My Little Pony conoce Pajaroto

Recuerdo del primer mensaje :

La cúpula de Serpentaria no era el sitio más cómodo donde estar pero a Ares se le había metido a fuego que de ahí no se movía hasta que se largaran los dragones. El quebrantahuesos había mejorado mucho en relación a los lagartos alados por terapia de shock dado a su trabajo en el ejército, pero era lo suficientemente listo como para reconocer cuando estaban en horario laboral y cuando solo por dar una vuelta. Lidiar con dragones por obligación era una cosa, ¿por placer? Ah no, para eso no había huesos suficientes.

El dullahan se había bajado de su montura a esperar a que al enorme pájaro se le pasara el cabreo y se dignase a abrir las alas, tumbado entre él y las cornisas de la cúpula para no escurrirse, claro que con la tontería se había enfrascado a jugar al Pokémon Zafiro en su Gameboy Advance SP Girls Edition (su mejor compra con sueldo de militar hasta ahora) y se le había pasado el tiempo. Obviamente los textos no estaban traducidos al rocavarancolés, pero las maneras en las que se lo había jugado años atrás cuando sí sabía inglés no cambiaban respecto a ahora.

“Tercer ralts que se me escapa, coññño” se estiró, mosca, empujando sin querer su cabeza cúpula abajo. “Mierd- ¡¡¡MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA!!!”

Se lanzó detrás de ella sin pensar -pero sin soltar su gameboy-, mas la mano apenas llegó a rozar su propio pelo antes de que cayera en picado. ¿¡Por qué cojones se lo había tenido que cortar ahora!? Ares le sujetó de un pie para evitar que su amo siguiera la fatídica trayectoria de su cabeza.
“HOSTIA PUTA MIS MUERTOS MIERDA JODER N-” el pájaro le presionó el tobillo con el pico, lo cual le sirvió para reaccionar más allá de con insultos. “¡ABAJO, YA!”

El pájaro le soltó, dejando que se escurriera como una lombriz antes de pillarle sobre el lomo al vuelo. Recortó las distancias entre la cabeza y él, a tiempo de lanzar un hechizo de levitación y evitar por escasos metros que una chica abajo recibiera el cabezazo más horrible de su vida.

“¡La hostia! La hostia, la hostia” ¿podía tener migrañas ahora que no tenía cabeza? Si podía iba a descubrirlo pronto. Estaba cagado y sus pensamientos llegarían a la otra sin control. ¿Que habría pasado si su cabeza se estampaba contra el suelo…? La atrajo y abrazó como si un bebé fuese, aún con su gameboy cerrada en una mano mientras se recostaba de frente contra las plumas del animal, ya posado en el suelo. Quería llorar, pero no podía. “Casi me mato, casi me matoooo…”

La relación que tenían Ares y Cerbero le daba envidia. Ojalá poderse llevar ella así de bien con su propia montura, porque de momento  lo único que le traía era ganas de tener dinero suficiente para un establo en el que dejarle aparcado y poder dormir. Quería tener algo como lo que tenían el dullahan y su montura, pero también sabía que no iba a forjar una relación así en dos días, y que le llevaría tiempo.
—¡Qué dices! —abrió muchos los ojos al oír la historia — Que putísima suerte, joder.
Y casi como acto reflejo le acarició las plumas del ala a su pegaso, como para tranquilizarle de que no le quería menos a él o que hubiera preferido un dragón. De hecho, de todo lo malo, al menos un caballo, por muchas alas que tuviera, seguía siendo algo conocido y que se podía imaginar cómo montar, porque cualquier otra cosa igual le daba demasiado respeto como para querer intentarlo en meses.
—Ah, según lo que he leído es normal al principio con los pegasos de las valkyrias—miró al pegaso —. Espero que luego no seas tan pesado, ¿eh?
Iba de broma, aunque subyacía algo de verdad. Lo que envidiaba que Ares se fuera por ahí por las noches no estaba escrito. Según los libros luego primaba más la personalidad que tuviera, pero no dejaban de repetir que al principio siempre seguían a la valkyria, por lo que imaginaba que sería algo temporal.

