Montañas

La decepción al no ver nada fue palpable en su rostro. El moloch no desconjuró la niebla mágica, porque no sabía si la necesitaría pronto, pero la mantuvo de tal forma que veía como si no la tuviera. De los dos sonidos que percibió, el instinto le dijo que siguiera al que corría por la montaña y para eso necesitaría volar rápido, sin miedo a pegársela.

Se suponía que buscaba a un monitor para su prueba y sus ideas habían completado los vacíos informativos. Así, para Rasqa, tenía todo el sentido del mundo buscar al ser vivo y no al "muerto" que se la acababa de pegar contra el suelo. El moloch aceleró el vuelo siguiendo los pasos.

Rasqa se mantuvo firme en su decisión y no dudó en acelerar el paso. Si se había equivocado, al menos sabía en qué dirección volver y habría descartado el "ruido" que se movía. Además, conocía a demasiados rocavarancoleses cuadrúpedos (él entre ellos) y no se sentiría satisfecho si lo dejaba huír. Con la vista puesta al frente, el moloch graduó ligeramente la niebla mágica para ver mejor de lejos y batió las alas con fuerza.

Rasqa no se quedó mirando. Aquella cosa tenía pocas pintas de ser quien buscaba, por lo que simplemente resopló indignado y giró en el aire. En esta ocasión sabía a dónde ir, por lo que ajustó la niebla mágica y esprintó. Era consciente de que la persecución podría haber acabado así, pero de haber sido el monitor el que corría y haber ido por el otro camino, este se habría alejado demasiado de Rasqa. Y el resultado habría sido mucho, mucho peor. Estaba molesto, pero no se arrepentía de la decisión.

Rasqa descendió en cuanto vio lo bien colocada que estaba la madera, nada se caía accidentalmente y se quedaba así de bien. El moloch se sacudió en cuanto aterrizó y las llamas poblaron su cuerpo. La calidez y la sequedad que transmitían fue un alivio entre tanta niebla. El moloch realizó un hechizo simple para deshumedecer los leños y rodeó uno de ellos con la cola para que sus llamas se propagaran. Una parte de él estaba decepcionado con la prueba: ¿le estaban utilizando de mechero? Por otro lado, sin embargo, estaba deseando saber cuál era el siguiente paso.

Magia. Rasqa arrugó el morro. Aun con todo lo que había podido estudiar durante las dos semanas de atrás, la magia seguía siendo algo desconocido para él. Habría preferido encontrarse con alguien que le dijera cuál era su prueba en lugar de depender de hechizos automatizados para enterarse. <<Supongo que esta es la gracia: que me cueste>>. Emitió un suspiro ahumado.

El rastro parecía importante, el olor le sonaba, aunque no lograba ubicarlo. A la vez que descartaba la lengua que se alejaba de aquel aroma, el parqio utilizó el hechizo de aumento sensorial levemente, con la esperanza de que pudiera ayudarle a saber qué perseguía. De forma automatizada, Rasqa viró hacia el este y llegó hasta la roca.

Al ver la nueva hoguera de debajo, no tardó en encenderla. Era pequeña y eso le intrigaba. ¿Y si se había alejado? O peor: ¿Y si se había equivocado de camino?

Rasqa no pudo si no contemplar como la figura surgía de entre las llamas con fascinación. Era la lagarta que le había obligado a montar camas, pero eso no la convertía en una criatura menos impresionante. Tenía algo que atraía al parqio como nadie nunca, pero nada más abrir la boca, el encanto desapareció.

—¿Otra vez tú? —si Rasqa hubiera tenido un mínimo de sentido común se habría callado eso, pero las palabras de Gahna le habían herido el ego. El moloch bufó y dejó escapar una pequeña nube de humo por sus fosas nasales—. La suerte no me llega ni a la altura de las garras, dragona —le dijo de mala gana.

El moloch se irguió y la retó con una mirada decidida. Gahna echó a volar, el parqio sonrió satisfecho y salió tras ella. No sabía cuantos años llevara transformada la tipa esa, pero Rasqa había nacido con las alas puestas y se sentía capaz de sobra de estar a la altura de una prueba aérea.

El hechizo de mejora de olfato leve seguía activo y Rasqa repasaba mentalmente la niebla mágica y los hechizos de protección por si los pudiera necesitar.

La primera cabriola de Gahna pilló a Rasqa despistado. El moloch creía que iban a volar recto hasta la siguiente ubicación y logró seguirla con más torpeza de lo que jamás reconocería. Las siguientes ya se las habia visto venir y no tuvo problemas en seguir el ritmo de Gahna. Tampoco lo reconocería, pero la dragona volaba mucho mejor de lo que le había concedido en un primer momento.

El descenso en picado fue un alivio para Rasqa, que plegó las alas a tiempo de que no llevarse los árboles por delante. Se sentía como en los entrenamientos con Samika. Las pruebas eran parecidas, salvo por el cambio de estatuas a árboles y salvo porque ahora él estaba en la posición de la evaki.

El moloch había transmutado cualquier rastro de nervios en una excitación y una concentración dignas de admirar y seguía a Gahna en silencio entre los árboles. El moloch quería pasar la prueba y quería hacerlo de tal manera que todos dejaran atrás la tontería de que la Evaki era más imprescincible que él. Los nervios no cabían en la ecuación.

Algún día, el ejercito necesitaria provocar una matanza. Ese día Samika no les serviría. Iba a ser él. Sus llamas iban a arrasar.

Rasqa aterrizó tras ella. Podía ver la hoguera desde la que habían partido antes. En cuanto la escuchó hablar, su cuerpo se tensó. El parqio sabía que no conjuraría protecciones a tiempo, por lo que se limitó a saltar hacia la derecha para esquivarla a la vieja usanza. Tanto si lograba evitarla como si no, su siguiente paso sería conjurar una protección mixta sobre sí mismo.

El instinto le pedía combatir un hechizo ofensivo con otro, pero Rasqa tendría que contenerse. Gahna no había dicho nada al respecto y no quería fastidiar su prueba.