Hojeando un rato los alrededores

Si bien Adam se encontraba algo ocupado en su día a día con sus estudios y obligaciones, se pudo permitir un par de ratos libres para buscar hojas secas para su pareja. Ya supo del apego que los brujos tienen a su dominio y Chromsa se encontraba especialmente afectado por ello. El pegaso salió con un saco de tela a buscar en zonas donde abunden hojas, sobre todo si están secas. Eso le llevó a los jardines de la memoria donde sí que habían. Al menos se le hizo familiar el lugar ya que lo visitó con anterioridad.

Adam, con paciencia, agarraba individualmente cada hoja. A cada una le dedicaba mínimo cerca de un minuto para analizarla bien. Miraba si estaba rota, si su estructura era simétrica, si estaba carcomida y sobre todo si estaba lo suficientemente seca para que al fauno le gustase. No las recogía al azar, prefería que en un todo fuesen de buena calidad aunque le tomase demasiado tiempo.

Un ruido en las cercanías lo distrajo de su ultimo análisis, poniéndose en guardia y sacando un poco la cimitarra de su sitio aunque no la haya usado nunca.

Devoss caminaba tranquilo por las calles de Rocavarancolia en forma animal. Como todos los días, necesitaba correr y liberarse así que el holandés salía después de un largo entrenamiento con armas normalmente. Por el trayecto si encontraba alguna presa la cazaba, incluso aunque no estuviera especialmente  hambriento, y proseguía su marcha a veces a máxima velocidad y otras tomándose tiempo para admirar los edificios en buen estado y saber por dónde era mejor no acercarse. Era una costumbre que había cogido desde los inicios de su transformación y que le sentaba de maravilla. Era un chico sociable, pero a veces necesitaba tiempo para estar en soledad.

El licántropo llegó a los Jardines de la Memoria por casualidad. A pesar de ser un sitio magnífico solo había ido en un par de veces, pues no era una zona  prohibida por los cosechados y durante las cribas prefería no toparse con ellos si no era necesario. Por muy chulas que le parecieran las estatuas no valían tanto como para tener una situación incómoda con los nuevos habitantes que venían cada año. Por eso aquella era una buena ocasión, ya que la cosecha había terminado. Devoss se decidió por entrar en aquel sitio lleno de recuerdos de otras eras, absorto por la magnitud y esplendor de las estatuas. Quizás por eso no fue consciente del sonido que le llegaba, como el de hojas crujiendo y revolviéndose, hasta que fue tarde.

Tras romper sin querer una rama con sus patas y rodear la base de una estatua enorme se encontró con una sorpresa. Se trataba de un desconocido de pelo moreno y con una cimitarra a punto de sacarla. Devoss dio un veloz salto hacia un lado, impulsado como un resorte. Sus sentidos alerta, las garras y colmillos listos por si el extraño decidía actuar. El licántropo gruñó por lo bajo.

El sonido lo alertó más de la cuenta, dejando caer el saco y estando en guardia máxima. No imaginaría aquel sitio como el hogar de alguien o algo peligroso ni mucho menos pero ya nada le sorprende, pudiendo llevarse una mala sorpresa.

Se esperó muchas cosas: un ciudadano, una criatura mágica, algún insecto extraño, otro Setenta y Siete… Pero de todas aquellas cosas nunca en su vida pensó que algo de su mundo, la Tierra, aparecería. Era un tigre de carne y hueso, un tigre que había visto en video muchísimas veces pero tenerlo ahí, delante, le disparó las pulsaciones. El animal parecía decidido a atacar, estando en absoluta guardia y sacando los dientes. Su corazón iba a mil por hora. No sabía que hacer contra ese enorme bicho y ni siquiera pudo exclamar o decir nada. Ahí estaba, agazapado, con las palmas abiertas y sus ojos aun más, teniendo un miedo primigenio ante la bestia.

Apretó los dientes, dejando ir con fuerza todo el aire que se aguantó del susto y sacando fuerzas, conjuró una barrera que, para su desgracia, no apareció. Practicó el hechizo mil veces pero no le salió. Lo intentó de vuelta pero estaba demasiado asustado como para hacerlo, mirando al tigre con su rostro blanquecino, como si la vida le saliese por los poros de su cuerpo.

—Tranquilo… no quiero hacerte daño —susurró con un hilo de voz, extendiendo las palmas. En un acto desesperado intentó mostrarse inofensivo, queriendo exhibir sus nulas intenciones de hacer nada malo al animal.

Devoss se regañó así mismo por ser tan despistado. La fuerza y el poder que sentía cuando se transformaba le había hecho bajar la guardia en aquella ocasión, pero el holandés pretendía remediar ese error. Volvió a gruñir por lo bajo a la espera de un ataque pero no se esperó lo que vendría. El desconocido se había puesto nervioso con su presencia e intentaba conjurar una barrera sin éxito, tantos entrenamientos con Ruth le habían valido para distinguir algunos hechizos al menos. El animal lo miró con gesto confundido.

