Torreón Sendar

Tawar no perdió el tiempo en explicarle que formar parte de la tribu consistía en querer cuidar de todos y dejarse cuidar a su vez por los demás, con lo que Colmillo estuvo de acuerdo. Aunque no podía decir que confiaba plenamente en todos aquellos extraños seres, parecía obvio que estaban condenados a trabajar los unos con los otros para superar el año. Mirándolo por el lado positivo, el vittya pensó que aquello podría incluso gustarle, convivir con gente tan distinta y aprender cosas sobre ellos. Al menos, siempre que fueran respetuosos y no comenzaran también a insultarle, cosa que pensó que estaba haciendo Tawar al llamarle peludito, pero rápidamente se dio cuenta que, de hecho, era el único con pelo por todo el cuerpo de ahí y ese apelativo no era más que una descripción justa. “¿Yo soy peludo? Tendrías que ver las melenas de algunos de mis sobrinos” pensó con cierto humor.

Colmillo miró con curiosidad todos los gestos que el resto enseñaron e incluso intentó imitar alguno de ellos, como el de Nohlem, aunque se sintió bastante estúpido pestañeando tan lento.

-En Zemlya, si tenemos que hacer un juramento o una promesa levantamos la mano derecha así y lo prometemos por la luna o por las estrellas de nuestros ancestros o por las dos cosas -explicó un poco inseguro, mientras levantaba la mano a la altura de su cara dejándola no del todo abierta, pero tampoco cerrada-. Aunque supongo que mi familia sería mi tribu y ahí lo haríamos simplemente con un abrazo.

Szczenyak se avergonzó al momento de decirlo, pero Aniol parecía contento con la sugerencia, así que el zawodny decidió que valía completamente su vergüenza por hacer feliz a un cachorro tan adorable.

-Entonces, quiero pertenecer a la tribu y prometo por las estrellas de mis ancestros cuidaros y dejar que me cuidéis -juró agarrando por un momento el collar de su yaya mientras su cola y sus orejas mostraban como la situación le avergonzaba un poco, aunque cuando terminó la promesa abrazando a Aniol se sintió un poco mejor al respecto, dejándole con mucha menos sensación de vergüenza al separarse y sintiendo que esto, de alguna manera, hacía sido importante.

Aunque Colmillo bufó divertido ante la promesa de Tawar de aprender a decir bien los nombres, decidió que aquello había sido demasiado intenso para él y dio una palmada al aire para quitarse la última vergüenza de encima de haber hecho algo tan infantil y significativo a la vez.

-Bueno, creo que este cepillo y yo nos vamos al patio. Supongo que vosotros no lo necesitáis porque tenéis menos pelo, pero mi nana me mataría si supiera que he tenido la mínima intención de cepillarme el pelo dentro -exclamó blandiendo el susodicho cepillo y luego salió por la puerta del patio con la cola moviéndose tras él con nerviosismo.

Una promesa era una promesa. No sabía en qué medida se lo estaban tomando el resto de sus nuevos compañeros, pero su familia le había enseñado que los pactos no se rompían. Incluso si tenías que morir por ellos.

Así que la promesa se gestó, como lo estaba haciendo su hermano o hermana en el vientre de su madre allá en la tierra. Quizás no vería nacer al pequeño pero estaba contemplando el alumbramiento de algo nuevo, y las cosas a su alrededor brillaban con un tinte horrible y hermoso a la vez.

Allí. En medio de una chica del desierto, un hada, un muchacho lobo y un gato… Aniol se sentía en calma. Mucho más de lo que se había sentido con niños de su clase en el patio de recreo. Y eso era raro... ¿No? Los conocía de un día. Pero era como estar en Narnia. A lo mejor y solo a lo mejor… se trataba de la misma magia característica de aquel reino. Pasarían años y para cuando volviera seguiría siendo Aniol, el pequeño Aniol. Su madre le recibiría como si sólo se hubiera perdido un rato en el bosque. Y su padre jugaría con él a ser Rapunzel y Pascal en su habitación.

Pestañeó un par de veces con sus ojos miel algo emocionados. Su mente fantasiosa se aferró al evento que se estaba dando lugar y declaró que una tribu solo era el sinónimo de otra familia. Podía tener varias familias en muchas partes… ¿no? Hermanas y Hermanos mayores. Colmillo parecía un buen ejemplo de ello. Al polaco le pareció que tenía ganas de darle un abrazo y él, quién necesitaba tantos refuerzos positivos, no dudó en dejarse acunar por el vittya. Sus manos se entretuvieron en su pelo unos segundos, imaginando con nostalgia que se trataba de Cometa. Su fiel San Bernardo.

El juramento de Nohlem fue algo más solemne, la mano al pecho le recordó a un gesto militar. Le gustó más cuando se arrodilló frente a él esgrimiendo el meñique y una sonrisa. Que los adultos se agacharan a su altura le resultaba agradable. No sabría decir por qué.

—Así vale —asintió, adornando su rostro con una expresión complacida al unir sus dedos. No obstante quiso aclarar algo cuando Airi también tomó postura y comenzó a juguetear con su cabello—. ¡Bueno…. bueno…! Yo antes que jefe… o patriarca… ¡PREFIERO SER UNA PRINCESA! —luego enrojeció un poco, por haber hablado como una chica. En su ciudad contaba con amigos a los que les daba igual que de vez en cuando se equivocara, pero no sería la primera vez que se lo señalaban como burla—. O príncipe también… es que siempre digo princesa porque sus vestidos son más bonitos. ¡Imagina querer vestirse de chaqueta teniendo un armario lleno de sedas y tules! —los miró a todos con velocidad, sin saber muy bien de qué estaba hablando. Lo único que tenía seguro es que no quería liderar ninguna tribu. Prefería que fuera como sus seis hermanas. Todas ayudándose unas a otras.

