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Kanyum
Kanyum

Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
Nohlem: varmano granta. 1’69m
Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m

Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr

Acabó como la fiesta del Guatao - RV Gakuen Empty Acabó como la fiesta del Guatao - RV Gakuen

16/04/23, 12:12 am
Acabó como la fiesta del Guatao, dicho de algo que empieza bien y acaba mal.
Antes de la fiesta en la mansión.
Soy lo peor.

Nohlem se había quedado paralizado delante de la puerta que daba a la habitación de su hermana. No sabía cuantas veces había alzado los nudillos para tocarla, sin éxito, y si finalmente lo hizo fue cuestión de orgullo, después de que el señor de la limpieza que había tenido tiempo de cruzarse el pasillo dos veces se le quedase mirando porque ahí seguía.

¿Quién?
Soy yo. 

No hubo respuesta pero entró igualmente. Su hermana estaba sentada frente el ordenador enfrascada en algo, ya arreglada, desayunada y lista para el día. Por el lado contrario él aún llevaba sus pantalones de pijama a cuadros y la camisa del mismo tan horriblemente abrochada que uno creería que estaba mal puesta aposta, porque eso no podía salir así de mal solo. Y lo cierto es que se acababa de cambiar por pudor, había dormido con la ropa de ayer. Donde Kahlo ya tenía hasta el rimel echado él tenía un aspecto lamentable: ojeras, el pelo tan revuelto que solo una ducha serviría para resetearlo y los ojos rojos como si hubiera tenido alergia.

Kahlo giró la silla en su dirección y no ocultó la sorpresa que se llevó al verle. Estaba molesta con él por lo que había pasado el día anterior, y aunque imaginaba su nivel de disgusto no esperaba que le hubiera afectado tanto: su madre y él habían discutido, y si bien eso era pan de cada día, que acabaran a gritos no. Había comenzado como siempre: sus notas, su futuro y su actitud, todas esas cosas en las que ella también estaba de acuerdo con la mayor y le daban rabia. Luego habían empezado las comparaciones, su nombre salió a juego y la discusión escaló muy deprisa. Tras eso Nohlem no había salido de su habitación.

Cabizbajo, el chico se sentó en el borde de la cama y resistió las ganas de tumbarse. Se quedó ahí en silencio, sin saber por donde empezar.

¿Nohlem...? ¿Amaneciste con el moño virao? —olía a alcohol. Al darse cuenta su tono se volvió más preocupado—. ¿Has estado bebiendo? 
Anoche. Un poco.
Y una mierda había sido poco.
¿Por lo de mamá? —la pregunta era evidente. La verdad es que no le apetecía nada hablar del tema, pero no tenía el corazón lo suficientemente frío como para mandarle a la mierda.
Nohlem asintió.
Y por otra cosa.
Oh.
El pelirrojo se removió en el sitio, incómodo. Estiró una pierna, la recogió, se llevó una mano al rostro, tiró un poco de la piel con la palma y suspiró.
¿Sabes... Ethan?
¿Tu amigo? ¿El que te gusta?
Uno de ellos —sonrió con amargura—. Anoche le hablé. Había bebido un poco. Creo que le mandé un reel de mierda en Instagram y... —sí, todo había empezado a rodar por un puto meme con fotos pixeladas de gatos. Como no—. No sé, da igual, el caso es que vino anoche a sacarme de casa para que dejara de beber.
Mientras Nohlem hablaba Kahlo guardó el documento que estaba escribiendo -uno de sus fics de vampiros- y minimizó la pantalla sabiendo que eso iba para largo. No esperaba abrir la consulta amorosa en un día como ese, y menos de esas formas.
¿Vino a casa anoche? ¿Desde el campus?
En guagua —recalcó. Le había contado a Kahlo que Ethan tenía trauma con los coches, pero ignoraba que la sorpresa de su hermana no venía de su medio de transporte. Igualmente el autobús que llegaba hasta ahí tenía unos horarios penosos, si acaso solo añadía valor al gesto—. Nos sentamos en la calle un rato. Le conté lo que había pasado y me estuvo animando y... ya sabes como soy. 
¿Tonto? —sincera pero suave. 
Un ñame con corbata.

Kahlo se levantó y se sentó a su lado. Agrupó varias almohadas para recostarse contra ellas y dejó un puñado tras Nohlem por si quería imitarla.

A ver, que hiciste...
Pues... Él me estuvo animando y eso. Muy cariñoso, como es él siempre... —habría estado un poco piripi, sí, pero recordaba perfectamente el beso que le había dado Ethan en la frente. Tragó saliva—. En plan amigo. Y yo le dije cosas.
Ay —musitó, creyendo saber por donde iba—. ¿Qué cosas?
¡Yo que sé! Que era el mejor y así.
Kahlo alzó no una, sino ambas cejas con expresión seria.
Joda Kahlo ya me conoces —se estaba poniendo rojo—. No dije nada raro, no soy tan masoquista —ella no cambió el rostro—. ¡No me declaré, coño! —la despachó con un gesto—. Pero sí le dije cosas en serio. Que era muy bueno, que no entendía como estando así de manguito y siendo así de lindo estaba soltero… ¡esas vainas! ¡A saber, no me acuerdo! —sí se acordaba, y de más palabras concretas además. Su resistecia a la vergüenza era alta, ahora que no tanto—. ¡Pero iban en serio! Y él venga a darme abrazos... —se pinzó el morro con un suspiro y se echó hacia atrás, tumbado junto a ella—. Pero me ignoró todos los cumplidos, ya está. Porque solo somos amigos. Y me duele hasta que me dé abrazos.

