My Little Pony conoce Pajaroto

La cúpula de Serpentaria no era el sitio más cómodo donde estar pero a Ares se le había metido a fuego que de ahí no se movía hasta que se largaran los dragones. El quebrantahuesos había mejorado mucho en relación a los lagartos alados por terapia de shock dado a su trabajo en el ejército, pero era lo suficientemente listo como para reconocer cuando estaban en horario laboral y cuando solo por dar una vuelta. Lidiar con dragones por obligación era una cosa, ¿por placer? Ah no, para eso no había huesos suficientes.

El dullahan se había bajado de su montura a esperar a que al enorme pájaro se le pasara el cabreo y se dignase a abrir las alas, tumbado entre él y las cornisas de la cúpula para no escurrirse, claro que con la tontería se había enfrascado a jugar al Pokémon Zafiro en su Gameboy Advance SP Girls Edition (su mejor compra con sueldo de militar hasta ahora) y se le había pasado el tiempo. Obviamente los textos no estaban traducidos al rocavarancolés, pero las maneras en las que se lo había jugado años atrás cuando sí sabía inglés no cambiaban respecto a ahora.

“Tercer ralts que se me escapa, coññño” se estiró, mosca, empujando sin querer su cabeza cúpula abajo. “Mierd- ¡¡¡MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA!!!”

Se lanzó detrás de ella sin pensar -pero sin soltar su gameboy-, mas la mano apenas llegó a rozar su propio pelo antes de que cayera en picado. ¿¡Por qué cojones se lo había tenido que cortar ahora!? Ares le sujetó de un pie para evitar que su amo siguiera la fatídica trayectoria de su cabeza.
“HOSTIA PUTA MIS MUERTOS MIERDA JODER N-” el pájaro le presionó el tobillo con el pico, lo cual le sirvió para reaccionar más allá de con insultos. “¡ABAJO, YA!”

El pájaro le soltó, dejando que se escurriera como una lombriz antes de pillarle sobre el lomo al vuelo. Recortó las distancias entre la cabeza y él, a tiempo de lanzar un hechizo de levitación y evitar por escasos metros que una chica abajo recibiera el cabezazo más horrible de su vida.

“¡La hostia! La hostia, la hostia” ¿podía tener migrañas ahora que no tenía cabeza? Si podía iba a descubrirlo pronto. Estaba cagado y sus pensamientos llegarían a la otra sin control. ¿Que habría pasado si su cabeza se estampaba contra el suelo…? La atrajo y abrazó como si un bebé fuese, aún con su gameboy cerrada en una mano mientras se recostaba de frente contra las plumas del animal, ya posado en el suelo. Quería llorar, pero no podía. “Casi me mato, casi me matoooo…”

Había salido a dar una vuelta con el pegaso. Estaba harta de estar encerrada, harta de que el bicho la siguiera a todos lados. Daba igual que hubiera leído mil veces la guía de criaturas predestinadas, porque solo daba ejemplos de estas y su apariencia, pero nada sobre como cuidarlas. ¿Es que a caso la maldita luna de mierda la había visto con pintas de saber cuidar un caballo? ¡Si ni siquiera había podido tener un gato en la Tierra, qué esperaba que hiciera con un animal enorme y que pesaba varias toneladas!
Bufó, mientras volvía de vuelta a Serpentaria.
—¿Puedes por favor alejarte de mí algo más de lo indispensable para andar? —un bufido que reconoció como burla como respuesta — No me va a pasar nada, ¡no me van a atacar! ¡Si estamos al lado de casa!

Fue casi como invocar a la mala suerte, porque de repente el pegaso se puso muy tenso y ella empezó a oír pensamientos que no eran suyos.
—¿Ad… —no, estaba claro que no era Adam, porque su voz «Bueno, sus pensamientos, argh, mira que es complicado» no era la de él —La putísima madre que te parió.
Le salió solo, del susto y la impresión. Ya le había visto alguna vez por la torre, pero en primer lugar le seguía impresionando que fuera andando por la vida sin cabeza y, en segundo lugar y mucho más importante, casi se había caído encima de ella.