—Espera, ¿lo dices en serio? — casi no se lo creía. Que un desconocido le ofreciera tan felizmente a conseguirle una silla (que estaba dispuesta a pagar en cuanto tuviera dinero, no era una aprovechada) y a enseñarle a volar porque su montura no quería hacerlo cerca de dragones sonaba tan surrealista que necesitaba volverlo a oír —. ¡Claro que me gustaría!
Además, igual con algo de ayuda y compañía le tenía menos miedo a acabar estrellada por el suelo.

“Eeeso suena mejor que que se te pegue todo el puto rato. Dios, tu cuarto debe oler a establo que puto flipas” pensó sin pensar. Lo cierto es que tenía mucha curiosidad de como se las apañaba el bicho dentro pero se contuvo. Un verdadero milagro tratándose de él.

La positiva de Amira le habría sacado una sonrisa de haber sido posible, pero lo único que podía hacer era rizar el humo como si de una se tratase. Una sensación cálida le llegaría a la chica como señal de que compartían motivación.
“Y tan en serio, coño. Volar es la hostia pero hacer el pollardo con otro ahí arriba ya tiene que ser…” varios insultos le llegarían de forma abstracta, solapados unos con otros en una sensación similar a tener algo en la punta de la lengua pero no dar con ello. ¿La puta hostia? ¿Más guapo que mi puta madre? ¿La requeteputa hostia más guapo que mi putísima madre? “¡Tú me entiendes! Foo, ¡y carreras! Pero bueno, poco a poco, no voy a hacer que te pongas a dar giros de campana en el aire o alguna mierda del rollo todavía.”

>>“Pueeees…” se cruzó de brazos y echó el cuerpo atrás hasta que sus hombros reposaron en el quebrantahuesos. “No sé, ¿estás haciendo algo ahora? O sea no tiene que ser ahora-ahora, cuando me digas. Lo digo porque yo hay días que curro pero no sé si tu también. Pa’ quedar, digo. Aunque…” las neuronas le hicieron chispa. “¿Tú no has volado, no? O sea ya no con tu pegaso, a secas, volar-volar. Entiendo que el bicho ya sabe volar” señaló al animal.
Y en un inicio de declaración de intenciones Ares se agachó, permitiendo que Cerbero subiera.

Amira se rió de forma nerviosa ante los pensamientos que le llegaban. Sí, bueno, al menos la habitación se había hecho más grande, pero le había tenido que pedir ayuda a gente con magia para hechizarla y que dejase de oler y esas cosas, porque había terminado harta a la semana. Dioses, que ganas tenía de que al caballo se le pasase la paranoia que le venía incorporada de base.

Sin duda agradecía haberse acostumbrado a que Adam le pudiera hablar mentalmente, porque entre las sensaciones y aquellos insultos solapados si hubiera sido su primera experiencia con pensamientos de otro en su cabeza se hubiera sentido especialmente saturada. La verdad es que todo lo que Cerbero proponía le estaba haciendo verdadera ilusión. ¿Por qué había retrasado tanto lo de intentar volar? «Porque ni siquiera se montar ni tengo silla. Ni magia para poder evitar escoñarme».

—No, que va, tengo tiempo. Y vivo aquí por si otro día quieres… bueno, ya sabes —tampoco iba a hacer ella ofrecimientos cuando ni siquiera había volado nunca, y prefería que fuera él a avisar cuándo quería o podía quedar antes que quedar ella como una pesada que solo buscaba lecciones de vuelo.
>> Él sabe, sí —se rió—. Pero yo no he volado nunca.

Observó a Ares con interés, esperando ver qué estaba pretendiendo Cerbero exactamente. El corazón le latían ante la expectación de volar, pero tampoco sabía si el pájaro era tan exquisito con quién le tocaba y a quién dejaba subir como era su propio pegas.

Jace terminó de subir y se acomodó en la silla, sacó la Gameboy de su bolsillo y la metió en una de las alforjas más pequeñas para que estuviera mejor asegurada.
“Sabrá seguirnos, ¿no?” una risa remataría la frase. Luego le ofreció una mano a Amira para ayudarla a subir, echándose un poco más para alante para que viera todo el hueco restante que había para ella. La había pedido a medida -no es como si los buitres gigantes fueran la montura más habitual de Rocavarancolia… aunque bueno, ¿qué lo era?- y con espacio suficiente para llevar a sus amigos o a su novia cuando hiciera falta. Claro que esta última cada vez subía menos.

