Acantilados

Tal y como pidió Nery's, Rua no le molesto con su pedido de no asustarle. No estaba el horno para tonterías en ese momento. No le apetencia tampoco bromear y causar algún tipo de incidente, especialmente cuando ella misma se encontraba siendo especialmente cuidadosa para apartar una segunda cesta del borde y llevarla a zona algo mas segura. Fue ahí cuando estaba ya tomando la segunda cesta y apartándose que lo vio.

El ruido de algo chocando contra la ropa mas abajo de ellos ellos mismos y que aprecia coger fuerza como si se acercarse fue la que le invito a pasar el mal trago de mirar por el borde del acantilado. Y lo que vio le provoco mas escalofríos que cualquiera cosa.
<<No, otra vez no, ¡maldita sea! ¡¡Un caballo carnívoro que se cree araña, no me jodáis!!>> pensó incrédula alejándose rápidamente de ahí con la cesta en las manos.

-¿¡Sabéis lo que es puto correr como si os fuese la vida en ello!? ¡Coño, pues vais a conocerlo ahora, corred!- la pronta reacción de Qwara acompañando a sus palabras no dejaba lugar a dudas de que también lo había visto.

Rua vio innecesario gritar de nuevo que tenían que salir de ali cagando leches, no podían ser tan destupidos como a para quedarse. Rua corrió cargando la cesta y atrapando la primera con esfuerzo mientras corría, su fuerza incrementándose por la propia adrenalina, cada uno de sus músculos pareció gritar presa de la tensión. Vio volar algo cerca de ella en direccional a su espalda, sobresaltándola. Una flecha de Pefka dirigida al monstruo.

Rua lo rebaso, viendo la necesidad de avisar al maniquí de que estaba cometiendo un suicidio quedándose ali dándoles tiempo. ¿Tiempo de que? ¡Esa cosa debía correr mas que ellos!

-¡No vas a poder con el, corre!- exclamó Rua que estaba segura que ese condenado monstruo equino podría correr mas que todos ellos juntos, esperarlos donde sea que quisieran llegar y aun tener  tiempo afilarse los dientes para poder arrancar mas carne de sus huesos de un solo mordisco. Rua se estremeció ante el pensamiento pero sus piernas no la abandonaron aquella vez y corrieron igualmente pese al terror de su dueña.

Las ruinas cercanas no tardaron den avistarse a ojos de Rua y como si lo escaneara a toda velocidad presa de la tensión y el miedo que impulsaba cada uno de sus músculos, vio aquel lugar que Qwara ya había encontrado. Con ello dos elecciones surgieron en su mente como un destello fugaz: meterse en las precarias ruinas que tenían posibilidades medio-altas de derrumbarse sobre ellos o enfrentarse a un caballo carnívoro contra el que 100% no podrían hacer una mierda.

La elección se respondió por si sola cuando, usando su cuerpo de impulso, la sueca se lanzó hacia la estrecha puerta de la ruina para abrirla con su cuerpo pues sus manos estaba ocupadas, con las cestas de amortiguador para no herirse contra la madera. Rua acompañó todo aquel gesto de un rezo mental a todos lo dioses en los que no creía, para que el otro lado de la puerta no estuviera bloqueado, no se les cayera encima el techo y que el cuerpo del equino no fuese capaz de entrar por ahí.

<< ¡Venga, cumplirme el puto milagro y juro que dejare de ser atea! >> gruño mas exigente que implorante, mientras su labios eran mordidos con fuerza y sus uñas tentaba a desgarrar las cestas bajo la fuerza de su agarre. Su nudillos ya estaban blancos de la presión ejercida.

No quería convertirse en boñigas de equino arácnido. No quería.

Maila subió todo lo rápido que pudo y las vistas que encontró la dejaron con la boca abierta. Había exactamente eso, una bañera voladora con una especie de muñeco gritando los alimentos que poseía. Muchos de ellos desconocidos para la chica. Maila se percató de adónde se dirigía la bañera, a una especie de acantilados no muy lejos del torreón. Una vez le respondió a Rua se encaminó hacia la armería. Necesitaba salir de allí y ayudar, confiaba en que Fleur estaría más que segura ahí dentro y tenían un problema bastante grave respecto a la comida. Más que suficiente para hacerla ir al exterior.

