Ofiuco Aquae

Ruth imitó el gesto de Dama Diurna y dejó su propia taza de té vacía sobre la bandeja con una sonrisa por el humor negro de la mujer. Cuando sobrevivió a la ciudad estaba tan alerta con la gente que vivía allí que se habría tomado en serio sus palabras. Pero ahora que interpretaba mejor las intenciones de las personas supo que solo estaba bromeando, así que se permitió reír a gusto sin resultar demasiado escandalosa.

—Me imagino, aquí lo raro es no tener gente cercana metidos en chanchullos —añadió, sin ningún tipo de tonalidad en su voz que indicara queja en actos como aquel. Lo decía más en serio de lo que parecía. Algunos de sus amigos ya aceptaban partes de su transformación que no habrían imaginado antes de rozar la Luna Roja con la yema de los dedos. Y bueno, la Ruth de quince años que vivía en Madrid tampoco se visualizaba trayendo demonios de otras cábalas al plano terrenal, precisamente.

—Gracias, sí que me gustaría ver las instalaciones —declaró, levantándose y conjurando también un hechizo de limpieza sobre sí misma para limpiarse las migajas de encima. Después se levantó, dispuesta a contemplar las salas que podría frecuentas en el futuro si todo marchaba bien—. De momento el recibidor me parece muy bonito.

Wen sonrió ante la respuesta de Ruth. Dada la naturaleza de muchas de las transformaciones que habitaban la ciudad, incluso aquellas más sutiles, era bastante ingenuo pensar que la gente por lo general era una santa. Aunque la vouivre tampoco pensaba que los tratos o actos turbios los hicieran automáticamente malos. En Rocavarancolia la división blanco o negro se difuminaba hasta perder el sentido y parte de la adaptación de todo nuevo ciudadano pasaba por recalibrar la propia moralidad, ya fuera por la propia naturaleza descubierta, por la de tus amigos y compañeros o por simple supervivencia.

-Me alegro que te guste la recepción. Quería que se viera agradable y elegante -contestó mientras salía tras los biombos.

Al momento, Virgo levantó la cabeza de lo que estaba haciendo y les dedicó a las dos su sonrisa profesional y un asentimiento con la cabeza antes de dirigirse hacia la zona de la que acababan de salir como si Diurna le hubiera dado una indicación. No era que Virgo la necesitara, por supuesto. La keniata sabía perfectamente que debía limpiar la bandeja del té y guardar la carpeta con el contrato en la recepción a la espera de que volvieran a salir o su jefa se la solicitara.

-Ese pasillo de ahí lleva a mi despacho y al almacén, que está conectado a la zona de servicio, a la que también se puede acceder desde dentro y desde la recepción por dos puertas escondidas ahí y ahí -comenzó a explicar mientras señalaba los lugares que iba indicando-. Por este otro pasillo se va a los vestuarios y los baños, y de ahí a la zona de aguas. ¿Llevas hechizos anclados de vestir? No está permitido entrar con calzado a la zona de aguas y nosotros es lo que solemos usar, pero puedes utilizar una de las taquillas si no eres habitual de esos hechizos -siguió explicando mientras guiaba a la demonio por el pasillo señalado.

Ni ella ni ninguno de sus empleados solían llevar zapatos dentro del edificio, ni siquiera en las zonas permitidas, por comodidad. Pero todos ellos los tenían anclados en hechizos en caso de que fuera necesario, ya que resultaba más práctico que tener que buscarlos para poder quitárselos y ponérselos. Virgo, por ejemplo, siempre se los ponía cuando salía detrás del mostrador de la recepción y Wen los llevaba puestos en ese momento a pesar de que en su despacho había estado cómodamente descalza.

Ruth salió tras Dama Diurna aún percibiendo como las salamandras demoniacas se retorcían bajos los pliegues de su ropa allí donde el calor anidaba con mayor fuerza.

—La verdad, se ve bastante así —concedió tras pasar los bimbos y dirigirle una sonrisa como respuesta al asentimiento profesional de Virgo. No solo era el recibidor agradable y elegante, si no toda la estructura. Desde las columnas hasta el material del suelo parecía escogido con mimo y precisión, además de buen gusto, todo había que decirlo. Aquello le infundía respeto. La mujer no parecía dejar nada al azar y eso hacía que se sintiera más cómoda al respecto si cabía la posibilidad de trabajar allí—. Todo parece muy comunicado entre sí —añadió, le agradaba poder escuchar que su despacho daba acceso a la zona de servicio. Algunas personas con diferente ego tratarían de cruzarse lo más mínimo con sus empleados. No parecía el caso.

