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Nubla

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Rocavarancolia Rol
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Nubla - Página 5 Empty Nubla

12/08/12, 06:30 pm
Recuerdo del primer mensaje :

Nubla

Portal situado en un campo vacío en la zona templada del hemisferio Norte, no demasiado lejos de Varanublia.

Kanyum

Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

03/05/20, 04:50 pm
La felicidad y las risas de Isis se sintieron como una explosión en su pecho, contagiándosele tan rápido como empezaron. Los sentimientos aún tan extraños que sentía por ella se reforzaron con cada carcajada y el dullahan casi sentía volver a tener rostro, pues la sensación de sonreír se hizo casi tangible allí donde debería de estar su cara. El dolor fantasma de la sonrisa le hizo llevarse la mano al humo por unos instantes.

«¡Que sea nuestra escapada de todos los viernes! Y no solo bodas: bautizos, nacimientos, entierros, divorcios...» volvió a reirse, contando con los dedos cada evento que se le iba ocurriendo. «Joder, si al final voy a necesitar un nombre resultón solo para esto.»

Se acercó a la veela tras el gesto con el corazón dando pequeños brincos de alegría. Hacía años que no se sentía tan prendado de nadie y no esperaba que fuera a tener otra oportunidad en la ciudad. Aún así se obligó a relajarse y mantenerse fresco. No quería decir ninguna tontería. Dejó la cesta en el suelo y se tumbó a su lado, tomando aire profundamente y expulsándolo según su cuerpo tomaba tierra.

«Joder, ya ves. Pero Pollo es nuestro guardián, si nos dan mucho por culo él aparece y los mantiene a todos a raya. ¿Verdad chico?»
El animal no emitió ruido alguno, tan solo hinchó las plumas y se sacudió, esparciendo sobre ellos unos pocos plumones.
«Eso es que sí» susurró para Isis, riendo por lo bajo.
Invitado
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Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

06/05/20, 05:08 pm
Dama Isis se deshizo la coleta para que no le molestara al estar tumbada. Su cabello rojo se extendió sobre la hierba y durante un instante lo recorrió un destello, como una corriente eléctrica. Siguió a Jace con la mirada y cuando lo tuvo a su lado buscó su mano para entrelazar los dedos de ambos. Era un paisaje idílico: la suave luz del mediodía, la brisa fría que se llevaba las volutas del humo de Jace, al subir y bajar de su pecho al respirar, los músculos de su cuello tensándose. La veela se quedó mirándolo unos instantes, jugueteando con los dedos del dullahan, hasta que el comentario sobre Pollo le arrancó una carcajada.

-¡Pollo nuestro salvador! -dijo entre risas.

Tuvo que quitarse los plumones del pelo, aunque estos se deshicieran en el aire casi al instante. Luego rodó hasta quedar de lado, más cerca de Jace, para quitarle a él las plumas de la ropa.

-No es mal plan… Tampoco lo del nombre. ¡Los terrícolas tenéis tantos nombres de dioses maravillosos! Podrías usar uno, creo que tengo una lista.

En algún momento tendrían que comer, y más les valía hacerlo pronto o la boca de Isis encontraría otras distracciones. Miró la cesta de viandas con pereza, no tenía ganas de levantarse a por ella.
Kanyum

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Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

11/05/20, 01:40 am
Un suspiro censurado murió en su garganta, pues el americano estaba esforzándose en mantener los sentimientos que le provocaba cada pequeño gesto de Isis embotellados. Cerró la mano en lo que sus dedos se entrelazaron, dándose cuenta entonces de lo inútil que era luchar en su propia contra. Si pudiera estirar un momento eligiría ese. No pasó por alto como le miraba, y aunque no tuviera ojos que le delatasen la veela podría saber gracias a sus dotes que él también estaba absorto en ella. No se molestó en apartar los plumones, dejando que Twix y el viento se hiciese con ellos hasta desmigajarlos en aire. Verla a su lado con el pelo suelto y las pequeñas motas del ave desvaneciéndose en el mismo le hizo cortocircuitar por dentro.

«Y no te conocerás ningún dios que no tuviera cabeza, ¿no? Aunque me conformo con uno tan molón como yo» bromeó. En un principio no le había gustado la idea de cambiarse el nombre, pero lo cierto es que uno adecuado podía ayudarle a imponerse tanto entre novatos como entre nublinos. Cuanto más lo pensaba mejor idea le parecía. «Y para Pollo me hace falta otro, eso no se me pasa. No quiero que vengan más enanos con fedora llamándole... Pollo. Puto Sekk» murmuró con una carcajada.
Pilló por poco las intenciones de la frivy, dirigiendo su atención a la cesta que había dejado a escasos metros de él.
«¿Quieres comer algo?» estiró el brazo a ver si llegaba sin resultado alguno. No quería moverse de ahí. Le dio una orden a Pollo, el cual la cogió con el pico sin mucha gana para acercársela. «Gracias colega.»

Se incorporó para ver todo lo que contenía. No solo eran pasteles y empanadillas, también había frutas, quesos, y una botella que suponía contendría algún tipo de alcohol.

«Joder, sí que ha salido rentable la visita» Jace se dio una palmada en la pierna, invitando a Isis a apoyar la cabeza en ella, sacando después un pastelito que ofrecerle.
Invitado
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Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

19/05/20, 01:16 am
-Pues no lo sé -reconoció dama Isis. No recordaba demasiados nombres pero debía tener al menos las notas de referencia que había sacado de la Tierra y de la biblioteca de la ciudad. -Sé que hay muchos muchos dioses con cabeza de animal, podrías buscar uno en honor a Pollo.

Como si lo invocara (y de hecho fue invocado) el quebrantahuesos se acercó con la cesta de comida en el pico. Dama Isis se incorporó, recolocándose el pelo, y le dio las gracias acariciándole con ternura entre los ojos y repitió lo de ‘’Pollo nuestro salvador’’ entre risas. Estaba de acuerdo en que necesitaba un nombre más digno.

-Tú también quieres llamarte como un dios, ¿a que sí? ¿A que sí? -le dijo en tono confidencial.

