Casa de los Dulces
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Naeryan
Evanna
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Tak
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Rocavarancolia Rol
14 participantes
- Rocavarancolia Rol
Casa de los Dulces
03/08/11, 10:53 am
Recuerdo del primer mensaje :
Una modesta casita hecha principalmente de chocolate y otros dulces. Está protegida por un hechizo de gula que te obliga a comer y comer dulces sin parar hasta que la casa decide que ya estás lo suficientemente cebado como para ir al horno en el que te chamuscarás hasta las cenizas.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Casa de los Dulces
16/02/19, 01:52 pm
La sinhadre ya estaba levantada cuando ocurrió. Se había cruzado con Ina y Eorlir, quienes estaban enfrascados en la lectura de uno de los libros de la biblioteca y que declinaron su oferta de entrenar con ella. El gamusino siguió su camino encogiéndose de hombros y dispuesta a preguntarle a cualquiera que viese, aunque no lo conociese de nada. Se dirigió primero a la cocina para prepararse algo de desayuno, pero no coincidió con nadie más porque era muy temprano. La pareja sinhadre ya no estaba donde los había visto tampoco, por lo que simplemente se dirigió a la sala de entrenamiento. Antes de que pudiese llegar a su destino una extraña sensación le hizo ponerse alerta. Comenzó a darse la vuelta, con la intención de regresar corriendo al cuarto. Algo malo estaba pasando y si era así debía proteger a Neil y al resto. La imagen de una torre de aspecto extraño le hizo detenerse en seco, y después de eso las fuerzas le fallaron hasta que se desplomó.
Emitió varios quejidos mientras comenzaba a recobrar la consciencia, notando su cuerpo débil y carente de fuerza, como si todos sus músculos se hubieran relajado en exceso. Consiguió sentarse en el suelo de piedra y… ¿Piedra? El gamusino se apresuró a frotarse los ojos para despejar su visión y parpadeó varias veces tratando de enfocar. Estaba en mitad de la calle, de algún modo. Su visión periférica captó el cuerpo de alguien a su lado y comprobó que Neil estaba con ella. Lo miró con expresión confusa, aunque antes de poder decirle algo se dio cuenta de que estaban también allí el resto de sus amigos. ¿Cómo no había visto a nadie antes?
—¿Qué ha…?
Había comenzado a hablar tras levantarse con dificultad, pero se detuvo al posar su mirada sobre otro elemento que destacaba claramente pero que tampoco había visto hasta ese momento.
>>Es… esa casa… Aquí es donde…
Su voz ya no era firme y clara como solía ser y un tinte de angustia machaba claramente su tono. De algún modo habían sido transportados desde la Sede de los Taumaturgos a la Casa de los Dulces. Y aquel era un lugar que el sinhadre no quería volver a ver.
Emitió varios quejidos mientras comenzaba a recobrar la consciencia, notando su cuerpo débil y carente de fuerza, como si todos sus músculos se hubieran relajado en exceso. Consiguió sentarse en el suelo de piedra y… ¿Piedra? El gamusino se apresuró a frotarse los ojos para despejar su visión y parpadeó varias veces tratando de enfocar. Estaba en mitad de la calle, de algún modo. Su visión periférica captó el cuerpo de alguien a su lado y comprobó que Neil estaba con ella. Lo miró con expresión confusa, aunque antes de poder decirle algo se dio cuenta de que estaban también allí el resto de sus amigos. ¿Cómo no había visto a nadie antes?
—¿Qué ha…?
Había comenzado a hablar tras levantarse con dificultad, pero se detuvo al posar su mirada sobre otro elemento que destacaba claramente pero que tampoco había visto hasta ese momento.
>>Es… esa casa… Aquí es donde…
Su voz ya no era firme y clara como solía ser y un tinte de angustia machaba claramente su tono. De algún modo habían sido transportados desde la Sede de los Taumaturgos a la Casa de los Dulces. Y aquel era un lugar que el sinhadre no quería volver a ver.
- InvitadoInvitado
Re: Casa de los Dulces
16/02/19, 10:12 pm
Rena estaba durmiendo como un oso cuando ocurrió. Había pasado el día anterior entrenando y le dolían hasta las pestañas. Los entrenamientos de allí no tenían nada que ver con las chorradas que hacían cuando estaban en Letargo.
La torre negra ocupó toda su mente y le llenó las entrañas de bilis. El susto la había hecho caerse de la cama… si aún estuviese en su habitación.
Rena dio con sus huesos en un suelo de adoquines. Alzó la cabeza, totalmente desorientada, y miró a su alrededor.
-¿Qué cojones… ?
Sus compañeros estaban tirados a su alrededor, igual de confusos que ella. Trató de incorporarse, era difícil con un solo brazo y el cuerpo dolorido por las agujetas. La visión de la casa le golpeó como un mazazo.
-¿Qué estamos haciendo aquí?
¿Cómo habían llegado allí? Rena no recordaba habr salido de la cama, de hecho aún llevaba su ropa de dormir. Un montón de recuerdos que creía haber enterrado bien en el fondo de su mente empezaron a emerger atropelladamente. << No puede ser, no puede, el monstruo está muerto, todos lo vimos>> se repitió, tratando de autoconvencerse.
No tenía armas, no tenía su brazo, no tenía fuerzas para enfrentarse a algo así otra vez.
-Vámonos de aquí pero ya -le dijo al grupo.
Luego ya tendrían tiempo de buscar explicaciones.
La torre negra ocupó toda su mente y le llenó las entrañas de bilis. El susto la había hecho caerse de la cama… si aún estuviese en su habitación.
Rena dio con sus huesos en un suelo de adoquines. Alzó la cabeza, totalmente desorientada, y miró a su alrededor.
-¿Qué cojones… ?
Sus compañeros estaban tirados a su alrededor, igual de confusos que ella. Trató de incorporarse, era difícil con un solo brazo y el cuerpo dolorido por las agujetas. La visión de la casa le golpeó como un mazazo.
-¿Qué estamos haciendo aquí?
¿Cómo habían llegado allí? Rena no recordaba habr salido de la cama, de hecho aún llevaba su ropa de dormir. Un montón de recuerdos que creía haber enterrado bien en el fondo de su mente empezaron a emerger atropelladamente. << No puede ser, no puede, el monstruo está muerto, todos lo vimos>> se repitió, tratando de autoconvencerse.
No tenía armas, no tenía su brazo, no tenía fuerzas para enfrentarse a algo así otra vez.
-Vámonos de aquí pero ya -le dijo al grupo.
Luego ya tendrían tiempo de buscar explicaciones.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Casa de los Dulces
17/02/19, 07:03 pm
Nime dormía en su habitación. La seguridad del nuevo refugio debería estar ayudándola a dormir mucho mejor que antes, pero no era así, y no hacía tanto que había logrado cerrar los ojos aquella noche. Ella lo achacaba a que el miedo seguía ahí, aunque nunca hablaba de ello y lo único que deseaba era dejar atrás aquella etapa y olvidarla.
Una torre con un aura peligrosa que no sabía definir interrumpió sus pesadillas, tomando toda su atención. No supo qué pasaba, pero volvió a despertarse con esa imagen todavía muy presente. Solo que no se despertó en su cama, sino en el suelo, y se levantó enseguida, asustada por aquel cambio repentino.
—¿Dónde…? —exclamó, antes de darse cuena de que no era la única. Todos estaban allí, en plena calle, y aunque agradecía no estar sola, parecían tan desubicados como ella misma. Eso quería decir que no habían sido ellos quienes la habían sacado de su cama.
No había ningún punto de referencia que reconociese en aquella calle, pero la casa de los dulces llamó su atención lo suficiente como para dejarla observando en silencio durante unos instantes. Solo logró ponerse en movimiento al escuchar la voz de Rena apremiándolos. Alcanzó a la irrense, dispuesta a intentar averiguar lo que pudiese de aquella situación.
—¿Pero qué pasa? ¿Dónde estamos?
Si no preguntó por qué estaban allí, fue porque era evidente que nadie lo sabía.
Una torre con un aura peligrosa que no sabía definir interrumpió sus pesadillas, tomando toda su atención. No supo qué pasaba, pero volvió a despertarse con esa imagen todavía muy presente. Solo que no se despertó en su cama, sino en el suelo, y se levantó enseguida, asustada por aquel cambio repentino.
—¿Dónde…? —exclamó, antes de darse cuena de que no era la única. Todos estaban allí, en plena calle, y aunque agradecía no estar sola, parecían tan desubicados como ella misma. Eso quería decir que no habían sido ellos quienes la habían sacado de su cama.
No había ningún punto de referencia que reconociese en aquella calle, pero la casa de los dulces llamó su atención lo suficiente como para dejarla observando en silencio durante unos instantes. Solo logró ponerse en movimiento al escuchar la voz de Rena apremiándolos. Alcanzó a la irrense, dispuesta a intentar averiguar lo que pudiese de aquella situación.
—¿Pero qué pasa? ¿Dónde estamos?
Si no preguntó por qué estaban allí, fue porque era evidente que nadie lo sabía.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Casa de los Dulces
19/02/19, 12:08 am
El eco de un ladrido resonó en su habitación, lejano y a la vez muy cerca, casi irreal. Hicieron falta un par más para que despertara del todo, obligándole a abrir los ojos con cierta molestia. Como todos los sábados por la mañana, el perro del vecino tenía que despertar a toda la urbanización. La luz del sol entraba con suavidad por su ventana, ofreciéndole dos opciones en igualdad de condiciones: despertar o seguir durmiendo. Rox decidió seguir soñando.
Se irguió en su sitio, buscando entre las sábanas y los peluches el calcetín que se había quitado sin querer mientras dormía. Pudo notar los nudos que se le habían hecho en el pelo durante la noche, y una lagrimita se le escapó cuando intentó deshacer uno con los dedos. Según su reloj tan solo eran las 9 de la mañana, pero el murmullo tras la puerta de su habitación le indicaba que era la última en salir del sobre. Vaya rollo. Siempre que se levantaba la primera podía poner Cartoon Network sin que la molestaran en un par de horas, atiborrarse a cereales y lo más importante, no tenía que recibir órdenes. Pero con sus padres ya arriba el protocolo era diferente. Hizo (mal) su cama, se abrochó (mal) los botones que faltaban por abrochar de su pijama del pato Lucas, se peinó entre quejidos y, después de ordenar escrupulosamente sus peluches, salió de su cuarto.
Fuera la luz era más intensa. Su casa se veía especialmente grande, cálida y limpia, tal como se recuerdan los lugares preciados. A través de la puerta corredera se podía ver el jardín, la piscina y varios juguetes suyos desperdigados por el césped, todo en colores saturados por el intenso sol. Dentro, el orden impoluto en el que sus padres mantenían todo, el característico olor a madera recién encerada y la agradable corriente del aire acondicionado.
Su padre se encontraba haciendo zapping a escasos metros de la tele, distraído, con el mando en una mano y un cuchillo lleno de mantequilla en la otra. Aún llevaba el pijama. Su madre, que le insistía en que dejase el mando y untase la tostada de una vez, estaba apoyada en la isla de la cocina mientras servía el café, mirándole de reojo con reproche. Una chispa de extrañeza brotó en el interior de la australiana, aunque no supo identificar la raíz. Nostalgia, pena, rabia, alegría. No podía definir que le pasaba, así que simplemente achacó todo aquello al fastidio de haberse despertado la última.
Su familia siempre se quejaba de su costumbre de andar silenciosamente, con motivo. Se deslizó en escena sin hacer el más mínimo ruido, como un ratón en un granero.
—Hola. ¡Buenos días! —saludó, situándose frente la despensa a paso ligero.
Nadie le respondió. No era raro que no hubieran reparado en su presencia antes, pero… ni siquiera su madre dio un respingo. A lo mejor estaban enfadados por algo. Rox se sintió pequeña y el miedo a la culpa, fuera por lo que fuera, le embargó.
Sacó los cereales y su bol de Lilo y Stitch de la estantería, llevándoselo a la boca mientras les observaba atentamente, con movimientos lentos y el disimulo característico de un niño pequeño.
—Mami, ¿me pasas la leche? —dijo, señalando el bote que ésta tenía al lado, a pesar de que podía cogerlo perfectamente por su cuenta. Se apresuró en añadir:— Por favor.
Nada.
—¿Mami?
Su madre bajó la mirada fugazmente hacia ella. Sus pupilas no encontraron un punto de atención, vagando en el espacio como si buscase una miga de suciedad en el suelo a través de la joven. Pero el detalle más desconcertante fueron sus ojos: blancos, vidriosos, como si se hubiera vuelto totalmente ciega. Aquello bastó para asustar a Rox y hacerla retroceder varios pasos. Cuando la mayor miró a otro lado, recuperaron su color castaño.
—¿Hay alguna ventana abierta, Sanghun? Hay como una corriente de aire caliente.
—A lo mejor me he dejado el trastero abierto.
—¿Puedes ir a ver?
—Hm-hm.
—¿Papá?
Su voz salió apresurada, nerviosa, buscando auxilio en su padre. En algún momento la luz había menguado a un gris sucio, especialmente oscuro allí donde se encontraba el adulto. La televisión estaba en estática y emitía un ruido blanco, que aumentaría hasta niveles insoportables cuanto más la mirase Rox. El hombre no se movió del sitio, ni siquiera cuando la rubia gritó “papá” para hacerse oír por encima del ruido. La imagen de una torre sustituyó el escenario con un flashazo irregular, finalmente provocando su despertar entre sollozos.
Abrió los ojos con dolor en la sien, el corazón a mil y el pitido aún en los oídos. Lo primero que notó fue el cielo sobre su cabeza, luego la fría piedra debajo. Se miró las manos antes de darse un abrazo a sí mismo, confuso. Su pelo, largo y cenizo, le caía sobre el rostro sin orden alguno y cubría la mitad de su espalda. Le faltaba un calcetín y llevaba un pijama del pato Lucas con varios botones sin abrochar. Rox no tenía el aspecto y tamaño de un joven de 18 años, sino el de una niña de 8.
Reconoció a sus compañeros en seguida, así como el lugar donde se encontraban. Abrió la boca con la intención de preguntar, pero la incertidumbre y el miedo le impidieron decir nada. La dualidad de su mente bloqueaba las reacciones inmediatas, incapaz de decidir acorde a que edad actuar. Sus amigos y los terribles recuerdos del lugar pertenecían a su yo adulto, así como la imperiosa necesidad de ponerse en marcha y ayudar a los demás a correr, mas el miedo, la imagen aún vívida de sus padres y su casa tan presentes le incitaban a volver a su infancia, esperar a que cargaran con él y llorar.
Al final, sus ambos “yos” se pusieron de acuerdo en algo.
—Vámonos de aquí. Por favor, vámonos de aquí.
