Torreón Maciel (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.

Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.

—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.

"Es inútil", pensó Taro desalentado. Bien podía diseñar cincuenta tipos de circuito simple con lo que recordaba de Rúnica, pero le faltaba sustituir las prosaicas anotaciones de "detonador", "enlace" y similares por las runas de verdad y eso podía joderle toda la idea, dado que no sabía cómo funcionaba el sistema de Rocavarancolia. Ya era bastante limitación que el máximo de runas que pudiesen grabar fuese de tres, invalidando seguramente cualquier filigrana a excepción de que el sistema de allí admitiese modificadores; iba a tener que consultarlo con Archi.

En Carabás buena parte del equipamiento deportivo, incluidos los balones, llevaba grabado algún circuito encargado de mantenerlos en buen estado, de que no perdieran elasticidad o dureza, o de cualquier otra cosa. Había que dejarlos cargando en el almacén después de usarlos por esa razón. Shaco les había hablado tiempo atrás de cuál era el juego que había pretendido enseñarles antes de verse obligado a adaptarlo a las instalaciones del torreón, y si Taro no se equivocaba habían tenido que descartarlo porque el balón que utilizaban no podía botar. El carabés le había cogido el gustillo a los partidos e introducir aquel elemento nuevo podía subir el nivel de dificultad, de modo que aquél era el circuito que había estado intentando diseñar sin quedarse corto de runas.

De todas formas en el fondo daba igual que funcionase o no, pensó, ya que el único que se sabía las reglas del juego ahora mismo era Jack, y éste no iba a estar dispuesto a facilitárselas porque sí. Malhumorado, Taro borró con el antebrazo el resto de lo que había estado garabateando y se levantó de la silla con la intención de comprobar si alguno de los de fuera por fin había dejado libre una diana.

Justo en ese momento escaleras abajo se oyó movimiento. No lo bastante fuerte como para ser alarmante, pero suficiente para que Taro se parase y le prestase atención mientras duró. Aguzó el oído aún más, pero no se volvió a repetir.
Taro frunció el ceño y dirigió una mirada suspicaz a la puerta de las mazmorras.
-¿Lo has oído tú también?- le preguntó a Ri.

Escasos segundos más tarde entraron Cío y Keiria, comentando entre sí algo sobre bajar al sótano; uno a por armas y la otra con el desayuno para Jack.
-Creo que se ha despertado- les informó-. Os acompaño a ver qué tripa se le ha roto- añadió. No se fiaba del ruso, y si el irrense iba a coger algo de la armería y se acabó no le gustaba la idea de que se quedara solo Keiria con él.

猴学徒

Escuchó pasos que se acercaban. ¡No podia ser! ¡Sus careceleros le buscaban! Sabia que era para él aquella visita, pues podia apreciar que era el único en las celdas. Esto le puso aún más nervioso. Se retorció en la cama y cayó con un golpe seco contra el suelo empedrado y de ahí rodó hacia una esquina.
No sabia que querrian de él. No sabia si quiera como eran. Pronto la imaginación del Aprendiz se disparó al contemplar la miriada de monstruos, alienigenas y demás criaturas que pudieron haberle encerrado y borrado su memoria. Pero no logró imaginarse el porque le necesitaban encerrado y sin memoria. Le parecia contraproducente. Y eso le dió miedo.

Cuando las figuras de sus carceleros atravesaron el umbral se puso aún más nervioso, sudando a mares, comenzó a hiperventilarse.
-¿¡Q-Qué quereis de m-mi!?-exclamó, con un chillido.-¡No se nada! ¡Dejadme en paz!-
Temblaba como un animalillo asustado y se alejaba de los barrotes en los que se asomaban aquellas figuras alienigenas tan siniestras, pegandose en la pared cual lagartija intentando hacerse más pequeña. Por fin tenia claro porque estaba encerrado y porque le habian atado las manos. Si pudiera usarlas, podria fugarse usando magia.
-N-No me comais... por favor... ¡A-Apuesto a que no tengo un buen sabor!-a continuación se lamió un brazo y esbozó una expresión de desagrado.-¿¡V-Veis!?-dijo, con una risilla nerviosa.

