Puente del Abismo

Si por mi fuera me volvería al torreón. Demasiado hemos hecho por el, es cierto que tendríamos que haberle hablado más. Pero el pájaro se ha pasado, no entiendo su frenética huida, y menos aún en una ciudad que existe solo para que tu mueras.
Aún así recapacito un poco por las palabras de Irianna. Tampoco sería justo dejarlo tirado.

-Vale, iré. Somos un grupo ¿no? Además, no me han herido para echarme atrás ahora.- Me sacudo la ropa quitándome el polvo que adquirí antes. Mientras seguimos al enderth no dejo de pensar en sus motivos. ¿ Por qué lo hará? ¿ Acaso le ha molestado alguna acción nuestra? ¿Es una razón lógica para correr desarmado en Rocavarancolia? Y lo que es más importante: ¿ A dónde va?

Creo que Ziack tiene menos idea de la ciudad que nosotros. Es una de las cosas que me enfada de él. Podría llevarnos sin querer a un peligro. Hay tantos peligros aquí....
Solo nos trae problemas, es cierto. Y aún así tenemos el deber de buscarlo. La obligación a traerlo de vuelta. Sea como sea. No se puede andar solo. No aquí.

Así que cuando lo veo, precipitándose al vacío, me quedo confundido. No se me ocurre otra cosa que hacer que gritarle. ¿ Cómo puede hacernos esto? Nos obliga a perseguirlo, a luchar contra hienas, ¿ para después tirarse por un puente? Es totalmente ilógico.

-¡ NOO!- Es lo único que me da tiempo a decir. Ya que era imposible detenerlo. Hemos llegado tarde. Aún así corro hacia el puente. Puede que esté agarrado a algún saliente. A lo mejor no es tan profundo como parece y podemos sacarle. O también puede que este muerto, aplastado en el suelo.

Sea como sea, al llegar me doy cuenta de que es imposible que esté vivo. Pues al asomarme solo veo una negrura infinita.

>>No es que no podamos, supongo que Varsai se refiere a que no debemos<< Pienso dándole vueltas a las palabras de Varsai.
Osea. ¿No lo ven?, yo tampoco quiero que nadie muere ni dejar a otros atrás, pero, si es a costa de la vida de otros es la mejor opción sin dudarlo.
Mi idea era que todos volviéramos para no correr peligro, al menos seguiría adelante si supiese la justificación del por qué el enderth se escapa. Pero no tenemos ni eso.
Escucho con desaprobación a Irianna, quien se empeña en alargar aún más el rescate, o la persecución.
-También es peligroso para nosotros. -contesto frunciendo el ceño.
Intento buscar en los ojos de Devoss sus intenciones, lo que le pasa por la cabeza, pero no tarda demasiado en opinar.
Me deja totalmente descuadrada, echo un vistazo al resto del grupo, pero tampoco parecen resguardar mi idea.
Con cara de fastidio, anuncio:
-Lo he dicho para que no muera gente, pero si nadie va a acompañarme, supongo que hago más por vosotros ayudando que marchándome -dijo un poco refunfuñando, y tras una pausa al poner los brazos en jarras prosigo.- Está bien. -accedo a regañadientes, no muy conforme

El enderth no estaba demasiado lejos, con ambos brazos incapacitados, uno anterioremente, y el otro por un gran mordisco, no parece en condiciones de avanzar rápido.
>>Se va a desangrar si no le paramos los pies<<.
Hago acopio de mi velocidad, intentando alcanzarlo en el menor tiempo posible, y no solo para no perderle de vista, sino para estar bajo el techo de Letargo cuanto antes.

Pero a lo lejos, creo ver su figura, arrojándose por lo que parece ser un barranco. Me acerco lo más rápido posible, sin aliento a penas y con mechones de pelo repletos de sudor tapándome el ojo.
Miro a Devoss descompuesta.
>>Dios mío, que no sea lo que creo que es<<.
Con una pequeña llama de esperanza mantengo en la mente la ilusión de que va a salir levitando, tal como hizo para salir del torreón sin tener que bajar el puente.