Se irguió en su sitio, buscando entre las sábanas y los peluches el calcetín que se había quitado sin querer mientras dormía. Pudo notar los nudos que se le habían hecho en el pelo durante la noche, y una lagrimita se le escapó cuando intentó deshacer uno con los dedos. Según su reloj tan solo eran las 9 de la mañana, pero el murmullo tras la puerta de su habitación le indicaba que era la última en salir del sobre. Vaya rollo. Siempre que se levantaba la primera podía poner Cartoon Network sin que la molestaran en un par de horas, atiborrarse a cereales y lo más importante, no tenía que recibir órdenes. Pero con sus padres ya arriba el protocolo era diferente. Hizo (mal) su cama, se abrochó (mal) los botones que faltaban por abrochar de su pijama del pato Lucas, se peinó entre quejidos y, después de ordenar escrupulosamente sus peluches, salió de su cuarto.
Fuera la luz era más intensa. Su casa se veía especialmente grande, cálida y limpia, tal como se recuerdan los lugares preciados. A través de la puerta corredera se podía ver el jardín, la piscina y varios juguetes suyos desperdigados por el césped, todo en colores saturados por el intenso sol. Dentro, el orden impoluto en el que sus padres mantenían todo, el característico olor a madera recién encerada y la agradable corriente del aire acondicionado.
Su padre se encontraba haciendo zapping a escasos metros de la tele, distraído, con el mando en una mano y un cuchillo lleno de mantequilla en la otra. Aún llevaba el pijama. Su madre, que le insistía en que dejase el mando y untase la tostada de una vez, estaba apoyada en la isla de la cocina mientras servía el café, mirándole de reojo con reproche. Una chispa de extrañeza brotó en el interior de la australiana, aunque no supo identificar la raíz. Nostalgia, pena, rabia, alegría. No podía definir que le pasaba, así que simplemente achacó todo aquello al fastidio de haberse despertado la última.
Su familia siempre se quejaba de su costumbre de andar silenciosamente, con motivo. Se deslizó en escena sin hacer el más mínimo ruido, como un ratón en un granero.
—Hola. ¡Buenos días! —saludó, situándose frente la despensa a paso ligero.
Nadie le respondió. No era raro que no hubieran reparado en su presencia antes, pero… ni siquiera su madre dio un respingo. A lo mejor estaban enfadados por algo. Rox se sintió pequeña y el miedo a la culpa, fuera por lo que fuera, le embargó.
Sacó los cereales y su bol de Lilo y Stitch de la estantería, llevándoselo a la boca mientras les observaba atentamente, con movimientos lentos y el disimulo característico de un niño pequeño.
—Mami, ¿me pasas la leche? —dijo, señalando el bote que ésta tenía al lado, a pesar de que podía cogerlo perfectamente por su cuenta. Se apresuró en añadir:— Por favor.
Nada.
—¿Mami?
Su madre bajó la mirada fugazmente hacia ella. Sus pupilas no encontraron un punto de atención, vagando en el espacio como si buscase una miga de suciedad en el suelo a través de la joven. Pero el detalle más desconcertante fueron sus ojos: blancos, vidriosos, como si se hubiera vuelto totalmente ciega. Aquello bastó para asustar a Rox y hacerla retroceder varios pasos. Cuando la mayor miró a otro lado, recuperaron su color castaño.
—¿Hay alguna ventana abierta, Sanghun? Hay como una corriente de aire caliente.
—A lo mejor me he dejado el trastero abierto.
—¿Puedes ir a ver?
—Hm-hm.
—¿Papá?
Su voz salió apresurada, nerviosa, buscando auxilio en su padre. En algún momento la luz había menguado a un gris sucio, especialmente oscuro allí donde se encontraba el adulto. La televisión estaba en estática y emitía un ruido blanco, que aumentaría hasta niveles insoportables cuanto más la mirase Rox. El hombre no se movió del sitio, ni siquiera cuando la rubia gritó “papá” para hacerse oír por encima del ruido. La imagen de una torre sustituyó el escenario con un flashazo irregular, finalmente provocando su despertar entre sollozos.
—
Abrió los ojos con dolor en la sien, el corazón a mil y el pitido aún en los oídos. Lo primero que notó fue el cielo sobre su cabeza, luego la fría piedra debajo. Se miró las manos antes de darse un abrazo a sí mismo, confuso. Su pelo, largo y cenizo, le caía sobre el rostro sin orden alguno y cubría la mitad de su espalda. Le faltaba un calcetín y llevaba un pijama del pato Lucas con varios botones sin abrochar. Rox no tenía el aspecto y tamaño de un joven de 18 años, sino el de una niña de 8.
Reconoció a sus compañeros en seguida, así como el lugar donde se encontraban. Abrió la boca con la intención de preguntar, pero la incertidumbre y el miedo le impidieron decir nada. La dualidad de su mente bloqueaba las reacciones inmediatas, incapaz de decidir acorde a que edad actuar. Sus amigos y los terribles recuerdos del lugar pertenecían a su yo adulto, así como la imperiosa necesidad de ponerse en marcha y ayudar a los demás a correr, mas el miedo, la imagen aún vívida de sus padres y su casa tan presentes le incitaban a volver a su infancia, esperar a que cargaran con él y llorar.
Al final, sus ambos “yos” se pusieron de acuerdo en algo.
—Vámonos de aquí. Por favor, vámonos de aquí.
- Evanna
Ficha de cosechado
Nombre: Rua
Especie: Humana. Sueca
Habilidades: Rapidez mental, valor, astucia
Re: Casa de los Dulces
20/02/19, 05:53 pm
u rutina de levantarse temprano no había cambiado ni un poco, el hecho de no encontrar una postura cómoda para dormir que no fuese bocabajo por culpa de las alas ayudaba bastante a no desear dormir demasiado tiempo. Habia estado el día anterior enfocada en practicar con sus alas, que ya podía abrir y cerrar, aunque no fuese de mucho utilidad mas que eso, al menos no iba golpeándolo todo a su paso como le había pasado una par de días antes cuando no pudo cerrarlas por casi medio día.
Sin haber descansado muy entre las alas y que de por si no había forma de dormir pacíficamente desde hacia un tiempo, Pelusa había bajado a la cocina con intención de pillar algo de comer antes de enfrascarse un rato en leer libros de magia que había cogido de la biblioteca días antes , antes, cuando las antenas dejaron de ser una molestia cada dos segundos y el viento amaino un poco. Aun no había cumplido su precio por tanto seguía sin tener magia, pero una vez la obtuviera no quería estar sin saber nada, por eso estudiaba todas las mañanas cuanto hechizo cayera en sus manos ahora que no tenia que perder tanto tiempo en traducirlos. Fue allí, sentada en el sofá con un libro en su regazo, donde la estraña visión de aquella torre lleno cada uno de sus sentidos, antes de que la niña cayera sobre el sofá y el libro resbalase hasta el suelo con un ruido sordo.
---
La despertó el ruido de voces cercanas bien conocidas. Aturdida, abrió lentamente los ojos al sentir un cosquilleo en sus sensibles antenas. Lo primero que vio fue el suelo de piedra bajo sus pies y luego que se encontraba en el exterior, no bajo las paredes de la Sede ni en el sofá donde recordaba haber estado apenas momentos antes. Estaba fuera y no era la única. <<¿Que demonios....?¿Quien me ha sacado afuera? >> se preguntó incrédula enfocando un poco la vista alrededor, pudo ver a a todos sus compañeros allí. la imagen de una pequeña niña también se encontraba una que no conocía de nada pero que miraba con espanto atroz algo frente a ellos. Pelusa sin entender muchos e incorporo lentamente enfocando su vista en aquello que tanto parecia alterar a sus compañeros.
La visión de aquella casa la despertó por completo. Era imposible de olvidar. Flashes del momento en el que encontraron esa casa meses atrás y lo que ocurrió tras eso llenaron su mente en oleadas. La niña tembló, retrocediendo instintivamente ante el recuerdo de la casa quemada, del cizaña. Aquello no era posible. La cizaña estaba muerta, la vieron claramente empalada aquel día de Luna. No podía volver no había forma ¿verdad?. Por un instante Pelusa creyó estar volviendo a aquel dia, como si la Luna jamas hubiese llegado, como si ellos nunca hubiesen cambiado. pero no, Adru tenia sus orejas y cuernos, ella sentía sus alas a su espalda...ellos habían cambiado hacia meses que aquello había ocurrido, entonces, ¿que hacían allí?.
<<¿Como demonios hemos llegado aquí? ¡Recuerdo claramente estar leyendo en el sofá de la sede! >> pensó con sorpresa, intentando no dejarse llevar por su inquietud. Recordaba claramente lo que había estado haciendo, recordaba claramente ver a la cizaña empalada y como se sentía feliz y decepcionada por que ellos no pudieran vengarse. Era imposible que siguiera viva. ¿Por que estaban todos de nuevo allí cuando era uno de los lugares que menos deseaban ver la mayoría en sus vidas?
-¡Ni se os ocurra tocar esa casa!- advirtió recordando la desconfianza por esa casa de tiempo atrás, lanzandole una firme mirada a aquellos que jamas vieron lo que ocurrió aquel día, una clara mirada dirigida a los mas pequeños y desconocedores. Todos los que vivieron aquel suceso meses atrás instaban con todas sus fuerzas a marcharse de ese lugar. Incluyendo aquella pequeña niña que no lograba identificar, pero que viendo quienes estaban allí, solo podía imaginar que debía tratarse de Rox con una nueva apariencia.Teniendo en cuenta su transformación podría se posible, eso o se les había colado un extraño. Fuese como fuese, solo había algo claro ahí, debían alejarse rápidamente de allí.
Incluso si estaba segura de haber visto al cizaña muerto en su momento, en esos momentos no entendía nada de lo que estaba pasando y no se sentía muy a salvo tampoco. No cuando apenas tenía formas de defenderse y no parecía ser la única.
>>-Adru, no te quedes ahí, tenemos que irnos. Agarra a Neil y vamonos de aquí- llamó a la sinhadre instándola a despertar de la impresión con la que miraba aquella casa, seguramente recordando tal y como ella había hecho. Pelusa miro alrededor mientras buscaba alejarse de la casa junto al resto, sus antenas punzaba ligeramente, sabia que estas captando el movimiento, pero no tenia aun la suficiente soltura dándose cuenta de lo que captaban como para percatarse de posibles ataques fortuitos. No se sentía nada segura.
Sin haber descansado muy entre las alas y que de por si no había forma de dormir pacíficamente desde hacia un tiempo, Pelusa había bajado a la cocina con intención de pillar algo de comer antes de enfrascarse un rato en leer libros de magia que había cogido de la biblioteca días antes , antes, cuando las antenas dejaron de ser una molestia cada dos segundos y el viento amaino un poco. Aun no había cumplido su precio por tanto seguía sin tener magia, pero una vez la obtuviera no quería estar sin saber nada, por eso estudiaba todas las mañanas cuanto hechizo cayera en sus manos ahora que no tenia que perder tanto tiempo en traducirlos. Fue allí, sentada en el sofá con un libro en su regazo, donde la estraña visión de aquella torre lleno cada uno de sus sentidos, antes de que la niña cayera sobre el sofá y el libro resbalase hasta el suelo con un ruido sordo.
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La despertó el ruido de voces cercanas bien conocidas. Aturdida, abrió lentamente los ojos al sentir un cosquilleo en sus sensibles antenas. Lo primero que vio fue el suelo de piedra bajo sus pies y luego que se encontraba en el exterior, no bajo las paredes de la Sede ni en el sofá donde recordaba haber estado apenas momentos antes. Estaba fuera y no era la única. <<¿Que demonios....?¿Quien me ha sacado afuera? >> se preguntó incrédula enfocando un poco la vista alrededor, pudo ver a a todos sus compañeros allí. la imagen de una pequeña niña también se encontraba una que no conocía de nada pero que miraba con espanto atroz algo frente a ellos. Pelusa sin entender muchos e incorporo lentamente enfocando su vista en aquello que tanto parecia alterar a sus compañeros.
La visión de aquella casa la despertó por completo. Era imposible de olvidar. Flashes del momento en el que encontraron esa casa meses atrás y lo que ocurrió tras eso llenaron su mente en oleadas. La niña tembló, retrocediendo instintivamente ante el recuerdo de la casa quemada, del cizaña. Aquello no era posible. La cizaña estaba muerta, la vieron claramente empalada aquel día de Luna. No podía volver no había forma ¿verdad?. Por un instante Pelusa creyó estar volviendo a aquel dia, como si la Luna jamas hubiese llegado, como si ellos nunca hubiesen cambiado. pero no, Adru tenia sus orejas y cuernos, ella sentía sus alas a su espalda...ellos habían cambiado hacia meses que aquello había ocurrido, entonces, ¿que hacían allí?.
<<¿Como demonios hemos llegado aquí? ¡Recuerdo claramente estar leyendo en el sofá de la sede! >> pensó con sorpresa, intentando no dejarse llevar por su inquietud. Recordaba claramente lo que había estado haciendo, recordaba claramente ver a la cizaña empalada y como se sentía feliz y decepcionada por que ellos no pudieran vengarse. Era imposible que siguiera viva. ¿Por que estaban todos de nuevo allí cuando era uno de los lugares que menos deseaban ver la mayoría en sus vidas?
-¡Ni se os ocurra tocar esa casa!- advirtió recordando la desconfianza por esa casa de tiempo atrás, lanzandole una firme mirada a aquellos que jamas vieron lo que ocurrió aquel día, una clara mirada dirigida a los mas pequeños y desconocedores. Todos los que vivieron aquel suceso meses atrás instaban con todas sus fuerzas a marcharse de ese lugar. Incluyendo aquella pequeña niña que no lograba identificar, pero que viendo quienes estaban allí, solo podía imaginar que debía tratarse de Rox con una nueva apariencia.Teniendo en cuenta su transformación podría se posible, eso o se les había colado un extraño. Fuese como fuese, solo había algo claro ahí, debían alejarse rápidamente de allí.
Incluso si estaba segura de haber visto al cizaña muerto en su momento, en esos momentos no entendía nada de lo que estaba pasando y no se sentía muy a salvo tampoco. No cuando apenas tenía formas de defenderse y no parecía ser la única.
>>-Adru, no te quedes ahí, tenemos que irnos. Agarra a Neil y vamonos de aquí- llamó a la sinhadre instándola a despertar de la impresión con la que miraba aquella casa, seguramente recordando tal y como ella había hecho. Pelusa miro alrededor mientras buscaba alejarse de la casa junto al resto, sus antenas punzaba ligeramente, sabia que estas captando el movimiento, pero no tenia aun la suficiente soltura dándose cuenta de lo que captaban como para percatarse de posibles ataques fortuitos. No se sentía nada segura.
- Lathspell
Ficha de cosechado
Nombre: Kyllikki Paasikoski
Especie: Humana
Habilidades: Buena menoria, muy buena, lealtad, y facilidad para los idiomas.
Personajes : Zobriel: Nublino transformado en Basilisco
Kyllikki: Humana cosechada.
