Sede de los Taumaturgos
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Sede de los Taumaturgos
02/08/11, 06:38 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Refugio para neotransformados. Se trata de un minarete de madera rojiza de cinco plantas decorado con cenefas y arabescos. El interior es amplio principalmente iluminado por antorchas. Se divide en dependencias individuales donde imperan los muebles de madera ignífuga, los colores cálidos y el cuero. También hay áreas comunes como una cocina, dos salas de entrenamiento bien equipadas, un pequeño estudio y un salón decorado con tapices que narran batallas importantes de la historia de la ciudad.
Los pomos de las puertas de los cuartos ocupados se vuelven de color rojo y una placa con el nombre de la o las personas que lo ocupan aparece en medio de la puerta.
Los pomos de las puertas de los cuartos ocupados se vuelven de color rojo y una placa con el nombre de la o las personas que lo ocupan aparece en medio de la puerta.
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- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Sede de los Taumaturgos
21/04/24, 01:55 am
Tayron no estaba haciendo un buen trabajo insultándole como australiano. Eso de cabalgar arañas y pelear con canguros sonaba bastante más guay que fumar porros.
—Pf, al menos tenemos cosas resaltables. No puedo decir lo mismo de vuestro país. ¿De dónde es que eras, perdona…?
Aunque muy bien colada en burla, la duda era genuina. Le tiraba más belga que holandés, pero cuando estabas en Rocavarancolia aprendías a ver a la gente por sus planetas, no por sus nacionalidades. Todo su paripé tuvo resultado, porque visto el careto de empanado que se le quedó a Tay antes de reirse estaba claro que no se lo había esperado. Si es que era un actor fantástico. Le dedicó un par de risas más, contagiado, necesitando aire y pausa antes de ofenderse. Su cola de tigre le golpeó la pierna un par de veces, adelantándose a su queja.
—Eh, ¡eeeh! Fatal no estoy, me hago muy guapo todas las mañanas —recriminó con una amplia sonrisa, apartando la cola en arco para verle—. ¿Cómo no te lo ibas a creer, si lo decía en serio? —bromeó. Luego se encogió de hombros tras él, asintiendo un par de veces con las cejas arqueadas en un silencioso “touché”—. O una hiena pequeñita y silenciosa… —añadió, aguantándose la risita.
Lo que no se esperaba es que Tayron le devolviese la pelota. El cambiante se había adueñado de su cama como si tal cosa, pero ver al otro cambiar la actitud por una más “pimp” (y encima sin camiseta) le hizo ganar una densa consciencia de dónde y con quien estaba. Rio prudencial mientras tanteaba terreno, considerando hasta que punto podía seguir la broma y hasta cual era excesiva. Por cambiante que fuera para algunas cosas Rox tenía una mente sencilla: a menos que tuviera una salida más resultona, si le decían “no hay huevos” estaba obligado a demostrar lo contrario.
—¿Sabes que antes de que cerraran el burdel al cambiante lo pagaban más caro? —dijo irguiéndose sobre sus codos, sosteniéndole la mirada a Tayron con expresión orgullosa, nada acobardado—. Y te preguntarás, ¿por qué? —continuó con voz suave. Un bufido brusco, sin embargo, le interrumpió—. Bueno, si te lo preguntas es porque eres tonto sinceramente. Joder, para no saber porqué. Ejem —carraspeó con un sonido un poco más convincente—. El caso es… —retomó el tono aterciopelado, y ganando altura al erguirse se apartó la manga izquierda de la camisa, liberando un hombro—, que este cuerpo vale más que otros... —hizo lo mismo con el derecho, dejando caer la prenda a su espalda—. Entiende que no es lo mismo verte a ti sin ropa que a mi… ¡Peeeero!
Sus dedos se aferraron al borde de su camiseta interior oscura, jugueteando con ella como si fuera parte del teatro mientras pensaba que hacer. Era lo que separaba el seguirle la corriente y quedarse tan pecho-playa como él o decirle que se fastidiara. Ambos resultados tenían su aquel.
—Estoy en tu cuarto, soy un invitado, al final he entrado aquí sin pedir permiso… y eso está muy feo. ¡Pero no me has echado! Y me has contado cosas sobre Arcan, hemos estado de buen rooollo… —ladeó la cabeza, sonriente, ligeramente ruborizado por la espectativa—, y encima ¡voy y te falto el respeto con una cola de puntos en vez de rayas! —su cola ya corregida se puso tiesa, como un signo de exclamación—. Pero eh, me has perdonado. Supongo que podría hacer una excepción por esta vez… —le señaló—. ¡Pero no te acostumbres, que sigo siendo un modelo caro!
Cruzó las manos sobre la tela -derecha en el borde izquierdo, izquierda en el borde derecho- y se quitó la camiseta en cuestión de segundos, echándola atrás junto su camisa de cuadros. Sin gracia ni sensualidad alguna se dejó caer de vuelta al colchón con los brazos extendidos, tumbado sobre sus prendas.
—Hale, ya está. ¿Te gustan mis cicatrices?
A parte de la runa de vestir había pillado el gusto a llenarse el cuerpo de tatuajes (cuello, hombros, brazos, pecho…) pero al haber pasado la noche convertido en guepardo esta vez no había tenido tiempo de hacerse ninguno- o casi ninguno: a la altura de su cintura, antes del pantalón y del lado que más cerca quedaba de Tayron había una mano garabateada en línea gruesa, un “ok” inverso. Si Tay lo miraba, Rox añadiría con voz firme:
—Achante.
Y le metería su respectiva hostia.
Le podía seguir el juego, sí, pero también bajo sus propios términos.
—Pf, al menos tenemos cosas resaltables. No puedo decir lo mismo de vuestro país. ¿De dónde es que eras, perdona…?
Aunque muy bien colada en burla, la duda era genuina. Le tiraba más belga que holandés, pero cuando estabas en Rocavarancolia aprendías a ver a la gente por sus planetas, no por sus nacionalidades. Todo su paripé tuvo resultado, porque visto el careto de empanado que se le quedó a Tay antes de reirse estaba claro que no se lo había esperado. Si es que era un actor fantástico. Le dedicó un par de risas más, contagiado, necesitando aire y pausa antes de ofenderse. Su cola de tigre le golpeó la pierna un par de veces, adelantándose a su queja.
—Eh, ¡eeeh! Fatal no estoy, me hago muy guapo todas las mañanas —recriminó con una amplia sonrisa, apartando la cola en arco para verle—. ¿Cómo no te lo ibas a creer, si lo decía en serio? —bromeó. Luego se encogió de hombros tras él, asintiendo un par de veces con las cejas arqueadas en un silencioso “touché”—. O una hiena pequeñita y silenciosa… —añadió, aguantándose la risita.
