Conversación de azotea

Alec volvió del palacete de buen humor y eso se notaba en todo, la forma de andar, la forma de hablar y hasta la forma de tararear mientras hacía cosas por el torreón como dejar su arma en la armería.

Al poco rato encontró a Adam y sonriente le sugirió subir a la azotea para hablar. Una vez allí el escocés se apoyó contra el parapeto y miró hacia el ruso.

-Este es mi lugar favorito del torreón, ¿sabes? - empezó diciendo para relajar al chico.- Puede verse bien la ciudad, se siente el aire, hay buena perspectiva del cielo... No sé, aquí me siento bien y puedo alejarme un poco de los problemas. Como si dejase mis problemas en el suelo y cuanto más me alejo de él menos los siento.

>>Por desgracia siempre toca volver al suelo firme, por eso quería preguntarte algo - dijo con tranquilidad.- ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

Ocultando lo nervioso que estaba, decidió mirar a la ciudad a la vez que miraba a Alec. Al escocés le veía muy feliz, animado mientras le describía su atracción por la azotea.

—Alejarse de los problemas… —susurró para sí mientras sentía el viento en su rostro. Aunque estaba algo intrigado por la petición de Alec de tener una charla a solas, la verdad es que le encantaba la azotea, pensando en que quizás él la frecuentaría a partir de ahora.

Volvió al mundo real cuando Alec le formuló la pregunta. Se estaba haciendo un mundo en su cabeza, creyendo que quizás el escocés sabe algo sobre su encuentro con Chromsa y Kradko. Pero algo rondó en su cabeza: Alec fue la primera persona con la que habló de él, en la salida de Ataulfo. Para él es normal que tuviese curiosidad todo este tiempo.

—N-no. No mucho la v-verdad —su mentira era pésima, de las peores que hizo en su vida. Se notaba una perturbación anormal en su voz. Se pasó la mano, nervioso, por el interior de la bufanda alcanzando su cuello mientras se le escapaba una risa nerviosa. Fue tanta su inquietud que su bufanda perdió su estructura, cayéndose sobre sus pies. Adam palideció cuando su tatuaje estaba a la vista, entrando en pánico y tapándoselo a toda velocidad. Se maldijo un millón de veces mientras evitaba a toda costa los ojos de Alec.

Alec no se creyó ni por un momento lo que dijo Adam. No sólo por el tartamudeo de su voz o su evidente nerviosismo... Se parecía a su hermano pequeño cuando quería contarle alguna mentira, quizá a alguien que no hubiera pasado tanto tiempo con niños podría haber colado.

Se acercó al ruso y se agachó, recogiendo la bufanda del suelo. Le parecía haber visto algo en el cuello del chico, quizá un tatuaje. Debía ser un dibujo raro si le daba tanta vergüenza enseñarlo. Volvió a ponerle la bufanda al cuello con mimo. De verdad le recordaba a sus hermanos, a pesar de que seguramente tuviera su edad y le sacase unos centímetros de altura. No era el físico si no su actitud.

-Si no quieres hablar de ello no pasa nada - dijo mientras tanto.- No voy a obligarte ni nada por el estilo, pero si necesitas algo seguro que te puedo ayudar con ello.

>>Podemos convertir esta azotea en las Vegas. Lo que pasa en la azotea se queda en la azotea - dijo aún cerca de Adam y con una sonrisa de ánimo en la cara.- ¿Qué te parece? - finalizó animándolo.

Aunque se dejó poner la bufanda tuvo cierto rechazo por el gesto de su compañero, no sabía si era por su largo tiempo sin relacionarse con gente de su edad. Terminó por apartarse un poco y acabó por ponerse la bufanda él mismo. No lo hizo con mala intención sino por comodidad, tenía la costumbre de colocársela en su cuello de una forma muy específica.

Alec logró sacarle una sonrisa al ruso, sincera como pocas ya que era agradable al fin y al cabo hablar con alguien. Agradeció su proposición de hablar pero ya tomó su decisión.

—Tiene que ver con lo que tengo en el cuello, pero no me siento muy cómodo por ahora como para hablar sobre ello, perdona —aclaró, pasándose de nuevo la mano sobre su cuello pero con mayor tranquilidad. Aunque el hecho de poder soltarse con otra persona más le ayudaría, tampoco quería asustarlos recordando la reacción de la pobre Kradko—. Eres una buena persona, ¿quieres que te ceda el turno y me cuentas sobre ti? —se acarició los peliilos de varios días sin afeitar en su rostro. Quiso transmitir confianza en sus gestos mientras se apoyaba en el borde de la azotea, intentando recordar las habilidades sociales de su vida pasada en la Flecha Alzada.

Alec dejó que el chico se apartase y se terminase de colocar él mismo la bufanda.

-Disculpa, costumbre de ponerles a mis hermanos la bufanda antes de ir al colegio - se disculpó con Adam. Quizá había hecho sentir incómodo al ruso por la proximidad.