Rentable era quedarse poco. La veela no había tenido mucho tiempo para hacer turismo gastronómico, así que cualquier oportunidad para comer comida de otros mundos era bien recibida. Y aquella era comida especial, no era algo que se encontrase en el mercado de normal.

-Dame uno de esos pasteles rellenos, creo que podría comerlos eternamente -dijo alargando la mano.

Cogió un pastel con cuidado y después de mucho dudar lo colocó sobre su regazo. Tenía sed y como empezase a comer con la boca seca se iba a atragantar. Sacó la botella y la descorchó con magia, luego la olisqueó para ver si era el licor que no le había gustado. Este olía un poco más suave, dio un trago para probarlo << Es pasable>> pensó. Lástima que no se hubieran llevado también copas. Ya sí, le dio un bocado al pastel y gimió con gusto.

-No sé qué llevará pero debo conseguirle la receta a Eara -dijo, y lo acercó al humo de Jace para que lo probara.
Kanyum

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Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

20/05/20, 06:20 pm
«Aaah, joder, es verdad...» Jace sabía lo justo y necesario de dioses egipcios, aunque no se le ocurría uno para Pollo. Sin embargo para él... «¿Y si me pongo yo Anubis? Creo que ese tenía cabeza de perro negro. Yo no tengo cabeza pero... me gusta como suena.»
Le sonaba que Anubis fuera el dios de los muertos, algo quizás muy ambicioso para él cuando lo único que había matado durante ese tiempo habían sido los insectos molestos que se colaban en su habitación, pero eso no tenían porqué saberlo ni los novatos ni los nublinos. Tampoco tenía porqué decidirlo ahora, y pedirle ayuda a Isis era una buena excusa para estar con ella en otro momento futuro.

Pollo respondió a la veela inflando el plumaje sin sacudirlo, agachando y ladeando la cabeza para verla mejor.
«Se lo merece, sí» el dullahan aprovechó para alzar un brazo y acariciarle el pico, pasando luego por su buche con unas palmaditas. Puede que a él le valiese cualquier nombre con sonoridad chula, pero para Pollo se esmeraría con algo mejor.

«¿Está bueno?» preguntó en lo que dama Isis dio un trago a la botella, obteniendo la respuesta al ver su expresión. No hubo mohines así que era algo, y conociendo su propio paladar, más que suficiente. El pastel le sacó una respuesta totalmente distinta y dullahan soltó una risa por lo bajo al oírla disfrutar.
Se acercó al pastel con el humo, deshaciendo un cacho ahí donde tocaba. No era tan forofo del dulce como del salado, pero tenía que reconocer que estaban riquísimos. Hizo un ok con la mano y la sacudió un par de veces.

«Bua, sí. A lo mejor tenemos que volver a la boda a por más pasteles» añadió bromeando. Con dama Isis tan cerca y el sabor dulce en el humo el pulso se le aceleró levemente. Había algo que llevaba tiempo queriendo preguntarle, pero no había sabido como sacar el tema ni cuando. Si se lo pensaba más tiempo se rayaría más, y no se le ocurría un momento mejor. «Oye, Twix. No te asustes ¿vale?, pero... tengo una de estas dudas humanas un poco tontas» rio, quitándole peso. «Tú y yo... ¿qué somos exactamente? ¿Algo así como amigos con derecho a muchos roces?»

Se esforzó en que su tono sonase divertido, seguro y despreocupado a partes iguales, como si fuera cual fuera la respuesta estuviera bien, pero en el fondo era algo que se había preguntado varias veces, más de las que normalmente haría. Sabía como eran las cosas en Frivo, y desde que sus sentimientos por Isis habían ido en auge aquello había pasado de preocuparle cero a preocuparle... no estaba seguro, pero más de lo que creía. No le importaba estar una relación abierta hasta que se imaginaba a Isis en brazos de otro. Entonces la cosa estaba menos clara para él.
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Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

23/05/20, 09:53 pm
La sonrisa de dama Isis tembló en sus labios cuando Jace mencionó a Anubis.

-¿Y si eliges otro mejor? -sugirió. Prefería no asociar al dullahan con nada relacionado con los perros.

Le hizo feliz que también le gustase el pastel y en cuanto tuvo el gesto de aprobación siguió mordisqueándolo hasta que solo quedaron migas que lamer de sus dedos. La pregunta de Jace la pilló con el pulgar sobre los labios y la veela tuvo un pequeño momento de pánico. Se revolvió en el sitio, algo incómoda. Hasta el momento su relación había fluído de forma bastante natural, pero sólo era cuestión de tiempo que saliesen a la luz cuestiones como esa. Los límites eran importantes y ella estaba acostumbrada a trazarlos, sin embargo por alguna razón en esa ocasión no resultaba tan sencillo.

-No… no diría que somos amigos -respondió. Se miró los pies descalzos, como buscando tiempo para ordenar sus pensamientos -¿Yo te había tomado como algo así como mi novio? Al principio pensé que sería algo así, pero la verdad es que no eres como ningún novio que haya tenido antes.

Había experimentado el concepto frivy de novio: un chico con el que tener citas, sexo, puede que en exclusiva durante un tiempo; alguien con quien aparecer en eventos sociales, pero dejando de lado que esas relaciones no habían pasado de un mes, como máximo, no había sentido con ninguno de esos chicos nada parecido a lo que le hacía sentir Jace.

-Es… algo confuso, y… ¡Agh! -se tapó la cara con las manos, frustrada. Estaba roja como su pelo y se sentía ridícula -¡No sé cómo explicarlo! ¡Y me da vergüenza que te rompes! ¿Por qué es todo tan raro? No sé si es por la transformación o…
Kanyum
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Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma

Personajes :
Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
Nohlem: varmano granta. 1’69m
Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m

Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

24/05/20, 10:38 pm
Jace no cayó en el momento del porqué de aquella reacción por el nombre de Anubis y tampoco le dio muchas vueltas más. La forma de actuar de la pelirroja tras la pregunta, por otro lado, le fue más evidente. Del mismo modo al dullahan se le contagiaron los nervios, y por unos segundos temió la respuesta que pudiera darle. Acababa de tirar a cara o cruz y la moneda había caído a su favor. Al oír la palabra mágica "novio" estuvo apunto de dejar el cuerpo caer hacia atrás como si le hubieran pegado un balazo, y la única razón por la que no lo hizo fue por la propia sorpresa.

