tarde anterior a la salida se cargó el palo de la fregona improvisada con la que contaban haciendo el tonto por puro aburrimiento. Supuso que, como nadie la había ido a buscar, aún no habían descubierto el utensilio casi partido en dos que dejó escondido detrás de un mueble en la cocina, donde no era muy vistosa.

Algo a lo que sí consideró en apuntarse sin dudar mucho fue a los entrenamientos que se empezaban a poner en práctica. «Me irá bien dar un poco por saco a alguno de estos simios que no saben ni coger un palo», pensó la cabezahueca. Poco después, les dijo prácticamente lo mismo aunque con unas formas ligeramente más diplomáticas. Al menos les dejó claro que ella sí sabía defenderse tanto a corta como a larga distancia, aunque ni de lejos tanto como lo que fanfarroneó.

Regresando a la acción presente, la bicha se encontraba tan acojonada como frustrada. No es de extrañar, ver escamas que no pertenezcan a pescado es suficiente para poner en alerta a cualquier clinger, pero es que para rematar la parte superior era como la de sus acompañantes mamíferos. «Joder. No tenía bastante de monacos y reptiles, que me tenía que aparecer el paquete completo». Que se dirigiera a ellos con ese tono de superioridad no es que mejorara mucho su cabreo.

Dirigió su mano a la funda de la lanza corta sin estar ni siquiera pensando en ella. Mientras, escuchó cómo Barael hacía gala de sus lameculadas hacía el monstruo “dios”. Envidió mucho y muy fuerte la capacidad de Sinceridad de pasar y echarse a volar tanto por evitar el peligro como por no oír al gilipollas del culo ese hablando. Dafne no mejoró precisamente su buen humor.

—Me cago en su pecho, estos imbéciles son más tontos y no nacen —susurró un poco alto de más por puro cabreo. Su mano ya agarraba la arma aunque esta seguía en su funda. Estaba dispuesta a usarla como se atreviera a acercarse a ella.

Eriel:

Eriel asintió a lo que decían y se preparó para la salida, preparación que consistía en cambiarse de ropa ya que aún no había elegido un arma para sí mismo.

-No me hagas hablar - le respondió a su hermano con una sonrisilla.- O estaría quejándome hasta mañana.

Salió con ganas de aire fresco y eso fue lo que encontró. Eso y una cosa más que no esperaba encontrarse, o más concretamente alguien. La mujer era mitad reptil y de lejos más guapa que el último habitante que se habían encontrado.

-Oh dioses - fue lo mejor que atinó a decir cuando vio a Sinceridad echar a volar. Por suerte había sido su hermano el que se había dirigido a la ciudadana primero.

Surásara:

Sura miró con curiosidad a los allí reunidos, en ningún momento perdió la sonrisa pero las palabras del primer nublino le picaron un poco.

-¿Señora? ¿Parezco tan vieja? - preguntó. Observó marcharse a la roquense y no hizo nada para impedirlo.- Espero que dure más que el roquense que estuvo en mi cosecha. Por lo que sé tienen mala suerte, ninguno ha llegado vivo a la Luna - les dijo al resto.

-Un refugio, ¿por casualidad un torreón cercano con huesos de cetáceo por último piso? - preguntó para comprobar si se habían alojado en Maciel. Claro que también era posible que se hubiesen asentado en algún otro sitio.

-De dónde vengo... es una buena pregunta - comentó mirando a la chica.- Vengo de un mundo llamado Ulterania. Un lugar con bastante más color y agua, y de lejos menos peligroso - habló con toda la tranquilidad del mundo.- Pero no os preocupéis por peligros, si sois cuidadosos no tiene por qué morir nadie.Me llamo Surásara, un placer - se presentó despreocupadamente, como si no fuese raro hacerlo tras decir que podían morir.

Ni de lejos se le escapó el gesto de la clinger y clavó en ella sus ojos serpentinos.

-Yo que tú no usaría esa lanza contra mí si es lo que estás pensando - le advirtió.- Esta ciudad tiene una ley muy clara y es que no os podemos hacer daño ni ayudaros, pero hay excepciones. Si decides atacarme ten claro que no me voy a quedar de brazos cruzados y ni siquiera el consejo podría castigarme - volvió a sonreír.- Lo que me extraña es que no hayas seguido el camino de tu compañero, por lo que sé soléis tenerle miedo a los reptiles.

Gominola se había acercado a ella y sólo por eso la chica estaba haciendo grandes esfuerzos por no salir corriendo de allí y dejarle ahí plantado. La interacción de Dafne con la mujer serpiente le sacó un sonoro bufido incrédulo. “¿En serio? ¿‘Me pareces un tanto curiosa’? ¿Hola? ¿Pero esta chica tiene un hámster en el cerebro o se le cruza mazo la pinza cada vez que nos encontramos con mutantes? ¡Sí, demos charla a una posible psicópata asesina con cola de serpiente, garras y toda la pesca, nada puede salir mal, como ya nos ha demostrado esta ciudad en contadas ocasiones!”.

-Venga ya, colega, lo flipo en colores- masculló en un tono bastante audible y con el ceño fruncido antes de escuchar a Krit, cuyas palabras, con las que no podía estar más de acuerdo, le sacaron una carcajada que tuvo que ahogar a toda prisa con las manos no fuera a ser que la monstruita se cabreara de repente sólo por escuchar una risa.

Cuando la chica serpiente comenzó a hablar de nuevo Mon retrocedió otro paso inconscientemente esta vez arrastrando a Gominola, a quien había cogido de la mano para no dejarle atrás, con ella. “Quién me mandaba a mí salir hoy. Noooo, nadie, pero cómo no, quería que me diera el aire y ver el mar. Me cago en la puta de oros, ojalá me hubiera quedado, en vez de ver a Doce Punto veo a raritos mutantes…”. Cuando la monstruo comentó lo de que nadie tenía que morir ese día Mónica soltó otro bufido, este todavía más sonoro que el anterior.

-Hombre, gracias, menos mal- comentó con sorna en un tono mucho menos bajo de lo que pretendía, mientras retrocedía más y más. –Nada fastidia más el día que una muerte no planificada, ¿no? Esto no me da buena espina- le susurró después al daeliciano, al que ya había soltado, al oído.