—En el lugar de dónde venís… ¿Hay princesas? —exigió saber, esta vez con menos timidez—. Ya verás, Airi. Cuando acabes conmigo te puedo mostrar uno de mis peinados estrella con trencitas. Vas a estar hermosa. Además tienes el color del océano en tu pelo. Ya eres como una sirena, aunque no como Ariel, tú eres más morenita —y ahí estaba, aquel Aniol al que si le das confianza no puede parar de hablar. De vez en cuando miraba al repobladore y a Colmillo alejarse para cepillarse en el patio. El vittya había hecho promesas relacionadas con las estrellas, supuso que por eso necesitaba irse de vez en cuando para verlas. Aunque ninguna coronaba el cielo—. Nohlem tiene el pelo del color de la candela. Eso es raro. En mi mundo le gusta a mucha gente. Seguro que encontrarías princesa pronto con la que casarte.

Suspiró con dramatismo.

—O príncipe.

Ojalá los príncipes pudieran ataviarse con vestidos y joyas. Al menos no era el único con gusto por la bisutería. Ya se había percatado de los anillos del varmano, al mismo tiempo que sus brazaletes de plata tintineaban cada vez que gesticulaba al hablar.

Los heredó de su abueña tras su muerte de tal manera que se iba colocando uno de los siete por cada día de la semana que pasara. Cuando los portara todos volvía a empezar. Era una manera de tenerla presente en su vida. Y ahora que caía en la idea también de llevar una cuenta exacta de los días que pasaban allí. Así sabría la fecha exacta en la que llegaría la Navidad.

Le repobladore estaba muy ilusionade con el asunto de la tribu y las promesas, y su cola agitada tras de sí daba buena fe de ello. Le entusiasmaba la buena disposición de les Gigantes y le distraía también de la larga espera que tenían por delante. Se reía también cuando tocaba y por supuesto no paraba de plantear dudas.
—¿Qué son príncipes y princesas? ¿Y sirenas? ¿Son otros tipos de Gigantes? Hay tanto que no sé... me voy a pasar los días preguntando cosas —les dijo, pero sonreía porque no le importaba saber tan poquito sobre sus culturas—. Pero porque hasta ayer no sabía que hubiera más gente y mundos ahí fuera... Bueno, "fuera" es un concepto que se me hace extraño... ¿Dónde están vuestros mundos?

Quizá aquella resultara una cuestión aún mayor o de peor explicación. Quizás no lo sabrían, como elle. ¡Pero eran Gigantes! Seguro que lo sabían todo.

Nohlem había tenido el gusto de ver lobos en el zoológico de su ciudad, y no solo por tamaño y actitud cada vez Eschenknekian se le parecía menos a uno. Quitando que, bueno, fuera bípedo, consciente. De todos era probablemente del que menos sabía y más curiosidad tenía, pero no iba a impedir su marcha al cepillado solo por las preguntas que quisiera hacerle. Además apreciaba el gesto. No quería volver a coger la escoba tan pronto.

Sus orejas se agacharon suavemente cuando Airi llamó a Aniol patriarca en una nota de extrañeza y humor. Llamándole así más que el jefe de una tribu parecía el cabecilla de una mafia, y por un segundo le visualizó en una enorme silla de cuero con un traje y un puro en la mano. El niño expresó su preferencia en seguida, algo totalmente distinto a lo que le habían ofrecido, mientras él se levantaba para ocupar una silla más cercana e incómoda donde dormir fuese menos apetecible, riendo a suspiros. No comprendió al momento su aclaración porque "¿la ropa tiene género?" cayendo segundos después en que sería otra de sus innecesarias distinciones culturales entre varón y mujer. Él prefería las chaquetas, pero eso no quitaba que tuviera sedas y tules también.

—En Varmania no hay princesas, no. Había —añadió antes de seguir con Tawar—. Eran los hijos y herederos de reyes, que eran gente que gobernaba sobre tierras por obra de los Santos. Eran como una familia de máximos representantes de su zona. En mi mundo existieron hace muchísimo... pero todos llevaban unas túnicas muy bonitas, príncipes y princesas por igual.

Eso último lo dijo para el pequeño. No quiso responder a lo de las sirenas porque que Aniol comparase a Airi con aquellas criaturas abismales le pareció lo suficientemente raro como para sospechar que las suyas eran muy diferentes. Airi no estaba calva ni era esquelética. No tenía branquias, escamas o espinas, ya ni que decir cola de morena, piel de anguila ni alas de murciélago. Además, cuando el niño mencionó su nombre sus pensamientos regresaron a él como un potente imán, primero dudoso del carácter de su comentario al llamarle raro, luego halagado.

—Oh, ¡gracias! Tampoco me importaría si fuera, no sé, el chico de cocina o la hija de la costurera... —comentó algo más bajo aún audible, como si fueran simples ejemplos y no personas nítidas en su mente aunque fuera bastante obvio al caso. Le divertía pensar que aquella conversación no era tan distinta a la que había tenido anoche—. Pero si la princesa o el príncipe es tan lindo como tú no podría quejarme.

Y le sonrió, guiñándole un ojo. Miró a Airi detrás del moreno brevemente con la misma sonrisa pero más pudorosa, esperando que se entendiese que, por favor, estaba de broma, no ligando con el crío. Tawar tenía muchas dudas, pero eran dudas densas que se parecían más a las que hacía su primo con cuatro años cuando su peor época del porqué de las cosas. Y al menos su primo tenía un contexto cultural compartido, Tawar... por tener no tenía ni el mismo número de brazos que ellos.

—Eh- en... En el espacio —no quería decir que lejos, porque lejos era una palabra con mucha distancia y ya bastante le dolía aquello para contagiarle la ansiedad cósmica a un menor—. En el cielo. Donde están las estrellas y las lunas. Y eh, ¡bueno, dinos Aniol! —se apresuró en continuar—. ¿En tu mundo sigue habiendo reyes y princesas?