Armas : Zobriel: Malicioso, Colmillo veneno, Cuchillada, Cola veneno
Kyllikki: Elataquedelasmilteoriascientificasypseudocientificasmasinutildetodoslostiempos
Status : Disponible para cualquier debate ilógico
Humor : Culpable de dibujar horrible y hacer chistes peores aun
Re: Casa de los Dulces
20/02/19, 07:27 pm
Las palabras de Pam aquella ocasión en la sala de entrenamiento lo habían ayudado esos días, aunque a decir verdad también lo habían sepultado un poco. Claro que ella no había tenido esa intención, pero para Zob era más o menos un golpe bajo. "Antes que dios, eres Zobriel". Y el se veía ahora como un simple Zobriel, sin nada en especial que lo hiciera destacar, excepto que siempre estaba con la vista hacia abajo en las conversaciones. Y curiosamente esa era la menos de sus dificultades. Se había deslizado (nunca mejor aplicado a él) un par de veces a la sala de entrenamiento de nuevo, con unas dagas sacadas de la armería, y resultaron ser terribles. Necesitaría encontrar a alguien que lo ayude. Había estado feliz también por las noticias de la pierna de Eitne, y como autodenominado mayor entre sus compañeros de criba, quería ayudarlos, aunque el ejército no era lo suyo. Y así su mente estaba dividida entre ayudar con lo más fácil, o buscar algo para el que el Zobrielnublinosiseanteynodios pudiera ayudar.
Debido a eso fue que no noto nada, hasta segundos después de los demás se movieran. Su mente despertó, o algo parecido, en otro lugar con sus amigos cerca suyo. La ominosa presencia de aquel lugar no le decía nada bueno, ni mucho menos las actitudes de todos. No podía ver lo mismo que Adru, ni entendía a lo que Pam se refería, pero claramente el tono de todos era de urgencia. trastabilló apoyándose un poco con las manos en el sueño y alejándose un par de pasos.
- Zoooooobriel
El nublino abrió los ojos asustado. En primer lugar, si, reconocía la voz, pero además la casa parecía crecer, con fuego en el interior que se asomaba por las ventanas como chispas de los monstruos en sus sueños. Los adornos y formas de las ventanas se estilizaban tomando esta vez forma completa del lugar donde alguna vez casi mueren quemados. Sin embargo la voz seguía sonando.
- Zobriel pequeño.....Zobriel, aun te falta algo.....
La puerta de la casa rechino poco a poco abriéndose sin que ninguna figura estuviera cerca, tan solo dejando escapar un pequeño rio de sangre fresca que caía por los escalones de acceso y empezaba a bañar el piso dirigiéndose a sus amigos. El flujo del rojo liquido tenia pequeñas ondas, como si una lluvia invisible cayera en él y además, hiciera que fluya mas rápido, ramificandose para envolver a Zob.
- A ella, a la pequeña......Vamos Zobriel....es el último paso para ser un Dios...
La voz iba y venía, como paseándose detrás de las ventanas, de un lado a otro mientras las flamas crecían dentro de la casa sin que se quemara nada. El basilisco estaba con los ojos abiertos, como para haber desmayado ya a media docena de estructuras si estas tuvieran ojos a los que mirar. Se había quedado a medio camino de levantarse bien y ahora arrastraba su trasero hacia atrás, sus garras dejaban pequeños arañazos en las piedras mientras trataba de alejarse y forzar a su boca a balbucear algo, cualquier cosa.
- ¡Va-vámonos rápido! larguémonos de aquí, no se acerquen, ella no......no p-puede....¡vámonos! - termino gritando y sin sisear por primera vez en mucho tiempo.
Debido a eso fue que no noto nada, hasta segundos después de los demás se movieran. Su mente despertó, o algo parecido, en otro lugar con sus amigos cerca suyo. La ominosa presencia de aquel lugar no le decía nada bueno, ni mucho menos las actitudes de todos. No podía ver lo mismo que Adru, ni entendía a lo que Pam se refería, pero claramente el tono de todos era de urgencia. trastabilló apoyándose un poco con las manos en el sueño y alejándose un par de pasos.
- Zoooooobriel
El nublino abrió los ojos asustado. En primer lugar, si, reconocía la voz, pero además la casa parecía crecer, con fuego en el interior que se asomaba por las ventanas como chispas de los monstruos en sus sueños. Los adornos y formas de las ventanas se estilizaban tomando esta vez forma completa del lugar donde alguna vez casi mueren quemados. Sin embargo la voz seguía sonando.
- Zobriel pequeño.....Zobriel, aun te falta algo.....
La puerta de la casa rechino poco a poco abriéndose sin que ninguna figura estuviera cerca, tan solo dejando escapar un pequeño rio de sangre fresca que caía por los escalones de acceso y empezaba a bañar el piso dirigiéndose a sus amigos. El flujo del rojo liquido tenia pequeñas ondas, como si una lluvia invisible cayera en él y además, hiciera que fluya mas rápido, ramificandose para envolver a Zob.
- A ella, a la pequeña......Vamos Zobriel....es el último paso para ser un Dios...
La voz iba y venía, como paseándose detrás de las ventanas, de un lado a otro mientras las flamas crecían dentro de la casa sin que se quemara nada. El basilisco estaba con los ojos abiertos, como para haber desmayado ya a media docena de estructuras si estas tuvieran ojos a los que mirar. Se había quedado a medio camino de levantarse bien y ahora arrastraba su trasero hacia atrás, sus garras dejaban pequeños arañazos en las piedras mientras trataba de alejarse y forzar a su boca a balbucear algo, cualquier cosa.
- ¡Va-vámonos rápido! larguémonos de aquí, no se acerquen, ella no......no p-puede....¡vámonos! - termino gritando y sin sisear por primera vez en mucho tiempo.
El Odio es por mucho el placer mas duradero. El hombre Ama con prisas, pero llega a Odiar con mucha calma.
- Cuervo
Ficha de cosechado
Nombre: Sarah
Especie: Humana
Habilidades: Intuición, inmutabilidad y rapidez mentalPersonajes : ·Guillermo: Humano Brujo de las Pendicularia
·Sarah: Humana y enterradora
Armas : ·Guillermo: ¿El poder de la amistad? y manos.
·Sarah: Lanza y pala
Re: Casa de los Dulces
21/02/19, 01:12 am
No sabía cómo había llegado al suelo, pero se levantó como pudo. Sintió el polvo en la cara y el frio del viento, el caos de los gritos de sus amigos le desoriento, no sabía lo que pasaba.
Se encontraba en medio de una calle de Rocavarancolia, el grito de Rena le puso de pie, tenían que salir de aquí, pensó Guillermo, Pam advirtió que no tocasen la casa.
Gracias a ello Guille se fijó por primera vez en ella un edificio de dulces que tenían justo delante. En un intento de mover la cabeza, se dio cuenta de que no podía ver su cuerpo, intento gritar, pero nada salió de su boca, no podía hacer ni un sonido. Su esencia se trasformo en un escalofrió.
“Noooo, otra vez no, por favor” Intentado llevarse unas manos invisibles a sus ojos sin parpados, escondidos en cada uno de los recovecos y los puntos ciegos, su vista se movía rápidamente.
De la casa un Guillermo con un hacha demasiado grande para él, que arrastraba detrás de sí con los ojos sin brillo, se acercaba al grupo, lentamente, sin prisa.
-No puedes hacer nada- dijo directamente a Guillermo- Desaparecerán, todos tus amigos… no podéis ser felices…
Se encontraba en medio de una calle de Rocavarancolia, el grito de Rena le puso de pie, tenían que salir de aquí, pensó Guillermo, Pam advirtió que no tocasen la casa.
Gracias a ello Guille se fijó por primera vez en ella un edificio de dulces que tenían justo delante. En un intento de mover la cabeza, se dio cuenta de que no podía ver su cuerpo, intento gritar, pero nada salió de su boca, no podía hacer ni un sonido. Su esencia se trasformo en un escalofrió.
“Noooo, otra vez no, por favor” Intentado llevarse unas manos invisibles a sus ojos sin parpados, escondidos en cada uno de los recovecos y los puntos ciegos, su vista se movía rápidamente.
De la casa un Guillermo con un hacha demasiado grande para él, que arrastraba detrás de sí con los ojos sin brillo, se acercaba al grupo, lentamente, sin prisa.
-No puedes hacer nada- dijo directamente a Guillermo- Desaparecerán, todos tus amigos… no podéis ser felices…
- ☽◯☾:
BRUJA 1.ªHabla.BRUJA 2.ªPregúntanos.BRUJA 3.ªÁ todo te responderemos.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Casa de los Dulces
21/02/19, 06:42 pm
La dualidad de la bestia del crepúsculo había llevado a Eitne a tomar una decisión respecto a su horario de sueño. Si quería disfrutar de todas sus ventajas, debía pasar tanto tiempo siendo un niño dulce como siendo una bestia negra. Para ello, se iba a la cama tarde, de madrugada, y despertaba en mitad de la mañana, también tarde. El cambio de bestia a niño era el que menos le gustaba y prefería pasarlo dormido. De esta manera, la influencia de la torre lo alcanzó en sueños.
Eitne había viajado a Daelicia. La noche clara de su mundo bañaba con una luz tenue el banco sobre el que solía sentarse su yaya por las tardes. Él descansaba en el suelo frente a ella, envuelto en sombras; un león con cuernos que la contemplaba en silencio. Disfrutaba del movimiento de sus manos arrugadas, la habilidad con la que los dedos subían y bajaban las agujas mientras su abuela tejía una bufanda.
Era un sueño recurrente en el que rara vez pasaba nada. El aura de aceptación bañaba la escena de colores pastel y lo impregnaba todo de amabilidad. Hasta el silencio era agradable: su abuela y él tenían un pacto en ese rincón de su mente en el que ambos se encontraban. No se decían nada, porque ya no podían verse fuera de los sueños, pero en ese silencio y en esa noche onírica, ambos se acordaban de lo mucho que se querían.
El cambio llegó como un zumbido, una plaga de cigarras de cientos de colores atravesó la escena y lo envolvió todo, llevándose consigo el bienestar. En un parpadeo, los insectos desaparecieron y también su abuela. El lugar perdió los colores y al fondo, gigante y amenazadora, se recortaba la silueta de una torre negra. Quizá un monstruo.
Eitne se despertó en el suelo, en mitad de una calle; confuso. Debería estar en su habitación, despatarrado sobre su colchón y… Era peor de lo que se imaginaba. La oscuridad del lugar le hizo alzar la cabeza y vio las estrellas que salpicaban el cielo nocturno como gotas de pintura. La Luna Roja también estaba allí, lejana pero majestuosa, tiñendo los claros de la noche de un rojo fantasmal.
Y él era un niño. Un niño cojo, de nuevo.
Por suerte para él, la ausencia de pierna ya no era tan grave. Apoyó el pie que aún seguía unido a su cuerpo e hizo acopio de todas sus fuerzas. Con ayuda de sus manospara se levantó de un salto. Eitne quedó de pie, a la pata coja, se inclinaba ligeramente para mantener el equilibrio, y descubrió que a todos sus amigos les había pasado igual. Él jamás había visto la casa de los dulces, pero había oído la historia: magia malvada, un niño arruinado, un ser horrible y fuego, mucho fuego. Ese día había muerto gente, amigos suyos, y solo con saberlo bastaba para que el escenario fuera aterrador.
—¿Qué está pasando? —su presencia carecía de cualquier matiz hipnótico, en su voz tampoco había campanillas que la adornaran.
Eitne quería llorar y la pesadilla no tardó en darle motivos. De aquella casa de gominolas surgió una figura que para él no era Guille sino un lagarto. Un ser de casi dos metros de altura, deformada su apariencia por el recuerdo traumático del niño; se sostenía en pie por un par de patas cortas, acabadas en garras igual que las patas delanteras que agitaba como si fueran manos. Su morro alargado apuntaba directamente en la dirección de Eitne, con unos ojos reptilianos que parecían mirarlo con avidez. El daeliciano reconoció la sangre que goteaba de su boca abierta, que manchaba sus dientes, y una lengua bífida que sabía que era áspera. Reconoció la sangre porque era suya.
Las lágrimas siguieron su curso natural y el niño se miró durante un instante el muñón, que seguía entero. Escuchó las palabras que salían de la boca de aquella criatura y dio un par de saltos hacia atrás, aterrorizado.
—¡Guille, no te acerques! —pidió entre sollozos.
La petición del resto de correr le llegó entonces, como con retraso, y Eitne hizo uso de lo que había aprendido durante sus pocos días como ciudadano rocavarancolés. Los movimientos de mano le salieron enseguida, pero necesitó un par de intentos para que el ensalmo del hechizo de levitación funcionara.
El niño dio gracias al Demiurgo, porque no tenía sus muletas, y acto seguido su cuerpo se alejó del suelo. El daeliciano flotó a la máxima velocidad que le permitía aquel conjuro, detrás de sus amigos, que no necesitaban magia para correr.
Eitne había viajado a Daelicia. La noche clara de su mundo bañaba con una luz tenue el banco sobre el que solía sentarse su yaya por las tardes. Él descansaba en el suelo frente a ella, envuelto en sombras; un león con cuernos que la contemplaba en silencio. Disfrutaba del movimiento de sus manos arrugadas, la habilidad con la que los dedos subían y bajaban las agujas mientras su abuela tejía una bufanda.
Era un sueño recurrente en el que rara vez pasaba nada. El aura de aceptación bañaba la escena de colores pastel y lo impregnaba todo de amabilidad. Hasta el silencio era agradable: su abuela y él tenían un pacto en ese rincón de su mente en el que ambos se encontraban. No se decían nada, porque ya no podían verse fuera de los sueños, pero en ese silencio y en esa noche onírica, ambos se acordaban de lo mucho que se querían.
El cambio llegó como un zumbido, una plaga de cigarras de cientos de colores atravesó la escena y lo envolvió todo, llevándose consigo el bienestar. En un parpadeo, los insectos desaparecieron y también su abuela. El lugar perdió los colores y al fondo, gigante y amenazadora, se recortaba la silueta de una torre negra. Quizá un monstruo.
Eitne se despertó en el suelo, en mitad de una calle; confuso. Debería estar en su habitación, despatarrado sobre su colchón y… Era peor de lo que se imaginaba. La oscuridad del lugar le hizo alzar la cabeza y vio las estrellas que salpicaban el cielo nocturno como gotas de pintura. La Luna Roja también estaba allí, lejana pero majestuosa, tiñendo los claros de la noche de un rojo fantasmal.
Y él era un niño. Un niño cojo, de nuevo.
Por suerte para él, la ausencia de pierna ya no era tan grave. Apoyó el pie que aún seguía unido a su cuerpo e hizo acopio de todas sus fuerzas. Con ayuda de sus manospara se levantó de un salto. Eitne quedó de pie, a la pata coja, se inclinaba ligeramente para mantener el equilibrio, y descubrió que a todos sus amigos les había pasado igual. Él jamás había visto la casa de los dulces, pero había oído la historia: magia malvada, un niño arruinado, un ser horrible y fuego, mucho fuego. Ese día había muerto gente, amigos suyos, y solo con saberlo bastaba para que el escenario fuera aterrador.
—¿Qué está pasando? —su presencia carecía de cualquier matiz hipnótico, en su voz tampoco había campanillas que la adornaran.