La isrealita continuó caminando, moviendo su cola tras de sí en un acto inconsciente. Las mechas de su cabello parecieron parpadear con timidez por un segundo tras las últimas palabras de Dama Diurna.

—¡Oh! —rio por la situación—. Mi mejor amigo es un licántropo, creo que sé a que tipo de hechizos te refieres, aunque él emplea runas. Pero bueno la cosa es que yo... no uso zapatos —su boca mostró todos sus dientes negros con una mueca divertida, y sus garras de reptil por pies se movieron al unísono, tamborileando la superficie sobre la que pisaba—. Es un rollo, una de las cosas que más me gustaba de cuando hacía atletismo era calzarme mis zapatos —prosiguió, preguntándose con ilusión si se dirigían ya hacia las piscinas.

Wen miró hacia abajo levemente sorprendida al encontrarse los pies de la demonio efectivamente descalzos, no tanto por el hecho de que fuera descalza en sí como por no haberse dado cuenta previamente. Posiblemente estaba tan acostumbrada a que todo el mundo fuera descalzo a su alrededor la mayoría del día que ya no debía ser un detalle que le llamara la atención.

-No sé si conoces La Boutique de dama Isis -preguntó mientras abría la puerta de los vestuarios para que Ruth pasara primero-. Se abrió hace relativamente poco, como un par de meses antes que estas termas. De hecho, los uniformes los encargamos ahí. Creo que es un sitio donde podrían ayudarte si echas de menos los zapatos. Tienen muchas posibilidades y no tienen problemas en trabajar con encargos a medida. Y si es por el dinero no tengo problema en darte un adelanto -sugirió mientras se posicionaba en medio del vestuario, donde se podían ver tanto los cubículos para cambiarse como los baños.

Los vestuarios y los baños, así como las termas, eran públicos y para todos por igual, pero sí contaban con tamaños distintos claramente diferenciados. La mayoría de los cubículos, aunque amplios, eran de un tamaño estándar humanoide, pero podían verse algunos significativamente más grandes o pequeños para adaptarse a toda la variedad de clientes.

-Estos son los vestuarios y ahí están los baños -explicó señalando-. Intentamos que haya espacio para todos los públicos, pero a veces, dada la variedad de características físicas de la población de la ciudad, eso se complica un poco. Tu contrato vendrá, por supuesto, con una formación tanto para que sepas que hechizos usar en cada ocasión que lo requiera, como para enseñártelos en caso de que los desconozcas.

—Sí, Dama Isis vino el mismo año a la ciudad que yo, estuve en su inauguración pero no es un lugar que frecuente mucho —comentó, antes de sonreír con sinceridad cuando la mujer abrió la puerta de los vestuarios para que pasara ella primero—. Gracias —le dedicó un asentimiento de cabeza.

La demonio de fuego reflexionó sobre las palabras de Dama Diurna durante unos instantes y abrió mucho los ojos al conocer que los uniformes habían sido encargados allí. Era una pena, porque ya no se le veía el pelo a la veela, pero estaba segura de que seguía siendo una buena idea acudir al establecimiento. El chico que parecía estar al cargo durante las ausencias cada vez más prolongadas de la frivy se le antojaba muy competente.

—¡No es necesario, de verdad! —la voz de la israelita sonó en apuros, pero sobre todo afectada por la sorpresa, y es que la idea de que Dama Diurna fuera tan generosa por su parte era algo inusual en una ciudad como aquella. No debía causarle tanto revuelo, en realidad ya percibió cómo se dirigía a Virgo—. Pero es todo un detalle, gracias de nuevo. He terminado por acostumbrarme a ir descalza, siempre realizo hechizos de limpieza antes de entrar en algún lugar, eso sí —su intención estaba lejos de ir dejando huellas sucias por todas partes.

Llegó la hora de ver los vestuarios y los baños. Ruth pestañeó al ver ciertos cubículos tan pequeños y otros de dimensiones más grandes. Tenía todo el sentido del mundo. Alguien que midiera casi dos metros y medio y portara unas alas descomunales necesitaría más espacio.

—Me va a venir bien —cruzó los brazos por delante del pecho, mientras sus ojos incandescentes se daban por satisfechos con lo visto en la sala—. Mi conocimiento de la magia y hechizos es limitada —si el contrato contenía formación... era una oferta difícil de rechazar.