Antes de que Szczenyak se marchase fuera –podía entender por qué, había visto el pelo que soltaban los aarkos–, se dirigió a él.
—Si necesitas ayuda para peinarte la espalda o donde no alcances… solo dilo. —Dudaba si era correcto o no aquel ofrecimiento, porque nada sabía de sus normas sociales, y aún recordaba el pudor que había sentido Damian al exponerse la noche anterior. Al menos prefería dejar el ofrecimiento sobre la mesa.

Se centró en el pelo de Aniol, que era tremendamente sedoso, y aunque era diferente le traía el recuerdo de peinar a Damian el día anterior. Pelos así habrían sido una rareza en su aldea, aunque los había visto en nómadas del sudeste, de los que Airi tenía sangre pero justo no había heredado ese rasgo. Era igual a su madre, pero con un pelo algo menos encaracolado y que le crecía más rápido.

El niño tenía que objetar al título que había improvisado para él, pero aquello no le ofendía en absoluto. Podía ser lo que quisiese, aunque Airi no entendiese el concepto que había propuesto, ni por qué daba explicaciones sobre elegir uno u otro título, pero tendría que preguntar acerca de los ropajes que los representaban. Justo entonces se dirigió a elle el niño y a Airi se le iluminó la cara cuando le prometió un peinado con trenzas. Desde que se había ido su hermana no había dejado que nadie más le elaborase un peinado complejo, porque inevitablemente mientras sentía manos hábiles danzando sobre su cabeza la recordaba y la echaba de menos, obligándole a enfrentarse a los sentimientos tan complejos que le producía su marcha. Ahora todo eso parecía un problema nimio y, además, quería conocer cómo se hacía en el lugar del que venía Aniol.
—¡Ay, gracias, Aniol! —le dijo con una gran sonrisa. Sus halagos le habían hecho feliz, aunque no acabase de entender lo de las sirenas—. Intentaré hacerte un peinado que te haga justicia, aunque es difícil ponerte más guapo —lo halagó de vuelta.

La ilusión del niño era pegadiza, y era bueno que estuviese tan relajado después de la crisis de aquella mañana. Cuando se dirigió a Nohlem elle siguió alisando el cabello y, al escuchar las preguntas de Tawar, añadió:
—A mí también me gustaría saber todas esas cosas.
La suerte es que Nohlem lo sabía y empezó a dar explicaciones. Airi supuso que era algo parecido a las matriarcas del Sur y sus hijos, gente con poder y dinero… No era algo que le llamase, pero si a Aniol le hacía ilusión no iba a decir ni mu.

Airi no necesitó el intercambio de miradas con Nohlem para entender sus intenciones porque, a fin de cuentas, no era más que un juego de niños de imaginar cosas. Aun así había levantado la vista de los mechones de pelo que estaba separando para devolverle la sonrisa, sabiendo que seguirle la corriente y halagarlo le hacían bien al niño para mantenerlo en una burbuja feliz.

El comentario de Nohlem sobre venir de las estrellas sí que la dejó más desconcertada. De hecho no era la primera vez que la gente se refería a sus mundos, planetas… Y allí estaba elle, creyendo que tenían que venir de más allá del mar de Sanai. Porque era lo lógico… ¿no?
—¿Por qué estáis tan seguros? —no pudo evitar preguntar—. Quiero decir… um. ¿No sería eso demasiado difícil? ¿Y si siempre estuvimos en el mismo… planeta? —No sabía muy bien cómo expresarse. Sabía lo que era un planeta, pero le daba vértigo imaginarse cómo sería posible ir de uno a otro. En cambio al otro lado del mar… había tantas cosas que se desconocían. Los matemáticos decían que el mar se extendía mucho, mucho más allá, que se tardarían meses en ir en barco del este al oeste. Pero también era raro que ellos estuviesen allí y nunca hubiesen llegado hasta sus costas. Probablemente era una pregunta estúpida, pero le estaba costando asimilarlo.

-No te preocupes, lo tengo todo controlado -le dijo a Airi antes de salir por la puerta, aunque la realidad era que se le haría muy difícil llegar a todas partes, pero le daba tanta vergüenza pensar en hacer algo tan familiar con alguien que solo conocía de un día, que había preferido decir que no y prepararse para enfrentarse a la odisea de peinarse el solito.

Así, Colmillo decidió empezar por la cabeza e ir bajando por todas las zonas visibles. Una vez hubiera terminado con sus piernas, se quitaría la camiseta y se arremangaría los pantalones para peinar el resto de su cuerpo y terminar con su cola. Por supuesto, no pensaba peinarse más allá. Si bien el vittya nunca había sido exactamente pudoroso, mantener los pantalones puestos era un límite que no iba a pasar ni por asomo.

Mientras Colmillo comenzaba a cepillarse la cabeza, pensando en el juego de promesa que acababa de hacer con Aniol, momentáneamente se sintió traicionero. Solo duró unos segundos hasta que se dijo a sí mismo que no estaba eligiendo a otras personas sobre su familia, ya que eso sería absurdo, y que aquello había sido simple supervivencia porque si iban a tener que quedarse ahí un año entero, al menos prometer que todos se iban a cuidar entre todos podría mejorar la convivencia. Y aunque todo esto era verdad y calmó su malestar, en el fondo de su mente todavía podía oírse a sí mismo reclamándose. "Los abandonaste. Matka te dijo que no podían venir contigo y aún así viniste. Te mereces todos los insultos que recibas porque eres un traidor".

Al pequeño le costó aguantar una risita ante las constantes preguntas de Tawar, no por su desconocimiento o porque estaba claro que su mundo debía ser más diferente del resto que los otros, sino porque le brindaba una oportunidad para explayarse en algo que le gustaba. Sus ojos se iluminaron, antes de girarse hacia el hada con suavidad, no quería estropear el trabajo de Airi, quien le separaba el pelo de manera cuidadosa.