—No, no me acorde —respondió a Cío escuetamente cuando le pregunto por la cena del humano de camino a la cocina.
Habían entrado al torreón cuando Lara empezaba aquel discurso con tintes desquiciados, y casi había parecido una huida táctica. Mientras Keiria preparaba unas cuantas tostadas con queso y un poco de fruta en un plato, Taro se les unió, expresando su intención de acompañarles.
—Vamos pues —anunció cuando estuvo todo listo, y precedió a los chicos escaleras abajo.

El irrense se dirigió directamente a la armería, a recoger las armas de entrenamientos y los protectores para la práctica. Taro y Keiria abrieron la puerta de la celda del humano y entraron, pero el recibimiento por parte del pelinaranja no fue el esperado. Las pullas y burlas que esperaban no llegaron, y el ruso, por el contrario, se pegó a una de las paredes de la celda, asustado. La ibolense cruzó una mirada llena de confusión e incredulidad a partes iguales con el carabés, y tras unos segundos de duda, se decidió a hablar.
—Te traemos el desayuno, Jack —dijo en tono neutro, el mismo que usaba desde hacía semanas para dirigirse al chico.

Se agachó y dejó la comida a su alcance, aun extrañada porque su postura reflejara miedo. ¿Desde cuando los malos eran ellos?, ¿acaso no había estado comportándose como un autentico pirado todo aquel tiempo? El bufón se había buscado aquello a pulso.
—Oye, ¿te paso algo? —no pudo evitar preguntar, pues aunque aquello podía ser otra de sus tretas, aquella actitud asustadiza le escamaba.

Aprendiz

Al parecer el comite de buenos dias venia a traerle el desayuno. Extrañamente, sentia verdadera hambre y ante el prospecto de comer algo hizo que su tripa, muy a su pesar, rugiera hambrienta.
Aquella comida parecia genuinamente eso, comida.

Aun asi, prefirio ni acercarse a ella, por si acaso estaba envenenada o algo peor. Su tripa rugio de nuevo y sacudio la cabeza de un lado a otro para apartar el hambre de sus pensamientos.
La pelirroja con el Ojo Maligno le llamo "Jack" ¿Acaso era ese su nombre? O, peor aun, ¿Se habian confundido de persona?

Lo que añadio despues la pelirroja confirmo eso ultimo. Debia de tener algun doppelganger suyo compañero de estos alienigenas por ahí y estos le habian abducido en su lugar. ¿Que sentido tendria entonces borrarle la memoria? Debia de notarsele mucho. Era un impostor. Jack era su compañero o conocido. Sin embargo, le habian encerrado.

Jack era sin duda algun tipo de prisionero. Quizas era culpable, quizas no. Nunca lo sabria. Lo que sabia era que se le acusaba de los crimenes de su doppelganger. Y aquello no podia significar nada bueno.

-Ehhh...-comenzo a responder vacilante. Amnesico como era, no podia recurrir a ningun recuerdo util en aquella situacion salvo el de solicitar un abogado. Debido al tipo de carcel en el que se encontraba, dudaba de si le traerian un abogado al solicitarlo. Llevaba alargando su "Ehhh" bastante rato y la incomodidad de la situacion le obligo a soltar una respuesta estupida y evasiva.-¿No lo se? ¿Supongo?-para acontinuacion soltar una risotada de mono ampliamente nervioso.

>> Estoy con agua hasta el cuello. ¡Salvame Superman!