El pegaso se puso delante de ella queriendo protegerla, y Amira rodó los ojos.
—Eh, tú, que es compañero, relájate —cómo odiaba no haberle puesto nombre aún, porque sonaba muy estúpida. Miró al pájaro que acompañaba al dullahan, intranquila. Imaginaba que el caballo estaba tenso por él, y esperaba que no se peleasen porque podía acabar muy mal.

Cuando el susto se le fue pasando -juraría que veía gotitas en el humo, se estaba imaginando su llanto demasiado fuerte- se separó del cuello del pájaro negro y dejó de apretar su cabeza. La peinó un poco y la apoyó en su regazo.
“Sí, mi putísima madre…” al pensamiento le siguió una risa desganada y algo histérica.
Abrió la gameboy, guardó la partida y la cerró apagada y bien guardada en el bolsillo de su chaqueta. Durante esos segundos el quebrantahuesos no dejó de mirar al pegaso, pero en su lenguaje corporal Jace sabía que solo había curiosidad. El pajarraco era mucho más expresivo cuando algo no le gustaba, asi que era obvio que no veía al animal como una amenaza.

“Perdona eh, que casi me mando a tomar por culo ahí arriba. No veas como ha rodado.” Se bajó de un salto del quebrantahuesos, antes de que este tuviera tiempo de agacharse para facilitarle el trabajo. Con la cabeza bajo un brazo abrió una de las alforjas de su silla de montar y la echó dentro.

“¡Está guapísimo el caballo eh! ¿Cómo se llama?”. Echó el cuerpo a un lado, como si eso le permitiese ver mejor a la chica detrás del equino. La reconocía, aunque no había tenido oportunidad de coincidir con ella más que de vista. “Bueno, ¿y tú? Yo soy Cerbero.“

El pegaso, aunque receloso, dio un par de pasos para volver al lado de la valkyria. Si ella se fiaba de él y su acompañante la creería. Esta se relajó al ver que la montura no se volvía loca y echaba a correr o a volar o atacaba a su vecino, porque menuda liada y menudo mal comienzo.
—No, no, perdón por la reacción. No estoy muy acostumbrada a que me caiga gente del cielo —rió con ansiedad, aún con el susto en el cuerpo. Seguía siendo rarísimo que alguien llevase su cabeza bajo el hombro y, a aunque suponía que estaría siendo un poco maleducada, no podía dejar de mirarla. Además, ¿eso era una gameboy? «De dónde leches la ha sacado, cómo mola»

La pregunta le hizo hacer una mueca de disgusto, más con ella que con Cerbero. Joder, cómo molaba ese nombre, la verdad es que lo había elegido muy bien.
—No tiene. La Luna decidió que me tocaba uno, pero no viene con manual de instrucciones y soy malísima para elegir uno —sonrió, ahora con más tranquilidad —. Yo soy Amira. Y el pollo también está to’ chulo, ¿tiene nombre?

Esperaba que sí, la verdad, o aquella sería una conversación de besugos. También quería preguntarle si podía darle algún consejo, viendo que también le había tocado una de esas monturas predestinadas, pero esperaría a terminar las presentaciones.

"Pues está flama. A ver tú me gustas más colega. No te piques" le dijo al pájaro, dándole unas palmaditas amistosas en el pico.

Obviamente el pájaro no dijo nada ni dio a entender molestia en ningún momento. Tras las palmaditas intentó picarle la mano a Jace, sin apretar cuando se hizo con ella. Luego siguió analizando al pegaso sin moverse del sitio.

"Amira. Mola. ¿Humana también?" volvió al pegaso, los pensamientos le permitían hablar más deprisa que con voz. "¡O sea que está nuevo! Joder, te llegó rápido entonces. Este cabroncete se hizo de rogar y apareció como meses después de yo transformarme. Se llama Ares..." estuvo a punto de mencionar que, justamente, se había llamado Pollo, pero ya que había conseguido presentarse con su nuevo nombre no iba a joder la marrana diciendo lo que no era. "No sabía que había más transformaciones con montura además de dullahan. ¿Qué es lo que eres? ¿Has volado ya con él?"

A juzgar por la falta de vínculo y silla el americano creía saber la respuesta.