Eitne quería llorar y la pesadilla no tardó en darle motivos. De aquella casa de gominolas surgió una figura que para él no era Guille sino un lagarto. Un ser de casi dos metros de altura, deformada su apariencia por el recuerdo traumático del niño; se sostenía en pie por un par de patas cortas, acabadas en garras igual que las patas delanteras que agitaba como si fueran manos. Su morro alargado apuntaba directamente en la dirección de Eitne, con unos ojos reptilianos que parecían mirarlo con avidez. El daeliciano reconoció la sangre que goteaba de su boca abierta, que manchaba sus dientes, y una lengua bífida que sabía que era áspera. Reconoció la sangre porque era suya.
Las lágrimas siguieron su curso natural y el niño se miró durante un instante el muñón, que seguía entero. Escuchó las palabras que salían de la boca de aquella criatura y dio un par de saltos hacia atrás, aterrorizado.
—¡Guille, no te acerques! —pidió entre sollozos.
La petición del resto de correr le llegó entonces, como con retraso, y Eitne hizo uso de lo que había aprendido durante sus pocos días como ciudadano rocavarancolés. Los movimientos de mano le salieron enseguida, pero necesitó un par de intentos para que el ensalmo del hechizo de levitación funcionara.
El niño dio gracias al Demiurgo, porque no tenía sus muletas, y acto seguido su cuerpo se alejó del suelo. El daeliciano flotó a la máxima velocidad que le permitía aquel conjuro, detrás de sus amigos, que no necesitaban magia para correr.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Casa de los Dulces
23/02/19, 02:33 am
Cuando Neil despertó aquella mañana, Adru ya no se encontraba en la habitación y el aurva solo pudo resoplar con resignación sin querer pensar en el destrozo que habría en la cocina cuando él bajara. El brujo se encontraba todavía algo triste por el sueño agridulce que acababa de tener.
El sueño había empezado como un recuerdo del primer cumpleaños de Adru que habían pasado emparejados. Neil recordaba perfectamente a todos rodeando el pastel que Nora y él habían cocinado para la ocasión y a Adru rebotando en su sitio por la euforia. Él había tallado una vela en forma de ave para su edeel y se había sentido muy inseguro al regalársela por no considerarla digna. A Adru le había encantado y no había tardado en ponerla sobre el pastel y pedir efusivamente que fuera encendida. Y en ese momento el sueño dejaba de ser un recuerdo. La vela comenzaba a consumirse de forma acelerada y toda la cera cubría el pastel y lo arruinaba. Adru comenzó a llorar y sus padres a gritarle. ¡Su vela había arruinado el cumpleaños de Adru! ¡Era su culpa! Neil recordaba hacerse despertado entre suplicas de perdón "¡Lo arreglaré! ¡Lo haré! ¡Puedo quitar la cera y el pastel estará intacto! ¡Lo puedo arreglar!"
Neil sacudió la cabeza intentando olvidar el sueño. Cada vez era menos duro pensar en Sinhdro y en sus padres, pero eso no quería decir que no doliera todavía. El brujo pensó en aquella vela que le había regalado a Adru y en como ahora podría mantenerla encendida durante horas y horas sin que perdiera la forma en ningún momento. Con un suave movimiento de mano reunió un montoncito de su cera y procedió a darle forma imitando aquella vela que había tallado hace ya una vida.
El brujo no pudo evitar fruncir el ceño al ver que su cera no estaba tomando la forma que deseaba, sino que estaba representando una torre. Neil pudo percibir como la cera se oscurecía antes de caer desmayado.
Neil se despertó adolorido por estar recostado en el duro suelo. Al brujo no le dio tiempo a entender qué estaba pasando cuando Adru ya tiraba de él para alejarlo del lugar en el que habían despertado mientras todos sus amigos exclamaban que debían alejarse de ahí.
Neil no dudó en echar a correr con los demás, confuso pero alarmado por la alerta de los demás. El brujo comenzó a repasar en su mente todos los hechizos que conocía intentando buscar alguno que les pudiera ayudar contra la amenaza que presumiblemente pendía sobre ellos y al momento metió sus manos en los bolsillos de su sudadera en busca de sus reservas de cera cuando se dio cuenta de algo horrible. En sus bolsillos no había cera. Ni a sus pies. Ni en ningún punto cerca de él. De hecho, por alguna razón Neil tenía la absoluta certeza de que en ningún lugar de la extensa ciudad de Rocavarancolia había ni una gota de cera. En ninguno, exceptuando el lugar del que estaban huyendo.
Con un jadeo acongojado, sin saber muy bien si por la falta de cera o por lo que iba a hacer, el aurva se sacudió con fuerza del agarre de su edeel y corrió en dirección contraria a donde todos huían, volviendo de nuevo a aquel lugar. "Mi cera" pensó, "nada es más importante que mi cera".
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Casa de los Dulces
23/02/19, 05:16 pm
—Tenemos que irnos ya —fue todo lo que le respondió a Nime.
Una vocecilla que no reconoció se hizo eco de sus palabras y la sinhadre se giró hacia su fuente. Una niña rubia que no había visto nunca estaba allí junto a ellos. Aunque no supiese quien era parecía igual de asustada, por lo que la edeel le tendió una mano a ella y otra a Neil.
>>No os separéis de mí —dijo tratando de buscar resolución para infundirles confianza a ambos—. Nime, Eitne… Id con Rena. ¿No están aquí Guille y Rox? —se preguntó de pronto mirando a todas partes. Eran los únicos a los que no había visto.
De pronto todo se volvió caótico. La puerta de la casa se abrió de sopetón y la sinhadre se quedó paralizada ante la figura que salió de ella.
—N… No, pero… él está… está muerto… Lo vimos…
Aquel hombre con cola de escorpión los miraba con una sonrisa siniestra mientras se acercaba lentamente. La edeel escuchó a Eitne gritar algo sobre Guille, quien seguía sin ver por ningún lado y Zobriel balbuceaba algo que no tenía sentido para ella.
La voz de Pelusa le hizo botar en el sitio y comenzar a moverse de nuevo. Tenía razón: tenían que salir de allí cuanto antes y nada más.
—¡Vamos! —les dijo a Neil y a la niña tirando de ellos en la dirección opuesta.
La sinhadre pensaba echar a correr, si algo le había dado la Luna era velocidad a fin de cuentas, pero de pronto notó como su aurva se deshacía de su agarre de un tirón seco.
>>¡Neil! ¿Qué estás haciendo? —Miró hacia la niña rubia y la soltó indicándole con la mirada que esperase allí y salió corriendo tras Neil—. ¡No te acerques a ese hombre! ¡Él es quién…!
Adru se detuvo en seco. Estaba sucediendo. Como en aquella pesadilla. Se sentía de pronto terriblemente cansada y el agotamiento le hizo doblarse sobre sí misma. Neil parecía estar demasiado lejos y el gamusino solo podía tratar de extender su brazo hacia él. ¿Gamusino? No. Ya no era un gamusino. Sus orejas y cuernos habían desaparecido. Su cola ya no estaba. Era débil, igual de débil que había sido en aquella ocasión. Mientras tanto, el hombre de la cola de escorpión se acercaba a Neil y dirigía su aguijón hacia el brujo. No tenía fuerzas ni para gritar.
Una vocecilla que no reconoció se hizo eco de sus palabras y la sinhadre se giró hacia su fuente. Una niña rubia que no había visto nunca estaba allí junto a ellos. Aunque no supiese quien era parecía igual de asustada, por lo que la edeel le tendió una mano a ella y otra a Neil.
>>No os separéis de mí —dijo tratando de buscar resolución para infundirles confianza a ambos—. Nime, Eitne… Id con Rena. ¿No están aquí Guille y Rox? —se preguntó de pronto mirando a todas partes. Eran los únicos a los que no había visto.
De pronto todo se volvió caótico. La puerta de la casa se abrió de sopetón y la sinhadre se quedó paralizada ante la figura que salió de ella.
—N… No, pero… él está… está muerto… Lo vimos…
Aquel hombre con cola de escorpión los miraba con una sonrisa siniestra mientras se acercaba lentamente. La edeel escuchó a Eitne gritar algo sobre Guille, quien seguía sin ver por ningún lado y Zobriel balbuceaba algo que no tenía sentido para ella.
La voz de Pelusa le hizo botar en el sitio y comenzar a moverse de nuevo. Tenía razón: tenían que salir de allí cuanto antes y nada más.
—¡Vamos! —les dijo a Neil y a la niña tirando de ellos en la dirección opuesta.
La sinhadre pensaba echar a correr, si algo le había dado la Luna era velocidad a fin de cuentas, pero de pronto notó como su aurva se deshacía de su agarre de un tirón seco.
>>¡Neil! ¿Qué estás haciendo? —Miró hacia la niña rubia y la soltó indicándole con la mirada que esperase allí y salió corriendo tras Neil—. ¡No te acerques a ese hombre! ¡Él es quién…!
Adru se detuvo en seco. Estaba sucediendo. Como en aquella pesadilla. Se sentía de pronto terriblemente cansada y el agotamiento le hizo doblarse sobre sí misma. Neil parecía estar demasiado lejos y el gamusino solo podía tratar de extender su brazo hacia él. ¿Gamusino? No. Ya no era un gamusino. Sus orejas y cuernos habían desaparecido. Su cola ya no estaba. Era débil, igual de débil que había sido en aquella ocasión. Mientras tanto, el hombre de la cola de escorpión se acercaba a Neil y dirigía su aguijón hacia el brujo. No tenía fuerzas ni para gritar.
- InvitadoInvitado
Re: Casa de los Dulces
26/02/19, 12:06 am
El cerebro de Rena funcionaba a toda velocidad. En un momento agarró al Eitne flotante y le dio su mano a uno de los que ya estaban a la carrera para que tirase de él. Inconscientemente metió a la pequeña Rox en el grupo de los pequeños, sin darse cuenta de quien era en realidad, y la apremió para que corriese más deprisa. No había visto a Guille, Zob se había detenido y Neil…
-¡Neil! ¿Qué cojones haces?
El sinhadre estaba intentando correr hacia la casa, resistiéndose al agarre de Adru. Era lo más absurdo que había visto en toda esa escena, incluso más que la casa. Se disponía a coger al chico en volandas y llevárselo cuando algo salió de la casa.
En principio vio lo mismo que Adru: el hombre escorpión, el que los había secuestrado y matado a sus compañeros, pero tras un instante el dueño de la cola venenosa resultó ser otra persona.
-No. Nononononono…
Corrió a ponerse entre los dos sinhadres y la figura que atravesaba el umbral de la puerta, a pesar de estar temblando con un flan. Definitivamente lo que estaban viviendo no era real, no podía serlo.
-Adru, por favor, coge a Neil y corre -susurró.
-¿Y por qué no correis y lo dejáis aquí? Justo como hicisteis conmigo -dijo Ain.
-¡Neil! ¿Qué cojones haces?
El sinhadre estaba intentando correr hacia la casa, resistiéndose al agarre de Adru. Era lo más absurdo que había visto en toda esa escena, incluso más que la casa. Se disponía a coger al chico en volandas y llevárselo cuando algo salió de la casa.
En principio vio lo mismo que Adru: el hombre escorpión, el que los había secuestrado y matado a sus compañeros, pero tras un instante el dueño de la cola venenosa resultó ser otra persona.
-No. Nononononono…
Corrió a ponerse entre los dos sinhadres y la figura que atravesaba el umbral de la puerta, a pesar de estar temblando con un flan. Definitivamente lo que estaban viviendo no era real, no podía serlo.
-Adru, por favor, coge a Neil y corre -susurró.
-¿Y por qué no correis y lo dejáis aquí? Justo como hicisteis conmigo -dijo Ain.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Casa de los Dulces
26/02/19, 08:54 pm
Adru preguntó por él, a lo que musitó en un hilo de voz ”estoy aquí”, solapado por el resto de voces y caos general. No se había fijado hasta entonces, pero era cierto que Guille no estaba. Le buscó con la mirada desesperadamente, mas cuando la puerta de la casa se abrió, el cambiante se dio la vuelta todo lo deprisa que pudo. Aquel había sido un acto reflejo, motivado por la lógica de que “si no lo veo, él no me ve a mi”. Fuera lo que fuese aquello que había abierto la puerta, no estaba dispuesto a entablar contacto.
La pequeña Rox no volvió a abrir la boca una vez Adru la agarró y echaron a correr. Se aferró a la mano de la sinhadre con fuerza, notando como a sus cortas piernas les costaba seguir el ritmo del gamusino. Deseó tener su cuerpo anterior, pero sus hilos estaban tan tensos que cualquier cambio haría que se desgarrase como un trozo de tela vieja. Cuando intentó crecer fue su propia piel la que se lo advirtió, enviando un chispazo de dolor, similar al de las agujetas, por toda la superficie.
Por algún motivo Adru se detuvo. Quiso tirar de ella y seguir adelante, pero con aquel tamaño poco podía hacer. Se giró para ver qué pasaba, y al ver a Neil caminando hacia la casa, el miedo le subió por los pies como lo hace el frío. Podría haber seguido corriendo tal y como le había indicado la sinhadre, pero desprovista de mano a la que sujetar y de la seguridad que esta le infundía, la rubia no era más que un cervatillo en medio de la carretera.
Indefensa. Aquel sentimiento fue el que bastó para tumbar cualquier atisbo de sensatez de su yo adulto, ganando su yo menor ese tira y afloja por el control a sus acciones. Y entonces la vio.
Al principio era como ver una película en 3D sin llevar las gafas. Dos imágenes superpuestas, borrosas y confusas al no estar unidas. Ni siquiera cerrando un ojo desaparecía la visión de una sobre otra. Aún con aquel desastre visual a su alrededor, una figura nítida esperaba en la entrada de la casa. Tenía aspecto desconsolado, se tapaba la boca con una mano y la miraba directamente, con lágrimas en los ojos. Incluso desde lejos podía ver cómo estas le caían por las mejillas sin parar.
—¡¿Mamá?!
Su voz salió rota, rota por ver a su madre llorar de aquella manera. Al oírla, la adulta se encogió de pena, tapándose la boca con más fuerza y agitando la otra mano para que se acercara. Finalmente hizo acopio de fuerzas para responder, lastimosamente.
—¡Roxanne! Roxanne, mi niña… —se detuvo para respirar. El llanto apenas la dejaba hablar—. Pensé que no te volvería a ver… pensé que…
Temblaba con fuerza a la vez que se esforzaba por acercarse a ella. Rox tembló por igual. El desastre que había en torno a su madre se asentó, y allí donde una vez estuvo la casa de dulces, ahora se encontraba su casa. Reconoció la estructura de una sola planta, las paredes blancas, el tejado azul cielo con la pintura reseca por el sol, los altos árboles que asomaban del jardín y hasta el columpio de colores que había montado su abuelo para ella. El corazón se le iba a salir del pecho cuando dio el primer paso antes de echar a correr hacia ella. Su madre se agachó para recibirla entre sus brazos, pero Rena se puso en medio de ambas, cortándole el paso a la rubia.