Sabía que desde fuera tenía que verse sospechoso de cojones (era un tío sin cabeza sobre una rapaz negra gigante), y si el pegaso era más listo que un animal normal entendía que pudiera desconfiar de él, asi que siguió pensando de forma pública, trasmitiendo la mayor calma posible con la voz, algo poco habitual tratándose de él.

“No voy a hacer cabriolas. Subimos hasta donde tú digas y bajamos si te da vértigo. ¡No la voy a secuestrar, ¿vale colega?!”. Esperaba que no le diera una coz a Ares en un intento de defender a su dueña si notaba cualquier gesto como peligro. Exhaló una pequeña risa silenciosa que pudo verse en su humo al pensar, con ironía, en como había acojonado a un grupo de cosechados meses atrás versus la situación de ahora. En cuanto Amira se subiese el quebrantahuesos volvería a erguirse, hincharía las plumas para sacudirse y estiraría las alas, espectante.

Se rio ante la pregunta, aunque por la risa sospechaba que no iba del todo en serio. Claro que el pegaso sabría seguirlos, ni siquiera tendría que pedírselo. Se subió a la silla con ayuda del dullahan, y miró hacia abajo. No es que las alturas le hubieran dado miedo nunca, pero normalmente estaba con los pies en el suelo y no sentada encima de un quebrantahuesos enorme, así que era la primera vez y quería comprobar cómo de imponente era antes de echar a volar.

Por suerte, aunque la sensación imponía (no quería ya imaginar en el cielo), le tenía más ganas y emoción que otra cosa. ¡Iba a volar! ¡Y en algún momento podría hacerlo encima de su pegaso! Se rió ante los pensamientos de Cerbero, y miró a su pegaso.
—No te preocupes, confió en él. Y si me pasa cualquier cosa sabes dónde vive —bromeó. Sabía que su montura la entendería, y confiaba en que no decidiera acercarse para interrumpir el vuelo y que la hiciera bajar.
>>Tú dale, esto tiene que ser una pasada —diría al ver a Ares extender las alas. Estaab deseando probar lo que era volar.

Después de las cosas que había hecho, desde cambiarse el nombre, cumplir su precio o meterse al ejército, Jace no se veía siendo capaz de socializar con gente nueva como en un pasado. Y sin embargo ahí estaba, más ilusionado que un crío por tener a alguien que le acompañara ahí arriba, alguien a quien acababa de conocer. Se rió al imaginarse al caballo chungo delante de su puerta esperando a que saliera para atacarle por soltar a su ama, y aunque no pudiera tomarse semejante estampa en serio tomaría nota de ello.

“Vale vale, intentaré que no te mates. Igualmente tirarte sería un desperdicio…” dejó el resto al aire: si realmente quisiera acabar con ella le cortaría la cabeza, perooo quizás no era el mejor tema sobre el que bromear. “¿Te has puesto el cinturón?”

Y sin aviso, aprovechando cualquier confusión que le hubiera generado a Amira si buscaba un cinturón inexistente, ordenó al quebrantahuesos de forma que solo él lo oyera “arriba”. El animal bajó el cuerpo y con un simple y brusco empujón ascendió, como si no llevase a dos humanos adultos encima ni su propio peso fuera una inconveniencia. Batió con fuerza las alas repetidas veces, ganando altura a cada golpe para alejarse de los tejados donde maniobrar con su tamaño sería imposible.

“En caso de despresurización del vuelo pónganse las mascarillas. Recuerden ponerse la suya ante de ayudar a otros, debajo de su asiento tienen un chaleco salvavidas, sigan las luces en el suelo para llegar hasta su salida de emergencia más cercana, las más proximas están delante y detrás de las alas, y a la derecha y a la izquierda y…” la voz de Jace le llegaría más aguda, femenina incluso. Mientras decía toda la parafernalia hacía gestos con las manos a ambos lados hasta que la risa le pudo y un empujón le obligó a agarrarse a las riendas.