Volvió a apoyarse en el parapeto y lo miró a los ojos. El chico le caía bien, se le veía tímido y siempre con ganas de ayudar a los demás en los distintos quehaceres.

-Un tatuaje, ¿no? - preguntó con curiosidad.- Yo también tengo uno - se encogió de hombros y lo invitó a apoyarse junto a él en el muro.- No te preocupes, cuando te sientas preparado para hablar sabes donde encontrarme. Se me da bien guardar secretos - le dirigió una sonrisa sincera.

>>¿Yo? No hay mucho que contar. Soy un chico de pueblo que ya tenía la vida solucionada hasta que Akeyo me secuestró - empezó a hablar.- Iba a heredar la granja familiar, a cuidar de mis hermanos, a colaborar con mi mejor amigo en hacer el pueblo mejor - suspiró dejando salir un poco la preocupación que tenía dentro.- Y ahora cada vez que salgo de este torreón tengo miedo de que ocurra algo malo y le pase algo a alguien. No sé, hay días que me parece que no hago lo suficiente y sin embargo hago todo lo que puedo hacer. Pongo buena cara, intento que el resto se sienta bien, que haya todo el buen humor que pueda en este lugar gris... Ojalá pudiera hacer algo más...

Dejar salir sus dudas molestaba a Alec, no deseaba que el resto del torreón cargasen con más peso del que ya tenían encima. Pero de alguna forma se sintió un poco mejor cuando lo dijo en voz alta.

Que otro tuviese un tatuaje como él lo reconfortó bastante, además de Kolja estaba Alec. Tóntamente pensó en el día en que tuviese confianza y pudiesen hablar entre ellos sobre sus tatuajes.

Adam escuchó atento la respuesta de Alec. Por un momento el ruso pensó en sus padres, feliz de que le hayan olvidado por completo. Recordó como agradeció mucho a Akeyo por posibilitar eso cuando lo cosecharon. Sus cejas se alzaron un poco cuando Alec mostró preocupación. No sabía que decirle. Si bien quería contarle que estaba bien dejar salir sus sentimientos supo que sería hipócrita de su parte.

—Lo haces genial, lo de animar a la gente —Adam dejo separar un poco sus labios para enseñar una pequeña sonrisa—. No digas que no haces lo suficiente. A mí, por ejemplo, me has animado el día —dijo mientras se señalaba con las palmas abiertas.

Durante esta charla Adam se dio cuenta de que algunos del torreón podrían tener problemas e inseguridades.

Alec miró hacia abajo, al patio y levantó la vista hacia el ruso cuando le respondió. Soltó una risita y se acomodó un poco más en el parapeto.

-Entonces supongo que esta charla ha servido de algo - dijo más para sí mismo que para el otro chico.- No sabía si hablar contigo la verdad, esta mañana me decidí por tu forma de decir las cosas. Dijiste que ya que no salías harías lo que fuese. Sabes que eso no es necesario, ¿verdad? Quiero decir, nadie te va a culpar si un día no te apetece salir o prefieres simplemente tomarte el día con más calma. Todos tenemos días en que necesitamos estar a nuestro rollo o descansar sin más. La cosa es arrimar todos el hombro en lo que podamos pero sin quemarnos - le dijo dirigiéndole una sonrisa amable.- Hoy por ti y mañana por mí como se suele decir - le dio una palmada suave en la espalda.

-¿Y qué me cuentas de ti? - le preguntó.- ¿Qué tal es Rusia por esta época del año?

—Quizás tengas razón, aunque no me vendría mal aprender a hacer algo —respondió con un tono animado, casi teatral—. Hoy me propuse a intentar hacer la comida, ¡cuando no se ni freír un huevo! —se echó a reír ante sus defectos—. No me imagino la que hubiéramos liado al intentar apagar el incendio— añadió estando seguro de que esa posibilidad podría ser bastante certera a la realidad.

—Bueno, como los turistas suelen decir, hace frío —respondió de nuevo con poca importancia levantando sus hombros—. De donde yo fui, Rostov del Don, había mucha queja de la temperatura pero yo el frío lo aguanto bien, supongo —siguió hablando con sus brazos en la nuca—. Cuando salgas de aquí podrías visitar mi ciudad. Es bastante bonita, la verdad, aunque tiene muy mala fama por la criminalidad —ésto último le hizo recordar a la Flecha Alzada—. <<Normal que tuviese mala fama con nosotros dando por culo. Ojalá se haya disuelto el grupo>> —divagó con desagrado en sus pensamientos.

Alec se carcajeó de buena fé cuando se imaginó a Adam intentando apagar el fuego.

-No creo que hubiera habido gran problema en un torreón de piedra - se rió.- Pero oye, si quieres puedo echarte una mano con lo de cocinar. No es que yo sea el mejor cocinero del mundo pero algo te puedo enseñar, aunque sea a freír un huevo.