Miró a la irrense con indignación, incluso con odio. Aquello era lo que había deseado por tantísimo tiempo, y ahora que estaba tan cerca, ¿eran sus propios amigos quienes le impedían volver a su hogar? Trató de rodearla para seguir corriendo, pero entonces se fijó en algo más. En el momento en el que su madre se había agachado había dejado al descubierto otra figura detrás suya. La luz se consumía a su alrededor, y un ruido blanco distante salía del interior de la casa. Su padre la miraba fijamente, con los mismos ojos de pez que una vez habían pertenecido a Verael.
—¿Dónde te habías metido?
En su voz no había pena, sino rabia. Detrás suya, una cola de escorpión de fino aguijón se meneaba de un lado a otro. La niña, más blanca que el papel, sintió como se le paralizaban los músculos.
—Nos tenías muertos de miedo. ¿Eres tonta? ¿Por qué te fuiste? ¿Querías vengarte haciéndonos sufrir?
—N-No... Yo no quería...
—¿Es porque nos mudamos? ¿Porque no te dejábamos seguir con tus estupideces? Preferiste esto a estar con nosotros.
—¡No es verdad! —«sí lo es», pensó, y la verdad le achicó el pecho. «Yo elegí irme.»
El otro sacudió la cola peligrosamente, como si le hubiera leído el pensamiento.
—Sigues siendo una niña malcriada. Siempre vas a serlo. Nos dejaste por el mejor postor, y ahora que las cosas no son tan bonitas quieres volver con nosotros. —señaló con la cabeza a sus amigos, dando dos pasos más al frente. Sus ojos se volvieron completamente negros, como los de un tiburón—. ¿Ya no te interesa estar con ellos?
Influenciada por aquellas palabras, la expresión de su madre se tornó en decepción, Rox se atrevería a decir que hasta en repugnancia. Luego en un gesto indescriptible. Se borraron los surcos de sus mejillas, como si nunca hubiera llorado. Al volver a mirar a la pequeña no pareció reconocerla. En cuanto el adulto pasó por el lado de la mujer, en los oídos del cambiante retumbaría un crujido desagradable. A pesar de no haberla tocado, su cuello se rompió violentamente, músculos rasgados a la vista y sangre brotando de allí donde se había separado. Cuando la mayor se desplomó en el suelo con los ojos sin vida, toda ella fue reemplazada por el cadáver de Drake. Su casa volvió a perderse en el caos de imágenes, luchando por regresar a lo que realmente era.
Rox podría haber muerto de miedo ahí mismo. En algún momento se había agarrado a Rena y temblaba bruscamente tras ella, escondiéndose y gimoteando como un animal. El otro abrió los brazos, sonriendo de forma espeluznante, si tan siquiera podía considerarse sonreír. Su mandíbula estaba desencajada y repleta de dientes, filas de ellos goteando veneno. Si se fijaba en sus brazos, y las lágrimas se lo permitían, la rubia podría ver que estaban compuestos de hilos.
—¿No le vas a dar un abrazo a tu padre?
La pequeña Rox no volvió a abrir la boca una vez Adru la agarró y echaron a correr. Se aferró a la mano de la sinhadre con fuerza, notando como a sus cortas piernas les costaba seguir el ritmo del gamusino. Deseó tener su cuerpo anterior, pero sus hilos estaban tan tensos que cualquier cambio haría que se desgarrase como un trozo de tela vieja. Cuando intentó crecer fue su propia piel la que se lo advirtió, enviando un chispazo de dolor, similar al de las agujetas, por toda la superficie.
Por algún motivo Adru se detuvo. Quiso tirar de ella y seguir adelante, pero con aquel tamaño poco podía hacer. Se giró para ver qué pasaba, y al ver a Neil caminando hacia la casa, el miedo le subió por los pies como lo hace el frío. Podría haber seguido corriendo tal y como le había indicado la sinhadre, pero desprovista de mano a la que sujetar y de la seguridad que esta le infundía, la rubia no era más que un cervatillo en medio de la carretera.
Indefensa. Aquel sentimiento fue el que bastó para tumbar cualquier atisbo de sensatez de su yo adulto, ganando su yo menor ese tira y afloja por el control a sus acciones. Y entonces la vio.
Al principio era como ver una película en 3D sin llevar las gafas. Dos imágenes superpuestas, borrosas y confusas al no estar unidas. Ni siquiera cerrando un ojo desaparecía la visión de una sobre otra. Aún con aquel desastre visual a su alrededor, una figura nítida esperaba en la entrada de la casa. Tenía aspecto desconsolado, se tapaba la boca con una mano y la miraba directamente, con lágrimas en los ojos. Incluso desde lejos podía ver cómo estas le caían por las mejillas sin parar.
—¡¿Mamá?!
Su voz salió rota, rota por ver a su madre llorar de aquella manera. Al oírla, la adulta se encogió de pena, tapándose la boca con más fuerza y agitando la otra mano para que se acercara. Finalmente hizo acopio de fuerzas para responder, lastimosamente.
—¡Roxanne! Roxanne, mi niña… —se detuvo para respirar. El llanto apenas la dejaba hablar—. Pensé que no te volvería a ver… pensé que…
Temblaba con fuerza a la vez que se esforzaba por acercarse a ella. Rox tembló por igual. El desastre que había en torno a su madre se asentó, y allí donde una vez estuvo la casa de dulces, ahora se encontraba su casa. Reconoció la estructura de una sola planta, las paredes blancas, el tejado azul cielo con la pintura reseca por el sol, los altos árboles que asomaban del jardín y hasta el columpio de colores que había montado su abuelo para ella. El corazón se le iba a salir del pecho cuando dio el primer paso antes de echar a correr hacia ella. Su madre se agachó para recibirla entre sus brazos, pero Rena se puso en medio de ambas, cortándole el paso a la rubia.
Miró a la irrense con indignación, incluso con odio. Aquello era lo que había deseado por tantísimo tiempo, y ahora que estaba tan cerca, ¿eran sus propios amigos quienes le impedían volver a su hogar? Trató de rodearla para seguir corriendo, pero entonces se fijó en algo más. En el momento en el que su madre se había agachado había dejado al descubierto otra figura detrás suya. La luz se consumía a su alrededor, y un ruido blanco distante salía del interior de la casa. Su padre la miraba fijamente, con los mismos ojos de pez que una vez habían pertenecido a Verael.
—¿Dónde te habías metido?
En su voz no había pena, sino rabia. Detrás suya, una cola de escorpión de fino aguijón se meneaba de un lado a otro. La niña, más blanca que el papel, sintió como se le paralizaban los músculos.
—Nos tenías muertos de miedo. ¿Eres tonta? ¿Por qué te fuiste? ¿Querías vengarte haciéndonos sufrir?
—N-No... Yo no quería...
—¿Es porque nos mudamos? ¿Porque no te dejábamos seguir con tus estupideces? Preferiste esto a estar con nosotros.
—¡No es verdad! —«sí lo es», pensó, y la verdad le achicó el pecho. «Yo elegí irme.»
El otro sacudió la cola peligrosamente, como si le hubiera leído el pensamiento.
—Sigues siendo una niña malcriada. Siempre vas a serlo. Nos dejaste por el mejor postor, y ahora que las cosas no son tan bonitas quieres volver con nosotros. —señaló con la cabeza a sus amigos, dando dos pasos más al frente. Sus ojos se volvieron completamente negros, como los de un tiburón—. ¿Ya no te interesa estar con ellos?
Influenciada por aquellas palabras, la expresión de su madre se tornó en decepción, Rox se atrevería a decir que hasta en repugnancia. Luego en un gesto indescriptible. Se borraron los surcos de sus mejillas, como si nunca hubiera llorado. Al volver a mirar a la pequeña no pareció reconocerla. En cuanto el adulto pasó por el lado de la mujer, en los oídos del cambiante retumbaría un crujido desagradable. A pesar de no haberla tocado, su cuello se rompió violentamente, músculos rasgados a la vista y sangre brotando de allí donde se había separado. Cuando la mayor se desplomó en el suelo con los ojos sin vida, toda ella fue reemplazada por el cadáver de Drake. Su casa volvió a perderse en el caos de imágenes, luchando por regresar a lo que realmente era.
Rox podría haber muerto de miedo ahí mismo. En algún momento se había agarrado a Rena y temblaba bruscamente tras ella, escondiéndose y gimoteando como un animal. El otro abrió los brazos, sonriendo de forma espeluznante, si tan siquiera podía considerarse sonreír. Su mandíbula estaba desencajada y repleta de dientes, filas de ellos goteando veneno. Si se fijaba en sus brazos, y las lágrimas se lo permitían, la rubia podría ver que estaban compuestos de hilos.
—¿No le vas a dar un abrazo a tu padre?
- ♪♫♬:
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Casa de los Dulces
27/02/19, 12:11 am
Nime sentía el apremio de los demás, pero no entendió por qué debían huir hasta que escuchó un gruñido familiar a sus espaldas. El protagonista de un gran número de sus pesadillas estaba ahí, tan real como cuando se habían enfrentado a él por primera vez. El monstro que había arrancado la pierna de Eitne y matado a Drusar los miraba con rabia. Nime comprendió al momento que no había muerto en la caída, y también que buscaba venganza. Quería arrebatarles aún más cosas, y ella no estaba más preparada para enfrentarse a él que la última vez.
Lo mejor que podía hacer era correr y esperar ser más rápida. El problema era que no todos estaban cooperando. Por algún motivo, algunos de sus compañeros no se estaban moviendo o, en el peor de los casos, iban en dirección contraria. Los gritos de otros la alertaron de aquello y la hicieron mirar a su espalda. Nime no entendía cómo se había desatado aquel caos, lo único que podía hacer era intentar activar los impactos de su transformación para ganar tiempo.
El problema era que, como siempre, no salían solo porque quisiese. Ni siquiera fue capaz de hacer uno. Volvía a ser la Nime cosechada, pero sin magia. El pánico la dominó por completo al darse cuenta de que no podía hacer nada, y el monstruo parecía más grande y más imponente por momentos. Pero no podía echar a correr. No si al hacerlo abandonaba a sus amigos.
—¡Vámonos, por favor! ¡Por favor! —apremió, prácticamente sollozando. Era consciente de que faltaban algunos de ellos, pero no podían averiguar donde se habían metido si no salían de aquella situación.
Lo mejor que podía hacer era correr y esperar ser más rápida. El problema era que no todos estaban cooperando. Por algún motivo, algunos de sus compañeros no se estaban moviendo o, en el peor de los casos, iban en dirección contraria. Los gritos de otros la alertaron de aquello y la hicieron mirar a su espalda. Nime no entendía cómo se había desatado aquel caos, lo único que podía hacer era intentar activar los impactos de su transformación para ganar tiempo.
El problema era que, como siempre, no salían solo porque quisiese. Ni siquiera fue capaz de hacer uno. Volvía a ser la Nime cosechada, pero sin magia. El pánico la dominó por completo al darse cuenta de que no podía hacer nada, y el monstruo parecía más grande y más imponente por momentos. Pero no podía echar a correr. No si al hacerlo abandonaba a sus amigos.
—¡Vámonos, por favor! ¡Por favor! —apremió, prácticamente sollozando. Era consciente de que faltaban algunos de ellos, pero no podían averiguar donde se habían metido si no salían de aquella situación.
- Lathspell
Ficha de cosechado
Nombre: Kyllikki Paasikoski
Especie: Humana
Habilidades: Buena menoria, muy buena, lealtad, y facilidad para los idiomas.Personajes : Zobriel: Nublino transformado en Basilisco
Kyllikki: Humana cosechada.
Armas : Zobriel: Malicioso, Colmillo veneno, Cuchillada, Cola veneno
Kyllikki: Elataquedelasmilteoriascientificasypseudocientificasmasinutildetodoslostiempos
Status : Disponible para cualquier debate ilógico
Humor : Culpable de dibujar horrible y hacer chistes peores aun
Re: Casa de los Dulces
28/02/19, 06:32 pm
Aquella voz era imposible de olvidar. Aquella alegría y respeto, todos los consejos que había escuchado, historias y esperanzas. El sonido se había paseado de un lado a otro antes de que la puerta crujiera, como no, lentamente, antes de abrirse. En el pasado, la figura macilenta de su abuela había caído y cerrado los ojos frente a Zobriel, en aquel lejano sueño, el niño había asumido su papel de transformado, había sentido un poco de lo que su abuela le había contado tantos años. Pero ahora la mujer estaba mas esquelética, con los ojos bien abiertos aunque velados, mirando directamente a las pupilas del basilisco sin dejar de sonreír mientras avanzaba saliendo de la casa. La mano arrugada se levanto como una garra señalando a Pam mientras daba un par de pasos mas, sosteniéndose del marco de la puerta, como si fuera una débil anciana.
- Vamos pequeño, lo sé , lo sé....es tu amiga, y ya sabes que por eso debe ser así. Dámela, entrégala y haremos con sus alas una prenda de la que serás digno....Sabes que debes hacerlo.. - le dijo la anciana moviendo la mano para llamar a Pam, sin que esta la viera.
- No....n-no....tu no estás.....essstabas ....yo...
- No seas tonto cariño....eres un niño, y aun en este maravilloso sitio sigues siendo una decepción y una lástima de niño.....no me podrías haber matado...y soy yo quien te debo enseñar a ser grande y temible como los Dioses.... - la voz era calida ahora, y eso la hacía mas terrible. Cuando Rox, y los demás empezaron a ver sus temores y pesadillas, la abuela de Zobriel volteo la cabeza, moviendo la boca sin producir sonido alguno, pero con pausas y sonrisas.
- ¡Déjalos! Ellos no querían esto....¡¡Ellosss no deseaban ser monstruos!! - El nublino estaba aterrado, furioso, con la boca seca y las garras cerradas. Los músculos de sus ojos estaban tensos, frunciendo las escamas alrededor de ellos pero sin que ninguna lagrima asomase. Su cuerpo quería estallar en desesperación pero ya no podía hacerlo como antes. Nunca le había temido a su abuela, pero esta vez ella parecía todo lo que siempre había esperado de sus descendientes. Y eso si aterrorizaba a Zobril, una diosa que parecía demonio.
De alguna forma su figura frágil y decrepita tenia poder como el que Zob no había soñado jamás. La señora volteo sonriendo la cabeza mientras Rox, hablaba algo. Mientras que los demás huían de ella. No la conocían pero no era difícil querer escapar, algo estaba mal allí y ella tenía la culpa. La anciana frunció el seño al ver como algunos empezaban a correr, Rena estaba de pie con los ojos abiertos, Y logro atisbar que Adru estaba tratando de controlar a Neil. Supuso que algo debería de haberles hecho, pues sonreía y movía la boca de nuevo sin emitir sonidos. La señora, ya cansada de todo al aparecer, y aun sonriente, avanzo dos pasos hacia ellos. Zob no podía mas, en ese instante quería ser el inútil de antes y quebrarse bajo todo eso, pero ya no tenía derecho a serlo. Salto con la cola arqueada detrás de él, los ojos abiertos como plato y enseñando sus colmillos. Parecía un patético intento de ser valiente, pero aquella ilusión era gracias a la Luna Roja, si fuera un nublino común, su cara seria de pánico y miedo, retrocediendo poco a poco y dando manotazos para alcanzar a alguien. Sintió voces que decían algo, era la voz de la mona del queso. No entendía mucho, pero si lo suficiente para tomarla de la muñeca y jalarla para salir de allí.
