Luna Alta

El miembro 'Zarket' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

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'Dado de 100 caras' : 65

Mientras algunos de sus compañeros sugerían marchar a un escondite, Adam estuvo bloqueado por el terror y la culpa. No fue hasta que el ochrorio le imploró que se moviese cuando marchó a esconderse. Ya en el escondite se puso a temblar, estaba aterrorizado de que ese psicópata hiciese una carnicería. Debían huir, ni en un millón de años podrían con ese monstruo.

Con el escudo en su pecho y el mango de la espada agarrado Adam volteó para ver que Alec quedaba por llegar. No le dio tiempo a pedirle que viniese más rápido cuando el escocés recibió de lleno en la espalda una de las cestas. Además en mitad del pánico el ruso avistó a Setenta y siete en dirección a Alec, quien tenía una herida muy fea en la frente.

—¡¡ALEEEC!! —el ruso echo a correr para socorrer a su compañero. Desenvainó la espada en mitad del camino, pendiente a que ese maldito tenía toda la intención de llegar adonde Alec. Se alivió cuando llegó a su lado, seguía consciente. Si hubiese visto venir todo esto, Adam no hubiese ofrecido una estúpida excursión para darse un baño. Setenta y siete venía muy rápido y no quería abandonar a Alec, no le quedaba de otra que permanecer a su lado hasta que se levantase—. ¡Alec, levanta vamos! —imploró levantando el escudo con el miedo en el cuerpo de ver a Setenta y siete más y más cerca, agarrando la espada con su mano temblorosa y frustrado por ese sentimiento de no querer ayudarlo por no darle su mano.

Luci intentaba controlar su respiración pegado a la pared del edificio. No hubo tiempo ni de discutir un plan de acción, Alec se había quedado rezagado y el lagarto le había lanzado una cesta.

-¡Alec! -chilló.

El monstruo iba hacia él y Luci podía sentir el pánico estrangulándole. Iba a atraparlo, iba a matarlo como a los niños de la plaza. Iba a morir y luego iba a ir a por ellos y no podrían hacer nada.

El grito de Reina lo sacó del bucle. ¡Claro, magia! ¡Él tenía magia! Todos los hechizos que conocía le bailaron en la cabeza, pero fue la visión de la sangre cayendo por la cara lo que le hizo decidirse. Corrió a trompicones hacia él, poniéndose detrás de Adam, y conjuró un hechizo de curación. Temblaba como un flan pero de alguna forma lo consiguió.

<< Cuando Alec se cure echaremos a correr >> pensó. << Correremos y lo dejaremos atrás>> Luci sabía lo difícil que era moverse por el aire con la levitación. A ras de suelo serían mas rápidos.

A Amira le ardía la sangre en las venas. Algo dentro de ella quería lanzarse a por el lagarto, mientras la parte racional de su cerebro trataba de imponer algo de lógica: el lagarto le sacaba un par de cabezas y además hacía magia; ir a por él era una sentencia de muerte. Su debate interno, sin embargo, no duró mucho. En cuanto Setenta y siete lanzó la cesta y vio caer a Alec, su prioridad fue otra.

—¡No! —gritó mientras echaba a correr hacia su compañero. Adam había sido el primero en llegar, e intentaba interponer el escudo entre ellos y el lagarto. No sabía cómo de útil iba a ser aquello, pero les daría tiempo suficiente a curarle y echar a correr. Ella ya no tenía magia, por lo que dejó que Luci curara las heridas a Alec para luego ayudar a este a levantarse. El golpe parecía haber sido bastante fuerte, y además de la herida de la caída parecía haberse cortado con cristales mientras se levantaba.
—Vamos, tenemos que irnos rápido… —susurró a sus compañeros, aunque su mirada estaba fija en Setenta y siete. Probablemente estuviera siendo la adrenalina porque por una vez no sentía ni un ápice de miedo, sino una ira visceral hacia él. Aunque todos sus actos habían sido atroces, que hubiera tocado a uno de sus compañeros convertía el odio que le tenía en algo personal.

Las dudas de Alyssa, para desgracia tanto suya como del resto, se convirtieron en realidad muy deprisa, demasiado.
Antes de que terminara de registrar en su cabeza que se encontraba a cubierto escuchó el impacto de la cesta sobre Alec. Lo vio caer y vio la sangre… en su cabeza. Inmediatamente asumió lo peor.
Se quedó paralizada. A su alrededor escuchó los gritos de Adam, Amira y Luci que acudían al auxilio de Alec, pero ella no fue capaz de hacer nada, ni siquiera apartar la mirada del humano y de su cabeza ensangrentada. Sus temores, por suerte, no habían sido más que imaginaciones suyas. Todavía se movía. Menos mal.