Un pensamiento fugaz cruzó su mente, imaginándose a un trasgo horripilante y colosal entrar a echar una meada.

—Por cierto, ¿Qué pasaría si un tipo viene con ganas de problemas? ¿El cliente siempre tiene la razón? —se permitió bromear, sin poder evitar su manera tan directa de decir las cosas.

Wen asintió hacia Ruth cuando esta le indicó que dama Isis y ella habían compartido criba. Con el paso de los años, quien había llegado a la ciudad cuándo y con quién era una información que se difuminaba a no ser que estuvieras especialmente interesado en alguien. Como ella no había conocido a Ruth antes, no había hecho la conexión, pero ahora podía recordar su nombre de algún comentario vago y sin importancia que Irianna o Kimbra habían hecho sobre algunos de sus compañeros de torreón.

-Parece ser que conozco a más gente de tu criba de la que pensaba -comentó recordando qeu Eara y Ayne también habían llegado a la ciudad el mismo año que dama Isis, Irianna y Kimbra.

Sin perder el tiempo, la británica abrió algunos cubículos para que la demonio pudiera verlos por dentro y luego pasó a enseñarle también los baños. Al fin y al cabo, en algún punto tendría que encargarse de la limpieza de los mismos y mejor que estuviera familiarizada con todo el entorno.

-Hay una serie de hechizos necesarios para el trabajo que se te enseñarán sin problema, pero si tú consideras que podrías necesitar otros que tampoco sabes, puedes decirmelo sin problema y también te los puedo enseñar -comentó mientras la guiaba de nuevo a través de las puertas, esta vez de las que conducían a la zona de aguas.

Entre un paso y otro los zapatos de la vouivre desaparecieron y su ropa cambió al momento a un vestido idéntico al que Ruth le pudo haber visto antes a Virgo.

-Lo más importante para mi es el bienestar de mis empleados -contestó sin perder el ritmo, sujetando las puertas de nuevo para la demonio-. Si un cliente no cumple las normas, es molesto o te hace sentir incómoda tienes la libertad de echarle de aquí con el método de tú elección, siempre que no sea uno que moleste al resto de clientes. Únicamente te pediría que me lo reportaras para que yo pudiera valorar si la sanción es momentánea o permanente, dependiendo de lo que hubiera hecho -. En cuanto ambas cruzaron las puertas, el volumen de su voz bajó un poco, no queriendo ser escuchada por los clientes que hacían uso de la terma comunal-. Pero la verdad es que no es algo que suela pasar. No sé si has oído hablar de los Mercenarios de la Brecha, pero en los últimos años han adquirido cierto reconocimiento y estar asociada a ellos provoca cierto respeto, incluso miedo, en la mayoría de clientes.

—No me extraña —comentó con una sonrisa, para terminar bromeando segundos después—. A la que es difícil de ver es a mí, no salgo mucho de fiesta, prefiero quedarme viendo una peli en casa —lo cierto es que habría rematado la frase con
"una mantita por encima" pero en su caso era más apropiado encender el aire acondicionado a tope. Tras aquella mofa hacia sí misma se escondía una verdad tan grande como lo parecían ser las instalaciones de las termas por dentro. Sus amigos se abrieron a la ciudad y ella, como siempre, iba tarde al respecto.

La demonio de fuego asintió con la cabeza, aceptando de muy buena gana poder recibir cada vez más y más hechizos en su abanico mental independientemente de cuál fuera la naturaleza o el fin de éstos. Le siguió el ritmo a Dama Diurna viendo habitáculos y parpadeó con asombro cuando su vestuario cambió en lo que duró un parpadeo. Ahora la mujer se encontraba ataviada con un uniforme idéntico al que presentaba Virgo.

—Vale, ya sé con quien no tengo que meterme para nada —su sonrisa de dientes negros volvió a asomar tras escuchar la mención a los Mercenarios de la brecha.

¿Quizá se estaba pasando de graciosa? Tampoco era plan de tomarse demasiadas confianzas y que pareciera una sobrada.

—Pero está muy bien poder contar con eso —si había problemas tendría libertad de actuación siempre que no le friera la cara al tipo, claro. Eso podía hacerlo, y era un buen ejercicio de autocontrol.

Al bajar el tono de voz y cruzar las puertas, Ruth se puso nerviosa y un cosquilleo en el estómago procedió a contagiar todo su cuerpo. El murmullo del agua y los clientes resonaba en sus oídos a la perfección.