La gravedad tiraba de su estómago, la sensación era inestable debido a los aleteos y el ángulo ligeramente diagonal que estaban tomando, todo reforzado por sentir el golpe del viento en el cuerpo, mas sin la velocidad extrema y vertiginosa que pillaría un vuelo de avión. Era la adrenalina perfecta y modesta de una moto en autopista… sin autopista. Y sin moto. Y en el aire. El despegue duró poco más, ya que en cuanto el pájaro pilló una buena corriente térmica dejó las alas perfectamente rectas y la cola abierta a modo de timón hasta quedar estables. El viento que venía de frente era más suave que antes y el de abajo lo tapaba el propio Ares, visible en la punta de sus alas curvadas hacia arriba. Abajo se distinguían perfectamente las calles en algo parecido a unos 8 o 10 pisos de altura.

“¿¡Cómo va eso!?” con su visión de 360º no necesitaba girarse para verla. “¿Paso con el carrito de los refrescos o qué?”

«Espera espera espera, ¿cómo que cinturón?». Ni siquiera le dio tiempo a buscar uno o a decirlo en voz alta, porque Ares echó a volar antes siquiera de que pudiera reaccionar. Soltó un grito por la sorpresa más que por el pánico en sí, e instintivamente se abrazó a Cerbero.
—¡Perdón! Ha sido el susto —se rió, algo nerviosa. Esperaba que no se lo tomase a mal, pero en la ciudad nunca podía saberse cómo iba a reaccionar alguien. Lo mismo te cagabas en su madre porque se casi se te cae encima y estaba bien, pero como le tocases acababas decapitada o con las tripas fuera.

La que desde luego no esperaba era que se pusiera a dar instrucciones de vuelo cual azafata, algo que la hizo reír, esta vez sin nerviosismo. La verdad es que el despegue era siempre la peor parte, y cuando no estabas protegido por un habitáculo de metal de varias toneladas impresionaba más. O bueno, ahora que lo pensaba igual volar en pollo gigante era incluso más seguro que meterse en una tumba metálica para volar cientos o miles de kilómetros.

El pegaso les seguía por el aire, dejando el suficiente espacio como para que Ares pudiera volar tranquilo pero no lo bastante como para perderles de vista. Al menos aquella vez estaba siendo más laxo en lo de pegarse a ella, porque no quería acabar estrellada porque el pájaro se asustase.

Sentir el viento en el pelo era maravilloso, y la adrenalina de volar estaba siendo la mejor sensación que había tenido en mucho tiempo. Incluso cuando se estabilizaron notaba la maravillosa libertada que daba el cielo. Miró hacia abajo, hacia unas calles lejanas que parecían mucho menos mortales al estar tan lejos y tan encima. Y luego llegó la coña de Cerbero, que la hizo interrumpir su tren de pensamientos y la hizo reír.
—¡Es una puta pasada! —sonrió — ¿También tienes cacahuetes de esos hiper salados?  
No podían faltar en un vuelo, y ya que estaban con las coñas ella no iba a ser menos.

“¡Abraza si quieres! ¡Mi novia últimamente está desperdiciando este torso, que parece que lo entreno pa’ ná!” le respondió entre risas para quitarle peso a su reacción. No iba con segundas, aunque lo cierto es que la parte de falta de contacto con Isis sí que le estaba jodiendo. Meh, no era momento de pensar en ello.

Ares se dejaba llevar por el viento, sin rumbo fijo al no estar marcándole uno el dullahan. Hacía pequeñas subidas y bajadas o giraba con la corriente, inspeccionando el suelo debajo con la curiosidad de un buitre que busca alimento. Jace le devolvió una exhalación alegre a Amira y rebuscó algo en su chaqueta. Al no encontrar fuera lo que fuese que buscase se inclinó a un lado para abrir una de las varias alforjas pequeñas que tenía, de donde sacó una bolsita de papel hecha un gurruño. Se la pasó poniéndosela en la espalda.

“¡Chequea! No son cacahuetes peeeeero, ¿te molan los kikos?” dentro no quedaban demasiados, pero para fortuna de la valkyria no llevaban meses abandonados allí y de hecho seguían bastante crujientes. “No te esperabas este servicio de cinco estrellas, ¿eeeh?”