El alivio duró muy poco: Seguían en peligro, una flecha voló del arco de Reina  en dirección a Setenta y siete pero no acertó. La nipona, que continuaba disparando, les gritaba que hicieran magia. Cierto, ahora podía hacerla, pero… ¿para qué? No podía curar a Adam, algo que además estaba haciendo Luci ya. Sólo podía hacer flotar cosas, y ni siquiera era lo bastante buena para mover al humano. La indecisión y la sensación de que no había nada que pudiera hacer amenazaron con que la griega siguiera paralizada, pero mientras dudaba, el kievek seguía acercándose cada vez más, y el miedo al reptil superaba al de su indecisión. Al final consiguió moverse.

Si no podía ayudar a Alec tal vez pudiera ayudar al resto para retrasar a Setenta y Siente de alguna manera. Hizo lo único que se le ocurrió: intentar distraerlo.
Conjuró su propio hechizo de levitación sobre la lanza que el reptil llevaba con la intención de quitársela de las manos y si no, al menos, de distraerlo con algo parecido a un forcejeo. No tenía que funcionar, solo ganar tiempo para que pudieran salir de allí.

Parecía que todo iba a salir bien y que todos estaban a cubierto cuando Chromsa vio como Alec caía al suelo derribado por una cesta que le lanzó el lagarto. -¡No! ¡Alec!- se sumó a los gritos de varios del grupo.

Tocaba tomar decisiones complicadas en aquel momento. Luci había corrido hasta el terrestre para curarlo mientras que Adam y Amira lo protegían. Reina por su parte estaba intentando frenar a Setenta y Siete con varios disparos que no surtieron efecto, pero le hizo recordar qué podía hacer el ochrorio. Pensó brevemente qué hechizo vendría bien en aquel momento con la esperanza de que no fuera el mismo que estaba haciendo Alyssa. -(¡Ya lo tengo!)- se le pasó por la mente.

Entonces Chromsa salió de su escondite gritando: -¡Vamos, no os pareis! ¡Tenemos que irnos en cuanto Alce esté en pie!- Corrió hacia el lateral del grupo que protegía a Alec más cercano al camino de vuelta y se preparó para lanzar un hechizo de impacto a Setenta y Siete si el resto de distracciones no lo detenían y se acercaba demasiado a alguien. El lagarto era grande y Chromsa no llegaba a poder exprimir al máximo aquel conjuro, pero contaba con que un buen empujón les daría bastante ventaja en la huida. -(Ojalá esto salga bien)- pensó con cierto temor. Si su plan iba por buen camino, en cuanto lanzara el hechizo si fuera necesario y Alec se hubiera recuperado saldría corriendo hacia el torreón.

-Joder, joder, JODER- no paraba de decir Kolja viendo lo que estaban tardando todos en ponerse a cubierto. Y entonces pasó lo peor que podía pasar, el maldito lagarto vio a Alec y sin dilación le lanzó una cesta contra la espalda. El escocés cayó al suelo tan largo era, haciendose una herida en la frente y cortándose con los cristales rotos de alguna de las botellas que había en la cesta. Adam no tardó en salir corriendo cuando lo vio y Kolja le siguió inmediatamente, ya no podían andar a escondidas, lo único que les quedaba era o plantarse o huir.

Cuando llegó al lado de Alec se parapetó tras el escudo de su alumno, inspeccionando la herida de la frente. Con suerte solo sería una brecha, con algo menos de suerte igual una contusión cerebral. Luci se puso a curarle la herida con magia, pero nunca la habían probado en una zona tan arriesgada como la cabeza, por lo que no estaba seguro de cuanto ayudaría. Vio también que la japonesa le lanzaba una flecha al asesino, y como Chromsa y Alyssa entonaban alguna clase de hechizo. Estaban consiguiendo mantener la suficiente concentración para realizar hechizos, desde luego aquello no habría sido posible hace unos meses.

Kolja se levantó de al lado de Alec y se acercó a su pupilo.

-Adam. Voy a coger a Alec en cuanto Luci termine su hechizo de curación. Tienes que cubrirnos la retirada, en cuanto estemos listos hay que salir de aquí - le dijo.- Y olvídate de la espada de momento, apoya la mano derecha en el escudo, si nos tira algo más tienes que resistir el golpe.