Lo que no se esperaba es que Tayron le devolviese la pelota. El cambiante se había adueñado de su cama como si tal cosa, pero ver al otro cambiar la actitud por una más “pimp” (y encima sin camiseta) le hizo ganar una densa consciencia de dónde y con quien estaba. Rio prudencial mientras tanteaba terreno, considerando hasta que punto podía seguir la broma y hasta cual era excesiva. Por cambiante que fuera para algunas cosas Rox tenía una mente sencilla: a menos que tuviera una salida más resultona, si le decían “no hay huevos” estaba obligado a demostrar lo contrario.
—¿Sabes que antes de que cerraran el burdel al cambiante lo pagaban más caro? —dijo irguiéndose sobre sus codos, sosteniéndole la mirada a Tayron con expresión orgullosa, nada acobardado—. Y te preguntarás, ¿por qué? —continuó con voz suave. Un bufido brusco, sin embargo, le interrumpió—. Bueno, si te lo preguntas es porque eres tonto sinceramente. Joder, para no saber porqué. Ejem —carraspeó con un sonido un poco más convincente—. El caso es… —retomó el tono aterciopelado, y ganando altura al erguirse se apartó la manga izquierda de la camisa, liberando un hombro—, que este cuerpo vale más que otros... —hizo lo mismo con el derecho, dejando caer la prenda a su espalda—. Entiende que no es lo mismo verte a ti sin ropa que a mi… ¡Peeeero!
Sus dedos se aferraron al borde de su camiseta interior oscura, jugueteando con ella como si fuera parte del teatro mientras pensaba que hacer. Era lo que separaba el seguirle la corriente y quedarse tan pecho-playa como él o decirle que se fastidiara. Ambos resultados tenían su aquel.
—Estoy en tu cuarto, soy un invitado, al final he entrado aquí sin pedir permiso… y eso está muy feo. ¡Pero no me has echado! Y me has contado cosas sobre Arcan, hemos estado de buen rooollo… —ladeó la cabeza, sonriente, ligeramente ruborizado por la espectativa—, y encima ¡voy y te falto el respeto con una cola de puntos en vez de rayas! —su cola ya corregida se puso tiesa, como un signo de exclamación—. Pero eh, me has perdonado. Supongo que podría hacer una excepción por esta vez… —le señaló—. ¡Pero no te acostumbres, que sigo siendo un modelo caro!
Cruzó las manos sobre la tela -derecha en el borde izquierdo, izquierda en el borde derecho- y se quitó la camiseta en cuestión de segundos, echándola atrás junto su camisa de cuadros. Sin gracia ni sensualidad alguna se dejó caer de vuelta al colchón con los brazos extendidos, tumbado sobre sus prendas.
—Hale, ya está. ¿Te gustan mis cicatrices?
A parte de la runa de vestir había pillado el gusto a llenarse el cuerpo de tatuajes (cuello, hombros, brazos, pecho…) pero al haber pasado la noche convertido en guepardo esta vez no había tenido tiempo de hacerse ninguno- o casi ninguno: a la altura de su cintura, antes del pantalón y del lado que más cerca quedaba de Tayron había una mano garabateada en línea gruesa, un “ok” inverso. Si Tay lo miraba, Rox añadiría con voz firme:
—Achante.
Y le metería su respectiva hostia.
Le podía seguir el juego, sí, pero también bajo sus propios términos.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Sede de los Taumaturgos
23/04/24, 08:28 pm
Alzó las cejas con incredulidad. Una sonrisa a medias que aceptaba la burla de la misma forma que escondía un poco de ofensa. ¿Le preguntaba de verdad o se estaba haciendo el tonto?
—Te has tomado muy en serio el papel de machirulo... ya ni siquiera me escuchas cuando hablo... —contraatacó, adoptando de nuevo su postura de damisela abrumada a pesar de no recordar del todo si había mencionado Bélgica como su hogar de origen alguna vez—. Soy de Wisconsin... ¿De dónde si no? También de los hippies que se afirman como "ciudadanos del mundo" —entrecomilló al aire—. Ciudadano de todas las mujeres... y hombres... no discrimino —el comentario casposo le hizo bufar antes de que Rox se tomara demasiado en serio su reto. No sería él quien se quejara, no obstante.
El lémur aguantó la risita por la pulla de la hiena, pero guardó silencio controlando una respiración impaciente y observando con detenimiento como el cambiante se hacía con el ambiente de la habitación. Los labios del belga se curvaron un poco por lo divertido de la interpretación, pero no demasiado, no más de algún quejido risueño o un golpecito de vuelta a los que recibía del australiano. Cuando el chico dejó la interrogante en el aire de por qué los que poseían su transformación eran mas cotizados en el mercado Tayron echó la cabeza hacia atrás con un carraspeo ronco y apresurado.
—¿Por qué? —exigió. Su tono de voz indicaba que sabía la respuesta pero deseaba que el secreto escapara de su boca, como ocurrió un instante después. Ladeó la cabeza al compás de Rox sin imitar al completo su expresión sonriente. No es que no lo estuviera disfrutando, pero una parte de él le pinzaba la piel a modo de recordatorio. Sentía una culpabilidad ligera precisamente por eso, por estar disfrutándolo. Y no quería aprovecharse de la situación por si su amigo desconocía lo... bueno... lo mucho que perturbaba sus sentidos—. Sí... la verdad, ha estado muy feo eso de que me faltes el respeto —le siguió la corriente, igual de pendiente de la tela que aún cobijaba su cuerpo que de la lucha encarnizada que se daba en su mente. Al final ganó el dejarse llevar, aunque fuera por egoísmo. Si Rox pensaba que sus bromas nunca maquillaban sus miradas de arriba a abajo es que el tonto era él.
El medio conjuro se rompió de manera abrupta en cuanto la prueba quedó más que superada, especialmente cuando su atención se detuvo en la mano garabateada que portaba su cintura.
—¡Pero serás imbécil! —gruñó con la hostia recibida al achante. Se dispuso a devolvérsela con el ceño fruncido pero con una sonrisa de oreja a oreja mientras decía—. ¿Qué has comido hoy? ¿Payaso? Estás más graciosillo de lo normal —la mitad de su querella particular enmascaraba verdadero fastidio. Tras rebajar la carga de intensidad ahora resultaba más extraño si se paraba a contemplar su torso.
Lo cierto es que lo hizo de todas formas.
Suspiró llevándose la mano al rostro para ocultar lo obvio de su debate. Joder, es que estaba muy bien. Estaba bueno que te cagas y encima le hacía olvidar toda la mierda que últimamente les rodeaba. ¿Sería tan malo si...?
Al carajo. Iba a ser todo lo caradura que pudiera. Estaban en su cuarto... ¿no? Si quería podía marcharse. Pero allí estaban los dos. Sin camiseta. Y en una tesitura que amenazaba con apretarle el pantalón.
Tayron recortó distancias en una cama ya de por sí pequeña, abrió las piernas para que estas abrazaran al cambiante sin llegar a tocarle y le miró desde abajo, los morados de su pecho contra el tapiz casi liso de quien le tenía tanto contra las cuerdas.