Eligió un cuchillo, no demasiado pequeño pero tampoco excesivamente grande. Su primera estrategia  era correr del peligro, pero si ese “peligro” la alcanzaba un cuchillo estaría bien para defenderse. O eso quería creer.

-Volveremos enseguida, Fleur-. Le dijo a la francesa con un rápido abrazo.-  Sabía que el exterior era peligroso porque el reptil asesino podía estar en cualquier sitio. Sin embargo eran muchos y confiaba en que la superioridad numérica fuera ventajosa.

El grupo siguió a la bañera a través de las calles, la hawaiana no dejaba de mirar para atrás algo asustada del silencio había. La bañera llegó hasta los acantilados y por degracia echó parte del contenido al océano. Maila soltó un: “Será imbécil esa cosa” con todo el odio que podía. A sus ojos parecía que lo hubiera hecho hasta queriendo.

Por suerte unas cuantas cestas estaban en tierra firme y eso los animó a que alguno se acercara prudentemente a cogerlas. Maila suspiró de alivio al ver que el contenido de las cestas era normal. <<¿Por qué ha dicho esas tonterías, entonces?>> Pensó mientras se le hacía la boca agua con la comida de las cestas. Sin embargo un ruido sonó alto y fuerte, más bien un relincho. Por un momento la imaginación de Maila hizo aparición, y  pensó que aparecería una comitiva de gente a caballo diciendo que iban a rescatarlos de aquel lugar, pero lo que llegó era muy diferente.

Era un caballo, sí. De un color muy negro, pero hasta ahí acababan las diferencias. Era grande, musculoso y su boca era enorme. Y no contento con eso empezó a trepar el acantilado mientras babeaba, sin duda con intenciones de comer algo más que las cestas.

Maila soltó un grito asustada cuando fue a por ellos a una velocidad de vértigo, escalaba como si fuera una cabra. Algunos cogieron las cestas , pero a la hawaiana esto le pasó desapercibido. Estaba demasiado centrada en como Pefka apuntaba y disparaba. El sonido de la flecha era casi hipnótico, pero ver los espumarajos de la criatura la hizo salir de ese trance. <<¡MUÉVETE, GILIPOLLAS, MUÉVETE!>> Se dijo así misma con un sudor frío recorriéndole el cuerpo.

-¡Vámonos, Pefka!- Le gritó mientras daba unos cuantos saltitos hacia atrás, queriendo salir corriendo con los demás,   incapaz de dejar atrás al krabilense y sin poder apartar la vista del colosal equino. Al final un instinto primitivo en todo ser vivo la hizo moverse y no mirar atrás: el miedo, el más grande que hubiera sentido. Cada varios metros soltaba a pleno pulmón un “'¡Corre!” sin saber si Pefka le seguía detrás o no y siempre siguiendo la estela de sus compañeros. <<Tendría que haber cogido un cuchillo más grande, joder>>

El hijo de lunas se echó el arco a la espalda en cuanto vio tropezar a la bestia. Acto seguido, corrió en pos de su grupo sin mirar atrás, pensando en el siguiente paso. Por un lado, eran muchos, así que no podría darles caza a todos, pero tenía pinta de ser bastante veloz así que primero debían alejarse. Todos.

Las cuevas verticales serían su escondite, y por suerte todos se dirigían al mismo. O quizá por desgracia, porque si alguno se fuera por libre quizá el depredador le seguiría por ser la presa fácil. Sin maldad, tan solo era un pensamiento práctico. Es más, cuando se aproximaba al grupo, abrió la boca un instante para apremiarles, preocupado.
—Hay que perderle de vista, somos un blanco fácil si nos quedamos quietos.

Miró a quienes llevaban las provisiones. O, mejor dicho, las cestas en sí. La misión del grupo era llevarlas al refugio, así que quizá podían separarse... «No, irán más lentos con el peso e irá a por ellos» Todos juntos, pues, de momento.

Antes de entrar todos a la cueva más cercana, cogió su machete. Ni quería más sorpresas ni andar a ciegas por una de esas casas. Quizá entre escombros y cuevas abandonadas podrían perderle de vista, o incluso él mismo dispararle más veces si cogían distancia. Pero no de momento. Ahora tocaba esquivar cascotes y correr.