La clinger observó horrorizada el impacto de la cesta sobre su compañero humano. Quería gritar que le ayudaran, correr, saltar incluso… Al final vio que otros se acercaban a cubrirle, así que se decidió por pensar en alguna otra forma de cubrir a sus amigos. Buscó con la mirada dentro de la habitación donde se encontraba, pero a simple vista no le parecía que pudiera usar nada. Y la verdad, por mucha práctica que tuviera con su vara ya, poca utilidad iba a tener contra un lagarto gigante que, encima, flotaba.

A menos que… «No, no», pensó. «Es una locura». Definitivamente lo era. No había duda alguna. Ni siquiera creía que fuera a ser capaz de ser nada más que una pequeña molestia. No paraba de repetírselo mientras su cuerpo se ponía en marcha, mientras apoyaba la vara contra la pared y aseguraba el pequeño cuchillo en la funda atada a su muslo. Saltó por otra ventana a su derecha hacia la fachada de una casa que se encontraba muy cerca. Deprisa, pero tratando de mantenerse siempre fuera de su vista, saltó de edificio en edificio hasta que alcanzó lo que creía que sería detrás del monstruo. Tras echar una ojeada desde el lateral de un edificio, comprobó que efectivamente el lagarto gigante tenía la atención fija en sus amigos.

Aún no sabía lo si lo iba a hacer, pero el plan era que, si el lagarto se acercaba demasiado a ellos, le saltaría encima y le clavaría el cuchillo en… donde pudiera realmente. En un ojo si podía. Debería ser posible para ella alcanzarlo desde ahí si el psicópata descendía lo suficiente. Si en cambio sus amigos lograban huir a tiempo, les seguiría desde los tejados.

«No puede ser que esté considerando esto…»

El sonido del golpe le hizo darse la vuelta a tiempo para ver caer al humano al suelo. Aquel reptil malnacido no solo estaba robando y desperdiciando comida si no que les estaba atacando sin motivo alguno. Meterse en el edificio en ruinas ya no iba a ser tan efectivo una vez les había descubierto, por lo que Lethe regresó para ponerse cerca del grupo que ya estaba atendiendo a Alec. El recordatorio de Reina le hizo ponerse a conjurar enseguida y la estrategia que estaba siguiendo Alyssa le dio una idea. En su caso, haría levitar su propia lanza. Llevaba el arco consigo, pero si su propia maestra había fallado no iba a ser ella quien acertase el tiro en un arte que todavía no dominaba. Semanas atrás probablemente no habría podido manejar el arma mediante el hechizo pero su habilidad con la magia parecía haber aumentado misteriosamente igual que otros la habían perdido o ampliado su repertorio de la misma forma. No era un cambio tan útil como el que había experimentado Chromsa, pero de algo tenía que servir.

Lethe movió la lanza en dirección a Setenta y siete, buscando aunque fuese hacerle retroceder. Lo que no sabía era que, por haberse alejado de Kradko, la pequeña estaba en proceso de cometer una posible locura.

El silencio duró lo que tardó Alec en romperlo. Casi como una burla a sus palabras el siguiente sonido que llegó a sus oídos fue el estruendo de la cesta impactando contra su cuerpo, ruido al que Kahlo reaccionó cerrando fuertemente los ojos, abandonando sus rezos. No quería ver, y menos aún entre los gritos. Se sentía como una niña esperanzada porque sus monstruos se esfumaran después de desearlo mucho, sin embargo Setenta y siete no desaparecería.

El grito de Reina le hizo abrir los ojos pero no reaccionó en el momento, ni siquiera cuando vio que Alec estaba mucho mejor de lo que se había imaginado. Se quedó congelada unos valiosos segundos en los que el resto hacía magia mientras ella, la más capacitada, solo se ensuciaba la espalda de tanto presionarla contra la pared. Pero no quería morirse, y si lo hacía al menos que fuera rápido. Saltó hacia el resto con las ideas a mil por hora, conjurando en voz más alta de lo normal para no pensar en otra cosa. Estar en primera línea era justo lo contrario a lo que quería, pero se pegó a aquellos que estaban delante para que el campo de fuerza que irguiese cubriese a todos cuantos fuera posible. El cuerpo le temblaba y el peso de un hechizo tan bastó le drenaba las energías, pero a pesar de que casi pierde el hilo y sus palabras flaquearon al ver a Setenta y siete no se detuvo hasta que la burbuja se alzó entre ellos.