A Amira le gustaba ver la relación que tenían Cerbero y su pollo. De pájaros no sabía mucho, pero tenía pinta de ser algún tipo de rapaz, lo que molaba un montón, si es que no decidía comerte. Al menos su caballo no podía hacer eso, aunque una coz tampoco es que fuera demasiado buen pronóstico, y por mucho que quisiera llevarse bien con él, la frustración que estaba siendo que le dieran una mascota de gratis lo hacía cuesta arriba.

—Sí, humana —todavía se le hacía raro que le preguntaran por el mundo,  aunque viendo que había gente de sitios totalmente distintos (y que la transformación podía cambiarte mucho, porque aunque Lethe siguiera siendo un pájaro era bien distinto a lo que había sido antes de la Luna) era completamente lógico —Y sí, la misma noche de la Luna, menudo susto me dio.

Le dio unas palmaditas en el lomo, dejándole claro que estaba de broma. Además, el susto se había incrementado porque pensaba que era Adam, pero eso se lo iba a callar. Conocía bien los riesgos que venían con la transformación de su amigo, y no iba a ira compartiendo con nadie. Si él quería decírsela a Cerbero porque le encontraba otro día en la torre, era cosa suya.

El nombre que le había puesto estaba chulo, y notaba que a Cerbero le gustaba la mitología, lo cual le hacía gracia; ella ni se había planteado buscar nombres mitológicos nórdicos para ponerle un nombre a su caballo.
—Una valkyria —le respondió—. Según lo que he leído sólo nos pueden tocar pegasos, pero a los dullahan casi cualquier cosa, ¿no? Tiene que ser una sorpresa ver que te llega.
La otra pregunta le arrancó una sonrisa. Ojalá. Ni siquiera había podido comprarse aún una silla, porque la falta de dinero le pesaba, y no creía que montar sin una fuera fácil (y menos volar, lo que menos quería era reventarse contra el suelo como en su sueño).
—Qué va. Aún estoy intentando acostumbrarme a que no deje de seguirme y a vivir con él. ¿Cuánto tardaste tú en hacerte a la idea?

“La misma noche de la luna” repitió con cierta admiración. “Fua. Capullo” y le volvió a dar un meco en el pico a Ares, lo suficientemente flojo como para que el pájaro ni se inmutara.

No era un experto, pero le sonaba que las valkyria eran como las amazonas pero rollo nórdico. O algo del palo. La mención a los pegasos le hizo pensar en el ruso que también era uno, Adam. No entendía muy bien como era eso de que te tocara transformarte en la misma cosa en la que monta otro compañero tuyo, pero se guardó la gracia que le hacía pensarlo para sí. Que fuera una transformación de riesgo ya no era tan divertido. “Y a ti te tocaron dos…” pensó en privado.

“Seh, ¡cualquier cosa! Oí que a una piba hace años le tocó un dragón. ¡Un puto dragón, cuando solo el rey tenía!” aquella palabra hizo que Ares inflara las plumas. “Que yo me conformaba con un caballo normalito, vayas a creerte. Y Ares es la hostia”. Yyy las plumas volvieron a su sitio. No es que entendiera el idioma más allá de 4 cosas y comandos, pero en los pensamientos de Jace iba camuflado el cariño de un cumplido y eso era suficiente.

“¿No deja de seguirte?” miró al pegaso. Si pudiera habría fruncido el ceño, como juzgándole por pesado. A lo mejor era una cosa de valkyrias, algo que desde luego no envidiaba. “Es que Ares no vive conmigo. Le llamo o me busca cuando le apetece. También aparece si nota que estoy en peligro y eso pero por la noche se va dormir por ahí. Ni de coña meto yo a este en la torre.”

Quizás fuera considerablemente menos fuerte y pesado que un caballo, pero sí más aparatoso. Con la longitud de su cola y alas… no dejaría nada intacto.