El ruido de cascos a sus espaldas le hacía mirar al grupo con otros ojos. Ojos que, por cierto, además de estar acostumbrados a la penumbra, también se enrojecían notablemente al estar en tensión (cosa que sus compañeros podrían ver sin problemas). Con suerte, o mala suerte, según se viera, alguien tropezaría en la carrera, tanto la bestia como alguien del grupo, y todo sería más sencillo. O si pudiera hacer sonar su silbato y montar a Karane, pero la única utilidad que podía tener ahora podía ser llamar la atención de la bestia y distraerla. Pero no lo haría, no de momento.

Sarah caminaba absorta en las vistas del lugar, caminaba envuelta en pensamientos mirando cada una de las ruinas, el camino que iban trazando se guiaba por la bañera que sobrevolaba el cielo. Era una ciudad en ruinas, destruida llena de basura y polvo, pero Sarah la veía preciosa, casi podía ver que había sido, miraba las enormes construcciones y pensaba en como serian antes, nobles e impresionantes.

Podía percibir el miedo y la preocupación de sus compañeros, y Sarah no podía hacer otra cosa que darles la razón, sin duda no era un sitio pacifico y por mucho que le gustara podía ver el obvio peligro que habían experimentado y podrían experimentar.
Llegaron a unos acantilados, que parecían marcar el final de la ciudad, tras el solo se veía un infinito océano y la cortante brisa que traía. La bañera y su capitán, por suerte, no avanzaron más y pudieron mirar lo que contenía, era comida, así se resolvería un problema, pensó.

Pero otro mas grande se mostró ante ellos, Sarah lo reconoció lo había leído en algún libro de mitología celta, así que la mitología y magia era producto de este lugar o provenía de este lugar o es que también existían en la tierra, se hubiera preguntado.  Pero de nuevo volvió a ella esa sensación, ahora no había futuro o pasado, no había preocupaciones, no había duda, solo una clara orden se repetía en su cabeza “huye” su racionalidad era total, no podía luchar contra algo así, la orden ya había llegado a sus piernas y corrió, corrió por su vida.

Busco alejarse del acantilado, y se metió en las ruinas como algunos de sus compañeros hacían, buscando algún sitio donde esconderse, donde no la criatura no pudiera entrar por su tamaño, no podría ganar, ni peleando, ni corriendo, así que decidió entrar esconderse en alguna de los edificios escondida sin hacer ruido.

Lograron adentrarse en las ruinas a tropezones apresurados, justo cuando Rua escuchó los cascos de caballo empezar a acercarse. ¿Era capaz de olerles? ¿De escucharles <<¿Que tan jodidamente desarrollados tendra esta cosa sus sentidos?>> Contuvo el aliento sin darse ni cuenta, aunque estaba segura que su corazón debía resonar por todas las paredes de aquella casa medio derrumbada donde se habían metido.

Sentía sus brazos pesados por las dos cestas que llevaba pero no se le ocurrió en ningún momento soltarla so estaba segura que si lo hacia y tuviesen que de nuevo echar a correr de aquel lugar donde habían logrado guarecerse, se olvidaría totalmente de ellas. Esperaba que aquellos que no llevaban cestas o tenían al menos una mano libre se las ingeniara con las armas que tenían. <<Aunque no creo que podamos hacer nada contra ese ser>> tenia claro que era un suicidio enfrentarse a ese caballo monstruoso, pero quedarse allí eternamente tampoco era una solución.

<<No, no podremos correr mas que el y menos cargado con las cestas...¿esperar hasta que se aleje? Puede, pero ¿Lo hará tan siquiera? Ha ignorado por completo las cestas que quedaban disperdigadas en el acantilado y esta viniendo hacia aquí. Si quisiera simplemente comer, cogería lo que hay en las cestas...¡pero no, el hijo de su madre nos está buscando! ¡Quiere cazarnos!>> el simple hecho de pensar que un caballo que acaba de salir del agua y escalado un acantilado para ir tras ello ya era lo suficientemente sorprendente de por si, pero que encima ignorase la comida y pareciera ir a por ellos cual cazador, ya era el colmo de la mala suerte.