Archime arrugó el hocico ante la explicación carente de lógica alguna que la ordesa expuso.
—No comprendo por qué deberían tomarse cómo argumentos válidos presunciones acerca de la naturaleza de las aves basándose en una percepción subjetiva posiblemente condicionada por factores no inheren… —El biomecánico detuvo abruptamente su discurso al darse cuenta de que no estaba ni abreviando ni empleando un lenguaje menos técnico. El hecho de que Lara hablase de aquella forma acerca de matar indiscriminadamente a seres vivos le habían hecho comenzar a hablar sin detenerse en aquello—. Lo que quiero decir es… —retomó su argumentación retorciéndose las manos nerviosamente y frotándose la nuca de tanto en cuanto—. No han demostrado ser ninguna amenaza, tan solo territorialidad, pero llevan mucho más tiempo aquí que nosotros y han establecido la parte superior de este torreón como su hábitat. También desconocemos qué otros efectos desencadenaríamos en el ecosistema si desaparece de pronto todo el nido, pudiendo desde extinguir una especie importante para el equilibrio hasta atraer a criaturas más peligrosas que decidiesen establecerse en su lugar ante la desaparición de estas aves. Existen demasiadas posibilidades para abarcarlas todas, pero en cualquier caso no es posible justificar el exterminio sistemático de seres vivos sin un motivo de peso.
Y en cuanto finalizó, observó a la madre mientras se subía el puente de las gafas durante unos breves segundos para después cargar la ballesta y disparar a la diana. Tuvo bastante éxito, aunque no acertó en el centro.

Lara creyó que no iba a entender a Archi cuando este empezó a hablar. Por suerte, en algún momento debió de darse cuenta y rectificó, acabando por echarle un discurso largo y, a jucio de la ordesa, completamente erróneo. Lara agachó la cabeza ligeramente y se mordió el labio. <<¿Tan mal me explico?>>. No estaba siendo subjetiva, estaba segurísima de ello.


—Mira, Archi... Eres muy listo, pero ahora mismo no has entendido nada. —Lara suspiró y bajó el arco—. No estamos viviendo en una ciudad de cuentos infantiles y maravillas. Bichos como los que estás defendiendo ahora mismo no tendrán problemas para atacarnos y celebrar un festín con nuestra carne. No se cuestionarán cuánto estarán dañando el medio ambiente con nuestras muertes —alzó de nuevo la cabeza y adoptó el tono firme de antes—. Aquí no hay leyes para protegernos, ¿por qué tenemos que respetar a nadie más que a nosotros mismos? ¿Si la ciudad nos quiere matar, por qué no podemos matarla nosotros primero? Estamos en mitad de un infierno, Archi. Las casas nos engañan, nos secuestran o nos comen; las baldosas nos trituran; las enfermedades nos sobrepasan y nadie nos trae médicos o unguentos medicinales... Estando en un sitio así, no nos queda otra que hacer sacrificios.

Lara lo llevaba haciendo desde hacía dos meses: convivía con una persona que cambiaba de personalidad como de zapatillas. Una persona que podría levantarse una mañana y decidir que era un asesino o un violador de niños. Lo aguantaba porque nadie más había estado de acuerdo en encerrarlo todo el tiempo hasta que volviera el aprendiz (o echarlo del torreón, directamente) y porque sabía que no podía sacar a los niños del torreón sin exponerlos a peores peligro que un loco. Y por eso le molestó que no quisieran ni colaborar con la matanza de las estirges: solo trataba de hacer el torreón un poco más seguro. ¿No era mucho más difícil dejar vivo a Shaco que a unos pájaros? ¿Por qué hocicos les costaba tanto realizar un mal menor? Además, si mataban a las estirges podrían comer de su carne durante días, ¿acaso no era eso suficiente? Nisiquiera tenían que hacerlo enteramente por ella.

—Si no me ayudáis, lo intentaré yo sola durante alguna noche y, al despertar, os encontraréis mi cadáver a medio comer en el patio. Descubriréis que llevaba razón demasiado tarde y mis ojos de muerta os mirarán acusadores desde sus picos. —Señaló de nuevo al nido y cogió aire, antes de añadir—. Sabes como yo que están mejor muertos. El torreón es ahora nuestro hábitat, más que el suyo.

Obviamente le acababa de mentir, no iba a suicidarse. Solo estaba enfurruñada y esperaba que aquella treta acabara por convencer a Archi. De seguir el irrense en sus trece, Lara se sentiría defraudada. Ella habría participado por él, de darse la situación al revés.

Taro se encogió de hombros ante la pregunta retórica de Cío: la verdad era que la situación había quedado en tablas ahora que por fin habían decidido encerrar a Jack. Ya llevaba dos meses así, sin dar muestras de mejorar. Quizá aquél fuera el día en que por fin decidieran dejar que se buscase la vida fuera del torreón él solo, o quizá continuasen como hasta ahora. El carabés le había dado ya tantas vueltas al tema que había dejado de tener clara su propia opinión.