—Eh y dime... —no temía mirarle a los ojos ni trataba de ser seductor, aunque se apartó un mechón esmeralda y negro de la frente para poder verle con más claridad. Simplemente fue él, sin artimañas ni dobles intenciones porque sus intenciones ocupaban ahora el primer plano—. ¿El modelo caro es exclusivo? —relajó los hombros para darle algo de margen al martilleo de su pecho. Los dedos negros del lémur acariciaron con suavidad la costilla del cambiante -si es que este no se había apartado ya- sin reparar en el frío metálico que pudiera sentir por el roce de su anillo—. Estaría bien saberlo —argumentó ahora con más ligereza, los ojos amarillos sin despegarse de los suyos. No sabía por qué pero sentía seguridad en la firmeza de su postura, casi desafiante—. Porque yo ya no estoy jugando.
Apostaba la casa.
—Te has tomado muy en serio el papel de machirulo... ya ni siquiera me escuchas cuando hablo... —contraatacó, adoptando de nuevo su postura de damisela abrumada a pesar de no recordar del todo si había mencionado Bélgica como su hogar de origen alguna vez—. Soy de Wisconsin... ¿De dónde si no? También de los hippies que se afirman como "ciudadanos del mundo" —entrecomilló al aire—. Ciudadano de todas las mujeres... y hombres... no discrimino —el comentario casposo le hizo bufar antes de que Rox se tomara demasiado en serio su reto. No sería él quien se quejara, no obstante.
El lémur aguantó la risita por la pulla de la hiena, pero guardó silencio controlando una respiración impaciente y observando con detenimiento como el cambiante se hacía con el ambiente de la habitación. Los labios del belga se curvaron un poco por lo divertido de la interpretación, pero no demasiado, no más de algún quejido risueño o un golpecito de vuelta a los que recibía del australiano. Cuando el chico dejó la interrogante en el aire de por qué los que poseían su transformación eran mas cotizados en el mercado Tayron echó la cabeza hacia atrás con un carraspeo ronco y apresurado.
—¿Por qué? —exigió. Su tono de voz indicaba que sabía la respuesta pero deseaba que el secreto escapara de su boca, como ocurrió un instante después. Ladeó la cabeza al compás de Rox sin imitar al completo su expresión sonriente. No es que no lo estuviera disfrutando, pero una parte de él le pinzaba la piel a modo de recordatorio. Sentía una culpabilidad ligera precisamente por eso, por estar disfrutándolo. Y no quería aprovecharse de la situación por si su amigo desconocía lo... bueno... lo mucho que perturbaba sus sentidos—. Sí... la verdad, ha estado muy feo eso de que me faltes el respeto —le siguió la corriente, igual de pendiente de la tela que aún cobijaba su cuerpo que de la lucha encarnizada que se daba en su mente. Al final ganó el dejarse llevar, aunque fuera por egoísmo. Si Rox pensaba que sus bromas nunca maquillaban sus miradas de arriba a abajo es que el tonto era él.
El medio conjuro se rompió de manera abrupta en cuanto la prueba quedó más que superada, especialmente cuando su atención se detuvo en la mano garabateada que portaba su cintura.
—¡Pero serás imbécil! —gruñó con la hostia recibida al achante. Se dispuso a devolvérsela con el ceño fruncido pero con una sonrisa de oreja a oreja mientras decía—. ¿Qué has comido hoy? ¿Payaso? Estás más graciosillo de lo normal —la mitad de su querella particular enmascaraba verdadero fastidio. Tras rebajar la carga de intensidad ahora resultaba más extraño si se paraba a contemplar su torso.
Lo cierto es que lo hizo de todas formas.
Suspiró llevándose la mano al rostro para ocultar lo obvio de su debate. Joder, es que estaba muy bien. Estaba bueno que te cagas y encima le hacía olvidar toda la mierda que últimamente les rodeaba. ¿Sería tan malo si...?
Al carajo. Iba a ser todo lo caradura que pudiera. Estaban en su cuarto... ¿no? Si quería podía marcharse. Pero allí estaban los dos. Sin camiseta. Y en una tesitura que amenazaba con apretarle el pantalón.
Tayron recortó distancias en una cama ya de por sí pequeña, abrió las piernas para que estas abrazaran al cambiante sin llegar a tocarle y le miró desde abajo, los morados de su pecho contra el tapiz casi liso de quien le tenía tanto contra las cuerdas.
—Eh y dime... —no temía mirarle a los ojos ni trataba de ser seductor, aunque se apartó un mechón esmeralda y negro de la frente para poder verle con más claridad. Simplemente fue él, sin artimañas ni dobles intenciones porque sus intenciones ocupaban ahora el primer plano—. ¿El modelo caro es exclusivo? —relajó los hombros para darle algo de margen al martilleo de su pecho. Los dedos negros del lémur acariciaron con suavidad la costilla del cambiante -si es que este no se había apartado ya- sin reparar en el frío metálico que pudiera sentir por el roce de su anillo—. Estaría bien saberlo —argumentó ahora con más ligereza, los ojos amarillos sin despegarse de los suyos. No sabía por qué pero sentía seguridad en la firmeza de su postura, casi desafiante—. Porque yo ya no estoy jugando.
Apostaba la casa.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Sede de los Taumaturgos
09/05/24, 11:26 am
Ante sus primeras palabras arrugó la cara con mofa cómo si hubiera chupado un limón, pero no dijo nada más. El tono exigente de su pregunta no fue tan fácil de enterrar, no obstante, siendo uno de esos casos en los que sabes que el silencio te da la desventaja. No es que a Rox le diera miedo ser sugerente o responderle sin pelos ni señales con total sinceridad ("¡pues porque follamos de puta madre!"), pero... ¿Entonces por qué no decía nada? Empezaba a sentirse raro. Y eso que solo era eso, una broma.
Al menos el lémur había pillado otro anzuelo, la tontería del respeto seguida del golpe del achante, una distracción suficiente a la carga de su mirada. No es que no le gustase la atención, era cambiante y modelo, claro...
Su risa explotó con la molestia del otro, haciendo temblar su pecho mientras preparaba la mano para otro golpe mucho más débil que el anterior, una palmada más que otra cosa.
—¿Payaso? —objetó en cuanto tuvo aire, examinando a Tayron rapidamente—. Yo no te veo ningún bocado. Bueno, sí, el de la hiena... —rio flojito, la premisa a un chiste que primero le hacía gracia a él—. ¡A lo mejor se te contagió de eso!
Continuó riendo, esta vez entredientes. Si es que se las ponía a huevo. Ahora que bien dicho quien rie último rie mejor, y Rox pronto se quedó con la carcajada estancada en la garganta. De repente tenía a Tayron encima, no literalmente por suerte, un detalle que sin embargo se compensó en su contra con aquella pregunta. Por la tensión de todos sus hilos se sintió como una marioneta desenrredada de la que algún niño está tirando con demasiada fuerza, y el propio lémur vería los nervios reflejados en sus ojos: el color marrón con el que había nacido clareó al gris de sus hilos. Lo mismo pasó allí donde cruzó con su tacto, como si contrariamente los dedos negros del belga tiñeran su piel de blanco. Dio un pequeño respingo por la sorpresa, pero no se apartó.