El humo se arremolinó en su cuello, con un cambio repentino a un color más claro, y tuvo que frenarse para no enviarle un puñado de sentimientos mentales abstractos de alegría y confusión a la frivy. Espoleado por el quejido y la vergüenza de Isis, el dullahan finalmente reaccionó. Una risa siguió a otra, escapando con ella esos nervios que llevaban haciéndose hueco en su pecho tanto tiempo. No había burla en sus carcajadas, solo alivio. El remolino que era su humo se disipó y lo primero que hizo fue abrazar a la veela, suave a pesar de repentino. Le encantaba verla sonrojada, ser el causante de su timidez, le encantaba saber que no había sido el único confuso con sus sentimientos, le alegraba no haberla cagado preguntando, y en especial, que fuera recíproco. Pollo debió percibir la marabunta de cosas que sentía el dullahan porque alzó la cabeza para mirarle con atención, casi como si fuera una bomba a punto de explotar.

«Menos mal, porque no sabes la de tiempo que llevo queriendo decirte que te quiero y no sabía si la iba a pifiar» volvió a reír, liberando el sofoco que decir aquello le había provocado. El corazón le latía deprisa, pero ya destapada liebre tenía fuerzas de sobra para continuar. «Yo tampoco he tenido nunca una novia que me haga perder la cabeza tantísimo como tú y...» al pronunciar "novia" delante de ella tuvo un pequeño lapsus. «¡Joder!»

Jace no sabía hasta que punto influía que fuera una veela, seguro de que la profundidad del asunto iba más allá de las transformaciones que la Luna les había regalado.

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Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

07/06/20, 09:49 pm
Dama Isis sufrió un segundo de miedo por que las risas de Jace fueran a su costa, pero pronto comprendió que no era así y acabó por contagiarse. Correspondió al abrazo, hundiendo la cara en su cuello como solía hacer. Descubrió que había una ternura nueva en ese abrazo.

Posiblemente Isis hubiera agradecido recibir la oleada telepática de sentimientos por parte del dullahan y así ser consciente de hasta qué punto eran recíprocos. Se sentía torpe, avergonzada y a la vez increíblemente feliz y blandita. Una risa tonta le bailaba en la garganta, preparada para estallar a la mínima provocación, pero la veela se aseguró de callarla dejando una ristra de besos en el cuello de Jace. Eso también impidió que echase a correr al oír las palabras ‘’Te quiero’’. Ella aún no se sentía preparada para decirlo de forma tan directa, no en ese momento al menos, aunque quería creer que sentía lo mismo.

-Me hace muy feliz -dijo, separándose para que el dullahan viera su amplia sonrisa -¡Entonces ya es oficial que te rompes! ¡Somos novios!

Seguramente ninguno de sus amigos se sorprendiese lo más mínimo con la noticia, pero igual pensaba anunciarlo como si fuera el retorno de los dragones a Rocavarancolia. También necesitarían algo de alcohol decente con el que brindar.
Kanyum
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Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma

Personajes :
Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
Nohlem: varmano granta. 1’69m
Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m

Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento.
Status : Prrrr prrrrr

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

17/06/20, 09:13 pm
Ni corto ni perezoso, Jace le dio un "beso" a Isis en la mejilla en devolución a todos los que estaba recibiendo en el cuello sin soltar el abrazo. Aún estaba nervioso perdido, tratando de masticar lo afortunado que era, poco hecho al cuerpo a eso de mostrarse romántico. Nadie iba a asombrarse de la noticia, desde luego, a lo sumo alzarían cejas por creer que ya estaban saliendo antes, pero no era la respuesta de los demás lo que le importaba, sino lo que significaba para ellos. No esperaba que las cosas cambiasen radicalmente entre los dos, pero confesar aquello le daba una suerte de seguridad con la que antes no contaba, además de que le libraba del miedo a decir nada que se considerase "de pareja" que pudiera espantarla.

«A mi también. Joder, si lo sé te lo digo antes, yo aquí to’ rayado» rio. La sonrisa de la veela le llenó el pecho y le apenó no poder devolvérsela; otra oleada de sentimientos lo compensarían, cargados con nuevos matices de cariño. Alzó una mano para posarla sobre su mejilla y darle otro beso, esta vez en la frente. Podía quedarse ahí sentado sin hacer otra cosa que estar con la frivy, pero la energía del momento así como su propio carácter le pedían limitar todo lo ñoño que se pusiera. «¡Buaaaah! ¡Que a gusto me he quedado, coño!» dejó caer la espalda hasta quedar tumbado en la hierba, con los brazos bien separados. «Todavía me comía 10 pasteles más de esos. ¿Guardamos unos pocos para el resto o somos malos y nos los quedamos? »

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Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

19/06/20, 01:06 am
Los besos de Jace eran algo tan delicado que a dama Isis le gustaba cerrar los ojos para sentirlos mejor. Ladeó la cabeza como una gata mimosa para rozarse con la mano que le tocaba la mejilla y miró el humo como su los ojos del dullahan aún estuvieran allí. Era reconfortante conocer sus sentimientos y le hacía sentir mucho menos insegura. Ahora sabía al cien por cien que no era un efecto raro provocado por la Luna Roja, que la gente de verdad se sentía así.

Jace se dejó caer en la hierba y ella fue a echarse sobre su pecho, como había hecho antes. Cuando el dullahan le preguntó sobre los pasteles exageró una expresión pensativa, tamborileando con los dedos sobre sus labios, hasta que esta se transformó en una sonrisa traviesa.

-Seamos malos.
Zarket
Zarket

Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha

Personajes :
Spoiler:

Armas :
Spoiler:

Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

02/01/21, 05:30 pm
NFDR: es recomendable haberse leído la criba de Galiard antes de leer este post. Además de esto recuerdo (a quien lo haya olvidado o no lo sepa) que a veces en Nubla viven dos familias distintas en la misma casa.

Bria había tenido un colgante tallado por su madre, un recuerdo de la abuela a la que debía su nombre. Nunca le había prestado mucha atención, pero después de la traición de Enael se había aferrado a él. Una vez descubrió su transformación su trato hacia el objeto se había teñido de nostalgia y cierta tristeza.