Quedarse encerrados no era una solución, de ninguna forma y Pefka había llegado ala misma conclusión viendo como sacaba el machete e intentaba internarse mas adentro en la ruinosa casa para buscar otra zona por la cual salir a poder ser, al otro lado de donde venia el caballo.

-Como dice Pefka no podemos quedarnos quietos...esa cosa no buscas las cestas o cogería las que se quedaron en el acantilado, nos quiere a nosotros. Propongo que intentemos ir yendo de casa en casa entre las ruinas, así podremos intentar despistarle, evitemos lo mas posible quedarnos en la calle o en zonas mas abiertas por ahora. Con lo que probablemente corre y cargados como vamos, nos pillara fijo. Y cuidado con las propias ruinas...no queremos que se nos caiga nada encima y no sabemos si en ellas habrá algo mas que también sea peligroso, no me fío de este puto sitio ya - susurró Rua hablando rápido pero lo mas claramente que pudo, en su voz se notaba una tensión casi palpable, mezclándose con el miedo y el intento de sobreponerse a el. Necesitaba pensar con claridad a pesar de estar cagadisima de miedo, si se dejaba llevar por el sus piernas y brazos le dejarían de obedecer. No podía permitírselo. <<Una vez este en ese refugio a salvo y con el estomago lleno, tendré tiempo de hacerme una bolita en un rincón y prometerme a no volver a puto emborracharme en la vida >> pensó Rua mordiéndose el labio inferior con fuerza instando a su cuerpo a reaccionar y seguir moviéndose. Se sentía tan frustrada , irritada y asustada y todas esas emociones mezclándose eran las que le hacían moverse.

Cascos se empezaron a escuchar mas cerca, Rua sintió su garganta apretarse y a Pefka justo delante de ella girándose alerta. Su único ojo, adquirió una tonalidad rojiza ante la mirada confusa de la sueca. Decidido rápidamente que no era momento de preguntar el por qué de semejante anomalía.

<<A no ser que ese ojo pueda lanzar rayos a lo superheroe cíclope y cargarse al caballo, como si se vuelve fosforescentes radioactivo>> pensó Rua con sus prioridades claramente puestas en salir de aquella ruinas por otra zona y con suerte meterse en las contiguas. Alejarse del caballo, enteros a poder ser, era la prioridad ahora por eso no dudo en empezar a buscar por donde salir de aquella casa ruinosa lo mas lejos posible de donde venia el caballo con sus ojos atentos al suelo que pisaba. No era un sitio cerrado, el techo estaba abierto por zonas y había huecos en los muros por lo que necesitaban darse prisa.

Qwara siguió a la sueca al interior del edificio sin dudarlo en cuanto esta se abrió paso a la fuerza a través de la puerta carcomida, apartándose de la entrada rápidamente para que los demás pasaran sin problema. El polvo que flotaba por todas partes y el silencio que rebotaba en aquellas paredes viejas eran señales más que evidentes de que nadie pisaba aquellas estancias desde hacía mucho tiempo, pero lejos de tranquilizarla esto solo la ponía mas nerviosa. Su respiración calmada, sin embargo, no dejaba traslucir el miedo que sentía.
«Hay que pensar en una forma de despistar a ese puto bicho» se dijo a si misma, ojeando el pasillo que se adentraba en la casa con atención mientras sopesaba sus opciones.

El sonido de los cascos sobre el empedrado le provocó un escalofrió, pero se obligo a agacharse junto a una pequeña grieta en la pared para echar una ojeada afuera mientras la chica albina proponía un curso de acción de todo lógico. Aquel caballo negro aún estaba lejos, pero no parecía tener prisa y sus pasos le conducían indudablemente hacia ellos.
—Alguien va a tener que atraer su atención hacia la puerta de la casa si los demás quieren salir a salvo por la parte de atrás... —añadió en voz baja a las palabras de Rua sin apartar la vista de la musculatura de aquella criatura. No podían correr más que aquel ser y ahora que lo veía bien estaba completamente segura, así que su única opción eran las callejuelas estrechas y casas vacías que los rodeaban. Si obligaban al kelpie a avanzar en zigzag quizás tuvieran una oportunidad.