—¿Exclusivo? —repitió con una sonrisa de supervivencia, riendo en susurro, pero bien se encargó el otro de especificar que no estaba bromeando. Genial. Y él medio desnudo—. ¿A qué te refieres con exclusivo? Porque bueno, creo que soy bastante exclusivo, sí. Por muy cambiante que sea creo que no hay nadie que se me parezca, no...
Sacó el valor de mantenerle la mirada, sonriendo con naturalidad a pesar de estar desestabilizado por dentro. Su respuesta era un salvavidas, a lo mejor estaba ¿malpensando?, pero ni teniendo el cerebro más flexible del mundo se tragaba del todo eso. Las intenciones de Tayron parecían tener un único camino, y quizás por haber sido criado bajo un rol femenino le saltaban tantas alarmas a un momento así con un amigo. Esa vieja intuición, la pegajosa sensación de presa. Sabía que tenía novio, ¿verdad? Y él estaba bien con Milo. Pero...
—Vas a tener que especificar, Tay.
Al menos el lémur había pillado otro anzuelo, la tontería del respeto seguida del golpe del achante, una distracción suficiente a la carga de su mirada. No es que no le gustase la atención, era cambiante y modelo, claro...
Su risa explotó con la molestia del otro, haciendo temblar su pecho mientras preparaba la mano para otro golpe mucho más débil que el anterior, una palmada más que otra cosa.
—¿Payaso? —objetó en cuanto tuvo aire, examinando a Tayron rapidamente—. Yo no te veo ningún bocado. Bueno, sí, el de la hiena... —rio flojito, la premisa a un chiste que primero le hacía gracia a él—. ¡A lo mejor se te contagió de eso!
Continuó riendo, esta vez entredientes. Si es que se las ponía a huevo. Ahora que bien dicho quien rie último rie mejor, y Rox pronto se quedó con la carcajada estancada en la garganta. De repente tenía a Tayron encima, no literalmente por suerte, un detalle que sin embargo se compensó en su contra con aquella pregunta. Por la tensión de todos sus hilos se sintió como una marioneta desenrredada de la que algún niño está tirando con demasiada fuerza, y el propio lémur vería los nervios reflejados en sus ojos: el color marrón con el que había nacido clareó al gris de sus hilos. Lo mismo pasó allí donde cruzó con su tacto, como si contrariamente los dedos negros del belga tiñeran su piel de blanco. Dio un pequeño respingo por la sorpresa, pero no se apartó.
—¿Exclusivo? —repitió con una sonrisa de supervivencia, riendo en susurro, pero bien se encargó el otro de especificar que no estaba bromeando. Genial. Y él medio desnudo—. ¿A qué te refieres con exclusivo? Porque bueno, creo que soy bastante exclusivo, sí. Por muy cambiante que sea creo que no hay nadie que se me parezca, no...
Sacó el valor de mantenerle la mirada, sonriendo con naturalidad a pesar de estar desestabilizado por dentro. Su respuesta era un salvavidas, a lo mejor estaba ¿malpensando?, pero ni teniendo el cerebro más flexible del mundo se tragaba del todo eso. Las intenciones de Tayron parecían tener un único camino, y quizás por haber sido criado bajo un rol femenino le saltaban tantas alarmas a un momento así con un amigo. Esa vieja intuición, la pegajosa sensación de presa. Sabía que tenía novio, ¿verdad? Y él estaba bien con Milo. Pero...
—Vas a tener que especificar, Tay.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Sede de los Taumaturgos
01/07/24, 01:10 pm
La nueva proximidad a la que había reducido al cambiante se tornó lo suficientemente peligrosa como para que el lémur no advirtiera los pequeños cambios que se sucedían en sus hilos más allá del clarear de sus ojos. La realidad es que se encontraba inmerso en aquella sonrisa natural y en el duelo de miradas que parecían mantener. Una escaramuza sin adversarios pero con la misma tensión que se daría si hubiera conocido a Rox la noche anterior y ahora yacieran en su cama sin más pretensiones que seguir la estela de lo imprevisto.
En cierta forma la nueva visión que tenía de su amigo sí le era desconocida y eso le ponía nervioso. Estaba acostumbrado a cruzar bromas y pullas, pero rodearle con las piernas con un juego oculto de palabras de fondo era bien distinto.
Por un instante el respingo hizo que Tayron temiera haber malinterpretado las señales, pero Rox no rehuyó el contacto y eso le arrancó un suspiro de alivio, además de añadir salvaguardas de seguridad con las que planeaba armarse de valor para continuar acariciando su piel con delicadeza. Una delicadeza que no se correspondía con la agitación de su pecho.
Cuando le pidió que especificara echó la cabeza hacia atrás momentáneamente, reprimiendo una risa inquieta por lo cristalina que le parecía la situación de repente. Se le daba demasiado bien hacerse el tonto, pero esa era precisamente una de las cosas que más le atraían de él. Ahora solo quedaba comprobar si se atrevía a girar ese pomo candente y aceptar las consecuencias.
Recuperar la compostura no le resultó difícil una vez dejó de reprimir el ansia de sus deseos. Los ojos amarillos del belga recorrieron los trazos que sus propios dedos negros marcaban, como si al repetir el contacto tratara de asegurarse una vez más de que elegía no retirarse de su lado. No se detuvieron mucho tiempo en su pecho antes de divagar sobre la clavícula y el cuello, para finalmente deshacer todo rastro en el mentón antes de romper el silencio.
—A lo que me refiero... —comenzó, su sonrisa portando un aire travieso y prohibido. Si solo estaba retándolo y pensaba que iba a echarse atrás estaba equivocado. Siempre había tenido una habilidad innata para desconectar de las normas sociales cuando le daba la gana y estaría mintiendo si decía que lamentaba lo que estaba a punto de hacer. En lo que a su mente de chorlito respectaba ahora mismo no existía Milo, ni tampoco unas explicaciones vacías a su espectral novia. Tan solo vibraba con fuerza lo asfixiante de las cuatro paredes de su cuarto y el rubor mudo que sentía si miraba la boca de Rox más segundos de la cuenta—. Me refiero a esto.
A la mierda.
Imagina vivir en una ciudad de muerte y pedir permiso antes que perdón.
Tay se inclinó para quedar a la misma altura pero sin deshacer el abrazo de sus piernas, su cola a rayas danzó a su espalda justo cuando cruzó el campo minado hasta sus labios. Si no se apartaba la mano cálida del lémur descansaría en la nuca del cambiante, sin proporcionarle demasiada fugacidad al beso pero tampoco con parsimonia.
Cerró los ojos. Transportado por la sensación electrizante que le provocaba culminar el juego y seguir las órdenes de sus instintos más bajos. Solo un pequeño quejido que sonó a regusto advirtió lo que opinaba de aquello.