Unas horas antes de la Luna Roja le había suplicado a Galiard que se lo devolviese a su familia, junto con todas las indicaciones necesarias para saber dónde estaban y cómo se llamaban.

Había tenido que esperar a que pasara Samhein. Podría haber pedido a un veterano que lo acompañara, claro, pero quería hacerlo solo. Por eso tampoco había hecho partícipe ni a Estigro ni a dama Reina ni de la petición de Bria ni de por qué ese día estaría en Nubla.

Y aquí estaba, justo un año después de despertar en Rocavarancolia, visitando otro mundo distinto.

Galiard sonrió un poco. Hacía un año estaba intentando ayudar a limpiar una casa medio derruida, empezando a sentir el mordisco del hambre que tan bien conocería y preguntándose que dónde estaba la aventura que le habían prometido, que por qué le habían mentido, qué querían de él. Y al final resultó que todo lo que necesitaba era tener paciencia. Paciencia y la fuerza de reforjarse a sí mismo a través del dolor, el sufrimiento y las pruebas que le iba a poner Rocavarancolia.

Y aquí había llegado, con el sol en todo lo alto del cielo, visitando un planeta totalmente diferente, con el potencial de modificar el mismo tejido de la realidad a su propio antojo. Paladeó esa sensación, observando una casa nublina bastante solitaria. La mujer que remendaba una prenda ajada en la puerta de la casa no era, en esencia, tan diferente a como él había sido hacía un año. Ahora, sin embargo, se abría entre ambos un abismo insalvable. La Luna Roja había seccionado quirúrjicamente la simple humanidad de sus primeros años de vida, y había colocado en su lugar algo totalmente diferente. Una vorágine de horror y maravilla, completamente diferente e inmensamente mayor que lo que había tenido antes. Que lo que tenían las personas que no estaban destinadas a Rocavarancolia.

El mago inspiró hondo, se guardó el colgante en un bolsillo y andó, tan decidido como pudo, hacia la mujer. Todavía no estaba seguro de cómo comentarle el destino de Bria, pero…

Bueno, esperaba que la mentalidad nublina ayudara.

La mujer levantó su vista poco antes de que llegara. Su cara se contrajo en una sucesión de emociones dolorosamente previsibles: primero duda, luego sorpresa, por último reverencia. No tardó en dar gritos en un lenguaje desconocido e intentar ponerse tan digna como pudo al tiempo que inclinaba la cabeza con una adoración máxima.

Galiard Syl intentó mantener una cara afablemente neutral mientras escuchaba la legión de nublinos viniendo a observarlo. Había sabido que esto era lo que pasaría. Y, para ser sincero, era un poco refrescante ser tratado como una deidad en lugar de como un recién llegado que no tiene ni idea de nada, para variar. Eso no hacía que este súbito bombardeo fuera menos confuso y, hasta cierta medida, descorazonador. Era una muestra más de lo separado que había quedado de todo lo que era antes. Y, si bien podía agradecer esa separación, no dejaba de lamentar que solo en una minúscula ciudad de todo el vasto universo fuera a encontrar gente que le comprendiera de verdad. Monstruos y portentos a los que se pareciera de verdad, con cuyas capacidades pudiera compararse y cuyas vivencias fueran comunes a la suya.

—¿Q… qué desea de nosotros? —el acento de la mujer era atroz, pero comprensible. Bria también le había hablado de eso: en su familia el conocimiento de rocavarancolés no era del todo malo, y su madre había prometido saber por completo el idioma para cuando ella regresara.

Tengo… un regalo. Un recuerdo —se corrigió, justo antes de que todas aquellas personas colapsaran ante la idea de recibir algo de un rocavarancolés—. De su hija.

Sacó el colgante de su bolsillo y se lo tendió, solemne. La madre de su amiga lo miró con ojos vidriosos, y lo tomó con manos temblorosas. A un lado, un niño que no podía tener más de cinco años dijo algo en la incomprensible lengua de los nublinos. Una chica un poco mayor le hizo callar, con el rostro contorsionado en una mueca de terror.

No hacía falta saber su idioma ni conocer el arte del mentalismo para comprender qué estaban pensando.

No murió, si es lo que teméis —explicó, intentando pronunciar tan claramente como podía. Hablaba directamente a la madre—. Llegó a la Luna Roja, y recibió la bendición. Sus dones, sin embargo, venían con una desventaja: la incapacidad de comunicarse con cualquiera que no hubiera recibido exactamente el mismo don que ella —en su interior el hechicero rogaba que la familia no quisiese ahondar más en cuál era, exactamente, la transformación de Bria—. Cuando descubrimos cuál era su destino me pidió que os trajera este recuerdo suyo. Y aquí estoy, para cumplir mi palabra.

La mujer le miró con tanta adoración y gratitud que Galiard estuvo a punto de aclarar que no había hecho esto por ella. A sus ojos era una simple desconocida cuyo nombre había olvidado y cuya existencia le era indiferente, no muy diferenciable de los trillones de personas que poblaban el universo. Había venido aquí solo por Bria, por la promesa que le había hecho.

Por otra parte imaginaba que eso sería demasiada mala educación hasta para una interacción entre rocavarancolés y nublino.

—Por… por favor —la madre de Bria parecía estar luchando con sus palabras. Sabía rocavarancolés, pero hablarlo le era, claramente, no del todo natural—. Pase usted a nuestra casa. Dejadnos alimentaros y daros descanso, para agradecer que hayáis venido a nosotros.

Una chica no mucho mayor a la propia Bria le dijo algo a la mujer, una discusión que no comprendió. Era divertido verlo, particularmente porque la mayoría de caras parecían un poco avergonzadas. Imaginaba que no les hacía mucha gracia ese espectáculo ante un dios rocavarancolés.

—Eh, quería decir… pasad vos a nuestra humilde morada —acabó diciendo la matriarca del clan. «Así que sobre eso era la discusión» se dijo. Un debate sobre qué pronombre era más formal.