La sudafricana no esperaba que nadie se ofreciera a hacer de cebo, así que se apartó de la pared y se adentró un poco en la casa para reconocer el camino mientras se mentalizaba para la tarea.
—Yo seré la carnaza, pero alguien va a tener que llevar esto por mi —dijo en voz baja en cuanto volvió sobre sus pasos, tendiéndole las cestas a los demás para que los que tenían alguna mano libre se hicieran cargo de ellas—. Estoy segura de que me puedo escurrir antes de que me coja si viene de frente, lo que os dará tiempo para salir de aquí y meteros en otro edificio sin que, con suerte, se de cuenta —aclaró, flexionando las rodillas en un acto reflejo de calentamiento—. Os seguiré en cuanto tenga su atención, ¿de acuerdo? —aseguró, esbozando una sonrisa tensa con la que pretendía disimular lo poco segura que estaba al respecto.

Qwara les señaló el pasillo con el pulgar y se acercó al hueco de la puerta con cautela, aguzando el oído para situar al caballo. Apenas habían transcurrido unos instantes desde que echara un vistazo por la grieta en la pared, así que el kelpie no les había dado alcance todavía, pero este estaba a punto de alcanzar la casa y la morena no podía dejar que diera un rodeo al edificio. Hizo lo único que se le ocurrió para llamar rápidamente su atención: dar un fuerte silbido y ponerse completamente a la vista bajo al dintel de la puerta.
—¿Tienes hambre, caballito? —le preguntó en voz alta en cuanto este clavó sus ojos oscuros en ella—. ¡Pues ven y cogeme si puedes, cerebro de alga! —le provocó, tratando de ahogar el miedo que sentía con falsa valentía.

El cuerpo de la sudafricana estaba tenso como una cuerda, listo para ponerse en movimiento en cuanto aquella mole carnívora se le echara encima, pero los breves segundos de calma antes de la tormenta se le estaban haciendo eternos.
«Vamos, vamos... » pensó para si mientras afianzaba los pies en el suelo, igual de expectante que un corredor olímpico que espera el pistoletazo de salida.

Si alguien le preguntaba en el futuro Nery´s, él juraría que lo único que pudo escuchar mientras corría eran las pezuñas de aquel ser restallando contra el suelo y el pulso de su corazón.

Ni siquiera notaba la alabarda posada en su hombro, ni las cestas tambaleándose en su brazo. Su respiración se aceleraba aunque aquella carrera fuese demasiado corta para él. Entrar en la casa no lo alivió, lo había hecho por inercia, siguiendo la estela de Qwara sin cuestionarse ni plantearse nada.

El polvo entró en sus pulmones y le hizo toser al pararse allí dentro, en aquel edificio destartalado que podía caérseles encima en cualquier momento. Sentía el latido de su corazón retumbando en su pecho, oídos y manos. Tenía ganas de gritar, de preguntar qué cojones era eso, pero sabía que sería inútil y contraproducente.

Joder.

Las palabras de Rua tenían sentido. -S-supertienes razón Rua, la casa no hiperaguantará. -Hablaba nervioso, pero se notaba que estaba intentando salir de aquel shock. -Megapodría tener magia que la megahiciera aguantar, pero ultrano tengo ni idea de cómo funciona o verla. -Paró un momento para coger aire e intentar calmarse.

Es un monstruo, no una caida, es evitable, podemos evitarlo. -Intentaba tranquilizarse a sí mismo.

-Salgamos de aquí.

Notó entonces el cambio en los ojos de Pefka, pero no pregunto, no consideraba que fuese momento para ello.

La idea de Qwara le pareció tanto una locura como una de las pocas opciones reales que tenían. Todo esto le parecía una locura, desde luego no era así como se imaginaba el reino de Andras, ni sus vacaciones.

-Vale, vale, pero supercorre cuando vaya hacia la puerta, hiperte abriremos camino para salir.

Nery´s entonces avanzó por el pasillo, hasta dar con una puerta de salida a la zona que empezaba a ser de nuevo parte de las calles de la ciudad. Abrió la puerta de una patada y sin mucha duda empezó a avanzar hacia una casa en relativo buen estado.

-Corred. -Dijo al resto no demasiado alto por miedo a atraer la atención del caballo.