—¡Son mujeres hermosas! Más o menos como… ¿Serena? ¿Por ejemplo? Solo que tienen una cola de pez bien bonita. Su voz es especial, el canto de una sirena atrae a los marineritos al agua —decidió ahorrarse la parte en la que devoraban a los pobres incautos, sobre todo porque no creía en tal cosa. Las criaturas mágicas no podían ser tan malas. El miedo de su especie ante lo desconocido siempre escribía las leyendas a su modo. También se decía de los seres feéricos que eran caóticos y en ocasiones malvados, allí estaba le repobladore para demostrar lo contrario. O que los hombres lobo comían personas. Y Colmillo había sido de los primeros en darle un peludo abrazo.

Aniol prestó mucha atención a la respuesta que dio el varmano. En aquel punto estaba contentado por los halagos que le habían dedicado él y la sanaí, pero eso no impidió que se mostrara algo confuso. ¿Obra de los santos? ¿Nohlem era católico?

Al menos le alegró saber que no se había aventurado demasiado. El elfo dejó claro que también podía enamorarse del chico de la cocina. El corazón de Aniol se agitó, sintiendo aquel espacio como seguro. Después disparó con su escopeta invisible de colorines.

—¿Eres de la realeza? —preguntó un poco a bocajarro, ya había reparado en sus vestimentas, joyas y ahora el chico quería dejar claro que no tenía por qué ser con un príncipe o princesa —. ¿Vives en un castillo? ¿UN AMOR PROHIBIDO? —enmudeció de pronto algo avergonzado, acababa de ser consciente de que su lado más cotilla salía a la luz. Siempre podía resultar abrumador, y quizás Nohlem no quería hablar de nada de eso—. Perdón… jeje… me emociono.

—Oh… en mi mundo… sigue habiendo… aunque son diferentes a las princesas de cuento. Mi hermana Nelka siempre dice algo que no logro entender… como si tuvieran demasiado ¿Poder? O algo así —el churumbel desvió la mirada al suelo, con nervios en su estómago por si el varmano se tomaba a mal su atrevimiento. Decidió continuar la estela del resto del grupo para no quedarse callado y hacerlo todo más incómodo—. ¡Yo vivo en la Vía Láctea! Entre un planetita llamado Marte… y… el otro no me acuerdo! ¿Os suena? —diría, sin quitar la vista de lo que fuera que estuviera haciendo Colmillo a lo lejos.

No supo responder a la duda planteada por Airi. Sus rasgos eran muy similares a los suyos pero nunca había visto esos cuernos. Quizás era una especie de elfo proveniente de Oriente.

Le quedó más o menos claro el concepto de reyes y princeses, que eran gobernantes de antaño en el mundo de Nohlem pero vigentes aún en el de Aniol. Tenía sentido que una organización social u otra se repitieran en diferentes culturas, pero aun así le maravillaba el concepto. Lo que le chirriaba era lo de las sirenas. ¿Eran gigantes como les que conocía pero con cola de pez? ¿Les saldría de la espalda, por encima de las piernas, o por detrás? ¿O quizás por la cabeza o más cerca del cuello? ¿Y por qué solo una cola? ¿No deberían tener más aletas para poder nadar mejor? La cabeza le daba vueltas intentando imaginarse a Serena con colas de pez en diferentes partes de su cuerpo, y ninguna de las posibilidades que imaginaba le parecía funcional.
—Espero que esa cola de pez no les salga de la nuca... —musitó, pensative, sin darse cuenta de que lo hizo en voz alta.

La conversación de los casamientos también le daba curiosidad. Claramente estaban hablando de vincularse pero no entendía por qué debía haber restricciones. ¿Cuestión del género que le habían intentado explicar?
—En mi tierra, podemos tener tantos vínculos como seamos capaces de cuidar. Y como no tenemos el concepto de género que tenéis, no hay límites. Yo también quiero encontrar princeses o sirenas para ser amigues de por vida —declaró entonces, convencide de que lo había entendido bien.

Con respecto a la distancia entre mundos... prefería agarrarse a la hipótesis de Airi. Era lo que menos vértigo le daba. Quizás sí que fuera cierto que estaban en un mismo sitio... solo que mucho más allá del último rincón conocido por sus culturas y exploradores. Lejos, como había dicho Nohlem. Lo suficientemente lejos como para no haber tenido noticias unes de otres nunca jamás... pero ¿por qué no? Nadie podía saber cómo de inmenso podría ser el mundo. Pero bueno, fuera como fuere... una cosa sí tenía clara.
—Estén donde estén nuestras colonias, me gustaría mucho visitar las vuestras cuando volvamos a casa —les sonrió.

Quería zambullirse en sus diferentes culturas y conocer a tantes Gigantes Amables como pudiera para aprender todo lo posible sobre el vasto mundo. Su colonia, sus bosques, las montañas, incluso las islas y continentes que conocía... se le quedaron pequeños desde que había conocido a ese grupo. Deseaba con sinceridad explorarlo todo.

Que Serena fuera una sirena sí le pegaba más. Santos, que esfuerzo tuvo que hacer para mantener el rostro impasible al imaginarla como una… de su mundo. Mal karma le cayera por pensar eso aún cuando la versión humana era mucho más amable.

La pregunta del niño le pilló por sorpresa, pero no tanto como las que le siguieron. Nohlem le miró con los ojos bien abiertos, riendo por lo bajini cuando el chico calló por la vergüenza que él mismo confirmó con sus disculpas. No podía decirle que era de la realeza porque ya le había dicho que no tenían reyes, pero tampoco le importaba mentirle. No iría a malas, al fin y al cabo explicarle que era un burgués parecía más difícil aún.

—No soy de la realeza, no. Soy… —cortó ahí. Parecería que le estaba dando bombo, pero lo cierto es que estaba dándose tiempo para pensar—. De la nobleza. Y no vivo en un castillo, ¡pero casi!

Respecto al amor prohibido solo podía reír. Que buenas historias tenía que montar en su cabecita. No le sorprendía lo que la hermana de Aniol (cuyo nombre sonaba tan bonito que daba riendas a su imaginación) opinaba de los reyes, por motivos similares Varmania había derrocado los suyos, pero por supuesto para un chico de clase alta como él era más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Ellos no tendrían reyes y la ilusión de un poder bien repartido, pero nada más lejos de la realidad.