En cierta forma la nueva visión que tenía de su amigo sí le era desconocida y eso le ponía nervioso. Estaba acostumbrado a cruzar bromas y pullas, pero rodearle con las piernas con un juego oculto de palabras de fondo era bien distinto.
Por un instante el respingo hizo que Tayron temiera haber malinterpretado las señales, pero Rox no rehuyó el contacto y eso le arrancó un suspiro de alivio, además de añadir salvaguardas de seguridad con las que planeaba armarse de valor para continuar acariciando su piel con delicadeza. Una delicadeza que no se correspondía con la agitación de su pecho.
Cuando le pidió que especificara echó la cabeza hacia atrás momentáneamente, reprimiendo una risa inquieta por lo cristalina que le parecía la situación de repente. Se le daba demasiado bien hacerse el tonto, pero esa era precisamente una de las cosas que más le atraían de él. Ahora solo quedaba comprobar si se atrevía a girar ese pomo candente y aceptar las consecuencias.
Recuperar la compostura no le resultó difícil una vez dejó de reprimir el ansia de sus deseos. Los ojos amarillos del belga recorrieron los trazos que sus propios dedos negros marcaban, como si al repetir el contacto tratara de asegurarse una vez más de que elegía no retirarse de su lado. No se detuvieron mucho tiempo en su pecho antes de divagar sobre la clavícula y el cuello, para finalmente deshacer todo rastro en el mentón antes de romper el silencio.
—A lo que me refiero... —comenzó, su sonrisa portando un aire travieso y prohibido. Si solo estaba retándolo y pensaba que iba a echarse atrás estaba equivocado. Siempre había tenido una habilidad innata para desconectar de las normas sociales cuando le daba la gana y estaría mintiendo si decía que lamentaba lo que estaba a punto de hacer. En lo que a su mente de chorlito respectaba ahora mismo no existía Milo, ni tampoco unas explicaciones vacías a su espectral novia. Tan solo vibraba con fuerza lo asfixiante de las cuatro paredes de su cuarto y el rubor mudo que sentía si miraba la boca de Rox más segundos de la cuenta—. Me refiero a esto.
A la mierda.
Imagina vivir en una ciudad de muerte y pedir permiso antes que perdón.
Tay se inclinó para quedar a la misma altura pero sin deshacer el abrazo de sus piernas, su cola a rayas danzó a su espalda justo cuando cruzó el campo minado hasta sus labios. Si no se apartaba la mano cálida del lémur descansaría en la nuca del cambiante, sin proporcionarle demasiada fugacidad al beso pero tampoco con parsimonia.
Cerró los ojos. Transportado por la sensación electrizante que le provocaba culminar el juego y seguir las órdenes de sus instintos más bajos. Solo un pequeño quejido que sonó a regusto advirtió lo que opinaba de aquello.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Sede de los Taumaturgos
03/07/24, 12:48 pm
Quería morirse. Quería morirse y salir pitando, pero ahí estaba, aguardando quien sabe qué. Tayron era un tío con señales tan discretas como los anillos azules de un pulpo venenoso, si no le había detenido ya era por una mezcla de miedo a aceptar que aquello estaba pasando, porque sería echar por tierra la relación que compartían y… y porque estaba de buen ver, qué coño. Pero… no de todo tenía el otro la culpa. No. No era solo eso.
Es posible que tras transformarse en cambiante hubiera desarrollado una piiizca de narcicismo. Ser tan atractivo como se le antojase y verse bien molaba, pero saber que gustaba a la gente, sentirse deseado… eso era adictivo. Especialmente cuando aquel al que había cautivado era un chaval al que perfectamente habría creído hetero que no conocía su pasado ni trayectoria como chico trans. Su dilemas con el género le habían creado ciertos complejos menores que dado a su carácter no externalizaba, pero verlos derretidos de un plumazo era, como poco, un chute durísimo de validación.
Eso no significaba que no quisiera morirse.
Igual de inútil que un cervatillo que ha sido encontrado por el lobo, Rox aguardó agazapado por su final. No evitaría que se lo comiesen, y puede que en el fondo hasta quisiera, pero tampoco sabía que más hacer, a tal punto que cuando los dedos de Tayron ascendieron por su pecho, clavícula y cuello, el aire quedó apresado en sus pulmones sin poder ir ni para atrás ni para adelante. Temía que de exhalar se formase un suspiro, y ya bastante problemático era estar dejándose hacer como para encima demostrar que estaba disfrutando de su tacto. Quizás Tayron se cansase, quizás en el último minuto se riese de él y todo pasase por un bro-momento muy hijo de puta por la coña. "¡Ja, qué te creías, ¿qué te iba a besar, maricón?!” Habría estado bien. Podría pegarle, cagarse en sus muertos, llamarle maricón también y- ¿Por qué no podía el lémur ser menos valiente?
Ganaron las malas ideas. Rox cerró los ojos cuando la cercanía fue inmediata, y cuando el tacto de la mano en su nuca y el calor de sus labios inundó sus sentidos, suspiró algo parecido al alivio. Igual que da más susto la cola de una montaña rusa que la atracción en sí, a Rox se le fundieron los miedos y desconectó los sentimientos cuando simplemente pasó. Hecho el pecado, ¿por qué no disfrutarlo? Había tenido alguna que otra fantasía con Tay, pero cosas totalmente circunstanciales, nada serio. Ahora no obstante, todas y cada una de ellas clamaban en harmonía. Al quejido de Tay se sumó uno propio, y aunque su corazón estaba haciendo parkour en su pecho y sus labios respondieran con anhelo, la nube sobre la que flotaba resultó ser tan efímera como una de verdad. En cuestión de un par de segundos la realidad rompió contra él. Gracias al dolor físico de sus nudillos, cerrados a las sábanas como si su vida dependiera de ello, fue consciente de muchas cosas. Demasiadas.
Estaba besando a Tayron. Su amigo. En su cuarto. En su cama. Medio desnudos. Tenía novio.
El nudo de piernas se deshizo cuando se echó para atrás, tan torpe y acelerado como si acabara de despertar de un mal sueño, tan abrupto que casi cae de la cama. Rox estaba pálido, no por un bajón sino todo lo contrario: estaba tan ruborizado que parecía anémico. Si su sangre fuera roja ahora mismo brillaría como una condenada gamba, y eso que ni siquiera era tan blanco para ponerse de ese color. De golpe, como una sepia usando camuflaje, la consciencia de arder por todas partes tiñó carmesí su rostro, orejas y hasta sus hombros. Se puso de pie, salvando su ropa arrugada del borde de la cama.
—Mierda —masculló—. No, yo-… mierda. Lo siento. No. Voy a- No. Tengo que- joder, mierda —sus palabras salieron a trompicones antes de guardar silencio, según se echaba la camisa encima con urgencia y buscaba algo en el suelo, como las razones para lo que había hecho. Ojalá pudiera recoger los mil trozos en los que se había roto su dignidad. Estaba jodido.