-¡Ziack¡-grito llevándome la mano a la cabeza.
>>Los he retrasado, a lo mejor si no hubiera hablado como una tonta le habríamos pillado<<.
-Ziack...¿Por qué?.- musito comprendiéndole al fin, el enderth, aquel pájaro desvalido y encerrado en sí mismo, no iba a volver.
La primera muerte de Letargo. >>Podría no ser la última<<.

Rasqa continuaba volando cuando localizaron de nuevo al Enderth a lo lejos. Desde arriba se veía aún más claro lo que sus compañeros podían intuír desde abajo. Aquella brecha no parecía tener un fondo cercano desde donde alcanzaban tanto la vista como la perspectiva. El dragoncillo descendió para aterrizar junto a sus compañeros mientras se preguntaba qué mosca había picado a Ziack exactamente.

—Se acaba de matar... —anunció lo evidente, por si acaso. Su tono no era tanto de pena como de rabia. Aquél pájaro tonto los había puesto en peligro y los había obligado a atravesar territorio hostil a todos ellos para acabar suicidándose. No cabía en su cabeza—. Estúpido pájaro, no había necesidad de hacer esto —. No hacía falta comprometerles si lo que quería era suicidarse. Nadie lo habría juzgado por no querer continuar con su vida en un entorno como era este y una lesión como la suya.

Al seguir al resto de su grupo hacia aquel precipicio, una mala sensación le crispó las escamas. Había algo en aquel lugar que no era sano y ni el instinto de Rasqa sabía averiguar qué era.

Tan solo pudo decir un “no importa” ante la explicación de Kimbra. Para hacerle entender por qué no era una buena idea llevarse aquel animal necesitaba un tiempo que no tenía y la idrina simplemente echó a correr en la dirección por la que había desaparecido Ziack. El pie le molestaba y de vez en cuando le recorría una punzada de dolor que le hacía sisear entre dientes. Pero no había tiempo tampoco para ello y la lacustre siguió corriendo hasta que vieron al enderth parado en la distancia, al borde de un puente que colgaba sobre una brecha en el suelo. No por mucho tiempo, ya que el grupo alcanzó al enderth justo a tiempo para verlo dejarse caer del puente.

Aquel lugar poco tenía que ver con la Cicatriz a pesar de tratarse también de una gran abertura que dividía la ciudad. Bastaba acercarse para darse cuenta de ello. La Cicatriz no era un lugar agradable, su fondo era un cementerio caótico y un permanente recordatorio del desastre que hubiese provocado aquel involuntario museo de los horrores. No, aquel lugar… Transmitía otra sensación muy diferente. A simple vista se trataba de un abismo sin fondo, pero resultaba evidente, de alguna forma, que eso no era todo.

Irianna no supo si llegó a gritar cuando vio a Ziack caer, o mientras se acercaba todo lo rápido que su lastimado pie le permitía al punto en el que apenas instantes antes había estado parado el enderth, frente a sus ojos. A la lacustre le costaba admitir lo que había sucedido.
—¿Por qué…? —fue lo único que escapó finalmente de sus labios, incapaz de continuar la frase, todavía conmocionada por lo que acababan de presenciar.
Y aquella escalofriante sensación de desasosiego no paraba de aumentar cuanto más se acercaba. No sabía discernir por qué, pero cuanto más se acercaba a la brecha más se le erizaba el vello. Quizás fuese que a cada paso que daba estaba más cerca de comprobar sin equívoco que el enderth ya no se encontraba entre ellos, o quizás fuese alguna otra cosa que no comprendía. A pesar de ello, al ver a tantos de sus compañeros acercarse, sintió miedo de que sucediese un accidente
>>Alejaos… Alejaos de ahí, por favor —pidió de forma casi suplicante.
No obstante, en ese mismo momento, fue cuando una voz se coló en su cabeza y la idrina, a quien invadió un desagradable escalofrío, tan solo pudo mirar hacia la negrura como tratando de buscar su origen.