Por otro lado el extraño vestía como un humano normal de la Tierra, pero bien sabía que eso no significaba que no fuera peligroso. Quizás era alguien de la nueva cosecha, ya que a Devoss no le sonaba su cara, pero tampoco conocía a tanta gente como para asegurar aquello. Puede que simplemente nunca se hubieran encontrado.

Cuando aquel chico optó por intentar calmarlo el licántropo se relajó un poco. Aún no se fiaba del todo, pero viendo que había enseñado la bandera blanca él hizo lo mismo y empezó a revertir su forma mientras se incorporaba rápidamente. El proceso duró un par de segundos y cuando terminó de levantarse ya era completamente humano.

-¡Vale, tío! Estoy tranquilo ¿Tú estás tranquilo? -. Dijo con las manos hacia delante en señal de paz y una sonrisa incómoda. Una parte de él seguía en guardia, sobretodo al darse cuenta de que el extraño era un chico ancho y también por no saber sus habilidades, pero por cómo había actuado intuía que no había amenaza. Eso o era muy buen actor.

El licántropo llevaba una camiseta de manga corta color verde oscuro, con unos pantalones cortos y cómodos negros y unas zapatillas deportivas. Sujeta a la espalda con una correa de cuero portaba una espada larga.

Parecía que su plan estaba teniendo éxito. Pudo leer en la postura del tigre que se estaba relajando pero además de eso, y justo delante de él, el tigre tomó una forma humana. No era como con Rua o él mismo, era un cambio progresivo. Pudo ver como el pelaje desaparecía y tomaba una postura bípeda. Su cola se encogió hasta no estar ahí y su cara de animal pasó a ser la de un joven. No parecía ir de malas e incluso le devolvió lo que Adam en un principio dijo.

—¡L-lo siento! Pensaba que eras un tigre, tigre... —bajó las manos, todavía en tensión. No quería mostrar hostilidad—. Me llamo Adam y soy nuevo en la ciudad. No sabía que este sitio estaba ocupado, ¡lo siento de veras!

Agachó la mirada por pensar que estaba en un lugar donde no le llamaron y temía haber molestado al desconocido.

—¿Eres un… ciudadano de por aquí? —preguntó por saber si se trataba de otro veterano como Erknest o Enredo. Quería sacar conversación, saber si el desconocido era de fiar y preguntar por el cambio de tigre a humano que recién vio. Justo el día anterior, hojeando las transformaciones de su libro, pudo ver algunas muy similares a lo que estuvo delante de él pero quería asegurarse, pecando de ser demasiado curioso con ello.

Devoss se alegró de que todo pareciera ser un malentendido y bajó los brazos a la vez que el otro chico. El humano, el cual se llamaba Adam, se mostró amable y comentó que era nuevo en la ciudad. <<Así que eres de la última cosecha>> Pensó con gesto serio. No sabía por lo que había pasado, pero conociendo Rocavarancolia estaba seguro de que no tenía que haber sido fácil. En el momento en que Adam se disculpó creyendo que aquel sitio era su propiedad el holandés soltó una carcajada.

-Oh no, no.- Dijo entre risas.- Solo pasaba por aquí, yo me llamo Devoss.- Se presentó cruzándose de brazos y apoyando el peso del cuerpo en una pierna.- Perdona por haberte asustado, yo tampoco pensaba que hubiera alguien por aquí y tengo la manía de ir en forma de tigre a todos lados-. Entendía que se hubiera llevado un susto al verlo de repente, aunque el también se había llevado otro.- Y bueno... espero que no lo hayas pasado muy mal en la criba. Es una mierda.- Comentó finalmente con cierto aire de pesadumbre. Hablar de las cosechas le hacía recordar la suya propia. Y le venían a la mente los nombres de aquellos que ya no estaban entre ellos: Ziack, Vorela... Sigrún. Este último nombre venía siempre acompañado de una gran rabia.

-Sí, llevo tres años en la ciudad.- Le respondió al chico con una sonrisa. Fue entonces cuando se dio cuenta de la bolsa que había al lado de Adam y preguntó con tono curioso y divertido.-¿Qué es lo que llevas ahí? ¿Es que estás limpiando este lugar o algo?-

Cuando el hombre-tigre rompió a reí a carcajadas, Adam formó una sonrisa incómoda por compromiso aun con las cejas arqueadas. Se relajó cuando se presentó y confesó que solo estaba de paso. No comprendía del todo la costumbre de Devoss de pasearse por ahí transformado en un tigre, a cualquiera le puede dar un patatús.