—Hala... —exclamó, su mirada incandescente no sabía dónde posarse primero.

Las comisuras de la boca de Wen se levantaron ante el comentario de Ruth. La demonio le estaba cayendo bien. Mostraba un humor bastante similar al suyo y no parecía tener miedo de hablar o expresarse. Wen prefería ese tipo de carácter a la sumisión.

-Bueno, te concederé que no son personas a las que conviene tener de enemigos -comentó con el mismo tono jocoso-. Pero, tranquila, si todo va bien aquí no vas a tener que preocuparte de eso en absoluto -la tranquilizó mientras la guiaba bajo el porche hacia la primera terma-. Los verás bastante, aunque no se pueden contar exactamente como clientes habituales. Ellos, de hecho, tienen la entrada gratis, aunque suelen usar más mi terma privada que las públicas. Pero ya te digo que no tienes que preocuparte de ellos. Son inofensivos. Al menos, aquí dentro -terminó siguiendo el tono de broma.

Si bien sus amigos podían despachar cualquier conflicto con facilidad, respetaban su autoridad en sus dominos y no intervendrían en nada y con nadie a menos que ella se lo pidiera.

A pesar de llevar todo el día encerrada en su despacho, Wen sabía perfectamente qué termas estaban ocupadas y cuales no, por lo que ni siquiera comprobó nada antes de abrir la primera terma doble.

-Esta es la primera terma -indicó dejando pasar a Ruth frente a ella antes de seguirla-. Es lo que llamamos una "doble". Está hecha para un mínimo de dos personas y un máximo de cuatro. Tamaño humanoide estándar, claramente. Ahora mismo está apagada y este es el aspecto desnudo que tienen todas apagadas, pero encendidas, incluso si el cliente quiere el paquete más básico, no se ven así. Te haré una demostración de cómo funcionan y cómo se ven, pero prefiero hacerlo en una individual, así que esto es solo para que veas un poco cómo son y su tamaño. Las "individuales" son para un mínimo de uno y un máximo de dos. Y las "grupales" para un mínimo de 4 y un máximo de entre ocho y diez. La comunal, como ya viste, es bastante grande.

Tanto la terma como el suelo eran una gran pieza de mármol negro cálido al contacto con los pies y las paredes eran como un lienzo en blanco de mármol blanco.

-Todo esto, por supuesto, es hablando en términos de tamaño estándar. Un grupo de ocho repobladores puede alquilar una individual sin problema, por ejemplo.

Ruth se dejó guiar por las bromas cálidas que Dama Diurna le devolvía pues se alegraba de que la mujer se tomara las cosas con cierto humor. Aunque ella no se considerara especialmente graciosa siempre era más entretenido contar con gente que diera un poco de alegría al asunto. Y de paso así rebajaba sus nervios.

—Oh, es todo un detalle saberlo —le dedicaría, alzando las cejas en una expresión divertida—. Aprovecharé para meterme un poco con ellos solo aquí dentro, entonces.

La visión de las piscinas acompañadas del mármol negro impresionó a la demonio de fuego, quien lejos de ser comedida, no disimuló en absoluto que estaba encantada con la estancia y de cómo se veían incluso sin estar encendidas. Se llevó las manos a la boca cuando las llamas de su cabello comenzaron a crepitar por la emoción. Casi le daban ganas de lanzarse al agua de cabeza, y en su caso eso era mucho decir.

—Son una pasada... —comentó, imaginándose así misma atendiendo a un grupo de diez personas. De pronto una duda surcó su mente y sus ojos como ascuas brillaron, delatadores—. Oye y por qué... ¿Unas termas? ¿Qué te impulsó a crear un sitio como este en la ciudad?

A lo mejor tendría que haberse callado pero hacía tiempo que las características de su transformación impedían que fuera prudente, lo cierto es que nunca había tenido pelos en la lengua. Con o sin Luna Roja.

Mientras dejaba pasar a la demonio al interior de la terma, Wen pensó que probablemente se llevaría bien con sus amigos. Podía verla fácilmente entrando en algún pique de taberna y se anotó entalmente invitarla a alguna velada en un par de meses, cuando su puesto y su relación fueran más firmes y hubiera discernido un poco más qué tan confiable era.