Al darse cuenta de que no había venido con nada más se echó el pelo para atrás, agitado, intentando aparentar calma mientras le daba la espalda al lémur. Por supuesto no pudo engañarse a sí mismo. Pensándolo bien podría haber seguido adelante, le dijo una vocecilla en su consciencia. Ya la había cagado, ¿no? Podía darse la vuelta, sentarse en sus piernas, volver a besarle, apretar contra su cintura y terminar de hacerlo... “mierda”. Los pensamientos intrusivos le tenían los pies pegados al suelo. No obstante el peso de su actos tiraba con hiriente fuerza. ¿Como podía tener tanto miedo del tiro que él mismo se había pegado?
—Hablamos- hablamos luego —un paso. Dos, tres, cuatro. Se detuvo antes de coger el pomo. Le había gustado, y lo que es peor, le habría gustado que fuera más largo. Pero… se volteó para mirarlo. La imagen del chico con el torso desnudo le hizo tragar saliva y pensar, no necesariamente buenas ideas. No. No era tan tarde. Resopló ruidosamente—. Tay... —apretó los labios—. Mierda tío. ¿Qué ha sido eso?
Nunca había sido infiel, y hasta ahora al menos no se había imaginado siéndolo. “Yo no soy así”. Pero lo había sido, y ahora no sabía como sentirse ni con que cara mirar a nadie. No por pasivo era menos culpable.
Y lo peor de todo es que, aún en su cóctel de sentimientos, no se sentía satisfecho.
Es posible que tras transformarse en cambiante hubiera desarrollado una piiizca de narcicismo. Ser tan atractivo como se le antojase y verse bien molaba, pero saber que gustaba a la gente, sentirse deseado… eso era adictivo. Especialmente cuando aquel al que había cautivado era un chaval al que perfectamente habría creído hetero que no conocía su pasado ni trayectoria como chico trans. Su dilemas con el género le habían creado ciertos complejos menores que dado a su carácter no externalizaba, pero verlos derretidos de un plumazo era, como poco, un chute durísimo de validación.
Eso no significaba que no quisiera morirse.
Igual de inútil que un cervatillo que ha sido encontrado por el lobo, Rox aguardó agazapado por su final. No evitaría que se lo comiesen, y puede que en el fondo hasta quisiera, pero tampoco sabía que más hacer, a tal punto que cuando los dedos de Tayron ascendieron por su pecho, clavícula y cuello, el aire quedó apresado en sus pulmones sin poder ir ni para atrás ni para adelante. Temía que de exhalar se formase un suspiro, y ya bastante problemático era estar dejándose hacer como para encima demostrar que estaba disfrutando de su tacto. Quizás Tayron se cansase, quizás en el último minuto se riese de él y todo pasase por un bro-momento muy hijo de puta por la coña. "¡Ja, qué te creías, ¿qué te iba a besar, maricón?!” Habría estado bien. Podría pegarle, cagarse en sus muertos, llamarle maricón también y- ¿Por qué no podía el lémur ser menos valiente?
Ganaron las malas ideas. Rox cerró los ojos cuando la cercanía fue inmediata, y cuando el tacto de la mano en su nuca y el calor de sus labios inundó sus sentidos, suspiró algo parecido al alivio. Igual que da más susto la cola de una montaña rusa que la atracción en sí, a Rox se le fundieron los miedos y desconectó los sentimientos cuando simplemente pasó. Hecho el pecado, ¿por qué no disfrutarlo? Había tenido alguna que otra fantasía con Tay, pero cosas totalmente circunstanciales, nada serio. Ahora no obstante, todas y cada una de ellas clamaban en harmonía. Al quejido de Tay se sumó uno propio, y aunque su corazón estaba haciendo parkour en su pecho y sus labios respondieran con anhelo, la nube sobre la que flotaba resultó ser tan efímera como una de verdad. En cuestión de un par de segundos la realidad rompió contra él. Gracias al dolor físico de sus nudillos, cerrados a las sábanas como si su vida dependiera de ello, fue consciente de muchas cosas. Demasiadas.
Estaba besando a Tayron. Su amigo. En su cuarto. En su cama. Medio desnudos. Tenía novio.
El nudo de piernas se deshizo cuando se echó para atrás, tan torpe y acelerado como si acabara de despertar de un mal sueño, tan abrupto que casi cae de la cama. Rox estaba pálido, no por un bajón sino todo lo contrario: estaba tan ruborizado que parecía anémico. Si su sangre fuera roja ahora mismo brillaría como una condenada gamba, y eso que ni siquiera era tan blanco para ponerse de ese color. De golpe, como una sepia usando camuflaje, la consciencia de arder por todas partes tiñó carmesí su rostro, orejas y hasta sus hombros. Se puso de pie, salvando su ropa arrugada del borde de la cama.
—Mierda —masculló—. No, yo-… mierda. Lo siento. No. Voy a- No. Tengo que- joder, mierda —sus palabras salieron a trompicones antes de guardar silencio, según se echaba la camisa encima con urgencia y buscaba algo en el suelo, como las razones para lo que había hecho. Ojalá pudiera recoger los mil trozos en los que se había roto su dignidad. Estaba jodido.
Al darse cuenta de que no había venido con nada más se echó el pelo para atrás, agitado, intentando aparentar calma mientras le daba la espalda al lémur. Por supuesto no pudo engañarse a sí mismo. Pensándolo bien podría haber seguido adelante, le dijo una vocecilla en su consciencia. Ya la había cagado, ¿no? Podía darse la vuelta, sentarse en sus piernas, volver a besarle, apretar contra su cintura y terminar de hacerlo... “mierda”. Los pensamientos intrusivos le tenían los pies pegados al suelo. No obstante el peso de su actos tiraba con hiriente fuerza. ¿Como podía tener tanto miedo del tiro que él mismo se había pegado?
—Hablamos- hablamos luego —un paso. Dos, tres, cuatro. Se detuvo antes de coger el pomo. Le había gustado, y lo que es peor, le habría gustado que fuera más largo. Pero… se volteó para mirarlo. La imagen del chico con el torso desnudo le hizo tragar saliva y pensar, no necesariamente buenas ideas. No. No era tan tarde. Resopló ruidosamente—. Tay... —apretó los labios—. Mierda tío. ¿Qué ha sido eso?
Nunca había sido infiel, y hasta ahora al menos no se había imaginado siéndolo. “Yo no soy así”. Pero lo había sido, y ahora no sabía como sentirse ni con que cara mirar a nadie. No por pasivo era menos culpable.