“No sé si es que vuestras monturas son más protectoras que las de un dullahan o que, o si es la personalidad el bicho, pero vaya puto coñazo. Imagino que ya habrás intentado hablar con él… Eeen lo de la silla sí podría ayudar. Y en enseñarte a volar” remató con mejor humor. “A Ares le dan repelús los dragones y bueno, no es que haya mucho tráfico aéreo de otra cosa que no sea peña con alas y ellos. Fuera del curro no puedo volar con otros jinetes porque se niega. Así queee…” se encogió de hombros. Joder, le encantaría tener compi de vuelo.

La relación que tenían Ares y Cerbero le daba envidia. Ojalá poderse llevar ella así de bien con su propia montura, porque de momento  lo único que le traía era ganas de tener dinero suficiente para un establo en el que dejarle aparcado y poder dormir. Quería tener algo como lo que tenían el dullahan y su montura, pero también sabía que no iba a forjar una relación así en dos días, y que le llevaría tiempo.
—¡Qué dices! —abrió muchos los ojos al oír la historia — Que putísima suerte, joder.
Y casi como acto reflejo le acarició las plumas del ala a su pegaso, como para tranquilizarle de que no le quería menos a él o que hubiera preferido un dragón. De hecho, de todo lo malo, al menos un caballo, por muchas alas que tuviera, seguía siendo algo conocido y que se podía imaginar cómo montar, porque cualquier otra cosa igual le daba demasiado respeto como para querer intentarlo en meses.
—Ah, según lo que he leído es normal al principio con los pegasos de las valkyrias—miró al pegaso —. Espero que luego no seas tan pesado, ¿eh?
Iba de broma, aunque subyacía algo de verdad. Lo que envidiaba que Ares se fuera por ahí por las noches no estaba escrito. Según los libros luego primaba más la personalidad que tuviera, pero no dejaban de repetir que al principio siempre seguían a la valkyria, por lo que imaginaba que sería algo temporal.

—Espera, ¿lo dices en serio? — casi no se lo creía. Que un desconocido le ofreciera tan felizmente a conseguirle una silla (que estaba dispuesta a pagar en cuanto tuviera dinero, no era una aprovechada) y a enseñarle a volar porque su montura no quería hacerlo cerca de dragones sonaba tan surrealista que necesitaba volverlo a oír —. ¡Claro que me gustaría!
Además, igual con algo de ayuda y compañía le tenía menos miedo a acabar estrellada por el suelo.

“Eeeso suena mejor que que se te pegue todo el puto rato. Dios, tu cuarto debe oler a establo que puto flipas” pensó sin pensar. Lo cierto es que tenía mucha curiosidad de como se las apañaba el bicho dentro pero se contuvo. Un verdadero milagro tratándose de él.

La positiva de Amira le habría sacado una sonrisa de haber sido posible, pero lo único que podía hacer era rizar el humo como si de una se tratase. Una sensación cálida le llegaría a la chica como señal de que compartían motivación.
“Y tan en serio, coño. Volar es la hostia pero hacer el pollardo con otro ahí arriba ya tiene que ser…” varios insultos le llegarían de forma abstracta, solapados unos con otros en una sensación similar a tener algo en la punta de la lengua pero no dar con ello. ¿La puta hostia? ¿Más guapo que mi puta madre? ¿La requeteputa hostia más guapo que mi putísima madre? “¡Tú me entiendes! Foo, ¡y carreras! Pero bueno, poco a poco, no voy a hacer que te pongas a dar giros de campana en el aire o alguna mierda del rollo todavía.”

>>“Pueeees…” se cruzó de brazos y echó el cuerpo atrás hasta que sus hombros reposaron en el quebrantahuesos. “No sé, ¿estás haciendo algo ahora? O sea no tiene que ser ahora-ahora, cuando me digas. Lo digo porque yo hay días que curro pero no sé si tu también. Pa’ quedar, digo. Aunque…” las neuronas le hicieron chispa. “¿Tú no has volado, no? O sea ya no con tu pegaso, a secas, volar-volar. Entiendo que el bicho ya sabe volar” señaló al animal.
Y en un inicio de declaración de intenciones Ares se agachó, permitiendo que Cerbero subiera.