>>“Esto no es nada comparado a lo que subo a veces con el pollo. O sea con Ares” se corrigió. Por suerte sonaba más a desliz para no ofender al animal que a delatarse porque ese hubiera sido literalmente su nombre antes. “¿Quieres ir más arriba?” su pregunta perdió fuelle al pensar que cuanto más ascendieran más frío haría. Él iba bien abrigado pero tampoco quería que eso fuera un mal rato para ella. Irónico, a cualquier otro amigo ya le habría hecho una bajada en picado como si Ares fuera el trenecito de una montaña rusa extrema. “Más arriba hace un frío de cojones. Y cuando empieza a faltarte el aire es muy gracioso. Sino puesss, si quieres visitamos algún otro lado… ¿Alguna vez has visto el mar de este puto sitio?”

Sí, gran idea. Sobrevolar el horripilante mar lleno de terrores innombrables para tentar su suerte siempre era una alternativa brillante. Ya se estaba arrepintiendo de ofrecerlo.

Daba gracias que se hubiera tomado el abrazo con aquella filosofía y no hubiera decidido arrancarle las entrañas. De hecho, Amira aprovechó para seguir abrazada a él todo el ascenso, no fuera a ser que a Ares le diera por hacer un movimiento brusco y se fuera a caer. «Aunque no es que precisamente yo vaya a aprovecharlo», pensó, divertida. Igual no era el momento para hacer esa clase de chistes, y menos con un tío al que acababa de conocer, por majo que estuviera siendo.

El ver a Cerbero rebuscar por todos lados la puso nerviosa. ¿Qué leches hacía? Solo cuando la bolsita apareció en la espalda de él y el pensamiento explicativo le llegó fue cuando se dio cuenta de que se había puesto a buscar frutos secos de verdad. Si le hubieran preguntado qué estaba siendo lo más surrealista de aquel día, aquello era lo primero, y eso que estaba volando en un pollo gigante con un tío sin cabeza.
—¡No me jodas! —se echó a reír —Esto ya tiene más calidad que la mayoría de vuelos terrestres.
Especialmente los de las compañías baratas que había usado ella, en las que no te daban nada. Y joder si estaban buenos los kikos.

Las explicaciones sobre el frío y la pérdida de oxígeno en las alturas eran algo que Amira anotó en su cabeza para más adelante, pero en aquel momento la adrenalina y la experiencia nueva le podía.
—¡Sube! Ya te diré que bajes cuando empiece a notar síntomas de hipotermia —le dijo entre risas. La mención al mar, por otro lado, hizo que dudase —. Pues como esté tan contaminado como el río no creo que sea la mejor vista, ¿eh?

No es que Rocavarancolia precisamente tuviera muchas atracciones turísticas, así que se dejaría llevar donde Cerbero quisiera. Le daba igual ver calles derruidas que las montañas que las zonas más reconstruidas, porque lo que le importaba a Amira era el cómo lo estaba viendo, desde lo alto y con el viento en la cara.

Joder, sí, eso es lo que quería de una compañera de vuelos, agallas, y a Amira le sobraban por todos lados. No solo había encajado bien todas las gilipolleces que él, un tío sin cabeza que casi le cae del cielo, le había estado ofreciendo, sino que además quería que siguiera haciéndolo.

“¿¡Seguro!?” era una pregunta retórica, no necesitaba doble confirmación. Había mucha emoción no contenida en su voz. Se cerró la chaqueta en un gesto solemne y se pegó más al animal. “¡Pues agárrate fuerte! ¡A la mierda el mar, al puto cielo con nosotros!”

Con una orden mental el pájaro abandonaría la comodidad de la corriente térmica y golpearía el aire con fuerza varias veces, colocándose en un ángulo mucho más vertical que los de antes. Por supuesto no era una burrada de noventa grados sino algo como la subida de una montaña rusa especialmente tensa y movidita, y aunque no hubiera cinturón el pequeño respaldo de la silla al menos podría darle una mínima sensación de seguridad a la valkyria. Estuvieron así un buen rato, con el “plof” rítmico de las alas de Ares al ganar altura, las risas difuminadas del dullahan y el viento cada vez más frío golpeándoles. La ciudad abajo se hacía pequeña, al punto en el que las cosas se veían tan lejos que cualquier vértigo se perdía de forma abstracta. Muy atrás quedaron los humildes metros de altura y los horrores de Rocavarancolia, el cielo era suyo. Y bueno, puede que de los dragones, y de sus jinetes, y de todos los bichos raros conscientes o no que tuvieran alas.