Y lo peor de todo es que, aún en su cóctel de sentimientos, no se sentía satisfecho.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Sede de los Taumaturgos
05/07/24, 01:30 pm
Afirmar que aquel momento y aquel beso era lo que siempre había deseado sería faltar a la verdad. Si le hubieran preguntado ayer, justo antes de reventarse a golpes mortales contra un esqueleto esquizofrénico, se aseguraría de que le pellizcaran para comprobar la veracidad de tan fatídica decisión. Pero no se engañaba, el deseo sí ruló en su interior como una espiral creciente, lo había ignorado como el típico adolescente al que de repente su profesora de matemáticas empieza a resultarle más bonita de lo normal (era agradable regodearse en ello pero simplemente no iba a ocurrir). Sin embargo a las bromas le sucedieron nalgadas de coña, y a los juegos de manos frases con segundas intenciones. Lo último fue la tensión que se creó en el grupo de baile, un suceso que logró alterar la química de su cerebro para revelarle lo ciego que había estado. Pero nada como contemplarle tan cerca en esa tesitura.
Y ahora que lo tenía no quería soltarse.
La humedad de los labios del cambiante era cálida y para nada empalagosa, un elixir breve al que se sumaron nuevos quejidos y uno propio al darse cuenta del cosquilleo que empezaba a sentir bajo la base del estómago. El anhelo se quedó a las puertas del descontrol justo antes de que el chico se retirara de sopetón y Tay quedara colgando en un abismo confuso y codicioso. El movimiento de retirada se torció abrupto e inesperado pero no fue eso lo que dejó al lémur recuperando el aire con un movimiento pesado de hombros como única señal del efecto que Rox provocaba en él.
Le había gustado. Y no solo por resultar el único contacto íntimo en el último año y medio.
Exhaló y carraspeó con voz ronca antes de que la realidad arrastrara sus pies a la tierra y sus ojos amarillos se clavaran con urgencia en la espalda de su amigo. Los susurros apresurados y el rubor exagerado no le hicieron sentir todo lo culpable que debería. Al fin y al cabo Dafne le otorgó vía libre cuando su condición como fantasma dejó claro lo imposible que sería para ellos fundirse de esa manera. Pero es que seguía aturdido, y lo que era peor, necesitaba más.
No podía parar de pensar en esa... perdición... tenía que frenarlo... pero... ¿Podía? Ya la habían cagado, después de todo.
Incapaz de romper el silencio se quedó allí, inmóvil y pasándose el caos esmeralda de su cabello hacia atrás justo como haría al salir de una piscina, una especialmente apetecible, todo sea dicho. Tan solo su cola se agitaba a su espalda con la misma inquietud que el ritmo de sus latidos desbocados.
—Joder —el resoplido que le llegó por la otra parte le golpeó, infiriendo un pequeño temor a que toda su relación se fuera al traste. Pero la pregunta le hizo levantarse de su propia cama y percatarse de que si el cambiante deseaba marcharse nada más tenía que abrir la puerta. No se pensó mucho su respuesta, cualquiera que le conociera sabía de buena mano que pensar no rezaba entre sus cualidades—. No lo sé... —allí, con el torso desnudo y la evidencia de sus impulsos en un pantalón corto más apretado de la cuenta se encogió de hombros, con toda la simpleza y la cara dura que le caracterizaba, y con el arrojo de quien no va a permitir que se complicaran la vida, no al menos en la próxima media hora—. Me apetecía —miró a la pared, quizás en un último atisbo de duda antes de que su mirada recuperara aquel tono de baja frecuencia que solo precede a pensamientos que no deben expresarse en voz alta—. Me apetecía y lo he hecho.
Tayron dio a su vez un par de pasos con lentitud y solo se detuvo cuando la distancia apremió que ambos sintieran el calor natural que desprendían. No iba a presionarle, pero por qué no arrojar al suelo aquel cóctel de sentimientos encontrados que seguro los acosaba ahora a los dos. Durante unos segundos su rostro también expresó preocupación, pero el ansia de volver a sentir aquel subidón de electricidad estática ganó el pulso. No eran niños pequeños, pero podían meter el dedo en el enchufe de nuevo.
—Rox... —la voz del lémur sonó rasgada, quizás por una sed que no se esforzaba en disimular. Luego apoyó sus dedos negros en el antebrazo del chico, con el único propósito de atraerle hacia sí si se dejaba hacer. De lo contrario podía cruzar el umbral—. Por favor... —suspiró, era la primera vez que rogaba—. Por favor... quédate.
Y ahora que lo tenía no quería soltarse.
La humedad de los labios del cambiante era cálida y para nada empalagosa, un elixir breve al que se sumaron nuevos quejidos y uno propio al darse cuenta del cosquilleo que empezaba a sentir bajo la base del estómago. El anhelo se quedó a las puertas del descontrol justo antes de que el chico se retirara de sopetón y Tay quedara colgando en un abismo confuso y codicioso. El movimiento de retirada se torció abrupto e inesperado pero no fue eso lo que dejó al lémur recuperando el aire con un movimiento pesado de hombros como única señal del efecto que Rox provocaba en él.
Le había gustado. Y no solo por resultar el único contacto íntimo en el último año y medio.
Exhaló y carraspeó con voz ronca antes de que la realidad arrastrara sus pies a la tierra y sus ojos amarillos se clavaran con urgencia en la espalda de su amigo. Los susurros apresurados y el rubor exagerado no le hicieron sentir todo lo culpable que debería. Al fin y al cabo Dafne le otorgó vía libre cuando su condición como fantasma dejó claro lo imposible que sería para ellos fundirse de esa manera. Pero es que seguía aturdido, y lo que era peor, necesitaba más.
No podía parar de pensar en esa... perdición... tenía que frenarlo... pero... ¿Podía? Ya la habían cagado, después de todo.
Incapaz de romper el silencio se quedó allí, inmóvil y pasándose el caos esmeralda de su cabello hacia atrás justo como haría al salir de una piscina, una especialmente apetecible, todo sea dicho. Tan solo su cola se agitaba a su espalda con la misma inquietud que el ritmo de sus latidos desbocados.
—Joder —el resoplido que le llegó por la otra parte le golpeó, infiriendo un pequeño temor a que toda su relación se fuera al traste. Pero la pregunta le hizo levantarse de su propia cama y percatarse de que si el cambiante deseaba marcharse nada más tenía que abrir la puerta. No se pensó mucho su respuesta, cualquiera que le conociera sabía de buena mano que pensar no rezaba entre sus cualidades—. No lo sé... —allí, con el torso desnudo y la evidencia de sus impulsos en un pantalón corto más apretado de la cuenta se encogió de hombros, con toda la simpleza y la cara dura que le caracterizaba, y con el arrojo de quien no va a permitir que se complicaran la vida, no al menos en la próxima media hora—. Me apetecía —miró a la pared, quizás en un último atisbo de duda antes de que su mirada recuperara aquel tono de baja frecuencia que solo precede a pensamientos que no deben expresarse en voz alta—. Me apetecía y lo he hecho.
Tayron dio a su vez un par de pasos con lentitud y solo se detuvo cuando la distancia apremió que ambos sintieran el calor natural que desprendían. No iba a presionarle, pero por qué no arrojar al suelo aquel cóctel de sentimientos encontrados que seguro los acosaba ahora a los dos. Durante unos segundos su rostro también expresó preocupación, pero el ansia de volver a sentir aquel subidón de electricidad estática ganó el pulso. No eran niños pequeños, pero podían meter el dedo en el enchufe de nuevo.