Desgraciadamente aquella era la parte fácil. A las dudas metafísicas de Tawar se unieron las teorías de Airi, y aunque a Nohlem creyente y supersticioso como era le gustase pensar en portales mágicos, terrenos por explorar al otro lado del mar y mundos por debajo del necrolimbo, lo cierto es que no estaba en todas sus facultades para meterse en ello. Era abrumador, y si el espíritu del bosque que era Tawar no tenía ni media respuesta, menos tenía él. Le gustaban los mitos y los libros de ficción como a cualquier joven de su edad, pero también sabía que Varmania era tan redonda como sus lunas y el espacio tan grande como el miedo que le daba su madre.

—No sé. Puede ser —respondió a Airi con una pequeña sonrisa comprometida—. Tampoco sé como hemos llegado a este- Rocavaralola tan rápido sino, así que —se encogió de hombros. O Santísimos, y ahí iba otro nombre más. ¿No era que los humanos venían de la Tierra? Vía de Leche era el nombre más extraño que hubiera oído nunca para un planeta, porque a juzgar por ese tal Marte Vía Láctea tenía que ser otro. ¿Por qué le pondrías dos nombres distintos a tu mundo?—. Eeeh, no… No me suena, no. Anoche Ethan, Connor y Rick me estuvieron contando un poco, peroooo… ¿no eras terrestre, Aniol? ¿De la Tierra?

Había entendido y dado por hecho que Aniol era humano pero, ¿y si no? ¿Sería como Kalna? Pero no tenía las pupilas como las suyas…

—¿Y tu mundo como se llamaba, Airi? Siento que podría hacer un resumen con los humanos pero no con los demás.

Airi había oído hablar de criaturas marinas preocupantes y extrañas, pero nunca nada como esas sirenas que describía Aniol. También podía ser perfectamente un mito, que de esos ellos también tenían muchos. Al fin y al cabo Damian también había dicho cosas confusas y contradictorias sobre los gorsillas la noche anterior. Era desconcertante estar hablando con gente real y no saber si lo que salía de sus bocas era verdad o ficción, porque todo parecía lo segundo. Ni siquiera las cosas que contaban los miembros de la caravana al volver a casa resultaban tan extrañas.

Con el tema de la realeza y burguesía le pasaba un poco lo mismo. Era un concepto ajeno, pero podía comprenderlo más o menos.
—En las ciudades del Sur sí hay burgueses, gente con dinero e influencias. Incluso los nómadas del Sur han empezado a actuar como ellos. Pero diría que es bastante diferente de lo que decís de la realeza. —Luego miró a Tawar con una sonrisa, sus palabras sí que le resultaban más familiares—. Eso sí que se parece a lo que conozco —le dijo—. Bueno, sí importa si eres madre o no, a las madres se las trata con más respeto. Pero no tiene sentido limitar a nadie, ¿verdad?

Solo pudo asentir con entusiasmo cuando Tawar dijo que quería conocer el resto de colonias, porque a elle le pasaba lo mismo. Apenas sabía nada, pero el hecho de haber descubierto que había algo más allá de sus tierras, que el Sanai no era el único lugar poblado de caminantes como ellos, le hacía querer saber más y más. La avidez de conocimiento era una de las cosas que más le motivaba desde su infancia.

Airi ya tenía más o menos perfiladas las dos trenzas grandes que recorrían la cabeza de Aniol desde las sienes hasta la coronilla, recogiendo más mechones de pelo con cada vuelta. Había puesto el cordel desde el inicio hasta donde se juntaban ambas, para hacer ahí un lazo que las mantuviese en su sitio y, además, fuese decorativo. El color de este no era llamativo, un marrón apagado, pero tendrían que conformarse con él por ahora. Aquel estilo de trenzado era típico de Siania, donde los pelos eran más lisos, y lo había aprendido de su madre. Como tenía los brazos cansados había optado por algo sencillo, pero tal vez otro día le trenzase toda la parte superior de la cabeza, lo que requería bastante más meticulosidad y tiempo.

Nohlem le respondió al asunto de los mundos cuando anudaba el lazo que juntaba ambas trenzas, y le alivió un poco saber que aquello era confuso para todos.
—Vamos a tener que estudiar mucho de repente —bromeó mirando al varmano, cuando este no entendía que cada humano le dijese una cosa. Entonces se dirigió a elle con una pregunta y Airi le sonrió—. Se nota que el resto estamos en desventaja.
»Pues… Nosotros le llamamos Sanai. A la tierra que pisamos, quiero decir, es el Espíritu de la Tierra. No le pusimos nombre como planeta, ¿pero supongo que se podríamos usar el mismo para entendernos? En todas las tribus se llama igual —agregó, pensativa—. Hasta ayer ni siquiera sabía que había vida más allá del mar… o del planeta. Todo eso aún me da demasiado vértigo… ¿Y vuestras tierras, Tawar y Szczenyak? ¿Cómo deberíamos llamarlas?
No sabía si Szczenyak les oía desde allí, pero alzo un poco la voz por si acaso.

Ethan acabo mordiéndose el interior de la mejilla presa una frustración contenida al ver a Damian actuar de esa manera, no quería ni imaginar qué clase de infancia había vivido para negar cualquier ayuda aún estando herido. La lastima se le acumuló en el pecho pero al no saber cómo actuar y sin querer presionarlo  acabo accediendo a su demanda.

-Esta bien, solo no te muevas hasta que termine porfa. -Una vez lo tuvo de espaldas no pudo evitar poner una mueca al ver las púas clavadas, por suerte no estaban profundas y con la escasa paciencia que le regaló el pequeño empezó a quitarlas con cuidado, tratando no tirar de la piel al tenerlas que arrancar. Una vez acabado y sin margen para intentar tapar las heridas en pos de que no sangraran le dedicó una mirada un tanto preocupada a Räg. Siendo que el italiano confiaba plenamente en el lagarto, no podía más que dejarlo en sus manos, así que pregunto en alto lo único que se le ocurría para facilitarle la labor.