-Me alegro que la aprecies, pero en mi opinión es aún mejor encendida -respondió, encantada con la reacción de la israelita-. Supongo que sobra decir que son de uso libre para los empleados siempre que sea fuera del horario de atención al público. Y que quizás te puede interesar saber que tenemos una opción de termas de fuego bastante popular -añadió como una ocurrencia tardía, suponiendo que Ruth, que no parecía haber sabido de las termas previamente y que claramente no las había pisado hasta ahora, desconocería el catálogo que ofrecían.

Era bastante común que sus empleados terminaran la jornada con un baño en la terma que habían dejado como última para adecentar, incluso dejando la limpieza para el día siguiente antes de la apertura. Al principio, Wen había revisado personalmente que todas las termas estuvieran en óptimas condiciones antes de que Ofiuco Aquae abriera sus puertas para el día, pero ya hacía tiempo que o lo hacía Virgo o no lo hacía ninguna de las dos, ya que confiaban en que el resto de empleados, no habiendo fallado nunca, no empezarían a hacerlo ahora.

Decidida a enseñarle el catálogo como le había prometido, la vouivre se dispuso a guiarla hacia la terma individual vacía más próxima, cuando la pregunta de Ruth le pilló por sorpresa. Supuso que se trataba de una pregunta legítima desde su punto de vista, puesto que un establecimiento de ocio como el suyo parecía discordante en una ciudad como Rocavarancolia, pero Wen había visto tantos cambios maravillosos en ella desde que había aterrizado ahí que todos los nuevos negocios le parecían una consecuencia natural a su progreso.

-No sé qué tan familiarizada estarás con el Burdel de dama Espasmo, pero yo antes vivía y trabajaba ahí -comenzó, decidiendo que una versión edulcorada de la realidad no podía ser perjudicial-. Formaba parte de la seguridad del edificio, pero una vez cerrado al público podía usar sus instalaciones libremente. Y una de ellas eran unas termas. Cuando me mudé lo único que eché de menos del edificio fueron esas termas, pero por mucho que siguiera siendo amiga del dueño y los demás no me parecía bien invadir su casa así y en el burdel las termas solo eran un extra, no un servicio en sí. Así que pensé que si a nadie se le había ocurrido abrir una casa de aguas termales en una ciudad con una dudosa calidad del agua, bien podía ser yo la primera en hacerlo -finalizó, como si únicamente se hubiera tratado de un gusto personal mezclado con una inversión.

Ruth acompañó a la mujer al interior de la terma con un paso tan tranquilo que nada tenía que ver con lo que sucedía en su interior. ¿Había oído bien? ¿O es que estaba tan nerviosa que empezaba a alucinar?

—Perdona —se excusó, su rostro compuso una mueca de desconcierto, era probable que Dama Diurna no comprendiera del todo lo que algo de ese calibre significaba para ella, o quizá sí y por eso mismo estaba ofreciéndole aquel servicio—. ¿Una terma de fuego? ¿Es en serio? —la emoción se propagó cual incendio a través de su cabello y sin que la israelita se percatara sus mechas ígneas pasaron a ser llamas. Sus ojos también brillaron como brasas encendidas a punto de devorar un pilón de ramas incautas.

Incluso las salamandras demoniacas que anidaban bajo su ropa parecieron reaccionar al asunto, moviéndose inquietas con sus patitas. No sabía de qué se quejaban, no obstante, seguro que en el infierno hacía tanto calor como dentro del mismo sol... ¿No?

—Bueno la verdad es que yo nunca supe nadar... aunque mi familia proviene de Israel me crie en Madrid y mi madre nunca escatimó en otra cosa que no fuera alejar la desnutrición de nosotras... —se sinceró—. Nunca he tenido relación con el agua, ni siquiera en Idris cuando fui con mi amigos la última vez así que... si las termas de fuego son algo parecido a las piscinas de antes pero más para gente como yo... —tragó saliva, recomponiendo sus emociones hasta un lugar más calmado—. Bueno...  me encantaría, incluso si resulta ser otra cosa.

Por suerte la respuesta de la chica le permitió sumirse en otro tipo de pensamientos, esta vez imaginando a una Dama Diurna más joven e insegura pasando su cosecha, tarea difícil debido a lo imponente y desenvuelta que le resultaba.

—No, no he oído hablar del burdel —la demonio pasó a cruzar los brazos sobre el pecho, mientras asentía con la cabeza y una sonrisa de colmillos negros ocupaba su cara tras escuchar la mención a la dudosa calidad del agua en la ciudad—. Desde luego... creo que la gente necesita relajarse en un sitio como este... cuando me enteré de la existencia de las termas me pareció extraño pero al mismo tiempo era como si efectivamente fuera un negocio destinado a estar aquí —gesticuló con las manos, ocupando todo el espacio para continuar sus siguientes palabras—. Todo está genial, la verdad.