—Rox... —la voz del lémur sonó rasgada, quizás por una sed que no se esforzaba en disimular. Luego apoyó sus dedos negros en el antebrazo del chico, con el único propósito de atraerle hacia sí si se dejaba hacer. De lo contrario podía cruzar el umbral—. Por favor... —suspiró, era la primera vez que rogaba—. Por favor... quédate.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Sede de los Taumaturgos
13/09/24, 10:27 pm
De repente la muerte de Arcan- Barael, quien fuera, pesaba. Sabía que una vez marchara por esa puerta la realidad le sobrecogería, y ni siquiera era la muerte de alguien lo que más le atormentaba. Y por eso en el fondo no quería salir. Porque una vez fuera todo serían problemas.
El daño estaba hecho, pero en sus manos estaba el hacerlo más o menos curable.
En sus manos y en las de Tay, claro. El tacto del lémur le tensó como solo tensa el miedo. Quería enfadarse -y en el fondo lo estaba-, pero era difícil hacer del belga el único culpable cuando él conscientemente se había quedado esperando a que pasase. El perro que enseña colmillos muerde, y él aún tenía la cara dura de ofenderse por ello.
—Ya —respondió con una firmeza inestable, tajante. Tomó aire, arrepentido, y se apartó de él con el cuidado que no había tenido su voz, de espalda a la puerta. Sorprendentemente también soltó el pomo. Con la misma mano se pinzó la nariz, mirando al suelo después de dirigir una mirada de apenas un pestañeo a Tayron. No se atrevía a mantener tal contacto—. Joder, Tayron…
No soportaba su pena, no soportaba su súplica, y es que en el fondo le daba el mismo miedo quedarse igual de solo en cuanto saliese del cuarto. Perder a alguien por causas ajenas era una desgracia, pero perderlo por negligencia era casi peor en aquel sitio. Tayron era… prácticamente el único de su mundo que le quedaba, y ese no era un vínculo que pudiera permitirse joder. Sus respuestas habían sido una reverenda mierda, pero la peor parte era la sinceridad de la que iban cargadas. Le había besado porque le apetecía, y punto. Y él se había quedado por lo mismo. Resopló otra vez.
—Eres mi amigo, tío. Y- —inspiró—, no me quiero ir, o sea-, no me voy a ir, pero… —chasqueó la lengua y redirigió la vista a sus ojos brillantes, de ese amarillo mucho más fosforito que el de Milo—, joder Tayron, sabes que tengo novio. No sé, no…
“No soy esa clase de persona”.
Pero una parte suya aún luchaba por volver a besarle, y el pulso estaba horriblemente igualado. Agachó la cabeza y se recolocó la camisa, pero cuando volvió a levantarla, cuando el gris de sus ojos nerviosos volvió a los del lémur con expresión compleja, un lado ganó sobre el otro por mero traspiés de flaqueza. Agarró ambos lados de la mandíbula del chico y en un movimiento rápido le atrajo para repetir el error: para besarlo. Esta vez fue él el ansioso, el que suspiró primero, el que inclinó el rostro a un lado, el que antes abrió la boca, el que se negó a soltarlo durante lo que duró; segundos, segundos no demasiado cortos para caer en tierra de nadie, ni demasiado largos para quedar atrapado. No es que no quisiera a su pareja, pero… por mucha madurez acelerada que te inculcase Rocavarancolia, él seguía siendo un chico con la avaricia, fallos y hormonas de uno en la Tierra. Le había besado porque quiso.
—Lo siento —susurró, aún cerca, aún sosteniéndole—. Lo siento —repitió cuando el sabor de Tayron finalmente dejó regusto amargo—. Luego… luego hablamos.
Le soltó. A menos que el otro lo impidiese, Rox abriría la puerta.
El daño estaba hecho, pero en sus manos estaba el hacerlo más o menos curable.
En sus manos y en las de Tay, claro. El tacto del lémur le tensó como solo tensa el miedo. Quería enfadarse -y en el fondo lo estaba-, pero era difícil hacer del belga el único culpable cuando él conscientemente se había quedado esperando a que pasase. El perro que enseña colmillos muerde, y él aún tenía la cara dura de ofenderse por ello.
—Ya —respondió con una firmeza inestable, tajante. Tomó aire, arrepentido, y se apartó de él con el cuidado que no había tenido su voz, de espalda a la puerta. Sorprendentemente también soltó el pomo. Con la misma mano se pinzó la nariz, mirando al suelo después de dirigir una mirada de apenas un pestañeo a Tayron. No se atrevía a mantener tal contacto—. Joder, Tayron…
No soportaba su pena, no soportaba su súplica, y es que en el fondo le daba el mismo miedo quedarse igual de solo en cuanto saliese del cuarto. Perder a alguien por causas ajenas era una desgracia, pero perderlo por negligencia era casi peor en aquel sitio. Tayron era… prácticamente el único de su mundo que le quedaba, y ese no era un vínculo que pudiera permitirse joder. Sus respuestas habían sido una reverenda mierda, pero la peor parte era la sinceridad de la que iban cargadas. Le había besado porque le apetecía, y punto. Y él se había quedado por lo mismo. Resopló otra vez.
—Eres mi amigo, tío. Y- —inspiró—, no me quiero ir, o sea-, no me voy a ir, pero… —chasqueó la lengua y redirigió la vista a sus ojos brillantes, de ese amarillo mucho más fosforito que el de Milo—, joder Tayron, sabes que tengo novio. No sé, no…
“No soy esa clase de persona”.
Pero una parte suya aún luchaba por volver a besarle, y el pulso estaba horriblemente igualado. Agachó la cabeza y se recolocó la camisa, pero cuando volvió a levantarla, cuando el gris de sus ojos nerviosos volvió a los del lémur con expresión compleja, un lado ganó sobre el otro por mero traspiés de flaqueza. Agarró ambos lados de la mandíbula del chico y en un movimiento rápido le atrajo para repetir el error: para besarlo. Esta vez fue él el ansioso, el que suspiró primero, el que inclinó el rostro a un lado, el que antes abrió la boca, el que se negó a soltarlo durante lo que duró; segundos, segundos no demasiado cortos para caer en tierra de nadie, ni demasiado largos para quedar atrapado. No es que no quisiera a su pareja, pero… por mucha madurez acelerada que te inculcase Rocavarancolia, él seguía siendo un chico con la avaricia, fallos y hormonas de uno en la Tierra. Le había besado porque quiso.
—Lo siento —susurró, aún cerca, aún sosteniéndole—. Lo siento —repitió cuando el sabor de Tayron finalmente dejó regusto amargo—. Luego… luego hablamos.
Le soltó. A menos que el otro lo impidiese, Rox abriría la puerta.
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