Aunque la carga a su espalda no le había impedido seguir el ritmo, si que la había relegado al último puesto del grupo, por lo que al llegar solo pudo ver al enderth cayendo como un fardo hacia aquella profunda brecha en el suelo. Lo primero que sintió fue el shock, seguido de una incomprensión total por lo ocurrido. “¿Por qué huir de las bestias para terminar cayendo al vacio? ¿Acaso se trata de un ser tan egoísta que aunque desee su propia muerte sea incapaz de llevarla a cabo de manera que beneficie a otros seres vivos? ¿Y por qué desearía su muerte de todas maneras?” Kimbra no comprendía qué había llevado a Ziack a comportarse de aquella manera.

Aunque parte del grupo comenzó a acercarse al lugar por el que el enderth había caído, Kimbra se mantuvo en la retaguardia. El recuerdo de la desagradable sensación que le provocó mirar hacia el interior de la gran brecha repleta de huesos unido a la extraña y escalofriante sensación que de aquel lugar emanaba, le impedía avanzar. De hecho, la parte más instintiva de la krabelinense le obligaba a retroceder, pero su parte más social le impidió abandonar a sus compañeros en aquel extraño e inquietante lugar, por lo que se limitó a observarlos, tanto a ellos como al lugar en sí, esperando a que estos consideraran por fin que ya nada podían hacer por el difunto y que, por lo tanto, lo más adecuado sería volver al refugio.

Varsai corrió detrás de Ziack sólo para ver como el enderth se tiraba por un puente. Abrió mucho los ojos por el horror y de haber tenido voz podría haberse oído un grito, pero lo único que salió de su garganta fue un gemido de consternación y tristeza.

Se acercó al puente con intenciones de mirar si podrían rescatar su cuerpo para darle debida sepultura, pero cuando miró sólo vio una infinita oscuridad. La niña se preguntó cómo de profunda debía ser aquella grieta para que no se viese el fondo ni a plena luz del día.

A la niña el lugar le daba mala espina, no sabía por qué pero no quería quedarse por allí mucho tiempo. Escribió rápido en su libreta para que se fuesen de allí y tiró de la ropa de la persona más cercana a ella que en ese momento era Devoss.

Vio por el rabillo del ojo algo raro y al volver a mirar observó algo en llamas acercándose muy rápido a ellos. Tiró con más fuerza de la ropa del chico para llamar su atención.

Entonces es cuando me doy cuenta de que pasa algo raro. Lo que ha hecho Ziack no tiene sentido. Tendría que haberme dado cuenta, aquí uno no muere por causas naturales. Todo forma parte del plan de Rocavarancolia. Solo mueres cuando la ciudad lo quiere así.

Y este caso no es una excepción, pues el causante de la muerte del enderth es...... una voz. Una voz que también me invade a mi. Es irónico, he sobrevivido a otras cosas, y nunca he estado más cerca de morir que ahora. Pues  lo sabe todo de mí. Es cruel y despiadada, pero con cierto humor.

Es como un parásito, que busca en tu pasado, en tus recuerdos. Y así sacar lo peor de ti, tus defectos, tus errores. Lo peor de todo es que tiene razón, no se ha equivocado en nada. Al igual que tampoco se equivocaría en lo que le dijera al pájaro. Antes me he comportado como un lastre, no los he ayudado, la única oportunidad que he tenido la he desperdiciado. Estuve confundido lo bastante como para que la hiena me sorprendiera. Si, tiene razón, soy un lastre. Si no estoy llorando, estoy cabreado, las dos opciones no sirven para nada.

Así que por un momento me planteo seguir los pasos de Ziack. Me quedo mirando al vacío, ignorando los tirones de la varmana. Y llega, mi salvación y la de los demás hipnotizados. En forma de una bola de luz que me produce escalofríos. En ese momento, por la distracción desaparece la hipnosis de la voz, por lo que  aprovecho para decir:

-¡Salgamos del puente!- Grito mientras corro hacia tierra firme, a la vez que cojo del brazo a Varsai.