Wen sonrió suavemente ante la emoción de Ruth. Por ese tipo de reacciones era por las que había decidido que su catálogo fuera tan amplio. Ella amaba el agua, era prácticamente su medio, y tener la oportunidad de sumergirse en ella con seguridad y en paz había sido el objetivo principal de Ofiuco Aquae. ¿Por qué no darles eso mismo a sus clientes? Además, el fuego, como el agua, era bastante más simple de conseguir que otras de las opciones que tenía o se planteaba tener.

-Si -contestó dirigiendo su sonrisa hacia la demonio-. Y avalada con el sello de aprobación por dos expertos en fuego -comentó medio en broma.

No creía que Gael se considerara un experto en fuego, pero definitivamente Ariven haría algún chiste subido de tono al respecto si le daban la oportunidad.

-En realidad es bastante sorprendente como parece que hemos esperado a venir a Rocavarancolia para aprender las cosas más simples -comentó tras la explicación de Ruth. Wen, como huérfana en escape continuo, estaba muy familiarizada con la necesidad de alejar la desnutrición por encima de cualquier actividad recreativa. Parecía mentira que las cosas hubieran cambiado tanto en tan solo seis años-. También vine a la ciudad sin saber nadar, pero es algo que disfruto mucho actualmente y no le negaría a nadie el mismo disfrute. A cambio de un módico precio, claro -bromeó mientras entraba en la terma individual vacía en la que pretendía enseñarle el catálogo a su nueva empleada.

Una vez la demonio entró tras ella, Wen se acercó al panel principal y, tras desplegarlo, comenzó a seleccionar una serie de elementos en las distintas listas.

-No sabría decirte si el fuego se siente igual que una piscina de agua, porque definitivamente no es lo mío y no la he probado en primera persona. Supongo que tendrás que comprobarlo por ti misma -sugirió mientras presionaba una runa de activación.

Al momento, el aspecto de las paredes y el suelo cambiaron y ambas pasaron de encontrarse en una habitación de paredes lisas a una cueva de irregulares piedras volcánicas. El ambiente se sentía ardiente, olía a azufre y en el techo se podía ver una apertura a un cielo despejado, pero emborronado por un humo falso que parecía salir de la propia habitación. La pequeña piscina que presidía la sala comenzó a arder de la nada, como si toda su capacidad se hubiera llenado de fuego vivo, pero incapaz de alzarse más allá del borde de la misma.

-Aquí, tu propio volcán -proclamó tras verificar que todas sus selecciones en el panel se hubieran ejecutado de forma correcta-. No sé si vas a poder nadar ahí, pero si tan interesada estás, siempre podemos cambiar el fuego por lava.

Ruth sonrió casi a la vez que Dama Diurna y se preguntó qué personas estarían tan familiarizadas en la materia como para dar su aprobación. Debido a su naturaleza ígnea había surgido en la demonio una curiosidad palpable por todo aquel que presentara características similares, ya fueran piromantes, otros demonios, o molochs como Rasqa. Tal vez si la mujer conocía a Ariven ésta fuera uno de esos integrantes que mencionaba.

—Y que lo digas —la voz de la israelita llegaría con un tono algo reflexivo pero no por ello invitaba a que las bromas y el tono informal decayera. Su atención se detuvo unos segundos de más en la jefa de las termas, era agradable comprobar que tenían otro punto en común. Antes de la ciudad ninguna sabía nadar—. Sin ir más lejos yo aprendí a tener amigos... —se detuvo dos segundos, sin recrearse en dar una sensación lastimera e irguiendo los hombros con una sonrisa torcida—. Pasé de estar absolutamente sola a... bueno... entender que a mi mejor amigo se le puede ir un poco la pinza cuando se cabrea con una hiena demasiado escurridiza. Todo aquí es nuevo para mí, a veces pienso que por eso no he regresado todavía a Madrid, no me queda nadie —eso no era del todo cierto, pero no estaba entre sus intenciones hablar de su hermana Imre en una entrevista de trabajo, ni siquiera recordaba si Devoss sabía de su existencia—. Mi lugar está en la ciudad... ¿Dónde si no vería termas de fuego? Puede que Ofiuco Aquae sea de esos lugares que me recuerden a dónde pertenezco —remató con cierto optimismo.