Por supuesto. Estaré encantado de recibir vuestra hospitalidad —había estado a punto de decir que no: el viaje hasta el portal era largo. Y justo entonces pensó en que esa, precisamente era muy buena razón para decir que sí.

La gran familia estalló en una aclamación y abrió un camino entre ellos. Galiard, divertido, entró en la casa con tanta dignidad como logró conseguir. El lugar no era muy grande, y el techo era un poco más bajo de lo que tenía acostumbrado. Aun así, imaginaba, tenía cierto encanto. Sobre todo si no tienes la suerte de poder pertenecer al mundo entre mundos, de viajar entre decenas de planetas y poder ver (y crear) cosas del todo imposibles cada día de tu vida.

Lo guiaron al asiento que presidía su mesa. Mientras él se sentaba los nublinos habían entrado en un frenesí, sacando cacharros y cubiertos de alrededor, mirando si la comida ya estaba preparada, y realizando todo el resto de tareas requeridas. Al parecer no había ni una sola persona en esa casa que no tuviera alguna tarea que realizar antes de poder comer. Salvo el propio Galiard, claro.

No podía negar que era muy refrescante poder, simplemente, sentarse cómodamente y esperar a que le sirvieran.

Unos ruidos de animales y personas empezaron a oírse fuera, que en no mucho tardar revelaron el origen: dos hombres, un joven y una joven entraron por la puerta, sin duda alguna viniendo de pastorear algunos animales. Tardaron solo unas décimas en fijarse en el rocavarancolés que invadía su vivienda.

Su reacción fue, una vez más, la esperable. Galiard empezaba a sentirse abrumado por ello. Sí, entendía por qué lo hacían. No solo eran conscientes del infinito abismo de poder que había entre ambos, ni de las diferenciables fundamentales no solo en sus vidas, sino en sus naturalezas. También sabían que había sobrevivido a la criba. Que había demostrado ser digno. Y qué demonios, que los dioses se atrevieran a decir que no merecía una gran cantidad de reverencia después de haberse probado a sí mismo por parte de gente que jamás tendría que probarse ni una milésima parte. Pero…

¿Tenían que ser tan excesivos? Ni siquiera es que él mismo hubiera alcanzado todavía un gran potencial. Quedaba mucho tiempo (años) antes de que pudiera presumir de dominar la magia tanto como podía hacerlo cualquier otro mago.

No tardaron en servir la comida, por suerte. El mago observó aquellos platos con una mirada de curiosidad. No había probado nunca la comida nublina, pero entre que nunca tuvo muchos remilgos y que la criba había aplastado los pocos que tenía dudaba que hubiera cualquier comida cuya apariencia pudiera disgustarle a estas alturas. Y lo que veía le habría parecido apetecible hasta antes de ir a Rocavarancolia.

Había cuchicheos en la mesa mientras él probaba el primer plato. Y ni el mago ni los nublinos se verían decepcionados. Aquella comida era, quizás, la mejor que había probado en aquel año. Por un momento pudo retrotraerse al momento de saborear un almuerzo absoluta y completamente delicioso. La cara del mago lo demostró a la perfección.

Quizás, pensó mientras comía, aquel era el único detalle que echaba de menos de su vida anterior. No es que no pudiera ponerle remedio en el futuro.

A un lado y otro de él quedaban los padres de Bria, por supuesto. Junto a ellos estaba la otra pareja que vivía en aquella casa. Y la miríada de hijos de uno y otro matrimonio ocupaba el resto de lugares, ordenados por edad. Ellos sí hablaban entre sí, en tonos de excitación, nerviosismo e ilusión. Galiard se preguntó, distraidamente, si pensaban que quizás se lo fuera a llevar con él a Rocavarancolia. Se llevarían un chasco si era así.

Ambos matrimonios, sin embargo, estaban mortalmente silenciosos. Eso sí, se dio cuenta de que le echaban miradas que mezclaban ansia y adoración. No es que fueran sutiles, claro.

―Po… ¿Podríais hablarnos de cómo… fue todo para Bria?

La mujer vacilaba al hablar. Y era difícil entenderla. Resultaba obvio que no era simplemente cosa del dominio de rocavarancolés. Su propia emoción le dificultaba la dicción en aquel idioma que apenas chapurreaba.

Difícil. Siempre es difícil, porque Rocavarancolia solo acepta lo mejor —se preguntó brevemente si podría explicárselos, y que comprendieran. Lo dudaba seriamente. Había tantas capas de dolor en la criba que era difícil describirlos a quienes no la pasaban, particularmente cuando metías los matices de renacimiento y superación que incluía pasar por ella—. Ella demostró muchas veces su valía y su fe en Rocavarancolia. Y me ayudó a mí mismo en las últimas horas.

Eran las palabras correctas, porque la madre empezó a llorar mientras traducía para otros en la mesa, incluyendo el padre de Bria. Galiard prefirió no mirar aquello, le parecía como observar cómo alguien tiene sexo íntimo con su pareja en la oscuridad de su propio cuarto. Así que se enfocó en seguir comiendo.

Recordaba aquellas últimas horas. La charla que dio tanto a él como a Estigro acerca de dejar el nerviosismo atrás estando tan cerca de la meta. Después de lo que ha costado hacerse a la idea… ¿De verdad queréis pasar las últimas horas preocupándoos otra vez? había dicho. Y había tenido toda la razón. Y también se acordaba de cómo se habían acompañado el uno al otro aquellos últimos minutos, justo antes de cambiar.

La madre de Bria volvió a abrir la boca, instada por el hombre del otro matrimonio.

—Y… ¿Qué pasó con Enael?

Galiard sintió como si el mundo entero se hubiera congelado de un momento a otro.

Por supuesto. Por supuesto. Por un momento tuvo la tentación de largarse a Rocavarancolia, buscar a Bria en la manada y pegarle la patada de su vida por no haberle advertido que ella y Enael habían crecido en la misma puta casa. Si no lo hizo fue únicamente por reconocer que este momento no habría llegado si simplemente se hubiera limitado a dar el colgante.

Aunque… bueno, de hecho, ahora que lo pensaba, había habido señales de que Enael y Bria se conocían de antes. Pero nunca se dijo en voz alta al alcance de su oído, de eso estaba bastante seguro.

Él no era digno. Murió.