“¡¡EEY, Rainbow Dash!!” por supuesto iba para el pegaso de Amira “¿¡Aguantas chaval!?”.

La distancia a tierra era tal que de haber nubes en ese instante en Rocavarancolia ya habrían atravesado alguna.

La emoción de los pensamientos de Cerbero era contagiosa, y no le hizo falta que le dijera dos veces que se agarrase para hacerlo, concretamente al dullahan. Ya había experimentado la primera subida y sabía que para esa iba a ser mejor ir directamente agarrada, especialmente sabiendo que tenía permiso.

Pronto abandonaron la comodidad de la corriente, y empezó a sentir la adrenalina y la agradable sensación en el estómago propia de las subidas de las montañas rusas que tanto le gustaban en la Tierra. Si a aquel tío sin cabeza se le ocurría bajar de golpe y sin avisar no iba a ser ella la que se enfadase, aunque posiblemente le gritase un par de cosas a cambio.

No tardaron en llegar a una altura elevadísima, en la que el fresco se notaba pero era tolerable (al menos por el momento), y en la que si mirabas abajo los edificios y las ruinas no eran más que un borrón gris. Aquello estaba siendo jodidamente espectacular, y lo único que hizo que se distrajera de las vistas fue la voz de Cerbero llamando a su pegaso.

Este les seguía no muy de lejos, a la misma altura, y relinchó ante las palabras de Cerbero como si aquella duda fuera ofensiva, pero todo de broma.
—Creo que te voy a robar lo de Rainbow Dash como nombre provisional, eh —le dijo Amira entre risas.

“No te creo… ¡El cabrón me ha respondido!” se rió con ganas, a carcajada limpia, pues que el caballo de Amira tuviera la inteligencia necesaria para recriminarle con un relincho le había parecido hilarante. Como si él no hablase todos los puñeteros días con su montura. Por supuesto que eran animales más listos que la media, pero el dullahan no creía que fuera algo general y no exclusivo de Ares.

“¡No jodas, ¡sí?! ¡OTRO ANIMAL AL QUE BAUTIZO, VAMOOOOS!” levantó ambos brazos como gesto de victoria y los consiguió mantener un tiempo sorprendente en el aire, ante de tener que bajar abruptamente una mano para sujetarse. “¡Es lo más bonito que ha hecho una persona a la que acabo de conocer por mi nunca, coño! ¡Bautizar a su hijo por mi!” añadió, melodramático.

Irónicamente estar montados en un buitre gigante hecho de humo sobre una silla carente de cinturones hacía que el viaje fuera mucho más seguro que de estar en cualquier otro vehículo, por el simple hecho de que Jace solo tenía control parcial sobre el mismo. La responsabilidad de matarse no era solo suya, sino también del animal, al que no le interesaban varias cosas: que su jinete se matase, tener que bajar a por él o a por Amira, o cansarse más de la cuenta. Por eso cuando Jace le pidió que subiera más rápido y vertical el animal le ignoró.

“Oye, Amira, yyyy ¿tú no tienes un amigo como Rainbow Dash?” antes de que se alarmase porque supiera esa información continuó. “¿Adam es colega tuyo no?”

Joder esperaba que sí, porque sino vaya liada. El ruso se lo había contado y le había hablado de ella, pero tenía la cabeza en tantos lados que lo mismo se refería a otra chica con otro pegaso como ese, de su misma criba, en su misma torre, con su mismo nombre… Nah, que pollas.

“¡Hemos hablado! ¡Me lo dijo él, ni te ralles! Mi novia también tiene una trans chunga de estas de valor, ¿sabes?”
La única cosa en la que era ultra cuidadoso siempre: lo que decía sobre Isis, pero ¿por qué carajo iba a desconfiar de Amira?
“Bueno, novia… ya ni nos vemos” pensó para sí.

La risa ante la reacción de Cerbero fue inevitable. Ella había supuesto que el pegaso era como Adam, así que nunca se había planteado que no fuera listo, pero de puertas para afuera igual era un shock. Y ya la celebración por el nombre nuevo de Rainbow Dash hizo que Amira soltase una carcajada. Desde luego aquel tío estaba un poco ido de la cabeza, pero en el buen sentido, y sentía, por extraño que pareciera, que podía confiar en él. Al menos lo había hecho lo bastante para dejar que su buitre les subiera a saber cuántos metros de altura en el aire, lo que a lo mejor de primeras ya había sido demasiada confianza.