Y como si el destino quisiera marcar sus palabras, Dama Diurna presionó una runa de activación y trajo consigo su propio volcán. Los ojos de Ruth chisporrotearon como ascuas y sin poder evitarlo se acercó hasta el borde de la piscina, recreándose en el aire ardiente y el humo. Aquel era su elemento.

—Joder... —rio, sin contener una risa que pareció bailar al son del propio fuego. La demonio cerró los ojos, dejándose envolver por el olor a azufre y disfrutando de la sensación que le provocaba el toque de las llamas en su mano extendida. Como ya sabía el contacto solo le produjo cosquillas. No fue hasta que sintió unas patitas descender por su antebrazo que decidió no demorarse más y abrió los ojos de par en par. Una de las salamandras trataba de arrojarse de cabeza a la piscina pero fue cogida a tiempo por la cola mientras se rebelaba con torpeza. Sus escamas cambiaban de amarillo a naranja con urgencia—. ¡Perdón! Las pequeñajas acuden a la fuente de calor más cercana.

Una vez resguardó el diablillo en su interior se alejó, le apetecía probar y meter todo el cuerpo entero pero lo consideraba una falta de respeto ante lo que asumía se trataba solo de una demostración.

—Y dicen por ahí que el cielo está bien —bromeó. Ella escogería siempre el infierno—. Gracias, ha sido muy guay.

En cierta manera le sorprendió y no lo hizo cuando Ruth confesó haber aprendido a hacer amigos en la ciudad. No tanto por la demonio en sí, a la que no conocía lo suficiente como para hacer un juicio como ese, sino más por sus similitudes con su propia experiencia. En Londres podía contar con los dedos de una mano las personas a las que le importaba y que le importaban y le sobraban dedos, pero en Rocavaracolia había aprendido realmente sobre la amistad. Y ahora sonaba como uno de esos animes que se habían traído de la Tierra.

-Bastante común tener amigos de esos en este sitio -comentó amistosamente imaginando que se refería a alguna peculiaridad de carácter de su transformación-. Si no sientes la necesidad de volver, tampoco estás obligada. Pero a veces viene bien para cerrar etapas. Incluso si no hay personas con las que cerrarlas. Volver no te hará pertenecer menos aquí, pero eres libre de tomar las termas como ancla si eso te hace sentir más segura.

No es que Wen se considerara una experta, pero ciertamente a ella la experiencia le había ayudado a hacer las paces con su humanidad y su lugar en Rocavarancolia, por lo que esperaba que su consejo pudiera, de alguna manera, ayudar a Ruth también.

Cuando la salamandra saltó del brazo de la demonio, la vouivre apenas dio un respingo, ya que, aunque no se había esperado el movimiento, era bastante buena controlando sus reacciones.

-Vamos a dejar entonces que vuelvas a ser la mejor fuente de calor -respondió mientras apagaba la terma para que el fuego, así como todos los elementos ambientales, desaparecieran-. Luego si quieres podemos volver y repasar todo el catálogo, pero creo que como ejemplo ha sido suficiente por el momento -explicó haciendo un gesto con la mano para que Ruth saliera de la habitación delante de ella-. Vamos a pasar ahora a la barra y a la zona de servicio. Si tienes alguna duda o interés en ver algo concreto, dímelo -siguió mientras la guiaba por el porche hacia el lado contrario por el que habían venido, bastante animada por las reacciones de Ruth a todo lo que le enseñaba.

—Caray, y que lo digas —le concedió a la mujer con una sonrisa de buena gana. Su concepto de amistad no había sido alterado al viajar a la ciudad por el mero hecho de que nunca tuvo un esbozo muy claro de lo que era tener amigos. En cierta manera Ruth comenzaba a aprender a andar en esos terrenos por primera vez, puede que por eso le resultara más natural que sus allegados fueran personas extraordinarias. Se imaginaba que para la mayoría de ciudadanos sería igual, cualquier amigo podía destruir un edificio, hacer maravillas... o devorar a alguien.

Las siguientes palabras de Dama Diurna la dejaron un poco taciturna. La isrealita asintió, sin poder evitar que las mechas de fuego de su cabello y la llama de su cola se apaciguaran un poco. ¿Le quedaba alguien para cerrar etapas? ¿Estaría dispuesta Imre a hablar con ella? ¿Y para qué? Nunca le perdonaría haberla abandonado. Era mejor que conservara su memoria borrada y fuera feliz a saber que su hermana diabólica invocaba a los demonios que los judíos tanto temían.