- ¡Si si Vamonos vamo...! ¡Guille vámonos ya! Corre...co....nonono.. -Sea lo que sea que Rena hubiese visto en su abuela, Zob no sabía por qué se quedaba parada. Primero Milo los dejo solos la noche de la Luna, ahora ella se quedaba ahí....malditos irrenses, los desmayaría después una vez tras otra tras otra si no les pasaba nada en ese momento. - ¡Rena por favor! vamosss sal de allí ¡ven ven! - le grito mientras corría tras Nime y esperaba que los demás estuvieran también escapando, no quería voltear por miedo a ver a alguien a los ojos, por temor a ser una carga y no ayudarlos.
- ¡¡Ven aquí Zob ,cariño!! Sabes que debe ser así....ven y mírame, soy la única a quien puedes mirar, a los demás terminaras matándolos, a tu amiguita y al niño, sabes que no podrás nunca más ver a los ojos a quienes quieres.....eres mi pequeño Dios de la muerte, ¡Ven Zobriel!....- Gritaba la anciana abuela del nublino mientras el corría alejándose poco a poco aun con Pam en su garra.
- Vamos pequeño, lo sé , lo sé....es tu amiga, y ya sabes que por eso debe ser así. Dámela, entrégala y haremos con sus alas una prenda de la que serás digno....Sabes que debes hacerlo.. - le dijo la anciana moviendo la mano para llamar a Pam, sin que esta la viera.
- No....n-no....tu no estás.....essstabas ....yo...
- No seas tonto cariño....eres un niño, y aun en este maravilloso sitio sigues siendo una decepción y una lástima de niño.....no me podrías haber matado...y soy yo quien te debo enseñar a ser grande y temible como los Dioses.... - la voz era calida ahora, y eso la hacía mas terrible. Cuando Rox, y los demás empezaron a ver sus temores y pesadillas, la abuela de Zobriel volteo la cabeza, moviendo la boca sin producir sonido alguno, pero con pausas y sonrisas.
- ¡Déjalos! Ellos no querían esto....¡¡Ellosss no deseaban ser monstruos!! - El nublino estaba aterrado, furioso, con la boca seca y las garras cerradas. Los músculos de sus ojos estaban tensos, frunciendo las escamas alrededor de ellos pero sin que ninguna lagrima asomase. Su cuerpo quería estallar en desesperación pero ya no podía hacerlo como antes. Nunca le había temido a su abuela, pero esta vez ella parecía todo lo que siempre había esperado de sus descendientes. Y eso si aterrorizaba a Zobril, una diosa que parecía demonio.
De alguna forma su figura frágil y decrepita tenia poder como el que Zob no había soñado jamás. La señora volteo sonriendo la cabeza mientras Rox, hablaba algo. Mientras que los demás huían de ella. No la conocían pero no era difícil querer escapar, algo estaba mal allí y ella tenía la culpa. La anciana frunció el seño al ver como algunos empezaban a correr, Rena estaba de pie con los ojos abiertos, Y logro atisbar que Adru estaba tratando de controlar a Neil. Supuso que algo debería de haberles hecho, pues sonreía y movía la boca de nuevo sin emitir sonidos. La señora, ya cansada de todo al aparecer, y aun sonriente, avanzo dos pasos hacia ellos. Zob no podía mas, en ese instante quería ser el inútil de antes y quebrarse bajo todo eso, pero ya no tenía derecho a serlo. Salto con la cola arqueada detrás de él, los ojos abiertos como plato y enseñando sus colmillos. Parecía un patético intento de ser valiente, pero aquella ilusión era gracias a la Luna Roja, si fuera un nublino común, su cara seria de pánico y miedo, retrocediendo poco a poco y dando manotazos para alcanzar a alguien. Sintió voces que decían algo, era la voz de la mona del queso. No entendía mucho, pero si lo suficiente para tomarla de la muñeca y jalarla para salir de allí.
- ¡Si si Vamonos vamo...! ¡Guille vámonos ya! Corre...co....nonono.. -Sea lo que sea que Rena hubiese visto en su abuela, Zob no sabía por qué se quedaba parada. Primero Milo los dejo solos la noche de la Luna, ahora ella se quedaba ahí....malditos irrenses, los desmayaría después una vez tras otra tras otra si no les pasaba nada en ese momento. - ¡Rena por favor! vamosss sal de allí ¡ven ven! - le grito mientras corría tras Nime y esperaba que los demás estuvieran también escapando, no quería voltear por miedo a ver a alguien a los ojos, por temor a ser una carga y no ayudarlos.
- ¡¡Ven aquí Zob ,cariño!! Sabes que debe ser así....ven y mírame, soy la única a quien puedes mirar, a los demás terminaras matándolos, a tu amiguita y al niño, sabes que no podrás nunca más ver a los ojos a quienes quieres.....eres mi pequeño Dios de la muerte, ¡Ven Zobriel!....- Gritaba la anciana abuela del nublino mientras el corría alejándose poco a poco aun con Pam en su garra.
El Odio es por mucho el placer mas duradero. El hombre Ama con prisas, pero llega a Odiar con mucha calma.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Casa de los Dulces
01/03/19, 04:22 pm
Eitne flotaba agobiado ante la imagen del lagarto, que para él había emprendido una carrera hacia el grupo. Temblaba como si hubiese despertado en lo más profundo del Polo Norte, que era un sitio muy frio y hecho de hielos, según le habían dicho.La mano de Rena se aferró a la suya y solo entonces sintió algo de calor, de alivio. El tirón de la ursántropa lo llevó a otra mano, la de Adru, y Eitne musitó un par de “gracias”.
Durante el breve periodo de tiempo en el que Eitne avanzó gracias a ellas, pudo comprobar que la criatura que serró su rodilla no tenía intención de dejarlos ir. El animal corría a dos patas, medio inclinado, ayudándose de su cola cual timón. De lejos, desde una seguridad que no existía, Eitne habría pensado que el animal era muy gracioso, que tenía una forma muy patosa de moverse. Sin embargo, en aquel momento solo quería llorar.
La mano de Adru lo acabó soltando por la situación que se desarrollaba ante ellos y Eitne volvió a impulsarse con magia hacia delante, lejos, tal y como le habían pedido los más mayores. Fue entonces cuando pudo fijarse en las casas que dejaba tras de sí, en cómo se desperezaban. En cada una de ellas se abrían decenas de ojos dibujados en tiza, óvalos sencillos con un punto dentro. Parpadearon todos a la vez y de repente, decenas de pupilas se clavaron en el niño.
Entre los ladrillos comenzaron a surgir frases escritas.
“Todo esto es culpa tuya”
“Debiste guardar mi secreto”
“Moriréis todos”
Con las frases llegó un ruido nuevo. Al principio Eitne apenas oyó un rumor, como si la tierra temblara ante la pisada de una criatura antigua, gigantesca. El rumor se convirtió en tierra que se arrastra y uñas arañando la pizarra. Un sonido estridente tomó forma, hosco; una voz que nacía de la profundidad de otro plano y que, claramente para Eitne, era la voz del Huesped:
Eitne lloraba horrorizado. Miró hacia atrás con nerviosismo, a la vez que evitaba a toda costa cruzar su mirada con los ojos de tiza que le acosaban. Temblaba tanto que el niño parecía vibrar en el aire, se sacudía.
—¡DÉJANOS EN PAZ! —gritó apretando los ojos.
“No podrás correr cuando las garras se claven en tus carnes y tu sangre se mezcle con las suyas”
Eitne había avanzado tanto que, sin querer, se había alejado del grupo. Se giró enseguida y no vio a nadie tras él, ni a sus amigos ni a la criatura que los perseguía. Cuando volvió a mirar al frente entendió por qué. El lagarto flotaba frente a él, enmarcado por un sin fin de ojos que cubrían las paredes de las casas, el suelo… Los ojos lo salpicaban todo: incluída la piel del monstruo. La sangre chorreaba de su boca: rojo, azul, morado… los colores se mezclaban en los diferentes cauces que se habían formado en torno a su cuello, cauces que arrastraban la tiza de algunos globos oculares.
El daeliciano se había quedado paralizado por el horror, su cuerpo entró en tensión en mitad del aire, elevado, y el único movimiento fue el de los pelos erizándose. El lagarto se abalanzó sobre él e hincó sus garras en los brazos del niño. Un dolor lacerante, agudo; familiar. La sangre manó de varias heridas bajo ambos hombros. Eitne gritó y se dejó la garganta en ello.
La voz cavernosa del Huésped rió, sus carcajadas estaban llenas de aristas puntiagudas que se clavaban en lo más profundo de la mente del daeliciano; tanto o más que las garras afiladas de aquel monstruo que había vuelto para vengarse. Eitne sintió su lengua bífida rasparle las mejillas y el hedor de su aliento inundó sus fosas nasales antes de que todo se volviera negro.
Durante el breve periodo de tiempo en el que Eitne avanzó gracias a ellas, pudo comprobar que la criatura que serró su rodilla no tenía intención de dejarlos ir. El animal corría a dos patas, medio inclinado, ayudándose de su cola cual timón. De lejos, desde una seguridad que no existía, Eitne habría pensado que el animal era muy gracioso, que tenía una forma muy patosa de moverse. Sin embargo, en aquel momento solo quería llorar.
La mano de Adru lo acabó soltando por la situación que se desarrollaba ante ellos y Eitne volvió a impulsarse con magia hacia delante, lejos, tal y como le habían pedido los más mayores. Fue entonces cuando pudo fijarse en las casas que dejaba tras de sí, en cómo se desperezaban. En cada una de ellas se abrían decenas de ojos dibujados en tiza, óvalos sencillos con un punto dentro. Parpadearon todos a la vez y de repente, decenas de pupilas se clavaron en el niño.
Entre los ladrillos comenzaron a surgir frases escritas.
“Todo esto es culpa tuya”
“Debiste guardar mi secreto”
“Moriréis todos”
Con las frases llegó un ruido nuevo. Al principio Eitne apenas oyó un rumor, como si la tierra temblara ante la pisada de una criatura antigua, gigantesca. El rumor se convirtió en tierra que se arrastra y uñas arañando la pizarra. Un sonido estridente tomó forma, hosco; una voz que nacía de la profundidad de otro plano y que, claramente para Eitne, era la voz del Huesped:
“No podrás correr cuando se coma tu otra pierna”
Eitne lloraba horrorizado. Miró hacia atrás con nerviosismo, a la vez que evitaba a toda costa cruzar su mirada con los ojos de tiza que le acosaban. Temblaba tanto que el niño parecía vibrar en el aire, se sacudía.
“No podrás correr cuando los devore a todos”
—¡DÉJANOS EN PAZ! —gritó apretando los ojos.
“No podrás correr cuando las garras se claven en tus carnes y tu sangre se mezcle con las suyas”
Eitne había avanzado tanto que, sin querer, se había alejado del grupo. Se giró enseguida y no vio a nadie tras él, ni a sus amigos ni a la criatura que los perseguía. Cuando volvió a mirar al frente entendió por qué. El lagarto flotaba frente a él, enmarcado por un sin fin de ojos que cubrían las paredes de las casas, el suelo… Los ojos lo salpicaban todo: incluída la piel del monstruo. La sangre chorreaba de su boca: rojo, azul, morado… los colores se mezclaban en los diferentes cauces que se habían formado en torno a su cuello, cauces que arrastraban la tiza de algunos globos oculares.
“No podrás correr cuando te mueras”
El daeliciano se había quedado paralizado por el horror, su cuerpo entró en tensión en mitad del aire, elevado, y el único movimiento fue el de los pelos erizándose. El lagarto se abalanzó sobre él e hincó sus garras en los brazos del niño. Un dolor lacerante, agudo; familiar. La sangre manó de varias heridas bajo ambos hombros. Eitne gritó y se dejó la garganta en ello.
“Sin mí, estáis condenados”
La voz cavernosa del Huésped rió, sus carcajadas estaban llenas de aristas puntiagudas que se clavaban en lo más profundo de la mente del daeliciano; tanto o más que las garras afiladas de aquel monstruo que había vuelto para vengarse. Eitne sintió su lengua bífida rasparle las mejillas y el hedor de su aliento inundó sus fosas nasales antes de que todo se volviera negro.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Casa de los Dulces
03/03/19, 08:06 pm
—¿Remi? —la voz le llegó desde muy lejos, como un eco del pasado, y la niebla que enturbiaba la mirada del irrense empezó a aclararse poco a poco —. Vamos, Remi, ¿aún estás dormido? Tenemos que ir a trabajar y tienes el desayuno a medio empezar. Date prisa... —su padre, al otro lado de la mesa de la cocina, consultaba las últimas noticias en la red mientras mordisqueaba un bollo con aire ausente. Parecía cansado, como si no hubiera dormido bien por la noche, y las ojeras que ensombrecían su mirada solo reafirmaba aquella suposición.
Rando siempre había sido un hombre fuerte, pero en los últimos tiempos había envejecido bastante rápido, y las canas que salpicaban su cabello moreno solo eran uno de los indicios. Su mono de trabajo, muy similar al que llevaba el propio Milo, le quedaba algo holgado, y los hombros antaño firmes ahora estaban ligeramente caídos.
—Lo siento papá, creo que anoche tuve un sueño raro y estaba intentando recordarlo —murmuró en respuesta con una voz que no era del todo suya, alargando la mano hacia una tostada que empezó a untar con movimientos involuntarios—. Juraría que había una ciudad en ruinas y un montón de alienígenas, pero no estoy del todo seguro... —comentó, mordisqueando la rebanada de pan con expresión pensativa.
Su padre alzó la mirada un instante y la diversión brillo en sus ojos, provocando que en algún lugar muy lejano el corazón del muchacho diera un vuelco repentino, pero al cabo de unos segundos volvió su atención a la pantalla de su ordenador y el momento pasó.
—Seguro que es por jugar a tantos videojuegos —replicó, imitando el tono que su madre empleaba para regañarle cuando perdía demasiadas horas frente a la consola—. Si Mena se entera de que te quedaste despierto hasta las tantas se te va a caer el pelo, muchacho. —añadió, esbozando una sonrisa burlona de complicidad.
Milo rió avergonzado y continuó desayunando, dejando que el silencio reinara durante unos minutos entre los dos. Aquel prometía ser un día duro en la mina, pues en las últimas semanas los turnos se habían duplicado para cubrir la cuota que reclamaban desde la capital y el plazo de entrega se estaba agotando.
—¿Crees que Iggi estará bien? —preguntó de repente, recordando al compañero que se había roto el brazo orgánico hacía una semana. Su paga se resentiría bastante por faltar al trabajo y aquel mes su familia tendría que apretarse el cinturón, algo que hacía bullir de ira una parte del irrense que en aquellos momentos estaba aletargada—. Tenía bastante mala pinta, ¿verdad? Últimamente estamos teniendo demasiados accidentes. —masculló, terminándose de un trago su vaso de leche.