Se negó a mirar a la cara a aquellos nublinos y ver la cara de horror y desolación. Ya era suficiente con oír los sollozos.

Apuñaló con violencia su filete. Se preguntaba qué dirían si les decía la verdad. Dudaba que lo agradecieran. Nadie quiere saber que su hijo fue un monstruo, un traidor y un asesino.

En eso sí les envidió un poco. Ellos podrían recordar siempre al buen Enael. Al amable y amoroso. Él solo podría recordar, toda su vida, la cabeza de Phadea seccionada, la luz extinguiéndose de los ojos de Aryanne, Bria destrozada y el maldito psicópata amenazándoles a todos. Hasta a la niña con la que había crecido.

Esperaba que se pudriera en los infiernos por toda la eternidad.

El resto de la comida fue más sombría. Los ánimos de los nublinos no estaban por las nubes, y el de Galiard tampoco. Lo que hizo Enael podía no ser culpa de la familia, pero no significaba que le apeteciera pasar más tiempo con ellos.

Las reverencias ante su partida, eso sí, no fueron menores. El mago les asintió y partió.

El lugar no estaba muy lejos del vórtice, solo había que atravesar un bosque. El joven pensó en levitarlo, pero al final optó por internarse en él. Quizás contemplar más de cerca la completa singularidad de la vida en un planeta que no era ni Rocavarancolia ni la Tierra ayudara a olvidar el agrio sabor que había dejado la comida.

Volvió a preguntarse por qué Bria no le había advertido sobre haber crecido con Enael. La joven, claramente, no había querido pensar en él. Era normal, por supuesto, pero… Tuvo que haberlo hecho cuando se lo pidió. No parecía posible que pensara en su familia y no recordara un detalle tan determinante. Y debería haberle sido obvio que los nublinos intentarían agasajar al rocavarancolés, hablar con él. Y preguntarles qué había pasado no solo con Bria, sino también con Enael.

La única explicación pausible es que aquello había sido una maldita encerrona.

Galiard apretó la mandíbula, enfadado. La nublina no había sido dada a tejemanejes y maquinaciones. Generalmente era tan transparente como el agua, pero… No era difícil imaginar que quería que la familia del nublino lo supiera, quizás incluso la de ella. Y podía comprenderlo, quizás. Saber que no hay nada que esperar era mucho mejor que reconcomerte con dudas y esperanzas vacías. Él lo sabía bien.

Y también sabía que, si por él fuera, desde luego no habría sido mensajero para esa noticia. Bria probablemente también. Imaginaba que esa la razón detrás de que decidiera callarse la verdad.

Un chasquido detrás de él lo puso alerta, y los reflejos detrás de siete meses de alerta se activaron. Conjuró una barrera protectora, se dio la vuelta y lanzó un hechizo petrificador.

La niña apenas pudo tirarse al suelo con un grito antes de que le diera. El sortilegio pasó limpiamente por encima de ella y convirtió en roca al árbol más cercano.

Galiard se cruzó los brazos, chasqueando la lengua. La observó con el ceño fruncido, una clara pregunta de qué te crees que estás haciendo pintada en su cara. Apenas registró que era parte de la gran familia que acababa de visitar. No le importaba (no quería saber) si era hermana de Bria o de Enael, pero tenía la desagradable sensación de que iba a descubrirlo fuera como fuera.

—Lo… lo siento —dijo, resollando, mirando con ojos como platos al árbol de piedra. Su rocavarancolés era mejor que el de la madre de Bria, pero aun así tenía un acento irritantemente marcado—. Yo… quería preguntarte algo.

¿Sabe tu familia que estás aquí?

El tono de su pregunta fue cortante y seco. Ahora que la miraba no era una niña: más bien casi una adulta, o incluso una adulta joven. Con el reducido tamaño de aquella especie era difícil decirlo.

La mirada que le lanzó fue de ofensa, como si no le hubiera estado siguiendo y espiando a través del bosque. Bueno, parecía que en aquello que realmente importaba sí era una niña. Una niña malcriada e irritante, para ser exactos.

—Dime… dime como murió mi hermano. Por favor.

La angustia y el dolor se filtraban por su voz, y no conmovieron en lo más mínimo al rocavarancolés. Todo lo contrario, de hecho. Se preguntaba cómo de estúpida debía ser para no ver claramente que no quería hablar de ello.

Lo siento, pero quien pregunta lo que no debe escucha lo que no quiere. Ahora hazme un favor y lárgate.

—¡No! —la chica se echó para alante, con lágrimas en los ojos, y le agarró del brazo. Galiard se quedó lívido. Una oleada de rabia y odio se levantó en su pecho, dirigida a Enael, a Bria y al universo entero. ¿Por qué había tenido que ser él? ¿Por qué narices no había tenido que lidiar cualquier otro cosechado con aquella maldita locura? ¿Por qué el idiota del nublino había tenido que tener esencia?—. Por favor. Por favor, necesito saberlo. Qué… Qué le pasó a mi hermanito.

En otras circunstancias quizás habría sentido misericordia hacia aquella joven que a duras penas podía contener su llanto. La sangre de Phadea y de Aryanne e incluso del propio Enael, sin embargo, se filtraban en su conciencia. Galiard no se sentía dado a la misericordia ante la pena hacia el que quiso matar a todos en su grupo. Hacia el que culminó el crimen contra dos de ellos.

¿Quieres saberlo? Muy bien. Te lo diré —su voz no parecía humana: era, más bien, el frío de un glaciar y el peligro de una montaña congelada convertidos en sonido—. Tu hermanito mató a dos de nosotros. Tu hermanito nos amenazó de muerte a todos, hasta a Bria. Tu hermanito tenía delirios y creía que si nos traicionaba y asesinaba se convertiría en el más poderoso de todos los dioses. Lo intentó, y pagó por ello. Fin de la historia.

La chica le miraba con ojos como platos, su cara una mezcla perfecta de aflicción, espanto y negación. Y en algún punto de su cerebro pareció encenderse una bombilla, porque a continuación toda su expresión fue sustituida por el odio y el desprecio.

—Mientes… ¡Mientes! ¡Tú lo mataste! ¡El asesino fuiste tú! ¡MONSTRUO!