Un duro golpe de realidad le llegó cuando Devoss sacó el tema de la criba, su criba. Asintió a lo de que era una mierda, desde luego que lo era. Los dejaron solos ahí, a morir, sin ayuda, contra un mundo muy duro e injusto. Muchos de los que vio al inicio eran niños, ni siquiera mayores de edad como el pegaso.

El chico respondió el tiempo que llevaba en la ciudad. Le sorprendió la cantidad, siendo tres años completos debía de estar bastante acostumbrado a las locuras de este sitio. Adam se giró al saco de hojas y la suposición de Devoss le sacó una sonrisa tonta, viendo la gracia a que lo confundiesen con un chico de la limpieza.

—Justo me pillaste recolectando hojas, las necesito para… para un amigo —no había tanta confianza entre los dos como para contar su vida amorosa por el momento, prefiriendo recular. Mientras hablaba se fue dirigiendo al saco— La luna lo convirtió en un brujo con un dominio sobre las hojas secas y últimamente no anda muy bien de ánimos así que le hago el favor de recoger unas pocas para que esté mejor —revisó que el saco tuviese las hojas dentro y se giró a Devoss—. ¿Eres un licántropo por casualidad? Leí en un libro sobre ellos y te me haces similar a lo que vi, aunque el dibujo mostraba a un hombre-lobo, no un hombre-tigre —el saco se le resbaló de las manos, desparramando todas las hojas por el suelo. Adam pegó un bote y suspiró, agachándose para recogerlas de nuevo —Joder... P-perdóname, es que ya se me ha escurrido el saco tres veces hoy y las hojas buenas son difíciles de encontrar, tampoco quiero darle un saco lleno de hojas rotas.

El holandés escuchó el motivo de Adam para visitar los Jardines de la Memoria y tener esa bolsa. No conocía mucho sobre los dominios de los brujos, sabía que había muchos y el que más se le venía a la mente era el de su amiga Irianna, pero controlar las hojas le pareció de los más curiosos. Devoss asintió cuando el chico terminó de explicar esa parte y se dispuso a hablar cuando le preguntó si era un hombre tigre. Pero en un desliz de Adam se le resbaló la bolsa, con todo su contenido desparramado y empezó a recogerlas disculpándose.

-¡No te preocupes! Espera, que te ayudo- Respondió enérgicamente mientras se acercaba. Tuvo especial cuidado en coger las hojas sin llegar a romperlas ya que no quería fastidiarle, mientras tanto pensó en que Adam era un chico algo extraño por pedir perdón por aquello. Pero a saber por todo lo que había pasado en la criba. -Sí que soy un licántropo tigre, llevaba ya un rato corriendo por las calles y si de camino cazaba algo pues mejor, hasta que vi este sitio y pensé en entrar.- Le contestó mientras le ayudaba.-Y creo que en tu libro solo salía un hombre-lobo porque son los más famosos. Pero tío, créeme cuando te digo que hay licántropos de todo tipo, casi tantos como animales. ¡Te juro que una vez vi a uno transformarse en rinoceronte!-. Dijo con sorpresa, recordando ese día.-¿Y qué eres tú? ¿Un brujo o una especie de mago?- Preguntó con curiosidad al no verle ningún tipo de cambio físico.

Agradeció con una amplia sonrisa la ayuda del chico, aunque su semblante feliz cambiase a otro inflando las mejillas de frustración al romper un par de hojas. Alzó su mirada por haber acertado en la persona que estuvo a su lado, aunque es un poco raro que se le denomine licántropo siendo un tigre. Lo de cazar le pilló de sorpresa, leyó que los instintos animales eran normales en ellos pero, ¿a ese nivel? Tampoco quiso discutir nada pues cada transformación es un mundo y no era quién para interponerse en el ciclo natural de un tigre cazando su comida.

—¡¿De todos los animales?! ¡Eso es increíble! No quiero ni pensar la diversidad que tiene que haber con los de tu especie. Un licántropo herbívoro debe de merecer la pena verlo —estaba muy sorprendido por ese dato. Era demasiado pensar en todos, uno a uno. No supo por qué pero creyó al veterano sin dudarlo, teniendo ganas de conocer más licántropos.

La otra pregunta ya se la han hecho unas pocas veces desde que se transformó. Era inevitable que la formulase pues él era prácticamente una persona normal por fuera, ocultando sus plumas.

—Te voy a ser sincero Devoss, realmente estoy escondiendo lo que soy. No es por nada es que leí en un par de libros que… estoy en peligro por lo que me tocó ser. ¿Puedo confiar en ti para decírtelo? —sabía que estaba pecando de inocente. Por días que pasan cada vez estaba más suelto, más confiado con sí mismo. Y lo hizo de nuevo, dejando caer que indagase el licántropo con respecto a su verdadera identidad.

