Torre Serpentaria

Lethe se encogió de hombros primero ante la respuesta de Kahlo. Hasta ese momento solo parecía que les hacía olvidar sucesos del mismo instante en el que liberaba las toxinas, pero tenía razón en que realmente no sabían si podía tener efectos más… peligrosos. Así que después de verlo con una mejor perspectiva, asintió.

La primera en recibirlos cuando llegaron fue Kradko, quien sin duda acababa de levantarse de la cama.
—No has perdido el tiempo probando tu nuevo cuarto, ¿eh? —le dijo a la clinger con un ligero tono de sorna. Solo bromeaba: no podía culpar a la pequeña por estar agotada después de la nochecita que habían tenido—. Ya es por la tarde: hemos estado algunas horas fuera —respondió a su pregunta.

Antes de que pudiera sopesar si quería añadir algo a lo que contaban sus compañeros, el tremor apareció para recibirlos también, sintiéndose aliviada de verlo sano y salvo. El alivio, no obstante, le duró poco. Podía notar como se le empezaba a calentar el cuerpo por el cabreo inminente que estaba tratando de controlar. ¿Acababa de soltar que casi le matan así como si tal cosa y ya? Los libros no podían importarle menos merluzos en ese momento.
—Explícate ahora mismo —exigió mirando al tremor con los brazos cruzados y mirada penetrante.

La enderth no daba crédito a sus oídos con cada palabra que salía de la boca del humano. Si alguien la miraba podría notar como se cruzaba de brazos con cada vez más fuerza, llegándose a hacerse una pequeña herida en un brazo con una de sus garras de tanto apretar, y como su ceño se volvía más y más pronunciado según avanzaba la sórdida historia. Cada gota del océano sabía el esfuerzo que estaba haciendo por no interrumpir al escocés y comenzar a soltarle lo que pensaba de su “increíble historia” (la cual no podía importarle menos percas) y, sobre todo, de que la desfachatez de pedirles que se calmasen como si estuviesen siendo ellos los insensatos. Fue como volver a los inicios de la criba con Kolja otra vez. No, en realidad no era la primera vez que ocurría algo semejante con aquel cachalote sísmico en particular. Y no tenía claro en qué ocasión le hubiesen estallado potencialmente más venas.

—Vamos a ver si lo he entendido: —inspiró con fuerza e hizo rechinar su pico para controlar tanto el volumen como el tono que le pedía el cuerpo en ese momento. Cuando exhaló, volvió a hablar fingiendo calma— ¿nos estás diciendo que de no ser por una total y absoluta casualidad ahora mismo podrías estar muerto y, no contento con eso, nos lo sueltas como quien habla sobre las oscilaciones de las mareas, mientras, al mismo tiempo, pretendes hacernos ver que todo ha sido completamente normal y que exageramos en nuestras reacciones?
Nadie iba a enterarse, ni siquiera la propia Lethe que no lo había hecho de forma consciente, porque, gracias a todos los lucios, Alec no estaba herido; pero la horus había clavado la mirada en el tremor con tanta saña que si se intentase curar en ese momento la maldición de sus ojos le hubiera reabierto cualquier herida.
>>¿Sí, verdad?  ¿Lo he entendido correctamente? No me he contagiado yo del merlucismo en el ambiente ni nada parecido —miró al resto de sus compañeros como buscando confirmación pero sin importarle cuáles fueran sus reacciones en realidad. En su irritación casi había pasado por alto que Luci también estaba allí ahora, pero el tiempo para saludar al daeliciano ya había caducado.

Se llevó las garras a la cara y ahogó un gruñido de frustración antes de volver a encararse al grupo. La primera en añadir algo más fue Kahlo, quien se disculpó enseguida para irse, adelantándose en lo que ella misma pensaba hacer, pero sin que ello le impidiera llevarlo a cabo.
—Y yo me voy a examinar mi cuarto un poco más a fondo. Avisadme si necesitáis algo que no sea escuchar una sarta de desvaríos.

No había vuelto a mirar a Alec a la cara y simplemente se dio la vuelta para subir las escaleras, fingiendo una tranquilidad que estaba lejos de sentir. Había logrado mantener su tono en una “neutralidad sarcástica” si es que era posible considerar el sarcasmo de tal forma, pero estaba ardiendo por dentro. Y lo peor es que no tenía nada claro de cuál era el motivo que más prendía la rabia en su interior: si la estúpida despreocupación con la que el tremor les había contado que podría haber muerto, la propia ciudad, o el obvio error que había cometido al dejarlo ir solo. Su razonamiento había sido que el mercado era un lugar desconocido mientras que la biblioteca sabían que era segura, pero había fallado al no preveer que algo, cualquier cosa, podría suceder a su regreso como había sido. Se decía que tendría que haber pensado en ir a buscarlo, o al menos en decirle que quedasen en algún punto intermedio, pero que también habían tenido otros motivos para tener la cabeza en otra parte. El encuentro con Nea, Chromsa y Adam metiéndose en un callejón con un desconocido, la preocupación posterior por mantener al pegaso protegido… No lo sabía. No sabía si eran solo excusas o de verdad su error estaba justificado hasta cierto punto. Lo que sí sabía era que seguía siendo un error, y encima uno que podría haberle costado la vida a uno de sus compañeros.

Lo cierto es que no se molestó en observar su cuarto como había dicho que haría, sino que fue directa a tumbarse en la que ahora era su cama y, tras propinar un par de puñetazos frustrados a la almohada tan solo se tumbó e intentó no pensar.