El mago apenas se esperó el ataque. Las uñas se clavaron en su cara y sacaron sangre entre alaridos enloquecidos y ataques furibundos. Y la oleada de rabia estalló. «¿CÓMO SE ATREVE? ¿CÓMO OSA JUZGARME?». ¿Quién narices era ella para creer que podía comprenderle? ¿Quién se creía para pensar que podía entender el dilema brutal ante el que había sido puesto aquel día aciago, la imposible decisión que había tenido que tomar? ¿Cómo se atrevía a creer que la solución había sido injusta, que podría haberlo hecho mejor que él?

El revés tumbó a la nublina. Galiard aprovechó la ventaja y le agarró de los brazos con toda su fuerza. Una parte de sí lamentaba que la mejoría física que le había dado la Luna Roja fuera tan mínima que no pudiera hacerle auténtico daño con ese gesto. Las heridas que le había provocado en la cara latían con fuerza, al mismo ritmo que el batir de su corazón y las oleadas de su cólera.

En lo más profundo de su interior el cuajarón de oscuridad que Rocavarancolia había plantado en su alma, la negrura que él mismo había alimentado sin querer, clamaba venganza. Una voz insidiosa y perversa que exigía mostrar a la chica con quién se estaba metiendo, la consecuencia fulminante que sufrían quienes atacaban a aquellos que estaban infinitamente por delante en poder y experiencia. Que le mostrara lo que se había visto a reforjar de la nada para convertir en su propia personalidad. La forma en la que pensaba manejar cualquier amenaza, porque había aprendido por las malas qué sucedía si dudabas.

Sí, lo maté —siseó. Los ojos de uno y de otra se habían alineado a la misma altura. Unos eran hornos de rabia incandescente. Otros, pozos de infinito terror—. Lo maté porque era una amenaza para mí, y para los míos. Lo maté porque era lo único que podía hacer. Lo maté porque ninguna otra venganza me habría parecido tan dulce —su agarre se redobló y su mandíbula se apretó. Era tentador acabar en ese momento con el ingrato trabajo que había comenzado hacía meses. Apretar ese cuello hasta robarle la vida, como había hecho con su estúpido hermano. Castigarle por el ataque contra su persona, como había castigado a Enael por el ataque contra su grupo. Con un esfuerzo sobrehumano el mago volvió a hablar. Sus palabras estaban teñidas de cólera y resentimiento—. Y te recomiendo que te vayas antes de que decida que toda su puta familia de mierda está formada de malas hierbas que deben ser extirpadas de raíz. Porque eso es lo único que me acabas de demostrar —la tiró al suelo sin contemplaciones, mirándola como si fuera un insecto. Necesitó de todo su autocontrol para no lanzarle un hechizo fatal—. Vamos. ¡Lárgate!

La chica se levantó, temblando como una hoja que volara en medio de un huracán. Galiard la contempló irse, todavía sintiéndose un tifón de rabia y ansias de destrucción. El qué le daba igual. Solo quería romper cosas.

Se dio la vuelta y volvió a andar hacia el portal, harto del día y deseoso de dejarlo atrás.
LEC
LEC

Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.
Personajes :
Dama Puente: Maga logomante austriaca (1.60).
Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
Amira : Valkyria francesa (1.63).
Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)

Armas :
Dama Puente: Magia, báculo
Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
Amira: Espada corta, pegaso (shire)
Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
Nefer : Lanza, venenos

Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face

Nubla - Página 5 Empty Re: Nubla

30/05/23, 10:37 pm
Temporalidad: después de la mudanza al cuchitril

La explanada de los portales no le era un lugar ajeno. Había viajado muchas veces por los portales, a distintos mundos, y especialmente a aquel al que iba a volver ese día. Y, sin embargo, era la primera vez en años que estaba nerviosa pisando aquel lugar, como solo lo había estado las primeras veces que había viajado entre portales. Respiró hondo varias veces, y solo en la última inspiración cruzó el portal, soltando el aire solo cuando hubo llegado a su destino.

Las verdes praderas y el cielo violáceo cubierto de nubes recibieron a la ghoul como lo habían hecho otros cientos de veces, solo que aquella a Kaethe se le antojaban casi irreales. Había dudado mucho respecto a hacer aquel viaje, si debía llevarlo a cabo tras tanto tiempo. Solo la desgracia que había asolado el burdel, y la posterior mudanza al Cuchitril habían propiciado que, después de seis años, se decidiera a volver a ver a su familia.

Durante mucho tiempo no se había sentido digna de ello. Sí, había sobrevivido a Rocavarancolia, había visto la Luna Roja y había sido bendecida por ella, pero no tenía magia, y si no bebía sangre de vampiro dejaba de ser ella. ¿Cómo iba a volver a casa y decir que la Luna Roja le había matado y poco más? No era un milagro, ni un portento, ni mucho menos una diosa. Seguía siendo Kaethe, la misma de siempre. Ni siquiera se había cambiado el nombre, solo puesto uno para desconocidos y porque sus amigos tenían un oficio peligroso, no por otra cosa.  

Cuando por fin se había empezado a plantear volver, la excusa había sido que había pasado demasiado tiempo. Seguro que pensaban que estaba muerta, ya la habrían llorado de sobra. ¿Por qué volver y hacerles el duelo más complejo a sus padres y abuelos? Y encima tendría que pedir que le hicieran un amuleto localizador, y de transporte, y…

Hasta ella misma sabía que eso último eran excusas. A los cuchitrileros no les había costado nada hacérselos cuando los había pedido esa vez, pero se había autoengañado con que les molestaba con tal de no tener que hacer el viaje. De hecho era bastante probable que le hubieran acompañado si hubiera querido, pero era algo que Kaethe quería hacer sola. Que necesitaba hacer sola.

Respiró hondo una vez más y activó el localizador. Su familia era nómada, así que saber dónde estaban sin aquello hubiera sido imposible. Una vez este hubo terminado, activó el teletransportador, asegurándose de quedar lo bastante lejos para poder ir andando. No tenía que ser agradable que te apareciera de pronto una persona en medio de casa, aunque esa persona fuera tu hija perdida hacía años. Igual eso lo hacía todavía peor, de hecho.