-¿Alguien podría llevar una de las cestas de Rag? Por intentar repartirlas entre todos.

Camufló su propuesta para que Damian no se ofendiera ante la original, que era que su compañero tuviera alguna mano libre para poderle ayudar si hacía falta, sabiendo cómo le afectaba eso al ego mejor no arriesgar y una vez solucionado a medias tintas las magulladuras del niño prestó la atención correspondiente al resto. Abel tenía los ojos llorosos, dato que hizo saltar sus alarmas hasta que esté habló y dio por hecho que quizá no serían alarmantes, Connor para su alivio estaba sano y salvo al igual que Serena, dejando los problemas bastante graves para el final. Ni las púas de Rick, ni las de Kalna tenían buena pinta pero siendo que ambos afirmaban que podían seguir no iba a ser Ethan quien les desestimará, ahora bien, le preocupaban notablemente sus heridas.

Pronto el grupo volvió a iniciar su marcha y el joven no tardó en quedarse atrás para su propia frustración. Empezó a forzar el ritmo apoyando la lanza a modo de muleta, pero aún con esas era difícil ir a la par cuando todo lo que sentía de rodilla para abajo eran unos calambres continuos y una pierna que no quería seguir funcionando correctamente. Le jodía tanto como el sentirse un inutil por aquella cadena de desdichas: Damian se había quedado desprotegido, sus compañeros estaban heridos, no podía ofrecer ninguna solución rápida y encima estaba aletargando la marcha ante una condición crónica que dudosamente iba a poder cambiar, si acaso mejorar con el tiempo.  En momentos como ese y en una caminata de vuelta a casa tan triste como era esa volvía a caer en unos pensamientos negativos, donde no sabía muy bien que podría ofrecer a su grupo más allá de ser una mole de carne que pudiera parar golpes.

El torreón se acabo vislumbrando para su mínimo consuelo y ante las voces y los gritos de algunos de ellos no tardaron en bajar el puente. Ethan pasó todo lo rápido que pudo, aprovechando la espera para igualarse a sus compañeros y la frustración parcial que le daba cada pulsación dolorosa de la pierna para poder acceder a la vivienda con viveza. No tenían tiempo que perder cuando había heridos de por medio.

-Hola eh, tenemos comida y mucho que explicar pero primero necesitamos ayuda urgente. -Exclamó a medida que iba adentrándose hacía la cocina apoyando la lanza en la entrada para ir de forma más cómoda y dinámica a la pata coja. -Kalna, Rick porfa tomen asiento para no forzar las heridas y eh, gente que alguien baje trapos y jabones. -Estaba hablando todo lo rápido que le permitía una voz aún ahogada por todo lo sucedido, parando al llegar a una de las mesas grandes para apoyarse pensativo. -Connor trae tu mechero, hay que poner agua a calentar cuanto antes y … -Esta vez su mirada buscó entre todos los integrantes del hogar hasta que sus ojos se toparon con los de Airi. Después del día anterior parecía alguien capaz y bastante espabilade, confiaba en elle un poco a ciegas pero colocando todo su corazón en su persona. -¿Airi, sabes cómo tratar heridas? Vamos a necesitar todas las manos extras para intentar limpiarlas…

Al menos su tono era firme, su cabeza había hecho click, alejando rápidamente cualquiera de sus dudas para poder tomar el lugar de un enfermero improvisado. Primero debía asegurarse que todos estuvieran bien y luego, ya si eso, ver cómo había acabado él mismo.

Connor asentiría con la cabeza cuando Rick y Kalna dijeron que estaban bien. Aunque no se creía una mierda de aquello, ya que las espinas estaban clavadas bien profundas y no sabía cuantos medios tenían  en el torreón para curarlos, pero al menos sí que podían moverse. Poco a poco y a cada segundo que pasaba, se sentía más abrumado y agobiado. No habían tenido ni una oportunidad contra aquellas ratas, y algo en su fuero interno le decía que todavía no habían visto lo peor de aquella puta locura de ciudad. Tenían la comida, pero se sentía como una puñetera derrota. Sus oscuros pensamientos se vieron interrumpidos cuando Räg le mencionó para que cargara con Damian o algunas cestas.

-¿Eh? Ah, sí joder...- Dijo mientras se acercaba al niño con la intención de coger su cesta o llevárselo en brazos, pero la reacción de éste le hizo pararse enseguida al no esperárselo. Damian gritaba... no. Suplicaba que le dejaran llevar la cesta, que él podía, que era útil. La imagen de aquel crío, lleno de heridas sangrantes y pidiendo que le dejaran ayudar...Fue como si hubiera pulsado un interruptor, y los recuerdos de su propia infancia salieron de las sombras de nuevo. De niño él también había estado famélico, herido y había querido sentirse útil. También había estado perdido y solo. El motero frunció el ceño y torció el rostro, como si no se encontrara allí y su mente estuviera en otro lugar. No fue capaz de decirle nada al crío, más que dejar que llevara su cesta. Aunque sí aceptó la propuesta de Ethan y cogería una de las de Räg, si éste estaba conforme.

El grupo emprendería la marcha de nuevo al torreón. Connor por su parte iría callado y perdido en sus pensamientos, aunque eso no le impedía estar atento a todas las esquinas por si había peligro. No podía dejar de pensar en qué clase de cabrones podían secuestrar a un par de niños y abandonarlos a su suerte. La imagen de Damian herido y conteniendo las lágrimas le había afectado más de lo que querría admitir, y lo tenía atrapado en una vorágine de pensamientos sobre su pasado que le impedía ir y animar al italiano de alguna forma. Por suerte ya había otros para eso. Al no ver a Ethan a su lado se extrañó y giró la cabeza para buscarlo, pero tras observarlo más atrás cojeando no dijo nada, aunque sí le echó una mirada que quería decir: "Este sitio es jodido de cojones". También echó rápidos vistazos para ver cómo se encontraban la libense y el neoyorquino, en especial éste último. Le había caído bastante bien la noche anterior, y aunque ni de coña se sacrificaría por él, le preocupaba en cierta medida. Finalmente llegaron al torreón, que sintió como un hogar seguro de una forma bastante amarga y desoladora.