Aquel entorno era nuevo. La bestia, nueva. La ciudad, nueva. Incluso el clima, nuevo, le hacía más ligero, pero le fallaba el equilibrio, acostumbrado al peso de su ropa. Así que se sentía inseguro para decidir, moverse, y más aún para decidir por el grupo. No es que quisiera ser el líder ni le hubieran concedido ese privilegio (o esa maldición), pero si tenía en cuenta que era quien sabía usar las armas y cazar...

Sin embargo, para su alivio, no tuvo que hacerlo. Qwara propuso un plan y todos aceptaron seguirlo de inmediato. Cuando la chica habló de distraer a la bestia, el domador pensó en su silbato, pero se lo calló. Preferiría no arriesgarse a perderlo, ya que era lo único de valor que se había traído de su mundo. Pefka simplemente asintió; no había tiempo que perder. Tampoco sabía si había sido buena idea ese plan improvisado, o si habría sido mejor que él acompañase a la humana para ayudar con su arco si la criatura se quedaba atascada en algún punto del camino.

Así que echaron a correr, otra vez. Nery abrió paso y el hijo de lunas siguió al grupo, el último. Corrían hacia la calle y, por lo visto, otra de esos cuevas (¿sería cierto que podían derrumbarse, por cierto? Le sorprendía la posibilidad). Entretanto, podía parecerles cómico a los demás verle cambiar de armas en la carrera y coger el arco de nuevo, pero es que sencillamente no sabía qué hacer y necesitaba tener algo familiar con lo que se sintiera seguro. Y es que prefería el arco antes que el machete, que apenas había tenido que usarlo allá en su mundo.
—Por si acaso, por si acaso —mascullaba mientras corría. No necesitaba mirar atrás para saber si debía girarse y apuntar. Le bastaba con atender al ruido de los cascos.

El grupo entró en un edificio ruinoso, pero eso eran detalles mínimos en aquella situación. Cualquier pared que los separara de esa cosa era un regalo, independientemente de su estado actual. Maila podía escuchar como los cascos de aquella bestia resonaban veloces e implacables en su búsqueda de cazarlos. Jadeaba profundamente, más por el miedo que por el cansancio. Y aunque estaba muy atenta a la conversación que estaba teniendo lugar no hizo nada por unirse. Le daba igual cuál fuera el plan, solo quería salir de allí lo antes posible y sin  disgustos por el camino.

Qwara se ofreció a llamar su atención para poder avanzar al siguiente edificio. Maila se prometió agradecerles de por vida a Qwara y Pefka lo que estaban haciendo por todos. En cuanto el resto se puso en marcha Maila los siguió, procurando no caerse por el camino ni en pensar en el monstruo.

Sus únicos pensamientos mientras corría estaban dirigidos en sus ansias por vivir y en volver a ver a su familia y a Fleur. El siguiente edificio no estaba muy lejos, y la hawaiana podía sentir una chispa de esperanza creciendo en su interior. <<Por favor, que se canse de nosotros, que se esfume... lo que sea...>> Suplicaba al borde del llanto mientras sus piernas no dejaban de moverse.

Cuando el kelpie cargó hacia ella la sudafricana tensó las piernas sin moverse, notando como el sudor frío le corría por la espalda mientras el estruendo de los cascos inundaba sus oídos. Debía evitar que aquel monstruo diera un rodeo a la casa a toda costa, pues sus compañeros aún no habían tenido tiempo para salir, y la mejor forma de hacerlo era mantener el cebo a su alcance el mayor tiempo posible.
—¡Joder! —exclamó en el último segundo, dando un salto hacia el interior de la casa mientras la mandíbula del equino se cerraba como un cepo en el lugar que ocupaba hacía un instante. El crujido del dintel de la puerta ante el envite de la criatura no era nada halagüeño y era una más que evidente señal de que había que salir por patas ya.