Entró con Keiria cuando ésta abrió la puerta de la celda, mirando con desconfianza al ruso. Mirada que se trocó en estupefacción cuando éste empezó a suplicar por su vida y a hacer ademanes exagerados. Taro intercambió una mirada perpleja con la ulterana para volver a dirigirla hacia el chico acurrucado en el suelo. Casi le habría convencido, de no ser porque el truco de la vocecilla de Shaco ya se lo conocía de memoria.
-No os fiéis que a mí ya me la ha jugado así- les advirtió, la suspicacia sustituyendo a marchas forzadas al desconcierto. "A mí no me la pegas"-. Pero me esperaba algo más elaborado que hacerse el despistado- confesó en voz baja, para que solo lo oyesen Cío y Keiria.

Frunció el ceño cuando el presunto aprendiz resucitado volvió a hablar.
-¿Pretendes hacernos creer que de repente no te acuerdas de nada? ¿Por qué te crees que estás aquí si no?- todo aquello empezaba a darle mala espina. Si era un intento de treta emocional era demasiado burdo, y no sabía muy bien cómo reaccionar. Aquello era nuevo.

Aprendiz

El alienigena que se parecia más o menos a un humano y si lo era, era un tipo bastante excentrico, se puso a hablar y lo que le dijo, con palabras cargadas de odio, solo le confundió aún más. Osea, el tal Jack se habia dedicado a confundirles y actuaba como... ¿él? ¿Intentaba hasta tan extento el impostor a hacerle cagar con la culpa?

Su estómago rugió y dirigió una mirada nerviosa a la comida, todavia reacio a comerla.
-Y-Yo... no se de que hablais... C-Creo que os e-equivocais de persona...-balbuceó.

Parecian bastante cabreados y juiciosos.
-¿M-Me vais a linchar o solo me vais a dejar encerrado?-querria quitarse aquello de enmedio.

Si tan solo tuviese sus manos desatadas. Podria escapar con magia. Pero no era posible. Peleó una última vez, como recordatorio de su impotencia hasta que sintió un latigazo de dolor en las heridas que rodeaban las cuerdas y entonces paró y se puso a soplarselas, para aliviarlas.

Aprendiz

A los dos aliens se le unió un tercero que ya habia visto. ¿Tenia...? Sus facciones eran sin duda no humanas. ¿Y eran eso dos brazos robóticos? Apensa tuvo tiempo para fijarse pues uno de los extremos de los susodichos estaba dispuesto a estrellarse contra su cara como una bala. Soltó un chillido de sorpresa y se lanzó para hacer una rueda en el suelo, torpemente aterrizando contra la pared opuesta, muy alterado, pues lo habia esquivado por los pelos. Se arrebujó a cuatro patas, asemejandose a la postura de un mono sentado mientras pegaba la espalda contra la pared y alzó sus manos señalandoles con un índice, resoplando.

-¡LO SABIA! ¡ME VAIS A MATAR! ¡CANALLAS! ¡SI TUVIERA MIS MANOS LIBRES Y MI BÕ!-lloriqueó, pegandose a la esquina de la celda mientras les lanzaba miradas de odio y miedo mezclados. El irrense comentó algo que el aprendiz ya creia bastante obvio, seguido de algo que tan solo le confundia más.-¡Os lo he dicho! ¡Os confundis de persona! ¡Yo no soy ese tal Jack!-

Taro asintió con reluctancia ante lo que opinó Cío, pero aún no estaba del todo convencido de que no fuese Jack jugándosela de una manera diferente a la habitual. Que no se comportaba como solía estaba claro, pero ellos habían cambiado de táctica y le habían encerrado, ¿por qué no iba a hacerlo él? El cambio solo se limitaba a imitar momentáneamente la voz de Shaco para tocarles las narices a pasar a ser para engañarles. Lo veía capaz de eso y de más.