Rando, repentinamente serio, se limitó a gruñir por lo bajo en señal de asentimiento y continuó leyendo la prensa. A veces era difícil saber en que pensaba, pero estaba bastante claro que el tema le tenía preocupado, pues él era capataz jefe y estaba al cargo de la seguridad de muchas personas. Se sentía responsable de la mala racha que estaban teniendo y eso le consumía por dentro.
—¿Estás listo? —preguntó en cuanto Milo terminó su desayuno—. Si salimos en cinco minutos no llegaremos tarde, así que date prisa y recoge todo esto antes de marcharnos. Yo te espero fuera, hijo. —añadió en cuanto el chico asintió, levantándose de la mesa y saliendo de la cocina a buen paso.
Milo recogió la mesa con rapidez y metió los platos en el lavavajillas, buscando su casco con la mirada mientras barría el suelo. Sus movimientos eran metódicos y automáticos, como si nada en aquella situación fuera extraño, pero en su cabeza el runrun de que algo no estaba bien no dejaba de molestarle. La voz de su padre que lo llamaba desde la entrada le devolvió a la realidad, no obstante, y salió tras sus pasos con celeridad.
El camino hasta la mina fue como un borrón de tiempo, apenas un instante, y aunque tuvieron que coger dos trenes el irrenses no supo discernir en qué momento se habían cambiado de uno a otro. En cuanto llegaron a la entrada, sin embargo, el tiempo volvió a discurrir con normalidad, y frente al ascensor que descendía a las profundidades Milo se quedó paralizado.
Una parte irracional suya sabía que bajar allí era mala idea, que algo terrible podía sucederle a su padre si lo hacían, pero su mente racional que aquellos temores eran infundados.
—¿O no lo son... ? —murmuró indeciso, cambiando su peso de una pierna a otra en un claro gesto de nerviosismo.
—Remi, espabila, que estás cortando el paso —le llamó la atención su padre, empujándole hacia el interior de la caja metálica y terminando de esa forma con sus dudas—. Céntrate de una vez, ¿de acuerdo? Ya no estamos en casa y ahora tienes que prestar atención a lo que haces, hijo. —le advirtió Rando, apretándole el hombro mientras descendían hacia el corazón de la mina.
Las lamparas de sus cascos titilaron ligeramente al encenderlas una vez estuvieron abajo, cortando la oscuridad con sus haces de luz cuando movían la cabeza de un lado a otro.
—Hoy nos toca en los pozos del sector 4-Norte, chicos. Todos en fila de a uno, andando. —ordenó su padre a la cuadrilla con su mejor voz de jefe, abriendo el mismo la marcha hacia la zona de trabajo.
El trayecto fue otro parpadeo en la consciencia de Milo, al igual que las primeras horas de la jornada, pero cuando los segundos volvieron a correr con normalidad el chico supo que algo malo iba a suceder.
—... —intentó avisar a los demás, advertirles de que algo en sus entrañas le decía que algo terrible iba a suceder, pero tenía la garganta paralizada, y cuando el temblor de tierra sacudió la galería ya era demasiado tarde.
No fue el pasillo entero lo que se vino abajo, si no el suelo bajo los pies de Milo, y cuando los demás quisieron darse cuenta ya era demasiado tarde.
—¡REEEMIIIIIIIII... ! —el grito de Rando se perdió en la oscuridad, cada vez más lejos, y lo último que el norteño vio antes de que el pozo de cobre fundido con el que se había topado se lo tragara fue el rostro devastado de su padre en las alturas.
Cuando la incandescencia abrasadora lo engulló una ominosa torre oscura invadió todo su campo de visión, arrancándole de aquel pozo de metal fundido, y su siguiente sensación fue la de estar tendido sobre el duro empedrado de la calle.
Milo se incorporó con rapidez desesperada, boqueando para coger aire mientras su ropa humeaba. La sensación de haber ardido era demasiado real, demasiado dolorosa, y aunque su piel estaba intacta su mono de trabajo estaba cubierto de quemaduras.
—Agua... —logro articular con voz rasposa, aunque nadie le escuchó en medio de la confusión, y poco a poco empezó a darse cuenta de que no estaba solo.
Sus compañeros le rodeaban en distintos estados de agitación, aunque no conseguía ubicar a Rox o a Guille, y todos miraban horrorizados el edificio que tenían en frente. Para Milo el aspecto de la casa de los dulces no significaba mucho, pues no la había llegado a ver nunca, y aunque se la habían descrito nunca se había esforzado en imaginarla. La sensación de peligro, sin embargo, si que la percibía, y aunque a sus ojos la casa no estaba en llamas todo se empezó a llenar de un humo empalagoso.
—Vamonos de aquí, sí. —se unió a la petición general, articulando las palabras con dificultad mientras trataba de seguir el paso a sus compañeros.
Fue entonces cuando la situación empezó a torcerse y el grupo se dividió entre los que intentaban volver y los que trataban de escapar. Neil se zafó del agarre de su edeel en un acto impulsivo que el irrense nunca antes había presenciado, encaminándose hacia la casa seguido por una niña rubia que Milo tampoco había visto nunca.
—Volved, no vayáis hacia allí... —suplicó entre tosidos sin que nadie llegara a oírle.
El brujo apenas podía ver con tanto humo, pero cuando la puerta de la ahora cabaña se abrió la luz que venía desde el interior estuvo a punto de cegarlo.
—Teníamos un trato mocoso, un trato que tú has estado intentando romper —las palabras lo atravesaron como un cuchillo mientras el dueño de la voz daba un par de pasos fuera del edificio—. Ahora pienso cobrarme todo el pago de una sola vez. —rió Rutilante, torciendo la boca por el peso de la pipa que le colgaba de la comisura de los labios llenando el aire de aquel humo tóxico.
Los ojos del hacker se abrieron de par en par, rebosantes de miedo, y cuando el unicornio alzó las manos en su dirección trató de alejarse a la carrera.
—No podrás huir, cachorro. —volvió a reír el veterano, gesticulando con las manos para conjurar un hechizo que empezó a drenar al norteño con inusitada velocidad.
Milo sintió como el fragmento de cuerno que aún tenía enterrado en la carne de su brazo lo abrasaba, retorciéndose en su interior, y cuando sus fuerzas empezaron a menguar sus rodillas flaquearon y se dio de bruces contra el suelo.
—No, no, no... —suplicaba una y otra vez con ojos vidriosos, arrastrándose por un camino de tierra en un bosque fantasma que solo podía ver él.
Mientras la vida se le escapaba como el agua entre los dedos de la mano su único alivio era que había dejado de ver a sus compañeros, lo que sin duda significaba que habían conseguido escapar.
Rando siempre había sido un hombre fuerte, pero en los últimos tiempos había envejecido bastante rápido, y las canas que salpicaban su cabello moreno solo eran uno de los indicios. Su mono de trabajo, muy similar al que llevaba el propio Milo, le quedaba algo holgado, y los hombros antaño firmes ahora estaban ligeramente caídos.
—Lo siento papá, creo que anoche tuve un sueño raro y estaba intentando recordarlo —murmuró en respuesta con una voz que no era del todo suya, alargando la mano hacia una tostada que empezó a untar con movimientos involuntarios—. Juraría que había una ciudad en ruinas y un montón de alienígenas, pero no estoy del todo seguro... —comentó, mordisqueando la rebanada de pan con expresión pensativa.
Su padre alzó la mirada un instante y la diversión brillo en sus ojos, provocando que en algún lugar muy lejano el corazón del muchacho diera un vuelco repentino, pero al cabo de unos segundos volvió su atención a la pantalla de su ordenador y el momento pasó.
—Seguro que es por jugar a tantos videojuegos —replicó, imitando el tono que su madre empleaba para regañarle cuando perdía demasiadas horas frente a la consola—. Si Mena se entera de que te quedaste despierto hasta las tantas se te va a caer el pelo, muchacho. —añadió, esbozando una sonrisa burlona de complicidad.
Milo rió avergonzado y continuó desayunando, dejando que el silencio reinara durante unos minutos entre los dos. Aquel prometía ser un día duro en la mina, pues en las últimas semanas los turnos se habían duplicado para cubrir la cuota que reclamaban desde la capital y el plazo de entrega se estaba agotando.
—¿Crees que Iggi estará bien? —preguntó de repente, recordando al compañero que se había roto el brazo orgánico hacía una semana. Su paga se resentiría bastante por faltar al trabajo y aquel mes su familia tendría que apretarse el cinturón, algo que hacía bullir de ira una parte del irrense que en aquellos momentos estaba aletargada—. Tenía bastante mala pinta, ¿verdad? Últimamente estamos teniendo demasiados accidentes. —masculló, terminándose de un trago su vaso de leche.
Rando, repentinamente serio, se limitó a gruñir por lo bajo en señal de asentimiento y continuó leyendo la prensa. A veces era difícil saber en que pensaba, pero estaba bastante claro que el tema le tenía preocupado, pues él era capataz jefe y estaba al cargo de la seguridad de muchas personas. Se sentía responsable de la mala racha que estaban teniendo y eso le consumía por dentro.
—¿Estás listo? —preguntó en cuanto Milo terminó su desayuno—. Si salimos en cinco minutos no llegaremos tarde, así que date prisa y recoge todo esto antes de marcharnos. Yo te espero fuera, hijo. —añadió en cuanto el chico asintió, levantándose de la mesa y saliendo de la cocina a buen paso.
Milo recogió la mesa con rapidez y metió los platos en el lavavajillas, buscando su casco con la mirada mientras barría el suelo. Sus movimientos eran metódicos y automáticos, como si nada en aquella situación fuera extraño, pero en su cabeza el runrun de que algo no estaba bien no dejaba de molestarle. La voz de su padre que lo llamaba desde la entrada le devolvió a la realidad, no obstante, y salió tras sus pasos con celeridad.
El camino hasta la mina fue como un borrón de tiempo, apenas un instante, y aunque tuvieron que coger dos trenes el irrenses no supo discernir en qué momento se habían cambiado de uno a otro. En cuanto llegaron a la entrada, sin embargo, el tiempo volvió a discurrir con normalidad, y frente al ascensor que descendía a las profundidades Milo se quedó paralizado.
Una parte irracional suya sabía que bajar allí era mala idea, que algo terrible podía sucederle a su padre si lo hacían, pero su mente racional que aquellos temores eran infundados.
—¿O no lo son... ? —murmuró indeciso, cambiando su peso de una pierna a otra en un claro gesto de nerviosismo.
—Remi, espabila, que estás cortando el paso —le llamó la atención su padre, empujándole hacia el interior de la caja metálica y terminando de esa forma con sus dudas—. Céntrate de una vez, ¿de acuerdo? Ya no estamos en casa y ahora tienes que prestar atención a lo que haces, hijo. —le advirtió Rando, apretándole el hombro mientras descendían hacia el corazón de la mina.
Las lamparas de sus cascos titilaron ligeramente al encenderlas una vez estuvieron abajo, cortando la oscuridad con sus haces de luz cuando movían la cabeza de un lado a otro.
—Hoy nos toca en los pozos del sector 4-Norte, chicos. Todos en fila de a uno, andando. —ordenó su padre a la cuadrilla con su mejor voz de jefe, abriendo el mismo la marcha hacia la zona de trabajo.
El trayecto fue otro parpadeo en la consciencia de Milo, al igual que las primeras horas de la jornada, pero cuando los segundos volvieron a correr con normalidad el chico supo que algo malo iba a suceder.
—... —intentó avisar a los demás, advertirles de que algo en sus entrañas le decía que algo terrible iba a suceder, pero tenía la garganta paralizada, y cuando el temblor de tierra sacudió la galería ya era demasiado tarde.
No fue el pasillo entero lo que se vino abajo, si no el suelo bajo los pies de Milo, y cuando los demás quisieron darse cuenta ya era demasiado tarde.
—¡REEEMIIIIIIIII... ! —el grito de Rando se perdió en la oscuridad, cada vez más lejos, y lo último que el norteño vio antes de que el pozo de cobre fundido con el que se había topado se lo tragara fue el rostro devastado de su padre en las alturas.
—
Cuando la incandescencia abrasadora lo engulló una ominosa torre oscura invadió todo su campo de visión, arrancándole de aquel pozo de metal fundido, y su siguiente sensación fue la de estar tendido sobre el duro empedrado de la calle.
Milo se incorporó con rapidez desesperada, boqueando para coger aire mientras su ropa humeaba. La sensación de haber ardido era demasiado real, demasiado dolorosa, y aunque su piel estaba intacta su mono de trabajo estaba cubierto de quemaduras.
—Agua... —logro articular con voz rasposa, aunque nadie le escuchó en medio de la confusión, y poco a poco empezó a darse cuenta de que no estaba solo.
Sus compañeros le rodeaban en distintos estados de agitación, aunque no conseguía ubicar a Rox o a Guille, y todos miraban horrorizados el edificio que tenían en frente. Para Milo el aspecto de la casa de los dulces no significaba mucho, pues no la había llegado a ver nunca, y aunque se la habían descrito nunca se había esforzado en imaginarla. La sensación de peligro, sin embargo, si que la percibía, y aunque a sus ojos la casa no estaba en llamas todo se empezó a llenar de un humo empalagoso.
—Vamonos de aquí, sí. —se unió a la petición general, articulando las palabras con dificultad mientras trataba de seguir el paso a sus compañeros.
Fue entonces cuando la situación empezó a torcerse y el grupo se dividió entre los que intentaban volver y los que trataban de escapar. Neil se zafó del agarre de su edeel en un acto impulsivo que el irrense nunca antes había presenciado, encaminándose hacia la casa seguido por una niña rubia que Milo tampoco había visto nunca.
—Volved, no vayáis hacia allí... —suplicó entre tosidos sin que nadie llegara a oírle.
El brujo apenas podía ver con tanto humo, pero cuando la puerta de la ahora cabaña se abrió la luz que venía desde el interior estuvo a punto de cegarlo.
—Teníamos un trato mocoso, un trato que tú has estado intentando romper —las palabras lo atravesaron como un cuchillo mientras el dueño de la voz daba un par de pasos fuera del edificio—. Ahora pienso cobrarme todo el pago de una sola vez. —rió Rutilante, torciendo la boca por el peso de la pipa que le colgaba de la comisura de los labios llenando el aire de aquel humo tóxico.
Los ojos del hacker se abrieron de par en par, rebosantes de miedo, y cuando el unicornio alzó las manos en su dirección trató de alejarse a la carrera.
—No podrás huir, cachorro. —volvió a reír el veterano, gesticulando con las manos para conjurar un hechizo que empezó a drenar al norteño con inusitada velocidad.
Milo sintió como el fragmento de cuerno que aún tenía enterrado en la carne de su brazo lo abrasaba, retorciéndose en su interior, y cuando sus fuerzas empezaron a menguar sus rodillas flaquearon y se dio de bruces contra el suelo.