Casi resbalando por las prisas y sin mirar atrás Qwara siguió la estela de los sendarios hacia la parte posterior del edificio, guiándose por la luz al final del pasillo hasta la habitación por la que sus compañeros ya habían salido. Podía verlos al otro lado de la calle apunto de entrar en otra casa vacía y, por miedo a perderles de vista, la muchacha salvó el obstáculo que la separaba de la calle de un salto sin pensarlo demasiado. Trastabilló al aterrizar y solo su buena forma física evitó que se estampara contra el suelo, pero para cuando recuperó el equilibro los demás ya no estaban a la vista.
—Mierda... —murmuró para si en voz baja, agachándose unos instantes mientras aguzaba el oído y pensaba que hacer a continuación.

Podía escuchar los resoplidos del kelpie en una de las bocacalles que daba a los acantilados, aproximándose con lentitud debido a lo angosto de las callejuelas, y lo que su cuerpo le pedía a gritos era que salir corriendo cuanto antes. Se obligó a mantener la calma, sin embargo, y tras dudarlo unos segundos decidió avanzar por la calle más estrecha que discurría en paralelo al edificio en el que se habían metido los demás.
—¡Eres muy lento, pony! —exclamó, deteniéndose en la esquina el tiempo justo para que aquel monstruo la viera antes de continuar la huida.

Si conseguía mantener la atención del caballo podría atraerlo hacía los callejones mas angostos, avanzando en la misma dirección que sus compañeros para no perderse mientras los mantenía lejos del peligro. Con suerte aquel juego del gato y el ratón terminaría pronto con el culo del kelpie atascado en alguna parte, lo que les permitiría a todos poner distancia de por medio para poder alcanzar la relativa seguridad del torreón sin que se les comieran por el camino.

Sarah sentirá su respiración y su corazón latiendo,  no había nada más en ese momento,  en su cabeza se reproducian todas la opciones y posibilidades,  coincidiendo con el grupo de cosechados,  debían empezar a moverse entre las casas.

No podía luchar,  no podía quedarse parada y no podía volver al descampado,  eso la dejaba una única opción, correr entre las ruinas hacia el torreón,  y sus opciones de superviviencia aumentaban si avanzaba rápido.  Así que comenzó a correrá saliendo por una callejuela.

El cuerpo le palpitaba,  le dolía la tripa,  su cara la ardia,  pero había algo profundamente hermoso en ella en ese momento,  sus ojos tenían  brillo y se mostraba en su rostro una media sonrisa,  si alguien se centraba en mirarla.

¿Era el peligro de muerte? ¿Era el estar centrada únicamente en el presente?  ¿Era que su cerebro estuviera por fin en silencio?  No lo sabía, ni le interesaba. Ahora mismo lo único que sabía era que estaba viva y quería que siguiera siendo así.

Todos sus músculos, mientras apretaba los dientes con tan fuerza para contener la salta de blasfemias que quería soltar por mera frustración. Rua no se quejaba del ejercicio físico, había hecho bastante a pesar de que su figura no lo diera a entender, pero aquella situación se salia de cualquier normalidad.

Agradeció por tanto que le hiciera caso con lo de salir rápidamente de allí y correr hacia otro edificio aledaño a ese sin discutirle, porque sus niveles de tensión cortaban casi tanto como sus uñas, que dolían en sus manos mientras agarraba las cestas que raspaba su piel. La intervención de Qwara o mejor dicho su deseo de morir joven, hizo que le mirase con ojos muy abiertos. Por un segundo Rua se contuvo de decirle que estaba loca de atar si pensaba que podría jugar al pilla pilla con escondite con aquella cosa, peor se callo la boca.

Un sentimiento bastante egoísta y oscuro surco su mente, mas no se sintió culpable por ello <<Si quiere dárselas de heroína, espero que le salga bien...pero sino, al menos su pellejo salvara al mio>> Rua en realidad no quería que nadie muriese, pero tampoco estaba tan loca como para anteponer la vida de otro sobre la suya. Nadie le había pedido a esta arriesgarse, pero tampoco iba a ser ella quien intentara quitarle las idea de la cabeza si eso podía salvarlos con suerte a todos.

Rua por tanto no miro atrás una vez Qwara salio y siguió repetidamente al resto, buscando ser lo mas rápida y a la vez silenciosa que le era posible. Su respiración parecía quemar dentro de sus pulmones mientras en sus oídos aprecia escuchar mas y mas fuerte los cascos del caballo, como si no parara de acercarse a ellos pese a los intentos de la sudafricana por despistarlo. Parecía que fuese a ser imposible dejarlo atrás y aquello comenzaba a desesperarle por completo.