Y aunque fuese una personalidad diferente, tampoco es que fuese la panacea de sus problemas, pensó mientras el supuesto aprendiz les soltaba improperios desde la otra punta de la celda. Se parecía un montón a Shaco, pero visto el catálogo que había demostrado poder ser el ruso, Taro se esperaba cualquier cosa. Y el que no se acordase de nada apuntaba más en la dirección de "cualquier cosa" que en la de su amigo.

Taro se estaba impacientando ante lo que tenía todas las perspectivas de desarrollarse como un diálogo de besugos.
-Pues venga, ¿quién eres entonces?- le soltó tal cual para ir al grano. Tenían que zanjar aquel asunto rápido, pues tendrían que subir a informar a los demás de lo que estaba pasando. Porque el carabés tenía claro como el agua que se iba a negar en bloque a soltar a nadie hasta que Archi y Lara estuvieran cerca y vigilando.

Aprendiz

Estaban MUY quemados con el tal Jack. Tener que lidiar con aquel malentendido era superior a sus fuerzas. Si alguna vez se encontraba con alguna persona remotamente parecida a él mismo se aseguraria de hacerle un supplex alemán contra una mina antipersona. El chico le preguntó entonces quien era. De no ser por la amnesia, estaba seguro de que le podia haber dicho con pelos y señales. Pero no era el caso.
-¡Y-Yo soy...-su voz murió un poco.-A decir verdad no me acuerdo.-acabó por decir con sinceridad.-¡P-Pero no soy ese tal Jack! ¡Lo juro! ¡Qué las verdades sagradas del buddismo me sometan alli donde me alce si miento!-chilló, nervioso.-¡Os puedo decir, sin embargo, quien soy! ¡S-Soy el Aprendiz del Estilo del Mono! ¡Lector de Aquel Que Es Consciente Del Vacio, el mismisimo Sun Wukong! ¡El tres veces inmortal!-exclamó, poniendose de pie, hichando su pecho de orgullo.

Las heridas de las cuerdas escocian, pero no dejaba que se reflejase
-¡Puedo apostaros que en igualdad de condiciones no hay quien me derrote en una pelea!-mintió, apoyandose en el falso coraje que habia causado en él bramar todos sus títulos. A decir verdad, se sentia terriblemente agarrotado. No tenia memoria de nada, pero estaba seguro de que llevaba un buen tiempo sin hacer ejercicio alguno y su cuerpo no responderia como a él le gustaria.

Keiria asistió a la escena en silencio, con el ceño ligeramente fruncido, tratando de discernir si aquello era verdad o el chico solo estaba actuando. Cuanto mas le oía hablar mas convencida estaba de que aquel era Shaco, y la intervención de Cío le ánimo a creer esa idea, pero seguía mostrándose reticente. El bufón ya había tratado de hacerse pasar por el aprendiz antes, pero nunca había mantenido la farsa tanto tiempo, y nunca de forma tan elaborada. El temor del chico era real, eso era innegable.
―¡Basta! ―dijo, levemente enfadada, cortando bruscamente la diatriba del humano y llevándose los dedos al puente de la nariz― Deja de gritar de una vez, no soy capaz de oír mis propios pensamientos ―bufó, alejándose un par de pasos y tratando de poner sus ideas en orden―. Esta claro que se comporta igual que Shaco, solo él actuaría así ―comentó, mas para sus compañeros que para el prisionero―, lo que me escama es que no nos recuerde.

Calló unos segundos, pensativa, recordando lo que había dicho Ri hacía ya dos meses.
―Tal vez ha perdido la memoria, como le ocurrió antes de venir a Rocavarancolia. Se lo contó a Ri, ¿recordáis? ―aquello le había sentado mal cuando se enteró, pues también había conversado con el chico sobre su problemas de personalidad, pero nunca le había mencionado aquel detalle. Ahora no le importaba tanto― Preferiría tener que lidiar con otra de sus estúpidas personalidades: el bufón era un dolor de cabeza, pero aquel otro tan frío y racional era mucho mejor que la expectativa de que nos haya olvidado ―opinó, dirigiéndole al humano una mirada entre preocupada y cansada―. Creo que es Shaco, el que todos conocemos, pero mucho me temo que esta en blanco. ¿Qué hacemos?