—No, no, no... —suplicaba una y otra vez con ojos vidriosos, arrastrándose por un camino de tierra en un bosque fantasma que solo podía ver él.
Mientras la vida se le escapaba como el agua entre los dedos de la mano su único alivio era que había dejado de ver a sus compañeros, lo que sin duda significaba que habían conseguido escapar.
- Evanna
Ficha de cosechado
Nombre: Rua
Especie: Humana. Sueca
Habilidades: Rapidez mental, valor, astucia
Personajes :- DL/Dédalo: Cambiante, foner
- Dhelian/Evelhan Kaw: Brugho, daeliciano
- Samika: Evaki, humana
- Pelusa (Pam): Spriggan, Mona del queso.
- Rua: Unicornio Humana, Sueca. 1,76 sin plataformas.
Armas :- DL/Dédalo: Espada, magia y sus cambios
- Dhelian/Evelhan Kaw: Magia y estirges
- Samika: Puñetazos y patadas
- Pelusa (Pam): Cuchillo pelapapas y una honda con piedras
- DL/Dédalo: Cambiante, foner
Re: Casa de los Dulces
04/03/19, 08:45 pm
Por mas que sitio para que huyeran el mundo parecía haberse parado para sus compañeros, todos miraban hacia la casa con expresiones de horror imposibles de describir y Pelusa impaciente, molesta y asustada, corrió hacia Zbriel que había caído al suelo con sus ojos horrorizados mirando hacia la casa de los dulces. Pelusa no miro, no quiso mirar no quiso ser testigo de aquello que mantenía al resto de sus amigos paralizados por el temor por miedo a acabar igual que ellos. Porque podía escucharlos y solo con ellos sentía su cuerpo temblar y convulsionar, no queria atestiguar con sus ojos lo que sus oídos escuchaban.
-¡Zobriel levantarte maldita sea, dejad de paralizaros en el lugar, CORRED! - les grito Pelusa sacudiendo a Zobriel y mordiéndose el labio inferior buscando impaciente con la mirada a los demás. No lo hacia, no se movían y no entendía el porqué ¿Porque se quedaba allí paralizados sin moverse, porque no parecían atender a sus llamados? Se resistio con todas su fuerza en mirar hacia la casa, no quería verlo no quería atestiguar que aquella voz que escuchaba eran reales, voces conocidas, voces que nunca olvidaría y cuyos cuerpos terminaron siendo consumidos por la llamas.
-Nos darás la espalda, igual que lo hiciste esa vez. Huirás abandonándonos como todos lo hicisteis...¡Maldito seáis, no hicisteis nada! ¡Tú, tú y todos ellos debisteis morir ahí!
No sabia cuando terminaba la voz de Drake y cuando comenzaba la de Ain, sabia que era la de ellos, nunca olvidaría los gritos de Ain tras aquel muro que nunca pudieron atravesar, o el terror en los ojos vacíos de Drake cuando aquel cizaña acabo con sus vidas frente a ellos.
Pelusa recordaba tan claramente sus muertes, porque fue la primera que sintió realmente el dolor de perder a alguien.El peso de sus alas le recordaba su presente y en este los dueños de aquellas voces que le gritaban, reclamaban y se acercaban y mas a ella desde aquella casa, ya no existían.
No sabia que ocurría, no sabía cuan real e irreal era lo que estaba viviendo. ¿Habrían vuelto ala vida? No sabia si aquello era posible y aun si así fuera ¿porque debía sentirse culpable por algo que no pudo cambiar de ninguna forma? No pudo hacer nada por ellos esa vez, y seguía sin poder hacer nada por sus compañeros ahora.
-¡No os iréis, nos os iréis, vendréis con nosotros, acabareis como nosotros!
Pelusa sintió la mano de Zobriel apresandole y ahciendole retroceder y sus ojos se alzaron en sorpresa. La vision de los dos cuerpos de los anteriormente fueron compañeros inundaron su visión. Drake, tal y como lo recordaba en su últimos momentos, con sus cuello retorcido en un angulo extraño y su mirada clavada en ella vacía y sin vida y Ain...o lo que quedaba de el, su piel había perdido todo su color convirtiendo en un espectro quemado de lo alguna vez fue. Pelusa sintió arcadas revolviendo sus entrañas pero apretando los dientes no aparto la vista, pese a los temblores de su cuerpo pese a lo que verlos en ese estado le producía.Esos seres eran sombras de los que alguna vez fueron.Ambos murieron estaba segura de eso, lo lloro y lamento, lo que fuesen ahora esos seres que tomaban sus voces en su contra, se acercaban con andares pesados pero sin freno a ellos, con susurro que se convertían en gritos desesperados y rabiosos.
Las manos de Drake estaban a apunto de alcanzar a Zobriel, la mirada del basilisco no afectado a los vacíos ojos sin vida del humano. Pelusa apretó los dientes ante el siseo rabiosos de basilisco en defensa, incluso sin ver sus ojos podía notar sentir su miedo a través de su tacto. Pelusa empujo con fuerza a Zobriel lejos del alcance de las manos de Drake que se cerraron en el aire con un gruñido de rabia.
-¡VENÍS DEBÉIS QUEDAROS CON NOTROS!
Pelusa le atravesó con una mirada rabiosa y frustrada., los temblores eran tan incontrolables como su tensión. Ya estaba muertos no podía hacer nada por ellos y lo sabia desde hacia tanto tiempo ¿porque debían torturarlos de nuevo? ¡Lo intentaron, casi acabaron quemados vivos en aquella maldita casa! ¡no pudieron hacer nada! ¿¡porque venían ahora a reclamarlos!?
-Ya estáis...muertos, dejadnos en paz. No los toquéis, no me toquéis -su voz apenas era un susurro congestionado, se sentía tan increíblemente molesta por no saber como sentirse. Su dueño ya paso por lo que la pena sentida en su momento ya no tenia mas decir, no se podía cambiar lo ocurrido lo sabia tan claramente que lamentarlo no tenia mayor sentido. No pudo hacer nada por ellos y odiaba que se lo echaran en cara.
No le obedecieron no hicieron caso, Drake se dirigió hacia ella ahora y Ain cambio su dirección hacia la figura de Guille. Los ojos de la niña se abrieron en horror ante la visión que el niño estaba apunto de presenciar. No era justo, Guille ni siquiera estuvo allí aquel día y era solo un niño.
Pelusa no lo aguanto mas y impotencia se lanzó contra Ain, quería hacerle daño, quería alejarlo de sus amigos cuyas vidas aun podían ser salvadas, quería alejarlos de ella misma y dejar escuchar los reclamos de sus voces por no haber podido hacer nada por ellos.
-¡FUERA, fuera, fuera de aquí! ¡Si ya estáis muertos, QUEDAROS MUERTOS! ¡No pude hacer nada, pero no os voy a dejar...! - sus palabras sonaron tan crueles que hasta sintió ganas de llorar de impotencia por decirle aquellos ambos que perdieron la vida de aquella forma, mas no dejo de golpear con toda la fuerza de sus nuevos pequeños puños. Los gritos de Ain se mezclaban con lo insultos, los reclamos y las amenazas pero Pelusa lo ignoro todo y siguió golpeando una y otra vez, alejándolo de Guille.
Fue tan rápido , tan extraño que cuando la niña fue realmente consciente de lo que pasaba, Drake no estaba y sus naos estaban cubiertas de sangre ajena. Drake se encontraba postrado en el suelo, sangre y piel quemada, lo cubrían. No se movía, ya no gritaba ni reclamaba. pelusa se arrodillo, frente a el , agotamiento y culpabilidad por igual, la rabia e impotencia desapareciendo de su cuerpo tras cada golpe dado.
No fue capaz de hacer nada por ellos, y el temor de no poder hacer nada por el resto prevalecía. Un grito rezno en el aire y cuando Pelusa se giró asustada. Vió a Drake, que había desparecido de su campo de visión, agarrando a Guille del cuello.
Pelusa abrió los ojos asustada e impotente se levanto con las fuerzas que le quedaba e intento correr hacia a ellos los pocos metros que los separaban.
Un crujido resonó en sus oídos, un cuerpo derrumbarse y con ellos sus propios se cerraron en la oscuridad con la mirada de aquel pequeño niño rubio que le devolvía una mirada vacía y que por un segundo antes de que la oscuridad la tomara, se convirtió en el rostro de una niña que con su ultimo retazo de consciencia, susurro unas palabras.
Sigue en salón del trono
-¡Zobriel levantarte maldita sea, dejad de paralizaros en el lugar, CORRED! - les grito Pelusa sacudiendo a Zobriel y mordiéndose el labio inferior buscando impaciente con la mirada a los demás. No lo hacia, no se movían y no entendía el porqué ¿Porque se quedaba allí paralizados sin moverse, porque no parecían atender a sus llamados? Se resistio con todas su fuerza en mirar hacia la casa, no quería verlo no quería atestiguar que aquella voz que escuchaba eran reales, voces conocidas, voces que nunca olvidaría y cuyos cuerpos terminaron siendo consumidos por la llamas.
-Nos darás la espalda, igual que lo hiciste esa vez. Huirás abandonándonos como todos lo hicisteis...¡Maldito seáis, no hicisteis nada! ¡Tú, tú y todos ellos debisteis morir ahí!
No sabia cuando terminaba la voz de Drake y cuando comenzaba la de Ain, sabia que era la de ellos, nunca olvidaría los gritos de Ain tras aquel muro que nunca pudieron atravesar, o el terror en los ojos vacíos de Drake cuando aquel cizaña acabo con sus vidas frente a ellos.
Pelusa recordaba tan claramente sus muertes, porque fue la primera que sintió realmente el dolor de perder a alguien.El peso de sus alas le recordaba su presente y en este los dueños de aquellas voces que le gritaban, reclamaban y se acercaban y mas a ella desde aquella casa, ya no existían.
No sabia que ocurría, no sabía cuan real e irreal era lo que estaba viviendo. ¿Habrían vuelto ala vida? No sabia si aquello era posible y aun si así fuera ¿porque debía sentirse culpable por algo que no pudo cambiar de ninguna forma? No pudo hacer nada por ellos esa vez, y seguía sin poder hacer nada por sus compañeros ahora.
-¡No os iréis, nos os iréis, vendréis con nosotros, acabareis como nosotros!
Pelusa sintió la mano de Zobriel apresandole y ahciendole retroceder y sus ojos se alzaron en sorpresa. La vision de los dos cuerpos de los anteriormente fueron compañeros inundaron su visión. Drake, tal y como lo recordaba en su últimos momentos, con sus cuello retorcido en un angulo extraño y su mirada clavada en ella vacía y sin vida y Ain...o lo que quedaba de el, su piel había perdido todo su color convirtiendo en un espectro quemado de lo alguna vez fue. Pelusa sintió arcadas revolviendo sus entrañas pero apretando los dientes no aparto la vista, pese a los temblores de su cuerpo pese a lo que verlos en ese estado le producía.Esos seres eran sombras de los que alguna vez fueron.Ambos murieron estaba segura de eso, lo lloro y lamento, lo que fuesen ahora esos seres que tomaban sus voces en su contra, se acercaban con andares pesados pero sin freno a ellos, con susurro que se convertían en gritos desesperados y rabiosos.
Las manos de Drake estaban a apunto de alcanzar a Zobriel, la mirada del basilisco no afectado a los vacíos ojos sin vida del humano. Pelusa apretó los dientes ante el siseo rabiosos de basilisco en defensa, incluso sin ver sus ojos podía notar sentir su miedo a través de su tacto. Pelusa empujo con fuerza a Zobriel lejos del alcance de las manos de Drake que se cerraron en el aire con un gruñido de rabia.
-¡VENÍS DEBÉIS QUEDAROS CON NOTROS!
Pelusa le atravesó con una mirada rabiosa y frustrada., los temblores eran tan incontrolables como su tensión. Ya estaba muertos no podía hacer nada por ellos y lo sabia desde hacia tanto tiempo ¿porque debían torturarlos de nuevo? ¡Lo intentaron, casi acabaron quemados vivos en aquella maldita casa! ¡no pudieron hacer nada! ¿¡porque venían ahora a reclamarlos!?
-Ya estáis...muertos, dejadnos en paz. No los toquéis, no me toquéis -su voz apenas era un susurro congestionado, se sentía tan increíblemente molesta por no saber como sentirse. Su dueño ya paso por lo que la pena sentida en su momento ya no tenia mas decir, no se podía cambiar lo ocurrido lo sabia tan claramente que lamentarlo no tenia mayor sentido. No pudo hacer nada por ellos y odiaba que se lo echaran en cara.
No le obedecieron no hicieron caso, Drake se dirigió hacia ella ahora y Ain cambio su dirección hacia la figura de Guille. Los ojos de la niña se abrieron en horror ante la visión que el niño estaba apunto de presenciar. No era justo, Guille ni siquiera estuvo allí aquel día y era solo un niño.
Pelusa no lo aguanto mas y impotencia se lanzó contra Ain, quería hacerle daño, quería alejarlo de sus amigos cuyas vidas aun podían ser salvadas, quería alejarlos de ella misma y dejar escuchar los reclamos de sus voces por no haber podido hacer nada por ellos.
-¡FUERA, fuera, fuera de aquí! ¡Si ya estáis muertos, QUEDAROS MUERTOS! ¡No pude hacer nada, pero no os voy a dejar...! - sus palabras sonaron tan crueles que hasta sintió ganas de llorar de impotencia por decirle aquellos ambos que perdieron la vida de aquella forma, mas no dejo de golpear con toda la fuerza de sus nuevos pequeños puños. Los gritos de Ain se mezclaban con lo insultos, los reclamos y las amenazas pero Pelusa lo ignoro todo y siguió golpeando una y otra vez, alejándolo de Guille.
Fue tan rápido , tan extraño que cuando la niña fue realmente consciente de lo que pasaba, Drake no estaba y sus naos estaban cubiertas de sangre ajena. Drake se encontraba postrado en el suelo, sangre y piel quemada, lo cubrían. No se movía, ya no gritaba ni reclamaba. pelusa se arrodillo, frente a el , agotamiento y culpabilidad por igual, la rabia e impotencia desapareciendo de su cuerpo tras cada golpe dado.
No fue capaz de hacer nada por ellos, y el temor de no poder hacer nada por el resto prevalecía. Un grito rezno en el aire y cuando Pelusa se giró asustada. Vió a Drake, que había desparecido de su campo de visión, agarrando a Guille del cuello.
Pelusa abrió los ojos asustada e impotente se levanto con las fuerzas que le quedaba e intento correr hacia a ellos los pocos metros que los separaban.
Un crujido resonó en sus oídos, un cuerpo derrumbarse y con ellos sus propios se cerraron en la oscuridad con la mirada de aquel pequeño niño rubio que le devolvía una mirada vacía y que por un segundo antes de que la oscuridad la tomara, se convirtió en el rostro de una niña que con su ultimo retazo de consciencia, susurro unas palabras.
Sigue en salón del trono
Invitado, sueñas con un mundo perfecto...
...tu paraíso personal...
...donde lloras tu imperfecta realidad
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Rua piensa = #CD5C5C
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