Había muerto, se había ido, no quedaba nada de él, al menos, no era visible. >>Quizás es mejor no ver su estado.<<
Así acababa de rápido, me pregunto cuántos más hará falta que muramos para que contentar a este mundo.
>>¿Así es todo?,<<. Ahora Ziack, no es más que una de esas tristes lápidas de Letargo, una roca gris que no alberga más que piedras y tierra debajo, nada de su cuerpo, por haber llegado tarde, esa es la verdad.
-¡¿Tirarte era lo más fácil?¡ ¡Podrías habernos dicho que ibas a matarte, y aunque hubiésemos hecho algo para impedirlo, al final habrías llegado a algo que no fuera ponernos a todos en peligro¡ -le exclamo al difunto.
Estoy triste, más bien impotente y enfadada, pero también triste. >>Si que podríamos haber hecho algo más por él, aun así, merece los reproches aunque no tenga vida.<<

Soy un manojo de nervios, no sé que sentir, que más decir, que hacer, solo sudar y talonear el suelo con un nudo atroz en el estómago. Unas naúseas enormes me castigan y casi me doblan, pero me mantengo lo mejor posible, disimulando a duras penas.

Las súplicas de Irianna se me hacen extrañas e incomprensibles. >>No pensará que me voy a tirar detrás por asomarme<<.
Pero no tardo en entenderlo, esa sensación de frío en la piel, de mala espina, de que algo va mal.
Una voz, susurrante, un murmullo, el eco de la maldad en la cabeza.
Me dice cosas, al principio solo creo que es mi imaginación, debe tratarse de una alucinación por el shock repentino, pero no es así.
Ladeo la cabeza a varios lados buscando el origen, y suspiro asustada al darme cuenta de que proviene de aquel maltrecho puente.

La escucho aterrorizada, casi desvaneciéndome en el suelo, debía de haber entrado en mi cabeza, rebuscando entre mis pensamientos.  Me quedo asombrada ante la lucidez de la voz en mi cabeza, y sobre todo confusa por las frases que suelta, no me doy cuenta de a quién se refiere hasta que la imagen de ese desechable hombre me viene a la cabeza.
>>Doce punto.<<
No puedo hacer nada por reprocharle ni por llevarle la contraria, refleja la verdad.
Es la voz de la conciencia, no, peor, si Rocavarancolia tuviese voz, sería esta sin duda.
La impotencia que bombea en mis venas como si fuera sangre se vuelve en ira.
>>Maldita sea, es cierto, tanta tontería y sobrevivir pero sin preguntarme el por qué he llegado a esto. Porque soy una boba, una estúpida que odia a aquel que la encerró en un mundo del que no puede salir y le echa las culpas cuando es ella quien cometió el error. ¿Desde cuando te volviste tan imprudente como para creer que cambiarías de vida. Da igual a donde vaya y con quien esté, seré Ruth donde esté, la misma mala suerte en la Tierra y aquí.<<.

Me dejo llevar, arrastrada por aquellas palabras, aterciopeladas de verdad. Quiero acabar con ello, como hizo Ziack.
Pero un milagro ocurre, un destello cegador que pasa en una milésima de segundos, como una estrella fugaz, me despierta del “hechizo”.
Me encuentro a pocos pasos de aquella oscuridad, y con un temor y pánico incontrolable grito:
-¡Vamónos, es una trampa¡- logro alzar la voz con un temblor en ella.
Echo a correr, rodeándome a mí misma con los brazos por el terror.
Ahora soy yo quien dice esa palabra.
>>Tarde...para olvidar que el suicidio, por un momento, había sido mi mejor opción.<<

Rasqa no supo que la voz provenía de su cabeza. Le había sonado como las caricias del viento mientras volaba y le había hecho relajar aquel instinto que le había gritado que estaba bajo una amenaza apenas unos segundos atrás. El parqio no fue consciente del paso que había dado hacia delante. Esperando a que la voz volviera a dejarse oír.

Se mordió los labios cuando logró escucharla de nuevo y su semblante se ensombreció con aquellas palabras. Fuera quien fuera llevaba razón: era débil. Y de repente entendió mucho mejor el impulso de Ziack. El parqio no servía de nada al grupo salvo por sus alas: no tenía un cuerpo apto para usar la inmensa mayoría de armas que guardaban en el sótano y solo podía aportarles un punto de vista desde las alturas que pronto ellos mismos conseguirían con magia. <<Ya les he visto flotar>> respondió en su mente al abismo. <<No valgo nada. Soy una pieza reemplazable y no estoy a la altura de... >>.