<<Mierda, encima ese estúpido refugio o lo que mierdas sea, aun queda un poco para que logremos llegar>> pensó Rua con la respiración entrecortada y un punzante dolor en la boca del estomago. Tenia el estomago vació, al igual que todos los demás y las fuerzas que poseían no iban a durar demasiado, menos tras haber estado corriendo y moviéndose todo el tiempo desde el día anterior, sin probar bocado alguno.

Hecho un rápido vistazo hacia atrás sin dejar de correr, solo para comprobar su el corcel les perseguía, mas no solo no vio ea este, aunque podía escucharlo a cierta distancia, sino que tampoco vio a Qwara ¿se había desviado a caso del camino conforme corrían entre casa y callejuelas estrechas?. Rua chasqueo ligeramente la lengua para si misma, esperando que al menos esta tuviera sentido de la orientación al saber encontrarlos, porque estaba claro ellos no iban a dejar de correr.

Rua iba a seguir corriendo sin prestar mas atención a nadie, pero la expresión de Sarah que corría justo tras ella, le puso el vello de punta.

<<Coño, esta tía esta loca ¿que mierdas hace sonriendo mientras un caballo carnívoro nos persigue¿?>> pensó incredula girándose de nuevo al frente en cuestión de segundos, ante semejante cosa que acababa de ver y que no podía asegurar que no hubiese sido fruto de su imaginación alterada por la situación de tensión. Si debía ser eso, porque nadie en su sano juicio estaría sonriendo con lo que andaba tras ellos queriéndolos matar.

<<Si al final los mas locos de este grupo vamos a ser los humanos...joder>> y no se excluía de aquella concluso de ninguna forma, porque el simple hecho de estar allí arriesgando su pellejo para llevar comida a donde estaba quedándose, solo por su afán de ver la puñeteras bañeras voladoras, no era tampoco muy cuerdo. Lo peor, es que probablemente volvería a hacerlo si es que se libraba de esa cosa.

<<¡Piensa positivo, piensa positivo y darle mas caña a tus piernas, ostia!>> le dolía hasta el alma de correr agarrando las cestas, también las piernas por causa de las botas que cargaba su peso y el peso extra. Su resistencia no es que fuese tan mala realmente, pero una cosa era correr con botas de plataforma y otra con zapatos adecuado para ello. La diferencia era abismal. Si a eso se le añadía que no habían comido y que ella en particular había literalmente vaciado su estomago el día anterior, sus niveles de energía estaban en rojo. Lo que le daba fuerza para seguir corriendo pese a todo era la adrenalina y las ganas de no convertirse en excremento de caballo, si le quitaban eso, era un despojo de energías. Menos que una ameba.

-¿Queda...mucho para el refugio?¿Podéis verlo?- susurro apenas al resto del grupo una vez se internaron en otro de los estrechos callejones, para buscar evitar al caballo sin dejar de avanzar apuradamente- Si seguimos así cargando todo esto...no llegaremos muy lejos. Nos cansaremos antes- ella llevaba dos cestas pero aparte Nery's cargaba también otras, sin contar que tenían ahora también las de Qwara. Y no es que fuesen precisamente ligeras. Una idea loca surco su mente ante eso, aunque estaba segura que con lo que les taba costando conseguir comida ninguno estaría a favor, pues implicaba dejar la comida escondida y volver un poco mas tarde por ella una vez hubiera alejado al caballo de aquella zona con ayuda de Qwara. Era arriesgado si, pero si seguían sin despistar al dichosos corcel, Rua no dudaría en realizar su idea. No podrían seguir corriendo de esa forma mucho tiempo mas cargados como iban, sino dejaban de ser perseguidos o encontraban el refugio pronto, las pocas fuerzas que aun poseían no les iba a durar eternamente.

<<Espero que no tengamos que llegar a eso. Venga, caballo maldito déjanos en paz.>> pensó Rua mordiéndose el piercing del labio insistentemente.

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'Dado de 100 caras' : 47

*(A los mares en vez de a la tumba pues los frivys no tienen cementerios y llevan a sus muertos al mar.)