Amira se rió de forma nerviosa ante los pensamientos que le llegaban. Sí, bueno, al menos la habitación se había hecho más grande, pero le había tenido que pedir ayuda a gente con magia para hechizarla y que dejase de oler y esas cosas, porque había terminado harta a la semana. Dioses, que ganas tenía de que al caballo se le pasase la paranoia que le venía incorporada de base.

Sin duda agradecía haberse acostumbrado a que Adam le pudiera hablar mentalmente, porque entre las sensaciones y aquellos insultos solapados si hubiera sido su primera experiencia con pensamientos de otro en su cabeza se hubiera sentido especialmente saturada. La verdad es que todo lo que Cerbero proponía le estaba haciendo verdadera ilusión. ¿Por qué había retrasado tanto lo de intentar volar? «Porque ni siquiera se montar ni tengo silla. Ni magia para poder evitar escoñarme».

—No, que va, tengo tiempo. Y vivo aquí por si otro día quieres… bueno, ya sabes —tampoco iba a hacer ella ofrecimientos cuando ni siquiera había volado nunca, y prefería que fuera él a avisar cuándo quería o podía quedar antes que quedar ella como una pesada que solo buscaba lecciones de vuelo.
>> Él sabe, sí —se rió—. Pero yo no he volado nunca.

Observó a Ares con interés, esperando ver qué estaba pretendiendo Cerbero exactamente. El corazón le latían ante la expectación de volar, pero tampoco sabía si el pájaro era tan exquisito con quién le tocaba y a quién dejaba subir como era su propio pegas.

Jace terminó de subir y se acomodó en la silla, sacó la Gameboy de su bolsillo y la metió en una de las alforjas más pequeñas para que estuviera mejor asegurada.
“Sabrá seguirnos, ¿no?” una risa remataría la frase. Luego le ofreció una mano a Amira para ayudarla a subir, echándose un poco más para alante para que viera todo el hueco restante que había para ella. La había pedido a medida -no es como si los buitres gigantes fueran la montura más habitual de Rocavarancolia… aunque bueno, ¿qué lo era?- y con espacio suficiente para llevar a sus amigos o a su novia cuando hiciera falta. Claro que esta última cada vez subía menos.

Sabía que desde fuera tenía que verse sospechoso de cojones (era un tío sin cabeza sobre una rapaz negra gigante), y si el pegaso era más listo que un animal normal entendía que pudiera desconfiar de él, asi que siguió pensando de forma pública, trasmitiendo la mayor calma posible con la voz, algo poco habitual tratándose de él.

“No voy a hacer cabriolas. Subimos hasta donde tú digas y bajamos si te da vértigo. ¡No la voy a secuestrar, ¿vale colega?!”. Esperaba que no le diera una coz a Ares en un intento de defender a su dueña si notaba cualquier gesto como peligro. Exhaló una pequeña risa silenciosa que pudo verse en su humo al pensar, con ironía, en como había acojonado a un grupo de cosechados meses atrás versus la situación de ahora. En cuanto Amira se subiese el quebrantahuesos volvería a erguirse, hincharía las plumas para sacudirse y estiraría las alas, espectante.

Se rio ante la pregunta, aunque por la risa sospechaba que no iba del todo en serio. Claro que el pegaso sabría seguirlos, ni siquiera tendría que pedírselo. Se subió a la silla con ayuda del dullahan, y miró hacia abajo. No es que las alturas le hubieran dado miedo nunca, pero normalmente estaba con los pies en el suelo y no sentada encima de un quebrantahuesos enorme, así que era la primera vez y quería comprobar cómo de imponente era antes de echar a volar.

Por suerte, aunque la sensación imponía (no quería ya imaginar en el cielo), le tenía más ganas y emoción que otra cosa. ¡Iba a volar! ¡Y en algún momento podría hacerlo encima de su pegaso! Se rió ante los pensamientos de Cerbero, y miró a su pegaso.
—No te preocupes, confió en él. Y si me pasa cualquier cosa sabes dónde vive —bromeó. Sabía que su montura la entendería, y confiaba en que no decidiera acercarse para interrumpir el vuelo y que la hiciera bajar.
>>Tú dale, esto tiene que ser una pasada —diría al ver a Ares extender las alas. Estaab deseando probar lo que era volar.