Una luz al otro lado del puente lo sacó de aquella conversación fantasma y el parqio se acobardó de repente. Le temblaban las piernas sin saber por qué motivo. Pero había recobrado la cordura suficiente como para saber que quien quiera que le hubiera hablado no le conocía lo suficiente. Miró a los lados y por las reacciones de varios de sus compañeros dedujo lo suficiente como para alejarse de aquella grieta a la carrera. Su instinto volvió a su sitio y pudo obedecerle de nuevo.

Una vez puso distancia de por medio, giró el cuello y gruñó a la grieta de los suicidas. <<Voy a vivir para joderte>> le dijo en esta ocasión. <<Voy a volver cuando sea fuerte y voy a encontrar donde te escondes para embaucarnos>>. Rasqa estaba hecho de rencor en aquellos momentos. Rencor y rabia por haber sido una presa tan fácil para aquel truco mental. <<Voy a disfrutar de tu dolor cuando mis fauces se hundan en tu pescuezo y sea yo mismo quien te suicide>>. Golpeó el suelo con la cola y bufó cabreado, antes de mirar al frente con el gesto agriado y el ceño fruncido.

—Vámonos de aquí —espetó a sus compañeros.

Las patas aún le temblaban. Rasqa necesitaría varios minutos para volver a alzar el vuelo y aún necesitaría más tiempo para perdonarse a sí mismo por lo que había pasado hoy. Había subestimado a la ciudad.

La voz era despiadada. Cruel. Desasosegante. Pero Irianna no podía hacer otra cosa que escucharla. También era hipnótica… Y certera. La idrina permaneció paralizada mientras aquella insidiosa voz ponía en duda una tras otra las convicciones con las que había construido las frágiles barreras en su mente y que estaban siendo derribadas una tras otra. Durante aquellos instantes estuvo segura: no había a dónde huir. Se había equivocado, creía que si aceptaba la disparatada propuesta de un alienígena pondría mundos de distancia entre su problema y ella… pero había sido más que una vana ilusión. El peligro acechaba en las más diversas formas y ni siquiera podía estar segura de que estaba a salvo de aquello que la había hecho huir. En realidad siempre dudaba, a pesar de que su raciocinio le decía que no había motivos para dudar, pero lo hacía. Y ello lastraba su día a día hasta y la volvía incapaz de muchas cosas, así como una molestia…

Por un instante, Irianna había dado un paso en dirección a la negrura que se extendía delante de ella, pero mientras en su mente resonaba “no hay ningún lugar seguro”, una sensación nueva la volvió bruscamente consciente de su alrededor de nuevo. Algo en la distancia, una llama cuya visión por algún motivo le inspiró un miedo tan inexplicable como explosivo, cortó el enlace mental que la voz había establecido firmemente hasta aquel momento. La lacustre permaneció unos segundos observando aquella luminaria incandescente en la distancia, inmóvil y con expresión indescifrable. Los gritos de sus compañeros la hicieron ponerse en marcha, girándose hacia ellos buscando todos y cada uno de los rostros que habían abandonado el torreón aquella mañana en busca del enderth que había sucumbido a la insidiosa voz. Por suerte no faltaba ninguno de ellos.
—Sí, por favor, no tengo interés en averiguar qué es eso —dijo tras Rasqa siendo consciente por primera vez de que las piernas le temblaban.
Una vez más, la idirina echó a correr ignorando el dolor de su pie. Al menos en aquella ocasión sabía dónde finalizarían sus pasos.

Aunque Kimbra no pudo oír la voz, si pudo ver perfectamente las distintas reacciones de sus compañeros, lo que la inquieto más todavía. Al principio parecían embelesados, incluso alguno de ellos dio un paso hacia adelante, lo que hizo que a su vez Kimbra diera un paso de forma instintiva, preparada para alejar del precipicio a todo aquel que hiciera ademán de tirarse, pero, gracias a los siguientes acontecimientos que se dieron, fue una reacción que no hizo falta. Al otro lado de la brecha, pudo verse llegar un fogonazo que más que sorpresa le inspiró un intenso miedo del que no pudo encontrar explicación.

Haciendo eco mental de las palabras de sus compañeros, la krabelinense se dio la vuelta y corrió junto a sus compañeros.

Sigue en Torreón Letargo.