Y por un segundo la actitud cambió a un pánico considerable. «Mierda. Joder». ¿Cómo coño sabía lo de Adam? Ella no había dicho nada, ¿no? ¿Le había leído el pensamiento? Adam no podía, así que había supuesto que Cerbero tampoco, pero… Joder, joder, la que acababa de liar ella sola. El alivio llegó solo cuando aseguró que la información le había llegado directamente por su compañero, porque empezaba a ponerse tan nerviosa que tirarse desde un buitre hasta la ciudad empezaba a parecer no tan mala idea.
—¡Ah! Sí, menudo susto me pegué cuando vi a Rainbow Dash, pensé que era Adam que se había ido del torreón en plena crisis —sonrió con nerviosismo. Ahora empezaba a ser un recuerdo gracioso, pero hacía muy poco había sido algo que le había provocado bastante pánico.

Por un segundo, se planteó que tal vez que se lo hubiera dicho Adam era una mentira, y realmente sí le había leído el pensamiento. Pero no se le escapaban las palabras sobre que su novia también tenía una transformación del estilo, y suponía que alguien que iba dando esa información a desconocidos no iba a ser tan listo como para inventarse una historia sobre cómo había conseguido conocimientos.
—¿Me estás diciendo que aquí se liga y todo? Buah, yo pensé que sólo había miserias y dolor.

“¡Es que vaya puta movida! ¿De verdad no se diferencian en puto nada? Plan, yo que sé, un hombre lobo no se parece a un lobo real, son como mucho más tochos los cabrones”.

El frío era cada vez más notable y el viento más fuerte. Jace movió los hombros para encajarse mejor la chaqueta, y porque de tanto apuntar para arriba le empezaba a doler el cuello.

“Digo yo que al menos tu amigo será más espabilado, ¿no?” algo parecido a una risa entredientes llegaría a “oídos” de Amira. “Sino… joe macho, que te confundan con un caballo deja mucho que desear…”.

>>“¿¡Que si se liga!? ¡Joder si se liga! ¡Mi novia parece una jodida modelo y yo no tengo cabeza! Mira, de verdad te lo digo, mucho asco tienes que dar pa’ no pillar cacho en este sitio.”

La situación con dama Isis no estaba bien, pero obviamente eso prefería ignorarlo. No obstante tampoco quería cerrarse en banda a la tradicional mencionando a su novia como si tal cosa y bien pensado debería estar “expandiendo horizontes”… Solo por conocer gente, claro. Después de todo su relación no era exactamente prohibitiva.

“Pero si quieres yo te presento gente guapa, ¿eh? A cambio de algunos contactillos que tú puedas tener…” rió de nuevo. “¡No solo soy un torso bonito! Ni mi novia la única que pueda disfrutarme, heh.”

Una fuerte corriente hizo que el pájaro virase en su trayectoria, lo cual sumado al frío hizo que decidiera que ya estaba bien. Ares recuperó horizontalidad. El viento le estaba mareando el humo asi que conjuró una pequeña pantalla mágica sobre su cuello para evitarlo. La altura era tal que desde hacía rato ya los cambios apenas se notaban.

Empezaba a notar de verdad el frío, pero tampoco es que quisiera bajar todavía, así que se limitó a aferrarse más a Cerbero, como si así fuera a entrar mágicamente en calor.
—Adam habla y es más listo, sí, pero la primera noche estábamos ya bastante confusos con los cambios como para añadir dos pegasos—se rió.
La verdad es que su mente se había ido a Adam en plena Luna porque era el único pegaso que había visto nunca, pero claro que sabía diferenciarlos. Incluso esa misma noche, cuando de repente no había notado pensamientos ajenos.

Por suerte la conversación derivó pronto a los ligues. No sabía que clase de relación tenía el dullahan con su novia, pero parecía algún tipo de relación abierta a juzgar por cómo estaba hablando con facilidad de buscarle contactos y que más gente podría disfrutar de él.
—Bueno, no conozco a mucha gente, pero yo te presento a quien quieras si me dices dónde hay chicas guapas por la ciudad —medio bromeó.