-¡ESTAMOS AQUÍ! ¡BAJAD EL PUTO PUENTE!- Llamaría el motero a los de dentro, vigilando las calles cercanas. Cuando finalmente entraron Connor dejaría la cesta en la mesa, con un suspiro cansado y expresión más cansada todavía. El cuerpo le pedía salir al patio y fumarse uno de sus cigarrillos, le pedía tranquilidad y soledad. Pero sabía cuando era momento para holgazanear y cuando para ayudar.- Siempre lo llevo encima.- Le contestaría sobre el mechero al británico, palpándose todos los bolsillos del chaleco para encontrarlo.-¿Dónde cojones está? Hostia puta...- Diría más para sí mismo con tono molesto, mientras se dirigía a la cocina. Finalmente lo encontró en uno de los bolsillos de su vaquero.

Connor encendería el fuego con el mechero y se pondría a calentar el agua, con la vista fija en las heridas de Kalna y Rick. <<A este paso la semana que viene estamos todos muertos, joder.>> Pensó con el ceño fruncido y una certeza absoluta sobre ello. Cuando el agua estuviera lo bastante caliente volvería a hablar.- ¡Eh! ¡Esta mierda de aquí ya está lista!- El canadiense había recibido muchas heridas a lo largo de aquellos diez años con el club, pero no tenía mucha idea de cómo curarlas y se fiaba de sus compañeros más experimentados para ello.

Aniol asintió de manera exagerada ante la pregunta de Nohlem. Claro que era humano. ¿Qué es lo que les habría dicho Ethan, Rick y Connor para que pensara que no lo era? Quizás no le habían explicado nada acerca del Sistema Solar. Se lo habría contado mejor de no ser porque la atención del niño se vio dividida entre sirenas, reyes y bonitos peinados. Fue bastante agradable hacer tiempo a pesar de que se moría de hambre, y el acabado que el sanaí le dio a su cabello ayudó mucho a que el churumbel se distrajera y presenciara toda una gama de colores vivos provenientes de diversos mundos y leyendas.

Pero como cualquier cuento de hadas Aniol pronto vio el destino truncarse, ni siquiera sabía si su madre habría sido capaz de verlo en el fondo de una taza. No hacía mucho que terminó de trenzar el cabello azulado de Airi cuando la voz fuerte e intimidante de Connor resonó desde fuera del torreón. Se quedó mirando al resto de sus compañeros con extrañeza, pues había urgencia en sus palabras.

Cuando el grupo comenzó a entrar en tropel sus sospechas fueron confirmadas. Puede que tuviera diez años, pero no era tonto. Había deseado que Ethan y los demás llegaran para poder lucir sus grandes trenzas y el lazo que portaba en la cabeza. Se habría acercado a las cestas para comprobar su contenido con una sonrisa de oreja a oreja. Pero fue capaz de comprender el ambiente enrarecido que flotaba en el aire.

Cuando su hermana Tabitha se cayó de bruces y se golpeó en la cabeza con una cómoda sus padres esgrimieron esa mirada grisácea tan típica de los adultos cuando algo andaba mal.

Cuando su abuela rascaba sus últimos alientos de vida los médicos se acercaron a la familia con noticias grises y expresiones en el rostro que combinaban a la perfección con aquel día nublado de octubre.

Ahora solo veía nervios, miradas torvas. Y nada de color.

Solo gris.

Miró a Damian.

Bueno, gris y rojo.

Poco a poco el niño se fue apartando de la escena casi sin darse cuenta. Pasito a pasito reculó hacia atrás, quedando enmudecido y con la espalda pegada a la pared. No sabía qué decir. Por mucho que deseara saber lo que había ocurrido era como si Úrsula le hubiera robado su voz. Tenía muchas preguntas. Todo el buen rollo de antes se había esfumado por el retrete.

La conversación seguía dando términos y conocimientos que se escapaban a le repobladore. Le llamó la atención que hubiera dudas sobre Aniol, y le daba curiosidad por si se trataba de que hubiera distintos orígenes para los humanos o que vinieran de distintos mundos. Escuchaba los intercambios sin intervenir y se centró en lo que le preguntaban directamente o lo que fuera más general.
—Nuestro mundo... no le hemos puesto nombre. Nos hacemos llamar repobladores simplemente porque es nuestra función. Vivo en un gran bosque, inmenso, pero... Hum... Llamarlo "Bosque" no es tan elaborado como el nombre de esta colonia, "Rocavarancolia", así que quizás podemos hablar de "la Floresta". La Flora es la diosa de la vegetación. Imagino que es algo parecido a vuestro Espíritu de la Tierra —acabó, pensative, mirando a Airi.

Le Gigante tenía razón, había mucho que podían aprender unes de otres y Tawar con su curiosidad innata tenía muchas ganas de escucharles una y otra vez. Habría seguido preguntando en su burbuja de disfrute, de llenar su cabecita con información privilegiada sobre otras culturas, pero unas voces en el exterior le trajeron de vuelta a la realidad.

El grupo había vuelto. Les Gigantes se encargaron del puente y entonces pudieron ver el estado en el que llegaban. Tawar se apartó del meollo, saltando a la pared de piedra para alejarse del tumulto y no obstaculizar sus labores. Ni siquiera saludó ni se dirigió a elles. Tan solo veía las lesiones que les acompañaban. Mirara donde mirase, no podía ayudar a sus compañeres. Todo lo que necesitaban pesaba muchísimo más que elle y su tamaño, infinitamente menor que el del resto en circunstancias así, era un problema. Su mirada iba de uno en uno, contando que hubieran vuelto todes e intentando dilucidar si alguien se encontraba en condiciones graves, pero era imposible para elle. Estaban pasando demasiadas cosas y ni siquiera entendía tanto sus cuerpos.