—Es complicado... —admitió, su tono de voz indicaba que agradecía su consejo. Sin embargo no continuó hablando de ello porque no quería saturar a una desconocida con sus problemas. Ni quería dar una mala imagen.

Con disposición la israelita se dejaría guiar por las instalaciones, sintiendo una punzada de pena por ver cómo el fuego y los elementos ambientales dejaban un vacío programado.

—Allá vamos —se animó así misma, resolutiva y con ganas de ver qué es lo que aquel día le tenía deparado.

"Siempre lo es" pensó para sus adentros, pero no dijo nada. El comentario no ayudaría en absoluto a la demonio y probablemente tampoco le diría nada que no supiera de antemano. Incluso si la mayoría habían hecho de Rocavarancolia su hogar y habían hecho las paces con la idea de que ese era su lugar, todos ellos habían sido secuestrados de sus mundos, sacados a la fuerza con engaños incluso si algunos de ellos habían aceptado ir de buena gana. Incluso si la adaptación a la ciudad había sido más fácil que difícil, siempre podía quedar algo que entorpeciera el camino.

-Por aquí -le indicó, alejándose de la zona de aguas por fin.

Igual que había hecho con las estancias anteriores, Wen guió a la israelita por la zona de servicio, entrando por las puertas ocultas que usaban los trabajadores para poder enseñarle el almacén, la zona de descanso, dónde se almacenaba y se preparaba todo, y la barra. Aunque la demonio tendría ayuda durante las primeras semanas de trabajo, la vouivre no escatimó en explicaciones para que se fuera familiarizando con el entorno y pudiera plantear tantas preguntas como le fueran surgiendo.

El recorrido terminó indicándole por dónde se accedía a su despacho, aunque no se lo enseñó, y explicándole que las escaleras de caracol en la zona de servicio eran el acceso a los apartamentos de arriba, actualmente ocupados por sus trabajadores.

-Esto sería todo por el momento -concluyó guiándola de nuevo a la zona de reuniones, a donde Virgo les siguió con la carpeta que contenía el contrato-. Si estás lista, puedes firmar el contrato ahora y empezar mañana mismo, o puedes tomarte unos días si los necesitas -explicó ofreciéndole el contrato por si quería volver a revisarlo por su cuenta-. El primer día tendrás que reportarte directamente conmigo para que te añada al sistema de seguridad que no permite usar determinadas puertas a nadie que no sea personal y te asignaré a Nekkar. Durante las primeras semanas serás su sombra. Aprenderás de él todo lo que tienes que saber para hacer tu trabajo y cuando considere que estás preparada, podrás elegir el horario que más te convenga. Quizás te secuestre algún día para que revises conmigo el sistema rúnico que calienta el agua por si podemos ver alguna manera de mejorarlo, pero principalmente estarás con él. Cualquier pregunta que te surja se la puedes hacer, pero Virgo y yo estaremos a tu disposición también para lo que nos necesites.

Ruth viajó por todas las instalaciones de las termas siempre unos pasos detrás de Dama Diurna. Los establecimientos que quedaban pertenecían a una parcela menos recreativa como la zona de descanso y el almacén, pero eso no significaba que impresionara menos. Lo que más le gustó antes de finalizar el recorrido fue la barra pues se imaginó atendiendo a los clientes con una sonrisa y sin ansiedad social. Menuda realidad paralela.

La israelita saludó a Virgo de nuevo al llegar a la zona de reuniones, la carpeta que sujetaba en las manos desató nervios crecientes en su estómago y las palabras de la que sería su nueva jefa aumentaron la sensación por mucho que fueran concretas y dejaran pocas o ninguna dudas en el aire.

—Vale, seré la sombra de Nekkar y puedes secuestrarme para echarle un vistazo al sistema rúnico que calienta el agua —bromeó, repitiendo las palabras en alto para cerciorarse de que eran correctas—. Lo pillo, además no me importa empezar mañana —la demonio de fuego alzó el bolígrafo y sintió toda una corriente de energía recorrer su cuerpo. Su futuro comenzaba ahí—. Está hecho.

Le tendió el contrato con un pequeño temblor en los dedos y las llamas de su cabello crepitando con intensidad. Se podía leer perfectamente su nombre tejido en la firma con letras picudas y chatas.

—Daré la talla, soy una tía muy cabezota para estas cosas —se cruzó de brazos. El fulgor de su cola parecía igual de conforme que ella.