Bajó la guardia, no previó el posible ataque del lagarto levitante: lanzamiento de cesta. Pero claro, nadie podría haber previsto aquello, no era solo un desperdicio de comida si no que además había tantas variables para el impacto de aquella arma improvisada que bien podría haber sido un lanzamiento imposible.

Claramente no lo fue y el impacto en medio de la espalda de Alec lo tiró al suelo golpeándose la cabeza fuertemente. Se hizo un gran brecha en la frente que de inmediato empezó a sangrar volviendo roja su visión. Se quedó sin aliento por el impacto, el martillo se le cayó de las manos aterrizando a unos metros y los brazos se le llenaron de cortes al intentar en vano levantarse por su cuenta.

Pese a todo tras el golpe que se dio en la cabeza el escocés apenas sintió el resto de cosas. Le llegaban gritos a sus oídos pero los oía tan de fondo que bien podrían haber estado a kilómetros. Vio formas borrosas entre la niebla roja que envolvía su visión y de inmediato el olor a hierro que normalmente acompañaba al joven se mezcló con el de la sangre fresca recién derramada.

Apenas tardó unos segundos en recuperarse del impacto y la caída pero parecieron siglos. Sintió una picazón en la frente y al levantar la vista consiguió enfocar a Luci frente a sí. Pronto el olor a hierro se unió al de la plata vieja que caracterizaba la magia. Aceptó la ayuda de Kolja para levantarse y no pudo evitar fijarse en que casi todos estaban allí, intentando protegerlo. La emoción embargó a Alec pero ya habría tiempo de agradecimientos una vez estuvieran todos a salvo.

-Vámonos, vámonos - apremió al resto una vez se hubo puesto en pie. En ese momento no notaba dolor, tenía la adrenalina tan disparada que tendría que estar en mucho peor estado para evitar que corriera por su vida.- Tenemos que llegar al torreón y alejarnos de ese monstruo.

Adam, con la mirada enfocadísima en Setenta y siete, se percató de que la mayoría lo acompañaron a socorrer a Alec. Sin darse la vuelta escucho que estaba Luci, curando a Alec, y su maestro quien le estuvo indicando lo que iba a hacer, además de unas instrucciones que no él ayudaron a calmar sus nervios.

Asintiendo se dispuso a guardar la espada en su funda pero del miedo acumulado no atinaba a encajar la espada ahí dentro, siendo al tercer intento cuando la tiró al suelo atacado de los nervios haciendo un ruido metálico. Como si esperara el choque de un toro, Adam sujetó el escudo con sus dos manos apretando los dientes y no atreviéndose a mirar al frente por el pánico solo escuchando a otros lanzar hechizos. Alec parecía haberse recuperado y justo cuando estuvo por mirarlo la pequeña Qirra gritó.

El ruso alzó el cuello para ver a Quirra junto con Kradko en el lateral de un edificio, a través de un campo de fuerza cuyo origen procesó que era Kahlo. ¿Qué hacían ahí? Sorprendido, reunió valor para mirar a Setenta y siete. Tuvo el peor de sus presentimientos cuando fue testigo de esa maldita sonrisa, el maldito lo estaba disfrutando. Con el corazón a mil y los sudores fríos observó que el kievek se agacho. Agarró una piedra.

Pasó tan rápido que tuvo que pasar un segundo para que Adam procesara esa terrible imagen y un horrible, un sonido pesadillesco que esperaba que jamás oiría en su vida hasta ese momento.

Adam palideció. El hecho de que esa pequeña criatura muriese de esa forma tan brutal le recordó la muerte. Parecía una tontería pero el ruso de verdad que se olvidó de todos los peligros de Rocavarancolia, llegando todo eso de golpe. Después llegó la culpa. Si hubiese sido medianamente consciente de esa muerte venidera en forma de lagarto monstruoso nunca ofrecería ir al palacete.

Otro más murió por su culpa.

La lanza de Lethe hirió al asesino, pero Adam tardó un par de segundos en darse cuenta. No tuvo tiempo para pensar nada ni de arrepentirse de nada. Debían correr por sus vidas.

—¡¡CORRED!! ¡¡CORRED!! —su desesperado grito no solo desgarró su garganta, también era desgarrador por sí solo. Con el escudo agarrado y mientras gritaba imploraba a todos por huir, girando su cuerpo en mitad de su carrera más desesperada. No se fijó en nadie, ni siquiera en su recién descubierto amor, solo se centró en sí mismo por salvarse y el pánico de verdad fue auténtico. No iba a mirar atrás, sentía que si lo hacía vería de cerca su probable muerte.