Había aprendido a cocinar con su madre, cosas relativamente básicas para no tener que tirar siempre de comida congelada cuando sus padres estuvieran visitando a su hermana. Y además sus hermanos pequeños eran unos glotones de cuidado así que siempre le pedían cosas dulces para desayunar o merendar.

-¿Me enseñarías tu ciudad? - preguntó con una sonrisa.- A cambio te daré un paseo por mi pueblo y te enseñaré mi granja - no pudo evitar reírse por las últimas palabras del ruso.- Creo que si conseguimos salir de aquí un poco de delincuencia no nos va a preocupar. Sobre todo si conseguimos magia, ya viste lo fácil que fue para Ataulfo detener a Kolja.

>>Y por lo del frío no hay problema, tengo una capa extra de protección. Escocia es húmeda y fría, pero muy verde y bonita. Yo creo que te gustaría - dijo sonriente estirándose contra el parapeto.

Ante la petición de Alec sobre enseñarle su ciudad, Adam sonrió de forma culposa estirando una comisura más que la otra. Miró al horizonte.

—No creo que te pueda enseñar mi ciudad, ni visitar la tuya —afirmó con algo de pesadez en sus palabras—. He decidido que me quedaré aquí. Quiero hacer una nueva vida en este mundo como me dijo Akeyo —la decisión en sus palabras era genuina, no tenía nada que perder de la Tierra.

No quería desalentar a nadie con lo que pensaba, pero nunca se fió de las palabras de la cosechadora sobre que podían regresar de vuelta. Dentro de sí, sin embargo, deseaba que fuese cierto por los que tuviesen seres queridos de los que preocuparse.

—Por cierto, ¿sabes algo sobre música? —preguntó con la intención de cambiar de tema—. Desearía tener un piano… o cualquier instrumento en mis manos, eso siempre me relaja —confesó apoyándose vagamente sobre el parapeto mientras realizaba los gestos de imitar tocar un gran piano.

Alec no dijo nada cuando el ruso le confesó que no pensaba volver a la Tierra una vez pasase un año. Miró al horizonte también, apoyado contra el muro y empezó a unir piezas. Adam no quería volver, no hablaba de su pasado, su timidez y sus ganas de probar que era válido haciendo cosas para los demás. Se imaginó la vida de aquel chico y automáticamente sintió pena por él. Debía de haber sido terrible para que prefiriese aquella ciudad devastada a la posibilidad de regresar.

No lo expresó en voz alta ni dejó que su voz transmitiese la pena, supuso que era lo que menos habría querido Adam. Decidió sin embargo que estaría más pendiente de aquel chico a partir de entonces, todo el mundo merecía que se le prestara atención. Y quién sabía quizá con el tiempo pudiera hacerle cambiar de opinión al respecto, no tenía que volver a su ciudad podía quedarse con él en la granja, siempre eran bienvenidas manos fuertes y trabajadoras.

-No sé mucho al respecto, lo que me enseñaron en clase y poco más - respondió al chico agradeciendo el cambio de conversación.- ¿Tocas el piano? Eso mola. Como mucho puedo intentar hacerte una flauta o un silbato pero no prometo nada. Pero siempre puedes robarle un rato a Kradko el tambor que se quiere hacer - comentó con una sonrisa bromista.- A mí escuchar música siempre me ha relajado, solía escuchar un poco cada día antes de dormir si dormía solo.

-¿Cuál es tu comida favorita, Adam? - le preguntó dándole vueltas a una idea.- Si lo de asaltar las bañeras sale bien podría intentar hacértela un día, o enseñarte a ti para que puedas comerlo cuando te apetezca.

Se tomó muy bien los cumplidos de Alec, ocultando con algo de timidez la tonta sonrisa que estaba haciendo. Por momentos tuvo interés en Kradko y sus habilidades con el tambor, quizás ella pueda tener soltura tocándolo.

—Me gusta el piano pero era más terapéutico que otra cosa. Joder, lo que daría yo por una batería —el tambor de Kradko le hizo saltar a ese tema—. Tengo algo de práctica, pero me encantaría saber tocarla mejor.

Se enrolló más de lo que esperaba: Adam empezó a contarle muy emocionado al escocés todos sus gustos musicales, las bandas de power metal, metal sinfónico, metal instrumental que escuchaba diariamente; todos los acordes que recordaba con el piano. Bromeó con el hecho de formar una banda con algunos del torreón. En ese momento sus ojos verdes tuvieron un brillo especial, quizás se estaba mintiendo con que no echaba nada en falta de la Tierra: su batería estaba aun en su cuarto.

—Quizás pueda ser algo complicado, pero me gusta mucho la pasta —el conocimiento nulo de Adam sobre la cocina en general hizo que viera la elaboración de la pasta como algo realmente complejo—. Aunque me da lo mismo comer cualquier otra cosa, de verdad —se excusó para no hacer perder el tiempo a Alec con sus deseos culinarios.