El camino fue corto, y se planteó dar la vuelta más de una vez. Su cabeza no paraba de imaginarse escenarios y conversaciones con sus padres, el cómo podría ir, y le tenía miedo a su reacción. Si no había activado ya el otro amuleto de transporte, el que iba directamente al cuchitril era porque quería acabar con aquello que la carcomía. No tardó en empezar a cruzarse con vecinos, y con aquellas miradas extrañas. No había cambiado, así que seguía pareciendo una nublina relativamente normal, pero sus ropas eran cuanto menos extrañas.

Llamó a la puerta que marcaba el localizador con mucha más decisión de la que realmente sentía, y compuso una sonrisa nerviosa cuando abrieron la puerta. El silencio no estaba siendo cómodo, pero ninguna de las dos sabía cómo romperlo. ¿Qué se decía cuando veías a una hija a la que creías muerta? ¿Qué se decía cuando después de años volvías a casa?

¿Mamá? —terminó diciendo la ghoul, dudando. Igual no tenía que haber ido.
—Kae…¿Eres tú? ¿De verdad? —a Enariel le brillaban los ojos por las lágrimas que empezaban a formarse, y no tardó en lanzarse a abrazar a su hija —. ¡Pensábamos que habías muerto!

«Sí, bueno. Morirme me morí», pensó Kaethe. No iba a decirlo así porque sabía que el humor negro no sería especialmente bien recibido, pero iba a tener que buscar unas palabras más bonitas para tener que explicarlo. Se dejó abrazar, buscando en los brazos de su madre el mismo confort que hubiera buscado años atrás, cuando aún era una chiquilla.

—Pasa, anda, pasa. Tienes que contarnos todo. ¿Te has cambiado el nombre?
Kaethe respiró hondo mientras negaba con la cabeza a eso último. Era agradable estar de vuelta en casa, ver que su familia aún se acordaba de ella…y también era doloroso. No quería explicarles muchas cosas. Muchas, como su criba, las había bloqueado ella misma, y solo salían a flote cuando alguien sacaba el tema, como si se reabrieran viejas heridas. No iba a poder ocultar todo eso a su familia, no cuando querrían saberlo. Y luego estaba su transformación. Adornar y hacer que quedase bonito el que hubiera muerto y solo pudiera comer cadáveres era complicado.

Su casa, hecha de toldos y material que se recogía fácilmente para volver a desplegarla en un nuevo punto era prácticamente igual que cuando la había dejado años atrás. Había muebles y adornos nuevos, pero hubiera podido reconocer esa casa aunque su familia no estuviera allí. Sus padres seguían teniendo sus cosas, aunque guardadas, y la punzada de nostalgia fue mucho más dolorosa de lo que había previsto.

Tampoco tuvo demasiado tiempo para fijarse en la decoración nueva, porque sus ojos se fijaron automáticamente en la figura de una mujer mayor, con dos cuernos bien definidos en la cabeza.
¡Abuela! —se lanzó a abrazarla. Siempre había sido más cercana con ella que con su madre, y no podía agradecer más a todos los dioses habidos y por haber que siguiera viva. No se hubiera perdonado nunca si su abuela hubiera muerto sin saber que ella seguía viva.

El siguiente en recibir un abrazo fue su padre. Les había echado mucho de menos a todos, y ahora que volvía a verles le constaba pensar en todas las excusas que se había puesto para retrasar tanto aquella visita.
—¿Quieres algo de comer? No te esperábamos, pero puedo prepararte algo…—ah, ahí estaba la duda de si aquello había sido buena idea de nuevo. Negó al ofrecimiento de su madre con la cabeza, mientras buscaba las palabras para explicar que su organismo no podía digerir nada de aquello.

Le llevó un par de minutos más de lo que le hubiera gustado. Se agarró las manos con nerviosismo y explicó que los dones que le había dado la Luna Roja implicaban no poder comer comida normal. Había decorado todo para que sonase bonito, por lo que su familia pudiera pensar más que por otra cosa. Nubla había visto monstruos de sobra, pero que tu hija se hubiera muerto podía ser difícil de digerir aunque fuera por un don de la Luna. A la propia ghoul le costaba a veces pensar en ello como algo bueno incluso años después de la transformación.

Les habló también de su cosecha, evitando los temas más escabrosos, de los cuales no quería hablar. Les habó de dama Diurna y de Matt, aunque este último doliese con la desaparición tan reciente en su memoria. Y de su vida tras la Luna. De sus amigos que se habían ido a Nubla, de los cuchitrileros con los que se acababa de mudar. Sonreía mucho mientras les contaba todas las cosas bonitas que le había dado Rocavarancolia, y que siempre conseguían opacar lo dura y cruel que era a veces la ciudad.

Las cosas en su familia no habían cambiado demasiado desde que ella se había ido, y aquello le daba cierto confort. No es que fuera a llevarse sus cosas, pero sí aceptó el brazalete de jade que llevaba en su familia mucho más tiempo de lo que recordaba, y que su abuela había querido darle antes de ir a Rocavarancolia. Se había negado por no verse digna hasta sobrevivir, y aunque le seguía costando no verse como una decepción por no volver con magia, aquella vez no iba a negarse. Podía no respirar, pero seguía viva, había visto la Luna Roja, y había logrado valor suficiente para volver a ver a su familia.  

No supo cuánto rato estuvieron hablando, pero cuando decidió irse todo fueron abrazos, lo que la llenaba de confort. Al final había merecido la pena, y no entendía, ahora visto con la precisión que permite el saber qué va a pasar, el por qué había tenido tantas dudas y dudado tanto. Tenía su mundo fácilmente accesible, y no iba a tener más dudas en que su familia en Nubla la seguía queriendo tanto como antes de irse.
—¿Volverás a vernos? —preguntó su abuela desde la puerta.
Kaethe no dudó.
Sí. No puedo prometer que sea a menudo, pero intentaré venir todos los años.
Sonrió y activó el teletransporte de vuelta la zona del portal, que atravesó sin dudas esta vez, con mucho menos peso mental del que había tenido a la ida. Volvía a casa, al hogar que tenía con su familia elegida.

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Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
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