Devoss rio al ver la expresión de Adam de asombro, y se rascó parte del cabello mientras asentía a sus halagos con una sonrisa. Era cierto que su especie era una muy extendida y merecía la pena ver a un licántropo herbívoro, aunque él prefería mil veces más la carne obviamente. Y además era más divertido.

Solo quedaban unas pocas hojas ya, pero el holandés siguió ayudando a recogerlas igualmente, esperando la respuesta a la pregunta que le acababa de hacer sobre su transformación. Si le hubieran dicho cuando salió de la sede que iba a encontrarse con un desconocido habría ido a otro sitio para evitar el encuentro. Pero ahora se alegraba de que no hubiera sido así. Adam parecía amigable y con buen corazón, aunque no era la primera vez que le engañaban de esa manera... Así que una parte de él seguía vigilante. Solo por si acaso. Cuando el chico le respondió tan misterioso Devoss miró a ambos lados de la zona, como si pudiera haber alguien espiándolos, y asintió con gesto cómplice y una sonrisa algo salvaje en el rostro.

-Tienes mi palabra, Adam. Esto no saldrá de aquí.- Le dijo mientras hacía un saludo militar para aliviar el ambiente.-Venga, dispara.- Insistió con cierta impaciencia, se moría por saber qué clase de transformación podía conllevar tanto riesgo pero a la vez no mostrar ningún cambio físico.

Devoss hizo un gran favor a Adam con las hojas, tardando la mitad de tiempo en recoger las que se cayeron al suelo y llenando el saco de nuevo, teniendo ya una cantidad considerable de hojas secas.

La promesa del licántropo le sacó una sonrisa. Era un sentimiento familiar, como si los gestos del ciudadano los hubiese vivido antes. Pocas personas lo habían tratado con tanto colegueo, entre ellas Kolja y Alec, por lo que Devoss le cayó tremendamente bien en una primera interacción. Una parte de él sabía que estaba recordando sus anteriores momentos en la Tierra, cuando él mismo era muchísimo más sociable y vacilón.

Se incorporó y su sonrisa ya mostraba soltura. Miró a los lados y era perfecto, no había nadie y los muros ayudaban a que nadie le viese a lo lejos.

—Te lo voy a mostrar. En tres… dos… uno… ¡Un pegaso! —y lo hizo. En el momento en que pronunció la palabra provocó la transformación con mayor facilidad. En un abrir y cerrar de ojos se transformó en un Cuarto de Milla blanco, con los ojos muy cristalinos y un par de alas enormes. Adam incluso se tomó la libertad de estar a dos patas y relinchar, abriendo sus alas por instinto teniendo una envergadura asombrosa mostrando el poder de ellas para levantar su pesado cuerpo. Al caer y volver a cuatro patas se notó por el ruido de la pisada lo ancho y fuerte que es su nuevo cuerpo. Asintió con la cabeza en amplios movimientos.

—«Lo… ¡Lo hice! ¡Pensaba que no me iba a transformar con tanta facilidad con el numerito de la cuenta atrás!» —transmitió su pensamiento a la cabeza de Devoss. Pensando en su otro cuerpo volvió a su estado normal, estando ante Devoss de nuevo el Adam humano, sonriendo muchísimo por los avances en su transformación. Dentro de poco lograría mencionar ‘pegaso’ sin transformaciones accidentales—. Y esto es lo que soy —dijo con cierto orgullo, sin ninguna vergüenza.

Devoss esperó con expectación, curiosidad y cautela mientras Adam hacía la cuenta atrás. Cuando gritó la palabra "pegaso" al holandés no le dio tiempo a reaccionar, cuando de repente surgió delante de sus narices un gran y poderoso caballo blanco, dotado de magníficas alas. El licántropo dio un par de pasos atrás al ver como Adam se puso a dos patas y segundos después las bajó, chocando contra el suelo con estruendo y relinchos.

-¡Eso es una puta pasada!- Gritó emocionado a la par que se llevaba las manos a la cabeza. Sin embargo enmudeció nuevamente debido a la sorpresa, ya que el pegaso le estaba hablando directamente en su cabeza telepáticamente y aunque no era la primera vez que veía la telepatía no se lo esperaba. El holandés no supo muy bien qué hacer ante la visión magnífica del caballo ya que era grande y fuerte, así que tardó unos segundo en hablar, pero cuando lo hizo fue con un ataque masivo de preguntas muy rápidas: -¿Cómo lo has hecho? ¿Puedes transformarte parcialmente? ¿Tu telepatía es mágica o innata? ¿Tienes instintos de caballo y necesitas comer lo mismo?- En cada pregunta el licántropo se acercó un poco más al pegaso, como si haciendo eso sus dudas fueran a ser resueltas antes.

En su mirada podía verse cierto brillo de fascinación y en su mente aún le daba vueltas a la velocidad en la que se había transformado. Ni siquiera había mutado su cuerpo, simplemente había desaparecido y en su lugar apareció ese caballo alado.