No obstante, también se fijó en les Gigantes que se habían quedado en el torreón y puso su atención en Aniol, quien también se había apartado. Por cómo reaccionaba, le imaginaba muy afectado por la situación, por la visión del grupo tan lastimado, así que le repobladore no se lo pensó dos veces. Se afanó en llegar hasta el joven humano. Desde la pared, le pidió permiso para acompañarle. Aniol aceptó, pero no parecía estar nada bien, así que trepó hasta su hombro con el mayor cuidado posible y se sentó con la espalda apoyada en el cuello.
—Estoy contigo, no estás solo. Todo va a salir bien, todo irá bien.

En realidad, le repobladore no sabía si iban a conseguir curarse y salir todes de esta, pero quería convencerse a sí misme. Lo necesitaba. Solo llevaban un día allí y ansiaba creer que había esperanzas de supervivencia. Tenían mucho conocimiento de unes y otres del que empaparse, sí, definitivamente, pero ese día, además de las lecciones sobre mundos, aprenderían a tenerle miedo a Rocavarancolia.

Cuando la punta de su cola por fin estuvo bien cepillada, Colmillo resopló con alivio. Hacer aquel trabajo sin ayuda era bastante agotador, pero le había servido para distraerse lo suficiente de sus pensamientos intrusivos y, aunque la oferta de Airi se había sentido tentadora, todavía no se sentía lo suficientemente cercano a alguno de ellos como para que la idea de que le ayudaran a peinarse se sintiera cómoda. "Un año es muy largo, son muchos días y al menos dos mudas por delante. Acostumbrate o cede" se dijo con resignación.

Una vez estuvo satisfecho con la limpieza del cepillo que había hecho, se puso de nuevo su camiseta y entró al torreón justo para escuchar la pregunta de Airi, que había tenido la deferencia de alzar la voz por si Colmillo se encontraba lejos.

-La Floresta mola -comentó mientras cruzaba la puerta-. El mío se llama Zemlya.

Szczenyak se sentó tranquilamente y sonrió preparado para intercambiar información sobre sus mundos, bastante curioso con todas las diferencias, pero igualmente ansioso de poder hablar de su tierra, aunque el momento tuvo que esperar, ya que los gritos de Connor exigiendo que bajaran el puente llegaron desde fuera. Colmillo, alarmado por su impaciencia, corrió escaleras abajo para hacer eso mismo y cuando subió de nuevo casi se tropieza con el último escalón al ver cómo habían vuelto.

-¿Pero qué cojones...?

Aunque Colmillo estaba familiarizado con las heridas y la sangre por el trabajo de alguno de sus hermanos y de su yaya, la escena le dejó en shock. Habían vuelto heridos al ir a por comida el primer día, incluso cuando habían salido armados, habían vuelto sangrando y eso solo podía significar que en este mundo comer iba a ser peligroso.

Aunque su cerebro registró las palabras de Ethan, no fue hasta que escuchó la orden de Serena que finalmente su mente se puso de nuevo en funcionamiento.

-Sé dónde está el jabón -dijo antes de comenzar a subir las escaleras hacia el baño en el que había estado buscando los cepillos y en el que había visto varias barras.

Mientras recogía todo el jabón que veía, no podía dejar de pensar en que si Kalna que tenía formación militar había salido herida el primer día, ¿qué les esperaba a los demás?

Le frustraba bastante la tozudez de Damian, pero ya estaba familiarizado con aquella tozudez propia del pequeño y, en realidad, no es que no pudiese comprender el sentimiento de querer sentirse útil a toda costa. Es por eso que no insistió y accedió sin pegas a la idea de Ethan, entiendo lo que pretendía con dejarle una de las manos libres. Le pasó una de sus cestas a Connor, se mantuvo muy pendiente de Damian, y siguió a los que iban primero de vuelta al torreón: aquella parte del camino no podía decir que la hubiese memorizado, porque estaba bastante absorto en sus propios pensamientos intentando distraerse del hecho de que se encontraba rodeado de armas. Irónicamente, en ese momento habían pasado totalmente a un segundo plano y ya no les estaba prestando atención, incluso a pesar del incidente que casi provoca Serena con su lanza.

Gracias a la Sanación pudieron llegar hasta la torre sin más incidentes, aunque el mjörní no podía evitar mirar las heridas de todos aun estando más pendiente de Damian: le preocupaba que alguno de ellos empezase a sangrar más de la cuenta. También agradeció el vozarrón de Connor, pues aunque él también hubiera gritado de haber hecho falta, era lo que menos le apetecía en ese momento. Pronto se encontraron entrando al torreón a toda pris; Räg ni siquiera sabría decir cómo llegaron hasta allí exactamente por muy obvio que fuera.

Quería decir muchas cosas, como que había un encendedor de cocina y no hacía falta el de Connor o que él mismo iría a buscar una cosa u otra, pero se le adelantaron varios de sus compañeros. Rägjynn, que presentaba heridas menores pero un aspecto bastante desangelado por sus ropas, miró a todas partes hasta que finalmente, tras dejar su cesta en la encimera, decidió subir junto a Serena y Colmillo para ayudarles a buscar trapos limpios y jabón. Una vez habían reunido suficientes los dejó cerca de los heridos y salió al patio para coger más cubos que llenar con agua caliente por si los necesitaban.
—Estoy… estoy mucho más acostumbrado a tratar heridas con magia, pero sí que nos enseñan en el templo a hacerlo sin ella —dijo mientras escurría un trapo mojado con agua y jabón y se acercaba a Damian para limpiarle las heridas—. No sé si tenemos algo más útil que esto aquí… ¿Habrá vendas? Si no tendremos que usar más trapos para cubrir las heridas mientras no dejen de sangrar…
La frustración por no poder utilizar su mejor recurso no hacía más que aumentar, pero se obligó a centrarse en lo que importaba en ese momento. Él estaba bien y tenía que ser de los que pusiesen más empeño en tratar a los heridos.