Durante un rato los dos se quedaron en silencio. Nohlem comiendo techo y Kahlo pensativa.
¿Cómo de bebido ibas?
Antes de hablar con él no tanto. De verdad —se rió sin ganas, con ironía—. Luego ya…
Voy a esconder las llaves del armario del alcohol entre los libros de matemáticas, te lo prometo —se hizo a un lado, apoyando el codo en una almohada y la barbilla en la palma de su mano para verle mejor—. ¿Por qué no te dejas de rodeos y se lo dices? Pero no cuando hayas bebido, por todos los santos.
No. Porque somos amigos, Kahlo, ¿no te estoy diciendo? Que no me devuelve ni media. Y sabes que no soy discreto.
Pero le entras a todo el mundo, hermano.
¡Pero es distinto, son vainas cortas! ¡No son en serio! —se llevó ambas manos a la cara, tapándose los ojos con un gruñido frustrado. Para él era evidente, no tenía nada que ver lo que le decía a los demás que a sus amigos. Claro que solo él sabía donde empezaba y acababa su sinceridad. Es verdad que ligaba con todo el mundo, le encantaba y le tenía más miedo al compromiso que a su propia madre, pero en parte lo hacía para no pensar en lo puto-pillado que estaba de algunos. Su cabeza saltaba de una cosa a otra con una facilidad pasmosa, pero había algunas que no se quitaba de encima hasta que no les daba con aguarrás. Y a veces ni con esas—. ¡Es muy distinto! ¡Carajo! Y son mis condenados mejores amigos, no quiero estropearlo. ¡Carajo, que ayer me dolía hasta la garganta de tanto ronronearle al chino!

Por mucha pena que sintiese por el dilema de su hermano a Kahlo se le escapó una risita con lo último. Luego suspiró, pero con el mismo toque de humor aún encima. Alargó la mano libre y le acarició el pelo con una pequeña sonrisa, mucho más tierna de lo que esperaba para haber oído como gritaba “yo no soy Kahlo ni quiero serlo” la noche anterior. Claro que no tenía los ojos rojos por alergia, el muy tonto se habría pasado la noche llorando hasta quedarse dormido.

Ay manito. ¿Qué hacemos contigo?
Nohlem se encogió de hombros.
¿Quererme mucho?
Dime algo que no haga ya, dale.
Mátame y quédate tú la herencia.
Ganas no me faltan.
Ah. Hoy voy a ver a Marta.
¿Qué?
Le escribí a las 3 de la mañana. Después de…
Eres imbécil. Dónde tienes el celular.
Se lo sacó del bolsillo del pantalón y se lo tendió en redención.
Es muy linda.
Por mi como si es la hija de Maria Teresa de Calcuta y Brad Pitt —lo desbloqueó usando el careto de su hermano. Ipso facto Kahlo estaba tecleando furiosamente: “Hola. Al final no puedo salir. Lo siento” y el emoji más triste que tuviera su hermano en recientes, entre todas las hortalizas, melocotones y rubores—. Te estoy haciendo un favor.
Dile que mejor nos vemos mañana.
No. Santos robles Nohlem, ¡¿cuántas notificaciones tienes?!
No las abras vayan a ser nudes —dijo con, por fin, una pequeña risa. Kahlo le lanzó el móvil al pecho.
Eres lo peor.

Nohlem se rió de nuevo, cogió el móvil y lejos de meterse a What’s App para borrar lo que le había escrito su hermana a Marta buscó algo en su Spotify. No le tomó tiempo, era de lo último que había estado oyendo en las últimas… muchas horas.

El que quiero no me quiere, como quiero que me quiera, ¡y termina la condena! Me diviertes, maybe tú eres el q- —empezó a cantar mientras seguía las palmas. No pudo seguir más allá de eso porque Kahlo le hundió una almohada en la cara y se apoyó sobre la misma, sacándole sonidos ahogados mientras la música seguía.
Pendejo, enamorao’ y masoquista. Nohlem te voy a hacer un favor acabando contigo, dale.
Tras varios ruidos ahogados y un pequeño forcejeo solo porque no le mocharan el morro, por debajo de la almohada se escuchaba como aún trataba de cantar. Tras sacar lo justo para respirar se quedó quieto y abrazó a su hermana.
¿Cómo de triste es que haya llorado oyendo Bad Bunny?
¿Del uno al cinco? Once.


Diccionario cubano:

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