Tampoco es que tuviera muchas intenciones de ligar con nadie allí…al principio. Veía lo que Adam y Chromsa tenían y le calentaba el corazón ver que no era imposible una relación romántica en Rocavatancolia. Tampoco le importaba tener una; tenía buenas amigas y amigos y eso bastaba, pero no iba a cerrarse a no tener algo más si salía la posibilidad. Y mira, conocer gente estaba bien, porque fuera de su cosecha apenas conocía a un par de personas, incluyendo al propio Cerbero.

Aunque habían dejado de subir, y no había ya cambios en las vistas, muy a su pesar Amira suspiró. Se iba a quedar helada.
—Te voy a pedir que bajes un poco, si no quieres que se me empiecen a quedar los dedos azules y los pierda.
Lanzó una mirada a Rainbow Dash, que seguía más o menos a la misma distancia. Iba a tener que conseguirse algo de ropa de abrigo, viendo a qué alturas podía llegar el maldito bicho.

“¡Uuuh! ¡¿Chicas eh?!” por supuesto que la especificación de género no pasó por alto al dullahan. “Resulta ser que conozco a más tías que tíos, vas a tener suerte. Alguna con fetiches raros por fluidos corporales poco atractivos, pero todas bueníiiisima onda.”

Joder, empezaba a sonar como una abuela que quería juntar a su nieta con quien fuera. Ni siquiera sabía la sexualidad de sus amigas, no era algo que fuera preguntando, pero anda que no metería la puntillita al contar que tenía compi de vuelo nueva.

“Eh, nada mal, ¡mira todo lo que habéis aguantado! Con un par” se asomó a un lado para mirar abajo. Jace pensó durante un segundo lanzar un hechizo térmico sobre Amira, que a fin de cuentas no consumía una mierda y cualquier excusa era ya a estas alturas bienvenida para recargar magia (mejor hacerlo con motivo que sin él, y los instintos le pedían bastante), pero pensó que eso sería aburrido. “A la orden, colega”.

Hubo un deje malicioso en su voz. Con un margen de medio segundo el pájaro hizo una pequeña curva arriba, una anticipación, y se dejó caer en picado como una flecha tantos metros abajo que más valía contarlos en segundos. El dullahan no transmitió pensamiento alguno pero se estaba riendo para sus adentro. Ares tenía las alas plegadas -algo antinatural para él, era un buitre, no un halcón- que abría de cuando en cuando para trazar S descendentes y no dejar así que Amira se acostumbrase a la trayectoria, como una montaña rusa sin railes. Las tonterías que le pedía su humano eran… bueno, ya normales.

Se sonrojó ligeramente ante la respuesta de Cerbero, pero no dejó de sonreír.
—Sí. Una pena que no me gusten los chicos, porque no estás mal —no iba a quedarse atrás con las coñitas, pero no se quejaba de que fuera a presentarle a chicas.
De hecho le hacía gracia su actitud, como si de verdad se estuviera tomando en serio el buscarle pareja. A ella le valía con conocer gente, llegase a más o no, pero que un tío sin cabeza fuera por ahí haciendo de casamentera se le hacía tan absurdo que era gracioso.

Fue a agradecerle el que bajara, pero el tono de su voz no sonaba especialmente prometedor, y el leve ascenso no hizo sino confirmar sus temores cuando empezaron a caer en picado. Gritó, más de sorpresa que de otra cosa, y se echó a reí entre gritos llenos de adrenalina, como los que soltaría en una montaña rusa.
—¡Eres un capullo! —le pegó un puñetazo flojo en el hombro como queja, mientras se reía más.

La bajada ni siquiera estaba siendo coherente, con un montón de cambios que hacían que no pudiera acostumbrarse a la velocidad ni a la trayectoria.
»¡Serás cabrón!
Se rió más. Aquello estaba siendo extremadamente divertido, y se lo estaba pasando mejor que en mucho tiempo. El pegaso había decidido bajar más lento, confiando en que su ama se lo estaba pasando bien y evitando hacer giros en el aire, en un descenso bastante más coherente y más aburrido…que no importaba porque nadie iba encima.