No sabía como actuar, y prefería oír lo que los demás tenían que decir antes de hacer nada.

Taro no sabía ya qué pensar. Era todo tan absurdo, y tan repentino en su aparición, que le estaba costando seguirlo. ¿Si todo aquello de que estaba de nuevo amnésico era verdad, qué detonaba el paso de un comportamiento bizarro a otro? ¿Iban a pasar toda la cosecha alertas hasta que volviera a darle otro pronto extraño?

No dijo nada cuando Keria preguntó ya que Cío tomó la iniciativa en exacto sentido opuesto a sus pensamientos. Estaban deseando creerle, así que Taro no se molestó en añadir nada como abogado del diablo. Si resultaba ser una broma de mal gusto lo sabrían enseguida, porque Jack no tardaría en echarles en cara que se la habían tragado como pánfilos. Pero mientras siguiese con las manos atadas quedaba la tranquilidad de que lo único que podría hacer sería burlarse. Y tanto si lo hacía como si terminaba por no hacerlo, saldrían de dudas, pero Taro no pensaba hacerlo ni un minuto antes.
-No le soltéis hasta que lleguen los demás, al menos- bufó antes de emprender el camino arriba-. Algo tendrán que decir, digo yo.

Subió las escaleras al trote y a la primera que vio fue a Ri, que aún andaba por la cocina. Parecía que él iba a estrenar la parte del trato que consistía en contarse las novedades.
-¿Qué preferirías, un cretino que finge o a un conocido desmemoriado?- le preguntó a bocajarro. Ante la mirada de la sinhadre resopló y se explicó sucintamente-. Shaco- puso un énfasis distintivo a aquella palabra- ha vuelto. O eso dice, por lo menos.

Se dirigió a la puerta que daba al patio, por donde se veía a algunos de los demás hablando entre sí. Se llevó la mano a los labios y soltó un penetrante silbido para llamar su atención.
-Oíd, hay novedades sobre el inquilino de las mazmorras- llamó-. Será mejor que bajéis.

El Archime de hacía cinco meses habría vuelto a componer una parrafada de longitud considerable para señalar qué argumentos de su interlocutora eran erróneos y por qué, pero el aprendizaje, lento y lleno de carencias pero aprendizaje al fin y al cabo, que había instruido al irrense en la interacción social debido al trato continuo con otras personas le hicieron deducir que no serviría de nada llevar a cabo una contra-argumentación en aquel caso. Es por ello que se limitó a realizar una única apreciación mientras en su mente ya se había fijado una medida a tomar para prevenir que al menos una buena parte de las intenciones declaradas por la ordesa se volviese una realidad.
—Obcecarse en destruir lo que no ha provocado ningún daño hasta ahora podría prevenirte de advertir las auténticas amenazas —dijo sin más mientras efectuaba un último disparo.

El irrense sentía la necesidad de llevarlo a cabo ya y por eso inmediatamente después se dirigió al interior del torreón. Por unos instantes se desalentó al hacer recuento mental de cuantos escalones tendría que subir y se sintió tentado a emplear la levitación para alcanzar el último piso, pero no había lógica alguna en realizar un gasto mágico que podría necesitar más tarde en ello. El biomecánico subió los tres pisos hasta llegar a la entrada tapiada por la propia Lara hacía meses y enseguida se puso a trabajar, sin darse cuenta de que, aunque le había resultado pesado y tenía el corazón algo acelerado, apenas había jadeado durante el ascenso.

No mucho después hizo el recorrido inverso en dirección a la planta baja, tras haber finalizado su tarea arriba. Con un hechizo de guardia instalado en el perímetro de acceso a la ubicación del nido, la ordesa no podría cumplir lo que había dicho que haría en caso de no recibir ayuda por su parte. Y fue cuando bajaba los últimos escalones de la primera planta que escuchó a Taro advertir acerca de que, al parecer, algo había ocurrido con Jack. Archime se acercó al carabés y esperó a que los demás decidiesen o no acompañarle. Él iría, por supuesto, y ni siquiera le preguntó a Taro de qué se trataba, lo sabría enseguida de todas formas.